Encierro

Domingo, 13 de septiembre de 2020

Ethan se alejó pronto de aquel alfa, aun cuando eso implicaba no seguir bailando la danza que más le gustaba. Junto a Selim se sentía atrapado, acorralado; toda la vida había huido de sus instintos, reprimiendo a su omega, física y psicológicamente, pero junto a Selim no podía, por eso estaba seguro, el alfa de ojos dorados era su persona destinada, su alma mate, y eso lo asustaba.

«Eres un tonto», reclamó su omega, «debiste, mínimo, decirle tu nombre».

«¡Cállate! No olvides que quien manda soy yo. Yo decido lo que es mejor y ese idiota, créeme que no lo es».

«Ese alfa, al que llamas idiota, también se dio cuenta de quién eres».

«Es imposible, piensa que soy beta y, mientras siga creyendo eso, no puede sospechar nada». Su omega gruñó molesto y ya no alegó más.

Ethan se acercó a la mesa del banquete para tomar varios dulces y comerlos mientras observaba cómo se desarrollaba la danza, a sus amigos bailando alegres y a Selim, que parecía buscarlo con la vista, sin poder encontrarlo, puesto que la luz no llegaba a iluminar el lugar donde decidió sentarse.

«Baila horrible», pensó mirando los torpes pasos rígidos de Selim.

«Eso es porque está buscándote y perdió todo interés en bailar», objetó su omega y tenía razón, puesto que Selim había bailado muy bien cuando Ethan aún estaba en el grupo.

—Si sigues comiendo dulces vas a engordar, no arruines tu linda figura, principito. —Luck se había parado junto a él, sin que lo notase, afortunadamente estaba solo. Ethan se puso de pie en el acto—. ¿Te asusté, principito?

«Uno me llama pequeño lobo y el otro principito», pensaba muy fastidiado.

—¿Bailas, principito? —pidió el alfa, extendiéndole una mano.

—Dime así una vez más... —amenazó Ethan, airado por la ofensa que representaba para él bailar con un alfa como Luck.

—Uh... ¿qué me harás? Prin-ci-pi-to.

Eso lo colmó, mirando a los ojos grises, casi blancos, de Luck, se acercó a él. Luck perdido en la profunda mirada de esos grandes ojos azules, no reaccionó hasta que cayó estrepitosamente al suelo. Ethan había enredado su pie detrás del de Luck, haciendo que perdiera el equilibrio.

—Luck... últimamente te veo más en el suelo que de pie —bromeó riéndose con altanería. El alfa, gruñendo, se levantó e intentó arremeter contra Ethan, pero este esquivó su puñetazo con elegancia y agilidad.

—Beta idiota, te voy a... —Una mano detuvo el brazo de Luck. Era Selim, quien se puso en medio de ambos.

—Luck, no te metas con ese chico. No quiero problemas, amigo, mejor vámonos —solicitó Selim, por lo que Luck se calmó y asintió frustrado.

—Esta vez te libras principito, pero me las pagarás... solo espera.

—Sí, sí... como digas, alfa —espetó Ethan, con tono despectivo. Seguía furioso, no solo por el enfrentamiento con Luck, sino también por comprobar, por él mismo, que Selim era amigo de Luck.

Selim se llevó a Luck, no sin antes mirar por última vez a Ethan, quien, en el momento, viró la cara con arrogancia y desprecio.

«Alfas idiotas», exclamó para sí.

—Ethan, ¿estás bien? —preguntó Mario. Sus amigos, incluyendo a Isabela y su novio, acudieron a él corriendo, después de ver la escena.

—Sí, todo bien.

—¡Pusiste a ese idiota en su lugar! No eres tan frágil como pareces —exclamó Isabela, abrazándolo.

—Puedo defenderme bastante bien. —Había sido entrenado en defensa personal desde pequeño, al mismo tiempo que aprendía a disparar. Aunque en ese momento solo le había parecido un juego y un pasatiempo, ahora se preguntaba el porqué de ese entrenamiento tan intensivo.

Los jóvenes se quedaron unos minutos más, observando el espectáculo de fuegos artificiales, tan grande que seguro se podría ver desde toda la ciudad. Después de eso, cada quien regresó a casa, exhaustos por los últimos tres días tan activos. Su consuelo: al día siguiente podrían dormir todo lo que desearan, puesto que no tendrían clases.

Sin embargo, Ethan si tuvo que despertar temprano, puesto que había quedado en salir con su hermana mayor, Elisa. Ella pasó por él a las siete, en la fría mañana del lunes, cuando más deseaba enterrarse en las mantas de su cama y dormir hasta que la pesadez de su cuerpo desapareciera.

