Mientras no conoces penas
Viernes, 22 de Octubre de 2021
Casi nueve meses después de la noche maldita.
A veces hacer planes es inútil porque el destino tiene sus propios planes y cuando el destino se impone nos muestra nuestra propia insignificancia como seres humanos. Porque ni el más poderoso del mundo puede evitar el dolor.
Hacía tiempo que Ethan no se sentía tan insignificante ante el mundo, había estado acostumbrándose a dar órdenes y que el resto del mundo las cumpliera sin cuestionarlo, por un momento había pensado que tenía todo bajo su control, pero ahora, la vida envió la primera señal del inicio del fin, el final de su sueño más hermoso, el final de su pesadilla más horrible. El final de un amor triste comenzaba con el deseo que un pequeño ser tenía por salir a la vida.
—¿Cómo es posible? —cuestionó Ethan, temblaba demasiado, estaba aterrado al ver la mancha oscura que se formaba en su pantalón—. Aún no es hora...
—Ethan... —habló Selim, pero estaba tan desconcertado como él, le costó entender lo que estaba pasando, pero bastó que Ethan se quejara de dolor para que él reaccionara y su instinto de protección se activara. No podía dejar a su omega soportando eso solo, debía ayudarlo—. Estarás bien. —Tomó su rostro entre las manos para mirarlo a los ojos, esos bellos y grandes ojos que tenían unas cuantas lágrimas atrapadas que le hacían saber lo asustado que estaba—. Te prometo que vas a estar bien, no te dejaré.
—Tengo miedo —admitió Ethan en un hilo de voz—. Es muy pronto, no está bien...
—Estarás bien y el bebé también, te lo juro —tranquilizó Selim levantándolo en brazos, Ethan se aferró a su cuello para no caer, las feromonas que de forma inconsciente comenzó a soltar Selim lo ayudaban a calmarse, a sentirse seguro aún bajo esas circunstancias—. ¡Guardias! —gritó el alfa llamando a los empleados que esperaban fuera—. ¡Guardias!
Enseguida se abrió la puerta y cuatro guardias betas se alarmaron ante la situación, intentaron quitarle a Ethan de los brazos, pero Selim no dejó que eso pasara e Ethan estaba demasiado asustado para decir algo. Llamaron a Yarine y a Sergei, quienes llegaron a su encuentro cuando ellos ya estaban en la sala. Yarine se hizo cargo de dar las órdenes porque Sergei no tenía idea de qué hacer y más estaba concentrado en separar a su jefe de Selim.
—Iremos al hospital, aprovechando que debemos desocupar la casa, nos iremos todos, la casa quedará vacía —avisó la chica, apurando a Selim para que subiera a Ethan a un auto que ya los esperaba frente a la casa, ella subió a su lado y Sergei de copiloto, el chofer era Iván, como siempre—. Arranca, vamos —mandó Yarine al chofer, pero este no pudo hacerlo porque otro auto llegó—. Es la señorita Elisa —dijo al reconocer el vehículo. Bajó para explicarle a una muy alterada Elisa lo que estaba sucediendo y aunque insistía en ir con su hermano, Yarine la convenció de que los siguiera en el mismo auto en el que había llegado. Sin más, la escolta volvió a lado de Ethan, quien estaba aferrado a Selim, e Iván condujo más rápido que nunca hasta el hospital.
—Yarine ¿le avisaste a ellos? —preguntó Ethan con dificultad—. Deben estar ahí cuando...
—Sí lo hice, usted no se preocupe por nada, todo está listo —aseguró Yarine, Selim quiso preguntar a quién se referían porque a Ethan parecía importarle; pero permaneció en silencio, bastante bueno era que lo dejaran estar a su lado, sosteniendo su mano cada vez que una ocasional contracción doblaba a Ethan por el dolor.
Llegaron en muy poco tiempo, Selim lo ayudó a bajar, ya lo estaban esperando pues un grupo de enfermeros estaban listos con una silla de ruedas y varios guardias custodiaban todo el lugar; después de un ataque, no podían arriesgarse a dejar sin protección a Ethan en su momento más vulnerable. Ethan no soltó la mano de Selim, ni cuando lo estaban llevando al interior, ni en el ascensor, aunque era pequeño, no quería hacerlo por nada del mundo, en ese momento era como un ancla que lo mantenía sujeto a la seguridad, sentía que si se separaban moriría de miedo. Sin embargo, tuvo que hacerlo cuando llegaron a la sala que prepararon para él, porque solo podía entrar uno a acompañarlo y esa fue Elisa, por supuesto que nunca dejarían a Selim hacerlo.
La separación fue dolorosa para ambos, tanto que Sergei tuvo que controlar a Selim para que no los siguiera, e Ethan parecía desolado, suplicaba con la mirada para que no lo dejara. Al final, Selim no pudo hacer nada más que verlo alejarse por un pasillo y perderse a través de una puerta.
—No seas idiota, Aslan, has lo que te dicen —aconsejó Sergei—, no querrás que te saquen y te alejen de Ethan, ¿verdad?
—Necesito estar con él...
—Selim, Ethan estará bien —aseguró Yarine—, ahora sé sensato y vamos a la sala de espera.
—Debo estar cerca —insistió Selim.
—Lo estarás, la sala de espera está cerca de la habitación que le fue asignada al joven, tendrá al bebé ahí. Vamos. —Yarine logró convencerlo y se dirigieron a una sala privada, dejaron a Selim mordiendo sus uñas por la ansiedad, sentado en un sofá.
—Yarine, esto es un desastre y todo ocurre el mismo día —susurró Sergei a su compañera—. Y lo peor es que sigo algo mareado por ese maldito sedante.
—Yo estoy igual, pero somos los únicos que podemos ayudar a Ethan en esto, y el Jefe no debe tardar en llegar...
