La última vez

Lunes, 4 de enero de 2021

El grupo de amigos betas se reunió en un parque cercano a la facultad para dejar a Mario explicar lo sucedido con Ethan, Selim y la pelea que los había llevado a los tres a la oficina del decano.

Mario, con mucha vergüenza y arrepentimiento, les contó todo sobre su agresión contra el que antes había sido su novio.

—¡Me equivoqué, fui un idiota! No pude con mis celos, solo de imaginarlos juntos... —empezó a excusarse. Marco, al imaginar lo narrado, entró en cólera y lo golpeó en la cara, haciendo que cayera al suelo, sobre el césped húmedo.

—¡Maldito imbécil! ¡¿Cómo te atreviste a ponerle una mano encima?! —gritó intentando tirarse sobre Mario, pero Adrián lo detuvo—. Razón tuvo Selim en golpearte, yo te hubiera matado.

—Sabía que estabas de su lado, Marco —habló Mario intentando ponerse en pie—. Me detestaste desde la primera vez que ingresé en su grupo, pero apoyas a Selim Aslan...

—Selim es un alfa e Ethan es su omega y ni así... escúchame bien, maldito idiota. —Marco lo tomó del cuello de su chaqueta—. Aun cuando Aslan es el alfa de Ethan, nunca se atrevió a hacerle daño y nunca le tocó un pelo sin su consentimiento. ¿Y tú? ¡¿Qué derecho tienes sobre él?!

—Fuiste muy lejos, Mario, es decepcionante —intervino Isabela—. Como Marco dice, Selim siendo alfa siempre supo controlarse con Ethan. Aunque no me guste admitirlo, lo respeta, lo quiere y, sobre todo, lo protege.

—Somos betas, a nosotros no nos dominan nuestros lobos, tenemos pleno control sobre nuestro instinto animal —acotó Adrián—. Y actúas como un alfa en celo. ¿Acaso no eres un beta?

—Soy un beta, por supuesto que lo soy —recalcó Mario. Para un beta era humillante que lo compararan con una persona de otra de las dos casta, pues estaban muy orgullosos de ser quienes eran y diferenciarse de los demás por ser más racionales.

—Eres una vergüenza para nuestra casta, un beta no haría lo que tú hiciste —declaró Marco—. No mereces pertenecer a nuestra casta y menos a nuestro grupo. Vuelve con tu primo, sabía que eras igual a ellos. Y si te vuelves a acercar a Ethan, no será Selim el que te mate, seré yo —advirtió soltando por fin a Mario, quien no se iba a quedar callado ante los ataques:

—No es justo, admito mi culpa, pero Ethan, ¿es inocente?, me estaba usando para alejar al alfa que le traería problemas.

—Tú ya lo sabías y aun así insistías en permanecer a su lado —le recordó Isabela—. Ethan cometió un error, pero tú se lo permitiste. Es una pena que haya terminado así y pensar que yo te apoyaba a ti. —Suspiró decepcionada.

—Deberías estar agradecido con él, te salvó de ser expulsado. Yo, en su lugar, solo me hubiera salvado a mí mismo y a Selim. —Con esas últimas palabras de Marco, los tres chicos se alejaron dejando solo a Mario, quien pateó una roca por la frustración. Había perdido a su novio y ahora a todos sus amigos, todo el mismo día.

Isabela se marchó a casa en su auto y Marco llevó a Adrián en el suyo, como siempre hacía. Ambos estaban en completo silencio, pues la situación había sido realmente incómoda.

—Mario es un idiota —dijo Marco apretando el volante con tanta fuerza que sus nudillos se tornaban blancos.

—Ethan... —comenzó Adrián, algo nervioso por lo que iba a decir, pero ya no podía guardar silencio—, también te gusta a ti —soltó.

—¡Qué dices! No es verdad...

—¿Crees que no te conozco? Lo sospechaba desde hace mucho, pero no tenía pruebas. Hoy, al ver cómo te pusiste por lo de Mario... lo confirmé.

—No es verdad. —Marco insistía en negarlo aunque su cara estaba completamente roja.

