Depresión

Lunes, 5 de octubre de 2020

En un mundo cruel y despiadado, donde vives amenazado y despreciado por la gente, es natural defenderse. Luchar por lo que quieres o morir en la mediocridad; dos opciones, dos tipos de personas.

Si el mundo es despiadado se aprende a serlo también, antes de que el mundo te destruya.

La vida no te enseña a ser cruel, te obliga a serlo.

Aquellos pensamientos deambulaban por la cabeza de Ethan, por primera vez se sentía inseguro de sus acciones, siempre había creído ser el bueno de su historia. Pero su hermana Elisa le había dejado muy en claro su inconformidad por su comportamiento con los niños de la casa Himura. A ella le parecía de muy mal gusto que los hubiese amenazado de forma tan fría, sin siquiera mostrar un poco de remordimiento; la chica había sentido miedo de la persona en la que su hermano se había convertido, o en la que podría llegar a ser, porque ella sabía algo más que disparaba sus alertas.

Ethan no había dejado de pensar en la mirada indescifrable de su hermana, no la había podido borrar de la mente, aun cuando ya había pasado un día. Era lunes y había prometido a más de una persona volver a clases, pero esa no era su preocupación en ese momento.

Esperando que la hora de salir llegara, estaba reflexionando sobre todo lo que había pasado en la pesada casa de los Himura. Sin embargo, había sido criado para protegerse a costa de todo, creció con orgullo y con la idea de que merecía todo en la vida. Así es como Elías había querido que creciera: fuerte y con la autoridad de un líder alfa. Pero, tal vez, la idea de que la fuerza era igual a inspirar miedo no era del todo acertada; así como debilidad no era sinónimo de ocultar los sentimientos.

Él no sabía que desde niño su mente estaba siendo moldeada de forma que le temieran, de forma que nadie pudiera, si quiera, mirarlo mal y salir sin castigo.

Se percató de la maldad que existía en su corazón y eso lo asustó. En especial por el recelo con el que su hermana le había hablado cuando lo llevaba a casa, después de la cena incómoda. Y lo que más miedo le provocaba era el hecho de que su amenaza no había sido en vano, en ese momento, de verdad se imaginó haciéndole daño a aquel niño inocente, por venganza contra él y contra su despreciable madre.

«¿Somos malos?», preguntó a su hermoso lobo omega que cohabitaba con su alma.

Se encontraba tumbado en su cama, mirando al techo, sumergido en una apacible modorra, acurrucado por el sonido del soplar del viento contra las hojas de los árboles.

«No... tú eres yo y yo soy tú, y yo no soy malo», afirmó el lobo con un deje de arrogancia, lo que hizo sonreír a Ethan. «Si yo hago algo malo, evítalo. Haré lo mismo por ti», prometió, también el lobo se sentía un tanto intranquilo.

Aquella promesa los ayudaría a controlarse, porque ambos eran uno solo. En su corazón sabían que separados se perderían, Ethan no podría vivir sin su parte animal y el lobo no sería nada más que un espíritu perdido, sin su humano. Cada persona en el planeta fue diseñada así, para nunca estar sola. Incluso los betas.

«Gracias, mi querido amigo».

—Ethan es hora de ir a clase. —Elías entró a la habitación, preocupado de que su sobrino, de nuevo, decidiera no volver a clases. Al verlo, aunque en la cama, ya vestido y listo para salir, se quedó más tranquilo.

—Lo sé... —exclamó el chico con pereza. Levantarse de la cama le había costado mucho más de lo que había creído, no se le estaba haciendo nada fácil salir de la depresión.

—¿Tomaste tus medicinas? —preguntó Elías, refiriéndose a los antidepresivos.

—Lo hice o no estaría de pie —admitió Ethan tomando su mochila y la pequeña bolsa de papel plateado en la que había guardado la bufanda de Selim—. Estoy listo.