—Hola, hermanito. —Elisa lo saludó, aún sentada, abriendo la puerta del copiloto de su hermoso auto deportivo rojo—. Entra, que hace frío. —Ethan entró deprisa y se puso el cinturón.

—Elisa, no has venido hace mucho y cuando vienes ni siquiera entras a saludar al tío Elías —reclamó. Elisa había sonado el claxon de su auto anunciando su llegada, para así, evitar tocar la puerta o entrar.

—No nos hemos visto en más de un mes y lo primero que haces es reclamarme por ese tío tuyo —intentó desviar el tema, pero él la miró serio, Elisa puso el auto en marcha—. Sabes que no me llevo muy bien con él —le recordó. A Ethan eso se le hacía muy extraño, ya que recordaba que tenían una relación normal hace poco más de un año, antes de que Elisa cumpliera veintiún años, pero ahora no podía ni verlo.

—Nunca me has contado el motivo, Elías es como un padre para mí y tú eres mi única hermana; es molesto que no puedan llevarse bien.

—Sé que quieres mucho a Elías, pero me entenderás en unos años; él no es quien dice ser —aseguró Elisa, muy seria, con expresión sombría, como si recordará algo perturbador.

—No me importa, Elías es el único que me ayudó y me aceptó cuando nadie más lo hacía, él me crio y educó. —Ethan rememoró todo lo que su tío había hecho por él desde que había llegado a vivir a su casa: las noches en vela que pasaba cuando se enfermaba, la excelente educación que recibía hasta el día de hoy, todo se lo había dado Elías—. Y lo hizo muy bien, aun cuando no tenía ninguna obligación.

—¿Eso piensas?, ¿qué persona en su sano juicio, le enseña a un niño de seis años a usar una pistola? —Ethan no pudo responder porque tampoco él sabía la respuesta—. Dime quién fue el que te incitó a ocultar tu casta.

—Esa fue decisión mía, el tío solo me lo sugirió y sabes que lo hago por mi seguridad.

—No es lo que mamá hubiera querido, una orgullosa omega. Ella jamás ocultó su casta y yo tampoco lo haría si fuera omega.

—¡Y por eso terminó muerta! —gritó consumido por la rabia y la tristeza, dejó sin habla a Elisa—. No quiero acabar como ella —declaró recordando la escena más triste que un niño jamás debería haber presenciado.

Cuando solo tenía cinco años, vio morir a su madre, fue testigo de su sufrimiento, dolor y tristeza. Elisa también había estado en ese espantoso momento, la niña solo tenía nueve años.

En ese entonces, la relación de sus padres había decaído a tal grado que su vínculo de alfa-omega estaba tan debilitado por la indiferencia que ya no tenía remedio. Su padre marcó a otra omega y su madre no resistió el rompimiento del lazo; tal vez lo hubiera hecho, si no hubiera estado embarazada, o si no hubieran sido soulmates. Ethan aún se sentía culpable por esa tragedia, aunque su único crimen había sido nacer como omega.

Itachi Himura, padre de Ethan, era dueño de uno de los grupos empresariales más exitosos del país y de Japón, un alfa que, en ese entonces, andaba en busca de un heredero digno para su fortuna: otro alfa. Quien una vez fue su esposa, Bela, había sido una omega extremadamente hermosa, le había dado una hija beta, por la que él se sentía muy dichoso. Pero después, habían tenido un niño y cuando nació descubrieron que era un omega; esa fue una humillación muy grande para un hombre severo, de creencias antiguas y segregacionistas hacia los omegas. Itachi había despreciado a su esposa alejándose de ella, solo cuando uno de los dos entraba en celo, tenían contacto. En cuanto a su hijo omega, lo ignoró y lo negó ante la sociedad, manteniéndolo escondido. Cuando se cansó de esperar a que su esposa le diera un hijo alfa, buscó a otra omega, quien sí había logrado concebir a su anhelado heredero; el mismo día en que aquel niño había nacido, Itachi había marcado a esa omega. Bela no había podido soportarlo, aunque luchó con todas sus fuerzas, no quería desamparar a sus dos pequeños hijos, pero esa fue la única pelea que perdió en toda su vida.

Ethan fue expulsado de la casa de su padre, el mismo día que enterraron a su madre; su tío Elías, hermano menor de Bela, lo acogió con mucho gusto, y él pensaba que no había podido caer en mejores manos. Su hermana Elisa, se quedó con su padre y vivía con él hasta el día de hoy; ella, para horror de Ethan, aún amaba y respetaba a su padre.

Al menos esa era la versión de los hechos que él conocía.