—¿Por qué te avergüenzas? Ethan es un omega hermoso, elegante, de linda cara, interesante, muy inteligente, de buena familia y, sobre todo, fuerte y valiente. Encaja con el tipo de persona que te gusta —dijo Adrián con algo de amargura en su voz, pensando que nunca alcanzaría tal estigma—. Les gusta a casi todos los de la clase y eso que siguen pensando que es un beta.

—No se lo digas, él nunca debe saberlo. Por favor —pidió Marco en súplica.

—Tu secreto está a salvo.

—Ethan es increíble, es el sueño de todo alfa, un beta no tiene una sola oportunidad con él. Menos cuando ya ha encontrado a su mate. —Recordaba la conexión que veía en los pocos momentos que alfa y omega se encontraban, le parecía algo mágico e irrompible—. Mira el ejemplo de Mario.

—Pero a Ethan no le gustan los alfas. Y, aunque quiere a Selim, no terminarán juntos, eso es seguro. Puede que tú...

—Imposible —cortó la idea riendo con amargura—. No estoy a la altura de él.

—¡¿Qué mierda estás diciendo?! —gritó Adrián y eso sorprendió demasiado a Marco, pues el chico rubio siempre había sido calmado, nunca gritaba, no recordaba haberlo escuchado diciendo alguna grosería—. Eres un gran chico, un excelente beta y harías feliz a cualquiera —exclamó con la voz quebrada—. Ethan tendría suerte de tenerte.

—Adri... ¿por qué lloras?... —Adrián no se había dado cuenta de que las lágrimas traicioneras habían escapado de sus ojos, mostrando su dolor por ver a la persona que quería enamorado de otro.

—Para, quiero bajar —exigió con tal autoridad que Marco tuvo que obedecer—. Nos vemos mañana. —Se bajó del auto antes de que su amigo pudiera decir algo para detenerlo. Corrió sin rumbo alguno, solo para alejarse.

«Estúpido niño omega, siempre debes tener todo lo que quiero», pensó con algo de rencor, pero en el fondo sabía que apreciaba a Ethan y nunca podría odiarlo, porque nadie podría hacerlo.

Solo estaba celoso, envidiaba la vida completa de Ethan: su apariencia, el hecho de que había nacido en cuna de oro y él había sufrido necesidades toda la vida. Detestaba admitir que Ethan era más inteligente y astuto que él y que era así sin mucho esfuerzo, en cambio Adrián se había esforzado mucho, estudiaba sin parar y ni así lograba superar a Ethan, el niño prodigio de Bilmek, como muchos lo llamaban por ser menor que todos los demás. Y le molestaba que Ethan atrajera tanto la atención, que les gustara a todos y, peor, que le gustara a Marco.

«Todo gira a tu alrededor, Ethan».

Por su parte y tiempo después, Ethan regresó a casa, luego de pasar toda la tarde con Selim, charlando en aquel parque; tiempo que, en adelante, recordaría como la tarde más pacífica con el alfa que siempre lo ponía en situaciones complicadas. Atravesó la puerta principal, con los gritos de Elías de fondo, dando órdenes e insultando a los guardias que no habían notado la huida de su sobrino.

—¡Gracias a Dios! —exclamó la señora Mariana, al verlo entrar a la mansión—. Joven, su tío está histérico, debe...

—¡Ethan! —Elías salió de su despacho, rojo de ira, tomó a su sobrino del brazo y lo obligó a caminar a su habitación—. ¡Eres un idiota! —Lo lanzó al suelo alfombrado del cuarto, Ethan cayó sin hacerse daño.

—Tío, cálmate —pidió en tono frío.

—¡Cómo pides que me calme! —Elías se tiró sobre él para examinar su cuello en busca de alguna marca.

—¡Déjame! —reclamó Ethan, empujando al hombre y poniéndose de pie—. No soy tan estúpido como para dejar que Selim me marque.

—Si eres tan estúpido para escaparte así, te creo capaz de lo que sea. ¡No te reconozco!

