Quién Eres

Martes 8 de septiembre de 2020

Almas mate: personas que fueron conectadas desde antes de nacer, conectadas por el destino, unidas para toda la vida. ¿Quién la hallará? ¿En qué vida se encontrarán?

«Es una estupidez», reclamaba Ethan a su omega por hacerlo pensar en algo tan absurdo como estar atado a alguien que jamás había visto antes. «Es solo un burdo instinto de nuestra parte animal, un instinto que debería desaparecer».

—Ethan, de nuevo estás perdido en tu mundo —reclamó resignada Isabela, ya acostumbrada a las constantes distracciones de su amigo.

—Lo siento, aún me siento un poco enfermo... —No mentía, las pastillas que contrarrestaron el celo le provocaron efectos secundarios, como el dolor de cabeza o la fatiga.

—Debiste quedarte en casa, si aún no te sentías bien —reprochó Adrián y Marco asintió. A ambos se les dijo que Ethan se había enfermado y por ello se habían ido tan abruptamente de la fiesta y que también por esta razón había faltado un día a la universidad. Isabela acordó no decirle a nadie sobre ese secreto, consideró que, cuando él se sintiera listo, les contaría la verdad a sus amigos.

—Estoy bien, lo prometo —aseguró restándole importancia—. Cambiando de tema... tengo algo que decirles. —Por un momento, Isabela pensó que Ethan les revelaría la verdad, pero luego prosiguió—: Ya no tenemos que ir a las fiestas de Luck, si no queremos —garantizó con suficiencia. Sus amigos lo miraron con incredulidad, se habían resignado a tener que hacerlo una o dos veces al mes.

Iba a explicar su afirmación, pero en ese momento un profesor entró en el aula para dar su clase. Con una señal de su mano, indicó a sus amigos que se explicaría luego. Los estudiantes se apresuraron para ponerse de pie en silencio para saludar al profesor con una ligera reverencia, quien contestó de la misma manera.

Terminada la clase, dos horas después, incapaces de resistir la curiosidad, los betas rodearon a Ethan. Esperaron a que los estudiantes cercanos se fueran para que nadie los escuchara.

—Ya dinos, ¿qué es eso de que ya no tenemos que ir a las fiestas de Luck? —preguntó Isabela con una expresión esperanzada.

—Le conté a mi tío lo ocurrido, la razón por la que fuimos a esa fiesta en contra de nuestra voluntad. Resulta que mi tío es el principal benefactor de Bilmek. —Los tres chicos abrieron los ojos como platos por la sorpresa—. Yo también me sorprendí. El asunto es que habló con el rector, que por cierto es su amigo, para que nos conceda inmunidad a los cuatro en caso de que ese alfa idiota intente algo en nuestra contra. El rector no pudo negarse.

Ethan no le hubiera contado nada sobre eso a su tío, de no haber sido por lo que ocurrió con el chico alfa; lo había encontrado en la fiesta de Luck, si iba a otra, corría el riesgo de volver a hacerlo.

—Eso es lo más surrealista que he escuchado este día —exclamó Marco aún atónito—. Si no fueras tú el que lo dice, no lo creería, pero sé que no mentirías sobre algo así. Gracias, amigo.

—De verdad, gracias, pueda que me hayas salvado la vida —declaró Adrián abrazándolo.

—¡Eres el mejor, Ethan! ¡No puedo creer que tu familia sea así de poderosa! —exclamó Isabela, dándole un beso en la mejilla.

—Tampoco yo lo podía creer... hasta que escuché la llamada al rector. Ahí me di cuenta de que conozco muy poco a la familia de mi madre, incluso sé muy poco de mi tío, no sé ni en qué trabaja o a qué se dedica. —Había preguntado, pero Elías le había dicho que no necesitaba saberlo en ese tiempo, que lo sabría cuando llegara el momento adecuado, Ethan no había insistido.

—Es decir que ahora podemos enfrentarnos a esos idiotas sin ningún temor —dijo Marco con una sonrisa maliciosa.

—Te refieres a... —Adrián lo miró con complicidad.

—Exacto, mi amigo. —Isabela se les unió en un gesto de desafío que Ethan no comprendió.

—¿Me dicen qué es lo que traman ahora? —pidió saber, nervioso por las caras de picardía que sus amigos tenían en ese momento.

—¡Entraremos en la competencia! —clamaron al unísono.

—¿Competencia? —Ethan no entendía nada.

—Ayer se nos informó que, por la conmemoración de la fundación de Bilmek —explicaba Adrián—, se realizará un magno evento: competencias, concursos, desfiles, presentaciones de varios artistas... y al final, en la noche, una mega fiesta al estilo de la universidad.

—¡Oh si! He escuchado de eso... —recordó Ethan—, la gran fiesta anual de Bilmek, si no me equivoco empieza este viernes, 11 de septiembre. La ciudad tiembla por la magnitud de ese evento.

—¡Exacto! Y durará tres días, este es nuestro primer año en una, hay que hacerla memorable —instó Isabela, su rostro reflejaba su gran emoción.

—Y ahora que no tenemos que cuidarnos de Luck y sus esclavos, podemos participar en la competencia que organiza la facultad para los de primer año —refirió Marco, claramente con intenciones de derrotar a todos.

—¿De qué se trata? —cuestionó Ethan algo preocupado por pensar en lo que se iba a meter, más bien, en lo que ya estaba metido.

—Hay varios eventos, desde natación hasta ajedrez, pero en lo que queremos participar, sin mencionar que Luck también lo hará, es en la búsqueda del tesoro —contó Adrián.