—Te llevaré yo mismo —anunció el hombre, exasperando a su sobrino, quien pensaba que ya tenía suficiente con el chofer para ahora ser vigilado por su tío directamente. Sin embargo, no dijo nada.

Fueron solos en el auto, sin la presencia de ningún chofer, solo un padre llevando a la escuela a su hijo. Y eso, a decir verdad, le pareció muy reconfortante a Ethan, se sintió como todo el mundo, por lo menos por un rato. En serio detestaba ser constantemente vigilado, no deseaba ser diferente al resto de sus amigos; inclusive a veces temía saber el motivo de toda aquella atención, había observado toda su vida a su tío rodeado de los guardaespaldas que lo acompañan a cualquier lugar, aún en la casa, siempre uno o dos merodeaban por ahí. No era normal en la ciudad, la seguridad era muy buena, casi todos pertenecían a la élite del país, la clase alta, pero pocos usaban chofer y menos guardaespaldas solo para ir a la escuela.

—No conducía hace mucho tiempo, es relajante —declaró Elías recordando los tiempos en los que corría a toda velocidad por las carreteras. Aunque era muy joven en ese entonces, tanto que le era ilegal conducir.

—¿Puedo preguntar el motivo?

—Porque ahora tengo personal que lo hace por mí.

—Tío... ¿por qué debes tener a gente cuidándote todo el tiempo? —cuestiono Ethan y señaló, a través del espejo retrovisor, a la camioneta negra que los seguía, en la que los cinco guardias de Elías se transportaban—. Vivimos en una ciudad con un índice de crimen muy bajo. No lo entiendo.

—No es necesario que lo entiendas, lo sabrás algún día. Además, ¿por qué de pronto te interesa? —indagó Elías, a lo que Ethan solo se encogió de hombros.

Antes, todo su extraño ambiente le parecía normal, pero poco a poco y por los varios comentarios de las personas a su alrededor, cayó en cuenta de que algo extraño sucedía con su tío y, en general, con toda la familia de su madre. Sabía que le ocultaban un gran secreto y lo aterraba averiguar de qué se trataba.

—Llegamos. —Elías paró el auto frente al portón de la facultad—. Ten un buen día —le deseó dándole ánimos.

—Hasta luego, tío. —Ethan se despidió con una sonrisa y bajó del auto. A penas cerró la puerta, sintió que lo abrazaban por la espalda.

—¡Dios mío, Ethan! ¡No sabes cuánto te extrañamos! —gritó Adrián, casi levantándolo por la emoción.

Sus cuatro amigos lo habían estado esperando, con miedo de que no apareciera. Todos se alegraron tanto al verlo de nuevo, Isabela estaba al borde de las lágrimas. Saludaron y se abrazaron varias veces y eso a Ethan le devolvió la alegría que tanta falta le había hecho en ese tiempo.

—Nos hiciste mucha falta —confesó Mario Werner profundizando la mirada en sus ojos azules.

—¡Si! Como no estabas, no había nadie que nos explicara las horribles clases del profesor Larroba —bromeó Marco, obteniendo un codazo de Adrián y la risa de todos.

—Pues ahora serán ustedes los que me tendrán que explicar las clases —pidió Ethan, recordando que había faltado demasiado como para poder ponerse al corriente en poco tiempo.

—Coordinamos eso después, ahora vamos a clase, ya casi es hora de que inicie —incitó Adrián.

Al entrar en el edificio y recorrer los pasillos, Ethan se dio cuenta de cuánto había echado de menos su facultad, aún si estaba repleta de alfas.

—Vaya, vaya, vaya... miren quién decidió aparecer por aquí —comentó Luck con ironía. El alfa estaba con su manada, sentados, como siempre, en la última fila del aula—. El principito por fin nos concede el honor de su presencia.

—No molestes —amenazó Mario intentando alejar a Ethan de su terrible primo, poniéndose en medio de ambos.

—¿Me extrañaste, Luck? —lo desafió Ethan, con una sonrisa sardónica, apartando a Mario—. No sabía que yo era tan importante para ti. —Todos en la clase, que habían estado muy atentos al enfrentamiento, rieron burlándose.