Por ese motivo, él odiaba a los alfas, no solo a su padre, sino a todos los alfas. Juró nunca unirse a uno, nunca dejarse marcar por nadie, ya que consideraba al lazo como una ofensa, una privación de la libertad. Verse sujeto de por vida a alguien más le aterraba y le provocaba náuseas.

—Lo siento, Elisa —se disculpó al notar el impacto de sus palabras en su hermana—, no debí decir eso.

—No te disculpes, soy yo la que debo hacerlo. No tengo derecho de intervenir en eso, ¿verdad? —Ethan no respondió y Elisa tomó su silencio como una afirmación—. Mejor cambiemos de tema, ¿quieres conducir? —preguntó y los ojos de Ethan se iluminaron. Casi nunca tenía la oportunidad de manejar un auto, a pesar de que lo hacía bastante bien, siempre se movilizaba con un chofer.

—¡Claro que sí! —exclamó muy feliz.

Los hermanos pasaron un día alegre y tranquilo, festejando el cumpleaños de Elisa que había sido hace una semana y no habían tenido la oportunidad de celebrar hasta ese momento. Fueron al cine, al teatro y varios lugares entretenidos de la gran ciudad, incluso fueron de compras. Ethan volvió a casa bastante entrada la noche.

—Gracias por hoy, Eli. Me divertí —se despidió y estaba a punto de bajarse.

—Espera, aún no me has contado nada sobre la universidad, ¿te va bien? —pidió saber y el corazón de Ethan se aceleró por el inevitable recuerdo de Selim.

—Todo bien, es cansado, pero nada fuera de lo normal —mintió, no admitiría ante nadie que se sentía atraído por un alfa—. La fiesta de ayer fue grandiosa, ¿cómo la pasaste tú? —Elisa también estudiaba en Bilmek, pero en otra facultad.

—Yo no fui, ninguno de los tres días, es mi último año y estoy bastante ocupada. —Estaba por graduarse de la carrera de Administración de Empresas—. En todo caso, me alegra que te vaya bien, no olvides que puedes contarme lo que sea.

—Lo sé. —Se abrazaron—. Me tengo que ir, mañana tengo clase a primera hora. —Se despidieron cariñosamente.

Ethan llegó a su espaciosa habitación y se tiró en su gran y cómoda cama, tan cansado que sentía que no había dormido en días. La última imagen que se proyectó en su cerebro, antes de caer rendido en el sueño, fue Selim bailando justo frente a él y sus ojos dorados tan brillantes aún en la oscuridad de la noche. Se maldijo por pensar en un alfa y durmió por fin.

Despertó por una pesadilla, más bien, un recuerdo: su madre en el auge de su sufrimiento, cubierta en lágrimas que empañaban sus hermosos ojos azules; la vio caer al suelo retorciéndose de dolor, un dolor más profundo que el físico. Ethan y su hermana intentaron ayudarla, pero qué podían hacer unos niños pequeños.

Abrió los ojos de golpe, comprobando que ya no estaba en esa escena, pero aún se sentía atrapado en ella. Gotas saladas resbalaban por sus mejillas. Estaba llorando.

«Ese día perdí a mi madre y a un hermano», pensó limpiándose las lágrimas. «¿Qué habría pasado si el bebé que esperaba mamá era alfa?», sacudió la cabeza intentando desvanecer esos pensamientos, ya no tenía caso pensar en el pasado, no podía cambiarlo.

Buscó su teléfono que se encontraba en la mesita de noche, a un lado de su cama; al mirar la hora decidió no volver a dormir, aunque era muy temprano aún para ir a la universidad. Tomó una larga ducha para relajar su cuerpo y su mente. Al salir, el ama de llaves le sirvió el desayuno y avisó al chofer que se alistase pronto para llevar a Ethan a clase.

A pesar de que sabía que iba a llegar demasiado temprano, no quiso hacer esperar al chofer que, diligentemente, se había preparado en menos de cinco minutos.

Llegó a la puerta de su facultad, faltando más de media hora para el inicio de su primera clase. A penas bajó del auto, el frío de la mañana golpeó sus mejillas, haciéndolo tiritar, decidió ingresar en el edificio para entrar en calor. Al llegar a su clase, tenía la intención de sentarse y recostar la cabeza en una de las pequeñas tablas de madera que fungía de mesa en cada butaca de la sala, hasta que llegaran sus amigos o su profesor. Pero se topó con la sorpresa de encontrar a Luck y todo su grupo en el lugar, en la última fila de butacas.

—Hola, principito —se burló Luck, obteniendo la risa de todos sus amigos.

Ethan lo ignoró, hubiera contestado, pero estaba solo en esa sala, con cinco alfas a los que no podría ganarles si lo atacaban juntos. Pasó junto a ellos sin pronunciar palabra, bajando por el graderío y se sentó en una de las butacas de las filas de en medio.