—Podemos ganar eso sin problemas —afirmó Isabela—, más aún si contamos con nuestro querido chico genio. —Deslizó su mano en los claros cabellos de Ethan, despeinándolo.

—Cuenten conmigo, aunque no soy ningún genio —refutó y sus amigos rieron por su sincera modestia.

—Nos falta uno —les recordó Marco—, debemos ser cinco obligatoriamente.

—¿Qué tal Mario? —propuso Adrián.

—¿No estará en el equipo de Luck? —argumentó Isabela, descartando esa idea.

—No lo creo —dedujo Ethan—, son seis, tendrán que sacar a uno, ¿quién creen que será?, será el que tenga desventaja y para ellos, quien no sea alfa es inferior.

—Dejarán fuera a Mario —concluyó Adrián y los demás asintieron pensativos, considerando si incluir al beta en su grupo era factible—. En ese caso... no perdemos nada con preguntarle, así seríamos un grupo solo de betas y creo que el único. —Esas palabras provocaron un ligero malestar en Ethan y por instinto cruzó una mirada con su amiga, para analizar su reacción. Sin embargo, ella le dio una expresión de seguridad y confianza.

—Está bien, le preguntaremos —aceptó Marco, un tanto inquieto por incluir a alguien del grupo de Luck.

Esa misma tarde, antes de que Ethan y sus amigos tuvieran oportunidad de preguntárselo, Mario tuvo una fuerte pelea con Luck. En pleno patio de la facultad, lo que empezó como una discusión, se agravó tanto que terminaron en los golpes. Tuvieron que ser separados, antes de que alguna autoridad del campus los viera, Luck fue sujetado por sus amigos, mientras que Ethan y Marco contuvieron a Mario, evitando que se lanzara de nuevo contra el alfa.

—¡Maldito!, ¡te mataré!, ¡juró que lo haré! —gritaba Mario, cegado por la ira, intentando zafarse del agarre de los chicos.

—Quiero ver que lo intentes, beta... —Luck escupió al suelo la sangre que brotaba de sus encías, producto del primer puñetazo que el beta le había propinado por sorpresa—. Esta me la pagas, idiota.

—Jóvenes, ¡qué sucede aquí! —gritó un guardia sobresaltando a todos—, despejen la zona ahora mismo —ordenó y los curiosos se dispersaron con rapidez—. ¡Ustedes! —señaló al grupo protagonista del pleito—, largo, antes de que cambie de opinión —amenazó, dándoles la oportunidad de irse sin repercusiones.

Luck se retiró con sus amigos, maldiciendo entre dientes. Mario fue obligado a acompañar al grupo de Ethan, se dirigieron a un pequeño parque cercano a la facultad.

—Ya pueden soltarme... —pidió a Ethan y Marco, quienes soltaron sus brazos—. Gracias.

—Nada de gracias, explícanos qué fue aquello —demandó Isabela, molesta por haberse visto implicada en esa situación, tanto ella como sus amigos—, si el guardia no nos dejaba marcharnos, estaríamos metidos en grandes problemas.

—Lo siento, esa no fue mi intención —se disculpó Mario—, es solo que es un idiota.

—¿Y ahora te das cuenta? —se burló Marco, obteniendo un codazo de parte de Adrián, como reprimenda por su indiscreción.

—No precisamente... —Iba a decir más, pero vaciló—. No quiero hablar de eso.

—Como sea, ahora te volviste un enemigo de Luck —afirmó Ethan—, deberás cuidarte.

—No hará nada en mi contra —aseguró—, es mi primo, para mi mala suerte —confesó sorprendiendo a todos.

—Eso no lo esperaba... Ahora todo tiene sentido —infirió Ethan—, nunca parecías estar cómodo con ellos, no entendía por qué seguías a su lado.

—Sí... bueno, ya no más.

Los cinco chicos hablaron unos minutos más, en los que convencieron a Mario, no solo de participar con ellos en la búsqueda del tesoro, también de que se juntase con ellos a partir de ese momento, ser parte de su grupo.

Los días pasaron en la monotonía de la cotidianidad del día a día. Ethan casi había olvidado a aquel chico de la fiesta y su omega se había resignado a ya no volver a saber del posible alfa que estaba destinado a ser su compañero de vida.

El evento esperado por todos estaba a las puertas, a unas horas de ocurrir: la gran fiesta de tres días de Bilmek.

—¡Qué emoción, estoy deseando que llegue el día de mañana! —expresó Isabela maravillada por las pomposas decoraciones que estaban siendo colocadas por toda la universidad.

—Será increíble —afirmó Ethan—. ¿En qué eventos participarán?, la búsqueda del tesoro es hasta el domingo, tenemos dos días para hacer lo que deseemos.

—Yo quiero ver el desfile de inauguración —expuso Adrián.

—Sí, yo también —concordó Marco—, entonces debemos llegar temprano para poder verlo desde un buen lugar.

—La tribuna de Güney es el mejor lugar para eso —garantizó Mario—, aunque tocará madrugar.

Los cinco amigos se pusieron de acuerdo para encontrarse temprano. Y eso hicieron, al siguiente día, muy temprano, lograron encontrar un buen lugar para observar el majestuoso y colorido desfile: comparsas interpretando danzas tradicionales con vestimentas vistosas y coloridas, carrozas adornadas que ostentaban la cultura de antaño. Un espectáculo que maravilló tanto a los alumnos de Bilmek como al resto de ciudadanos de Evimeria.

Concluyó a eso de la una de la tarde.

