Esclava
Domingo, 13 de diciembre de 2020
Menos de dos meses antes de la noche maldita.
La oscuridad reinaba en la habitación dando un ambiente cómodo para alguien atormentado por la resaca de una noche de beber sin parar. Hasta que Elías entró y corrió las cortinas para dejar que la brillante luz del sol entrara en la habitación de su sobrino.
Ethan se quejó cubriéndose con las sábanas, la luz repentina casi le quemó los ojos y el dolor de cabeza lo puso de muy mal humor.
—Ethan, levántate, ve a darte una ducha, tu hermana estará aquí pronto. No querrás que su esposo te vea así, ¿verdad? —ordenó Elías, abriendo las ventanas para ventilar el aire pesado.
—Me duele la cabeza... —quejó Ethan.
—Ayer te excediste, Ethan, llegaste muy mal, el dolor es lo que te mereces —alegó el mayor, no muy molesto, pero consiente de que no podía permitir que el niño a quien educaba se saliera de control.
—Lo siento...
—Nada de eso, después de tu cumpleaños hablaremos de eso y ten por seguro que tendrás un castigo —sentenció—. No voy a permitir que esto se repita, es peligroso.
—Está bien —aceptó Ethan, resignado. Sabía que lo que había hecho no estaba bien.
Aun cuando Elías era muy comprensivo, seguía estando a cargo de la seguridad y formación de Ethan; y como su rol de padre exigía, debía procurar que el joven a su cargo aprendiera a comportarse como era correcto y llegar tan alcoholizado, al punto de perder el conocimiento, no lo era. Así solo se ponía en riesgo.
—Te quiero en la mesa del desayuno en treinta minutos —demandó Elías con el tono que usaba cuando no deseaba ser cuestionado por nadie, sin lugar a quejas. Salió de la habitación dejando a Ethan sentado en su cama, restregando sus ojos para que se acostumbraran a la luz.
Intentó recordar cómo había logrado llegar a su casa, su memoria estaba fragmentada y desordenada, solo le venían pequeños momentos de la fiesta; recordaba haber bebido mucho, bailar como si no hubiera un mañana y después de eso... pocas cosas le parecían tener algún sentido.
«¿Recuerdas algo?», preguntó a su lobo omega.
«Por mucho que tú y tu noviecito se esfuercen por negarlo, yo soy tú mismo», afirmó el espíritu, molesto. «Lo que recuerdes, yo lo haré y lo que no, pues no».
«Solo era una pregunta...».
Con esfuerzo se levantó de la cama, dándose cuenta de que aún tenía puesta la ropa de la noche anterior. Fue a la ducha, esperando que el agua caliente calmara su dolor de cabeza. Al quitarse la ropa percibió un ligero y extraño olor, tan tenue que casi desaparecía entre el olor a licor. Sin embargo, ahí estaba, un perfume que conocía muy bien: Menta y Limón, la esencia natural de Selim.
La imagen del alfa le golpeó, mareándolo. Se vio a sí mismo en sus brazos, en aquel club nocturno, sintió de nuevo la tristeza que lo había invadido hacía unas horas, y la calidez del pecho de Selim. La desesperación de su lobo por quedarse cerca de su mate.
«Diablos... ¿qué hiciste ayer?», acusó a su omega. Las consecuencias de eso podían ser devastadoras y el no recordar le era aún más frustrante.
«¡Hicimos! No me vas a echar la culpa solo a mí», quejó su lobo interior, indignado de ser culpado.
Corrió a por su teléfono para llamar a la única que podía darle las respuestas que necesitaba: Isabela. Todo el tiempo clamando al cielo para no enterarse de que había cometido alguna tontería, como revelar su casta ante Selim.
—Hola, ¿Isa? —dijo con inseguridad cuando su amiga contestó su celular. Se sentía extrañamente avergonzado.
—Hola —contestó ella en tono frío—. ¿Cómo estás?
—Bien... te llamaba para preguntarte sobre lo que pasó en...
—Era de esperar que no recordaras nada. Casi nos metes en un gran problema —reclamó la joven con molestia en la voz, Ethan concluyó que debía estar enojada con él.
—¿Qué pasó? —insistió en saber, un poco impaciente—. Creo que Selim estuvo ahí; dime que yo no hice nada...
—No te mentiré, Ethan, esta vez sí te pasaste. Pudimos salvarte y Mario no se enteró de nada, tampoco creo que Selim sospeche que eres omega, pero...
