Capítulo 35

Narra Adriá

Estaba oscureciendo cuando finalmente capturamos a Don. Pero a pesar de eso, las traiciones pesaban sobre nosotros, teníamos que seguir purificando nuestras filas y volver a proclamar lealtad. Don fue apresado, arrastrado ante nosotros con las manos atadas, pero aun manteniendo ese aire de arrogancia. Siempre creyó que saldría victorioso, que este era su destino, su reino. Y ahí estaba yo, siendo testigo del final de la última batalla.

No había tiempo para pensar, ni siquiera para sentir. Solo recuerdo la sensación opresiva del miedo mezclado con la rabia. Mi padre, ejecutores leales... tantos se habían ido por culpa de este hombre, de su ambición desmedida. Pero todo eso quedó suspendido cuando ella apareció. Nos miraba con esa mezcla de serenidad y dureza, como si todo lo que había sucedido hasta ese momento hubiera sido un juego cuyo resultado ya conocía.

—¿Qué dijiste sobre Enger? —gritó Dareck. No pude evitar la curiosidad de saber quién es esta misteriosa mujer.

Ella no respondió de inmediato. Avanzó despacio, con la calma de alguien que ya ha visto el final del juego. Cuando llegó a donde estaba Don, no lo miró a los ojos. En cambio, dejó caer una verdad que derrumbo a Dareck:

—Tu hermano, Enger, ha pagado el precio más alto. Después de ayudarnos a escapar de las garras del clan, su destino fue trágico y repentino. Brister, quien pensaba era leal a Don, comenzó una revuelta dentro del clan para consolidar su poder, buscando aplastar cualquier intento de resistencia. En medio de ese caos, Enger había sido la última esperanza para nosotros, un faro de luz en medio de la oscuridad.

Dareck cayó al suelo de rodillas, su cuerpo temblaba con la fuerza del dolor que lo atravesaba. Apenas podía respirar, y la noticia que acababa de recibir resonaba en mi mente como un eco interminable: Enger estaba muerto. Su hermano, una de las personas por la que nos traiciono. Al final, este gran sacrificio no ha valido plenamente la pena.

Sentí cómo el aire a su alrededor se volvía pesado, como si la misma tierra quisiera absorber su tristeza. No había palabras que pudieran consolarlo, no había gestos que aliviaran ese tipo de sufrimiento. Vi sus puños cerrarse con fuerza, golpeando el suelo en un intento desesperado por contener la rabia que hervía dentro de él. El Dareck que conocía, el que siempre mantenía la calma incluso en los peores momentos, había sido destruido en ese instante.

Me acerqué lentamente, mi propia pena se entrelazaba con la suya. Aunque nos había engañado sentía cierta empatía por él, yo también perdí a alguien. Al igual que él con su hermano, yo tenía una conexión profunda con mi padre, más antigua.

—No... no puede ser —murmuró con la voz rota, su rostro clavado en el suelo—. No él... no Enger...

Quise decir algo, cualquier cosa, pero no había palabras que pudieran cambiar lo que ya era irreversible. El dolor que vi en sus ojos cuando levantó la vista hacia mí era insoportable. Había una mezcla de incredulidad, furia e impotencia en su mirada, como si no pudiera procesar la magnitud de la pérdida. Sabía lo que eso significaba para él.

Intenté poner mi mano sobre su hombro, pero aun sentía cierto rencor hacia él. Sin embargo, la mujer misteriosa y hermosa se acercó y lo abrazo. Estaba quebrado. No de la forma en que lo había visto antes, cuando enfrentaba la traición o el peligro, sino de una manera más profunda. Este era un dolor del que no sabía si podría recuperarse.

—¿Cómo se atrevió? —gritó, su voz rasgada por la desesperación—. ¡Él me prometió que estaríamos juntos! ¡Me lo prometió!

—Él nos protegió hasta su último suspiro. —murmuro la mujer—Aun tenemos a Leah, y me tienes a mí, mi amor. —Jadee al escucharla llamarlo con este apelativo cariñoso. ¿La traición de Dareck puede ser más profunda?

