No Es Tan Malo
Martes, 2 de marzo de 2021
La adrenalina que recorría el cuerpo de Ethan posiblemente había sido lo único que lo mantuvo de pie frente a sus enemigos. Fue un acto de valentía muy grande el haberlos enfrentado, a pesar de que él tenía toda la ventaja y el poder de hacer con ellos lo que desease. Sin embargo, verlos, escuchar sus voces, en especial la de Luck, lo transportó de nuevo a esa sucia casucha en medio de la nada. Se sintió indefenso otra vez.
Salir de ese lugar no mejoró su estado, en el ascensor creyó que iba a desmayarse, pero aguantó hasta que llegó al auto donde Iván lo esperaba para abrirle la puerta.
—Joven Ethan, ¿se encuentra bien? —preguntó el chofer al ver que tenía la mirada perdida y se tambaleaba al caminar.
Ethan no respondió, el beta tuvo que ayudarle a entrar en el auto. Una vez ahí, el joven se arrancó el antifaz y lo tiró a un lado. Al mirar sus manos notó que estaba temblando.
«Tú provocaste todo», las palabras de Luck resonaron en su cabeza, como una maldición, un fantasma que susurraba condenas. «Tú tienes la culpa de todo, todos los omegas son iguales». La voz siguió y siguió atormentándolo, llegando al punto donde Ethan, en un intento de callarla, cubrió sus oídos con las manos.
«¿Y si tiene razón?, ¿y si yo tuve la culpa?», comenzó a cuestionarse.
«No digas tales cosas», objetó su omega. «Eres inocente, somos inocentes».
Aún con los intentos de reconfortarlo por parte de su lobo, Ethan continuó pensando y cada vez se convencía más y más de que sí había tenido la culpa de lo que le había pasado. Por haber ocultado su casta ante todos, en especial ante Selim; si le hubiera dicho la verdad: que él era su alma mate, seguramente nada de esto estuviera pasando. Estaría con Selim, tal vez unidos por una marca, aunque esta no hubiera sido tan traumática, incluso pudo haber sido deseada. Porque, en los últimos días, antes de esa noche maldita, se habían sentido muy unidos, Ethan había llegado a considerar decirle todo antes de mudarse a Rusia. Pero todo tuvo que dar un giro espantoso.
«Alma egoísta». Recordó la predicción de la bruja de la playa. Ella también lo había acusado en ese entonces. «Alma oscura». Ahora todas esas palabras, profecías, parecían tener sentido, aunque solo en su mente.
—Joven, debe calmarse —habló Iván. Había entrado también en el auto y ahora estaba a su lado intentando hacer que Ethan volviera a respirar con normalidad. Parecía estar hiperventilando.
—Yo soy el alma oscura —afirmó, más para él que para el chofer, como si admitiera una verdad muy cruel—. Yo nací para sufrir y hacer sufrir —siguió murmurando cosas que para Iván no tenían ningún sentido.
Por eso decidió llamar a Kenny por el intercomunicador, para avisar del estado de Ethan a su tío. En poco tiempo Elías llegó a su lado, lo encontró en un estado lamentable, cubierto de lágrimas, en el suelo del auto y abrazando sus rodillas.
—¡Hijo mío! —exclamó Elías desesperado—. ¿Qué tienes?, ¿qué estás diciendo? —. Intentó comprender los murmullos y balbuceos que pronunciaba, pero Ethan no completaba ninguna oración—. Llama al doctor —ordenó a Kenny. Salió del auto dejando a su sobrino solo en el interior, no serviría de nada estar a su lado si no sabía cómo actuar ante esa situación—. Que me diga qué puedo hacer...
La orden se ejecutó de inmediato, desgraciadamente el médico no fue de mucha ayuda, pues no pudo recomendar ningún calmante, por el estado de embarazo de Ethan, y por teléfono tampoco era capaz de hacer nada más que indicar cómo lidiar con un ataque de pánico. Sin embargo, aconsejó que lo mejor era hacer que Selim Aslan lo calmara.
—¡Está loco! —gritó Elías al celular y lo tiró hacia atrás, Kenny logró atrapar el aparato antes que cayese al suelo—. Vamos a casa, es mejor que esté en un lugar tranquilo. — Subió al auto de nuevo, con mucho esfuerzo logró hacer que Ethan se incorporara en el asiento para ponerle el cinturón. Iván arrancó rumbo a la mansión.
—Yo tuve la culpa —habló Ethan, después de unos segundos—. Es mi culpa...
—¿De qué hablas? Hijo, el más inocente en esto, eres tú.
—Ya no lo escucho, ¡¿por qué ya no lo escucho?! —gritó golpeándose el pecho.
—¿Quién? ¿A quién no escuchas? —Elías sujetó sus manos para que no se hiciera daño.
—A mi lobo... ¿se fue? —preguntó el perturbado chico con los ojos vidriosos por las lágrimas. Su omega estaba presente, pero él no podía sentirlo porque lo estaba bloqueando de forma inconsciente—. Se fue porque yo tengo la culpa de todo, ¿verdad?
