Sobreprotección
Miércoles, 16 de septiembre de 2020
El frío viento de la tarde soplaba haciendo sonar las hojas de los grandes árboles del patio de la lujosa casa, casi como si cantaran una canción. Aquel ruido tan pacífico hacía que el hombre beta sentado frente al escritorio de roble se concentrase mejor en los papeles que se veía obligado a leer y firmar.
«Pura burocracia inútil», pensaba anhelando estar en una hermosa playa de arena blanca, frente al inmenso mar, relajándose y disfrutando de la compañía de alguna bella mujer beta. No en una oficina, malgastando sus mejores años de vida; no lidiando con estúpidos asuntos diplomáticos.
Los negocios nunca habían sido algo que aquel hombre disfrutara, a pesar de que era excelente para ellos, al menos eso siempre le decían. Sin embargo, escapar del tedioso trabajo le era imposible, toda la responsabilidad recaía en sus hombros. A momentos maldecía a la persona que había puesto aquella carga tan pesada sobre él. Carga que no le había correspondido nunca.
«Preferiría estar matando a unos cuantos traidores, que haciendo esto», reclamaba mientras intentaba plasmar por escrito las órdenes que debían seguir sus subordinados y los acuerdos que deseaba hacer con sus socios.
—Jefe —se anunció un joven beta que entró al despacho del hombre sin tocar la puerta—. Iván, el chofer, desea verlo, dice que tiene algo qué decir que tal vez le interese. —El jefe hizo una señal para que el joven beta, su asistente, dejase ingresar al chofer.
—Buenos días, mi señor. Es un gusto verlo está tarde —saludó el chofer Iván, con una reverencia. El jefe le indicó que acabara de ingresar y cerrara la puerta.
—Iván, como comprenderá... estoy muy ocupado, así que espero que lo que tenga que decirme sea importante y por favor vaya directo al punto —ordenó el jefe, apoyando por completo la espalda en la gran silla de escritorio negra, dándole un descanso a su tenso cuerpo.
—Sí, señor —exclamó el chofer, nervioso—, se trata del joven Ethan.
—¡Claro que se trata de él!, usted es su chofer, ¿de qué más me hablaría si no fuera del joven Ethan? —lo interrumpió Elías, con exasperación por la pasividad de su empleado.
—Tiene razón, señor... Debo informar que hoy, cuando lo dejé en la universidad, tuvo un percance con un alfa. —Al escuchar aquello, el jefe se enderezó y golpeó fuertemente el escritorio, haciendo que el chofer diera un salto por el susto.
—¡Hable de una vez, hombre! ¿Cómo que tuvo un problema con un alfa? ¡¿Y los guardaespaldas?!
El chofer, muy nervioso y casi tartamudeando por el miedo, contó lo sucedido: al dejar a Ethan en la puerta de la facultad, casi de inmediato recibió la alerta de uno de los guardias del joven, habían advertido que un alfa desconocido se le acercaba por detrás. Para evitar intervenir directamente, los guardias le ordenaron al chofer acercarse y asegurarse de que todo estuviera bien. El chofer percibió que el alfa tenía una extraña cercanía con el joven a quien servía, por lo que decidió notificarlo al jefe.
—¿Ethan dejando que un alfa se le acerque? —dijo Elías, sorprendido por el relato del chofer.
—Sí, señor —respondió el hombre, frustrando a su jefe, quien pensaba: «¿Este hombre no sabe más que decir: sí señor y no señor?».
—¿Estás seguro de que no lo atacaba?
—Seguro, señor. El joven actuó de forma amistosa con aquel chico alfa. Aunque, por lo que me dijeron los guardias después, lo trata con cautela y pone distancia. No trata al alfa como su amigo.
«Sería increíble si fuera diferente», pensó el jefe, «de por sí, ya es muy extraño que no lo trate como enemigo»
—¿Sabes quién es este chico?
—No, nunca lo había visto, señor. Yo solo soy el chofer del joven. Seguro sus guardias personales le pueden dar más detalles de él.
—Hablaré con ellos entonces. Ahora vete. Ethan no debe tardar en terminar sus clases, no llegues tarde a recogerlo.
—A sus órdenes, mi señor. —El chofer se retiró de la oficina de su jefe, tal como había entrado, con una reverencia.
En ese mismo momento el hombre llamó al guardia de seguridad en jefe, para hacerlo venir a su despacho lo antes posible. Al cabo de poco más de media hora, el guardia estuvo frente a él en la moderna oficina.
—Eres el guardia de Ethan desde que tuvo edad para salir "solo" de casa —comenzó el jefe, mirando al hombre alto y fuerte frente a él, un alfa de mediana edad.
—Así es, señor, ni un solo día he faltado a mi deber —declaró el guardia con vehemencia.
—Entonces puedes decir que conoces bien al joven, ¿no es cierto?
—Lo conozco, sí, aunque no podría decir que sé todo de él.
—Sabes más que muchas personas, eres de los pocos empleados de la casa que saben que él, en realidad es un omega.