Las lágrimas caían silenciosamente por su rostro, y lo vi transformarse frente a mí. Dareck, siempre tan firme, tan decidido, se desmoronaba bajo el peso de una pérdida que ningún hombre debería tener que soportar. Lo vi tambalearse, enredado en su propio dolor y la ira contra el destino que les había arrebatado a Enger.

Finalmente, cuando su furia se agotó, quedó allí, quieto, como si todo en él se hubiera apagado. Lo único que se oía era el sonido de su respiración entrecortada. Sabía que nada volvería a ser igual para él. Había perdido no solo a su hermano, sino también parte de su propio corazón.

—Enger murió por mí —susurró finalmente, su voz quebrada—. Todo esto... todo es culpa mía.

—Claro que no, no es tu culpa—declaró. —Si hay un desgraciado es ese bastardo. —Murmuro con rabia, mientras miraba a Don, quien comenzó a reírse del dolor de ellos.

—Joa, manda a encerrarlo en la mazmorra de alta seguridad. —Le ordene, quien inmediatamente obedeció.

—¿Qué me ordena hacer con el traidor de Dareck? —Pregunta, mientras no quita su mirada desafiante de él.

Joa de repente, endureció su rostro por la ira. No hubo palabras de consuelo, ni gestos de empatía hacia Dareck, que seguía arrodillado en el suelo, devastado por la noticia de la muerte de su hermano. La furia de Joa era como una tormenta, y tan pronto como lo vi, supe lo que estaba por venir.

—¡Dareck! —gritó Joa, sus ojos brillando con rabia mientras se acercaba—. ¡Basta de mentiras! Has traicionado a tu propia sangre, y ahora, después de todo lo que has hecho, aún respiras.

Dareck, aún con el dolor marcando cada línea de su rostro, levantó lentamente la vista hacia Joa. La acusación cayó como un mazazo, no solo por las palabras, sino por el peso de lo que significaban. Joa lo culpaba de traición.

—No... no lo hice... —murmuró Dareck con voz temblorosa, tratando de levantarse del suelo. Se tambaleaba, como si el dolor y la culpa pesaran más que su propio cuerpo—. ¡No maté al rey!

—¡Mientes! —Joa rugió, tomando su espada—. ¡Tú y Don destruyeron todo lo que teníamos! ¡Traicionaste al reino por tus propios intereses! ¡Ya no puedes escapar de lo que eres! No puedes escudarte de una careta vacía.

—¡Eso no es verdad! —gritó Dareck, la voz ahora llena de desesperación—. ¡Enger murió protegiéndonos! ¡Todo lo que hicimos fue por el bien del reino! ¡Tú no entiendes!

Joa no escuchaba. No quería escuchar. Se acercó con paso firme, su espada en alto, listo para dar el golpe final y detener a Dareck de una vez por todas. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Dareck apenas podía mantenerse en pie, agotado por la pena y el dolor. Sabía que no tendría fuerzas para enfrentarse a Joa, no en este estado. No puedo permitir que acaben con la vida de Dareck, a pesar de todo es mi alma gemela.

—Deténganse, ahora mismo. —A pesar de mi lucha interna, no puedo permitir que le hagan daño a mi esposo.

Sin embargo, ambos estaban cegados por la ira. Fue entonces cuando ella con sus ojos llenos de determinación, se interpuso entre los dos hombres, levantando una mano para detener a Joa.

—¡Basta! —gritó, su voz resonando como una orden, llena de autoridad—. No más violencia, Joa. ¡Esto no solucionará nada!

Me sorprendo de que sepa el nombre de nuestro ejecutor. Pero Joa, cegado por la ira, apenas prestaba atención. Avanzó un paso más, su mirada fija en Dareck.

—¿Acaso no lo ves, Tamara? —dijo con los dientes apretados—. Él es un traidor. ¡Él destruyó todo lo que habíamos construido! ¡No merece tu protección!

De donde se conocen estos dos, es en lo único que puedo pensar en estos momentos.