—Ya quisieras que yo me fijé en un beta como tú —puntualizó el alfa, bastante furioso, resaltando de mala manera la palabra beta.

Isabela tomó a Ethan del brazo y lo obligó a seguir caminando hasta las filas delanteras.

—¿Podrías dejar de enfrentarte así a los alfas? —exigió su amiga, molesta por la poca prudencia que el chico mostraba, ya antes era un tanto impulsivo, pero ahora actuaba mucho más temerario; a ella le pareció que, de verdad, estaba buscando meterse en una pelea.

—No me voy a quedar callado si me molestan —objetó Ethan.

—No, pero desafiándolos solo te ganas su desprecio, a la larga puede ser peligroso —alegó Adrián.

—Es mejor ignorarlos, son idiotas, no vale la pena discutir con ellos —aseguró Marco.

Las clases comenzaron, Ethan no entendió ni la mitad de lo que se exponía, una semana de retraso era un tiempo considerable. Por eso, los amigos se organizaron para ayudarlo a recuperar el hilo de las materias: quedaron en ir a estudiar en su casa, todas las tardes que no tuvieran clases, comenzando desde este mismo día.

—Gracias, chicos, tengo suerte de tenerlos —declaró abrazando por los hombros a Adrián, mientras los cinco caminaban a la salida del edificio.

De pronto, a lo lejos, vio al ser humano al que jamás podría olvidar, aunque lo deseara, y vaya que lo deseaba. Selim estaba sentado en una de las bancas del patio, leyendo un libro.

—Chicos, por favor adelántense, los veré en el estacionamiento —solicitó Ethan, necesitaba devolverle la bufanda y no deseaba hacerlo frente a sus amigos.

—La última vez que te perdimos de vista no te vimos en una semana. No lo haremos —reclamó Marco.

—No será así esta vez, lo prometo.

—¿Vas a hablar con ese idiota? —Mario señaló con desprecio a Selim.

—Sí, tengo un asunto pendiente con él. —Ethan no lo negó, pues no tenía caso hacerlo, todos ya se habían dado cuenta de la cercanía que tenía con aquel alfa. Aunque solo Isabela sabía la verdadera razón de ello.

—Te esperamos en la entrada del estacionamiento —concedió Isabela, haciendo que los demás la siguieran. Incluso a Mario no le tocó más que dejar a Ethan solo.

Ethan se acercó donde su soulmate, se encontraba leyendo, muy concentrado, tanto que parecía sumergido en el misterioso mundo que su libro detallaba. Tomó asiento a su lado y, aun así, Selim no parecía haberlo notado, así que le quitó el libro de las manos. El alfa se espantó por un momento.

—¡Oye, little white wolf! ¡Dámelo! —ordenó intentando quitárselo de las manos.

Ethan movía el libro de un lado a otro, evitando que su compañero lo atrapase. Un juego ameno y divertido para ambos, juego que terminó con Ethan acorralado contra uno de los brazos de la banca y Selim casi sobre él, tan cerca que el alfa no pudo evitar sonrojarse ligeramente, aunque el omega no notaba la singular situación en la que se encontraban.

—¡Ya dámelo! —Selim por fin pudo quitárselo y se alejó rápido del alegre chico, para evitar hacer algo de lo que se pudiera arrepentir. Ya había cometido una locura la noche de la tormenta en el parque—. Muy gracioso, doblaste dos páginas —se quejó examinando las hojas.

—Lo siento —se disculpó Ethan, sonriendo—. No sabía que te gustara leer.

—No hay muchas cosas que sepas de mí, en realidad, no somos muy cercanos —dijo Selim y sonó más bien como un reproche—. ¿Qué quieres? No es común que te me acerques.

—Solo vine a devolverte esto. —Ethan le entregó la bolsa de papel y el alfa la abrió.

—Ah sí... mi bufanda.