Y a las tres, después de haber almorzado, el grupo de Ethan acudió a los diferentes juegos, concursos y competencias que su facultad había planificado. Participaron en varios eventos como en ajedrez, donde Ethan obtuvo el primer lugar después de vencer a Adrián.

Juegos de naipes, concursos de canto y baile, venta de comida e incluso un lugar de tatuajes, donde Marco se hizo uno con forma de ave Fénix en el brazo. Todo organizado tanto dentro del edificio como fuera, en el gran patio de la Facultad de Ingeniería.

El ruido del gentío y la música resonaban en todo Bilmek, cada facultad con sus múltiples eventos.

—¡Miren, es un concurso de puntería! —exclamó Marco emocionado por la idea de disparar un arma de fuego, aunque obviamente no fuese real.

—Suena interesante —admitió Mario con voz calmada, hasta pareciera que no sintiera ningún interés, pero sus amigos ya habían concluido que era parte de su forma de ser.

—En eso sí quiero participar —anunció Ethan—. Soy muy bueno. —Su tío había insistido en que tomara clases de ello a muy corta edad, conocía casi todas las armas y había disparado cada una. Pero sus amigos no lo consideraban un chico al que le gustasen las armas, por su apariencia un tanto inocente.

Los chicos participaron y uno por uno probaron su puntería al disparar contra cinco latas, a diez metros de distancia. Adrián les atinó a dos, Mario y Marco a cuatro de ellas, Isabela se abstuvo de participar, pero Ethan sorprendió a todos acertando en las cinco botellas, justo en el centro. Su premio fue una botella de vino.

—Detesto el vino —comentó tendiéndoles la botella a sus amigos—, toda suya.

—¿Seguro? Es un buen vino —constató Marco tomando la botella.

—No me gusta su olor. —«Es mi olor», pensó Ethan, arrugando la nariz por el desagrado, al recordar que su olor natural a uva se amargaba cuando se enojaba o se asustaba, haciendo que se volviese tan similar al vino.

Antes de que oscureciera por completo, los amigos se dispersaron, cada uno a sus casas, Isabela llevó a Ethan.

—Gracias, Isa. Nos vemos mañana —se despidió bajando del auto.

A penas entró a su casa fue bombardeado con las preguntas de Elías, quien quería saber todo de la jornada de su querido sobrino. Ethan se esforzó por responderle lo mejor que pudo. Después, agotado, se acostó a dormir.

Al día siguiente, la rutina se repitió, los amigos disfrutaron de un agradable día, participando y ganando varios pequeños concursos, comiendo las golosinas que se vendían en casi cualquier esquina y asistiendo a las presentaciones de varias bandas de diferentes géneros musicales, que iban desde lo más tradicional a lo más moderno.

Y así por fin llegó el domingo, el día de la búsqueda del tesoro, donde se pondrían a prueba las habilidades físicas y mentales de los competidores. Empezaría en el patio, donde a cada grupo se le asignaría un color representativo y un sobre del mismo color con la primera pista. En total se inscribieron diez grupos.

—Nos tocó el rojo —refirió Ethan, entregándoles a cada uno de sus amigos unas manillas distintivas. Habían pedido a un representante de cada grupo acercarse para escoger los colores—. Me pidieron que dejara un objeto importante para mí —contó con extrañeza—, dejé el collar que siempre traigo.

—Debe ser una garantía para asegurarse de que continuemos con el juego hasta el final, o algo así —infirió Marco encogiéndose de hombros.

—¿Así que ustedes también participarán? —dijo Luck, con tono burlón y sus amigos, detrás de él, rieron con suficiencia.

—¡No nos molestes! O te partiré la cara de nuevo —amenazó Mario, conteniendo la furia.

—Calma, primito... Solo vine a desearles suerte, en especial a tus dos lindos amigos. — Miró de forma maliciosa a Isabela y a Ethan, a lo que ambos no pudieron evitar gruñir con desagrado.

—¿No sabes que acosar a un beta es un delito muy grave? —comentó Ethan con presunción. Los betas eran altamente protegidos por la ley contra casos de abuso o acoso, a diferencia de los omegas. Además, en la sociedad, irrespetar de esa forma a un beta equivalía a ofender el orgullo de los alfas, era caer muy bajo—. Nosotros no somos una indefensa omega a la que le pueden hacer lo que les plazca —afirmó haciendo clara alusión a Ana, la chica omega de su clase. Luck, al notar la acusación indirecta, gruñó y se fue maldiciendo.

La voz del anfitrión del evento se hizo escuchar por los parlantes del patio, dando por iniciado el juego. Los chicos abrieron con desespero el sobre rojo y encontraron un mensaje escrito en clave morse. Ethan y Adrián lo descifraron en unos pocos minutos:

Donde nace el sanador, verás mi bandera. Los muertos que reviven en la noche esconden la respuesta en sus entrañas.

—¿Dónde nace el sanador?, ¿a qué se refiere? —preguntó Isabela, pensativa.

—¡La Facultad de Medicina! —exclamó Ethan—, es donde una persona aprende a sanar, un sanador.

—¡Eso es!, ¡vamos! —Marco se apresuró a caminar hacia allí y los demás lo siguieron.

—Pero dice algo más, «los muertos que reviven en la noche» —recordó Adrián, mientras caminaban a paso rápido. La Facultad de Medicina estaba bastante lejos de la suya.

—Creo que se refiere a la morgue, los cadáveres son usados por los estudiantes, creo que a eso se refiere con que reviven —dedujo Mario.