—No, él nunca te dejaría porque no es tu culpa —alegó Elías con la voz calmada, intentaba trasmitirle tranquilidad—. Los culpables pagarán, tú los harás pagar.
—No. —Ethan se sacudió del agarre—. Yo... ya no puedo. Quiero volver.
—¿A dónde?
—A la noche de la tormenta, en ese parque, por favor, quiero volver —suplicó desolado. Ese día había decidido no dejar que su propio soulmate lo marcara, ahora se arrepentía de esa decisión. Elías hasta deseó poder hacerlo, de verdad, quiso mover el tiempo atrás como su sobrino herido rogaba.
—Si pudiera, lo haría. —Lo abrazó con fuerza para evitar que se soltara. Al cabo de unos segundos, Ethan correspondió—. No tienes la culpa de nada. ¿Me oyes? No eres culpable.
—Lo quiero de vuelta —continuó Ethan hablando entre sollozos. De verdad estaba fuera de sí—. A ese Selim, lo quiero de vuelta, por favor has que regrese a mí. Yo lo quería tanto... como a nadie y él también me quería. Estoy seguro.
—No, Ethan, él no te quería —refutó Elías, sin saber que eso empeoraría todo—. Quien quiere no hace daño.
—No es cierto, ¡tú no sabes nada! —gritó su sobrino y se soltó del abrazo—. ¡A ti no te importa nada más que esa estúpida mafia!
—Por favor, cálmate.
Ethan no obedeció, al contrario, estalló en rabia. Gritaba y maldecía, intentó salir del auto en movimiento, por suerte el cinturón de seguridad evitó que lo hiciera. Estaba tan mal que se ocasionaba daño: clavando sus uñas en sus brazos, mordiendo sus labios que ya empezaban a sangrar. Elías no supo qué más hacer y le inyectó un tranquilizante que tenía en uno de los compartimentos secretos del auto. Al instante Ethan cayó dormido.
Al llegar a la casa, Elías lo cargó hasta la habitación, que permanecía exactamente igual a cómo la había dejado Ethan antes de irse. Lo puso en la cama y lo arropó.
—Mariana, manda a llamar al médico —pidió al ama de llaves, quien, preocupada, los había seguido hasta la recámara—. Que venga pronto, dile que le tuve que poner un tranquilizante. Temo que eso tenga consecuencias.
—Ahora mismo, señor. —La mujer se retiró a toda prisa.
—Selim —murmuró Ethan aún dormido. Claramente tenía pesadillas.
Elías se preguntó si la idea de traer a Selim Aslan para que lo ayudara era tan mala como pensaba. Al fin y al cabo había funcionado una vez, aunque por eso mismo había despedido a Yarine y a Sergei.
El doctor llegó pronto, lo revisó y constató que estuviera bien. El tranquilizante que se le había suministrado había sido uno instantáneo, pero bastante leve, por lo que no debería afectar al embarazo; aun así el profesional insistió en que lo mantuvieran vigilado, ya que los omegas eran muy susceptibles a los cambios en su organismo. Elisa fue notificada de todo y enseguida llegó para cuidarlo. Estaba furiosa con Elías por someter a su hermano a tales cosas.
No pasaron ni dos horas para que Ethan despertara, asustado, sudando por las pesadillas que había tenido. Continuaba temblando, con la respiración agitada, aún inmerso en otro ataque de pánico. Todavía no podía escuchar a su omega, casi ni lo sentía.
«Morirás sin saber lo que es la felicidad», volvió a escuchar la voz de la bruja.
«¿Por qué tengo que recordar esto ahora?», reclamó a su propia mente.
—Hermano —dijo Elisa, después de salir del cuarto de baño—. ¿Cómo estás? —No necesitó la respuesta para saber que no estaba nada bien: volvía a hacerse daño a sí mismo con las uñas y lloraba sin parar. Y no podía hacer nada para ayudarlo—. ¡Mariana! —gritó llamando a la mujer—. Dile a Elías que envíe a Selim aquí —ordenó, la empleada se mostró reacia a cumplir el pedido—. Es lo único que se me ocurre porque no voy a permitir que lo vuelvan a sedar. ¡Muévete!
Sin saber si su petición iba a ser escuchada o no, Elisa intentó ayudar a su hermano, pero él rechazó todo contacto y se puso agresivo cada ver que lo tocaba. Hasta que Elías ingresó con Selim Aslan esposado y sujetado por dos hombres betas.
—Maldita sea, más vale que esto funcione, Elisa —advirtió el Jefe, antes de dar la orden de liberar las manos del alfa—. Y tú, idiota, si intentas algo estúpido, te mato —amenazó a Selim con la pistola en su cabeza—. Elisa —llamó y le lanzó otra arma—. Vigílalo y si es necesario disparas.
Asustada, Elisa accedió, no era la primera vez que sostenía una pistola, pero sí la primera vez que lo hacía con la verdadera intención de disparar. Elías salió dejándolos solos.