—Gracias por prestármela y por ayudarme ese día —dijo Ethan y se puso de pie para retirarse antes de que los nervios lo controlaran—. Bueno... me tengo que ir. ¡Nos vemos!

—¡No! Espera... ¿no crees que deberíamos hablar de lo que pasó? —sugirió Selim, más nervioso de lo que Ethan se puso al escucharlo.

—No quiero, prefiero solo olvidarlo. —Selim sabía que recibiría esa respuesta y por ello suspiró resignado, solo se puso de pie para estar a su altura.

—Como quieras. Pero al menos quédate con esto. —Colocó la bufanda azul en el delicado cuello que una vez intentó morder—. Hace frío, no te enfermes más.

—No la puedo aceptar...

—Sí puedes, tómalo como una disculpa. —Guardó su libro en la mochila mientras Ethan se acomodaba la bufanda—. ¿Viene tu chofer?, ¿o quieres que te lleve?

—No, gracias, voy con mis amigos —rechazó Ethan, aunque le hubiera encantado ir con él, más que todo, para ir en la motocicleta y sentir la adrenalina de la velocidad—. ¿Vas al estacionamiento?, vamos juntos.

Ethan dejó de querer evitar a Selim como antes, decidió que ya no iba a huir de él, aunque tampoco a acercarse más. No deseaba tenerlo como pareja, ni como su alfa, pero, aun así, lo quería cerca, un equilibrio para mantener algo contento a su lobo.

Los dos caminaron rumbo al parqueadero, donde los amigos de Ethan lo esperaban.

—Bueno... aquí nos despedimos, little white wolf —anunció Selim, un poco triste, además de molesto por las miradas inquisitivas de los cuatro betas—. No faltes más a clase.

—No lo haré —aseguró Ethan con una gran sonrisa—. Hasta mañana.

—Bye —se despidió el alfa, despeinando el cabello de Ethan con cariño, solo para poder tocarlo y sentir un poco de su calidez encantadora.

Ethan acudió con sus amigos y se dirigieron a sus respectivos autos. Él, como era costumbre, sería llevado por Isabela. Desde el auto, pudo ver a Selim salir con su motocicleta y recordó la grata sensación de la velocidad, le encantaría tener una moto, pero Elías se lo había prohibido por ser demasiado peligroso.

En casa de Ethan, todos ellos pasaron una tarde provechosa de estudio, no les faltó mucho para cubrir la mitad de lo expuesto en la semana anterior. Casi por la noche se marcharon, con el compromiso de volver al día siguiente.

A Selim nunca le había interesado absolutamente nada de forma genuina, siempre había vivido una vida gris, sin ambiciones ni sueños. Nacido en una buena familia, de excelente posición económica y social, podía tener todo lo que quisiera con solo pedirlo; y eso lo volvió apático, nada parecía tener algún sentido o valer tanto la pena como para esforzarse.

Desde que había nacido, su vida fue planeada por alguien más, desde su carrera hasta con quién debería pasar el resto de su vida; y nunca había tenido la intención de cambiarlo. Siempre creyó haber nacido para ser el próximo presidente de la empresa Aslan, convertirse en su padre y vivir sus días de esa manera. Y no se equivocaba, ese era su propósito en el mundo, así como el destino de Ethan también se había decidido el día en que su madre había dejado este mundo, o tal vez antes.

Pero ahora, por primera vez, se dio cuenta de que existía algo más, una persona que deseaba de verdad. Una necesidad abrumadora de querer tenerlo cerca para siempre. Hasta que lo conoció, no había comprendido el amor ciego que veía que otras personas sentían por algo o por alguien, y siempre los había envidiado.

Sin embargo, el poseer aquel deseo no había mejorado en nada su vida, al contrario, solo le había traído tristeza y desconcierto. Se preguntó si valía la pena sufrir así o si sería mejor quedarse como estaba. Empezó a pensar que hubiera sido mejor nunca haber conocido a Ethan.

