Treinta
Miércoles, 24 de febrero de 2021
Aún el lugar que crees conocer a la perfección esconde secretos.
Ethan sabía la ubicación de cada cosa en la mansión: el número de habitaciones, de puertas, de ventanas; sabía en qué lugar se encontraba cada librero y cada libro en ellos, su mente tenía un mapa de dónde iba cada decoración, cuadro o estatuilla.
Después de más de diez años viviendo en el mismo lugar, conocía todo, o eso creía. Sin embargo, nunca se había enterado de la existencia del sótano, al que se accedía por un pasadizo secreto detrás de una de las estanterías, que se abría desde fuera al introducir una contraseña en el teclado electrónico detrás de un retrato suyo, y desde dentro con una llave común. Cuando había llegado hasta ahí, estaba abierto, su hermana había entrado de forma descuidada, a toda prisa. Aún estaba ahí dentro, él solo tenía que bajar las escaleras y llegaría a la cárcel de sus peores enemigos. Selim estaba a pocos metros.
Como si estuviera en trance puso un pie en el primer escalón.
—¿Ethan? —Elisa subía y, detrás de ella, un alfa al que Ethan reconoció como uno de los guardias que, no mucho tiempo atrás, lo seguía a todas partes, el hombre llevaba una linterna para alumbrar el oscuro camino de salida ya que las luces del sótano se apagaron de pronto—. Ethan, no deberías estar aquí —señaló su hermana, tirando de su brazo para intentar sacarlo.
—¿Está ahí? —Ethan se soltó de ella y bajó dos escalones más, se topó de frente con Kenny.
—Joven Ethan, por favor vuelva con su hermana —pidió el guardia, pero Ethan lo ignoró y lo rodeó para pasar junto a él—. A su tío no le gustará que baje. —Con suavidad el escolta lo detuvo del brazo.
—No me toque —amenazó Ethan soltándose del agarre con brusquedad, casi tropezó con el escalón por la prisa de alejarse del alfa—. Nunca —recalcó. No pudo evitar ponerse a temblar y buscar refugio en su hermana.
—¿Estás bien? —preguntó Elisa al notar el estremecimiento del chico—. Volvamos a tu habitación. —Lo sacó de ese lugar dejando detrás a Kenny, asustado y desconcertado.
El guardia había visto la cara de su joven jefe, estaba aterrado, y lo peor de todo era que le temía a él. Kenny siempre había protegido a aquella familia y a Ethan más que a nadie, desde que era un bebé en brazos de su madre, siempre había estado cerca, como una sombra, para cuidarlo. Que ahora le tuviese miedo, le dolía, para él era como si su propio hijo le rechazara.
—Kenny —llamó Elisa, interrumpiéndolo mientras cerraba el acceso a las celdas.
—Señorita, a la orden. El joven Ethan...
—Ethan está bien, está en su habitación. Lo que pasó... No se lo tome personal —intentó tranquilizarlo.
—Lo sé, pero muchas gracias por decirlo —dijo Kenny con una sonrisa triste—. Sé muy bien quiénes son los culpables.
—¿Esas celdas son seguras? No quisiera que alguno escapara y entrara a la casa.
—Lo son, señorita, no debe preocuparse, es imposible que puedan salir.
—Bien, cuide que esos idiotas no se mueran —recomendó la joven por haber visto las pésimas condiciones en las que se encontraban los miserables prisioneros.
—Nunca se ha muerto un prisionero bajo mi vigilancia, no a menos que los jefes lo deseen.
—Me pregunto cuántas personas estuvieron encerradas en ese lugar. —Kenny parecía estar pensando en la respuesta, como si los contara—. No me responda, mejor que no lo sepa. —A Elisa no le resultaría agradable ni conveniente enterarse de esa información.
Se despidió del guardia y volvió para asegurarse de que Ethan se encontrara bien, lo vio acostado en su cama, no quiso molestarlo más y fue a la habitación que Elías le había cedido, justo al lado de la de su hermano.