Dareck, tembloroso, intentó defenderse, pero las palabras parecían atascadas en su garganta. Su madre lo miró con dolor, pero también con una firmeza que no esperaba ver en ella.

—No permitiré que esto continúe —replicó Tamara—. Dareck ha sufrido más de lo que puedes imaginar. ¡La verdad aún no ha salido a la luz!

Justo cuando las palabras de Tamara parecían crear un ligero resquicio de duda en Joa, una sombra se movió a lo lejos. Al principio, no podía ver claramente, pero algo en la atmósfera cambió. Un murmullo se extendió entre los ejecutores que estaban presentes, como si todos hubieran sentido algo imposible.

Y entonces, lo vi.

Apareció desde la penumbra, caminando con la misma fuerza y elegancia que siempre lo había caracterizado. El rey, el hombre que todos creíamos muerto, surgió ante nosotros, vivo y de pie. Mis ojos se agrandaron, igual que los de todos los presentes. Era él, sin duda. No había duda alguna. Su presencia llenaba el espacio, como si trajera consigo el peso del destino.

Mi padre estaba vivo.

Joa bajó la espada lentamente, su rostro palideciendo mientras intentaba procesar lo que veía. Nadie decía nada, pero el impacto era palpable. El rey estaba vivo.

—¿Cómo...? —murmuró Joa, su voz temblorosa, incapaz de comprender lo que estaba pasando.

El rey caminó hacia nosotros, con la mirada fija en Dareck, luego en Tamara, y finalmente en Joa. Su voz, profunda y poderosa, rompió el silencio como un trueno.

—Has juzgado mal, Joa. Todo esto... —el rey hizo una pausa, dejando que sus palabras flotaran en el aire—. Todo fue parte de un plan. Un plan para proteger el reino de la verdadera traición.

Joa apenas podía creer lo que veía, mi estado estaba peor. Mi mirada estaba fija en él, sin comprender del todo, pero sabiendo que este momento lo cambiaría todo.

—Pa...pi, estas... vivo. —fue lo único que pude articular.

—Él no me traicionó —continuó mirándome fijamente, con una calma que contrastaba con el caos del momento—. Dareck nunca levantó la mano contra mí. Mi desaparición fue una estrategia, una forma de desenmascarar a aquellos que buscaban la destrucción desde dentro.

El silencio fue total. Joa, derrotado y confundido, cayó de rodillas. Dareck, por su parte, parecía no poder moverse. Todo lo que había sufrido, toda la culpa que lo había consumido se desmoronaba ante la verdad. El rey seguía vivo. Y él, Dareck, no era el traidor que todos creían, que yo creía.

Le fallé a mi esposo.

—Has perdido un hermano —dijo el rey, mirándolo con gravedad—, pero has ganado la verdad.

—Mi amor... —su voz ronca y firme, casi ceremoniosa— no estás muerto. —declaró mi madre al verlo tan imponente frente a todos, corrió para abrazarlo. Mientras mi cuerpo seguía paralizado.

El aire pareció detenerse. Sentí que el mundo se partía bajo mis pies. ¿Qué significaba eso? El rey, el verdadero rey, había muerto hacía tiempo. El reino entero había llorado su pérdida. Entonces... ¿cómo? ¿Qué clase de engaño era este?

No podía creer lo que mis ojos veían. Allí, en carne y hueso, el hombre que todos creíamos muerto caminaba hacia nosotros.

El rey.

Mi padre.

Su postura era regia, su mirada, afilada. Había una autoridad en él que no podía ignorarse, una presencia que todos sentimos al instante. Era como si el viento cambiara de dirección solo con su llegada. Me quedé inmóvil, congelada por la realidad que se desplegaba ante mí.

El rey nunca había muerto. Todo fue una estrategia, una ilusión cuidadosamente creada para hacerle creer a Don que había ganado y que se confiara.

—¿Creían que me podían vencer tan fácil? —dijo el rey con voz grave, su mirada fija en Don—. ¿No me vas a abrazar mi princesa?