Isabela le contó todos los eventos de la fiesta, con detalles, incluido lo que había sucedido cuando Marco se lo había llevado al baño para ver a Selim, ya que el beta les había puesto al tanto de todo a ella y a Adrián. Ethan se quedó mudo por la sorpresa y la vergüenza de escuchar sobre sus imprudentes actos.
—Ahora Marco y Adrián ya conocen de tu verdadera conexión con ese alfa. —La última palabra la dijo con desprecio—. Marco incluso parece estar convencido de que lo que tienen ustedes dos es especial y más fuerte que nada; creo que verlos juntos le quitó la culpa por lo que le hicimos a Mario. —La voz de Isabela parecía contener algo de rabia e indignación—. Pero yo no, yo sí me siento muy mal, Mario es nuestro amigo, tanto como tú e hicimos que su novio se viera a escondidas con otra persona. No me agrada esto.
—Isa, créeme que me siento fatal por esto y les agradezco de todo corazón que me hayan cubierto. Sé que no está bien, pero, en mi defensa, no estaba en control de mí mismo y el alcohol lo empeoró todo.
—No me gusta ser parte de esta mentira, deberías decirle lo que pasó a Mario —sugirió Isabela porque creía que el joven Werner merecía saber la verdad, además que la culpa no la dejaba tranquila.
—No puedo hacer eso, Mario se volvería loco, es capaz de atacar a Selim...
—¡Solo te preocupas por ese maldito alfa! —gritó asustando a Ethan—. Mario no es perfecto, pero se esfuerza por darte gusto, porque lo quieras más que a Aslan; y tú no puedes pensar en nada más que no sea tu soulmate y su bienestar...
—Sabes que eso no lo puedo evitar, Selim es lo más importante para mí, para una parte de mí. ¡¿Cómo lucho contra eso?!
—Entonces termina con Mario, mejor ahora, antes de que el pobre chico se enamore más de ti —recomendó ella.
—No lo haré. Selim me ha dejado en paz desde que estoy con Mario, mi relación con él me beneficia.
—¿Te escuchaste ahora mismo?, sonaste como una persona cruel que solo utiliza a los demás para sus propósitos.
—Isabela, ese es mi problema —afirmó Ethan, tan molesto que los nudillos de la mano que sostenía el celular se pusieron blancos—. Agradezco tus consejos y te prometo que pensaré en ello. —Con eso último, colgó.
«Lástima que no recordemos el beso con Selim», manifestó su lobo, decepcionado y forzando su memoria para encontrar esa escena perdida.
«Te detesto», declaró Ethan, más cansado que molesto, cansado de que a su omega no le interesaran sus problemas.
Dos horas después, Ethan estaba recibiendo un caluroso abrazo de su hermana, a quién no había visto desde la boda. A sus ojos, Elisa se veía más linda de lo que era antes de casarse, estaba radiante e inmensamente feliz, sus ojos brillaban más que en su propia ceremonia de matrimonio. Y toda aquella alegría se debía al gran hombre con el que había contraído nupcias y también a que ya no debía soportar a su madrastra todos los días.
—¿Y tu esposo? —preguntó Ethan, pues Elisa había llegado sola en su acostumbrado auto rojo.
—Pide disculpas, vendrá en una hora más, tuvo que asistir a una reunión de trabajo —explicó la chica, un tanto triste de que su pareja tuviera que trabajar el fin de semana—. Los directores de las grandes empresas del país se reúnen a hablar de negocios mientras juegan al golf. No pudo negarse a ir.
—¡Qué aburrido! —exclamó Elías, que había aparecido de repente—. Los ricos como ustedes siempre hacen ese tipo de cosas monótonas e inútiles.
—Se le llama distinción y refinamiento, algo que a ti te falta, querido tío —alegó ella, molesta por el comentario mal intencionado a su estilo de vida—. Cualquier joven de buena familia debe aprender a jugar al golf.
—Yo concuerdo con nuestro tío, me parece muy aburrido —aceptó Ethan—, pero qué sabré yo... no soy un joven de buena familia —bromeó, más orgulloso que ofendido, pues consideraba que la forma en la que vivía era adecuada para él.
—Te he enseñado a funcionar en ese mundo de ricos, solo lo necesario —aseguró Elías, poniendo una mano en el hombro de su sobrino y mirándolo con satisfacción—. Pero sabes todo lo que se necesita para vivir en este mundo, en el real.
