7
Leah
—¿Quién es? —pregunta Kadal por el telefonillo.
No la he avisado de que veníamos porque quiero pillar a Seth desprevenido y también porque sé que ella trataría de disuadirme. Está atontada por esa cosa con aspecto de chico.
Quiero responder, pero Azel se me adelanta, acercando los labios al interfono.
—Su pedido ha llegado —dice, con tono de repartidor.
—¿Qué pedido? —inquiere Kadel confusa.
—Una aguafiestas tocapelotas y un pobre diablo con extra de mala suerte —le responde sin dudar.
—¿Qué? —Kadal parece empezar a pensar que se trata de algún niño gastándole una broma.
Le doy un empujón a Azel y él se toca el brazo con una expresión agraviada.
—Soy yo, Leah. Abre.
—¿Leah? ¿Qué haces aquí?
—Venimos a ver la película con vosotros —la informo.
Al otro lado de la línea se hace un silencio decepcionado.
Azel ríe y murmura "Aguafiestas tocapelotas" a mi espalda.
—Ah... bueno, vale. Sube —claudica mi amiga de mala gana, y se escucha el zumbido de la cerradura siendo liberada.
Como vive en el sexto, no nos queda otra que tomar el ascensor. Es extraño estar parada en un espacio tan reducido, junto a un ser maligno que me haría daño si no fuera porque alguna norma molesta se lo impide. Azel tiene la espalda apoyada contra el espejo y la nuca echada hacia atrás, pero sus ojos no se apartan de mí. Me observan con una curiosidad casi clínica.
—¿Tanto te duele? —pregunta cuando vamos por el cuatro piso y me masajeo el hombro.
—Más de lo que tú podrías soportar.
—¿Por eso tomas más narcóticos que toda la ciudad de Los Ángeles junta?
Suelto un bufido. ¿Qué sabrá él de vivir con dolor crónico? ¿De pesadillas recurrentes? ¿De culpa? ¿De la angustia que te carcome por dentro y no sana? ¿Siente dolor acaso? Me gustaría comprobarlo y me vienen ideas fantásticas de cómo provocárselo yo misma.
—Hum —se burla tras unos instantes de mirarnos en silencio—. ¿Estás fantaseando conmigo, Leah? ¿Es algo muy violento?
Me río sin querer porque ha acertado. Hay momentos cuando parece leerme los pensamiento y eso no es bueno. Me trago la risa y recuerdo que es un ser peligroso.
El ascensor se detiene y las puertas se abren, salvándome de tener que responder.
La sexta planta aún está iluminada, gracias a los ventanales que ofrecen unas bonitas vistas a la ciudad de Sacramento y nos permite divisar lo que queda del sol en el horizonte. Igual de impresionantes que las que se ven desde el salón de Kadal, lo que más me gusta de su casa. Es como vivir en las nubes.
Azel da un respingo al ver la luz, pero enseguida se recompone y sale del ascensor como si nada. Frunzo el ceño. ¿Y si son vampiros? No tiene sentido, porque hemos estado esa misma tarde bajo el abrasante sol de California en la cancha de baloncesto pero... ¿A qué ha venido esa reacción y lo de no querer salir a la calle antes?
Kadal ha debido escuchar el ascensor porque abre la puerta antes de que tenga ocasión de tocar el timbre. La penumbra que la rodea me toma por sorpresa. Su familia ama el ventanal que ocupa toda la pared del salón y las vistas que ofrece, tanto de día como de noche. Nunca antes había visto las cortinas echadas.
—Qué oscurito tenéis esto, ¿no? —Indago y echo un vistazo al salón.
Seth está sentado en el sofá, luciendo ridículamente guapo y con una postura tan formal que parece que ha venido a conocer a los padres de Kadal. Saluda con un movimiento de mano y vuelve a encogerse.
Azel se deja caer en el otro sofá en una pose mucho más desgarbada, la cabeza sobre el respaldo y un tobillo apoyado en la rodilla contraria. Aunque sean de la misma especie, sus personalidades no podrían ser más dispares.
—Bonitas vistas, eh —aprecia, mirando a Seth con un brillo significativo en los ojos. Después comprueba la hora en el reloj de su muñeca y sonríe divertido—. ¿Has tenido la suerte de ver el atardecer desde aquí?
—A Seth le dan miedo las alturas —interviene Kadal, colocando un bol de palomitas sobre la mesita central—. Por eso he cerrado las cortinas.
Azel le dedica una sonrisa misteriosa a las palomitas mientras coge un puñado.
—¿Ah, sí? —gruñe con la boca llena—. Pobre Seth. Debe gustarle estar abajo.
Empiezo a plantearme la teoría del vampirismo en serio.
—¿Qué estábais haciendo antes de que llegáramos? —Uso un tono casual mientras ojeo el cuello de mi amiga.
—Eh... preparando los snacks —responde Kadal, señalando la comida y la bebida que hay sobre la mesa.
Deduzco que finalmente no ha hecho sus "famosos" burritos, lo que me dice que en el fondo sabe que le salen fatal y no quiere espantar a Seth. En lugar de eso, hay una pizza industrial cortada en trozos, patatas fritas, gusanitos y refrescos, aparte de las palomitas. Me extraña que no haya alcohol. Kadal es bebedora ocasional, sé que no suele tomarlo en casa, pero de un chico de la edad de Seth esperaría que le hubiese pedido por lo menos una cerveza.