—Aún quedan unas horas, aunque cuando llegue nos va a matar por lo que pasó. ¿Aprobará que ese idiota esté en este lugar? —Sergei señaló a Selim.
—Es beneficioso para Ethan. —Yarine se encogió de hombros—. Separarlos hubiera sido mala idea, solo mira cómo está Selim, si él está así...
—Ethan no debe sentirse muy bien —completó Sergei—. Eso no va a impedir que nos cuestionen, hasta podrían despedirnos, otra vez.
—Ethan no lo va a permitir y ya te has dado cuenta de que solo importa lo que Ethan quiera u ordene, el jefe Elías hace todo lo que su sobrino desea.
—Aun así...
Su conversación fue interrumpida porque Isabela junto a su novio llegaron escoltados por dos hombres.
—Señorita Miller, señor Handal —saludó Yarine y ambos escoltas hicieron una reverencia ante la pareja ansiosa por noticias de su futuro hijo y de su amigo—. Llegaron antes de lo que acordamos —reclamó ella sutilmente y con un gesto discreto envió a Sergei junto a Selim para asegurarse de que se quedara quieto.
—Usted debe ser Yarine —conjeturó Isabela. Yarine había sido la encargada de comunicarle las decisiones de Ethan y el estado del bebé durante todo ese tiempo. Ethan nunca cambió de opinión sobre no querer tener más contacto con sus amigos, incluso había cambiado de número celular para evitar que lo contactaran. Así también había evitado que Mario lo volviese a llamar—. No podíamos esperar más, ¿qué pasó? Es demasiado pronto para que nazca... ¿Ethan va a estar bien?, ¿y el bebé?
Mientras Yarine le explicaba a la pareja, sin entrar en detalle, lo poco que sabía de la causa del parto adelantado y que no estaba enterada de mucho más, Selim estaba a la defensiva por el novio de Isabela, porque comprendía que ella estuviera ahí, era amiga cercana de Ethan, pero el alfa no tendría por qué estar en el lugar.
—¿Qué hacen ellos aquí? —preguntó en voz baja a Sergei, quien estaba sentado a su lado.
—Te vas a enterar de todas maneras, así que te lo diré de una vez: ellos son los padres del bebé. —La noticia le cayó como un balde de agua fría, Ethan no esperaría ni un día para entregar a su hijo.
—¿Qué hace ese maldito en este lugar? —exigió saber Isabela, furiosa, mirando a Selim con odio y desprecio, su novio parecía querer tranquilizarla sin mucho éxito, Sergei sujetó a Selim del brazo para evitar que hiciera o dijera algo—. ¿Cómo se atreven a tenerlo cerca de Ethan y del bebé? Debería estar encerrado en algún lugar, junto a los otros desgraciados, ¿por qué Ethan permite esto?
—Señorita Isabela, con el respeto que merece, eso no es algo que les incumba a ustedes, no es necesario que dé explicaciones acerca de las decisiones de mis jefes.
—Está bien —aceptó Isabela, molesta—, mientras no se acerque a nuestro hijo, no importa. No permitiré que ese alfa sucio lo vea siquiera —sentenció y Selim sin poder contenerse se puso de pie, dispuesto a contestar, pero Yarine fue más rápida:
—Discúlpeme, pero hasta que el mismo joven Ethan se los entregue, el bebé seguirá siendo un Orlov y lo cuidaremos como tal. No se atribuya derechos que todavía no tiene, señorita, porque aquí solo se hace la voluntad de los Orlov —habló con total autoridad mostrando el orgullo de la familia a la que servía.
—Qué insolente —recriminó Isabela, pero su novio la obligó a callarse y sentarse en otro sofá, lejos de Selim.
El trabajo de parto duró un poco más de nueve horas, horas espantosas para Ethan, entre el dolor, el miedo y la tristeza. El día del nacimiento de un hijo debería estar lleno de felicidad, a pesar del dolor físico, pero en este caso era todo lo contrario, porque el bebé que estaba por llegar al mundo no era deseado por su madre, al contrario, ese pequeño inocente era el recordatorio de un abuso, el producto de una violación. Cuando llegó el momento de pujar, Ethan cerró los ojos y se esforzó todo lo que pudo, en su mente su omega llamaba a su alfa, y este sentía ese llamado tan fuerte que le dolía el pecho.
—Ethan, vamos, tú puedes, puja —instó Elisa apretando su mano para infundirle aliento. Los médicos también le insistían en que siguiera.
—No, no puedo —dijo Ethan, queriendo rendirse pues el dolor le era insoportable—. Creo que moriré, Elisa ya no puedo más... —Pareció desmayarse y los doctores lo ayudaron a reaccionar, era necesario que continuara. Con sus últimas fuerzas, Ethan pujó una última vez y el bebé nació, su llanto se escuchó hasta la sala donde Selim se encontraba, lo conmovió tanto que el alfa comenzó a llorar sin importarle que los demás lo vieran, porque a un muerto poco le importaba la vergüenza.
—Es un niño muy sano —anunció el doctor que recibió al bebé y cortó el cordón umbilical, las enfermeras tomaron al cachorro para limpiarlo.
Un niño varón, nacido del odio sin tener culpa de nada, quien llevaba la sangre que los Orlov consideraban sagrada, el niño que hubiera podido ser el nuevo heredero de la mafia rusa si todo fuese diferente, llegó al mundo a las cero horas del 23 de octubre del 2021, el mismo día en el que Elías Orlov cumplía 41 años.
—Bien hecho, Ethan, pudiste hacerlo. —Elisa lo besó en la mejilla.
Una enfermera muy joven acercó al bebé a su madre, pero él no quiso ni mirarlo, ordenó que se lo llevaran de inmediato y eso hicieron, el bebé aún lloraba e Ethan comenzó a hacerlo.