—¡Y yo a ti tampoco! No sé si estaba ciego o si no lo noté porque era un niño, pero... tú eres aterrador —declaró mirando a los ojos de su tío, unos ojos que ya no pertenecían al cariñoso hombre que lo había criado; más bien, parecían los de un loco, llenos de rabia, odio y ambición—. No sé, ni quiero saber, lo que me escondes, pero no quiero tener nada que ver con ello. Te lo aviso desde ahora.

—¡Te guste o no, ya estás involucrado! Y por eso harás lo que yo te diga.

—¡Lo haré! Lo juro, haré lo que quieres, iré a Rusia contigo, me convertiré en lo que tú quieras, seré quien tú quieras que sea. No quiero hacerlo, pero no tengo opción —admitió con tristeza, pero firme—. Solo quiero una cosa.

—No tienes derecho a pedir nada.

—Lo tengo, si te voy a entregar el resto de mi vida, tengo derecho a vivir lo que me queda como yo quiera —sentenció, seguro de sí mismo, con altivez y sin desviar la mirada.

—Habla.

—Quiero vivir como cualquier otra persona de esta ciudad. Quiero hacer lo que yo quiera, sin que me vigilen a cada segundo, ¡es que no tengo privacidad ni en mi habitación!

—Solo lo hago para cuidarte, tú lo que quieres es estar con ese niño alfa.

—¡Sí, eso es justo lo que quiero! No lo veré nunca más cuando me vaya, me olvidaré de él y él de mí cuando el tiempo pase. Pero, mientras lo tenga cerca, quiero estar con él, como hoy —expresó su deseo y eso le costó un fuerte golpe en la cara.

—¡Eres tan idiota como tu madre! ¿Quieres terminar igual? Entre más tiempo pases con tu soulmate, más unidos se sentirán, no soportarán estar separados y la necesidad del lazo será inminente. ¿Qué harás si te marca?

—No pasará, sabré manejar la situación que se presente. Yo tampoco quiero unirme a un alfa, ni a Selim, ni a nadie. Pero eso no impide que quiera estar a su lado, quiero darle algo, un poco de mi vida, ya que le estoy negando lo más importante.

—¿Escuchas lo que dices? No es así como yo te eduqué, yo no te crie para que hables como un omega cegado por el amor de un alfa, es repugnante.

—No me importa y aunque no te guste, yo soy un omega —le recordó con orgullo, por primera vez Ethan se sintió bien al decir que pertenecía a esa casta—. La situación es esta: si quieres que yo haga lo que digas, me dejarás vivir mi vida en esta ciudad como a mí me dé la gana.

—¿Y si no lo hago? —preguntó Elías con una sonrisa burlona.

—Solo me llevarás a Rusia muerto —amenazó Ethan con una voz helada, limpiando la sangre que caía de su labio por el golpe anterior—. Y si logras hacerlo, te haré la vida imposible, escaparé como sea, siempre intentaré alejarme de ti y del maldito secreto de tu familia.

—Por un alfa estás amenazándome. Ethan, olvidas que puedo, fácilmente, eliminar aquel problema.

—Si lo tocas, te mataré, te lo juro.

—Bien, de acuerdo —aceptó el mayor, caminando a la salida—. Puedes hacer lo que quieras, no te detendré; pero cuando pises suelo ruso, solo harás lo que yo te diga.

—No pongas guardias a seguirme esta vez. —Elías se detuvo ante aquellas palabras, muy sorprendido—. Tampoco a los espías que infiltraste en la facultad. No quiero nada de eso, ni siquiera al chofer.

—Así que lo sabías, excelente sentido de la percepción —felicitó complacido.

—Si no querías que los descubriera no debiste mandar a golpear a Selim y menos frente a mí.

—Eres lo más importante en mi vida, niño caprichoso. Estoy orgullosos de ti. —Lo abrazó con fuerza, Ethan correspondió porque, a pesar de todo, se sentía seguro en los brazos de ese hombre—. Los próximos seis meses serán como desees. —Elías concedió por fin porque creía que nada malo podría pasar.

