Himura

Sábado, 3 de octubre de 2020

«Debe ser una broma», pensó Ethan incrédulo por la escena que observaba y la improbabilidad de ella.

Se encontraba bebiendo café en una de sus cafeterías favoritas del centro de la ciudad, sentado frente a su hermana, Elisa; el día anterior la había llamado porque necesitaba hablar con alguien de todo lo sucedido con Selim, apelar a un buen consejo de alguien más prudente y siempre había tenido gran confianza con ella. Pero su plática se había visto interrumpida cuando una pareja había ingresado al establecimiento: una hermosa chica omega, de cabello castaño, usando un vestido casual, pero elegante, sostenida del brazo de un alfa: Selim Aslan.

«¡Una cruel y estúpida broma!», exclamó Ethan en su mente, frustrado por encontrar a quien no deseaba y en un lugar que jamás hubiera imaginado. Y también un poco molesto por verlo tan alegre junto a una chica omega. Se agachó rogando que Selim no notara su presencia.

—Ethan... ¿sucede algo?, dejaste de hablar de pronto —inquirió Elisa, moviendo su mano frente a su hermano para devolverlo a la realidad y que siguiera contándole la increíble historia de cómo encontró a su soulmate.

—No es nada —respondió él—. ¿Nos vamos? —sugirió al notar que Selim y su pareja se habían sentado en una mesa bastante alejada. Si se iban ahora, esperaba poder evitar que el alfa se fijase en él.

—No he terminado mi crep, ¿por qué quieres irte?

—Porque...

Estaba nervioso y muy incómodo, además de que su omega se estaba poniendo muy celoso, al punto de que quería ir a esa mesa y reclamar a Selim como suyo.

«Cálmate, no seas ridículo, no voy a ir ahí, trato de evitar que me vea», ordenó a su inquieto lobo.

—No es nada, sigue comiendo. —Resignado decidió esperar hasta poder irse sin levantar sospechas, esperando que Selim no volteara a mirar a donde estaban.

Siguieron hablando, aunque Ethan estaba más concentrado en vigilar a Selim que en seguir contando su historia a Elisa. De pronto el alfa se levantó de su silla, caminó hacia la mesa en la que ellos estaban, iba al baño y, por obligación, debería pasar junto a ellos.

«¡Mierda!», maldijo Ethan, intentando ignorarlo, fingiendo concentrarse en la conversación y en su café.

—¿Ethan? —exclamó Selim sin poder creer lo que veía—. ¡No he sabido de ti en días! —reclamó casi gritando—, no has ido a la universidad...

—Hola... agradecería que bajaras la voz, estás llamando la atención —pidió Ethan. Todos los clientes del lugar los observaban, unos intrigados y otros molestos por el escándalo; incluso la acompañante de Selim los miraba con curiosidad.

—¿Quién es este chico? —preguntó Elisa mostrando su disgusto por la interrupción del alfa.

—Él es Selim, un compañero de Bilmek —lo presentó Ethan, resignado, esperando que su hermana disimulara.

—¡¿Selim?! —Ella abrió mucho los ojos por la sorpresa, pero no tardó en recuperar la compostura.

—Selim, ella es mi hermana, Elisa.

—Un gusto conocer a la hermana de Ethan. —Selim extendió la mano a Elisa y ella la tomó, estrechándola. El alfa se sintió juzgado por un momento, como si la chica lo hubiera evaluado a profundidad en menos de un segundo.

—También para mí es un placer al fin conocerte —comentó Elisa, pero su hermano la golpeó con el pie por debajo de la mesa, para que no hablara de más ni dijera nada imprudente.

—¿Cómo estás?, ¿por qué no has ido a clases? —interrogó Selim a Ethan.

—Como puedes ver, estoy bien, gracias por tu preocupación. Mi ausencia fue porque salí de la ciudad con mi tío. Volveré el lunes. Ahora, si nos disculpas, no quisiera interrumpir tu cita con tu linda acompañante. —Ethan solicitó de forma amable que Selim se retirase, pero no pudo disimular del todo su voz sarcástica.

—No... ella no es... —empezó a excusarse el alfa, notó la molestia de Ethan y quería explicarse.