—Sí, pero uno no puede conocer bien a alguien, menos si esa persona no lo conoce a uno —aseguró—. No es que me queje, pero ¿no sería mejor que el joven supiera que cinco alfas siempre cuidan su espalda?
—También lo he pensado... pero por el momento es mejor así —afirmó el jefe y el guardia asintió resignándose a no saber la razón de aquella decisión—. Te he llamado para que me cuentes más sobre aquel alfa con el que Ethan ha tenido un acercamiento. Tú conoces al joven, confío en ti, en tu punto de vista; si tú notaste algo extraño en esta cercanía, debe ser por algo. Pero... —Hizo una pausa poniéndose de pie para mirar a los ojos al guardia alfa—. ¿Por qué me tuve que enterar de esto por el chofer y no por ti? —reprochó en tono calmado, pero amenazante.
—Esta situación es muy reciente, jefe. Estaba esperando tener más información y estar seguro de lo que debería informarle —explicó el guardia, maldiciendo internamente al chofer por hablar de más sobre algo que no le correspondía—. Créame, mi señor, yo nunca lo pondría en peligro.
—Claro que no... pues te costaría la vida hacer tal cosa —amenazó el jefe, con una sonrisa de suficiencia mientras jugaba con una daga de doble filo y mango de plata, caminando alrededor del guardia—. Supongo que ya tienes la información necesaria. —El guardia asintió con temor—. ¿Quién es este misterioso chico alfa?
—Su nombre es Selim, heredero de la familia Aslan. —El jefe tomó asiento de nuevo frente a su escritorio e indicó al guardia que hiciera lo mismo.
—Los Aslan... ¿qué tienen que ver ellos con Ethan?
—Selim Aslan estudia junto al joven, en otra clase, pero en el mismo año y carrera.
—¿Qué clase de relación tiene o intenta tener con él? —interrogaba con un ápice de preocupación, pues estaba consciente del poder que poseían los Aslan en el país.
—No estoy seguro... —confesó el alfa guardia ganándose un susto, pues el jefe había clavado la daga en el escritorio.
—¡¿Qué clase de guardia eres?! ¿Crees que esa es una buena respuesta para tu jefe? —reclamó tan airado que sujetaba el mango de la daga con tal fuerza que sus nudillos se volvían blancos.
—No, señor... —respondió el subordinado, temblando, muerto de miedo, pues muchas veces había sido testigo de las consecuencias que podrían traer el mal carácter y poca paciencia que tenía el jefe cuando se enojaba, muchos no habían salido bien librados de su ira—, pero aún nos falta información.
—¿Hace cuánto se conocen?
—Diría que se conocieron en la fiesta de Bilmek, fue la primera vez que hablaron. Pero ya se habían visto antes, en la fiesta a la que asistió el joven en casa de Luck Werner, fue a la última persona que vio antes de salir corriendo esa noche. No creí que el alfa tuviera relación con aquel incidente —dijo refiriéndose al repentino celo de Ethan—, pero... ya no estoy tan seguro, jefe.
—¿Crees que el heredero de los Aslan sepa sobre su verdadera casta?
—No lo creo, señor. Si fuera así, el secreto dejaría de serlo, pues Selim Aslan es muy amigo de Luck Werner.
—Me complace que hayan investigado bien. Dime, ¿por qué crees que este alfa es diferente a los otros que se le han acercado?
—Porque, desde que está en la universidad, con el único alfa que ha tenido un contacto más frecuente es con Luck Werner y no han tenido un trato muy amable que digamos. Ya se lo he informado, señor. —El jefe dejó escapar una ligera risa al recordar que Ethan había lanzado al suelo a un alfa sin esfuerzo alguno.
—Crie bien a mi sobrino, ¿no te parece? —afirmó con una sonrisa de suficiencia y orgullo.
—Sí, señor Elías, lo hizo excelentemente bien.
—Mi hermana pidió que me asegurara de que mis dos sobrinos fueran criados de forma normal y feliz, como cualquier joven de la ciudad —contó desviándose del tema inicial—. Elisa se crio con su padre, pero tuve la oportunidad de ocuparme personalmente de la educación de Ethan.
—El joven vive una vida normal, cumplió su promesa, jefe. Pero también lo preparó para lo que será su verdadera vida.
—Solo si él acepta. Recuerda, mi amigo Kenny, mi sobrino tiene opción a rechazarlo y declinar.
—Si no lo acepta, todo se volverá un completo desastre. Al menos que usted...
—No, ya crie a un niño, no pienso hacerlo de nuevo. —Elías se estremeció al pensar en la idea de tener un hijo, un bebé que no dejara de llorar por las noches; ya existían bastantes motivos que le quitaban el sueño.
Elías y el guardia conversaron un poco más sobre negocios y las consecuencias que deberían afrontar si Ethan rechazara lo que sería su "verdadera vida".