—Sí claro, como saber disparar cada tipo de arma conocida o aprender a luchar desde niño, como si su vida corriera peligro —reprochó Elisa en todo sardónico.
—Bueno, no peleemos. —Ethan detuvo la discusión antes de que se volviera más grande.
—De acuerdo. Otro día discutiremos sobre mi forma de educar a mi sobrino; podemos compararla con la crianza de tu padre, debe ser perfecta —espetó Elías y se marchó al comedor, dejando a Elisa furiosa.
Los dos hermanos conversaron en la sala sobre la maravillosa nueva vida de Elisa y lo encantador que era su esposo. Ethan estaba encantado con la emoción de su hermana, ya que no deseaba más que verla feliz. Lo único que empañaba la dicha de Elisa era que su alfa se vería obligado a partir a su país natal en menos de un mes y ella debería quedarse en Evimeria por otros seis meses hasta graduarse; les sería muy difícil separarse por tanto tiempo.
—Bueno, ya hablé mucho de mí. Quiero saber todo lo que has hecho en este tiempo sin vernos. En primer lugar, quiero que me digas por qué te ves tan cansado, como si no hubieras dormido nada —interrogó Elisa y a Ethan se le subieron los colores a la cara por la vergüenza de recordar lo que había pasado esa madrugada.
—Fíjate que aquí tu querido hermano llegó cayéndose de borracho —contó Elías, sentándose a su lado y dejando en la mesa de centro unos bocadillos—. Tiene resaca.
—¿En serio? —exclamó Elisa, sorprendida, nunca su hermano se había comportado de esa manera y pocas veces tomaba algún tipo de licor. No pudo aguantar la risa—. No puedo creerlo, hermanito...
—No es gracioso —reclamó Ethan—, me siento horrible.
—Te sentirás peor cuando decida tu castigo —afirmó Elías.
—¿El permisivo y libertino tío no va a perdonar una única noche de copas? —se mofó su sobrina, tratando que su hermano no tuviera demasiadas consecuencias—. Seguro que tú hacías cosas peores a esa edad.
—No tienes ni idea, pero yo no andaba arriesgándome por ahí por un alfa. —Ethan abrió muchos los ojos, sorprendido de que él supiera sobre eso—. No me mires así, llegaste aquí llorando porque querías ir con ese niño alfa.
—No puede ser... ¿Ethan, qué fue lo que pasó? —indagó Elisa, un poco más preocupada.
—Nada, solo tomé de más, Selim llegó y como yo estaba débil, mi omega tomó el control —se excusó él, nervioso—. Pero no pasó nada, mis amigos me ayudaron, ni siquiera Mario se enteró.
—No me importa si tu noviecito se da o no cuenta, lo que me preocupa es que te reveles como omega ante Selim Aslan, sabes que eso sería problemático —alegó Elías con tono serio. Eso de verdad le representaría más de un problema para el futuro.
—Eso no pasó y no pasará —afirmó Ethan con convicción, él era el más interesado en que su secreto siguiese siendo secreto.
—Siento que me he perdido de muchas cosas. Cuéntame todo. ¿Cómo que tienes novio? —interrogó Elisa, ansiosa de saberlo todo. Elías de nuevo los dejó solos para que hablaran a gusto. Así los hermanos se pusieron al día con la vida del otro.
—Al tío no le agrada que yo esté con Mario —expuso Ethan para explicar la actitud fría de Elías hacia su novio.
—No tomes importancia de lo que Elías pueda decir, que no se meta en tus decisiones —aconsejó la chica—. Si fuera por él, te quedarías soltero para siempre, le sería muy conveniente.
—¿A qué te refieres?
—A nada, no le tomes importancia. Solo digo que hagas lo que tú consideres bueno para ti y para tu lobo, no olvides que ningún ser humano puede ser feliz si su otra mitad es desgraciada.
La conversación fue interrumpida porque el celular de Elisa sonó indicando la entrada de una llamada. Era su esposo para notificarle que estaba en camino y preguntar si estaba bien llevar a un invitado, que, al parecer, deseaba saludar en persona a la hermosa hija de los Himura y felicitar a Ethan por su cumpleaños. Elías no se pudo negar porque no encontró ninguna razón coherente para hacerlo, pero estaba preocupado por no saber a quién recibiría en su casa.