—Selim, por favor, estamos algo ocupados —instó este y Selim no tuvo más remedio que volver a su mesa, donde la chica omega lo esperaba, ansiosa por tener de nuevo toda la atención del alfa.

—¡No me dijiste que era Aslan! —protestó Elisa.

—¿Cómo lo supiste?

—Papá tiene varios negocios con los Aslan y una vez fuimos invitados a una cena en su casa, ahí lo vi por primera vez. Aunque nunca hemos hablado como tal. Parece que no me recuerda o fingió no hacerlo, como yo.

—Bueno, ahora ya sabes quién es. ¿Nos podemos ir?

Decepcionada, Elisa aceptó salir de la cafetería, dejando a Selim con su cita, pero este ya no se pudo concentrar más en ella, solo pensaba en cuánto había extrañado ver la cara de Ethan.

Los hermanos tenían un día planeado para estar juntos y hablar, y lograron realizar varias de esas actividades, pero un correo le llegó a Elisa, destruyendo lo programado, era un aviso de uno de sus profesores donde le notificaba que había cambiado la fecha de entrega de un trabajo para ese mismo día.

—Debo ir a casa, lo siento...

—No te preocupes, ya hablaremos otro día.

—No, quiero que termines de contarme todo sobre Aslan. ¿Por qué no vienes a casa conmigo? —sugirió e Ethan la miró como quien miraba a un demente.

—¡¿Estás loca?! —gritó ofendido por la idea de ir a esa casa repleta de personas que lo odiaban y que él detestaba, como su padre.

—No hay nadie y no volverán hasta muy tarde en la noche. Solo seremos tú y yo. Vamos, acepta... —suplicó ella, pues quería saber más de su hermano y ayudarlo a salir de la depresión en la que había caído, aunque ahora ya se sintiera mejor. Él terminó aceptando ante la insistencia de ella.

Cuando llegaron y bajaron del auto, Ethan no podía creer que se encontraba de nuevo frente a aquella gran casa. La última vez que había estado ahí había sido el día en que Elías se lo había llevado a vivir con él. Hace más de diez años.

En la puerta fue obligado a quitarse los zapatos, era una casa japonesa y esa era la costumbre, aunque a Ethan no le resultaba nada cómodo andar en pantuflas. Llegaron a la habitación de Elisa en el segundo piso.

—Tienes la habitación más grande de la casa —apuntó Ethan, sorprendiéndose a sí mismo de recordar esos detalles de la casa en la que solo había vivido los cinco primeros años de su vida.

—Sí, papá me la dio a mí, porque yo no quería que esa mujer durmiera en el mismo cuarto donde lo hacía mamá. —Aquella habitación, en el pasado, había sido el cuarto matrimonial de los padres de Ethan y Elisa—. Hubieras visto a Irina, quería matarme por la rabia —contó riendo—, dijo que su hijo debía tener la habitación más grande, pero papá no lo permitió.

—Me alegro por ti —manifestó Ethan con tono frío, detestaba hablar de su padre y su nueva familia feliz.

Hablaron mucho mientras Elisa completaba sus deberes, Ethan por fin pudo desahogarse, ser completamente sincero; para la media tarde, su hermana ya conocía hasta el más mínimo detalle de su vida universitaria, en especial de Selim, aunque también se enfocaron en Mario.

—¿Dices que Mario no te gusta ni un poco? —interrogó Elisa, emocionada al enterarse de la popularidad de su hermano pequeño.

—No, al contrario, mi omega lo detesta.

—Pues qué lástima —lamentó—, parece ser un chico agradable y, por lo que dices, de verdad le interesas, se preocupa por ti. Además, a diferencia de Selim, Mario no te ha dado motivos para desconfiar de él.

—Lo sé, pero no puedo hacer nada para cambiar lo que mi lobo siente. La verdad es que quisiera enamorarme de Mario, un beta, que me ha demostrado ser un gran amigo y un excelente apoyo.

—Bueno... también es cierto que Selim no parece ser cómo Mario dice, puede que solo haya inventado esas historias —dedujo ella apagando su computador, ya había terminado lo que estaba haciendo y ahora su total atención estaba en Ethan.

—No creo que lo haya inventado, pero tampoco creo que Selim haya hecho tantas atrocidades. Pero no importa, aunque Selim fuera inocente, yo no quiero estar con él.