«Una vida sin expectativas es mucho más fácil que esto», reflexionó en busca de un consejo de su otra mitad.

«Estoy de acuerdo», concordó su lobo. En otras circunstancias hubiera hecho lo posible por levantarle el ánimo a su humano, pero se sentía igual o más deprimido que él.

Lo sucedido la noche de la tormenta no solo había afectado a Ethan, Selim también se hundió en la depresión, su lobo había sido rechazado como alfa por su propio compañero de vida y, aunque no lo sabía, sí lo sentía en lo más profundo de su corazón.

Selim quería a Ethan, le fascinaba todo de él, su alegría, su fuerza, su inteligencia, todo le parecía perfecto. Y no podía comprender por qué le gustaba tanto un beta, un beta que le había dejado muy en claro que no lo veía de la misma manera, que a lo mucho lo aceptaría como a un amigo.

«Al menos ya no nos evita», dijo su alfa a modo de consuelo.

«Lo sé, pero no es suficiente. Quiero hacerlo mío para el resto de nuestras vidas», declaró estremeciéndose ante sus propios deseos.

«Paciencia», recomendó su lobo.

Se levantó de su cama, en la que había estado tumbado desde que llegó de la universidad. Fue a la cocina para buscar algo de comer, pero en el camino se topó con su padre, a quien saludó con respeto.

—No te ves muy bien, ¿has perdido peso? —preguntó el señor Aslan y Selim negó molesto por la crítica innecesaria—. Come bien y no dejes de ir al gimnasio, nadie te querrá si no estás en buena forma —ordenó y se marchó a su despacho. Selim volvió a su habitación, furioso por los constantes ataques y exigencias de su padre, hasta se le quitó el hambre por la rabia.

«A veces lo detesto».

Las semanas pasaron muy rápido para Ethan y Selim, casi no hablaban, más que para saludarse cuando se encontraban en la facultad. Selim seguía sintiéndose vacío y su lobo se inquietaba cada vez más; los celos que sentía casi bordaban en lo ridículo: detestaba ver a Ethan cerca de otro alfa o beta y más con Mario Werner, a quien últimamente veía demasiado cerca de él.

Por su parte, Ethan intentó enfocarse en sus clases para recuperarse de la depresión, ahora le aterraba volver a postrarse en una cama por la tristeza, así que decidió estar más en contacto consigo mismo, con su omega; además de dejar de evitar a Selim, quiera o no, su lobo se sentía mejor cuando veía a su mate. También intentó divertirse, salir más de casa y convivir mejor con Elías, todo eso lo ayudaba a dejar de pensar en Selim.

—Vamos a la playa Luliwa este fin de semana —sugirió Isabela a sus amigos. Los cinco estaban sentados en una de las mesas de su cafetería favorita.

—Suena genial, está muy cerca y es hermosa —concordó Adrián—, vamos, chicos... —pidió a todos.

—Por mí, bien —aceptó Marco.

—Perdón, chicos, yo no puedo —alegó Mario un tanto desanimado—. Mi tío me obliga a ir a "un asunto social importante" —explicó exasperado simulando comillas con los dedos.

—¿No que renunciaste a tu herencia y a la conexión con los Werner? —inquirió Marco, un deje de desconfianza hacia él nunca había desaparecido de su mente.

—Sí, pero, según el gran presidente Werner —habló Mario en tono sardónico—, la gente más importante del país no tiene por qué enterarse de nuestros problemas familiares. Y yo soy parte importante de la familia, así que debo ir a esa aburrida boda.

—¡¿Fuiste invitado a la boda de la que todos hablan?! —exclamó Isabela y Mario asintió sin ninguna emoción.

—También iré —intervino Ethan, sorprendiendo a todos.

—¡¿Enserio?! Genial, si vas tú no será tan malo —aseguró Mario inmensamente feliz—. ¿De verdad vas a ir?

—Claro, no puedo faltar a la boda de mi hermana —declaró Ethan dejándolos sin palabras por unos segundos.