—Me sentaré en el sofá, no te quitaré los ojos de encima —avisó Elisa a Selim—. Ayúdalo.
El alfa, con cautela, se acercó a Ethan, estaba abrazando a sus piernas, sobre la cama. Le partió el corazón verlo en ese estado, aunque en el fondo se alegró por verlo otra vez.
—Ethan... —susurró posando una mano sobre la de él.
—¡No me toques! —gritó alejándose todo lo que pudo—. ¡No vuelvas a tocarme! Luck Werner...
—¿Qué? No, Ethan mírame, soy yo. —Ethan se levantó de la cama y corrió hasta la ventana, estaba aterrado—. ¡Ethan! —exclamó Selim, sujetando sus muñecas para que no lo golpeara y obligarlo a mirarle a la cara. Elisa estuvo a punto de intervenir—. Mírame, soy Selim...
—¿Selim? —dijo Ethan mirando sus ojos dorados—. Selim... —Se tranquilizó al reconocerlo. La alucinación con Luck Werner se esfumó.
—Sí, soy yo. —El alfa exhaló un suspiro de alivio, lo abrazó y cayeron al suelo ambos derramando lágrimas sin contenerse—. Ethan, mi omega.
—Selim, ¿por qué me traicionaste? —soltó este de pronto—. ¿Por qué tenías que hacerlo?
—Yo...
—Yo sí te quería. No a ti, al Selim que eras antes. Yo quise mucho al Selim que me dio esa pulsera. Ese Selim, ¿era solo una mentira?
—No, claro que no —alcanzó a decir Selim con la voz entrecortada, ahogada por el nudo que se formaba en su garganta—. No...
—¿Puedes traerlo? Solo una vez, solo por hoy, lo necesito —suplicó Ethan sin dejar de mirar los ojos tristes que una vez lo miraron con felicidad e ilusión. Recordó a la madre que le rogaba por la vida de su hijo, tenían los mismo ojos.
—Siempre estaré contigo —aseguró el alfa de ojos de oro y besó su frente con delicadeza.
—¡Mentira! —gritó Ethan, preso de la rabia—. ¡Maldita sea, todo es una asquerosa mentira! Tú me quitaste todo en el mundo, me quitaste mi vida, me entregaste a esos malditos. Es tu culpa, no la mía. —Golpeó el pecho de Selim con bastante fuerza, en unas horas aparecerían varios moretones. Ethan en ese momento necesitaba aliviar su alma y convencerse de que las voces que le culpaban de todo mentían; qué mejor que responsabilizando a alguien más—. Devuélveme mi vida, regrésame a mis amigos, mi felicidad. Si sigo así, moriré.
—No digas eso... no quiero que mueras.
—Por favor... —Parecía estar perdiendo las fuerzas—. Te lo suplico, devuélveme mi vida o mátame, ya no puedo con esto.
Selim no pudo decir nada más, el llanto no se lo permitió, solo pudo escuchar en silencio las súplicas y reclamos, hasta que Ethan pudo calmarse. Se quedó dormido sobre el pecho del alfa, con una expresión más serena, se había desahogado como hacía mucho no lo hacía.
—Lo llevaré a la cama —avisó Selim a Elisa, para que ella no reaccionase mal, no vaya a ser que disparase; parecía estar muy nerviosa con él arma en las manos. Después de obtener su aprobación, él lo cargó y con suavidad lo dejó sobre la cama—. ¿Por qué se puso así? —pidió saber.
—Porque se le ocurrió ir y confrontar a esos malditos antes de enviarlos a la cárcel —respondió Elisa.
—¿A la cárcel? Estaba seguro de que los matarían.
—No te vas a librar de la muerte, si eso es lo que piensas —dijo cortante.
—Ni siquiera se me pasó por la cabeza. —Selim tenía muy claro lo que pasaría con él una vez que el bebé que Ethan esperaba naciera.
—Bien, ahora sal de aquí —exigió la hermana de Ethan—. Ya cumpliste tu objetivo.
—¿Puedo quedarme un momento más? Por favor, solo quiero verlo dormir. No me acercaré.
—¡Guardias! —gritó llamando a los hombres que cuidaban la puerta, quienes entraron en el acto—. Llévenselo.
—No, por favor... —imploró Selim, pero en unos momentos ya estaba sujetado por dos betas y siendo sacado de la habitación.
Mas, antes de que atravesaran la salida, Ethan pronunció el nombre de Selim y parecía estar inquieto, como si fuese a despertar o tuviese una pesadilla.
—Suéltenlo —mandó Elisa—. Mi hermano está calmado ahora, ¿intentas quedarte haciendo que se vuelva a alterar? —reclamó sujetando a Selim del cuello de la camiseta.
—No lo puedo evitar —alegó este, volviendo junto a Ethan para sostener su mano, de inmediato el omega se calmó—. Y no soy yo, él necesita estar conmigo.