Después de lo sucedido, Ethan no pudo volver a dormir, cada vez que lo intentaba, la imagen del sótano, que apenas había podido divisar unos segundos, llegaba a su cabeza; imaginaba a Selim dentro, tan cerca, solo a metros de distancia. Se culpaba porque había querido, había deseado, verlo en ese momento, pero quién podía culpar al instinto, Selim era el alfa que tenía un lazo con él, un lazo resiente que tiraba uno del otro.
A la mañana siguiente, a penas el sol salió, Ethan se levantó de la cama, fue a darse una ducha. En el cuarto de baño, un elegante espejo de cuerpo entero con marco dorado adornaba la pared. Ese espejo se hizo pedazos cuando, después de quitarse la ropa, miró su reflejo. Las cicatrices que casi eran imperceptibles en la piel, pero en el alma aún eran heridas abiertas, todo su cuerpo se había convertido en un recordatorio permanente de su violación. Tiró contra el espejo lo que tenía a la mano, que resultó ser un florero de vidrio que también se quebró.
Entró a la ducha y lavó su cuerpo, lo talló hasta que la piel le ardía y el dolor no lo dejó continuar, pero ni así logró dejar de sentirse sucio, usado, como si no valiera nada.
Se vistió con ropa cómoda y salió de su habitación, en ella se sentía ahogado por momentos, cuando las imágenes del pasado volvían como fantasmas. Se encontró con Mariana, el ama de llaves estaba justo fuera de la puerta, para Ethan fue claro que lo estaba espiando, esa era su costumbre, o su mandato, quizás. Mas, esta vez le molestó mucho más que nunca. Sin saludarla siquiera, le ordenó recoger el desastre provocado en el baño.
—Ethan —lo llamó Elías, que estaba sentado en el sofá de la sala—. Buenos días, ahora que tu hermana está en la universidad o quién sabe dónde, hablemos un poco.
—Buenos días, madrugaste —puntualizó Ethan, sentándose a su lado.
—Tú también, más bien parece que no has dormido nada, ¿estás bien? —Cansado de la misma pregunta de todos los días respondió encogiéndose de hombros.
—¿De qué querías hablar?
—De dos temas que se derivan de lo que pasó ayer en la noche. —Ethan temía que tocase ese asunto en específico.
—Está claro que en esta casa nada se te oculta —dijo a modo de un reproche imperceptible.
—Kenny me dijo —confesó Elías en medio de un suspiro—, está preocupado, diría que tiene miedo.
—¿Miedo?
—Miedo de que tú le tengas miedo a él. Me dijo que no soportaste ni tenerlo cerca ¿Eso es así? ¿Le temes a él o en general a todos los alfas?
—¡No les tengo miedo! —exclamó Ethan molesto por la acusación—. ¡Solo que no soporto que otro de ellos vuelva a tocarme! —Solo con pensarlo un escalofrío recorría su espalda y sentía ganas de vomitar.
—Está bien. —Elías intentó tranquilizarlo—. Si no quieres que te toquen, yo te juro que nadie lo hará. Pero hay algo que debes entender: Kenny es el hombre en el que más confío, incluso más que en varios integrantes de nuestra familia —contó para defender a su empleado—. Te ha protegido desde que tu madre te eligió como su sucesor, como mi heredero; ha sido tu sombra y aún más cuando viniste a vivir conmigo. Es el más leal.
—No me importa, no quiero tener alfas cerca —pidió Ethan casi en súplica—. Por el momento su olor no me molesta tanto, lo único favorable de estar marcado: no percibo las feromonas de otros alfas tan fuerte como antes, por ahora. Pero solo su presencia es una molestia para mí.
—Pero todos tus guardias son alfas y no admito por ningún motivo que andes por la vida sin escoltas. Menos ahora que, tal vez, hayamos revelado nuestra ubicación —alegó Elías ya que creía que habían traído a los prisioneros sin el cuidado necesario para que fuera un secreto, en especial a Selim. Un error que podía resultar muy caro.
—Entonces dame una escolta solo de betas, no te resultaría difícil.
—No me gusta la idea, pero lo haré solo para que te sientas cómodo —aceptó inseguro porque, fuera de prejuicios, a un beta le costaba mucho más alcanzar la fuerza de un alfa para ser un buen guardaespaldas.