—¡¿Tu hermana?! Elisa Himura es... ¿tu hermana? —reclamó saber Isabela—. Pero dijiste que tú no tenías nada que ver con esa familia. ¿Eres hijo de Itachi Himura?

—Biológicamente: sí, en cualquier otro sentido: no. Él niega mí existencia, así que yo niego nuestro parentesco —se excusó Ethan, encogiéndose de hombros.

—Como sea, me alegra que vayas a ir, así no estaré solo.

—También me alegra que vayas, Mario —aceptó.

—¿Dónde será? —preguntó Adrián.

—En "La Playa del Amor", en la Isla Nero —contó Ethan, frustrado por tener que tomar un avión y hospedarse en un hotel solo para ir a una boda.

Elisa se había presentado unas noches atrás en su casa con la noticia de que adelantaría su boda, que estaba planeada para después de que ella terminara sus estudios, ya que su prometido debía viajar a Estados Unidos y quedarse ahí un par de años. Ambas familias acordaron adelantar la boda, como una especie de seguro para que ninguna circunstancia evitara la unión, aunque estuvieran separados. Elisa se quedaría en Altharwa hasta que se graduara y luego se iría a vivir con su esposo en el país extranjero.

—La Isla Nero... dicen que tiene las playas más hermosas del mundo —comentó Adrián—. ¡Qué envidia que puedan ir ahí!

—¿Por qué no vienen también? Podemos pasar todo el fin de semana ahí —propuso Ethan.

—Ir a ese lugar cuesta una fortuna —debatió Marco.

—Les estoy invitando, no pagarán nada —alegó Ethan.

—¡¿De verdad?! —Isabela se emocionó al imaginarse caminando por las hermosas playas de arena fina—. No... no podemos aceptarlo, es demasiado.

—No es ningún problema, mi tío estará encantado de hacerlo. Acepten por favor.

Después de mucho insistir, Ethan logró convencer a sus amigos de dejar que él pagara su viaje a la isla Nero. Acordaron en viajar el viernes después de clases, el vuelo no demoraría más de tres horas y eso les daría tiempo de instalarse en algún hotel.

—Mario ¿que tú vayas significa que Luck también irá? —preguntó Ethan después, esperando que, por algún milagro, la respuesta fuera negativa.

—Desafortunadamente debo decir que sí, mi tío jamás dejaría a su querido hijo alfa en casa, cuando tiene la oportunidad de presumirlo ante todos.

—Será un completo fastidio de por sí y además tocará soportar a ese idiota; mi hermana no debió haber invitado a los Werner. Sin ofender, Mario.

—No, yo concuerdo, créeme que no quiero ir. Aunque por la idea de pasar el resto del fin de semana con ustedes, vale la pena sufrir unas horas de aburrimiento.

—Mírense, quejándose de ir al evento más sonado del año. Nosotros jamás podríamos acceder a algo así —recriminó Adrián, sin poder entender cómo, para sus amigos, el privilegio de ser invitados a un acontecimiento al que solo iban las personas más importantes les pareciera una molestia.

—No es nada del otro mundo, dos personas se casan como cualquier otra pareja en este mundo —alegó Ethan—. La diferencia es que son los hijos de dos de los empresarios más importantes del planeta. Sin mencionar que los novios apenas se conocen.

—¿Es una boda arreglada?, pero parecían tener una buena relación —cuestionó Isabela.

—En las entrevistas lo aparentan todo. Elisa a lo mucho lo ha visto unas diez veces en su vida. Aunque él parece un alfa responsable, más le vale que así sea —amenazó Ethan, dispuesto a intervenir si su hermana terminara sufriendo en manos de su esposo.

—Es triste —intervino Marco—, casarse sin amar a alguien de verdad.

—Así funciona el mundo en el que vivimos, el mundo de los grandes imperios económicos —aseguró Mario—. Los matrimonios son solo negocios para unir empresas. Incluso Luck tendrá que hacerlo algún día.