—Elisa, ¿tu esposo sabe que yo soy omega? —preguntó Ethan, consciente de que el tema del hijo desconocido de Itachi Himura debía ser el rumor más sonado entre los grandes empresarios, desde la boda de Elisa.
—Sí, fue Irina quien se lo dijo. Pero no te preocupes, él prometió guardar el secreto, se lo juró a nuestro... a mi padre.
—Eso espero —intervino Elías con voz dura—. Le conviene mantener la boca cerrada.
—¿Amenazas a mi esposo? —inquirió Elisa con molestia y una mirada desconfiada.
Evitando la confrontación entre ambos, oportunamente, el timbre de la puerta sonó. La señora Mariana, el ama de llaves, abrió y dejó pasar a los invitados. En la sala se hizo presente el alfa de cabello dorado y ojos verdes que se había ganado el corazón de su hermana después de la boda y, a su lado, el joven del que pareciera ser imposible de deshacerse. A Ethan ya ni le sorprendió la coincidencia.
—Selim... —murmuró para sí mismo, al ver al chico caminando por la sala de su casa. Su cuñado lo abrazó y felicitó por su cumpleaños, el hombre era alegre y cariñoso, contrario a la imagen que proyectaba: serio y formal.
—Traje conmigo al heredero de los Aslan, Selim. —El recién casado presentó al otro joven—. Me dijo que ustedes se conocen, que son compañeros de universidad, ¿es verdad?
—Sí, Jareth, estudiamos la misma carrera —afirmó Ethan—. Pero eso no explica qué hace aquí —inquirió mirando a Selim, pidiéndole una justificación con los ojos.
—Él quería felicitarte por tu cumpleaños, insistió tanto que no pude negarme —explicó su cuñado con toda sinceridad, ruborizando a Selim. Los dos alfas saludaron amablemente a Elías, agradeciendo que los hubiese recibido en su casa. Elías no podía creer que tenía a un Aslan en su vivienda.
—Ethan, ¿cómo estás? —preguntó Selim en voz baja, se había acercado a su soulmate mientras los demás conversaban entre sí.
—¿Por qué viniste a mi casa? —exigió saber Ethan.
—Ayer estabas muy mal, solo quería asegurarme de que estuvieras bien —explicó el alfa—, como no tengo tu número...
—Estoy bien —declaró Ethan—. Pero no debiste... —Fue interrumpido por el ama de llaves quien les ofreció una copa de whisky, Selim tomó una con gusto—. No, gracias —se negó Ethan—. No volveré a beber en lo que me quede de vida —murmuró masajeando sus sienes por el persistente dolor de cabeza. La empleada se retiró.
—Exageraste ayer, debes sentirte muy mal —se mofó Selim.
—Ni me lo recuerdes, no vuelvo a beber jamás —sentenció el omega.
—No seas dramático, mejor cuéntame por qué estabas llorando así, me asustaste.
—Ni si quiera me acuerdo —alegó y en parte decía la verdad, sus recuerdos aún eran muy vagos.
—Ese remedo de lobo que tienes por novio no te hizo nada, ¿o sí? —quiso saber Selim, en un susurro para que nadie lo escuchara maldecir a Mario Werner.
—Mario jamás me haría nada, es un novio excelente —comentó Ethan para molestarlo, pero Selim se rio por lo bajo, burlándose.
—Y tú traicionas al excelente novio, qué malo eres... —dijo con ironía—, ¿cómo reaccionaría ese tonto si se entera de lo de ayer?
—Ayer no pasó nada, por lo que Mario no se enterará de nada —ordenó Ethan, casi como una amenaza.
—Si tú lo dices... será un secreto —aceptó el alfa con una sonrisa pícara, poniéndole fin al tema.
Los invitados se reunieron a la mesa para disfrutar del exquisito banquete preparado en honor a Ethan. Selim, a pesar de las miradas desconfiadas de Elías, estaba pasando un buen momento junto a su querido compañero, estar junto a él en ese día le hacía sentir altivez y orgullo, por considerar que Mario no tenía aquel privilegio.
Festejaron con pastel y música, además, los múltiples regalos encantaron al cumpleañero, uno mejor que el otro. Hasta los empleados se hicieron presentes con un obsequio colectivo. Y era lógico porque Ethan era querido por todos quienes llegaban a conocerlo.
—Yo también tengo un regalo para ti —susurró Selim al oído de Ethan para mantener eso en secreto—. Te lo daré cuando estemos solos.