—No creas que he olvidado lo que hiciste, principito —espetó Luck haciendo alusión a lo que había pasado el domingo en la fiesta: el hecho de que Ethan lo había tirado al suelo. Ethan siguió ignorándolo—. Ya me las pagarás.

Ethan se puso los auriculares para darles a entender que no les iba a prestar atención, sin embargo, no los activó, no podía permitirse no escucharlos; debía estar atento y alerta, por si a aquellos alfas se les ocurriera planear algo en su contra.

No supo que le llegó primero, el olor a menta y limón o el sonido de su voz. Como fuese, le había provocado una agitación instantánea y no pudo evitar voltear hacia atrás.

Selim había ingresado en su salón y estaba conversando con Luck.

Sus miradas chocaron un segundo, pero Ethan volteó inmediatamente, tan incómodo y nervioso que activó sus auriculares a todo el volumen que pudo, como un intento de escapar de la situación. Rogaba que sus amigos llegaran pronto y lo librasen de la incomodidad.

Se llevó un gran susto cuando de la nada se vio rodeado por los seis alfas. Se retiró los audífonos para escucharlos, mas, no dijo nada.

—Principito, aquí mi amigo está interesado en ti —comentó Luck abrazando por el cuello a Selim.

—No seas mentiroso Luck y suéltame. —Selim intentaba librarse del agarre de Luck.

—Agradecería que no me incluyan en sus juegos —pidió Ethan con tono frío, mirándolos con desdén.

—¡Ya sé!, haremos que se conozcan mejor —exclamó Luck con una sonrisa maliciosa, mirando a sus amigos, quienes le habían comprendido por completo.

Tres de ellos tomaron a Ethan de los brazos y lo sacaron a tirones del aula, costándoles gran esfuerzo, pues el chico no dejaba de dar pelea.

—Luck, maldito alfa idiota, ¡suéltame! ¡¿Quién te has creído?! —gritaba enrabiado, dando patadas e intentando soltarse. Ciertos alumnos observaron la escena, pero ya bastante mala fama se había ganado Luck para que alguien se atreviera a intervenir.

—¡Luck deja de jugar! Esto no es divertido, suéltanos. —Selim estaba sujeto de los brazos por Luck y uno de sus amigos, no forcejeaba tanto como Ethan, a pesar de tener la fuerza suficiente para soltarse.

Los arrastraron por el pasillo hasta alejarse de la zona de aulas y llegar a un corredor vacío y oscuro. Abrieron una puerta pequeña de madera y los aventaron dentro, provocando que Ethan cayese al suelo de rodillas, lastimándose las manos. Escucharon un clic y supieron que estaban encerrados en el closet del bedel.

—¡Luck! ¡¿Qué diablos haces?! —Selim golpeó la puerta con el puño—. ¡Abre! —ordenó enojado y fastidiado por las constantes bromas estúpidas en las que su amigo siempre le hacía participar.

—Vendremos por ustedes al final del día —avisó Luck entre risas. Ethan se puso de pie, sacudiéndose el polvo de la ropa—. Selim, aprovecha bien el momento con el principito. Suerte... —dijo por último y se escucharon sus pasos alejándose del lugar.

—¡Luck! —gritó Selim, frustrado, dio un último golpe a la puerta, rindiéndose ante la idea de permanecer ahí hasta que Luck decidiera volver.

Pero Ethan no aceptaría esa humillación así nada más, no se rendiría sin pelear. Menos aún si debía quedarse encerrado hasta quién sabe qué hora con Selim, el alfa a quien quería evitar con todas sus fuerzas.

—¡Luck!, ¡malditos alfas!, ¡abran la puerta! —empezó a gritar golpeando la puerta frenéticamente. Selim se había apoyado en la pared lisa y sin pintar del estrecho closet con olor a químicos de limpieza.

—Ya se fueron —recalcó intentando calmar a Ethan, sin embargo, este empezó a gritar pidiendo ayuda—. Nadie pasa por aquí, no nos ayudarán.

—¡Malditos alfas idiotas! ¡¿Qué se han creído?! Meterse con un beta de esta manera, ¡panda de idiotas! —Ethan maldecía, murmuraba y caminaba iracundo, de un lado al otro.

—Cálmate... —pidió Selim, llamándolo a la tranquilidad. Pedido que Ethan ignoró por completo y siguió con su caminata, lo estaba dominando la histeria—. ¡Qué te calmes! —usó su voz de mando e Ethan se paralizó por completo—. No ganas nada con ponerte así, solo te estresas y de paso a mí también.