—¿Y qué más? —preguntó Ethan—. Dijiste que hablaríamos de dos temas.
—Sí... es un tema más delicado. —Elías suspiró para darse aliento—. Debes encargarte de los prisioneros lo antes posible —soltó sin amortiguar las palabras—. Ninguno de los dos los quiere viviendo en esta casa, debes...
—Lo sé —interrumpió Ethan—. Lo haré, pero no ahora —aseguró poniéndose en pie.
—¿Cuándo? —insistió su tío.
—Cuando pueda hacerlo —respondió Ethan como única respuesta, antes de intentar irse.
—No hemos terminado, siéntate —ordenó Elías con autoridad, Ethan obedeció sin más remedio—. Hay muchas cosas que debes saber e imagino que tienes varias preguntas.
—Muchas, a decir verdad. ¿Las responderás o me seguirás ocultando información? —hablaba con un tono expresaba claro resentimiento.
—Poco a poco sabrás todo lo necesario para asumir tus responsabilidades. Me encantaría ser yo quien responda todas tus dudas, por desgracia tengo que ocuparme de muchas cosas. Saldré a un pequeño viaje hoy mismo por la tarde, vuelvo mañana de noche.
—Hablaremos cuando vuelvas entonces.
—Por supuesto, mientras tanto quisiera que confiaras en Mariana para todo lo que necesites. Y no solo ahora. Quiero que ella se encargue de apoyarte, que ejecute tus órdenes, resuelva algunas de tus dudas, te aconseje, básicamente que sea tu mano derecha.
—¿Mariana? ¿Quieres que sea mi asistente?
—No usaría esa palabra, pero sí, en esencia eso es lo que quiero. Ahora que sabes quién eres debes empezar a acostumbrarte a esta vida, y es más llevadera cuando te rodeas de personas de confianza. Mariana es la más indicada para este papel, conoce de la organización mejor que cualquier otro.
—Me niego. —Ethan no veía en Mariana a alguien de confianza, todo lo contrario, no la bajaba del estatus de espía. Si ella se estuviera a su lado, Elías lo controlaría aún más—. No quiero a Mariana para eso. No me malinterpretes, yo la aprecio mucho por haber cuidado de mí desde que llegué a vivir aquí, pero me parece algo mayor para eso, quiero a alguien joven.
—Me gusta que empieces a imponer tu voluntad; es tu derecho elegir a las personas que te rodean, solo espero que elijas bien. Y no olvides una cosa: yo soy el Jefe de los Orlov, por lo tanto soy tu superior —dijo Elías con altivez—. No siempre podrás hacer lo que quieras, debes acatar mis órdenes —advirtió, marcando el límite que Ethan no podría cruzar.
Dos horas después, Elías se presentó con un grupo de jóvenes ante Ethan. Sus nuevos guardaespaldas: cinco betas de no más de 25 años.
—Kenny dijo que ellos son los mejores betas de su grupo, ya veremos —comentó como retando a los guardias—. También mandó a su hijo. —Señaló a un chico que estaba un poco apartado del resto—. Él reemplazará a su padre como el jefe de tu escolta.
—Daré mi vida por usted, joven señor —aseveró el recién presentado con solemnidad, haciendo una reverencia ante Ethan.
Este chico, como los demás, era beta, fuera de eso: tenía el cabello castaño oscuro y ojos color miel, era más alto que Ethan y bastante acuerpado; en lo que más se fijó Ethan fue que iba muy bien armado.
—Y ella es tu asistente, persona de confianza, o como quieras llamarla —presentó Elías a una joven beta, de cabello negro recogido en una cola de caballo, de piel blanca y ojos verdes; parecía delicada aunque también iba armada hasta los dientes.
—Estoy a su servicio. —También reverenció a Ethan.
—Bien, te dejaré con ellos para que los conozcas, si no te gustan, los podemos cambiar. Tengo que irme, tu hermana debe estar por llegar, ¿estarás bien solo? —Ethan asintió y recibió un abrazo de su tío como despedida—. Vuelvo pronto. —Elías se marchó siendo escoltado por Kenny, quien de ahora en adelante volvería a cuidar del jefe mayor.