Cuando por fin los médicos lo dejaron en paz en una habitación, Ethan le pidió a su hermana que lo dejara solo, sin más remedio ella lo hizo y fue a la sala de espera con los demás. Ahí encontró una escena nada tranquila, habían llevado al bebé en una pequeña cuna a que conociera a sus padres adoptivos, como Ethan había pedido, pero se les impedía tocarlo aún. A Selim no le permitieron ni acercarse, Sergei tuvo que controlarlo, de nuevo, para que no iniciara una pelea con la pareja, quería ver al pequeño al menos una vez, pero le estaba prohibido.
Para ese entonces, Elías ya se encontraba presente, sentado en un sofá, mucho más calmado comparado a cómo estaba al llegar al hospital, ya todos sabían que Ethan estaba bien de salud y eso distendió el ambiente.
—Deberías estar con Ethan —reclamó Elías cuando su sobrina tomó asiento a su lado—. ¿Cómo está?
—Nada bien... quiere estar solo y creo que debemos dejarlo en paz un rato. —Elías concordó asintiendo—. ¿Te dijeron cuándo le darían el alta?
—Mañana, incluso el niño podrá irse con sus padres, nació antes de tiempo, pero está sano.
—¿No deberían quedarse más tiempo? Ethan debe descansar...
—Lo hará, pero no estará bien en un hospital, sabes que lo odia. Y el bebé está bien, no hay razón para que se quede más tiempo y entre más rápido lo alejemos de nosotros, mejor.
—Supongo que tienes razón. ¿Lo viste? —preguntó Elisa mirando a la enfermera joven de antes llevándose al bebé de la sala, Elías negó—. Se parece mucho a Ethan, aunque él tampoco quiso verlo.
—Mejor así...
—Sí, mejor así...
Isabela y su novio se retiraron del hospital por petición de Elías, ya que no tenían más motivos por los que permanecer ahí, quedaron en volver mañana a medio día para retirar a su nuevo hijo. Elías y Elisa también se fueron porque debían ocuparse de arreglar el departamento en el que irían a vivir un tiempo, además que Elías debía solucionar el tema del ataque a la casa, sin contar que ambos tenían que dormir un poco después de todo lo vivido. Aunque con pesar, dejaron a Ethan dormido, al cuidado de Yarine y Sergei, con la promesa de volver temprano en la mañana. Selim también se quedó porque alegó que solo muerto se iría del lugar y nadie estaba de humor para encargarse de él.
Más de una docena de guardias se quedaron vigilando los alrededores del hospital y otros en el interior, aunque Elías pidió que no se acercaran a la habitación de Ethan, ni a la sala de espera, con la presencia de Yarine y Sergei era suficiente y si necesitaban ayuda podían hablar por el intercomunicador.
Ethan, exhausto, se quedó dormido después se haber estado llorando sin parar, su omega interno suplicaba ver al niño que había nacido de él, la conexión de una madre con su bebé era instintiva y muy fuerte desde el primer momento para los omegas. Esa necesidad lo invadió y lo perturbó tanto que se convirtió en pesadillas que lo atormentaron hasta que despertó en la madrugada; decidió concederle a su omega el ver a ese niño, solo una vez. En el fondo, él, su parte humana, también sentía curiosidad. ¿Cómo sería? El color de sus ojos, su cabello, su piel, ¿sería omega o alfa? Rogaba al cielo para que fuera beta, una casta libre del instinto animal que lo había tirado al abismo más profundo.
Caminó como un fantasma por los pasillos iluminados con una irritante luz blanca, avanzó sin saber bien hacia qué lugar, no tenía idea de dónde estaba ubicado el cunero, ni siquiera sabía si habían llevado al bebé al cunero, tal vez lo habían puesto en un lugar privado y no con los otros recién nacidos. Continuó, evitó pasar por la sala de espera para no ser descubierto por quien sea que estuviera ahí, hasta que se topó con una enfermera, la misma joven que le había intentado mostrar a su hijo.
—¿Qué hace caminando solo por aquí? —interrogó la mujer—. No trae zapatos, va a resfriarse, venga, lo llevaré a la habitación.
—No, yo quiero... ¿dónde está el cunero?
—Quiere ir a ver a su hijo —dedujo ella con una sonrisa tierna—. En el cunero hay quince bebés, nadie puede entrar sin permiso y menos a esta hora, tendría que verlo desde la ventana.
—No importa —insistió Ethan—, será solo un momento...
—¿Podrá saber cuál es su niño, desde lejos, si nunca lo ha visto? —Ethan negó y miró al suelo avergonzado y triste, no había pensado en ese detalle—. Es mejor que volvamos a su habitación —pidió la enfermera, pero al notar la resistencia de él le hizo una promesa—: Verá a su hijo, yo misma se lo llevaré, pero vamos a la habitación.
Volvieron al cuarto frio y pulcro, la enfermera dejó a Ethan en la cama y se fue asegurando que volvería pronto. Tardó media hora en regresar, tiempo en que Ethan moría de nervios, él solo había querido verlo de lejos, ahora lo tendría al alcance de su mano.
—Discúlpeme, tuve que hacer una cosilla antes de traerle a este pequeño bebé tan lindo —explicó la mujer con una sonrisa muy cálida, empujaba una cuna rodante con delicadeza, la colocó justo a un lado de la cama de Ethan y cargó al bebé—. Parece que tiene mucha energía ya que no quiere dormir.
La enfermera le acercó el bebé a Ethan para que lo tomara en brazos, dudó mucho y temblaba al hacerlo, pero por fin pudo cargarlo, pudo sostener a la criatura que lo miraba con los ojos entreabiertos y pudo detallarlo con atención: el escaso cabello que tenía era tan blanco como la nieve, más claro que el de él, su piel era un tono menos pálida que la suya y era tan pequeño, tan delicado que parecía que se iba romper, estaba vestido con un pijama celeste y envuelto en una cobija blanca estampada con patitas de lobo, una tradición del país que recordaba que todos, sin importar la casta a la que pertenecerían, nacían siendo lobos.