—Eres muy arrogante —habló ella con desprecio—. Llamen a Elías —pidió a los hombres.
Cuando Elías llegó, estaba furibundo por ver a Ethan tan cómodo cerca de Selim, aunque también le resultó reconfortante verlo descansar. Ni el calmante había podido lograrlo.
—Debe quedarse con él —expuso Elisa, en voz baja para que solo su tío la escuchara—. Estoy segura de que eso es lo que Ethan quiere.
—Aunque no lo creas, ya lo estaba meditando. Pero sigue sin gustarme la idea.
—Es necesario, míralo. —Ella señaló a su hermano dormido.
—Bien —aceptó Elías con resignación—. Selim Aslan. —Ante el llamado, el chico, que había estado arrodillado junto a la cama de Ethan, se puso de pie—. Puedes quedarte. — Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Selim—. Pero tomarás esto —indicó el jefe mostrando unas pastillas que había sacado de su bolsillo.
—No voy a tomar nada —negó Selim, temiendo lo que pidieran ser esos medicamentos.
—Son pastillas para dormir, el doctor dijo que son muy fuertes y tú tomaras tres, mejor cuatro.
—No lo haré. —Al mirarlo más detenidamente se dio cuenta de que conocía ese medicamento, lo tomaba su madre, una sola de esas bastaba para que alguien durmiera toda la noche sin posibilidad para despertar. La dosis que querían darle era extrema.
—Entonces regresa a tu sucia celda. —Elías se encogió de hombros—. Tú decides.
—Tomaré una —intentó negociar el prisionero—. Cuatro pueden matarme.
—No exageres, eres joven, no pasa nada si tomas dos o diez. —Esa afirmación podría ser correcta si Selim no estuviera tan débil como lo estaba ahora. Ya había pasado un mes desde que estaba encerrado, sin alimentarse bien—. Tomarás dos.
Selim aceptó solo porque detestaba la idea de dejar a Ethan después de una crisis tan grande como esa. Sabía que lo necesitaba, se necesitaban el uno al otro. Tomó las pastillas y lo revisaron bien para asegurarse de que las hubiese tragado. Después de unas cuantas amenazas más, Elías se marchó. Elisa se quedó, hasta que las pastillas hicieran efecto.
—¿Puedo acercarme más a él? —preguntó Selim con cautela. Ella asintió.
Selim se sentó en la cama apoyándose contra el espaldar, tomó la mano de Ethan, la mano que, la última vez que lo había visto, sangraba, ahora solo tenía una cicatriz sobre la línea de la vida. De pronto se sobresaltó cuando Ethan se volteó y lo abrazó de la cintura, aún dormido.
—¿Te están haciendo efecto las pastillas? —cuestionó Elisa, inquieta por los actos de su hermano.
—No lo sé, creo que sí. —El chico empezó a sentirse extraño, un poco adormilado—. Cuando muera, tú lo vas a cuidar, ¿verdad? —soltó de pronto.
—No vas a morir por unas pastillas. No seas ridículo.
—No por las pastillas —negó. Elisa supo a qué se refería—. Cuando muera, Ethan va a sufrir. ¿Puedo pedir que no lo dejes solo? No permitas que se quede con los Orlov.
—Yo tampoco quiero que eso pase, pero es su decisión. Aunque tengo algo de esperanza.
—No será feliz... —murmuró Selim con lentitud, parecía que comenzaba a quedarse dormido—, con esas personas...
—Duerme, Selim —recomendó la joven y eso hizo él: cerró los ojos hasta hundirse en un profundo sueño—. Dormirás hasta mañana.
Sin más, Elisa también se fue, no había peligro de dejarlos solos porque, aunque quisiera, Selim no podría hacer nada e Ethan parecía estar bien con él.
Las horas pasaron en la calma de la noche, con el viento soplando fuerte afuera de la ventana, el cielo estrellado y la compañera fiel de la Tierra: la hermosa Luna, brillando en todo su esplendor. El frío era palpable, pero en la gran habitación, en esa cama que era más grande de lo necesario, la calidez de dos almas se complementaba para encontrar la paz, aunque fuera pasajera.
Un pequeño pajarillo y su canto mañanero fueron los responsables de terminar con el sueño de los destinados a estar juntos, despertó a Ethan a eso de las ocho de la mañana. Al abrir los ojos se asustó por ver la cara de Selim a su lado, con la mejilla recostada en la almohada, inmerso en un profundo sueño.
«¿Otra vez?», pensó, «¿cómo permití esto?».
«No recuerdo nada de lo que pasó, así que no vayas a culparme», alegó su lobo. Ethan sintió un gran alivio al escucharlo de nuevo, aunque sus recuerdos eran borrosos, sintió que ayer le había hecho mucha falta.
«Bueno, no es tan malo», se permitió admitir con una sonrisa en los labios, mirando al alfa dormir.
«No, no lo es», concordó el omega.
