La Pareja Perfecta

Jueves, 25 de febrero de 2021

25 días después de la noche maldita.

Poco antes de que Selim llevara a cabo su estúpido plan, que solo estaba funcionando por algún milagro o porque en la casa no había más que guardias inexpertos, además de la ausencia de Elías, aunque más que todo porque Kenny, el escolta mejor capacitado, no se encontraba para vigilar todo, Sergei tuvo un mal presentimiento. Alertado desde antes por Yarine, que le había encargado estar muy al pendiente de Ethan, decidió hacerle caso a la fea sensación en su estómago y asegurarse de que de verdad este se encontraba bien. Después de todo, su padre siempre le había dicho que confiara en su instinto. Tocó varias veces, pero no obtuvo ninguna respuesta.

—Señor Ethan, con permiso, voy a entrar —anunció, pero de nuevo, sin respuesta. Así que solo abrió la puerta y pasó—. ¿Señor Ethan? —No estaba en ningún lugar de la habitación, pero escuchó el agua caer de la ducha. Avergonzado, creyó que solo se estaba dando un baño y él había actuado con poco decoro al entrar así.

De pronto un ruido estridente lo detuvo antes de salir. Fue como si algo de vidrio se estrellase contra el suelo y se rompiera.

—¿Señor?, ¿se encuentra bien? —preguntó tocando la puerta del cuarto de baño—. Abra la puerta por favor. —Estaba puesto el seguro—. Si no abre tendré que tirar la puerta.

Al final tuvo que cumplir con la advertencia de forzar la puerta, porque Ethan no respondía. Rompió la cerradura de una patada. Al abrir, lo vio sentado en el frío suelo de baldosa, bajo la lluvia de la regadera. A su lado, un jarrón de porcelana blanca, que antes había sido hogar de una linda planta, estaba roto en el suelo, la planta tirada y la tierra siendo llevada al desagüe por el agua. Ethan portaba en su mano en pedazo filoso del jarrón, lo apretaba tan fuerte que se estaba cortando la palma de la mano, la sangre manchaba el agua de rojo. Amenazaba con cortar su muñeca.

—¡Señor! No lo haga —pidió Sergei, intentando calmarlo—. Deme eso por favor. —Se acercó a él en cuclillas, cuidando de no cortarse con los trazos del jarrón—. Suéltelo. — Ethan parecía perdido, como si ni siquiera notara la presencia del chico.

Hizo ademán de cortarse y Sergei tuvo que intervenir, intentó ser cuidadoso, pero forcejearon hasta que pudo hacer que soltara el fragmento, recibió pequeños cortes en sus manos, pero nada grave. En cambio, Ethan sangraba abundantemente.

—Debemos curar eso, déjeme ver. —Quiso examinar la herida, pero Ethan se alejó de inmediato.

—No me toques, aléjate de mí. —Sergei pudo notar que estaba fuera de sí, tal vez teniendo un ataque de pánico. Lo único que se le ocurrió fue mantener la distancia y alzar las manos para mostrarle que no le haría daño—. ¡Te mataré! ¡Los mataré a todos! Malditos alfas... —Ethan abrazó sus rodillas y escondió la cabeza, mientras seguía murmurando y maldiciendo.

Sergei supo que él no debía tocarlo o intentar moverlo, porque sería peor. Por ello llamó a Yarine al celular para que nadie más lo escuchase por el intercomunicador. Hasta que llegara, cerró la llave de la regadera y recogió un poco el desastre del suelo, para evitar que alguien más se lastimara.

—¿Qué pasó? —preguntó Yarine, agitada por subir corriendo. Enseguida acudió a calmar a su jefe.

—No lo sé, lo encontré así. Ayúdalo —pidió Sergei preocupado.

—Es mejor que te vayas, yo me encargo. —Yarine hizo que su compañero saliera de la habitación para que Ethan se sintiera más cómodo—. Joven, está teniendo un ataque de pánico —le habló con la voz tranquila, aunque por dentro estaba tan nerviosa como Sergei, aun así intentaba recordar el procedimiento a seguir en una situación así—. Es un momento muy desagradable, pero prometo que pasará pronto. —Evitaba tocarlo, aunque quisiera abrazarlo, no debía hacer nada que pudiera alterarlo más. Ethan la miró—. Escuche, es muy importante que intente respirar más despacio. —Ella comenzó a respirar de la forma en que Ethan debía hacerlo y él la imitó—. ¿Puede contar hasta diez? —Él siguió las instrucciones y poco a poco pudo calmarse—. Debemos salir de este lugar, ¿me permite ayudarlo a levantarse?