—No vuelvas a usar esa voz conmigo —ordenó Ethan con soberbia, intentando que su cuerpo se recuperase del estremecimiento anterior.

—Yo uso mi voz cuando me plazca, por algo soy un alfa —declaró Selim, arrogante e Ethan gruñó con desprecio.

Gracias a Selim, él pudo recuperar la calma, aunque odiaba el hecho de haber sido dominado por él con tanta facilidad.

«Tengo que salir de aquí lo antes posible», pensó sacando su celular que por suerte había podido guardar en su bolsillo antes de que lo sacaran del salón. Intentó llamar a Isabela, pero su teléfono no tenía señal. Comenzó a caminar de un lado al otro en busca de, aunque sea, una rayita de cobertura, sin éxito.

—Aquí no hay señal —aseguró Selim, mostrando su teléfono, también sin nada de señal—, por eso Luck nos trajo a este lugar.

—¡Alfas idiotas! —maldijo Ethan y golpeó una estantería con productos de limpieza, tan fuerte que un botellón de desinfectante que estaba en la repisa más alta, sobre la cabeza de Ethan, cayó.

El omega no pudo moverse al observar la caída del recipiente, le hubiera golpeado muy fuerte, pero Selim tiró del brazo de este, alejándolo del peligro, justo a tiempo. El botellón chocó contra el suelo ruidosamente.

—Wow... eso estuvo cerca —notó Ethan observando el tamaño de la botella de desinfectante e imaginando el daño que le hubiese ocasionado si lo golpeaba; seguro hubiera acabado desmayado por el golpe—. Gracias. —No le gustaba en lo más mínimo, pero debía reconocer que Selim lo había salvado de un muy mal rato.

Ethan hizo ademán de soltarse del agarre que Selim hacía en su brazo, pero este, en vez de soltarlo, lo jaló arrinconándolo contra la pared. Se acercó a Ethan, observando sus grandes ojos azules y sujetando con fuerza sus dos brazos, evitando que escapase o lo golpease.

«¿Qué diablos pretende este idiota?, acaso... ¿intenta besarme?», meditó Ethan, asustado y sorprendido. Su omega estaba ansioso, deseaba con todas sus fuerzas aquel acercamiento. «Omega tonto, cálmate».

Su parte animal y su parte humana batieron una lucha por el control de aquel momento, pero Ethan no dejaría que sus instintos le ganaran, no iría en contra de todo lo que se había propuesto. Estaba convencido de que, si cedía en ese momento, sería sometido ante aquel alfa, incluso su secreto podría ser revelado.

«¡Yo no terminaré de esa forma!», gritó en su interior para callar y doblegar a su omega, logrando, así, recuperar el control total de su voluntad.

Golpeó a Selim con la rodilla en su entrepierna, tan fuerte que el alfa cayó al suelo.

—Beta tonto y encima que te salvé... —se quejó Selim, sufriendo de dolor.

—Yo no te lo pedí —protestó Ethan—. Espero que así aprendas a no volver a tocarme, alfa idiota.

—¿Podrías dejar de insultar a mi casta un momento? —reclamó Selim, sentándose en el suelo, con la espalda arrimada a la pared—. Siéntate —ordenó e Ethan bufó expresando sus nulas intenciones de obedecer—. Hazlo o te obligaré a hacerlo —amenazó con una sonrisa de lado. Ethan, al no querer volver a escuchar esa voz de mando, lo obedeció, sentándose frente a él, apoyado en la fría pared.

—Alfa idiota —volvió a insultarlo. Estaban tan cerca que sus pies se tocaron, pero Ethan los apartó, recogiendo sus piernas, abrazando sus rodillas contra el pecho.

—¿No sabes más insultos?, ya te dije... deja de insultar a mi casta, es muy molesto.

—Cállate y busca una manera de salir de aquí —ordenó—. Esto es tu culpa en primer lugar.

—¿Mi culpa?, ¿por qué esto sería culpa mía?, para tu información, yo también tengo clases a las que asistir.

—Si no hubieras dicho nada sobre mí a ese idiota de Luck, no hubiera pasado nada.

—Solo le pregunté tu nombre, me dijiste que no lo sabría por ti, así que tuve que preguntar —contó Selim y el omega de Ethan saltó feliz por el interés que el alfa mostraba hacia él.

—¿Y no se te ocurrió mejor persona que Luck para hacerlo?

—Luck es mi amigo y está en tu clase, ¿a quién más le iba a preguntar? —protestó el alfa—. Sí, fue mala idea porque ni siquiera me lo dijo.

Ethan ya sabía, mejor dicho, tenía clarísimo el hecho de que Selim era amigo de Luck y, aun así, le molestó oír esa declaración de sus propios labios.