—¡Pero ¿por qué?! —protestó—. Si te gusta y tú le gustas; además sé que le tienes confianza, ¿por qué no darle una oportunidad? —Le estaba dando el mismo consejo que Isabela, Ethan sentía que a ese punto solo Elías lo comprendía, porque solo su tío le había dicho que no le convenía acercarse a un alfa.

—Porque es un alfa, ¡porque yo perdería mi libertad! No sé por qué nadie lo entiende —espetó con fastidio por sentirse incomprendido—, solo el tío Elías comprende que Selim se puede convertir en mi perdición, así como tu padre fue la perdición de nuestra madre.

—En primer lugar, no es solo mi padre, es nuestro padre —aclaró Elisa, molesta por el desprecio con el que Ethan se refería al hombre que les había dado la vida. Aunque comprendía los sentimientos de su hermano, no los compartía, ella consideraba a su padre como un buen hombre que cometió un gran error, porque estaba segura de que él no sabía lo que pasaría o jamás lo habría hecho—. Y, segundo, Elías diría cualquier cosa, a él solo le importa su trabajo, seguro no le conviene que tú te relaciones con un Aslan, o quién sabe qué otros motivos haya para evitar que te enlaces a un alfa.

—No. Te guste o no, el único padre que yo tengo es Elías —aseguró Ethan con ímpetu—, y si vuelves a llamar al asesino de mi madre como mi padre, me iré de este horrible lugar —amenazó haciendo que Elisa mirara al cielo cansada de insistir siempre en lo mismo, Ethan jamás sería capaz de perdonar a su padre e idolatraba a Elías, más de lo que ella consideraba saludable—. Y no entiendo por qué te empeñas en degradar a nuestro tío.

—No te lo diré, pero confía en mí, tengo mis razones. Sé más cosas que tú y cuando las sepas estarás de acuerdo conmigo. Lo sé porque te conozco.

—Nada podrá hacer que yo deje de amar a mi tío y estoy seguro de que él solo hace lo mejor para mí. Lo que Elías considere conveniente lo aceptaré —declaró completamente seguro de su afirmación, no había querido y respetado tanto a alguien como a él.

—No sabes lo que dices —afirmó Elisa, dispuesta a seguir alegando sobre lo poco conveniente que Elías era para Ethan. Pero se vio interrumpida por el sonido de la puerta de la entrada principal abriéndose y varias voces. Ambos corrieron a la ventana y vieron que un auto se había estacionado al frente—. Llegaron antes.

—¡Maldición! ¿Y ahora qué? —exclamó Ethan pensando en una manera de salir sin ser visto.

—No hay manera de que salgas sin que se den cuenta... Tendrás que toparte con ellos.

—¡Ni loco!, prefiero salir por la ventana —aseveró dirigiéndose a la ventana que daba al lado derecho de la casa.

—¡No seas ridículo! Estamos en el segundo piso, no podrás hacerlo —susurró Elisa, para que no los escuchasen.

—¿Es un reto? —respondió Ethan con una sonrisa de superioridad, para él saltar de esa altura no era ningún problema. Abrió por completo la ventana que, por suerte, no tenía ningún barrote y era lo suficientemente amplia para pasar por ella.

—Mataré a Elías alguna vez —juró Elisa culpando al mencionado de que Ethan hubiera sido entrenado para cosas tan peligrosas como esa—. No puedes hacer eso, además tus zapatos están ahí abajo, saben que estás aquí —comunicó sosteniendo el brazo de su hermano para evitar que saltara.

—No me importan unos zapatos.

Forcejearon así por un minuto, en la ventana, con Ethan a punto de tirarse. Sabía caer bien y, aun si no, prefería romperse una pierna a tener que ver la cara de su padre.

—¡Elisa!, papá está llamándote. —Un niño de cabello negro entró sin tocar, dejando inmóviles a los hermanos.

—¡Ryuu! Te he dicho que no entres así a mi habitación —reclamó Elisa, furiosa con el niño.

—Le diré a papá que trajiste a un novio a la casa —amenazó este y se fue corriendo.

—¡Maldita sea! —murmuró Elisa—, ahora papá creerá que estoy faltando a mi compromiso. Debes ayudarme —exigió a Ethan quien volvía a intentar saltar.