Con la autorización no verbal de Ethan, Yarine lo levantó y lo sacó del cuarto de baño. Lo sentó en uno de los sofás. Fue a buscar toallas, el botiquín de primeros auxilios y una muda de ropa cómoda.

—Tengo que curar la herida de su mano. —Le extendió la mano para que sea él el que decidiera mostrarle la herida sangrante. Ethan lo hizo—. No es profunda, gracias a la Luna. —Atendió la herida rápidamente y lo vendó—. Le ayudaré a cambiar su ropa mojada.

No pudo dejarlo solo para que se cambiara, por temor a que se volviera a descomponer, pero le dio privacidad cuando debía y lo ayudó en ciertas cosas, como abotonar la camisa de la ropa de dormir, él no podía hacerlo solo, por el dolor en su mano. Una vez cambiado y seco, Yarine pudo calmar su propio corazón.

—Joven, su hermana llegará pronto, lo mismo su tío. No se preocupe, no estará solo. Además yo no le dejaré —afirmó con una sonrisa maternal—. ¿Necesita algo?, puedo conseguir lo que sea. ¿Una pastilla para el dolor?

—Estoy bien. —Ethan no dijo nada más que eso, pero al menos habló.

—Bueno. Vamos, debe descansar. —La joven lo tomó de la mano para llevarlo a la cama—. Me quedaré con usted hasta que...

No pudo decir más ya que Sergei entró de prisa. Parecía agitado, preocupado, hasta asustado.

—¿Qué pasa? —exigió saber Yarine.

—Uno de los presos escapó —avisó el escolta alarmado. A Ethan le empezó a latir el corazón con fuerza, enseguida supo quién era el fugitivo—. Tengo que ir. Quédate con el jefe. ¿Tienes tu arma?

—Sí, pero espera. No puedes irte, nuestro deber es protegerlo —rebatió ella—. Si solo es uno, los demás podrán con eso.

—Está armado, es peligroso. No pueden solos, iré. Ponte el intercomunicador. —Sergei señaló los auriculares que rodeaban el cuello de Yarine como adorno—. Cierra la puerta cuando yo salga. Ese imbécil no vendrá a este lugar, lo que quiere es huir, lo volveré a meter en esa sucia celda.

—¡Sergei! —gritó su compañera para detenerlo, pero no lo logró—. ¡Maldita sea! —Golpeó la puerta de frustración y después la cerró bien. Encendió su intercomunicador para escuchar cómo iba la persecución.

—Es Selim, vendrá aquí —susurró Ethan y si Yarine lo hubiera oído, nada de lo que pasó después hubiera sucedido.

Todo el mundo intentaba encontrar a Selim, pero habían tardado demasiado en darse cuenta de que, fingir salir por la puerta del estacionamiento, no había sido más que una trampa. En tanto los guardias perdían el tiempo registrando cada rincón del parqueadero, Selim caminaba por los pasillos de la casa con sigilo, silencioso y astuto como una serpiente, evadió a varios guardias gracias al intercomunicador. Nadie logró notar que ese importante aparato también estaba en su poder.

Logró llegar a la sala de estar, la puerta de salida estaba a un metro de él, pero escapar nunca había sido su objetivo verdadero.

—Ethan, por fin voy a verte. Aunque muera, tengo que verte.

Al acercarse a las escaleras, escuchó a alguien cerca y se escondió detrás de uno de los grandes sofás. Era Sergei que bajaba corriendo las gradas, desde su posición, Selim podía disparar sin problema y matarlo porque el beta estaba distraído. Sin embargo, no planeaba acabar con la vida de nadie, evitaría disparar lo más posible. Encima, no confiaba en su puntería, aunque sabía un poco de armas de fuego, nunca había disparado antes.

Sergei desapareció en uno de los pasillos y Selim fue libre de subir. Desde arriba, rogando a todo el universo que se le concediera una pisca de puntería, disparó varias veces a la puerta trasera de vidrio, la que daba a la piscina. Sabía que habían cerrado todas las puertas y por eso quiso romper la cerradura, así creerían que escapó por ahí. No lo consiguió, pero sí destruyó el vidrio, que se hizo añicos y cayó dejando solo el marco de la puerta. Eso era suficiente como para que funcionara el plan.