Pocas veces Elías hablaba con alguien, porque para él existían pocas personas en las que podía confiar. Pero, sin duda alguna, el guardia Kenny era uno de ellos, ya que le había servido durante años. Kenny había trabajado para aquella familia desde muy joven, prácticamente desde niño; y hasta ahora, a sus cincuenta años, nunca había fallado a sus jefes, mostrando su eterna fidelidad a la familia que le había dado de comer cuando había perdido a sus padres. Interrumpiendo su plática, ingresó Mariana a la oficina, el ama de llaves traía una bandeja con dos tazas de té verde.
—Señor —saludó inclinando ligeramente la cabeza—, traigo su té de la tarde, traje para su invitado también.
—Es muy amable, Mariana, gracias. —Con un gesto de su mano, el jefe ordenó a Kenny que ayudase a la dama con la bandeja. Sirvieron el té caliente, pero ninguno lo bebió.
—Señor Elías, no pude evitar escuchar que hablaban de mi querido joven.
—Así es, ¿tiene algo que aportar madame? —preguntó Elías, indicándole que se sentara al lado del guardia.
—Exactamente. Primero debo disculparme, lo que diré debí habérselo comunicado en el acto, pero ya me conoce, señor, estoy vieja y me falla la memoria. Sepa usted disculparme —pidió la señora y Elías le quitó importancia con un ademán de su mano, invitándola a continuar hablando—. Ayer, cuando aquellos chicos, amigos de nuestro joven Ethan, estuvieron de invitados en esta casa, se encerraron a hablar en la habitación.
» Como usted ordenó, estuve escuchando la conversación, fue difícil ya que susurraban, al principio. Pero después, uno de ellos le levantó la voz a nuestro joven, intervine de inmediato. Entré y, de forma sutil, les hice saber que su acción no había sido correcta.
—Hizo muy bien, mi estimada señora —felicitó el jefe—, nadie tiene derecho de gritarle a mi sobrino, ni siquiera sus amigos, y menos en su propia casa.
—Estoy de acuerdo —declaró la señora y Kenny pensaba: «Si yo impidiera que cualquiera le gritara, el chico no hablaría con nadie». El guardia no estaba de acuerdo con la excesiva sobreprotección hacia Ethan—. Como decía... —Mariana prosiguió su relato—: Lo que pude escuchar detrás de la puerta, es algo importante.
» No pude escuchar todo, pero tenían una conversación seria, por lo que entendí todos los amigos del joven ya saben sobre su casta verdadera. Escuché a la joven Isabela, disculparse por haber revelado ese hecho. Creo que algo pasó ayer, en la universidad, algo importante, que forzó a la chica a revelar el secreto que había prometido guardar.
—¿Estás segura? —preguntó el guardia, que no había notado nada fuera de lo común el día anterior. Empezaba a ponerse nervioso, no quería que su jefe lo juzgara como ineficiente por no saber sobre lo sucedido.
—Segura. Al joven Ethan le pasó algo, no sé qué, pero creo que no asistió a sus clases y que Luck Werner tuvo algo que ver.
—¿Qué dijo con exactitud? —inquirió Elías.
—Que había estado encerrado dos horas con un alfa. —Las palabras de la mujer hicieron que ambos hombres abrieran los ojos como platos—. No sé con quién, tal vez con Luck Werner, aunque... también hablaban de alguien más, otro alfa... no recuerdo su nombre. —La señora intentó hacer que el nombre le volviera a la memoria, sin mucho éxito—. Era un nombre turco, creo...
—¿Selim? —intervino el guardia.
—¡Sí!, Selim. Uno de sus amigos le insistía en que nunca se acercara a Selim, se lo prohibió.
—¿Quién? —El jefe pidió saber quién había osado prohibirle algo a su querido sobrino.
—Mario Werner —reveló la beta—, ese muchacho no me agrada mucho, aunque pueda que sea solo por su apellido.
—Un Werner no es digno de confianza —aseguró Kenny.
—Llevas razón, mi amigo. Los Werner son nuestros enemigos, enemigos de nuestra organización y de mi familia. Pero no olviden que ninguno de ellos sabe que Ethan es de esta familia, para todos él es un Himura, así que un Werner no es una amenaza directa, no para Ethan. Aunque siempre debemos tener cuidado —aconsejó Elías a Kenny, quien asintió en signo de acatar la orden—. Madame, ¿escuchó algo más?
—No, señor, es todo lo que pude escuchar. Ya estoy vieja y mis oídos no son los de antes. Disculpe no poder darle más información.
—Por tu cara deduzco que tú tampoco sabes nada al respecto —acusó a Kenny.
—No estaba enterado de nada de eso. Lo siento, mi señor —se disculpó Kenny con voz dubitativa, tentado a defenderse con imprudencia y reclamos—. No tengo excusa, pero, de favor le pido que considere que mi guardia no es completa. No tengo los ojos en el joven las veinticuatro horas. No tenemos acceso al edificio donde estudia, no sé lo que pasa ahí dentro.