—Supongo que todos conocen sus funciones —habló Ethan cuando se quedó a solas con sus escoltas—. Así que pueden retirarse, excepto ustedes dos. —Señaló a la chica asistente y al hijo de Kenny. Los otros cinco guardias se marcharon a hacer rondas alrededor de la casa—. ¿Cuál es su nombre?
—Yarine Ivanova —respondió la chica con un marcado acento ruso.
—Sergei Petrov —contestó el joven con más nerviosismo que seguridad.
—Yarine y Sergei, ustedes... ¿están enterados de lo que me pasó? —Ellos se miraron el uno a otro con incomodidad—. Quiero la verdad a detalle —exigió Ethan, tomando asiento en la silla de su tío en el despacho e invitándolos a sentarse frente al escritorio.
Apenados, admitieron que la información era conocida entre las personas que trabajaban para el Jefe, debido a la gran búsqueda que Elías había ordenado cuando Ethan había desaparecido.
—Yo fui uno de los dos guardias que seguían a Selim Aslan ese día —confesó Sergei—. Pero, y lo voy a lamentar el resto de mi vida, lo perdimos en la carretera.
—Y yo rastreé su celular, también traté de rastrear a esos malditos, pero no tuve suerte —añadió Yarine igual de apenada que su compañero.
—Ambos estamos muy apenados por no poder haber hecho algo y evitarle un evento tan terrible. La culpa me está matando, señor —admitió el chico—. Si yo no hubiera perdido a Selim Aslan... —Ethan lo detuvo con un gesto de su mano, no era algo que quisiera escuchar.
—Pedimos que nos perdone —dijo la chica beta. Ambos se pusieron de pie y se inclinaron todo lo que pudieron para mostrar su lamento.
—No son culpables de nada —los indultó Ethan, indicando que se sentaran otra vez—. ¿Quién más sabe de eso?
—El Jefe ordenó que se mantuviera en secreto, en especial ante el resto de su respetable familia. Nadie hablará de más —aseguró Yarine—. Se nos ha amenazado de muerte.
—Bien. Es conveniente que ustedes lo sepan, así me pueden ayudar. Este asunto no ha terminado —declaró Ethan con determinación en sus ojos y en su voz.
—Lo sabemos, señor, estamos para cumplir cualquier orden que nos dé —aseveró ella como si hubiera ensayado ese diálogo miles de veces.
—Antes de eso, quiero asegurarme de que su lealtad es conmigo. —Ante esa duda a su integridad, los dos jóvenes iban a replicar, pero Ethan los detuvo contando—: Yarine, tú estás aquí porque yo rechacé a Mariana como mi consejera.
—La conozco, es una señora muy inteligente y leal al Jefe —abogó la chica por el ama de llaves, desconcertada de que la hayan elegido a ella antes que a una señora respetable y con experiencia en la organización.
—Exacto, leal a mi tío —recalcó Ethan—. Pero para mí siempre ha sido una espía, la informante de Elías. Y ya me cansé de todo eso. Quiero a personas que no solo sean mis cuidadores, quiero poder confiar en ellas, en ustedes, que su lealtad sea conmigo antes que con mi tío.
—Pero, señor... —objetó Sergei.
—Tranquilos, no les estoy diciendo que lo traicionen —aclaró Ethan para que sus nuevos compañeros no lo malinterpretaran—, yo jamás me revelaría contra mi tío. Solo quiero un poco de vida propia. Y quiero recordarles algo: Elías Orlov es el jefe actual, pero muy pronto, por lo que entendí, el jefe seré yo. Si ustedes están de mi parte ahora, será así siempre —prometió con la solemnidad que caracterizaba a un gran líder—. ¿Estarán de mi lado?
—Por supuesto —afirmó Yarine enseguida, sin meditarlo siquiera, jugándose todo por un joven omega que algún día sería el hombre más importante del mundo. Ni ella misma supo qué la llevó a tomar tal decisión, si fue por la culpa o si de verdad creía en Ethan, si enserio lo vía como un futuro jefe. Lo que sí sabía era que estaba dispuesta a dar la vida por él, desde ahora en adelante—. Le juro lealtad a usted, sobre todas las personas, incluido por sobre el jefe Elías.