—No era necesario, pero gracias —respondió Ethan, de igual manera, pero sin dejar de sonreír por la emoción que eso le provocó—, y sea lo que sea puedes dármelo frente a todos.
—Podemos ver una película, si todos están de acuerdo —propuso Elías—. Conseguí la mejor película de terror del mundo, mi sobrino viene queriendo verla desde hace tiempo. —Ethan abrazó a su tío por la emoción, le fascinaba el terror en general y, ciertamente, ese filme lo había intrigado mucho, desde que había sabido de su existencia.
Todos fueron a la sala de cine privada de Elías, de la cual, el anfitrión se sentía bastante orgulloso por lo bien equipada que se encontraba. Se sentaron todos juntos en una fila, Ethan en medio de su hermana y Selim.
Al apagarse las luces y sin previo aviso, Selim tomó la mano de Ethan con fuerza para evitar que se soltara. Este intentó zafarse en silencio para no llamar la atención de su hermana o los demás, pero no lo logró. Resignado, solo miró a Selim con hastío, sin embargo, el alfa observaba la pantalla como si no percibiera todo lo demás.
En cierto momento, Ethan relajó su mano dejando que Selim entrelazara sus dedos y así permanecieron toda la película, ambos sintieron una sensación extraña, cálida, pero inquietante.
Todos disfrutaron de la función, excepto Selim, que detestaba todo lo relacionado al terror, había sufrido toda la película; Ethan lo había notado, pues en pequeños instantes, los más impactantes, el alfa apretaba su mano, como un niño pequeño en busca de protección.
—No sabía que eras tan miedoso —se burló al terminar el filme.
—No lo soy —negó Selim, avergonzado—. Bueno, un poco. No puedo creer que estas cosas te gusten.
Las luces se volvieron a encender y sus manos se soltaron con pesar, el contacto les había resultado tan natural que les fue incómodo separarse.
Elisa y su esposo anunciaron su partida, pues debían volver a casa. Ofrecieron llevar a Selim, pero se negó argumentando que se quedaría para preguntarle a Ethan sobre una materia de la universidad. Lo que molestó a Elías, pero lo disimuló bien.
—Vamos a mi habitación —ofreció Ethan—, ahí están mis apuntes de clase.
—Ethan —lo llamó Elías—. No estudien mucho, es tu cumpleaños, deberías descansar —dijo, con la clara intención de ordenarles a ambos que no se tardaran.
—No te preocupes, tío —aceptó Ethan.
Condujo a Selim a su recámara, nervioso, pues bien sabía que el chico no quería hacer ninguna consulta de la universidad. Y el hecho de tenerlo en su lugar más íntimo le resultaba un poco perturbador.
—Vaya... —exclamó el alfa, examinando todo—, este lugar me resulta muy familiar, aunque es muy diferente a mi cuarto en casa.
Ethan cerró la puerta, asegurándose de que los empleados, especialmente el ama de llaves no merodeara por ahí, esta vez sí que no deseaba ser espiado, como acostumbran a hacerlo.
—Bueno, ¿ya me dices por qué no te fuiste y diste tan mala excusa de la universidad? O mejor, explícame qué te hizo venir a mi casa sin invitación alguna —exigió.
—Tu cuñado me invitó, yo quería venir para verte y asegurarme de que estuvieras bien. Y me quedé para darte tu regalo —explicó Selim sacando una cajita pequeña del bolsillo de su chaqueta—. Toma. —Se la ofreció.
Al abrirla, Ethan encontró un hermoso brazalete de plata con incrustaciones de una gema azul, lapislázuli, su piedra favorita, la que representaba a su madre y a su familia.
—¿Una pulsera esclava? —preguntó Ethan, inquieto por el significado que este tipo de joya tenía en su cultura.
Era algo que solo se le regalaba a una pareja romántica, más comúnmente cuando había un beta en la relación, porque no eran capaces de formar lazos como los alfas y omegas. Una esclava simbolizaba aquel lazo imposible, era una promesa divina de lealtad y pertenencia, sin mencionar que el propio lapislázuli tenía la connotación de fidelidad.
—¿Te gusta? —preguntó Selim, esperanzado e inquieto.
—No me gusta, en realidad... me fascina, en serio —aseguró Ethan observando la joya, aún en la caja. Brillaba tanto que hipnotizaba, su belleza lo encandilaba—. Pero no puedo aceptarlo, Selim.