—Comprendo. Desde mañana, lo tendrán —decretó Elías y Kenny lo observó sin entender del todo—. Tendrán libre acceso al edificio, pero solo uno de ustedes lo hará, para no llamar la atención, el más joven, ¿quién es el menor de la guardia?
—Miguel y Ángel con 25 años, pero parecen de no más de 20.
—Bien. Ambos entrarán a vigilar. Uno, por supuesto cuidará a Ethan ahí, además observará a los Werner, Luck y Mario. Quiero que me informen de todo: la relación que tienen con mi sobrino, su trato hacia él. Todo.
—Ángel es muy hábil para pasar desapercibido, lo asignaré a esta tarea —informó Kenny, ya planeando una estrategia para sus guardias en el interior de ese edificio—. ¿Qué hará el otro guardia, Miguel?
—Miguel vigilará a Selim Aslan, quiero que se fije en los más mínimos detalles. Quiero saber hasta cómo respira cuando está cerca de mi sobrino —ordenó Elías con severidad. Aquel chico alfa lo tenía más preocupado que el mismo Luck Werner y la principal razón de ello era que Ethan, que había considerado a todos los alfas como sus enemigos, no hiciera lo mismo con este—. También deberá averiguar lo que pasó ayer, quiero saber con certeza si fue encerrado, cuánto tiempo, por culpa de quién, con quién y qué pasó en ese momento. Absolutamente todo y en una semana, a más tardar.
—Todo será como desee —aseguró Kenny, sin dejar lugar a dudas, dispuesto a cumplir sus órdenes al pie de la letra.
—Bien, pueden retirarse —concedió su jefe y los dos empleados, Kenny y el ama de llaves, se levantaron, hicieron una reverencia y prosiguieron a irse—. Kenny, sal por atrás, Ethan debe estar por llegar, no es bueno que te vea.
Al día siguiente, los guardias Miguel y Ángel, ingresaron al edificio en el que Ethan estudiaba, lo lograron gracias a los carnés de estudiante que el rector había facilitado amablemente a Elías.
Ángel siguió a Ethan a la distancia, contento de poder cumplir con esa misión, pero un poco apenado, pues había sido removido del grupo de guardias que siempre habían cuidado al sobrino de su jefe. No podía seguir con ese trabajo si iba a ser visto en la facultad, por lo que fue relevado por otro joven alfa que había esperado mucho para tener esa oportunidad.
A Miguel le sucedió lo mismo, lo relevó de su puesto un alfa de más de treinta años. Él, en cambio, esperó en una de las bancas del patio hasta que vio al alfa que debía vigilar, Selim Aslan, entrando.
Ambos guardias tuvieron que interactuar con otros estudiantes, para no destacar ante los ojos de su joven jefe. Si alguien les preguntaba, ellos respondían que eran alumnos nuevos que venían de intercambio, por su apariencia extranjera, nadie dudó de ello.
Miguel fue tras Selim, esperando que fuese directamente a su clase, pero en vez de ello, fue a la de Ethan. El guardia, ahora espía, tuvo que fingir que se había equivocado de clase y pedir indicaciones falsas a los compañeros de ese paralelo.
Observó que, como le habían informado, el joven Aslan era muy amigo de Luck Werner, pues se saludaron con un abrazo. Pudo notar que buscaba a alguien con la mirada, sin poner mucha atención a lo que Luck y los otros alfas le contaban. Se rindió, pues Ethan no estaba en la clase y Miguel se preguntaba dónde podría estar, tampoco divisaba a Ángel por ningún lugar.
—La clase 1-2, es aquella de ahí. —Le señaló el chico alfa a quien se había acercado para disimular.
—Ya veo... muchas gracias, estaba perdido —dijo Miguel, intentando alargar la charla, para no tener que irse—. No tienen señalizaciones.
—Sí, también estábamos así la primera vez que entramos aquí, deberían poner más atención a eso, más aún si van a mandar a estudiantes nuevos. ¿De dónde eres?, ¿cómo te llamas? —preguntó el chico y Miguel se dio cuenta de que podría llegar a tener más comunión con él, tanto como para averiguar lo que le encargaron.
—Soy Miguel, vengo de España. Es un gusto conocerte.
—Soy Leonardo, también es un gusto conocerte.
Se enfrascaron en una conversación que Miguel intentaba alargar lo más posible, no podía irse de ahí antes que el sujeto a quien no debía perder de vista. Minutos después, Leonardo ya lo había invitado a almorzar con él y sus amigos después de clase, lo que no tuvo más opción que aceptar.
En ese momento observó a Ethan entrar, acompañado de Mario e Isabela, los tres pasaron al lado de Selim; inmediatamente, Miguel pudo notar que el alfa miraba a su joven jefe con tal atención que estaba casi seguro de que lo iba a detener o a decirle algo, pero ninguno de los dos se dijo nada.
Ethan lo ignoró por completo o eso quiso aparentar, pero una mirada rápida hacia atrás lo delató ante el espía, ante los dos espías, pues Ángel también había entrado a la clase, ubicándose dos filas detrás de donde los amigos betas habían decidido sentarse.