—¿A qué casta pertenece? —preguntó Ethan.
—Los estudios arrojaron que es un alfa.
—Qué pena... —dijo con la mirada fija en el bebé que acunaba, como si pudiera imaginar el desfavorable futuro que le esperaba como miembro de la casta que Ethan más odiaba en el mundo.
—¿Qué le hubiera gustado que fuera? —preguntó la enfermera curiosa.
—Beta, no quería que sufriera como yo, si fuera omega, pero tampoco quería que hiciese sufrir a otros siendo un alfa.
—Tiene una idea muy mala de las dos castas superiores y eso que pertenece a una de ellas.
—¿Castas superiores? Los omegas somos la casta más baja, somos los más débiles y los alfas se aprovechan de ello para hacernos más débiles aún. —La enfermera negó mostrando que no estaba de acuerdo con esa concepción de la realidad—. Si no piensas así, ¿por qué ocultas tu casta? Eres una omega, pero no siento tus feromonas —alegó sorprendiendo a la mujer—. Casi todos dirían que eres una beta, pero entre omegas nos podemos reconocer y yo también lo ocultaba, sé cómo es esto...
—No lo oculto, es una regla del hospital mantener nuestras feromonas contraladas para los que trabajamos con bebés, no queremos afectarlos. No todos los alfas son malos, créame, siento que no haya tenido buenas experiencias con ellos, pero algún día encontrará a uno que le hará cambiar de opinión, alguien que jamás le hará daño y lo amará, pero sobre todo, será alguien que le haga bien y le ayude a ser feliz —profetizó la enfermera muy segura de sus palabras, aunque Ethan no creyó en ninguna de ellas.
En su pensar, no podía existir un alfa como el que ella decía, Selim hubiera podido serlo, pero también le había hecho daño y estar a su lado no le hacía feliz, una vez lo había hecho, pero ya no era así. Si su pareja destinada le había hecho sufrir tanto, no podía existir alguien que no lo hiciera, alguien que no lo lastimara.
Después de su soulmate... ¿habría otro alfa a quien llegase a querer más?, ¿o existiría alguien que lo amase a pesar de su pasado? No importaba si esa persona existía, simplemente Ethan no quería conocerlo, el amor siempre había sido una pesadilla para él y ahora más que nunca.
—Ahora, le dejaré solo con su bebé, tengo trabajo, volveré en unas horas. Si se duerme, colóquelo en la cuna, si tiene hambre, el biberón con el suplemento de la leche materna está ahí mismo —explicó la enfermera mostrándole todo con rapidez—. Pero si necesita algo o siente que esto le sobrepasa, pulse el botón rosa —señaló el panel de botones con varios de diferentes colores—, con ese me contactará a mí.
—Muchas gracias, de verdad. —Ethan, de corazón, valoraba lo que la mujer estaba haciendo por él, hizo una nota mental para agradecerle bien cuando fuese dado de alta.
—No es nada, que tenga buena noche —se despidió la enfermera con su característica sonrisa amable.
Una vez a solas con el pequeño que se negaba a dormir, aun siendo acunado con suavidad, Ethan lo miró mucho tiempo, admirando su ternura y belleza.
«Es lo más bonito que he visto», admitió para sí.
«Lo es, de verdad lo es», concordó su omega.
«Creo que es lo único hermoso y puro que he hecho en toda mi vida».
Con dificultad, el bebé abrió sus ojitos e Ethan pudo verlo, su color, dorado como el oro, dorado como los de Beyhan Aslan, su abuela, dorados como los de Selim Aslan, su padre.
—De verdad eres su hijo —dijo con una sonrisa de alivio y la vista se le comenzó a nublar por las lágrimas.
Cuando le había dicho a Selim y a su madre que había hecho pruebas de ADN, había mentido, no existía tal prueba porque no quería saberlo, tenía miedo de saberlo, pero con esta prueba no quedaban dudas.
—Tu apellido no será Aslan, tampoco Himura y menos aún será Orlov, pero tú eres un Aslan de ojos dorados y un Orlov de cabello blanco como la Luna, eres un Orlov como lo fue tu abuela y como lo soy yo, pero tú sí vivirás una larga vida y serás muy feliz en este horrible país que amé tanto. Mi hijo, espero que nunca conozcas la tristeza y menos aún la maldición de nuestra familia.
Ethan pensó en que su madre debió haber sentido algo parecido cuando él había nacido, ahora lo entendía por completo, el tener a su propio hijo en brazos y saber que pronto lo perdería le ayudó a comprender la decisión de su madre y en honor a ella cantó la canción de cuna que tantas veces había escuchado cantar a Bela Orlov, la canción de su tierra: Nana Cosaco.
Спи, младенец мой прекрасный,
«Spi mladyenets, moi prekrasný»
(Duerme, niñito mío, prenda mía)
Баюшки-баю.
«bayushki bayu»
(¡Arrurú, arrurú!)
Тихо смотрит месяц ясный
«tikho smotrit myesyats yasný»
(La luna silenciosa está mirando)
В колыбель твою.
«f kolýbyel tvayu»
(Dentro de tu cuna)
Стану сказывать я сказки,
«Stanu skazývat' ya skazki»
(Te diré cuentos de hadas)
Песенку спою;
«pyesenki spayu»
(Y te cantaré cancioncitas)
Ты ж дремли, закрывши глазки,
«tý-zh dremli, zakrývshi glazki»
(Pero debes dormir, cerrados tus ojitos)
Баюшки-баю.
«bayushki bayu»
(¡Arrurú, arrurú!)
Баюшки-баю.
«bayushki bayu»
(¡Arrurú, arrurú!)