Elisa estaba comprometida en casamiento con un alfa de una importante familia extranjera, no lo conocía del todo bien y por eso se había involucrado con varios otros chicos, pero sin conocimiento de su padre.

—No.

—Ethan si no te quedas, pensarán lo peor de mí, por favor —suplicó, sabía muy bien que su madrastra haría lo que sea para denigrarla ante su padre e incluso ante su prometido y por ninguna razón deseaba perder ese compromiso.

—Está bien —desistió Ethan y bajó de la ventana—, solo me verán y luego me largo.

—¡Querida mía! —Una señora omega: bastante guapa de cabello negro y ojos verdes, un poco más joven que él tío de Ethan, entró a la habitación—. Veo que estás acompañada, ¿aprovechaste bien nuestra ausencia? —expresó con tono sardónico examinando con atención a Ethan.

—Irina, tengo el placer de presentarte a Ethan. —Elisa señaló al joven a su lado, quien tenía la cara de desprecio más grande que podía mostrar; él sabía quién era la arpía que tenía en frente—. Mi hermano. —Irina empalideció ante esa revelación, nunca creyó estar en el mismo espacio con el hijo rechazado de su esposo—. Ethan, te presentaría a la señora, pero no vale la pena hacer tal cosa. Vámonos.

Los chicos salieron de la habitación dejando a Irina con la boca abierta. Bajaron los escalones y cuando Ethan por fin podía ver la salida, un hombre alto y fuerte apareció: Itachi Himura, su padre.

—Buenas tardes, padre —saludó Elisa con una ligera reverencia—. Bienvenido a casa.

—¿Ethan? —La sorpresa del hombre fue grande al ver al niño que había abandonado hace tanto tiempo: alto, fuerte y, sobre todo, extremadamente igual a su madre. Itachi Himura sintió un golpe en el corazón al recordar la elegancia de su difunta esposa.

—Él ya se tiene que ir, padre, lo llevaré a su casa. —Los hermanos intentaron seguir hasta la puerta. Ethan caminaba altivo y orgulloso, aunque se sentía muy nervioso.

—Espera —ordenó el padre con autoridad y ambos se detuvieron en seco, voltearon para no darle la espalda al alfa—. ¿Tantos años viviendo con el delincuente de Elías te han quitado los modales? Saluda —exigió tratando de intimidar a su hijo con la mirada, pero Ethan no se turbó en lo absoluto, al contrario, le sostuvo la mirada, desafiándolo.

—Buenas tardes, señor —habló con desdén—. Por educación debería decir que es un placer volver a verlo, pero... sería una gran mentira. Y, para su información, mi padre ha sabido educarme muy bien.

—¿Padre? —se burló Itachi, a la vez que intentaba controlar su enojo.

—Sí claro, mi padre. ¿A quién más que a Elías debería llamar así? —cuestionó Ethan obteniendo un codazo por parte de Elisa.

—Vámonos, Ethan, te llevaré a casa. Si nos disculpas, padre...

—No. Te quedarás a cenar —decretó el hombre sin dejar lugar a objeciones. Irina, que ya había bajado las escaleras, se sorprendió por el actuar de su esposo; la idea de tener a otro hijo de Itachi y no de ella en la mesa, le disgustada mucho, suficiente tenía con Elisa.

—No, gracias —rechazó Ethan caminando a la salida.

—No fue una petición. —Con una señal de su mano, Itachi hizo que dos empleados bloquearan la puerta poniéndose en medio—. Elisa encárgate de que Ethan se sienta bienvenido. Irina asegúrate que los cocineros se apresuren con la cena —dispuso subiendo a su habitación.

—Como digas, querido —aceptó Irina, obediente y sumisa. Ethan pensó que odiaría ver a su madre sometida a un alfa y odiaría aún más la idea de él doblegándose ante uno. La imagen de Irina lo asqueó—. Los llamaré cuando todo esté servido —avisó la mujer antes de desaparecer por una puerta.

—No me quedaré —aseguró Ethan.

—No puedes salir —indicó Elisa, señalando a los guardias de la puerta.

—De nuevo... ¿me estás retando? —Ethan creía ser perfectamente capaz de vencer a los escuetos hombres que bloqueaban el paso a su libertad.