—Así que también hay betas en esta facultad —comentó Miguel, en un intento de que su nuevo amigo le hablara de ellos.
—Sí, son pocos, pero sí los hay.
—¿No los molestan por ser una minoría?
—No, bueno... solo Luck y sus amigos, a veces, pero ellos saben defenderse bien.
—¿Luck?
—El alfa de ahí, el de los ojos raros. —Leonardo señaló disimuladamente al grupo de Luck, no deseaba ser visto por ellos y meterse en problemas.
—¿El de los ojos dorados?
—No, él es Selim Aslan, está en tu clase. Hablo del alfa de ojos plateados, el que parece un fantasma —comparó y ambos rieron por lo bajo—. No te metas con ellos, es mejor no tenerlos de enemigos.
Miguel iba a preguntar el porqué de la advertencia, pero Selim había salido del aula.
—Creo que debo irme, nos vemos después —se despidió y lo siguió a la clase 1-2.
Por otra parte, Ángel había seguido a Ethan, incluso al baño, pues había ido en compañía de Mario Werner, el beta de quién le habían advertido que debía tener desconfianza.
Se extrañó de la amabilidad con la que el Werner trataba a su joven jefe, una que no había notado nunca. Dedujo que se debía a que ahora sabía que era un omega y estaba intentando algo más que una amistad; al menos esa fue su percepción a simple vista. Debería estar muy atento para poder asegurar sus sospechas.
Ethan había estado sintiéndose muy incómodo con esa situación, pues Mario actuaba diferente con él, más amable y protector que nunca. Un hecho que no le molestaba como tal, hasta lo consideraría afable, si no fuera porque su omega estaba muy disgustado con eso, gruñía cada vez que Mario rozaba siquiera su mano.
«¿Podrías calmarte?, me estás poniendo de mal humor», demandó a su lobo.
«Él me pone de mal humor», respondió gruñendo de nuevo. «Y tú también me pones de malas».
«¿Yo?».
«Sí, estás pegado a este beta e ignoras a tu alfa».
«Él no es mi alfa y si vuelves a llamarlo así...».
«Conmigo no sirven las amenazas, ¿crees que soy algún sirviente tuyo?, soy tu omega, soy tú mismo».
—Pon más atención a la clase, esto es algo difícil —sugirió Isabela al notar que su amigo estaba, de nuevo, perdido en sus pensamientos. Ethan asintió para comunicarle que estaba escuchando.
La clase había empezado, tan monótona como siempre, Selim se había marchado sin decir nada, no habían hablado desde la discusión del día anterior. Y eso era un alivio para Ethan, pero también le molestaba, le fastidiada el hecho de que el alfa no insistiera más, que ni siquiera lo hubiese saludado.
«Te contradices, ¿quieres que te hable?, háblale tú primero», propuso su lobo.
«No, esto es solo por tus sentimientos y no voy a seguirlos».
«¿Estás seguro de que solo yo tengo esos sentimientos?, ¿nada en ti, intachable parte humana, quiere acercarse a Selim?».
«Nada en mí desea estar con ese alfa idiota. Ahora cállate, que estoy perdiéndome la clase».
Ethan intentó concentrarse, pero cuando lo notó, la clase ya había concluido. No había apuntado nada, había estado dos horas pensando en Selim y discutiendo con su omega.
—Perdido como siempre —exclamó Isabela entregándole su cuaderno de apuntes para que tomara fotos de lo que fue la clase.
—Little white wolf... hablemos. —Selim había entrado y ni Ethan lo había percibido hasta que le habló por detrás, solo a unos pasos de distancia.
—Selim... —Mario gruñía, enrabiado por el obvio enfrentamiento, como si lo desafiara. Ethan continuó sacándole fotos a los apuntes de su amiga, sin voltear, analizando la situación—. No te dije que...
—No me importa lo que un lobo desaguisado quiera, diga u ordene —lo insultó Selim y Mario quiso golpearlo, pero Marco lo sujetó de los hombros—. Little white wolf, ven conmigo.
—No —contestó Ethan enfrentando al alfa.
—Ahora mismo —ordenó este con severidad y salió del aula, claramente esperando que lo siguiera y eso hacía Ethan, pues estaba listo para ir. Pero Mario lo tomó del brazo.
—Ni se te ocurra —advirtió, pero Ethan se sacudió del agarre.
—Como te dije antes, puedo cuidarme solo —afirmó con tono amenazante, dejando muy en claro que detestaba que lo jalaran de esa manera—. Iré a ver lo que quiere. Nos vemos mañana —se despidió dejando a sus amigos atónitos por su comportamiento, que en parte fue provocado por su omega.
Al salir, Selim estaba apoyado a la pared de en frente, con los brazos cruzados, esperándolo. Ethan se percató de que estaba solo, sin Luck y que aquel desagradable alfa no estaba por ningún lugar. Agradecía que Selim hubiese tenido esa prudencia.