—Exactamente —concordó Isabela—, aunque no me agrada la idea de ir a la morgue.

Al llegar a Medicina, la bandera de Ingeniería y otras señalizaciones indicaban el camino a la morgue, en el sótano de un gran edificio. Había varias habitaciones con pequeñas banderas de colores en las puertas. Al entrar en la habitación de su color, el ambiente era tan lúgubre que se les erizó la piel a todos.

—¡Felicidades! —gritó un joven beta, casi matando de un susto al grupo—, han llegado a su primer destino, para conocer el siguiente, examinen los cuerpos —indicó señalando a las camillas con cuerpos cubiertos con sábanas blancas.

—Debe ser una broma... —dijo Isabela, muerta de miedo.

—Solo son cuerpos, no pueden hacer nada... —aseguró Marco para calmar al grupo y a él mismo. Poco a poco levantó la sábana blanca de uno de los cadáveres y, para su alivio, descubrieron que no eran reales, solo muñecos—. Es asqueroso, aunque sean falsos —exclamó con repudio, viendo que los muñecos tenían el abdomen abierto, lleno de tripas falsas y sangre.

Tuvieron que meter las manos en ellos para encontrar la pista.

—La tengo... —Isabela sacó con asco una pequeña caja de madera, del interior del abdomen de un muñeco.

—Es una caja mágica, de esas que son muy difíciles de abrir —explicó Ethan.

—Yo lo hago, tengo una igual en mi casa —afirmó Mario y se puso a abrir la caja, mientras sus compañeros se limpiaban las manos con unos paños húmedos que el joven vigilante les había proporcionado—. ¡Ya está! —exclamó entregándole a Ethan la caja abierta para, también él, limpiarse la sangre falsa de las manos.

El humano se expresa con el lenguaje, a mí me controlan con él. Reglas y órdenes que se convierten en creaciones. Donde se crea mi nueva lengua, estará la pista para continuar su camino.

No tardaron en deducir que se trataba del laboratorio de Informática donde un grupo de ingenieros había estado creando un nuevo lenguaje de programación. Tuvieron que volver corriendo a su facultad. En dicho lugar encontraron una computadora sobre un escritorio rojo, indicándoles que esa era la que debían usar.

Al encenderla, encontraron un archivo de texto cifrado con una contraseña de cinco dígitos. En un cajón del escritorio, hallaron cinco sobres, cada uno con un problema matemático complejo que al resolverlo se obtenía un dígito de la contraseña. Se los repartieron y los resolvieron en poco tiempo, Mario fue el último, ya que no recordaba cierta fórmula necesaria y sus compañeros no podían ayudarlo; un guardián estaba cuidando que no hicieran trampa. Al final lo consiguieron y obtuvieron la siguiente ubicación.

Al salir del laboratorio se encontraron con Luck y sus amigos, pero por la prisa solo los pasaron empujando intencionalmente.

—Cada equipo tiene recorridos diferentes ¿verdad? —quiso asegurarse Ethan, preocupado de que les pudiesen ganar.

—Sí y esperemos que esos idiotas vayan perdiendo —dijo Marco un poco agitado por correr tanto.

Así continuaron, de pista en pista, resolviendo complejos acertijos, con rapidez y destreza. Hasta que llegaron a la última ubicación, obteniendo la última pista:

Hasta ahora se han puesto a prueba su inteligencia, pero para ganar hace falta más. Vuelvan al lugar en el que empezaron.

Casi exhaustos, volvieron al lugar en el que comenzó la búsqueda y fueron recibidos por uno de los coordinadores.

—En el bosque que vida da y muerte profesa —empezó a declamar el coordinador—, un objeto querido se les ha perdido, sus narices deberán usar y con sus patas se impulsarán. Pero solo uno podrá pasar, el que ama lo perdido —concluyó entregándoles un pañuelo grande del color de su equipo.

—Tengo que transformarme... —alegó Ethan con inquietud y un poco de incredulidad. Había evitado transformarse a toda costa para intentar que su parte omega no lo dominara nunca. Y ahora tendría que hacerlo por un juego. Estuvo a punto de negarse, pero en ese momento vio a Luck y su grupo llegar, por puro orgullo aceptó hacerlo; sin mencionar que un omega tenía más desarrollado el olfato que un beta, incluso, más que un alfa.

La transformación de humano a lobo era tan mágica e impresionante a la vista, que, si no fuera un proceso natural y común, la considerarían imposible. Al cambiar, por un segundo, el humano se desintegraba en una nube de vapor y luz tenue, cuyo color dependía del color del alma de esa persona.

Ethan tenía un alma pura, pero llena de coraje y valentía, por lo que su color era el azul, como sus ojos.

Después de la desintegración, el humano adquiría su forma canina, dejando a un lado, sin ningún daño, su ropa.

Se transformó en un precioso lobo blanco de ojos azules, casi tan grande como el de un beta, por lo que nadie sospecharía que fuera, en realidad, un omega. Encandiló a los que lo observaron, incluyendo a Luck, con su belleza y elegancia.

Isabela le colocó en el cuello el pañuelo rojo e inmediatamente se adentró en el bosque de la universidad, bosque al que se lo protegía con esmero y cariño, por haber estado ahí incluso antes de la fundación de la ciudad.

Primero siguió las pequeñas banderillas rojas que habían dejado en el suelo, señalando un camino. Después llegó a un claro donde encontró a una mujer sentada bajo un árbol.

—Mira, hermoso lobo, ¿buscas esto? —La mujer tenía el collar de Ethan en su mano.

