Capítulo 27
Narra Dareck
Sentí que el aire se hacía más pesado, como si la misma atmósfera supiera que algo estaba a punto de suceder. Los mensajes habían sido claros y repetidos, susurros de advertencia mezclados con amenazas veladas. Ellos venían por nosotros, pero especialmente por ella.
Después de despertar como todas las madrugadas, salgo a correr antes de que el sol se levante. Me encontré con el mismo hombre misterioso de aquella vez, el hijo del traidor del padrino de Yeisir, cuyo padre mató al anterior Rey. Apareció para darme un recado de Don.
—La hora se acerca. —pronunció mientras sonreía de forma grotesca, por su cicatriz. —Veremos que tan leal eres, Dareck Crane. Dentro de unos días te notificaremos el momento justo para reclamar el trono que nos corresponde.
—¿Dentro de cuantos días? —pregunto antes de que se vaya, se detiene y me mira.
—Muy pronto lo sabrás, solo te adelanto que de esta semana no pasa que Yeisir acompañe a su padre. —dice, con tal convicción que da pavor—Dareck, recuerda que tenemos a tu familia bajo nuestro mando. No dejes que las artimañas de una mujer te cieguen. Recuerda lo que perderás.
—Estoy consciente—exclamo, y satisfecho se va dejándome con un sin sabor en mi pecho. Me agrio mi pasatiempo, de modo, que con la preocupación a flor de piel regreso a la casa para velar por el bienestar de mi princesa de fuego.
Mientras la obscuridad caía, observaba cada rincón de la casa. Revisaba cada puerta, cada ventana, como un soldado en una fortaleza sitiada. Hace día que sabía que el peligro era real, más real de lo que ella podía imaginar, aunque nunca le dejé ver el alcance de mi preocupación. Cada vez que me preguntaba si todo estaba bien, le respondía con una sonrisa y un abrazo, como si esos simples gestos pudieran mantenerla a salvo. Pero en el fondo, sabía que solo retrasaban lo inevitable. Mi temor es al no poder protegerla y perderla.
A pesar de mi tantas batallas, esta vez estaba en juego el amor de mi vida y mi familia. No tenia de otra, solo una puedo salvar y lamentablemente voy a perder a alguien. Quisiera evitarlo, pero tengo que decidir qué voy a hacer.
Mientras tanto, hemos reforzado las medida de precaución, a la vez que le decía que no tenía nada de qué preocuparse, pero podía ver en sus ojos que no me creía del todo. Aún así, asintió, confiando en mí, como últimamente hacía. Su confianza era lo que más me dolía, porque sabía que el verdadero peligro estaba más allá de mi control.
Cada sombra en la calle me ponía en alerta. Mi cuerpo reaccionaba instintivamente, preparándome para cualquier cosa. No podía permitirme bajar la guardia ni un segundo. Sabía que ellos no tendrían piedad, no con ella, y mucho menos con Tamara, mi hermano y su familia. Además, de mi padre y su familia donde sea que se encuentre en este territorio. Siempre intento pensar quien es, pero me quedo en cero, ni siquiera un nombre tengo.
Pero no iba a dejar que le hicieran daño. No mientras yo respirara. Mi mente repasaba una y otra vez los planes, las rutas de escape, las formas en las que podía enfrentar a los que venían. Ya no importaba lo que tuviera que hacer. Si llegaba el momento, no dudaría en defenderla con mi vida. Aunque me odie en el proceso.
Me senté junto a la puerta de la habitación donde ella estaba, apoyando mi espalda contra la fría pared, con mis manos descansando en mi regazo. Podía escuchar su respiración al otro lado, tranquila, confiada. No sabía si sería suficiente, pero lo único que tenía claro era que no dejaría que nadie la tocara. No hoy, no mientras yo esté aquí.