—Muchas gracias —dijo Ethan y puso su mano en el hombro de ella regalándole una sonrisa de gratitud, sincera, pero triste—. ¿Y tú, Sergei? —instó al hijo de Kenny, el chico parecía estar dudando—. Comprendo que no me puedas prometer algo así, al ser hijo del hombre de confianza de mi tío, deben estarte presionando para que, más que mi guardia, seas mi nuevo espía. ¿Me equivoco?
—No, señor, no se equivoca, está en lo cierto al decir que se me encargó vigilarlo. Tanto el Jefe Elías como mi padre me lo ordenaron.
—Comprendo, tendrías problemas y yo no puedo exigirte que desobedezcas ni a mi tío, mucho menos a tu padre, así que lo dejo a tu elección.
—Prefiero estar de su lado, señor Ethan. Mi padre me enseñó lo que es la lealtad a esta familia y usted es el verdadero futuro de la organización Orlov. Confío en que será más importante que nadie y aún mejor Jefe que su madre.
—Te agradezco —dijo Ethan cautivado por la gran confianza que sus nuevos compañeros y, en general, todas las personas al servicio de Elías ponían sobre él. Nunca había imaginado que alguien esperara tanto de él, pero más que sentirse alagado resentía una gran carga para la que no estaba listo—. Espero poder cumplir con sus expectativas. Ahora, hay una cosa que necesito que ustedes hagan.
Las órdenes que su nuevo jefe encargó cumplir a Yarine y a Sergei fueron muy claras y demasiado inquietantes. La primera fase de esta serie de instrucciones era fácil, pero muy desagradable.
La tortura venía siendo aplicada desde antaño como castigo, diversión, o para interrogar; aceleraba mucho el proceso de obtención de información. A Luck Werner solo le bastó un par de golpes de Sergei y la amenaza de arrancarle una uña, para que respondiera con sinceridad las preguntas de Yarine:
—¿Cuántas violaciones has cometido? —La joven estaba sentada frente a Luck, con una libreta y un bolígrafo para anotar todas las atrocidades que estaba por escuchar.
—No recuerdo... —respondió el alfa con la voz entrecortada, le faltaba el aire por el último golpe en el estómago. Estaba amarrado a la silla, de pies y manos, con correas de cuero, en un cuarto oscuro, dentro del mismo sótano, pero con una potente lámpara deslumbrándolo.
—Sí lo recuerdas, dímelo —insistió Yarine con voz calmada.
—Treinta —admitió el prisionero por fin debido al miedo de recibir más golpes o cosas peores de parte del escolta—. Incluido el niño al que llaman jefe. —Por esas palabras se ganó otro golpe en la cara que le sacó un diente.
—Quiero sus nombres, dime a quiénes les arruinaron la vida —continuó Yarine con el espantoso interrogatorio.
La lista fue larga, de muchas víctimas Luck ni siquiera recordaba el nombre. Sin contar a Ethan, todas fueron omegas femeninas, la mayoría jóvenes de bajos recursos: empleadas de sus casas o hijas de empleados.
—¿A cuántas marcaron?
—A las más bonitas, yo marqué a tres. No sé cuántas fueron marcadas por los demás.
—¿Todos están unidos a alguna de sus víctimas?
—No, solo yo, Selim y dos de mis amigos. Los otros no tienen ningún lazo con nadie.
—Eligieron a sus víctimas porque sabían que eran vulnerables, que no podían hacer nada en su contra. —Luck asintió, aceptando la conjetura de la intimidante joven escolta—. Entonces, ¿por qué eligieron a Ethan Himura? Si conocían que provenía de una familia importante.
—Pensé que solo era un bastardo, un hijo no deseado de los Himura, ¡¿cómo íbamos a saber que era un Orlov?! Cuando supe que ese idiota tan bonito no era un beta sino un omega, no lo pensé, solo lo hice.
—¿Cómo supiste que era un omega?