—¿Qué tengo que hacer para obtenerlo? —preguntó concluyendo que la mujer no se lo daría, así como así.

—Lobo astuto... tráeme tres objetos con mi olor y te daré el collar.

La mujer era una alfa con olor a laurel, muy fuerte, fácil para seguir el rastro, aun en un bosque. Dejó el claro, siguiendo el olor de la mujer, adentrándose en la parte sur del bosque.

Corría muy deprisa para terminar con aquello lo más pronto posible y también ganarle al equipo de Luck. Encontró el primer objeto, un pequeño peluche en la base de un árbol, se lo llevó a la mujer, pero había desaparecido; comprendió que también tendría que buscarla a ella y se puso en marcha, con el peluche en el hocico.

«¿Dónde pudo haberse metido?», pensaba molesto por tener que seguir en esa forma tan llamativa.

Al llegar a un claro sintió que el aroma a laurel se disipaba, más bien, inundaba todo el lugar por igual, confundiéndolo. Se detuvo sin saber por dónde continuar.

Mientras olfateaba el suelo para encontrar de nuevo el rastro, fue sorprendido por otro lobo que salió de golpe de entre los arbustos, provocándole un susto de muerte. Un alfa, grande, con pelaje brillante de dos colores, gris con tintes de marrón por la parte del lomo, la parte superior de la cabeza hasta la cola; y por la parte inferior, desde sus ojos hasta sus patas, blanco.

El susto inicial se convirtió en terror al instante. El lobo quedó justo frente a él, tan cerca que sentían sus respiraciones, casi habían chocado. Ethan no supo qué lo golpeó primero, el olor del alfa a menta y limón, o el brillo de sus ojos dorados.

Era aquel chico de la fiesta, aquel que deseaba no volver a ver jamás. Ahí estaba, en medio del bosque, justo en frente.

«¿Cómo puede ser?, ¿cómo ocurre una coincidencia como esta?», pensó Ethan, estupefacto, pasmado por la situación.

«¡Es él!», exclamaba su omega, extasiado al ver de nuevo a su posible soulmate.

«Cállate, omega tonto, que esté en forma de lobo, no significa que puedas controlarme», lo reprendió, pero aún sin poderse mover.

El alfa tampoco pudo reaccionar de inmediato, como si los ojos de Ethan lo hubieran convertido en piedra.

Unos incómodos segundos pasaron e Ethan reaccionó intentando alejarse, pero el alfa le cerró el paso. Gruñó para demostrar su molestia, sin embargo, este no se retiró, lo observó detenidamente, sus ojos dorados recorrieron todo el cuerpo del lobo blanco.

—Selim... deja en paz al beta. —Luck había aparecido de entre los arbustos, su forma lobuna era muy grande y negra—. Te acusará de acoso —se burló.

—Beta... —murmuró aquel alfa, a quien Luck llamó Selim, mientras olfateaba a Ethan con disimulo.

Ethan se puso a la defensiva, crispando su pelaje para parecer más grande. Ahora sabía que ese chico era un conocido de Luck, un amigo, incluso, por la confianza con la que le había hablado. Era peligroso y si llegaba a parecerse un poco a él, sería, ante sus ojos, menos que escoria.

Volvió a hacer ademán de irse y de nuevo le cerró el paso. Gruñó más fuerte que la primera vez, estaba listo para atacar si fuera necesario.

—¡Selim! Te dije que lo dejes —ordenó Luck—, no quiero problemas con un beta. —El alfa le obedeció acudiendo hasta él.

En ese momento, el rastro de laurel que Ethan debía seguir se aclaró, el olor era más fuerte en un lugar. Antes de irse echó un último vistazo al alfa de ojos dorados y este le sostuvo la mirada por unos segundos. Ethan lo vio con todo el desprecio con el que era capaz de mirar y se fue corriendo.

Agradecía estar tomando las pastillas que le recetó el doctor para acostumbrarse a las feromonas de alfa, sino fuera por ello, su olor a vino que el susto provocó no hubiera pasado desapercibido.

«Él también lo notó, lo sabes», señaló su omega, a lo que Ethan no pudo refutar.

Continuó con el juego, lo mejor que sus pensamientos se lo permitieron. Quedó en segundo lugar y hubiera ganado de no ser porque estuvo evitando volver a encontrarse con aquel lobo gris. Al menos le consoló haberle ganado a Luck, que llegó cuarto.

Su equipo recibió el segundo premio: cincuenta dólares y una botella del mejor vino del país. Le dieron treinta dólares a Ethan ya que detestaba el vino y no lo probaría siquiera.

Isabela acompañó a Ethan a uno de los vestidores para que se destransformara. Después de ponerse su ropa, se colocó el collar que había usado para la carrera, un collar con cadena de plata y un dije grande con una gema de lapislázuli, el cual apreciaba mucho por ser el único recuerdo que le había dejado su madre.

Salió vestido y muy agotado por el esfuerzo.

—Ah... ya vuelves a tu forma humana... —se quejó Isabela decepcionada por dejar de ver al hermoso lobo blanco. Ethan bufó un poco molesto—. Ok... ya no digo nada. —Ambos salieron al patio para encontrarse con sus amigos.

—Me siento tan cansado... —confesó Ethan, sentándose en un banco cercano.

—Es normal, la transformación es muy cansada para un beta —aseguró Adrián—, y más si no acostumbras a hacerlo.

«Si esa fuera la razón...», pensó el omega. La verdad era que huir de aquel alfa por todo el bosque, en contra de sus instintos, lo había agotado inmensamente.