Procedió a buscar la habitación de Ethan, solo había estado una vez en aquella casa, no recordaba cuál de todas era la de él. Entró a una de ellas, que para su sorpresa estaba abierta.

—No te muevas —dijo alguien. Selim sintió el cañón de una pistola en la cabeza—. Deja el arma —exigió la voz de una mujer. Era Mariana.

—Está bien —aceptó Selim, se descolgó el rifle y alzó las manos—. Por favor, solo quiero ver a Ethan. Necesito hacerlo, él no está bien ahora —apeló al cariño que sabía que el ama de llaves sentía por Ethan.

—¿Crees que te llevaré con él? No seas idiota. —Mariana procedió a avisar a los demás guardias con el intercomunicador, eso la distrajo y Selim pudo detenerla, le quitó la pistola y le apuntó con la misma.

—Por favor, no quiero lastimar a nadie. —Ahora era ella quien levantaba las manos.

—Decir eso con un arma en las manos y apuntando a una simple vieja demuestra lo contrario.

—¿Dónde está Ethan? —Al principio Mariana se negó a hablar—. Tengo que ir y será mejor que me ayude a hacerlo. Por él soy capaz de todo, hasta de matar.

—Dónde va a estar, niño tonto. En su habitación, por su puesto. Pero si crees que está solo, es que eres un idiota —se burló la mujer—. Seguro que no sabes ni usar las armas que robaste. Deja de hacerte el héroe y regresa a tu celda.

—Lo haré después de verlo. ¿Cuántos están con él ahora?

—¿Qué importa? Estén diez o solo una chica, no podrás entrar a la habitación. Y si lo haces, te dispararán apenas vean tu sucia cara.

—¿Solo una chica?, ¿la beta que parece ser muy inteligente? —Mariana asintió—. Gracias. —Selim tomó el rifle sin dejar de apuntarla con la pistola—. Si muero cuide de él. —Abrió la puerta con una mano sin darle la espalda.

—Espera. —Mariana lo detuvo—. Te puedo ayudar. Si te mueres pondrás en peligro a mi pequeño niño. —Eso de verdad fue sorprendente para Selim—. También porque eres listo, pudiste escapar, pero te quedaste solo para ver a Ethan. No creo que seas buena persona, al contrario. Sin embargo, es cierto que él te necesita.

—¿Cómo va a ayudarme?

—Deja eso en mis manos. Te ayudaré a entrar a la habitación de Ethan, solo te advierto que después de eso estás por tu cuenta. Él tiene un arma, te matará si lo provocas.

—Señora, si usted está intentando engañarme, dispararé —amenazó Selim, desconfiado de las dudosas excusas de la mujer para ayudarlo. Lo que no sabía era que Mariana tenía más razones para hacerlo, más que solo la preocupación por Ethan. Ella quería que Yarine y Sergei dejasen de tener el poder que, en su opinión, unos niños no debían de tener. Quería acabar con su imagen ante los jefes. Esto demostraría que eran incapaces de proteger al futuro Jefe Orlov. Entre otros intereses.

—Solo sígueme. —Salieron de la habitación, después de ver que nadie rondaba por el lugar. Mariana escondió a Selim detrás de una columna—. Cuando ella salga, entra rápido. —Le entregó una llave—. No dejes que te mate. No hagas que me arrepienta. —No dijo nada más y se fue. Dio la vuelta al pasillo donde desapareció.

Instantes más tarde, Selim la escuchó gritar muy fuerte, como si alguien la estuviera matando. Pedía auxilio.

—¿Este es el gran plan? —cuestionó con duda—. Es estúpido...

Estúpido o no, funcionó. Yarine salió de la habitación con una pistola en las manos. Despejó el área, no vio a Selim por pura suerte, y corrió en la dirección de los gritos. Aprovechando esto, Selim se acercó a la puerta que supuestamente era de la habitación de Ethan, iba a usar la llave, mas, se dio cuenta de que estaba abierta. Dudó unos segundos, su corazón latía a mil por hora.

—Por fin veré tu cara, Ethan.

Escuchó pasos, personas acercándose, por ello entró sin demora y cerró la puerta tras de sí. Ahí lo vio, sentado en la cama con una pistola en las manos.

—Ethan...

—¿Cómo te atreves a venir aquí? —reclamó Ethan, se puso de pie e, ignorando el dolor de su mano por la cortada, apuntó el cañón de la pistola a la cabeza de Selim—. Sabía que eras un descarado, pero no creí que llegarías a tanto. Suelta las armas.