—No entiendo por qué estás tan interesado en saberlo —mintió, quería saber qué era, exactamente, lo que le ocurría a Selim con él, lo que estaba sintiendo de forma exacta.

—No lo sé —contestó este, encogiéndose de hombros—, es extraño yo... tú... —balbuceó intentando expresar un sentimiento que ningún ser humano había sido capaz de describir con exactitud. Suspiró frustrado—. ¿Has oído hablar de los mates? —soltó de pronto y a Ethan se le abrieron los ojos como platos, temiendo que Selim lo hubiese descubierto.

—Sí... es esa leyenda que dice que un alfa y un omega están conectados desde que nacen o incluso desde antes —respondió intentando aparentar que el tema no le alteraba los nervios.

—No es una leyenda —objetó Selim—, cada uno de nosotros nace unido a alguien más, pero esa persona puede estar en cualquier parte, incluso puede aún no haber nacido.

—Como sea... eso casi nunca se da, según sé, es muy extraño que alguien encuentre a su mate. —«Y entre todas las personas del mundo, ¡nos tenía que pasar a nosotros!», pensó Ethan, frustrado—. Espera... no estarás diciendo que yo soy... —Selim lo miró muy serio.

—No lo sé, es extraño, nunca me había pasado, es como... un imán, ¿no lo sientes?

—No —mintió Ethan de forma irrebatible—. Estás muy mal si crees que yo puedo ser tu soulmate; eso solo se da entre alfas y omegas y, para tu información, yo soy beta —aseguró ocultando su rostro entre sus rodillas para no ver a Selim, ni que él viese su cara ruborizarse por culpa de su instinto de omega.

—Eso lo sé muy bien, eres beta, pero aun así... —insistió Selim.

—Para con eso, olvida el asunto. No soy tu pareja destinada y nunca lo seré —declaró Ethan con vehemencia y seguridad, obligándolo a no continuar con la conversación.

El silencio incómodo se instaló en el estrecho armario, Selim observaba a Ethan con detenimiento, mientras este ocultaba su rostro. El alfa intentaba convencerse de que Ethan no era esa persona que estaba destinada a ser su pareja por la eternidad. Pero su opinión estaba dividida: su soulmate no podría ser un beta, sería imposible; pero si Ethan no lo era, ¿por qué se sentía tan atraído hacia él?

Después de unos minutos de mutismo, por fin Ethan decidió romper aquella atmósfera tan incómoda.

—Ethan —dijo de la nada, levantando la cabeza para mirar a Selim a los ojos, por primera vez desde que los habían encerrado—, mi nombre es Ethan. —Selim no pudo evitar sonreír.

—¿Y tú apellido? —preguntó.

—¿No te conformas con nada? —Ethan tampoco pudo resistir la sonrisa, su omega se sentía dichoso y contagió su humor a su humano—. Himura.

—¿Himura?, ¿perteneces a la familia Himura, los dueños de la empresa petrolera más grande del mundo? —quiso saber Selim, sorprendido por la fama que tenía aquel apellido.

En otras circunstancias, Ethan hubiera mentido, negando la conexión que tenía con esa familia, lo había hecho incluso con sus amigos. Pero decidió decirle la verdad a Selim. «Al menos debería saber algo sobre mí que no sea una mentira», pensaba sintiéndose un poco culpable por ocultarle que era un omega y privar a un alfa de su instinto más fuerte.

—Sí, soy el segundo hijo del presidente de esa compañía —contó sorprendiendo a Selim—, aunque de esa familia solo conservo el apellido. Ni siquiera he visto a mi padre en más de diez años.

—¿Puedo preguntar el motivo?

—No es que sea un secreto de estado... Mi padre es el culpable por la muerte de mi madre. Mamá no pudo darle un hijo alfa y él marcó a otra omega que sí lo hizo. Eso la mató.

—Lo siento, no debí haber preguntado —se disculpó Selim, pero Ethan negó con la cabeza, restándole importancia.

—No importa, ahora ya no importa, vivo bien. El hermano de mi madre me acogió en su casa.

—¿Tú padre te expulsó?

—Sí —respondió, pero se dio cuenta que eso no podía decirlo sin revelar su secreto—, no... digamos que yo no quería vivir con los asesinos de mi madre.

Ethan se sintió muy bien por hablar de ello con alguien, nunca había podido hacerlo, ni con su tío. Había guardado esos sentimientos para sí, no imaginaba que fuera tan liberador contar su historia a un desconocido. Le contó casi todo sobre su familia, exceptuando que era un omega. Detalló la muerte de su madre, el hecho de que tenía un medio hermano, o quizás más, y una madrastra que era un demonio, según palabras de su hermana.