—Estuviste genial, ya te lo dijimos, pero de nuevo, gracias por esforzarte tanto. —Marco lo abrazó por el cuello con delicadeza y cariño.

—No fue nada, pero me hubiera gustado ganar. Hablando de eso, ¿quién ganó? —quiso saber, ya que cuando llegó, el ganador ya se había retirado.

—Un grupo de alfas, también estudian nuestra carrera y en el mismo año, pero están en la clase 1-2 —informó Mario. Ellos pertenecían a la clase 1-1 y no tenían los mismos horarios ni profesores, por lo que se veían muy poco entre sí.

—Son esos de allí —señaló Isabela a un grupo de alfas. Al mirar, el corazón de Ethan dio un sobresalto, de nuevo era aquel alfa llamado Selim, estaba rodeado de otros alfas, quienes lo felicitaban.

—El alfa de en medio fue el que participó como lobo y ganó el juego —explicó Mario—, su nombre es Selim y jamás deben acercarse a él —advirtió. Ethan estaba por preguntarle la razón de tal advertencia, cuando vio que Luck se acercaba al tal Selim abrazándolo por los hombros, con una complicidad de amigos cercanos—. Y... esa es la razón —espetó.

«No puedo creer que te guste ese idiota», reclamó a su omega.

«No lo conoces», respondió molesto por el apresurado juicio de Ethan.

«Y tú tampoco. Si está con Luck, es como él».

—Dime con quien andas... —habló Ethan en voz alta, sin darse cuenta.

—Y te diré quién eres —concluyó Isabela. Todos miraban con desaprobación a aquellos alfas.

La fiesta que culminaría con la gran celebración de Bilmek se realizaría por la noche dentro del campus, en todas las facultades. Y nadie había perdido la oportunidad de asistir a ella, Ethan y sus amigos menos que nadie, llegaron puntuales al lugar, después de vestirse apropiadamente para la ocasión.

Una fiesta tradicional con música folclórica que mezclaba las culturas de los pueblos originarios que llegaron al país de Altharwa hace cientos de años: turcos, árabes, griegos y varios pueblos del Medio Oriente.

Canciones sin letra, de fuerte carga emotiva, improvisadas, que promulgaban su voz a través de instrumentos como el laúd árabe, tambores, platillos, panderos, la cítara: un instrumento de cuerda parecido al arpa, y la zurna: instrumento de viento como el oboe.

Los estudiantes se juntaban alrededor de las fogatas para calentarse, otros bailaban, disfrutaban del banquete lleno de delicias y dulces tradicionales y otros solo conversaban.

—Te ves hermosa, Isabela —alagó Marco al ver a su amiga vestida con un hermoso vestido sin mangas, de color palo de rosa, que cubría la totalidad de sus piernas y pies, adornado con detalles de encaje y acabados dorados. Su cabello largo y rojizo, decorado por un tocado de brillantes, con un velo a juego con el atuendo. Los jóvenes a su alrededor, principalmente los alfas, quedaban impresionados al ver tal belleza entrar en la facultad.

—Gracias, chicos, ustedes no se ven nada mal —acotó ella, mirando a sus amigos. La vestimenta de los hombres constaba de: un pantalón recogido en la parte de los tobillos y bombacho en la zona media, con un cinturón ancho de vistosos colores, camisa blanca y un chaleco adornado—, parecen príncipes.

—El único que parece príncipe es Ethan, mírenlo. —Adrián lo señaló y este se sonrojó por la vergüenza.

Estaba vestido de seda fina color azul marino y acabados dorados, su cinturón plateado resaltaba su figura delgada, pero bien trabajada. Sus muñecas adornadas por brazaletes de oro. Bajo la luz blanca de los reflectores que brindaban claridad a todo el campus, Ethan, como un ángel, destacaba entre todos los hombres por su apariencia tan deslumbrante, elegante y seductora.

—Vaya... ¿qué tenemos aquí? —Luck apareció para molestar al grupo. Ethan se sobresaltó al verlo, con temor de que también apareciera Selim. Para su alivio, Luck estaba solo.

—Luck, ¿se te perdieron tus perros falderos? —se burló Mario, pero Luck no se molestó y siguió hablando.

—Isabela... estás tan bella está noche, ¿te gustaría bailar? —pidió con un falso tono de cortesía, pero mirándola con lujuria.

—Disculpe usted, joven, pero la dama está acompañada. —Un alfa muy alto, de aproximadamente treinta años, apareció detrás de Isabela poniendo una mano en su cintura. Se expresaba con finura, pero su tono de voz demostraba su molestia. Luck se quedó helado, en una lucha cuerpo a cuerpo, no podría ganarle a aquel hombre tan imponente—. ¿Bailamos, amor?

—Claro, amor. —Isabela se marchó junto con su novio a la pista de baile.

—Como vez, Luck, ya no tienes nada que hacer aquí, largo —ordenó Ethan con desdén.

—La chica se fue, pero tú sigues aquí principito y no estás nada mal... —insinuó el alfa tomándolo de la muñeca.

Antes de que Ethan pudiera actuar, Mario se abalanzó sobre Luck, derribándolo.

—¡Maldito idiota! —gritó mientras estrangulaba a su primo debajo de él.

—¡Mario para! —pidió Ethan tirando de él para que se levantara y soltara al alfa; con ayuda de Marco, lo consiguió.

—Primo... te estás sobrepasando conmigo y sabes que no te conviene —amenazó Luck, levantándose del suelo.

—Luck, si te vuelves a acercar a uno de nosotros, en especial a Ethan, te mataré —advirtió Marco, furioso—, no solo Mario tiene ganas de partirte la cara.