De inmediato el alfa obedeció la orden, no planeaba entrar con ellas, olvidó dejarlas fuera antes de entrar.

—Tenía que verte —dijo como explicación—. No puedo morir sin antes ver tu cara.

Ethan se echó a reír, sin nada de gracia, una carcajada sardónica y un tanto siniestra. Estaba apretando tanto el arma que la sangre, que ya había estado parando, volvió a fluir, tiñendo la venda de rojo.

—¿Para qué quieres verme?, ¿no sabes que tu presencia es una tortura para mí? No te basta con haberme arruinado la vida, ¿verdad?

—Ethan, no tienes idea de cuánto lo siento —exclamó Selim casi llorando.

—¡No! —gritó Ethan—. El que no tiene ni idea eres tú. No sabes lo que sentí cuando te vi en ese lugar, de corazón creí que me ayudarías. Fui un completo idiota —confesó con amargura en la voz—. Hiciste lo mismo que los otros. ¡Me traicionaste! No tienes ni la más mínima idea de cuánto te odio.

—Sí lo sé, lo siento en el corazón —aseguró Selim llevando su mano al pecho—. Siento tu dolor y tú el mío, estamos conectados, Ethan.

—¡Y eso es por lo que te odio más! —Ethan apuntó con su arma de fuego, esta vez, al pecho de la persona que ahora deseaba destruir. La misma que hacía unas semanas era su mundo, lo más bonito de su vida—. Más que a esos miserables, te odio más que a nada. Quiero que mueras, ¡quiero acabar con todo rastro de tu existencia! —gritó amenazando con disparar, a punto de presionar el gatillo.

—Puedes matarme, no me importa, si tomar mi vida te ayudará, estoy dispuesto a morir. Pero no ahora, sabes que no lo podrías resistir, en tu estado si yo muero, morirás también. ¡No dejaré que eso suceda! —Selim intentó acercarse, pero Ethan disparó y la bala pasó rozándole la mejilla, dejando una pequeña herida sangrante.

—Si das un solo paso más, la próxima bala sí terminará en ti.

—Por favor... baja el arma, te lo suplico. No quiero que mueras —rogó el alfa con gruesas lágrimas en los ojos.

—Yo ya estoy muerto y te juro que un día lo estarás también, Selim —sentenció Ethan dejando caer el arma en el suelo.

No pudo soportarlo más, estaba demasiado débil para resistirse al instinto. El lazo seguía siendo muy fuerte, la marca en su cuello ardía. Además, su mente necesitaba un descanso. Se dejó guiar por su otra mitad, por su omega, confiando en que, por ahora, eso sería lo mejor.

El cuerpo de Ethan desapareció en una neblina azul brillante, tan pura como el alma de los dioses, pero que reflejaba la más profunda tristeza.

En un segundo la neblina se disipó y ante Selim apareció aquel ser que solo una vez había tenido la oportunidad de admirar: un lobo blanco de intensos ojos azules, el omega que antes era tan solemne e imponente, y que ahora parecía solo un cachorro herido. Aun así, no perdía su belleza.

Si algo Ethan podía y quería impedir era que Selim lo volviera a tocar, a su cuerpo humano. El acercamiento era inevitable, pero al menos así no sentiría que se traicionaba.

Tímidamente, Selim se acercó para acariciar su pelaje, el lobo lo aceptó con recelo, a gusto por el contacto, pero aún alerta, dispuesto a morderle el cuello si detectaba peligro.

—Perdóname, mi pequeño lobo, te fallé. —Selim lloraba abrazándolo por el cuello, envolviéndose en el olor dulce de la uva que se había amargado hasta parecerse al vino—. Perdóname, Ethan, no pude cuidarte, todo es mi culpa.

«Todo es tu culpa, Selim, y pagarás por ello», pensó Ethan en el interior.

Esta era la primera vez que dejaba que su lobocontrolara por completo su cuerpo, sus decisiones y acciones. 

Permanecieron así hasta que más de diez guardias irrumpieron en la habitación, todos listos para agujerear el cuerpo de Selim a punta de balas. Sergei y Yarine entre ellos.

—¡Selim Aslan! Aléjate de él —ordenó Yarine, fúrica.

—¡Obedece, maldito! ¡Cómo te atreves a tocarlo! —Sergei bajó su rifle, ya había muchos apuntando a la cabeza de Selim. Se acercó con la intención de separarlo de Ethan.