—Has pasado por mucho... es bueno que ahora seas feliz.

«¿Feliz?», se preguntó Ethan, «¿soy feliz?».

Ethan nunca se había planteado esa interrogante; consideraba que tenía una muy buena vida, envidiable para muchos, pero... ¿era realmente feliz? No. ¿Qué humano sería feliz suprimiendo una parte de sí mismo?

—Última pregunta —anunció Selim, regresándolo a la realidad—, ¿cuántos años tienes?, pareces muy joven para estar en la universidad y más para estar en Bilmek, que no les da cupos a estudiantes menores de diecinueve. Sin mencionar que cuando nos vimos por primera vez, tu amiga dijo que eras menor de edad.

—¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez? —preguntó Ethan, estaba convencido de que Selim no lo recordaba en aquella fiesta, puesto que habían convivido menos de dos minutos.

—¿Cómo no? —afirmó Selim recordando la mirada desconcertada que Ethan tenía en ese momento.

Cuando lo había visto por primera vez, había pensado que era omega, incluso había creído percibir un olor dulce a uva. Pero cuando se volvieron a encontrar en el bosque, como lobos, se había dado cuenta de que aquel chico era beta, sin olor particular, a penas lo había podido reconocer por la extraña inquietud de su lobo interno. Así que atribuyó su impresión inicial al alcohol que había bebido esa noche.

—Tengo 17 años —contestó Ethan para volver a la conversación neutral anterior—, me gradué un año antes del bachillerato y no tuve que esperar como los demás para entrar a Bilmek, me aceptaron con agrado por mi promedio casi perfecto, me hubieran dado una beca, pero mi tío insistió en pagar —explicó con suficiencia, esperando que Selim se molestase por su soberbia, en cambio, el alfa lo escuchaba hablar con total interés. Ethan sintió que, aún si le decía que era el rey de España, Selim le creería sin cuestionamientos.

«¿Esta es la conexión y familiaridad de los soulmates?», meditó fascinado por la facilidad con la que podía expresarse con Selim, como si lo conociera de toda la vida.

«Hermoso, ¿verdad?», dijo su omega, Ethan no pudo negarlo. Era reconfortante, cálido, un sentimiento tan hermoso que no se podía describir con palabras.

Estar junto a Selim dejó de parecerle una carga o una maldición, incluso llegó a agradecerle a Luck por haberlos encerrado. Conversaron bastante durante las más de dos horas que estuvieron encerrados; Ethan se enteró de que Selim había cumplido los veinte años hacía apenas un mes, el 13 de agosto, y era heredero y único hijo de la familia Aslan, dueña de varias empresas, muy poderosa e influyente tanto en el país como fuera de él. Había nacido en Altharwa, pero su familia era de Turquía.

Ethan también le había contado varias cosas.

—No puedo creer que no sepas el apellido de tu madre y de tu tío, vives con él —alegó Selim riendo con incredulidad.

—Es cierto... mi tío y mi hermana nunca me lo han querido decir, si lo supiera cambiaría mi apellido a ese tan pronto como cumpliera la mayoría de edad. Solo sé que toda la familia de mi madre es de Rusia.

—Eso es muy sospechoso, dices que tu tío tiene mucho dinero... —Selim empezó a especular, le emocionaba indagar y resolver misterios, hubiera sido detective de no ser porque su familia no lo aprobaría—. ¿Se tratará de algo ilegal? —Esa idea ya había pasado por la mente de Ethan muchas veces y el silencio de su tío solo hacía que sospechara más.

—Ni idea... Pero, aunque así fuera, no me importaría, mi tío me cuidó desde los cinco años, me quiere y es lo único que cuenta.

—Estoy de acuerdo. Mi familia tiene conexiones con la mafia, varios grupos pertenecientes al crimen organizado; incluso es aliada de mafias rivales: los Orlov y la otra banda italiana que no recuerdo su nombre, pero que es la principal competencia de los rusos —explicó Selim. Ethan había oído hablar de ese grupo, los Orlov, la mafia rusa más poderosa y peligrosa del mundo—. Mis padres creen que no lo sé. Casi todas las empresas del país tienen algún tipo de relación ilícita con las mafias, por eso este país es el más rico de todos. No es nada del otro mundo.

—Supongo que tienes razón, aunque esos temas no me interesan, no tengo relación con eso. Cuando me gradúe pienso irme de este horrible país.

—¿A dónde? Este es el país en el que todo el mundo quisiera vivir —aseguró Selim, pero Ethan pensó: «todo aquel que no sea omega».

—A Rusia, quiero vivir en el país en el que mi madre vivió. —Rusia era, actualmente, el país más seguro para un omega, los índices de violencia eran muy bajos gracias a los duros castigos que se les imponían a los agresores.