—De acuerdo... —dijo Luck con una sonrisa descarada—, nos vemos luego, principito.

—¡Maldito idiota! —espetó Ethan con los puños cerrados por la rabia.

—Olvidémonos de él —pidió Adrián—, no dejemos que nos arruine la fiesta. Mejor tomemos el ejemplo de Isa y bailemos, ¿saben bailar dabke?

—La pregunta sería: ¿quién en este país no? —alegó Marco ya más animado—. Vamos.

Los cuatro chicos se unieron a uno de los cuatro círculos de baile, con más de veinticinco personas en cada uno. El dabke, era una danza grupal en la que participaban tanto hombres como mujeres de todas las castas, sin distinción. Bailaban con las manos entrelazadas, perfectamente sincronizados, siguiendo un juego de pasos, zapateado y saltos.

En el medio del círculo, varias personas danzaban con los brazos extendidos, ejecutando complicados pasos, agitando, al ritmo de la animada música, un pañuelo de vistosos colores, chasqueando los dedos y aplaudiendo. Cruzándose entre ellos, para poder bailar por toda la pista que formaba el círculo de personas alrededor.

Cuando la música cambiaba el ritmo, las personas del interior del círculo elegían a alguien para que tomase su lugar, entregándoles el pañuelo de colores.

Así se les cedió el turno de danzar en el centro a Mario, Marco y Adrián. Ethan quedó todavía formando el círculo, bailando tomado de las manos de dos alfas, una de las pocas ocasiones que se permitía tocarlos, sin sentir repudio.

—Hola —saludó amable el alfa de su derecha. Ethan cayó en cuenta de que era un chico de su clase.

—Hola —dijo sin más, puesto que no recordaba su nombre, no era un amigo de Luck, solo un chico con el que casi nunca cruzaba palabra.

—Veo que eres muy popular entre los alfas —afirmó este con una sonrisa ladina.

—Imaginaciones tuyas —aseguró Ethan, restándole importancia y esperando que su compañero no continuase con ese asunto.

—¿No me digas que no has notado cómo te miran?

—Como dije, es tu imaginación, soy un beta y soy hombre —refutó como si solo eso fuera suficiente para explicar, algo obvio. El alfa estuvo a punto de reírse a carcajadas, pero se contuvo por respeto a la danza que perpetuaban.

—Ethan... a un alfa no le importa si eres hombre o mujer, solo nos fijamos en la casta, mientras seas atractivo y no pertenezcas a la nuestra, estarás en la mira de cualquiera —afirmó—. Además, ustedes, los betas, son un poco extraños.

—¿Extraños? —Ethan se esforzaba por hablar y bailar al mismo tiempo, sin errar los pasos.

—Sí... —El alfa detuvo su hablar un momento, intentando encontrar las palabras necesarias para expresar su idea—: No están bien definidos como nosotros. —Ethan lo miró sin comprender y un tanto molesto—. Un alfa, sea hombre o mujer, siempre es grande y fuerte. Un omega, hombre o mujer, siempre es delgado y tiene pinta de inocente o frágil. —Ethan gruñó por lo bajo al ser considerado frágil—. Sé que suena a estereotipo, pero es la verdad —continuó—, es nuestra naturaleza. Pero un beta no, un beta puede ser como quiera, más bien como la naturaleza lo quiera hacer. Por ejemplo: tu amiga Isabela, es preciosa y muy femenina, pero conozco a una chica beta que parece alfa, grande y tosca.

—Sé a lo que te refieres, pero aún no sé cuál es tu punto con ello —habló, pero el alfa lo ignoró y continuó:

—Mira a tus amigos: Mario y Marco, son atractivos, atraen a omegas; diría que más que varios alfas del lugar. Adrián está en la mitad, es atractivo para los omegas, pero también para alfas, aunque pocos, principalmente atrae a mujeres alfas.

Ethan observó a sus amigos, entendiendo lo que el alfa le decía. Marco era un beta bastante alto, con un cuerpo muy trabajado, cualquier omega se sentiría atraído por su profunda mirada. Mario, aunque era delgado, su cara reflejaba virilidad, tan atractivo para las mujeres betas y ciertos omegas, por la elegancia de puma con la que se movía, siempre cauteloso y serio. Adrián, un beta promedio, rubio, que expresaba alegría.

—Tú eres el otro extremo —siguió el chico—, eres un beta que atrae a los alfas, aunque seas hombre y sea imposible procrear contigo. Los alfas no te buscarán para compañero de vida, claro, pero sí para pasar un buen rato. Debes admitir que eres muy atractivo y le gustarías a cualquiera.

—¿También a ti? —lo provocó Ethan, a lo que el chico dejó escapar una risita.

—No, admito que tu apariencia es muy agradable a la vista y si fueras omega serías perfecto, pero yo estoy feliz con mi omega —declaró el alfa sorprendiéndolo.

—Un alfa respetable. Felicidades, ya quedan pocos de tu tipo. Como sea... no considero que yo atraiga la atención como tú dices —negó Ethan, fallando un paso y descoordinándose con los demás por un segundo, pero rápidamente recuperó el ritmo.

—Entonces estás ciego. Fíjate, desde que entraste a bailar, los alfas en el centro solo te miran a ti y se lucen por ti. —Miró a su alrededor y notó las miradas penetrantes de varios chicos—. Si no me crees, espera a que te toque bailar al medio.