Ninguno contó con que, el mismo Ethan se pondría en frente de Selim, como si lo protegiera, gruñendo. A nadie le quedó duda de que estaba dispuesto a atacar.

—Sergei, no te acerques —aconsejó Yarine—. Es mejor que salgan todos, ahora mismo.

—¡¿Te volviste loca?! No lo dejaré con este infeliz —rehusó Sergei—. Selim Aslan, sal ahora mismo.

Ethan seguía gruñendo, sus ojos azules amenazaban a todos. De repente dio un salto y quedó a menos de un metro de Sergei, quien del susto cayó de espaldas al suelo. No se pudo incorporar porque ya tenía al lobo blanco respirando en su cara. Selim no se atrevió a decir nada ni a mover un músculo, solo estaba dispuesto a hacer lo que Ethan quisiera que hiciera; por lo visto ahora no deseaba que saliera de la habitación.

—Hazme caso —insistió Yarine a su compañero—. Ordena a todos que salgan.

—Ya oyeron, fuera —accedió Sergei, intentando no moverse para no alterar a su jefe. Todos obedecieron, aun así, Ethan no se alejaba del chico escolta.

—Ethan ven —lo llamó Selim—. Ven conmigo—. Ethan lo hizo, aunque por dentro se quejaba de que lo había tratado como a un simple perro.

—¿Qué hacemos? —preguntó Sergei a su compañera, una vez en pie.

—No lo sé. No podemos separarlos ahora. —Los miraron, Selim se había sentado en el suelo e Ethan tenía la cabeza en sus piernas, aún atento a cualquier movimiento.

—Sí, esa perece ser mala idea. Pero si los dejamos el Jefe Elías nos matará.

—Eso es lo de menos, ahora solo importa que el joven Ethan esté bien. Opino que es mejor que te vayas, me quedaré.

—¿Estás segura? ¿Y si te ataca?

—No lo hará, solo vete ya y cuida que nadie más entre. Con nadie me refiero a nadie, ni al Jefe. —Ante esa orden, Sergei solo pudo suspirar con resignación.

—De todas formas ya estamos despedidos. Quería conservar mi vida, al menos.

—No seas dramático —dijo la chica, pero en el fondo ella sabía que esa sí era una posibilidad. Se lo habían dicho en el entrenamiento: un error podía costarles la vida. Sergei se marchó.

Junto con la ropa, las vendas tampoco se mantuvieron en la transformación de Ethan, pero la herida sí. De la pata del lobo brotaban gotas de sangre.

—La herida —se lo dijo Yarine a Selim—. Hay que vendarla.

—Lo sé, pero no creo que quiera que alguien más lo toque —contestó Selim, acariciando el pelaje de su soulmate.

—Pues te tocará hacerlo a ti. —La joven le lanzó una venda—. Solo ponla, no muy ajustada ni tan floja. Detendrá el sangrado. Cuando vuelva a su forma humana, yo volveré a limpiar la herida. Ahora no tiene caso.

—Entiendo. —Selim envolvió la herida de la pata con suavidad—. ¿Está bien así? —Yarine revisó a la distancia.

—Sí, supongo. No puede quedarse en el suelo, has que suba a la cama, puede resfriarse.

Selim siguió todas las indicaciones, así fue como terminó recostado en la cama de Ethan con un hermoso lobo sobre sus piernas. Yarine se acomodó en una esquina de la habitación, en una silla, con el arma en la mano, lista para actuar de ser necesario.

—Lo que hiciste te costará mucho —advirtió ella, después de mucho tiempo en silencio. Ethan ya se había quedado dormido—. Y a nosotros aún más. Ya me había hecho a la idea de que estaría a su lado el resto de mi vida —confesó en un suspiro.

—Lo siento —se disculpó Selim. En realidad nunca se había detenido a pensar en las consecuencias, ni para él, menos para otros—. ¿Qué les harán?, ¿pueden matarlos?

—Puede ser, es una posibilidad.

—Perdón, de verdad. Pero no me arrepiento de nada, tenía que verlo. —Observó a Ethan, dormido, parecía descansar a gusto.

—No ha estado durmiendo bien, tampoco come mucho. Es bueno verlo así.

—¿Cómo se hizo la herida?

—Se la hizo él mismo —reveló Yarine y esas palabras fueron como un balde de agua fría para Selim—. Tuvo una crisis hoy, intentó cortar su muñeca. Debo admitir que tu escape fue oportuno, creo que te necesitaba, aunque yo ya había logrado calmarlo.