Narra Adriá
Todo me parecía fuera de lugar. Dareck había estado actuando de manera extraña, y no lograba sacudirme la sensación de que algo andaba mal. Ayer por la mañana, lo noté tenso, más distante de lo habitual. Cuando le pregunté qué ocurría, negó cualquier problema, como si nada estuviera pasando. Pero su cuerpo decía lo contrario. La forma en que sus hombros estaban rígidos, cómo evitaba mirarme a los ojos... Sabía que me estaba ocultando algo. Aun así, decidí no insistir en ese momento.
Sin embargo, lo que realmente me preocupó fue lo que sucedió en la madrugada. Dareck se levantó y salió de la casa en pleno silencio, mucho antes de su hora habitual para correr. No pude evitar sentir que algo estaba mal. Intenté dormir de nuevo, pero la inquietud no me lo permitió. Bajé a la cocina, preparé una taza de té, y lo esperé en la sala, sentada en la oscuridad, dejando la casa en completo silencio.
Sin darme cuenta, el cansancio me venció, y me quedé dormida en el sillón. Me despertó el sonido suave de la puerta cerrándose. Encendí una lámpara a mi lado, y al instante, Dareck se giró hacia mí, sorprendido de verme despierta. Su ceño se frunció, y su mirada reflejaba más que simple curiosidad.
—¿Qué haces despierta a esta hora? —preguntó, con el ceño fruncido.
—Eso mismo debería preguntarte yo —respondí, cruzándome de brazos—. ¿Por qué saliste tan temprano?
—Fui a correr.
—No te creo, Dareck. Dime la verdad.
Dareck me miró con esos ojos intensos que siempre me habían desarmado, pero esta vez había algo distinto. Algo oscuro que no lograba descifrar. Se quedó en silencio, su mandíbula apretada como si estuviera decidiendo qué decir, o quizás cómo ocultarlo. El aire en la habitación se volvió pesado, y el suave parpadeo de la lámpara entre nosotros hacía que todo se sintiera más irreal.
—Ya te lo dije, fui a correr —repitió, con más firmeza en su voz, pero su mirada evitaba la mía. Sabía que no me estaba diciendo todo.
—¿A esta hora? —insistí, sin poder ocultar la frustración que empezaba a asomarse en mi voz—. No es normal, Dareck. Algo está pasando, y tú no me lo estás contando.
Él suspiró, pasándose una mano por el cabello, como si estuviera agotado, pero no del tipo de cansancio físico. Era algo más profundo. Vi el temblor en sus dedos, una señal mínima que me hizo darme cuenta de que lo que fuera que estuviera ocultando lo estaba desgastando.
—No tiene sentido que hablemos de esto ahora, no quiero discutir —dijo, su tono evasivo, casi cortante, mientras caminaba hacia la cocina sin siquiera mirarme.
—¡No quiero discutir tampoco, Dareck! —respondí, poniéndome de pie y siguiéndolo—. Solo quiero saber la verdad. Has estado actuando raro desde hace días. ¿Qué está pasando? ¿Es por lo que está ocurriendo en la corte?
Mencionarlo fue suficiente para ver cómo su cuerpo se tensaba aún más. Sabía que había algo relacionado con la política del reino, con lo que estaba pasando en la corte de los ancianos, pero no sabía cuánto estaba involucrado.
Dareck se detuvo en seco, apoyándose contra el mesón de la cocina, con la cabeza gacha. El silencio se alargó, el único sonido era el leve zumbido de la lámpara en la sala. Sentí mi corazón acelerarse mientras lo observaba, esperando que por fin rompiera esa barrera entre nosotros.
Finalmente, habló, pero su voz era apenas un susurro.
—No es algo que quiera que te involucres, Adriá. No quiero ponerte en riesgo.
—¿Ponerme en riesgo? —Mi corazón dio un vuelco. ¿Qué riesgo? ¿De qué estaba hablando? —. Soy tu esposa, Dareck. Y la princesa de este reino. Ya estoy involucrada, lo quieras o no.
Él levantó la cabeza y me miró con una intensidad que casi me hizo retroceder.