—Lo sospechaba por la relación que tenía con Selim, a mi amigo nunca le gustaron los betas y menos hombres. Además, nunca lo había visto tan obsesionado con alguien —hablaba con frialdad, como si contar sus sucios actos no le importara para nada; estaba claro que no sentía remordimiento y, menos aún, arrepentimiento—. Lo confirmé ese día por su olor; no comprendo por qué Selim no se dio cuenta si estaba sentado a su lado...
—No mereces seguir con vida. —Yarine se puso pálida por todo lo que había escuchado, pero no perdió la compostura ni la fuerza—. Disfrutaré mucho cuando me deshaga de tu cadáver.
—Te cortaremos en pedazos y se los daremos de comer a los peces del mar —intervino Sergei tirando del cabello de Luck hacia atrás—. Yarine, termina con esto que ya no soporto ver su asquerosa cara.
—Solo quedan un par de preguntas. ¿En cuántas violaciones participó Selim Aslan?
—Pregúntenle a él. —Sergei puso un cuchillo en su frente con la amenaza de cortarlo—. Bien, les diré. Selim solo participó una vez, cuando, gracias a mí, pudo reclamar lo que le pertenece: su omega.
—¿Él sabía lo que ustedes venían haciendo?, ¿sabía sobre el plan de secuestrar a Ethan Himura?, ¿estuvo de acuerdo?
—Por supuesto que no. —Luck Werner, aunque era un desgraciado, no tenía la intención de hundir más a Selim, quien fue su mejor amigo desde niños—. En primer lugar, ya les dije que no hubo ningún plan, y si lo hubiera habido, Selim nos mataba antes de permitir que alguien más tocara a su adorado omega. Se enteró de que el niño es omega cuando hice que fuera a esa casa. Él no sabía lo que nosotros hacíamos, nunca le dije nada de eso. —Después de esto, contó todo sobre el plan que había urdido para engañar e involucrar a Selim en la violación de Ethan.
Luego de él, interrogaron a todos los demás, obteniendo la misma información, más o menos precisa. El último fue Selim, quien se negó a decir una palabra, argumentando que solo le debía explicaciones a Ethan y a la policía. Solo aceptó que era culpable, pero no contó nada, ni siquiera para defenderse.
—¿Qué hacemos? —preguntó Yarine a Sergei en voz baja para que Selim no escuchara—. Debemos hacer que hable, lo que más le interesa al jefe es lo que este idiota tenga que decir.
—No podemos hacer nada, torturarlo es imposible, podría afectar al joven Ethan —argumentó Sergei encogiéndose de hombros. —Lo devolveré a su celda y veremos qué decide hacer el jefe—. Llevó a Selim de vuelta al encierro junto con Luck que estaba tirado casi inconsciente.
—Sergei —murmuró Yarine saliendo del sótano—, ¿crees que sea conveniente contarle al joven jefe lo que esos malditos dijeron sobre la participación de Selim Aslan?
—¿Que fue drogado? —preguntó él y ella asintió—. ¿Crees que lo perdone por eso?
—No lo sé, espero que no porque, drogado o no, Aslan es un infeliz que merece morir.
—Espero lo mismo, debe matarlo para liberarse de ese lazo. Selim Aslan no es digno de estar unido a un Orlov. Sin embargo, no podemos ocultar información.
—Que sea lo que la Luna quiera —concedió Yarine, encomendando al destino lo que pasaría en poco tiempo.
Ambos volvieron a cerrar la entrada al sótano y dejaron a un guardia vigilando, para ir a entregar el informe del interrogatorio a Ethan. Mientras, en las celdas, Selim ayudaba a Luck a despertar.
—Les dije que eras inocente, amigo —confesó Luck entre balbuceos.
—No te lo pedí, no soy tu amigo y no soy inocente. —Selim lo dejó sentado apoyado a la pared.
—Mal agradecido. Intento ayudarte... Al menos tú podrías salir vivo de esto.
—No me salvará nadie de la muerte. Pero, está bien, acepto tu ayuda. —Luck lo miró sin comprenderlo—. Escaparemos.
Información: un omega que fue marcado por un alfa no percibe las feromonas de otros, en ocasiones solo percibe un tenue olor, pero no le afectarán como a un omega no marcado, a menos que sea en cantidades muy grandes.
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