La afinada voz de Ethan llenó el silencio profundo y por un instante disminuyó el desconsuelo, ahí, en una habitación de hospital, Ethan cantaba para su hijo, por única vez antes de separarse para siempre. Cantó solo para el tierno niño que sostenía en brazos, mas, sus diminutos oídos no fueron los únicos en escucharlo; detrás de la puerta ligeramente abierta de la habitación, Selim Aslan escuchaba el canto triste y sus piernas no pudieron sostenerlo, justo en ese momento hubiera querido no haber aprendido ruso nunca en la vida, para no entender el significado de esa canción; cayó al suelo y abrazó sus piernas, ocultando su cara para que sus sollozos no interrumpieran la hermosa melodía con la que Ethan había decidido despedirse del hijo que nunca sería suyo.
Богатырь ты будешь с виду
«Bogatýr tý budish s vidu»
(Parecerás a un héroe)
И казак душой.
«i kazak dushoi»
(Y serás un Cosaco en el alma)
Провожать тебя я выйду
«Pravazhat' tibya ya výdu»
(Me apresuraré para acompañarte)
Ты махнешь рукой...
«tý makhnyosh rukoi»
(Te despedirás con la mano)
Ты махнешь рукой...
«tý makhnyosh rukoi»
(Te despedirás con la mano)
Сколько горьких слез украдкой
«Skolko gorkikh slyoz ukradkoi»
(Cuántas lágrimas amargas)
Я в ту ночь пролью
«ya f tu notsh pralyu»
(Lloraré aquella noche)
Спи, мой ангел, тихо, сладко
«Spi, moi angel, tikho, sladko»
(Duerme, ángel mío, calma y suavemente)
Баюшки-баю.
«bayushki bayu»
(¡Arrurú, arrurú!)
Una despedida dulce y cruel al mismo tiempo. La canción de una madre que sabía que un día se despediría de su hijo, pero para esa madre ese día era muy lejano, al menos vería crecer a su niño. Por ello Bela Orlov se la cantaba a su pequeño y no a su hija, estaba preparándose para despedirse de él un día, porque lo había entregado a los Orlov, aunque ella no creyó que su despedida fuera tan pronto y menos de esa forma. Para Ethan y Selim ese día también estaba llegando demasiado pronto y ambos lloraron amargas lágrimas sabiéndolo en esa fría, fría noche.
Стану думать, что скучаешь
«Stanu dumat', shto skutshayesh»
(Pensaré que estás en apuro)
Ты в чужом краю...
«tý f tshuzhom krayu»
(A lo lejos, en tierra extranjera)
Спи ж, пока забот не знаешь,
«Spi-zh, paka zabot nye znayesh»
(Duerme ahora, mientras no conoces penas)
Баюшки-баю.
«bayushki bayu»
(¡Arrurú, arrurú!)
Баюшки-баю.
«bayushki bayu»
(¡Arrurú, arrurú!)
«En tierra extranjera», repitió Ethan en su mente una parte de la canción. «Estará lejos de su tierra materna, como yo, crecerá lejos de todo, pero él estará lejos para siempre».
—Duerme ahora, mientras no conoces penas —recitó en su idioma común, susurrando porque el bebé se había quedado dormido, continuó observándolo y tarareando Nana Cosaco hasta que el sueño pudo con él y se quedó dormido con su cachorro de lobo en brazos.
—Es momento de regresar, Selim Aslan —avisó la joven enfermera, puso una mano en el hombro de Selim con dulzura para no sobresaltarlo—. El efecto de lo que les di a los dos guardias debe estar terminando.
La amable mujer había ayudado a Selim para que pudiera reunirse con su omega y con su hijo, así como había ayudado a Ethan llevándole al bebé, ninguno supo el motivo ni quisieron saberlo, solo aceptaron la ayuda. Para lograrlo, la enfermera entregó un té a Yarine y a Sergei para que durmieran por un corto momento y así Selim pudiera ir con Ethan, pero al llegar y abrir un poco la puerta lo escuchó cantando y quiso morir por lo atormentado que estaba en su corazón. No había tenido el valor para entrar.
La enfermera lo acompañó de vuelta a la sala de espera y antes de dejarlo, le dijo unas cuantas palabras que descolocaron a Selim:
—Siento mucho tu situación, pobre chico, pero no tendrán un final feliz si se quedan juntos, eso lo vería cualquiera, parece que se han lastimado mucho, así que resígnate. Tu alma gemela no encontrará la paz si se queda a tu lado, él necesita otro tipo de amor, alguien que lo cure y lo apoye en su increíble destino. Vive tu vida, Selim Aslan, y no te aferres a un sentimiento que no tiene futuro. Ethan será feliz en esta vida, pero no será a tu lado.
Con esas palabras, la enfermera se despidió de Selim porque Yarine estaba despertando mientras que Sergei seguía profundo. Selim se sentó y fingió estar dormido para no alertar a nadie y la amable mujer se fue a cuidar del bebé de Ethan, ahora que este se había rendido ante el sueño. Pero las palabras de la extraña enfermera jamás se borrarían de la mente de Selim, era como si ella conociera su historia, su pasado, pero más que eso, parecía convencida del futuro, un futuro que Selim nunca aceptaría ni aunque lo viera de frente.
Desconcertada, Yarine despertó a Sergei a jalones, no era posible que ambos se hubieran quedado dormidos, por lo que sospecharon algo y fueron a revisar la habitación de Ethan donde lo encontraron soñando tranquilo junto a un bebé que descansaba de la misma forma en su cuna; se sorprendieron, pero no comentaron nada al respecto.
A la mañana siguiente, Ethan despertó por el llanto del bebé, encontró a la enfermera tratando de consolarlo sin conseguirlo, ella le explicó que había hecho todo, pero no conseguía hacer que dejara de llorar. Sin preguntar si estaba bien que lo hiciera, la mujer puso al niño en los brazos de Ethan, argumentó que las feromonas de su madre funcionarían mejor que cualquier otra cosa y tuvo razón, el pequeño se serenó.