Con su dedo índice recorrió el rostro de Selim, admirando su innegable belleza, a pesar de estar muy demacrado. Apartó unos cabellos rebeldes que caían sobre sus ojos, se dio cuenta de que también había perdido el brillo y sedosidad de su cabellera castaña.
«Es la sombra de lo que era», concluyó con un dejo de culpa.
El olor a menta y limón llenó sus fosas nasales, un olor que siempre le había gustado, único en él: ningún otro olor lo había cautivado tanto en toda su vida. Recordó que nunca le había dicho que le gustaba, más bien, que le fascinaba todo de él: su olor, su cara, su cuerpo, su voz, su forma de ser. Todo le parecía perfecto, hasta que ese ser maravilloso se convirtió en un monstruo.
Esos pensamientos lo hicieron alejarse, estaba admirando y tocando a uno de sus enemigos.
«Él también te violó».
Se levantó de la cama de inmediato después de escuchar esa asquerosa voz en su cabeza. Se dio cuenta de que había dormido con la ropa del día anterior, así que buscó algo más cómodo y se cambió en el baño, no se atrevió a ducharse, por miedo a que Selim despertara. Al salir, el alfa seguía en su cama, sin signos de despertar pronto. Notó que estaba fuera de las cobijas, vestido con un pantalón holgado y bastante viejo, además una camiseta blanca de mangas cortas. Tiritaba de frío y aun así no despertaba.
—¿Te dieron algo para dormir? —preguntó Ethan aunque sabía que no le iba a responder—. Supongo que así fue o no estarías aquí. —Lo cobijó con una manta que sacó de su closet—. ¿Debería hacer que te saquen? —meditó esa posibilidad—. No, mejor descansa bien por hoy.
Se puso a ver una serie, tumbado en el sofá, no le prestó nada de atención a la televisión, pero no podía hacer nada más. Si salía de la habitación obligarían a Selim a volver al sótano. Y por ahora lo quería mantener cerca. Además, lo sucedido la tarde anterior amenazaba con descomponerlo otra vez, pero no lo permitió, mejor se puso a pensar en lo bien que se había sentido al ver a Luck Werner ser golpeado hasta que había quedado muy mal. Toda la escena había sido espantosa, pero extrañamente se había sentido bien, la sensación de ser el dueño del mundo le fue muy satisfactoria, más de lo que hubiera imaginado.
Unos golpes ligeros en la puerta lo sacaron de sus pensamientos, era Mariana que, después de saludarlo, entró.
—Joven Ethan, me alegra mucho verlo mejor —dijo con alivio.
—Muchas gracias, Mariana —habló Ethan dedicándole una sonrisa sincera y se abrazaron con cariño. Que la mujer fuera una especie de espía no quitaba que hubiese criado a Ethan y eso él lo agradecería siempre—. Ya me encuentro bien, no te preocupes.
—Oh... —La mujer se percató de que Selim estaba en la cama—. Debió haber llamado a los guardias para que lo sacaran, me encargaré de eso. —Ethan la miró fijamente sin decir nada, ella comprendió el mensaje—. No quiere que lo haga. —Él asintió—. No lo haré, no se preocupe.
—Gracias, cuando despierte haré que lo saquen, lo prometo.
—Como guste, joven. Vine aquí para preguntarle qué desea de desayunar.
—Nada, no tengo hambre.
—No es una opción, debe alimentarse, aunque sea un poco —recomendó Mariana preocupada.
—Es que tengo náuseas, solo no vomito porque no tengo nada en el estómago.
—Aun así... Hagamos una cosa, usted come algo ligero, a cambio yo no diré nada a su tío sobre que ese alfa se encuentra aún aquí.
—¿Me estás chantajeando? —preguntó Ethan sin poder contener una pequeña risa—. Tú ganas, pero solo trae frutas.
Mariana no se demoró ni quince minutos en aparecer otra vez en la habitación, con una bandeja llena de platos con frutas, entre ellas muchas uvas. Ethan comió poco, bajo la atenta mirada de la señora.
—¿Cuánto tiempo más va a dormir? —pidió saber Ethan, señalando al alfa.
—No debe tardar en despertar, no estoy segura —contestó la mujer pensativa—. ¿Quiere que me quede con usted hasta que eso pase?
—No —afirmó Ethan y apartó la bandeja, dando a entender que estaba satisfecho—. Puedo ocuparme de eso, además él no se atrevería a hacerme nada. —Mariana puso una cara de desconfianza—. No con esto en mis manos. —El chico indicó la pistola que cargaba en el cinturón.
—Me agrada que sepa defenderse, joven, pero no olvide que tiene guardias en la puerta que lo cuidan siempre —dijo Mariana por último y se marchó con las sobras de comida.
Ethan se acercó a Selim con cautela para observarlo dormir, el chico se quejaba y gesticulaba como si algo malo le pesara.
—No soy el único que tiene pesadillas —dijo Ethan sentándose a su lado—. Selim, me pregunto si sueñas con lo que me hiciste...