—¿Quiere morir? —preguntó Selim, aunque sabía la respuesta. Apretó los dientes hasta hacerlos rechinar.

—¿Esperabas algo diferente? Tú y tus amigos destruyeron toda su vida. En especial tú.

—No son mis amigos. No soy como ellos...

—Si fueras como ellos, no hubiera dudado en meterte una bala en la cabeza. Los resultados de laboratorio llegaron hoy, confirmamos que fuiste drogado con un afrodisíaco muy fuerte.

—Eso no importa, nunca podré perdonarme y él tampoco.

—Concuerdo. No te preocupes, morirás en unos meses —dijo la asistente a modo de consuelo, como si aquellas palabras, de verdad, pudieran consolar a alguien.

—¿Qué hará con el bebé? —Selim solo sabía que Ethan no pensaba abortar, pero no tenía ni idea de los planes que tenía para su hijo.

—No es de tu incumbencia. No debe importante un bebé al que nunca vas a conocer.

No dijeron nada más. Yarine se debatía entre dejar a Selim más tiempo junto a Ethan, o sacarlo de la habitación ahora que su jefe estaba dormido. Sin embargo, cuando volvió a fijarse en ellos, Selim ya estaba profundamente dormido.

—Oye idiota —lo llamó sin obtener respuesta—. De verdad se durmió profundo —concluyó después de un par de intentos de despertarlo—. Supongo que nadie puede descansar bien en el suelo duro y frío de una sucia celda.

Fuera de la puerta, Yarine escuchó voces, personas discutiendo, alguien gritando. Un caos que tenía nombre y apellido: Elías Orlov, había regresado.

El gran Jefe, que mandaba sobre todo y sobre todos, estaba fúrico. Había llegado a casa y se había encontrado con el desastre, parecía que toda la mansión había sido revuelta, la puerta del patio trasero estaba hecha añicos y el rastro de unas balas perdidas estaban presentes en unos pocos muebles. Kenny, al ver todo, estaba igual o más pálido que Elías, sin perder tiempo habían corrido a la habitación de Ethan, para asegurarse de que sus respectivos hijos estuvieran bien, al mismo tiempo que uno de los guardias les explicaba la situación.

—¡Sergei! —exclamó Kenny al ver a su hijo sano y salvo, cuidando la puerta de Ethan junto a cinco guardias más, la escolta completa de Ethan—. ¿Qué pasó?

—¡¿Cómo pudieron permitir que algo así pasara?! —reclamó Elías, su cara se puso roja de la ira. De un pasillo apareció Mariana y esta le terminó de informar todo—. ¡¿Eres idiota?! —recriminó el Jefe directamente a Sergei—. ¿Cómo pudiste dejar a mi sobrino con ese malnacido?

—Señor —intentó explicarse Sergei.

—Apártense, yo mismo sacaré a esa rata y lo regresaré a la ratonera que merece —ordenó Elías, pero nadie se movió de la puerta.

—Lo siento, jefe, no permitiré que nadie entre —dictaminó Sergei, con seguridad, aunque por dentro temblaba de pánico.

—¿Qué dijiste, niño? —Elías no podía creerlo. Nunca nadie se había atrevido a contradecirlo desde que había ascendido a Jefe Orlov, o a impedirle el paso a algún lugar, menos en su propia casa, su propia gente.

—Sergei, obedece —exigió Kenny, tomando el brazo de su hijo con fuerza. Pero Sergei se sacudió del agarre.

—No. Yo no dejaré que pasen, hasta que Yarine salga de ahí. Ella traerá al prisionero cuando el Jefe Ethan ya no requiera su presencia.

—¿Jefe Ethan? Tu Jefe soy yo, niño tonto. Déjame pasar ahora o atente a las consecuencias —amenazó Elías a gritos, sacando su arma.

—¡Sergei! —insistió Kenny, asustado de lo que Elías pudiera hacerle a su único hijo por necio.

El Jefe apuntó a la cabeza del chico, estaba furioso y asustado por Ethan, no pensaba en nada más que en entrar y matar a Selim Aslan. Y si para ello tenía que matar a uno de sus hombres, lo haría. Evitando una tragedia, Yarine abrió la puerta.

—Señor —saludó con una reverencia—. Por favor, le suplico que se tranquilice.

—Maldita sea la hora en que los puse junto a mi sobrino. Ya déjenme pasar. —Los guardias siguieron bloqueando el paso.