—Claro que sí. Si es por su significado tradicional, no lo tomes como tal. Aceptarla no te compromete a nada conmigo, sé que tú no me ves de esa manera. —Selim tomó el brazalete mirando a Ethan fijamente, quien pudo notar un ligero sonrojo en el rostro bronceado del alfa—. Esta es mi promesa de fidelidad porque, aunque lo intenté tanto, ni por un solo momento pude sacarte de mi mente desde que te vi por primera vez. Y cuando quise odiarte, me enamoré más de ti. —Besó su mano con dulzura, Ethan y su omega, por igual, sintieron la dicha más grande del mundo, ambos al borde de las lágrimas por tan hermosa confesión.
—Selim... —No podía dejar de sonreír sin poder articular más palabras que el nombre del hombre que más feliz lo hacía en la Tierra.
—No espero nada de ti —continuó Selim—. Yo te prometo que siempre estaré para ti, aun si tú no estás conmigo, aun cuando estés con otra persona. Mi promesa es de fidelidad y protección, es más grande que todo, incondicional. Te cuidaré, incluso si me cuesta la vida, me enfrentaría a todo, renunciaría a todo, para verte feliz. Lo juro —recitó y colocó la pulsera esclava en la muñeca de Ethan, sin dejar de mirar los ojos que tan seguido aparecían en sus sueños más hermosos—. Soy tu esclavo, como esta pulsera.
Sin palabras, Ethan solo pudo abrazar a Selim, aferrarse a su espalda y disfrutar del olor a limón y menta.
—Gracias —atinó a decir. No se separaron hasta que el celular de Ethan sonó interrumpiendo y, a la vez, devolviéndolos a la realidad. Sus sonrisas se apagaron cuando Ethan dijo quién era el desgraciado que osaba interrumpir un momento tan mágico—: Es Mario...
—Contesta —aceptó Selim, molesto por escuchar ese nombre. Ethan se alejó un poco para hablar.
—¡¿Qué?! ¿Por qué? —gritó de pronto al teléfono, claramente indignado—. No vayas a tocar, bajaré en un segundo.
—¿Está aquí? —preguntó Selim.
—Sí... Tengo que ir, te pediría que te fueras, pero si te ve... Por favor, Selim, no vayas a salir de este lugar, hasta que yo vuelva.
—Bien —aceptó el alfa, sentándose en un sofá—. Las cosas que hago por amor —bromeó con una sonrisita de lado e Ethan no pudo evitar sonrojarse un poco.
A toda prisa corrió a la puerta, encontrando a Mario fuera, esperando con el oso de peluche que le había regalado la noche anterior en sus brazos.
—Hola, amor. —El beta lo saludó con un beso rápido.
—¿Qué haces aquí? Te dije que este día lo iba a pasar con mi familia —reclamó Ethan intentando contener su enojo.
—Lo sé, por eso vine a esta hora, solo quería traer tu regalo, ayer estabas tan mal que lo olvidaste en mi auto.
«Aun si hubiera estado sobrio, hubiera dejado tirado a esa cosa tan horrible», pensó forzando una sonrisa.
—Gracias, no debiste molestarte. —Al tomarlo extendió sus manos, dejando a la vista la pulsera esclava de Selim y no pudo evitar comparar los dos regalos.
«Te dije que Selim nos conoce mucho mejor que este pobre tonto», alegó su omega.
—Joven Ethan, su señor tío quiere que invite a su visitante a pasar —informó la señora Mariana.
—No es necesario, Mario ya se retira, ¿verdad? —Miró al beta con insistencia, para que se fuera.
—No seas grosero, Ethan. —Elías llegó a la escena—. Ya no tenemos más invitados, puedes recibir a tu novio sin problema.
Obligado y muy nervioso hizo pasar a Mario a la sala de estar.
—Te traeré algo de pastel, espérame —dijo retirándose.
Fue a la cocina, donde ordenó a Mariana que se asegurara de que Selim estuviera cómodo y que no saliera de la recámara. Antes de volver, se aseguró de que la pulsera estuviera oculta con la manga de su suéter.
—¿Por qué no van a tu habitación? —sugirió Elías que pasaba por ahí. Ethan lo miró con incredulidad, su propio tío estaba intentando sabotearlo.
—No, señor, muchas gracias, la verdad ya me tengo que retirar —rechazó Mario, para alivio de Ethan; dejó el plato vacío en la mesita de centro y agradeció por la comida.