Viernes, 29 de enero de 2021.

Tres días antes de la noche maldita.

Los días siguientes a su conversación, Elías cumplió su promesa y dejó a Ethan solo; retiró a los guardias que lo habían cuidado por años, el toque de queda y la vigilancia en la casa. Así que Ethan podía hacer todo lo que quisiera, aunque la relación con su tío se había vuelto un tanto tensa.

Sin embargo, no le importaba nada de eso, solo quería divertirse ese poco tiempo que tenía con sus amigos, ahora ya lejos de Mario. No preguntó nunca, pero era obvio que habían sacado del grupo al explosivo beta, primo de Luck; para Ethan fue un alivio. Lo único que empañaba su alegría de ser libre, era que Adrián y Marco parecían molestos entre sí, su convivencia era diferente, un poco distante. Ethan había preguntado, pero nadie le había dado una razón de esto, se resignó y, dos semanas después, todo había parecido volver a la normalidad con respecto a ese tema.

A parte de las salidas con su grupo, también acostumbraba a salir con Selim, aunque nunca lo juntó con sus amigos, pues a Isabela aún no le agradaba el alfa. Selim casi estaba en las nubes, se citaban casi a diario aunque sea solo por unos minutos, varias veces era él quien llevaba a Ethan a casa en la motocicleta que les fascinaba a ambos.

No volvieron a besarse desde la pasada tarde en el parque, cuando Ethan había escapado de casa, no tenían esa clase de relación, Ethan no lo permitía. Tampoco se veían en la noche, ni cuando alguno bebía alcohol, regla que los protegía de hacer algo de lo que se pudieran arrepentir después.

—Es como un sueño —alegó Selim en un suspiro.

Estaban en la casita de madera blanca, en aquel parque que se convirtió en un símbolo de su relación y uno de sus lugares favoritos para pasar el tiempo. Sentados en el suelo de espaldas el uno del otro, leyendo libros de matemática, pues sus exámenes de mitad de año empezarían el siguiente lunes, solo les quedaban dos días para estudiar.

—¿Sueño? —preguntó Ethan, subrayando una definición importante que memorizaría después.

—Estar aquí, solos, sin tus guardias siguiendo cada uno de mis movimientos; era muy molesto.

—Ya hemos estado así un mes, ¿ahora lo notas?

—No, pero ahora quise decirlo.

—Concéntrate en estudiar, no podemos reprobar esto —reprendió y Selim suspiró de nuevo, con nostalgia—. ¿Qué te molesta?

—¿Cómo sabes que me molesta algo?

—Selim, presumes de conocerme bien. —Ethan cerró su libro y se volvió para mirar al alfa a la cara—. Yo te conozco tanto como tú a mí. ¿Te molesta algo?

—Solo pienso en el porqué de todo esto, ya sabes, a veces no lo entiendo. —Ethan lo miró sin comprender nada—. ¿Por qué me gustas tanto? Claro, ahora sé por qué estoy enamorado de ti: porque eres increíble. Pero antes... al inicio.

—No le des tantas vueltas a eso, creí que ya habías dejado ese tema.

—Es que a mí nunca me había gustado alguien, no así. Cuando te vi por primera vez, sentí que el mundo me levantó y me estampó contra el suelo. La necesidad de saber quién eras casi acaba conmigo, no sé cómo explicar eso, no creo en el amor a primera vista.

—Selim, ¿puedes dejar ese tema por la paz? —pidió Ethan en un desesperado intento de dejar de hablar de eso, ya que la culpa lo consumía.

—Y, el que tú no sientas lo mismo, es doloroso. Sé que me quieres, debes hacerlo o no estarías aquí, pero...

—Selim, soy un beta, ¿cómo se supone que entienda lo que un alfa siente? Tú quieres que yo te ame como un omega lo haría, pero yo no soy así, jamás seré de esa manera y tampoco lo deseo.

—Lo sé. Pero aun así... —El alfa tomó entre sus manos la pálida cara de Ethan.

—¿No te basta con que esté a tu lado? Dijiste que era suficiente.