—Eso es aún más triste —insistió Isabela.

—No concuerdo —acotó Ethan—, yo lo haría si eso me diera alguna ganancia, siempre que no sea con un alfa y, si lo es, que ni se le ocurra marcarme. Solo es un acuerdo beneficioso para las partes. Un heredero tiene la obligación de garantizar la estabilidad de su imperio.

—Serias un buen heredero, con ese pensamiento —afirmó Mario con admiración.

—Tal vez, pero agradezco no serlo, demasiada responsabilidad. —Ethan no se imaginaba tener que estar a cargo de todo, ser un gran empresario nunca le había interesado, le parecía demasiado tedioso.

Si supiera...

Los planes de viaje fueron aceptados, con el mayor gusto, por Elías; prometió encargarse de todo, desde los boletos de avión hasta las reservaciones de hotel, fascinado por la idea de contribuir a que su sobrino se divirtiera en un ambiente diferente al de la ruidosa ciudad. Pero, aunque procuraría que Ethan pasara un buen momento, no descuidaría su seguridad, y eso prometía ser más difícil de planear; en su casa la seguridad era controlada, personas de confianza siempre los estaban protegiendo y sirviendo. Todo lo contrario a un hotel en un país que no tenía bajo su total control.

Dos días después, en uno de los edificios más altos de Evimeria, Itachi Himura disfrutaba de un habano, sentado en la cómoda silla de su iluminada oficina, intentando relajarse después de una pesada junta con los inversionistas de su próximo proyecto. Dirigir una multinacional se hacía menos fácil con la edad, los dolores de cabeza lo atormentaban casi a diario.

Toda aquella presión, sumada a que su única hija se casaba en menos de tres días, lo deprimía bastante. Elisa había sido un gran apoyo para él, siempre había creído que de todos sus hijos, ella era la que más se le parecía: era pragmática, seria y tenía los mismos intereses en los negocios. Si pudiera la nombraría su heredera, pero en su familia tradicionalista solo un alfa podía tomar el lugar de más poder. Lamentaba perderla, entregarla a un hombre que, si bien era un buen partido, en el futuro se la llevaría lejos. Sin embargo, la unión con aquella empresa americana era necesaria para la supervivencia de los Himura, su situación no era tan favorable en el presente como había sido hace casi veinte años, había decaído poco a poco después de la muerte de la madre de Ethan.

El timbre del teléfono interrumpió su línea de pensamiento. Contestó, esperando que aquella llamada no le trajera más problemas.

—Señor CEO, un hombre está solicitando tener una audiencia con usted, está aquí fuera —informó su secretaria.

—No tengo ninguna reunión asignada para hoy. Ya sabe que no recibo a nadie sin previa cita.

—Lo sé, señor, pero es muy insistente.

—¿Quién es? —preguntó frustrado por la incompetencia de su secretaria para despachar a una persona.

—Se ha negado a darme su nombre, dice que es la persona más importante en el mundo, y que a usted no le conviene rechazarlo.

—La persona más... —De repente cayó en cuenta de quién estaba solicitando verlo y se asustó de solo pensarlo—. ¡No dejes que...! —Antes de poder concluir su frase, dos hombres muy altos abrieron con brusquedad las puertas de la oficina y dieron paso para que entrara su jefe.

—Lo siento, querido Itachi, me aburrí de esperar, tu secretaria es muy lenta, ¿sabías? —comentó el hombre que acababa de irrumpir en la empresa, entró caminando con altivez—. Deberías cambiarla.

La secretaria, muy apenada, intentó hacer que Elías saliera, pero sus hombres la amedrentaron. Ofreció llamar a los guardias de seguridad, pero Itachi lo rechazó, pidiéndole que saliera y los dejara solos.

—¿Qué hace aquí, señor Elías? ¡¿Cómo fue que entró?! —reclamó. El edificio estaba muy bien asegurado y vigilado, nadie podría acceder sin permiso y menos a la planta más alta, donde se encontraba la oficina del CEO.