De pronto Selim comenzó a murmurar, al principio palabras ininteligibles, pero luego dijo:
—Madre... madre... —Eso sorprendió mucho a Ethan.
«¿Sueña con esa mujer?», pensó recordando a la omega que lloraba a mares por su hijo, que había sido tan valiente para aparecer en la presencia de su tío solo para suplicar clemencia.
—No... —continuó Selim quejándose, mientras una lágrima solitaria rodaba por su mejilla.
—No llores —ordenó Ethan capturando aquella lágrima con su dedo índice—, ¿qué derecho tienes de hacerlo? —resopló frustrado—. Como si yo tuviera la culpa...
«Tú tienes la culpa», volvió a oírla, la voz de su más grande enemigo. Cubrió sus oídos como si eso pudiera ser de alguna ayuda.
«¿Cuánto más me castigarás con eso?», reclamó sin saber exactamente a quién estaba demandándole paz, ¿a sí mismo?, ¿a su omega?, ¿o tal vez a un ser supremo en el que ni siquiera estaba seguro de creer?
El timbre de su celular, que estaba sobre la mesita de noche, interrumpió el hilo de sus pensamientos, lo que en realidad fue un alivio. Al revisarlo notó que era una llamada de Mario, se maldijo por haberle dicho que podía comunicarse con él y también por no haber puesto en silencio el aparato que sonaba demasiado alto, temió que despertara a Selim, así que sin más demora contestó.
—¿Ethan? —habló Mario, al otro lado de la línea, con tono inseguro—. ¿Hola?
—Hola, Mario —respondió Ethan apático—. ¿Qué se te ofrece?
—Creí que no ibas a contestarme. —Mario suspiró aliviado y bastante alegre—. No sabes lo feliz que me hace escuchar tu voz otra vez.
—También me alegra que hablemos —mintió Ethan, la verdad era que no había pensado en él hacía mucho tiempo—. ¿Cómo has estado?
—Eso no importa, yo quiero saber cómo estás tú.
—No, no quieres saberlo.
—Me gustaría estar ahí contigo, apoyándote. O quisiera haber podido asesinar a mi primo yo mismo y a todos los demás. Son unos mal nacidos y...
—Mario —lo interrumpió—, no quiero hablar de eso.
—Lo entiendo y lo siento, es solo que me siento horrible por todo esto. Me gustaría estar contigo, aunque eso no se va a poder ¿verdad? —supuso el beta.
—Ya estás enterado de todo, no es necesario que diga por qué no puedo salir a ningún lugar.
—Aunque tenía mis sospechas acerca de tu extraña familia, no podía imaginar quién resultaste ser en realidad. —Mario soltó una risita inconsciente, se arrepintió de inmediato al creer que ese no era un tema como para bromear.
—Ni yo me lo podía creer cuando me enteré. —Ethan también sonrió y al notar su tono más relajado Mario quedo aliviado—. Imagina, un día era un omega rechazado por su familia y al otro me dicen que soy un Orlov —dejó escapar una risa.
—Y no cualquier Orlov, el heredero de todo. ¿Sabes cuánto poder tienes en el mundo?
—No me he puesto a pensar en eso, no he tenido cabeza. Además, aún no estoy seguro querer ser uno de ellos, menos su jefe. —Eso le recordó a Ethan que tenía varias cosas que aclarar con su tío.
—No te puedo decir qué deberías hacer, no puedo aconsejarte con eso. Pero sí te digo que hagas lo que creas mejor para ti, sin presión, tienes derecho a vivir tu vida como quieras —alegó Mario con un tono dulce y tranquilizador.
—Gracias, Mario, debo pensar mucho en eso porque es una decisión demasiado importante. No sé si pueda ser bueno en algo como eso.
—Bueno, si me permites decir, tú serías un excelente jefe, de por sí antes ya tenías ese aire de mafioso —se burló recordando el porte con el que se manejaba Ethan de vez en cuando—. Además, eres muy inteligente y astuto, tienes el carácter. Creo que naciste para eso.
—No sé si nací para eso, pero toda mi vida fui entrenado para hacerlo. Rechazarlo sería como si le diera la espalda a todo lo que mi madre quería para mí.
—Tu madre querría que hicieras lo que tú quisieras, de lo contrario no te hubieran ocultado tu identidad —argumentó Mario. Ethan no lo había visto desde ese punto, tenía razón—. A pesar de todo eso y aunque suene egoísta, confieso que yo sí quisiera que fueses el Jefe de los Orlov, sería un placer hacer negocios contigo —dijo confundiendo a Ethan.
—¿A qué te refieres?
—Creí que lo sabías. Trabajaremos para ustedes de ahora en adelante. —Ethan abrió mucho los ojos al escuchar eso, sorprendido no pudo decir nada hasta unos segundos después.
—¿Te refieres a la compañía Werner? Tenía entendido que estaban aliados con los italianos.
—Nos quitaron su apoyo después de que mi tío les pidiera que los atacaran a ustedes para salvar a su hijo —explicó Mario—. Ellos no estaban dispuestos a ir a una guerra con los Orlov por un simple peón, nunca fuimos muy importantes para ellos, no como lo son los Aslan.