El alfa no dijo más ya que los bailarines centrales cedieron su puesto a los siguientes danzantes y uno de ellos entregó un pañuelo dorado a Ethan. Sin más remedio, lo tomó y empezó a bailar en medio de todos.

No tardaron en rodearlo varios alfas, bailando y mostrándose ante él, Ethan se sentía muy avergonzado por ser el centro de atención, aun así, siguió bailando con elegancia y estilo; conocía y amaba esa danza, no dejaría que nada la arruinase.

O eso pensaba, hasta que unas cinco personas más se unieron al círculo, entre ellos Selim, el alfa que su omega había reconocido como su soulmate.

«Mierda y ahora qué...», pensaba preocupado.

«Pues baila», respondió su omega, «baila mejor que antes».

«No soy una exhibición», protestó, pero, aun así, sin poder evitarlo, obedeció a su parte animal.

Bailó mejor que nunca, tan elegante que fascinaba a todo el que lo veía, pero siempre intentando no cruzar miradas con Selim, pues cuando lo hacía, descubría que este también lo miraba.

La música cambió de ritmo y los bailarines centrales entregaron su pañuelo a quien tuvieran en frente; Ethan se lo dio a un beta que estaba a un lado de Mario, así tomó su lugar, sintiéndose más cómodo estando junto a uno de sus amigos, y lejos del alfa a quien trataba de evitar.

—¿Te diviertes? —preguntó Mario.

—Bastante, ¿y tú?

—Sí, no está mal. Por cierto, si te llegaran a incomodar estos idiotas, quiero que me avises —ordenó, serio, al notar que muchos aún tenían la mirada puesta en Ethan.

Siguieron bailando, tomados de las manos, en ocasiones el ritmo de la música bajaba, para evitar que los bailarines se cansaran. El dabke era un baile muy largo, de resistencia y unión.

De nuevo le pasaron un pañuelo a Ethan para bailar en el medio, lo aceptó con todo gusto, los brazos le empezaban a doler por no poder moverlos con libertad en el círculo, puesto que siempre debía estar tomado de las manos de alguien más. En el medio, el baile era más libre y dejaba expresarse mejor.

—No lo haces nada mal, Little White Wolf.

Ethan no se había dado cuenta, pero Selim también había entrado a bailar en el medio, se había acercado por detrás y con una vuelta elegante quedaron frente a frente. Su corazón saltó del susto por volver a escuchar su voz, su omega saltaba de felicidad al volver a ver esos ojos dorados justo frente a él. Sentimientos que no hubiera podido ocultar de no haber estado bailando. Intentó relajarse lo suficiente para responder:

—No considero que mi lobo sea tan pequeño para hacerme merecedor de ese apodo —objetó intentando sonar indiferente, cosa difícil considerando el frenético latir de su pecho.

—Pues no conozco tu nombre, little white wolf —alegó Selim, repitiendo el apodo, solo para molestarlo—. Mi nombre es Selim —informó esperando a que Ethan le revelara el suyo.

—Mi nombre no es de tu interés —espetó este con una sonrisa ladina y acto seguido, se alejó bailando.

Selim no lo siguió en el momento porque fue rodeado de chicas. Era un alfa apuesto y alto, popular entre los omegas por sus profundos ojos ámbar.

Ethan en unos instantes fue rodeado por alfas, en especial uno que empezó a hacerle plática. Sin saber si lo hacía por ser amable, o por provocarle molestia a Selim, o si lo controlaba su omega, empezó a tratar a ese chico con más interés del que sentía.

—¿Te importaría dejar de rondar a este chico beta? —pidió Selim. Se había acercado por detrás del alfa y a pesar de que Ethan lo había visto, no tuvo ninguna intención de moverse.

—Y tú quién te crees... —El chico no pudo terminar su frase, al voltearse se dio cuenta de quién era el que le hablaba y su expresión pasó de molesta a asustada—. Selim... no hay problema, los dejo —dijo por último y se fue bailando escuetamente.

—Agradecería que no espantaras a quien baila conmigo —reclamó Ethan al ver que los alfas y betas de alrededor miraban a Selim con recelo y hasta miedo.

—¿Me evitas? —quiso saber el alfa—, bailas con un alfa inferior, pero de mí, huyes.

—En primer lugar, yo puedo bailar con quien me parezca —debatió Ethan, molesto por la arrogancia de Selim—. Y segundo, estás olvidando que este no es un baile de parejas, es grupal.

—Como sea... quiero saber tu nombre —exigió Selim acercándose más a él.

—Pues no lo sabrás por mí —terminó Ethan y se alejó lo más rápido que el ritmo de la música permitía, sin desentonar en la danza.

Selim lo siguió y cuando estuvo a unos pasos de él, el ritmo musical cambió, dando la señal de cambiar de lugares. Ethan entregó el pañuelo y salió del grupo de baile, Selim no pudo verlo a tiempo y quedó atrapado en una nueva ronda de la danza.

Información: 

-Bilmek es la universidad más prestigiosa de todo el país, y la primera también, por lo que sus fiestas conmemorativas son de las fiestas más importantes del año y no solo asisten estudiantes, sino que toda la ciudad se reúne para disfrutar de esos días. Bilmek ofrece gran variedad de carreras, las ingenierías son las más cotizadas por su nivel académico, todos los hijos de los grandes empresarios desean estudiar en esta casa de educación, aunque es muy selectiva y muy costosa, entrar en ella es difícil y conseguir una beca es casi imposible.

-El dabke es una danza real de Palestina y de otros lugares más, que se adaptó para que cumpliera con el propósito en esta historia, así que tiene varias modificaciones.

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