—Si no te quedas, créeme, yo tendré un gran problema.

Aceptó no irse, se sentiría culpable por causarle molestias a su hermana. Además, no sería por mucho tiempo. Se maldecía por haber ingresado en esa casa en primer lugar, sabía que era mala idea, pero ignoró su intuición.

Se sentaron a esperar en la amplia estancia, Ethan quería volver a la habitación de Elisa, pero ella se negó, así que no tuvo más remedio que aceptar quedarse ahí, sin hacer nada más que revisar su teléfono; ya no tenía ganas de hablar con su hermana. Minutos después dos niños alfas, ambos casi de la misma edad, se sentaron en el sofá de al lado.

—¿Y estos quiénes son? —preguntó a su hermana en voz baja, los dos niños lo observaban, uno con curiosidad y otro con desprecio.

—Nuestros hermanos.

—¿Los dos? —exclamó sorprendido, pues sabía de la existencia de uno de ellos, del mayor. Pero no tenía idea de que su padre tuviera otro hijo.

—Sí. Se llevan un año de diferencia. —Ahí Ethan cayó en cuenta de que uno de ellos se parecía mucho a Irina y otro era idéntico a su padre—. ¿Te los presento? —sugirió Elisa.

—Cómo si me interesara conocer a esos niños. —Ethan desairó la oferta de su hermana.

—Igual lo haré —declaró ella, haciendo que Ethan pusiera los ojos en blanco—. Chicos les presento a su hermano, su nombre es Ethan —expuso intentando ser entusiasta, pero ninguno de ellos dijo nada—. Ethan, ellos son Ryuu de doce años y Satoru de once.

—Como dije, no me importa —insistió Ethan navegando en la pantalla de su celular.

—No seas grosero y ustedes tampoco, saluden —ordenó Elisa a los niños.

—Hola... —obedecieron estos sin nada de ganas.

—La comida está servida, Satoru por favor avísale a tu padre —intervino Irina.

Elisa llevó casi a rastras a Ethan hasta la mesa de ocho lugares, hizo que se sentara junto a ella. Itachi se sentó a la cabecera, Irina al frente de su esposo. Elisa e Ethan a la derecha y los otros dos niños a la izquierda.

La incomodidad reinó el lugar, incluso los empleados sintieron la tensión. Empezaron a comer en absoluto silencio hasta que a Irina se le ocurrió hablar:

—Veo que tienes buenos modales en la mesa, Ethan —felicitó, pero a ninguno de los presentes les sonó como un alago.

—¿Cree que soy un rústico campesino o algo así?, como para no saber algo tan básico como usar los cubiertos —reclamó el joven, furioso y Elisa solo deseaba terminar con aquel momento tan horrible.

—No, claro que no, solo fue un comentario —explicó Irina y de nuevo todo quedó en silencio.

—¿No decían que eras un omega? —preguntó Ryuu, el hijo mayor de Irina.

—Lo soy.

—Pero no tienes ningún olor, un omega tiene un olor característico, como mamá que huele a algodón de azúcar —alegó y el otro niño, Satoru, miró al cielo frustrado por la ignorancia de su hermano mayor.

—Está ocultando su olor con supresores, genio —profirió el menor en tono sarcástico, sorprendiendo a Ryuu, el niño no sabía que eso fuese posible. Ethan, por su parte, se estaba enfadando cada vez más.

—Exacto, niños, Ethan es un omega, aunque lo oculta. Lo que me parece una lástima siendo un omega tan lindo, los alfas deben de estar detrás de ti todo el tiempo. Aprovecha bien la atención —aconsejó Irina, Ethan lo sintió como si le sacara en cara que sus dos hijos eran alfas y él no.

«¿Un omega muy lindo?, ¿enserio?», se quejó su omega. «Esta meretriz con cara de mosca muerta me está colmando la paciencia».

—El hecho de que usted haya aprovechado la atención de quién sabe cuántos alfas, hasta encontrar al idiota que le diera lo que deseaba, no significa que yo me rebajaré haciendo lo mismo, aunque sea un omega. —Ethan la ofendió a ella y de paso también a su padre. Elisa, asustada por la falta de sensatez de su hermano, lo golpeó debajo de la mesa—. No tengo necesidad de hacerlo.