—Precisamente por eso, Adriá. Por eso no puedo contártelo todo. Hay cosas que... que no entenderías. No ahora.
—¡Entonces hazme entender! —exclamé, frustrada. Mi voz se quebró un poco, y sentí el ardor en mis ojos. Esto no era solo por el reino. Había algo más, algo que nos estaba separando, y lo peor era que no sabía qué era—. No soporto esta distancia, Dareck. Lo que sea que esté pasando, tenemos que enfrentarlo juntos. No puedes dejarme fuera.
Dareck cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando internamente. Sabía que él me estaba protegiendo, pero no podía aceptar que me dejara en la oscuridad, sobre todo con todo lo que estaba ocurriendo alrededor de nosotros.
—Los ancianos... —comenzó a decir, su voz baja, casi quebrada—. Están jugando a algo mucho más grande de lo que todos creen. No es solo el asunto de la sucesión. Están moviendo piezas que podrían destruirnos a todos, y no puedo permitir que estés en el centro de eso. Don está detrás de todo esto, manipulando, y yo... —se interrumpió, mordiéndose el labio.
Sentí un nudo formarse en mi garganta al escuchar el nombre de Don, ese hombre que había sido la sombra detrás de tantos problemas en el reino y el horror en la vida de Dareck.
—¿Tú qué, Dareck? —pregunté, temblando—. ¿Qué tiene que ver contigo?
Él finalmente me miró a los ojos, y en ese momento supe que lo que iba a decir cambiaría todo.
—Estoy trabajando con tu padre... con Dillon y Brister, uno de los prototipos. Hemos estado anticipando los movimientos de Don en secreto. Todo este teatro en la corte... es una trampa. Pero para que funcione, necesitamos que piensen que estamos divididos, que el reino está al borde del colapso. Y yo... tengo que fingir que no sé nada. Que estoy en su red. Es la única manera de detenerlo.
Mi mundo se tambaleó. Todas las dudas, los miedos, las noches en las que lo sentí distante, todo cobraba sentido ahora. Dareck no estaba distanciándose de mí por elección, estaba protegiéndome de algo mucho más grande.
—¿Y por qué no me lo dijiste antes? —pregunté, con la voz apenas audible.
—Porque sabía que esto te destruiría, Adriá. No quería que llevaras esta carga. Pero las cosas se están poniendo más peligrosas, y ya no puedo mantenerte al margen.
Me acerqué a él, mis emociones en conflicto. Quería abrazarlo, pero también quería gritarle por haberme dejado en la oscuridad durante tanto tiempo. Finalmente, tomé su mano, notando el leve temblor que aún persistía.
—Estamos juntos en esto —dije, suavemente—. No me importa lo que esté en juego. Si esto se trata de la corte, de Don, o incluso de mi propia familia... no lo enfrentarás solo. No otra vez.
Dareck asintió, su mirada finalmente mostrando algo de alivio. Pero sabía que esta confesión era solo el principio. Lo que estaba por venir sería más grande, más peligroso. Y ahora, ambos estábamos en el centro del huracán.
—Solo te voy a pedir algo, mi princesa de fuego. —dijo, mientras me acercaba más a su cuerpo.
—¿Qué es eso?
—Que pase lo que pase, confíes en mí. Tenemos un plan, y si funciona solo espero que tu confianza este puesta en mí. —Sus palabras me tienen intrigada, pero veo el temor danzando en su ojos y por lo menos me esta preparando para el golpe.
—Te prometo que confiare en ti, mi vida. —Sello mi promesa con nuestros labios, los suyos son como bálsamo refrescante.
No se que nos depara, pero sé que no será nada fácil.
—Vamos a dormir, mañana tenemos que ir a la corte de los ancianos. —Me notifica a lo que asiento.
Si se nos estaba presentando esta gran prueba es porque somo capaces de poder enfrentar lo que se avecina.
NOTA: MI REGALO DE HOY.
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