—Es impresionante lo que el amor de una madre puede hacer —comentó la enfermera enternecida por la escena.
—Es malo que se esté acostumbrando a mí —rebatió Ethan con genuina preocupación—. No va a estar conmigo más que hoy, irá con su familia, con la chica que de verdad le dará el amor de madre que dices tú...
—No lo sabía a ciencia cierta, pero creo que lo suponía, la situación es muy extraña y no solo porque usted pertenece a los Orlov. La gruñona mujer pelirroja que estaba aquí ayer ¿será su madre? —Ethan rio ante el comentario sobre su amiga o antigua amiga.
—Sí, ella misma, la conozco muy bien y sé de su deseo de ser madre, no creo que exista nadie mejor para hacerlo.
—No es por contradecirlo, pero quizá sería mejor que hubiera buscado a una omega, los niños nacidos de betas no son iguales a los nacidos de omegas, porque estos últimos son más sensibles a las feromonas, por eso crean un vínculo tan fuerte, su hijito sufrirá bastante para acostumbrarse.
—Yo... no lo sabía —dijo con pesar, mirando y sintiendo lástima por el bebé en su regazo, ya era tarde para buscar a otra persona y nunca confiaría en nadie más—. Pero es así como debe de ser.
—Espero que sepa lo que hace —alegó la enfermera con seriedad, algo extraño en ella porque parecía tomárselo todo con mucha calma—. Parece que consiguió hacer que duerma —señaló al niño aletargado—. Tengo que llevarlo para una revisión médica, no se preocupe, lo traeré enseguida.
—Está bien —aceptó Ethan y le entregó al recién nacido—. ¿Podrías por favor llamar a mi asistente? Se llama Yarine, seguro debe estar aquí.
—De inmediato.
La enfermera desapareció con el pequeño en la cuna rodante y poco después entró Yarine, feliz de poder ver a su jefe en buen estado, después de toda la angustia del día anterior. Ella le informó todo lo que Ethan pidió, así él se enteró de que Selim continuaba en el hospital y se había negado a irse, incluso supo de la exigencia de Isabela de no querer dejar que Selim viera o se acercara al bebé. Además, Yarine tuvo que escuchar con atención algunas órdenes adicionales que él requería para antes de entregar al bebé a sus nuevos padres.
Ella estaba muy cansada y ahora le aumentaban trabajo, no se estaba quejando, pero unas horas de sueño no le caerían nada mal, sin embargo, Ethan no era solo su jefe, con los meses se había convertido en un amigo para ella y para Sergei, y siempre los había tratado con toda consideración, entendía que ahora los necesitara más que nunca, por lo que no estaba dispuesta a fallarle, ni ella ni Sergei incumplirían con sus deberes, a pesar del agotamiento de su cuerpo.
—Solo una cosa más, hazme el favor de traer a Selim aquí —ordenó Ethan y esperaba quejas o cuestionamientos, hasta consejos de Yarine diciéndole la mala idea que era dejar que Selim se acercara a él después del ataque que vivieron por parte de los Aslan, pero ella mantuvo su boca cerrada, solo asintió con una sonrisa cansada y se marchó.
Selim apareció en el umbral de la puerta en menos de un minuto, Ethan pudo notar las terribles ojeras que marcaban sus ojos y solo pudo pensar en lo mucho que se parecía a un cadáver y ese pensamiento lo estremeció. Ninguno de los dos dijo nada, pero Selim se acercó a él con paso firme, lo miró a los ojos y sin poder contenerse lo abrazó por la cintura; como si sus brazos actuaran en automático, Ethan le correspondió, eso evitó que Sergei los separara. Estuvieron así mucho tiempo, Selim lloraba a mares, esa noche había sido un suplicio para él por haberse visto alejado de Ethan en un momento tan importante, eso y la canción de cuna que había escuchado dejaron a su corazón hecho añicos, sin posibilidad de arreglo.
—Oye... no tienes por qué actuar así —dijo Ethan con voz comprensiva—. Parece que creíste que moriría.
—No. Sabía que estarías bien, eres el ser humano más fuerte que conozco.
—Entonces ya suéltame. —Selim se apartó sin querer hacerlo y limpió sus lágrimas, tener a Ethan contra su pecho era su ancla de seguridad, le indicaba que aún estaban juntos.
Otra enfermera, diferente a la amable y joven que los había ayudado a ambos toda la noche, cruzó la puerta empujando la cuna rodante con el bebé despierto, esta vez le habían cambiado la ropa y usaba un pijama blanco. Selim se congeló al verlo y se apartó a una esquina mientras Ethan pidió que le entregaran al bebé y lo cargó.
—¿Por qué escapas?, sé muy bien que quieres verlo. Acércate —pidió Ethan y Selim caminó hacia él despacio porque sentía que sus piernas le fallarían en cualquier momento. Logró llegar y por fin pudo ver la carita del niño más hermoso que sus ojos habían contemplado—. Te mentí —confesó soltando un suspiro—. En realidad, te he mentido sobre muchas cosas, desde que nos conocimos te he estado mintiendo, ya me cansé de hacerlo. Juro que no voy a mentirte más y por eso te diré que este niño es tu hijo biológico, tal y como dijiste. —Entregó al bebé en brazos del que podría ser el padre más agradecido por poder cargar al ser que llevaba su sangre—. Es un alivio que sea tuyo, no hubiese podido soportarlo de ser de otra manera...
—Se parece a ti —comentó Selim—, es tan hermoso como tú.
—En realidad ese bebé tiene tu marca personalizada —bromeó Ethan—. Hasta es un alfa como tú.
—Gracias por dejarme verlo —dijo Selim y besó la frente del bebé y luego la de Ethan, haciendo que este se sobresaltase un poco, pero no le disgustó ese gesto de amor.