—Pero los Aslan también son aliados nuestros, más bien, lo eran. —Ethan se recriminó el nunca haberse interesado en saber más acerca de todas esas mafias que inundaban el país, solo sabía lo básico, si hubiera sabido que un día tendría que gobernar una de esas organizaciones... —¿Crees que intentarán algo para recuperar a Selim? —preguntó mirando al alfa quien seguía profundo. Rememoró que el día anterior el padre de Selim había amenazado con hacer algo, había dicho que las cosas no se quedarían de esa manera.
—No puedo asegurarlo, pero no lo creo. Por años se han mantenido en una relativa paz, no les convendría. Los Aslan eran importantes para ellos, al igual que para ustedes, porque actuaban como mediadores entre ambos, ahora que los Orlov les dieron la espalda, no sé qué tanto valgan la pena los Aslan para los italianos. Por lo que sé, estos tienen muchos aliados en este país, no les importaría mucho perder unos cuantos.
—Entiendo, por eso los dejaron a ustedes a merced de mi tío Elías —dedujo Ethan.
—Sí y por esto Luck fue entregado por su propio padre, quien lo hizo para llegar a un acuerdo y lograr tener un nuevo aliado importante: la mafia rusa.
—¿De eso hablaron ayer? —preguntó curioso—. No he tenido la oportunidad de hablar con Elías y no es que estemos en muy buenos términos por ahora.
—Justamente —contestó Mario, reprimiendo el impulso de preguntar si todo iba bien entre el Jefe y su heredero único—, de eso y otras cosas más. Tu tío puso condiciones. —Ethan, con un sonido de su boca, lo incitó a explicar más—. Exigió que me convierta en el heredero y futuro director del grupo empresarial de mi familia, junto a mi hermana, claro. Así que eso debo agradecerlo.
—Te felicito, aunque... ¿no se supone que tienes un primo que aún no nace?
—Esa es otra condición, Elías Orlov pidió que, si el bebé nace como beta u omega se le conceda cierta parte, mientras que yo siga teniendo el control de todo. —Se notaba lo entusiasmado que estaba Mario con todo eso. Sin embargo, meditó un poco y cambió su tono a uno mucho más sombrío y serio para decir—: Pero si resulta ser alfa, deberán entregarlo al servicio de tu familia. Tu tío alegó que no dejaría que otro alfa fuese criado por ellos, después de lo que Luck hizo.
—¿En serio? —Ethan estaba escéptico—. ¿Y aceptaron hacer tal cosa? Es su hijo.
—Ay Ethan... —expresó el beta con una acostumbrada decepción—. Mi tío vendió al hijo por el que se sentía tan orgulloso, ni lo dudó; si hizo eso con Luck, ¿crees que se tocaría el corazón por un niño que ni ha nacido? Solo me da pena mi tía, ella es una buena persona que tuvo la mala suerte de casarse con él, solo le toca rezar a todo lo sagrado para que su bebé no sea alfa.
—Yo no tenía idea de lo que mi tío... —dijo Ethan con sentida culpa.
Estaban intentando separar a un bebé de su madre, no pudo evitar pensar en la criatura que crecía en su vientre. Mas, se reconfortó al repetirse que estaba haciendo lo correcto dándole una familia buena y una madre perfecta como Isabela.
—No es tu culpa, en el fondo tienen razón, otro alfa en manos de mi tío sería igual que Luck, solo te encargo que, si eso llega a pasar, cuiden bien a mi primito —suplicó Mario. Ethan solo soltó un "ok" como respuesta—. La ambición cegó tanto a mi tío ayer que, frente a Elías Orlov, parecía un perro lamiendo los zapatos de su amo. Nunca pasé tanta vergüenza en mi vida, eso sin contar cuando el Jefe casi ordena que le disparen por imprudente.
—¿Pues qué dijo? —preguntó Ethan sin mucho interés, conocía a su tío, no hacía falta mucho para hacerlo enfurecer, en ese aspecto se parecía a él.
De reojo un movimiento captó su atención, giró y se encontró con que Selim estaba despertando de su largo descanso, poco a poco se removía espantando el sueño.
—Fue tan vergonzoso... quise que la tierra me tragara en ese momento, hubiera recibido una bala solo para escapar de la situación, ni siquiera sé cómo reaccionarás si te lo digo... —Mario comenzó a darle largas por lo nervioso que parecía estar.
Selim asustado se incorporó sentándose en la cama, estaba desorientado, tal vez ni recordaba cómo había llegado a esa habitación. Con genuina expresión de horror, miró a Ethan a los ojos, este se llevó el dedo índice a su boca en señal de que debía guardar silencio.
—Mario, no le des tantas vueltas y dímelo, que no puede ser tan grave —instó para que el beta siguiera hablando, sin quitarle la vista a Selim.