Sin decir nada, el alfa comenzó a caminar por el largo pasillo de aulas e Ethan lo siguió. Ninguno se percató que eran seguidos a cinco metros de distancia, por dos alfas, los espías que no se perdían ni un momento de la escena.
Se detuvieron frente a una de las aulas vacías, entraron, aunque Ethan ya empezaba a dudar de la decisión de haberlo seguido.
—¿Por qué me traes aquí? —preguntó observando la clase, amplia, mucho más amplia que la suya, con el doble de butacas.
—Porque está vacía. —Selim cerró la puerta después de haber entrado los dos, para que nadie los viera. Los espías no tuvieron más opción que limitarse a escuchar detrás de la puerta.
—No cierres. ¿Acaso quieres volver a encerrarme?
—No tiene seguro, puedes salir cuando desees. Yo no soy Luck —aseguró Selim con intención de aclarar un punto.
—¿Qué quieres, Selim?
—Que me digas qué te dijo ese beta para que me ignores de esa forma.
—No dijo nada más de lo que debía. Además... ¿No crees que actúas muy extraño? ¿Recuerdas que apenas nos conocemos?
—Claro...
—¿Crees que, por haber hablado un par de horas, somos amigos o algo así? —Selim lo miró como diciendo: «sí, exacto»—. Pues no, no somos amigos, ni nada por el estilo. Así que deja de actuar como un novio celoso, que no te queda el papel.
Esas palabras hicieron que Selim se replantease la situación. Cayó en cuenta de que, efectivamente, estaba haciendo algo que no le correspondía, algo que nunca haría por nadie: rogar la compañía de una persona.
—¿Crees que me interesas, niño beta? —dijo riendo con suficiencia—. Solo quiero saber lo que el idiota de tu amigo dice de mí, no te confundas. Es solo que no quiero que alguien ensucie mi nombre —mintió molestando mucho a Ethan, quien intentaba controlarse para no decir nada de más.
—Tú solo ensucias tu nombre estando con Luck. Pero me alegra que eso sea todo lo que quieras de mí. Si quieres saber qué dijo Mario de ti, pregúntale directamente a él. A mí déjame en paz.
—Lo haré. —Ethan se dispuso a irse, dando por concluida la conversación. Pero Selim lo siguió.
—No me sigas.
—No lo hago, vamos por el mismo camino. ¿Ves otra puerta de salida?
Ambos salieron y los espías apenas tuvieron tiempo para alejarse y fingir que tenían una conversación entre ellos.
—Esos dos... —dijo Selim mirando con suspicacia a los espías.
—Estudiantes de intercambio, creo. Uno está en mi clase —contó Ethan.
—Sí... el otro está en la mía —dijo todavía mirándolos, sentía que había tenido pegado a uno de ellos desde la mañana y eso le molestaba, aunque no podía asegurar que no se trataba solo de una tonta sensación—. Te acompaño a tu auto.
—No es necesario. ¿No quedó claro que quiero que te alejes de mí?
—No era una sugerencia, te acompaño a tu auto. Después ignórame todo lo que quieras.
Los dos salieron del edificio, sin decir nada, reinando el silencio incómodo. Pero, en una de las bancas del patio, se encontraba Mario, quien se puso de pie al verlos salir.
Ethan sintió, por primera vez en su vida, que quería golpear a un beta.
—Mario, ¿qué haces? —preguntó Ethan, casi rogando que no dijera que lo esperaba a él.
—Te esperaba —contestó. Ethan y Selim no pudieron evitar mirar al cielo, frustrados y enojados por igual.
—¿No dije que nos veríamos mañana? No era necesario que me esperaras.
—Sí... lo siento, no pude evitarlo, cuando sabía que estabas con este...
—Cuidado con lo que dices, beta —amenazó Selim.
—Vamos, te acompaño a tu auto —sugirió Mario ignorando a Selim.
—Yo lo acompañaré, tú mejor vete —mandó el alfa.
—No vayan a empezar una pelea —advirtió Ethan mirando en derredor, varios guardias vigilaban el lugar.
Sin decir más, comenzó a caminar por el patio, seguido por Selim y Mario, como dos guardaespaldas. Escribió a su chofer para que ya pasara recogiéndolo y en menos de treinta segundos el auto grande y negro paró frente a él. Subió y cerró la puerta bruscamente, sin si quiera despedirse de sus acompañantes. Tan molesto con ambos que no tuvo cabeza ni para saludar a Iván, su chofer.
Así, los días pasaron de esta manera: Ethan y Selim se ignoraban, aunque seguían sintiendo esa atracción inexplicable: la conexión de los soulmate, algo tan maravilloso, pero que ninguno podía disfrutar por completo.
Los espías siguieron vigilando y averiguando lo que se les había ordenado, cada vez sabían más y más de la vida universitaria de Ethan. Y cada día daban un reporte a su jefe.
Había llegado el jueves, cumplían una semana de haber iniciado su misión de espionaje y debían informarle todo a Elías, en especial sobre el pasado encierro de Ethan. Por suerte ambos habían obtenido esa información, bastante detallada, de los otros compañeros alfas con los que habían formado una amistad falsa, ya que era solo por conveniencia. Comunicaron todo lo que sabían a Elías.