—El joven Ethan se encuentra bien, debe entender que ahora descansa como no lo ha hecho en mucho tiempo —explicó Yarine, pidiéndole a todos los santos que el ruido no despertara a Ethan, porque en su estado podría atacar a su propio tío.

—¿Qué pasa? —preguntó Elisa, quien apenas había podido volver a casa—. ¿Dónde está mi hermano? —exigió saber asustada.

—Por favor, miren por ustedes mismos. —Yarine aceptó dejarlos pasar—. Por favor no los despierten o esto podría ponerse feo.

Los vieron en la cama, Selim Aslan dormido con Ethan en forma de lobo en su regazo. Las caras de ambos parecían en paz, una tranquilidad que Elisa no veía en su hermano desde hacía mucho tiempo. Si alguien no supiera el contexto, habría dicho que eran la pareja perfecta, dos almas gemelas creadas para estar juntas. Si no supieran el horror detrás de esa hermosa imagen, dirían que era una escena sacada de un sueño o del mismo paraíso.

Elías se acercó a ellos con la intención de separarlos y sacar a Selim a rastras. Elisa lo detuvo tirando de su brazo y poniéndose enfrente.

—No, Elías —susurró—. ¿No te das cuenta de la situación? Es mejor que los dejemos así un tiempo.

—Tú también te volviste loca —alegó Elías empujando a Elisa. Pero ella no desistió, lo volvió a sujetar.

—Jefe, la situación está bajo control. Mírelos, ambos duermen. Y si Aslan intenta algo, lo detendré —afirmó Yarine, mostrando su pistola—. Después de esto, aceptaremos cualquier castigo por nuestra negligencia.

—Bien —aceptó Elías, no muy convencido—. Pensaré mucho en lo que voy a hacerles.

Tanto Elías como Elisa se retiraron de la habitación. Yarine pudo soltar un suspiro de alivio, momentáneo.

—Maldito idiota —se refirió a Selim—. Si tengo la oportunidad, haré que sufras mucho. —Imaginaba que lo golpeaba hasta que perdía la conciencia. Con esa imagen en la cabeza, volvió a sentarse en la silla de antes.

Las horas pasaron y aunque el sueño amenazaba con tumbar a Yarine, se mantuvo despierta, vigilando a la pareja dormida. Estaba entrenada para soportar jornadas más largas y con peores condiciones. Los ojos le ardían y, para recuperarse un poco, los cerró unos segundos, cuando volvió a abrirlos, tuvo que parpadear varias veces para comprender del todo lo que pasaba:

Selim seguía dormido, pero Ethan había desaparecido, en su lugar una nube azul flotaba sobre el alfa. De un salto, Yarine llegó junto a la cama y tiró de la ropa de Selim con tanta fuerza que lo tumbó al suelo, lo que le causó al alfa un gran dolor en la espalda que lo despertó.

—¡¿Qué pasa?! —gritó espantado. Yarine colocaba una manta sobre el cuerpo desnudo de Ethan, que ahora había vuelto a su forma humana.

—Se transformó, pero... ¿sigue dormido? —Estaba extrañada, ella nunca se había transformado sin darse cuenta; aunque los betas tenían que esforzarse mucho más para adoptar su forma de lobo.

—Cuando yo era niño me dormía por la noche como lobo y en la mañana volvía a ser humano —explicó Selim, poniéndose de pie con un poco de dificultad.

—Aléjate —ordenó Yarine apuntando con el arma—. No te acerques. —Selim levantó las manos—. Date vuelta y camina hasta el sofá. —No le quedó más opción que obedecer todas las instrucciones de la chica—. Quiero que te sientes ahí y no te muevas, menos aún que regreses a mirar hacia aquí.

El sofá en el que Selim se sentó daba de espaldas a la cama por lo que solo podía ver la gran ventana con cortinas marrones. Yarine buscó la ropa de dormir para Ethan y con mucho cuidado lo vistió y arropó.

—Tengo que tratar la herida —murmuró para ella viendo que la sangre ya había parado, pero debía limpiar la herida.

—¿Puedo acercarme? —preguntó Selim casi en súplica.

—No. Ya cumpliste con lo que debías hacer, ya no eres necesario. —Yarine acercó el botiquín a la cama, no sin antes darle un vistazo a Selim para asegurarse de que no hiciera nada estúpido.

—Por favor, solo quiero verlo —insistió el alfa—. Y si ya no me necesitas, ¿por qué no me sacas de aquí?