—Lo dije, pero en el fondo siempre quiero más de ti —admitió y lo besó, Ethan no se apartó, al contrario, le correspondió—. No quiero que te vayas, es egoísta, pero quiero tenerte para mí, solo para mí. Mi peor pesadilla es un día despertar y que tú ya no estés más, saber que te fuiste muy lejos. —Selim lo abrazó deslizando con suavidad las manos por debajo de la sudadera de Ethan, sintiendo su suave y cálida espalda—. Y mi más grande sueño es despertar y tenerte a mi lado en la cama, abrazándome—. Ethan rodeó su cuello con los brazos y volvieron a unir sus labios en un beso cargado de deseo—. Quiero casarme contigo.

Ojalá hubieran sabido que ese era el último beso que no recordarían con rabia, el último beso puro. Tal vez, hubiera durado más.

Un silencio sepulcral se instaló entre ellos, el corazón de Ethan casi entró en paro por aquella confesión y Selim sudaba de nervios.

—No sueñes tanto —dijo Ethan con un tono frío, destruyendo las ilusiones que Selim había albergado en su mente—. Yo no me casaré nunca y menos contigo. —Recogió sus cosas para irse.

—Espera. —Lo detuvo Selim de los hombros—. Sé muy bien que eso no pasará, ni siquiera lo considero con seriedad. Nunca me aceptarás. No me importa, mientras pueda estar a tu lado, como tu amante, un amigo, tu sirviente o lo que tú quieras que yo sea.

—Patético, un alfa rebajándose a eso, aceptarías todo lo que yo te diga aunque te tratase como escoria. ¡Ódiame y ya! ¡Déjame! ¡Huye lejos de mí! De todas formas me iré, ¿qué caso tienen tus palabras o tus promesas?

—No puedo irme, soy patético —admitió Selim sin dolor, resignado ante sus propias debilidades—. Ante los demás, mi padre incluido, sería una vergüenza para los alfas. Y nada me importa, solo tú. Te amo más que a mi vida.

Ethan no pudo más y se echó a llorar en los brazos de Selim, él también quisiera ser así de sincero con lo que sentía, con el amor que había nacido desde que lo había visto por primera vez. Sin embargo, su orgullo y sus miedos eran más grandes que todo ello.

En ese momento, Ethan no supo que ese era el último momento que tendría en ese parque junto a Selim. La última oportunidad de confesarle su verdadera identidad. Tal vez, debió hacerlo.

—No quiero irme de aquí —atinó a decir.

—No quiero que te vayas —respondió Selim. Pero ambos sabían que eso no lo podían evitar.

El destino estaba sellado.

Ese fin de semana fue el primero, desde que Ethan había obtenido su temporal libertad, que no salió ni con sus amigos ni con Selim. Sé quedó en casa a estudiar, aunque por horas no había podido concentrarse nada, siempre recordando la palabras de su soulmate: «Quiero casarme contigo».

Ese deseo, si bien le había sorprendido, en el fondo no le desagradaba. Pasar el resto de su vida con él, sin tener que decir adiós, sin preocuparse por nada más, era algo que de verdad disfrutaría.

Pero eso no era propio de él, no era el futuro que deseaba; en cambio, era todo lo que siempre había aborrecido.

«No está en mi destino».

«Sí, si tú lo quieres», contradijo su lobo, «yo lo quiero».

«Nunca».

Y ese fue el último fin de semana, las últimas noches, que Ethan viviría sin pesadillas.

Lunes por la mañana, 01 de febrero de 2021

Unas horas antes de la noche maldita.

Lunes al medio día, los exámenes comenzaron, los alumnos de primer año estaban inquietos y nerviosos por su primer gran examen en la universidad.

Ese día, Ethan se despidió de su tío y una sensación extraña lo invadió, era miedo. Estuvo a punto de pedirle a Elías que lo dejara llevarse al chofer, incluso que le devolviera la protección de los guardias. Sin embargo, desechó la idea, tachando de irracional el miedo que lo aquejaba.