—Así que Aslan se interesa por mí sobrino...
—Sí, estamos seguros, señor —declaró Ángel, basándose en todo lo que habían observado esos días—. Ahora se ignoran, pero es obvio el interés. Lo que no podemos saber es si esto será beneficioso para el joven.
—Yo sí lo sé —aseguró Elías—. Esto no traerá nada bueno.
—¿Desea que hagamos algo? —preguntó Miguel.
—Ustedes sigan vigilando como hasta ahora. Kenny, quiero que le des un susto al niño alfa —ordenó al guardia en jefe, quien también se encontraba en esa reunión, como en todas las que tuvieran por tema a tratar la seguridad de Ethan—. Adviértanle que es mejor que se aleje de él, pero asegúrense de que no le diga nada.
—Será un placer, mandaré a mis mejores hombres, ya sabe, los que se ven más intimidantes.
—No lastimen tanto al chico, después de todo, es un Aslan. Y espero que no mandes a nadie de la guardia de Ethan.
—Claro que no, señor, sería imprudente hacerlo. ¿Desea que hagamos algo con Luck Werner?
—No, no ha dado problemas últimamente, ¿verdad? —preguntó el jefe a los espías y ambos negaron—. Déjalo, es mejor no meterse con los Werner, si no es necesario, no quiero una guerra con la mafia a la que sirven. Y menos aún quiero que tengan algún motivo para molestar a Ethan. Solo vigílenlo bien y a Mario Werner también, por lo que dicen, es otro que está interesado en mi lindo sobrino, pero él le es indiferente.
—Los Werner son conocidos por obtener todo lo que quieren, aún si es por la fuerza.
—Exacto, Kenny.
—No se preocupe, señor, el joven siempre está protegido —afirmó Ángel y los otros dos asintieron con orgullo.
Las órdenes de Elías se llevaron a cabo al pie de la letra. Los espías sabían que el viernes Selim salía casi por la noche de clases e iba solo al parqueadero, varias cuadras lejos de la facultad. Lo acorralarían en ese momento.
Al mismo tiempo, Ethan que había terminado clases temprano por la tarde, decidió ir con sus amigos a un bar cercano y, para cuando lo había notado, ya eran las siete y media de la noche. Había pedido que el chofer no pasase por él, Isabela se había ofrecido a llevarlo a casa.
Los cinco amigos caminaban por las solitarias veredas, camino al parqueadero, evitando los callejones por los que se podía ir más rápido, pero al ser un tanto tarde, eran un poco peligrosos.
Selim, sin embargo, no los evitó, entró en uno de ellos y de inmediato fue rodeado por cinco alfas, muy altos e imponentes, vestidos de negro y con gafas oscuras.
—¡Mierda! —exclamó por lo bajo, pensando que le robarían.
—Selim Aslan —dijo uno de ellos, acercándose lentamente—. Te esperábamos.
—¿Los conozco? —Selim intentaba mantenerse firme e imperturbable, cruzándose de brazos.
—No, pero tenemos un mensajito para ti. —Uno de los matones le dio un fuerte golpe en el estómago que hizo que se encogiera de dolor, pero no cayó—. Aléjate de Ethan Himura.
—¡Jódete! —gritó y golpeó en la cara al grandulón que lo había golpeado. No pudo hacer más, pues dos de ellos le sujetaron los brazos, obligándole a ponerse de rodillas.
—Estás advertido, niño alfa. No te acerques a Ethan Himura o la próxima vez no seré tan benevolente —amenazó el matón, tirando del cabello castaño de Selim, pero este lo escupió en la cara, era un alfa orgulloso y no aceptaría esa humillación. El matón lo iba a golpear de nuevo, está vez en la cara, ignorando, por su ira, las órdenes de no lastimar a Selim.
—¡¿Qué pasa aquí?! —Escucharon gritar a alguien en la entrada del callejón. No lo reconocieron al principio, por la oscuridad, pero cuando se acercó, todos empalidecieron. Era Ethan.
—¡Selim! —exclamó al ver al alfa de rodillas. Los matones lo soltaron de inmediato, asustados por la inesperada aparición de su joven jefe, ni siquiera sabían que aún estaba por los alrededores.
—Lo sentimos, señor. Nos vamos ahora mismo —dijo uno, haciendo una reverencia. Todos salieron corriendo. Ethan se acercó al alfa para ver que estuviera bien, pero Selim ya se había puesto de pie.
—¿Se puede saber en qué lío te metiste para ser atacado de esa manera?
—¿Los conoces? —pidió saber con severidad, lo habían atacado por Ethan y quería saber por qué o si había sido bajo sus órdenes.
—No... ¿debería? —preguntó este, confundido.
—No —contestó Selim. Notó la sinceridad de Ethan en sus ojos, no tenía nada que ver con eso—. ¿Qué haces aquí? —inquirió fijándose en que estaba solo en una calle oscura, algo raro, pues sus amigos nunca se separaban de él, ni para ir al baño. Selim los había vigilado sin poder evitarlo.