—El habló de... tu embarazo —soltó Mario por fin con pánico de que Ethan colgara la llamada en ese mismo momento, pero este solo dejó salir un suspiro frustrado—. Te juro que yo no tuve nada que ver —exclamó el beta desesperado—. Ese es un tema que solo te concierne a ti, y yo...
—No te preocupes, ahora entiendo por qué Elías se puso de esa manera.
—Ay... si solo hubiera dicho eso... pero no, tenía que joder más la vida y de paso terminó involucrándome a mí. ¿Puedes creer que el muy idiota propuso que tú y yo nos casemos?
—¡¿Qué?, ¿casarnos?! —gritó Ethan haciendo que Selim pegara un brinco en su lugar y luego mostró una mueca de disgusto por lo que había escuchado—. Mario eso es...
—Una locura, lo sé. —Este soltó una risa nerviosa—. Tú nunca lo aceptarías, casarte con alguien que lleva la sangre sucia de mi familia debe serte repulsivo después de... Aunque la idea de verte cada día de mi vida es un sueño para mí —confesó con ilusión e hizo que un ligero sonrojo apareciera en las pálidas mejillas de Ethan—. Ya imaginarás la reacción que tuvo tu tío al escuchar esa barbaridad.
—Tuvieron suerte de salir vivos —admitió en tono alegre para aligerar la tensión—. ¿Cómo se le ocurrió tal cosa?
—Dijo que sería bueno para encubrir lo sucedido con tu embarazo y también para que los Werner y los Orlov fortalezcan su unión, alegó que, después de todo, nosotros ya habíamos sido novios hace poco. Creyó que aceptaría porque ustedes perdieron a los Aslan.
—Pues está loco, el haber perdido a unas ratas insignificantes como lo son los Aslan —resaltó la cada palabra con un notable desprecio, para que Selim escuchara bien—, no nos afectará en nada, somos la mafia más poderosa de todo el mundo.
—Lo son —admitió Mario—. Pero no tienen tanto poder en este país, los gobernantes supremos aquí son los italianos. Por eso nunca nadie hubiera imaginado que el jefe ruso estuviera viviendo y criando a su heredero en Evimeria. Es como meterse en la boca del lobo, aunque es muy ingenioso, debo decir.
—Tengo mucho que aprender... Bueno, Mario tengo que irme, me gustó mucho hablar contigo —dijo Ethan, aunque no supo si fue solo la verdad o lo hizo para fastidiar más a Selim, quien nunca había dejado de mirarlo atentamente.
Se despidieron con cariño e Ethan colgó. El silencio se instaló en la habitación porque ni Selim ni Ethan tenían idea de qué decir o hacer. El alfa se levantó de la cama con lentitud y arregló un poco su ropa arrugada.
—Vete, los guardias te esperan —ordenó Ethan. Al observarlo de cuerpo completo cayó en cuenta de que el alfa se veía mucho más delgado de lo que había sido; si en un solo mes había terminado así, ¿resistirá ocho más hasta que naciera el cachorro?
—¿Estás mejor? —interrogó Selim ignorando la orden—. Ayer tú...
—No lo recuerdo, con decirte que no sé por qué demonios estás en mi habitación. Ahora largo, que no quiero verte más.
—Por favor, solo déjame... —Intentó acercarse a él, pero Ethan lo detuvo gritando:
—¡Guardias! —En un segundo se abrió la puerta y dos hombres betas tomaron a Selim del brazo—. Llévenselo —mandó el heredero y los hombres tiraron del prisionero para sacarlo—. Esperen. —Ethan los detuvo antes de que atravesaran la puerta—. Selim... ¿quieres ver a tu madre? —preguntó porque recordó lo que este hablaba en sueños.
—No entiendo la pregunta —dijo Selim confundido, pero Ethan no se dignó en darle más explicaciones—. Me encantaría volver a ver a mi madre, pero nunca le pediría nada, señor. No tengo derecho, solo sigo sus órdenes.
«¿Señor?», pensó Ethan, extrañado por la formalidad con la que le había hablado Selim. No estaba acostumbrado a ser llamado así por alguien con quien tenía mucha confianza, o la había tenido, menos por quien le gustaba molestarlo llamándolo por ese tonto apodo: little white wolf. Una parte de él deseó borrar ese recuerdo para siempre, pero otra quiso volver a escuchar esas palabras de los labios de su soulmate.
—Es bueno que conozcas tu lugar, estás en lo cierto al decir que no tienes derecho a nada en esta casa. Y yo nunca dije que te llevaría a verla o algo parecido —aclaró con desdén—. Solo pregunté porque la mencionabas dormido.
—No lo recuerdo —mintió Selim y continuaron su camino a la salida, rumbo a la ya acostumbrada celda.
Ahora, libre de la responsabilidad de tener al alfa en la habitación, Ethan decidió enfrentarse de una vez y por todas a lo que sería su destino, confrontar al único que le podía ayudar a aclararlo todo.
Fue a buscar a Elías Orlov, el Jefe de la Mafia Rusa.
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