—No tiene nada de malo que esté con nosotros un poco, después de todo, es mío, aunque solo hasta que lo entregue a su familia.
—Ethan, ¿lo has pensado bien? No existe ni la más pequeña posibilidad de...
—No —lo cortó Ethan, sin enojo y sin alterarse, contrario a lo que hubiera hecho en el pasado, explicó su punto de vista—: Por mucho que sienta que le quiero, no sé si ese cariño vaya a durar para siempre, puede que ahora solo lo vea con amor porque soy un omega y el instinto me dice que debo cuidarlo, pero si eso desaparece, ¿qué quedaría? No quiero verlo y recordar esa noche, eso me mataría y él no merece mi desprecio porque es inocente.
—Comprendo lo que dices, pero...
—¿Quieres que me quede con el hijo de la persona a quién yo mismo sentencié a muerte? Selim, nada de esto cambia el hecho de que juré acabar con tu vida, porque yo no puedo perdonarte —aseguró con tristeza, había intentado hacerlo muchas veces, había querido olvidar y perdonar a Selim como si él nunca hubiera hecho nada, pero aunque era lo que más deseaba, los recuerdos siempre volvían para devolverlo a la realidad—. Hacerlo sería traicionarme a mí mismo. Si me quedo con el bebé, ¿qué le diré cuando pregunte por su padre? Tendría que mentirle para que no se enterase de que fue concebido en contra de mi voluntad y que asesiné a su padre por eso. ¿No crees que merece ser feliz lejos de mí, sin saber sobre los terribles pecados que sus padres cometieron? —Selim no tuvo de otra que concordar con lo que Ethan decía y resignarse a perder.
Dos horas pasaron juntos, tiempo en el que Sergei tuvo que dejarlos solos para ir a atender al Jefe y a Elisa que habían llegado y querían ver a Ethan, pero el guardia tuvo que impedirlo siguiendo órdenes del joven heredero porque había dejado muy en claro que no deseaba que nadie los molestara hasta que llegaran a recoger al bebé. Ethan en el futuro recordaría estas dos horas como un sueño utópico de una familia unida y completa, una familia como esas a las que antes hubiese querido pertenecer. Selim se había sentado al lado de la cama, en una silla alta, Ethan y él se turnaron para tener al pequeño en brazos, Selim hasta pudo alimentarlo con el biberón que la enfermera había traído. El sueño terminó cuando Yarine tocó la puerta, entró y tras de ella venía Isabela, quién, al ver a Selim, comenzó a reclamar a gritos:
—¿Qué hace él cargando al bebé? ¡¿Cómo puedes dejar que este maldito lo sostenga?! Ni siquiera debería estar aquí... —Yarine intentó calmarla, pero nada de lo que le decía tenía el efecto deseado, Isabela quiso ir y quitarle el bebé a Selim por la fuerza, pero Yarine se colocó en el medio para impedirle que pasara, Selim se puso de pie y abrazó contra su pecho a su hijo para sentirlo más cerca y protegerlo.
—¡Isabela! —intervino Ethan con un grito, con eso por fin se quedó quieta—. ¿Cómo te atreves a armar este escándalo? ¿Acaso no sabes a quién tienes en frente?
—Sí lo sé —afirmó ella indignada por el tono de superioridad que Ethan había usado—, a mi amigo, mi mejor amigo...
—Te equivocas —negó Ethan mirándola a los ojos—. Delante tienes a Ethan Orlov, un demonio que no es amigo de nadie y hará respetar su voluntad por encima de todo, así que cuida tus palabras y tu forma de actuar o buscaré a alguien mejor capacitado para cuidar de mi hijo —amenazó.
—Lo siento, señor —se disculpó Isabela agachando la cabeza, dolida y con rabia por ver lo mucho que su amigo más cercano había cambiado, parecía otra persona—. Es solo que me molesta mucho que Aslan esté cerca del bebé.
—Selim es el padre, aunque no te guste y yo permití que lo viera una vez. Pero no te preocupes, tienes mi palabra de que después de este día, ni él, ni yo, volveremos a acercárnosle —sentenció Ethan—. Será solo tu hijo, tal como quieres y le pondrás el nombre que quieras y lo educarás como consideres oportuno. Selim, entrégame al niño —ordenó.
Selim se puso tenso de pies a cabeza, el momento de despedirse había llegado y no estaba listo, se preguntó cómo era posible adorar tanto a una personita que había conocido apenas hacía unas horas; como fuera, lo amaba más que a su vida, casi tanto como a Ethan. Y por ello debía procurar que fuese feliz, aunque significase enterrarse en la más profunda pena. Besó por última vez al niño que tenía los ojos dorados y el cabello blanco, el pequeño que formaba una combinación perfecta de dos almas destinadas a estar juntas. Sintió que moriría cuando lo soltó y dejó de sentir su calidez, y se hubiera desplomado de no ser porque se apoyaba con las manos en la cama.
—Ethan... —susurró a modo de súplica, no necesitaba decir nada más, sabía que él sentía su angustia y su tristeza.
—Espera fuera, junto a Sergei —mandó este y el guardia tomó del brazo de Selim con firmeza, no para sacarlo a la fuerza, más bien, para ayudarlo a caminar a la salida, porque hasta Sergei había sentido lástima por Selim—. Yarine ¿todo está listo? —demandó saber el joven Orlov, sin quitar la mirada de su bebé, nunca más lo volvería a ver por lo que quería grabar su carita para siempre en su memoria.
—Sí, joven Ethan, tal como usted quería. Estos son los celulares. —Yarine entregó dos aparatos celulares de un modelo bastante antiguo—. Configurados como pidió y el depósito se realizó con éxito.