—Te daré un consejo, aunque no has sido muy amable. Deberías tener más cuidado, solo un pequeño post en alguna red social bastaría para que el mundo supiera que eres un omega. Fácil ¿verdad? —amenazó la mujer y Elisa no pudo evitar gruñir, ella se sentía responsable por su hermano y sabía que para Ethan mantener su fachada de beta era lo más importante ahora.

—Sí, madame, sería muy fácil —concedió Ethan, con una sonrisa algo malévola y jugando con su tenedor de plata—, casi tan fácil como clavar este tenedor en el ojo de uno de sus pequeños hijos —aseveró riendo y apuntando a Ryuu, los niños se asustaron, no pudieron moverse.

—¿Estás amenazando a mis hijos? —cuestionó Irina, indignada con su esposo, quien ni se dignaba en participar de la charla.

—¡No, claro que no lo hace!, ¿verdad, Ethan? —intervino Elisa, obligándole a bajar el tenedor.

—Pensé que era más perspicaz, madame, ya veo que no —se mofó Ethan, tachándola de tonta—. Claro que es una amenaza. No le conviene meterse conmigo, créame.

—¡Ethan! —recriminó Elisa—, lo siento, Ethan no se siente muy bien, será mejor que lo lleve a casa —se disculpó poniéndose de pie—. Vámonos —ordenó tirando del brazo de su hermano.

—Aún no termino de comer —objetó este, negándose a irse, solo para molestar a Irina con su presencia.

—Elisa deja a tu hermano comer —demandó Itachi y Elisa tomó asiento de nuevo, resignada—. Irina, deja a nuestro invitado en paz, sabes que detesto las discusiones de omegas —advirtió severamente e Irina se sometió a la orden de su alfa.

—Ridículo —murmuró Ethan, le parecía una estupidez que Irina se mostrara tan altiva un momento y después, solo por la orden de un alfa, se dejara dominar de esa manera.

—¿Disculpa? —instó Itachi para que Ethan dijera lo que quería.

—No es nada, solo que no comprendo cómo un omega puede doblegarse de esa manera —explicó y Elisa ya no hizo nada, rendida por no poder controlarlo.

—Eso es lo correcto, un omega debe obedecer a su alfa, servirle fielmente. Veo que Elías ha metido en ti ideas incorrectas. Si te hubieras criado aquí...

—¿Sería como ella?, me quedaría en casa, haciendo los quehaceres, aprendiendo a ser un "buen" omega para mi futuro alfa... Eso no va conmigo, agradezco que me hayan expulsado de aquí, así pude crecer con Elías, quien me ha enseñado muchas cosas.

—¿Cómo a matar a cualquiera con un arma?, ¿eso es lo que te gusta? —lo cuestionó el mayor e Ethan se encogió de hombros, como si lo afirmara, aunque nunca se le había cruzado la idea de matar a nadie. Y tampoco Elías le había enseñado a matar, para él, el uso de las armas de fuego era meramente un juego y quizás como defensa personal—. Eres igual a tu madre —murmuró Itachi, pero nadie lo escuchó.

El resto de la cena fue más llevadera, aunque para nada menos incómoda, el silencio total se apoderó de la mesa hasta que terminaron y Elisa llevó a Ethan a su casa. Itachi lo vio marcharse desde la ventana de su habitación.

—Que ni se les ocurra hacer algo en contra de ese chico —advirtió a su familia: esposa y sus hijos—, correrán un gran peligro si lo hacen, su familia es de mucho cuidado. Y, aun si por algún milagro no tomaran venganza, yo mismo me encargaría de castigarlos si cualquiera de ustedes osa causarle un solo problema a mi hijo. De nuevo les advierto: hagan algo en contra de mi hijo y se arrepentirán.

La amenaza dejó helada a Irina, y no hizo más que incrementar su desprecio por los hijos de la ex esposa de Itachi: Bela.

Información: la familia Himura proviene de Japón y se instaló en Evimeria hace más de sesenta años, donde estableció la cede de la empresa petrolera más grande del mundo: Raito. Los Himura heredan su fortuna a todos sus hijos, pero solo uno es el heredero principal y el que se quedará al mando de Raito y solo puede ser un alfa. 

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