«Pues iré contigo», pensó Selim y se vio tentado a decirlo por puro impulso, porque su alfa se sentía tan embelesado por aquel chico rubio, que sentía que quería estar a su lado toda la vida. Se dio cuenta de que aquel era un pensamiento insensato y absurdo, solo conocía al chico, que creía beta, hacía unas pocas horas.

«Estoy volviéndome loco», concluyó.

—Ethan, es fácil hablar contigo —dijo Selim con una sonrisa tan sincera que Ethan hubiera querido preservarla por siempre—, eres muy agradable.

—Lo sé —bromeó—, siento lo mismo hacia ti. Creo que no eres tan idiota como pensaba, aun que seas amigo del imbécil de Luck.

Selim iba a responder a eso, pero la puerta se abrió de golpe. Ethan se puso de pie al instante.

—¡Ethan! —exclamó Isabela acercándose a abrazarlo. Ella y el resto de los amigos betas de él habían entrado a toda prisa.

—¡Maldito! —gritó Marco, proporcionándole un golpe en la cara a Selim, quien apenas había empezado a levantarse del suelo, por ello perdió el equilibrio y cayó de lado.

—¡No! —clamó Ethan intentando defender a Selim.

Sintió una desesperación tan profunda que estuvo a punto de correr a ayudar al alfa en el suelo, pero se contuvo porque Isabela lo tenía sujeto del brazo.

Marco levantó a Selim del cuello de su camisa y lo estampó contra la pared. Selim no reaccionó ni intentó defenderse, como si Marco no lo intimidara en lo más mínimo, aunque tenían casi la misma altura y el beta era fuerte como un alfa. Incluso Ethan podía ver una ligera sonrisa de burla en la cara del alfa, esa actitud molestó aún más a Marco, lo iba a golpear de nuevo.

—¡Marco para! —pidió Ethan, sorprendiendo a sus amigos, quienes sabían del desprecio que Ethan sentía por los alfas, no comprendían el por qué ahora defendía a uno—. Él no tuvo la culpa, Luck nos encerró a los dos aquí —explicó haciendo que Marco soltara al alfa, no sin antes gruñirle con todo el desprecio que podía expresar. Selim se sacudió el polvo de la ropa, sin prestarles más atención.

—¿Estás bien? —preguntó Isabela examinando a su amigo con atención, en busca de algún daño.

—Estoy bien... —respondió Ethan con una sonrisa tranquilizadora.

—Selim, no te vuelvas a acercar a él —amenazó Mario, tan enojado que apretaba los dientes—, la próxima vez...

—Mario... No tienes poder para amenazarme —afirmó Selim con total seguridad y autoridad que hizo que Mario desistiera de sus amenazas—. Tú no me puedes prohibir nada y menos eso.

—¡Vámonos! —Mario tomó del brazo a Ethan sacándolo del estrecho armario, con cierta brusquedad que Selim resintió.

Había estado impávido ante el ataque de los betas, pero verlos alejando a Ethan de él le molestó más de lo que hubiera creído; quiso golpear a Mario para que soltara el brazo de Ethan. No lo hizo, ese sentimiento era ilógico e irracional, Ethan no era su omega, en su conocimiento ni siquiera era un omega, y quería protegerlo como tal. Volvió a pensar que se estaba volviendo loco.

—Nos vemos luego, little white wolf —se despidió usando aquel apodo que sabía que molestaría a Ethan, pero aún más a sus amigos que ya se alejaban por el pasillo.

—¡No me digas así! —reclamó Ethan volviéndose hacia atrás, tanto como el agarre de Mario se lo permitió. Selim le sonrió burlonamente e Ethan no pudo evitar devolverle el gesto. Pero solo duró un segundo porque Mario había tirado del brazo de Ethan para que siguiera caminando, interrumpiendo la conexión de ambos. Eso causó un gruñido en Selim.

«Si fuera omega...», deseó viendo al chico de cabello rubio muy claro, de ojos azules, alejarse más y más por el pasillo hasta desaparecer.

Información: 

-Altharwa no solo es el país más millonario del mundo, sino que es considerado como el reino de la mafia y, Evimeria, como la capital del crimen organizado. Muchos empresarios son socios y trabajan para varias organizaciones ilícitas, la de más poder es la 'Ndrangheta, de Italia, pero los rusos no se han quedado muy atrás, aunque en los últimos años han estado perdiendo poder en la nación. 

-El idioma oficial de Altharwa es el árabe y el griego, pero el más hablado, en especial en la capital, es el español y un poco el ingles. Casi todos los pobladores hablan estos cuatro idiomas a la perfección, y varios más.


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