—Gracias, puedes retirarte, quiero hablar a solas con Isabela —pidió Ethan y Yarine salió de prisa—. Isa... sé que dije que no somos amigos y eso es verdad, sin embargo, lo fuimos y yo te quiero mucho —confesó con la voz quebrada lo que ablandó a Isabela y corrió a abrazarlo.
—Yo también te quiero, Ethan y no solo yo, Marco y Adrián siempre esperan volver a verte porque te extrañan mucho. Nos dolió que dejaras de hablarnos así...
—Cuando los vuelvas a ver diles que me perdonen y que se olviden de que una vez yo estuve a su lado. —Isabela quiso decirle que eso era imposible, pero solo pudo deshacer el abrazo e Ethan continuó hablando—: Ahora te suplico que cuides bien a mi... tu hijo. Ya sabrás que es un alfa, no permitas que sea como el resto de alfas de este país, enséñale a respetar a los demás y a cuidar de los omegas. Que nunca sepa cómo ni porqué vino al mundo, si algún día decides contarle que es adoptado dile que yo morí, en parte es cierto, una parte de mí murió esa noche, otra parte muere hoy y otra morirá el día en que me separe de Selim. Me pregunto si quedará algo de mí para entonces.
—No te preocupes, será el bebé más amado del mundo —aseguró Isabela con una sonrisa de ilusión.
—Estos teléfonos están configurados para comunicarse solo entre ellos desde cualquier lugar sin importar la distancia y no pueden ser rastreados por otros dispositivos. Quiero que tengas uno y yo me quedaré con el otro. —Ethan entregó el aparato—. Si algo pasa puedes contactarme, siempre atenderé tu llamada. Nunca se es demasiado precavido, no olvides que este niño es hijo de la mafia y por lo tanto tiene enemigos. Nos aseguraremos de mantenerlo en secreto, pero siempre hay un riesgo, además, los Aslan perderán a su heredero y el bebé es su hijo, pueden intentar algo.
—Lo sé y te lo agradezco mucho, espero nunca tener que recurrir a esto.
—Sería bueno que se marcharan del país, sé que dije que me gustaría que creciera aquí, pero lo más importante es su seguridad, puedo ayudarles a ubicarse en cualquier país del mundo.
—No es necesario, ya hemos estado pensando en mudarnos con la familia de mi novio a Canadá, un tiempo.
—Mejor así. Además, te informo que he transferido medio millón de dólares a tu cuenta bancaria personal.
—¡¿Qué?! —exclamó Isabela sorprendida en demasía, nunca había tenido tanto dinero en su poder y su pareja no podría ganar tal cantidad ni trabajando de sol a sol por el resto de su vida—. Ya me has dado mucho dinero, dinero que yo no he pedido, ya tengo demasiado, Ethan, no puedo aceptarlo.
—Como con el otro dinero, no es opcional que lo aceptes. Es para el bebé y su futuro, con eso no tendrán que preocuparse por dinero nunca más. No habrá problemas cuando lo uses, nadie cuestionará su riqueza, Yarine se encargó de eso.
Isabela se resistió un tiempo más en aceptar, pero Ethan no le dejó otra opción, después de todo esa cantidad ya constaba en su cuenta bancaria. Con todo aclarado, el momento de decir adiós había llegado e Isabela fue paciente en tanto Ethan contemplaba al hijo que nunca podría llamar hijo y que nunca volvería a ver.
—¿Qué nombre le van a poner? —pidió saber para dejar de llamarlo solo bebé o niño o hijo... y tener su nombre presente.
—Gabriel, como el ángel.
—Gabriel... me gusta —declaró sonriendo y una lágrima rodó por su mejilla, cayó en el mentón del pequeño ángel, quien abrió sus ojitos para mostrar su hermoso color. Ethan creyó que el bebé lo sabía y por ello le regalaba la última mirada—. Spi-zh, paka zabot nye znayesh —recitó una pequeña parte de su canción, solo para él y rogó porque el significado le llegara y se cumpliera el resto de su vida:
«Duerme ahora, mientras no conoces penas».
Acostó al pequeño sobre sus piernas para dejar sus manos libres un momento, se quitó el collar ancestral que había pasado de generación en generación por los herederos de su familia, el collar de plata con la gema de los Orlov, el lapislázuli, la piedra que significaba la lealtad; lo retiró de su cuello y lo colocó en el del pequeño Gabriel, le quedaba grande.
—Este collar me recordaba a mi madre después de que murió y ahora quiero que él lo tenga para siempre.
—Nunca dejaré que se lo quite —afirmó Isabela, ella también estaba llorando por la escena tan desgarradora.
Ethan estrechó al bebé contra su pecho y lo entregó a Isabela, hacerlo fue como quitarse una parte de su alma, su omega le rogaba que no lo hiciera, que se arrepintiera, pero no hubo marcha atrás. Gabriel comenzó a llorar a penas se sintió lejos de su madre, lloraba tanto que parecía que iba a hacerse daño.
—Llévatelo por favor, ya no puedo soportarlo —rogó Ethan cubriendo sus oídos. Isabela se marchó y solo pudo verla desaparecer, poco a poco dejó de escuchar el llanto desgarrador del bebé—. Por favor, madre Luna, no permitas que mi hijo sufra —rezó viendo el cielo nublado a través de la ventana, una tormenta se desató justo en ese instante.
El clima, con lluvia y truenos, acompañaba a Ethan y a Selim en su dolor.
Información: Nana Cosaco es la canción que inspiró esta historia, quería crear algo que pudiese describirse con ella y la idea inicial de un omega separándose de su hijo se convirtió en esta trágica historia. Así que este capítulo ya estaba planeado desde el inicio o mucho antes del inicio.
https://youtu.be/EnyI08_L7vg
Canción original.
https://youtu.be/cBWkXeDKhRY
Canción versión masculina.
Pdta.: La voz de Ethan es parecida a esta versión, quizás un poco más dulce.
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