Debió haberle hecho caso a su instinto premonitorio.

Pero solo se marchó a su facultad en autobús, el que ya se había acostumbrado a usar. Mas, la sensación de mal presentimiento nunca lo dejó.

Ya que no era cualquier prueba, la distribución de los alumnos no sería por curso. Como todos los alumnos de primero darían el mismo examen, al mismo tiempo, se decidió que se mezclarían. A un alumno del paralelo uno, podría tocarle en el aula del paralelo dos y con compañeros del tres, todo aleatorio. Se había hacho un sorteo, los resultados se publicaron en la cartelera fuera del edificio.

Ethan y sus tres amigos rogaban porque les tocara juntos, no para copiar ni nada parecido, solo para darse ánimos. Lamentablemente, no fue así. Adrián e Ethan estaban juntos en una clase, Marco e Isabela en dos diferentes. Ethan notó, al recorrer su lista con la vista, que Selim estaba asignado a la misma aula y, para mala suerte, Luck Werner y su manada completa también.

Todos se dirigieron al lugar de su examen y el profesor a cargo los colocó estratégicamente en los asientos. Puso a Adrián al frente, en una esquina y a Ethan en el centro.

Hi little white wolf —saludó Selim con una gran sonrisa, estaba sentado a su lado. A Ethan no le sorprendió aquella hazaña, siempre parecía que el mundo intentaba juntarlos.

Esta era la última vez que Selim Aslan llamaría con ese apodo a Ethan Himura.

—¿Estudiaste? —preguntó Ethan.

—Claro.

—Más te vale porque parece que estará algo difi... —No pudo seguir hablando pues un olor penetrante lo golpeó, lo mareó por un segundo. Reconoció ese olor aunque nunca lo había percibido antes y lo aterró—. ¿Estás en celo? —interrogó suplicando que Selim le diera una respuesta negativa.

—Lo estaré en un par de horas —contestó el alfa—. Me sorprende que te hayas dado cuenta, beta.

—¡No debiste haber venido! —reclamó Ethan, su cuerpo estaba reaccionando a las feromonas que este desprendía, demasiado potentes.

—El examen es importante y tomé supresores. ¿No me digas que te molesta? —se burló Selim con una sonrisita.

La última sonrisa alegre que Ethan recordaría del alfa que su lobo amaba.

—Ni que fuera omega...

Los dos fueron reprendidos por su profesor encargado, cuando les entregó las hojas de examen, el hombre alfa exigió silencio y amenazó con sacarlos si seguían hablando.

El cuerpo de Ethan comenzó a quemar y un muy ligero, pero creciente dolor llegó a su abdomen bajo. El celo de Selim lo estaba afectando.

«No, no es posible», recriminaba sin saber a quién. «Mi celo fue hace muy poco, es imposible», repetía una y otra vez, mientras intentaba responder el examen, como si con eso fuera a hacer que su celo inminente desapareciera.

No podía solo irse, no había respondido ni la mitad de todas las preguntas, reprobaría. Así que aguantó todo lo que pudo, calculó cuántos aciertos eran necesarios para aprobar, contestó las preguntas más rápidas, las demás las dejó en blanco. Volteó su examen y salió de la clase tan pronto como pudo, con los gritos de su profesor detrás, y fue directo al baño.

Como era de esperarse no había nadie, todos estaban en exámenes, por eso Ethan no se preocupó por entrar a un cubículo, ni de cerrar la puerta del baño, ni siquiera de mirar quién estaba detrás.

Vació el contenido de su maleta en el largo mesón de los lavabos. La cajita que contenía los inhibidores, que siempre llevaba consigo, estaba cerrada y por los nervios tardó mucho en abrirla. Demasiado.

Cuando por fin logró preparar la inyección, fue detenido por una voz:

Suelta eso. —La voz de mando del alfa lo obligó a soltar la frágil jeringa, la cual se estrelló en el suelo, rompiéndose en pedazos—. Lo sabía... eres un omega.

Y esta era la última vez, el último día, que Ethan era Ethan Himura.

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