Mi padre volcó su mirada hacia mí, y por un segundo, nuestros ojos se encontraron. Sentí como un gran peso caía de mis hombros. Con pasos lentos llegue hasta él, y me lance a abrazarlo aun con mi madre en medio. Tantas emociones jugaban en mi interior que no sabía cómo canalizarla.

—¿Cómo estas vivo? —indago.

El rey respiró profundamente y observó a los rostros desconcertados a su alrededor. El silencio que siguió a sus palabras fue pesado, pero en su mirada se leía la paciencia de quien ha soportado mucho más de lo que los demás imaginan.

—Es una larga historia —dijo, su voz más suave ahora, pero aún llena de autoridad—. Después de que descansemos un poco y cenemos, les contaremos todo.

Sus palabras parecían caer como un bálsamo en medio del caos. Vi cómo el peso de la tensión comenzaba a desvanecerse entre los presentes. Joa, aún de rodillas, bajó la cabeza en señal de respeto, aunque el desconcierto seguía dibujado en sus rasgos. Dareck, sin embargo, seguía quieto, como si la realidad apenas comenzara a alcanzarlo. Su cuerpo temblaba, y no estaba seguro si era por la noticia del regreso del rey o por la sombra de la pérdida de Enger, que aún lo envolvía.

—¿Cómo es posible...? —empezó Dareck en un susurro, pero su madre, Tamara, lo detuvo con un gesto firme de la mano.

—Hija, todo a su tiempo —dijo mi madre con dulzura—. Por ahora, el rey tiene razón. Debemos recuperarnos. Hay mucho que procesar.

El rey asintió, dándole a mi madre una mirada de orgullo. Luego dirigió su atención al resto de los presentes, como si quisiera asegurarse de que todos comprendieran lo que se avecinaba. Aún quedaba mucho por aclarar, pero este no era el momento para más preguntas. Estábamos agotados, heridos, y llenos de cicatrices que no se cerrarían fácilmente.

—Tomen esta noche para descansar —añadió el rey—. Mañana hablaremos de lo que ha pasado. Habrá respuestas. Pero por ahora... es suficiente.

Las palabras del rey eran una orden disfrazada de consejo, y todos lo entendimos. Sin más, comenzó a caminar hacia las escaleras, con su porte siempre erguido. Mi madre lo siguió de cerca.

Me acerqué a Dareck, aunque sabía que no sería fácil para él. Se sentía roto, dividido entre el dolor y el alivio, la confusión y la verdad. Cuando puse una mano suavemente en su hombro, lo sentí rígido, aún atrapado en su tormenta personal.

—Vamos —le dije en voz baja, casi un susurro—. Necesitas descansar. Mañana aclararemos todo.

Él no me miró, pero al cabo de un momento, asintió, como si finalmente se permitiera aceptar que necesitaba tiempo. Tiempo para procesar la verdad, para llorar a su hermano, y para comprender qué significaba todo esto para el futuro.

Nos dirigimos hacia las escaleras, sabiendo que el amanecer traería más respuestas... y quizás, nuevos desafíos.

Después de tantos días sentía paz en mi corazón.

Paz porque no había matado a mi padre, sin embargo, el omitir también es mentir. No sé dónde quedaremos después de mañana.

Nota:


Espero disfruten estos capítulos, he tratado de abordar todos los posibles cabos para no dejar sueltos y puede que se me haya escapado alguno. Subiré los cap que tengo listo, menos el final (41 y epílogo) porque aun no he concluido, son tantas cositas y detalles que no quiero dejar afuera. Me sorprendo de lo mucho que ha avanzado la historia cuando al principio quería hacer un romance rápido y que se resuelva todo en 25 cap, pero Adriá, Dareck, Yeisir, Dillon, Tamara, Joa, Don en especial, querían más jajaja cuando me ponia analizar habia algo que ellos debian contar. Uff, hablo mucho espero sigan disfrutando. Puede ser mañana o el viernes les subo la última parte. Gracias por siempre esperarme.

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