Ethan lo acompañó a la puerta, ansioso de que ya se marchara.
—Me encantó verte hoy. Ya te extrañaba —dijo Mario con cariño.
—Pero si nos vimos hace solo unas horas —debatió Ethan intentando no sonar tan cortante.
—Siempre tan romántico —comentó Mario con sarcasmo y riendo—. Feliz cumpleaños, querido Ethan. —Lo abrazó con fuerza—. Tienes un olor algo... diferente, ¿menta? —notó haciendo que Ethan se separara de inmediato.
—Un nuevo perfume, me lo dio mi hermana hoy —mintió. Tenía suerte de que los betas no notaran efectivamente las feromonas de alfas u omegas.
Se despidieron con un beso y Mario se alejó en su auto. A penas salió de su campo de visión, Ethan corrió a su habitación.
—Hasta que se fue, ya me estaba aburriendo —dijo Selim, acostado en la cama y jugando con el oso de peluche de Mario.
—¿Qué haces con eso? —Selim se incorporó.
—Tu empleada lo trajo, es de ese idiota, ¿verdad? —Ethan asintió—. Es horrible —declaró Selim sin poder evitar reír—. ¿Cree que tienes seis años? ¿O que eres de los que les gusta estas cosas tan cursis?
—No te burles —pidió Ethan, aunque le daba toda la razón.
—Es que cualquiera que te conozca un poco sabría que esto no va contigo. No me digas que te gusta el pequeño osito.
—Lo detesto, pero eso no te da potestad de burlarte. Es un regalo que Mario me dio con cariño.
—Es triste que tu novio no conozca ni lo más básico sobre ti, ¿de qué hablan ustedes dos?
—No quiero hablar de Mario contigo, además, ya es tarde, deberías irte —señaló porque estaba cansado y el dolor de cabeza nunca le había dejado.
—Invítame a quedarme a dormir aquí —sugirió Selim, coqueto.
—Ni loco, ya vete a tu casa, mañana tenemos clase —ordenó Ethan.
—Bien, ya me voy, pero una cosa antes: Ethan, sé que dije que aceptar mi regalo no te compromete a nada, pero... —Ante ese "pero", Ethan lo miró con desconfianza, temeroso de lo que le fuera a pedir—. Solo pido que siempre lleves el brazalete contigo, no te lo quites. Por favor.
—No lo haré, ya te dije que me encanta —aseguró Ethan con sinceridad—. Lo prometo. Y de nuevo, gracias.
Selim se despidió de su querido Ethan, con un beso en la comisura de sus labios, conteniéndose para no besarlo con el frenesí que su lobo alfa deseaba. Así, al fin, Ethan pudo respirar tranquilo, pocos días habían sido más agitados y emocionantes que este.
—Por fin el niño Aslan se fue —dijo Elías, quien estaba sentado en la sala de estar.
—Tío, ¿qué planeabas hacer? Casi haces que Mario descubra a Selim aquí, ¿qué pretendes? Sabes que me traería muchos problemas —reclamó Ethan, sorprendido de que Elías hubiera actuado de esa manera.
—Quería que se vieran, ¿no crees que hubiera sido divertido? —Ethan negó enojándose con cada palabra—. No me agrada tu noviecito, ya es hora de que termines tu relación con ese pobre beta sin futuro.
—Eso es asunto mío. ¿Qué esperas?, ¿qué deje a Mario y esté con Selim? Sabes que eso no es posible.
—Por supuesto que no. Ya perdí a una hermana por la estupidez esa de los soulmates, no soportaría perderte a ti también. Pero sé que tú eres más listo y nunca te arriesgarías por un niño alfa. —Tomó el brazo de Ethan para mirar la esclava en su muñeca—. ¿Verdad? —instó serio, casi como si lo amenazara. Ethan asintió—. Confío en ti, hijo, no dejes que algo tan tonto arruine tu futuro.
—No lo haré, tío, lo juro. Yo no soy como mi madre.
«Y Selim no es como mi padre», pensó Ethan, pero no pudo decirlo.
Información: En Altharwa se entrega una pulsera esclava a la pareja para comprometerse en matrimonio, en especial entre betas, ya que una pareja alfa-omega tiene el lazo para demostrar fidelidad y compromiso eterno. Aunque, en la actualidad esta tradición está siendo olvidada en el país.
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