—Pasaba por aquí y vi lo que sucedía... —se explicó Ethan, un poco nervioso, pasando su mano por su cuello.
—¿Te preocupaste por mí, little white wolf? —Selim no pudo evitar sonreír burlonamente.
—Ya quisieras, ni siquiera sabía que eras tú —mintió Ethan con una risa nerviosa.
La verdad era que había notado el olor del alfa media cuadra antes de la entrada del callejón, lo había visto en peligro y su omega lo controló para que interviniera, aun cuando sabía que podía ser peligroso. Sus amigos no notaron que Ethan se había quedado rezagado.
—No te creo, little white wolf. Mientes muy mal.
—No me importa lo que tú creas.
—Como sea... me voy antes de que los matones vuelvan. No quiero morir en un sucio callejón —se despidió Selim con la mano, dejando atrás a Ethan.
—¡Espera! —pidió él, acercándose a Selim.
—¿Sí?, ¿qué?, ¿tienes miedo?
—¡Claro que no! No seas ridículo.
—Pues entonces... me voy.
—¡Selim! —gritó complaciendo al alfa solo por decir su nombre—. No tengo miedo, pero tampoco tengo dinero. —Selim lo miró sin comprender—. Estaba con mis amigos... Isabela iba a llevarme a casa, pero los perdí.
—Llámalos —sugirió el alfa, como si Ethan fuera tonto por no pensar en esa idea.
—Si pudiera ya lo habría hecho, mi celular se apagó. No tengo dinero para tomar un taxi. ¿Podrías prestarme?, te pagaría el lunes.
—No.
—¡No seas así! Idiota, es por tu culpa que estoy en esta situación. Sabía que no debía entrar a ayudarte, debí dejar que te golpeen —exclamó Ethan, en un ataque de ira, provocando la risa de Selim.
—Así que admites que entraste sabiendo que era yo —se burló haciendo que se avergonzarse.
—Me largo, solo a mí se me ocurre pedirte algo a ti. Ya veré como me las arreglo solo —sentenció Ethan pasando al lado del alfa, pero este lo detuvo.
—Para... cálmate. Eres muy temperamental, little white wolf. No te prestaré dinero por dos razones: No tengo —confesó riendo—, y si tuviera no te lo daría, no es seguro que tomes un taxi a esta hora. Te llevaré a casa, vamos.
—No, mejor préstame tu teléfono, mis amigos no deben estar lejos.
—Mi celular también está apagado —mintió, quería llevarlo, aun cuando ya lo habían atacado por acercarse a él—. Vamos, yo te llevo. No seas necio. —Lo tomó de la muñeca guiándolo al parqueadero. Llegaron al lugar donde se encontraba el vehículo de Selim.
—¿Una motocicleta?
—¿Qué tiene? El niño rico que siempre viaja con chofer en un lujoso auto, ¿no le gusta una modesta e incómoda motocicleta?
—Primero: tu motocicleta no es nada modesta —indicó Ethan, observando que pertenecía a una de las mejores marcas de motocicletas del mundo—. Y segundo: no soy ningún niño rico, sé manejar una moto a la perfección.
—Diría que no te creo. Pero ya nada me sorprende de ti, tienes una vida muy extraña: entrenado para todo y cuidado al extremo. Súbete. —Selim le tendió un casco que tenía de más, subió a su moto, colocándose su casco y, todavía dudando, Ethan lo imitó.
—Sujétate de mí —sugirió el alfa.
—No, así estoy bien.
—No seas idiota, te vas a caer.
—Tengo buen equilibrio.
—No arrancaré hasta que te sujetes bien de mí —sentenció ganándose un gruñido de Ethan, pero lo obedeció y eso era lo que importaba.
Arrancaron y dejaron el parqueadero. Ethan podía oler el perfume natural del alfa, su omega se deleitaba en él. Estando tan juntos podían sentirse extrañamente completos, como si toda la vida hubieran estado solos y al fin encontraron su complemento.
Ethan sabía muy bien la razón de todo aquello, pero para Selim era tan misterioso y frustrante que lo volvía loco. El no saber el motivo de su felicidad lo mataba y destruía a su alfa, quien quería encerrar a ese chico beta para tenerlo cerca siempre y seguir sintiéndose así. Quería marcarlo como a un omega, pero creía que eso era imposible.
«No puedo marcar a un beta».
Información: Evimeria es una ciudad muy segura, más que todo para alfas y betas, no tanto para los omegas, pero por lo general temas de asaltos, robos, asesinatos... no se daban porque la policía custodiaba muy bien a las personas más importantes del país. Por esto los jóvenes, aunque tuvieran la mayor fortuna del mundo, nunca iban acompañados de guardaespaldas, tampoco tenían choferes, ya que preferían conducir por su cuenta. La excepción a esa regla es Ethan y por ello capta más la atención de sus compañeros de universidad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top