Me siento en el mismo sofá que Azel, aunque dejo toda la distancia que puedo entre nosotros, al contrario que Kadal, que se sitúa tan cerca de Seth que cualquiera diría que van a llegar más invitados.
El chico le echa una mirada sorprendida por la proximidad repentina y le devuelve una sonrisa tímida y algo incómoda. ¿De verdad es tan remilgado o es su estilo de seducción? Con un rostro como el de Seth, realmente no importa cómo se comporte ni qué método de seducción utilice. Tiene el trabajo hecho y eso puede ser otro punto a favor de la teoría de que son vampiros. Todas las historias coinciden en que son extremadamente atractivos para hipnotizar a sus víctimas.
Suspiro resignada al ver que mi amiga parece vibrar de emoción mal contenida. ¡Ni que estuviera sentada junto a su actor favorito!
Escucho a Azel masticar a mi izquierda. Está engullendo un trozo de pizza como si no acabara de meterse un bol de cereales entre pecho y espalda. ¿Los vampiros toman alimentos? ¿O es otra de sus ilusiones ópticas para engañar a los humanos?
Kadal enciende la televisión y activa la cartelera de películas.
—¿Qué queréis ver?
—Creo que a Leah le apetece algo sobre demonios —propone Azel, con una sonrisa maliciosa.
Seth se atraganta con su refresco y Kadal le da palmadas en la espalda, ajena a la tensión.
—Demonios es lo último que me apetece en el mundo —farfullo con convicción. Azel se carcajea.
—Yo tampoco quiero ver nada con demonios. Eso es muy creepy ¿no? —se queja Kadal y le da un escalofrío. Seth mantiene los ojos en la televisión con expresión de estatua, aunque me parece ver que sus ojos se han agrandado—. Mejor una comedia romántica.
Azel vuelve a reírse. Después se inclina un poco más hacia mí para susurrar:
—Una comedia romántica no te va a ayudar con tu investigación sobre nosotros.
Está leyendo mis pensamientos, lo tengo claro. ¡Dios mío, el alienígena está leyendo mis pensamientos!, chillo en mi mente, y me muerdo los labios para no hacerlo en voz alta. Lo que me faltaba.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunta mi amiga, con el ceño fruncido.
—Vosotras dos.
Kadal pone una mueca de aversión y le saca la lengua.
—A mi también me apetece una comedia romántica —dice Seth en tono suave.
De cómo mira a mi amiga, es para darle el gusto, y funciona. Kadal sonríe pletórica.
Azel suelta un bufido y se hunde más en el sofá como si se preparara para echarse una siesta. Si odia las comedias románticas, entonces yo voto por eso también.
—Pon la del Crepúsculo —sugiero.
Kadal me lanza una mirada desconcertada.
—Odias a Robert Parttinson.
—Hasta Robert Pattinson odia a Robert Pattinson —interviene Azel en tono aburrido, masajeando el puente de su nariz.
—¿Entrevista con el vampiro? —propongo entonces y Azel se gira para mirarme entre divertido y extrañado.
—¿Y qué hay de todas las hipótesis que probaban la teoría demoníaca? —me susurra, al entender que ahora estoy planteándome la opción de que son chupasangres.
—Los vampiros son demonios también y ahora cuento con nuevos datos.
—¿Qué nuevos datos? —pregunta curioso.
Señalo la cortina cerrada.
Él la contempla unos segundos antes de volverse hacia mí. Coloca su brazo a lo largo del respaldo y su pulgar roza mi espalda por un instante antes de que me aparte asqueada.
—No puedes haber olvidado tan pronto mi torso desnudo bajo el sol —susurra—. Ha sido hace solo unas horas y no parecías indiferente precisamente.
Me encojo de un hombro, sin mirarle.
—Los vampiros del Crepúsculo pueden tomar el sol.
—Olvida esa mierda de película, ¿quieres? No hay nada bueno ahí —sugiere él—. Si quieres mi opinión, en la vida real, se la hubiera zampado después de tirársela. O durante.
—¿Eso es lo que hacéis vosotros? —Lo miró directamente para ver su reacción. Sus ojos están iluminados por la luz de la pantalla y la mitad de su rostro está a oscuras. Es un efecto extraño que ahonda su mirada y creo que me pierdo en su abismo..
—Te gustaría saberlo ¿verdad? —me provoca. Me doy cuenta de que nuestros rostros están más cerca que al principio. Vuelvo a la posición inicial aunque mantengo un tono bajo para que solo me escuche él—. Me gustaría saber a qué habéis venido, sí.
Kadal sisea para que nos callemos porque, ignorando mis sugerencias, ha puesto una comedia romántica llamada "Love at first sight" y no quiere perderse el meet cute de los protagonistas.
Aguanto en silencio un par de minutos. Aunque la película es de las que disfrutaría en un día normal, no puedo relajarme al lado de dos seres que no estaban en nuestras vidas hace un par de días. Deben tener alguna debilidad, aunque no esté a la vista. Hasta Aquiles tenía el talón vulnerable, y eso que su madre era una diosa. Descarto la opción de que sean dioses porque no parecen tan poderosos.
Mientras me muerdo las uñas por los nervios, ellos disfrutan de la merienda y de la película. Kadal acaba tan pegada a Seth que me dan ganas de buscar un disolvente para despegarla. ¿Cómo puedo convencer a mi amiga que ese no es su novio? ¿Dónde podría encontrar ayuda?
Para cuando los créditos se deslizan por la oscurapantalla, sigo sin respuestas.
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