—Porque yo tengo que salir contigo y, cuando lo haga, no volveré, tal vez nunca más. Por lo menos quiero cuidar de su herida, antes de irme —confesó Yarine limpiando la mano de Ethan con alcohol yodado—. No se despierta ni con esto, debe estar muy cansado —susurró. Ella tenía la costumbre de decir sus pensamientos, en vez de mantenerlos en su cabeza.

—También creo que esta será la última vez que yo lo vea. —Selim suspiró con tristeza.

—Eso no lo dudes, no te dejarán verlo más y él no querrá verte tampoco. Volverás a la misma celda, o tal vez a algo peor —dijo Yarine para asustarlo—. Bueno, vamos, levántate —indicó a Selim y este obedeció—. Es hora de afrontar la realidad.

Ambos salieron de la habitación dejando atrás a Ethan, que dormía profundamente. Primero Selim, con el cañón de la pistola en la cabeza. Antes de irse los dos miraron al chico de los ojos azules con ternura, nostalgia y amor. Quisieron quedarse ahí para siempre.

«¿Cómo puedo querer tanto a un chico que apenas conozco?» pensó Yarine con extrañeza. Durante toda su vida había crecido con el único objetivo de ser importante para una persona aún más importante en el mundo, un Orlov. Ese sueño fue realizado con Ethan, lástima que hubiera durado tan poco. «Odio esta vida».

—Hasta que al fin salieron —exclamó Sergei con alivio—. Espósenlo —ordenó a uno de los guardias apuntando a Selim.

—¿Cuáles son las instrucciones? —Yarine quería recibir las noticias, buenas o malas, lo antes posible.

—Encerrar a este idiota en los huecos del sótano, ir a dormir las pocas horas que tenemos de sueño y mañana, muy temprano, presentarnos al despacho del Jefe. Por lo pronto, otros guardias se encargarán de la vigilancia del joven Ethan —señaló a dos hombres preparados para asumir sus puestos.

—¿Cómo se les ocurre dejar a esos dos para cuidar a Ethan? ¡Son alfas! —objetó Selim preocupado al ver a esos dos hombres, varios años mayores que los guardias betas. A parte, creía recordar que uno de ellos había participado en la emboscada que había sufrido una noche, ya hacía varios meses, por órdenes de Elías.

—Lo sé, pero a esta hora fue imposible conseguir guardias betas "confiables". El Jefe no quiere a nadie que haya estado en la casa durante el incidente —explicó Sergei absorto en sus propias preocupaciones—. Pero... ¿por qué demonios tengo que darte explicaciones de lo que hacemos? —cuestionó cuando se dio cuenta de que había hablado a Selim como a un colega—. Maldito bastardo. —Lo tomó del brazo con brusquedad para bajarlo al sótano.

Lo volvieron a encerrar en la misma celda, lo tiraron ahí, junto a Luck Werner que se despertó al sentir que Selim chocó con él.

—Vaya, vaya... Pero si es el más traidor de los traidores. ¿Qué pasó?, ¿tan difícil fue escapar después de abandonarme? —se burló Luck.

—Yo nunca quise escapar. —Selim se esforzaba por incorporarse, cosa difícil con las manos esposadas tras la espalda—. Solo un idiota creería que me iría así, dejando a mi omega atrás. Nunca abandonaré a Ethan —aseveró sin la menor duda—. Y si algún día tengo que irme sin él, te mataré primero. Porque no soporto la idea de que estés bajo el mismo techo donde él duerme. —Escupió por el asco que sintió de repente.

—A estas alturas, si me matas, creo que hasta estaría agradecido. ¿Lograste ver a tu sexy omega? —Selim quiso golpearlo, las esposas se lo impidieron—. Sí lo viste —infirió Luck—. ¿Qué ganaste con eso? Nada, volviste al mismo lugar. Seguro que te rechazó. Me pregunto cómo reaccionaría al verme a mí —continuó provocando a Selim y este tuvo que controlar su enfado o perdería la cabeza, además que, los sentimientos negativos podrían perturbar el descanso de Ethan—. Espera... tú hueles a omega. —Luck se le acercó para olfatearlo mejor—. El dulce olor de un lindo omega. Que envidia, hermano, te acostaste con él, ¿verdad?

—Muérete, muérete, muérete —repitió Selim hasta que Luck se aburrió de hablar sandeces y se volvió a dormir.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top