—Solo diré que deberás cambiar a tu personal de seguridad, o mejor.... a todo el personal —declaró Elías, riendo. A la mayoría los sobornó y a quien no aceptó el dinero, lo amenazó.

—¿Qué quiere?

—¿Dejas que me siente? —solicitó sin dejar de sonreír cínicamente.

Itachi, con desdén, le ofreció sentarse en una de las sillas, frente a su escritorio. Sin embargo, Elías lo miró como si fuera un total idiota, al tiempo que sus guardaespaldas se le acercaron amenazantes. Mirando al cielo con exasperación, Itachi no tuvo más remedio que cederle su lugar a Elías.

—Cómoda —comentó este, probando la silla del CEO—, para un viejo.

—Le ruego que vaya al punto, ¿cuál es el motivo de su visita?

—¿Ves que no es difícil tratarme con el respeto que merezco? —El CEO no podía evitar gruñir; un alfa dejando que un beta lo dominara y lo humillara de esa manera, era inconcebible para él, pero no podía hacer más que aceptarlo de momento—. Vine a hablar de la boda de mi querida sobrina.

—Eso es algo que no le incumbe.

—Te equivocas. A pesar de que a Elisa no le guste, ella es mi familia, tiene mi sangre, igual que Ethan.

—¿Y qué?, ¿desea interferir con esta boda?, ¿tiene otros planes para ella?, ¡¿la casará con algún delincuente?! —acusó Itachi, se encontraba a la defensiva, dispuesto a enfrentarlo si a Elías se le ocurría decir algo tan demente como eso.

—No, claro que no. No deseo impedir está boda, sé que Elisa no se casa por amor, pero tampoco lo hace contra su voluntad. Si la estuvieras obligando lo impediría, este no es el caso, así que no me importa.

—¿Entonces qué?

—Recibí una invitación para asistir al gran evento, debo decir que eso me sorprendió.

—Usted no está invitado, la invitación está a su nombre solo porque no es correcto invitar directamente a Ethan, un omega.

—No planeaba asistir, no temas. ¿No recuerdas que no puedo mostrar mi cara a tanta gente?, menos a las personas más importantes del país, la mitad de ellos me quiere muerto.

—Pero dejará que Ethan vaya, ¿verdad? —inquirió preocupado, Elisa había sido muy insistente en que quería a su hermano en su boda, a toda costa.

—La idea me desagrada mucho: dejar que mi pequeño niño vaya solo a otra ciudad, a un lugar donde no conoce a casi nadie y a los que sí conoce no lo quieren. Lo más preocupante es que no podré cuidarlo yo mismo.

—Solo irá a una boda, no a la guerra. Además, el otro día me di cuenta de que el niño ha sido amaestrado muy bien por usted para convertirlo en un asesino —reclamó con un ligero tono de reproche.

—Gracias por el cumplido, me alegra que mi sobrino haya mostrado su verdadero ser con ustedes. Cada vez me enorgullece más.

—Lo estás convirtiendo en alguien muy peligroso, mi comentario no fue un alago. Ese chico no merece el futuro que planearon para él.

—¿Y de cuándo acá te importa el futuro de Ethan? —exclamó Elías, con una sonrisa de suficiencia—. Solo eres un alfa idiota que abandonó a un niño pequeño por ser omega.

—Elías.... ¡sabes mejor que nadie que las cosas no fueron así! —gritó Itachi cansado de referirse al beta con respeto y cautela—. Tú me lo quitaste, me obligaste a entregarlo a tu familia.

—Sí —aceptó Elías la acusación con orgullo—. Pero eso Ethan no lo sabe. Además, ¡¿cómo iba a dejar a mi sangre sufrir con alguien tan machista como tú?! —exclamó enrabiado, imaginando a su sobrino, a quien crio fuerte y rebelde, limpiando la casa y metido en la cocina, como si fuera una sirvienta—. Tú decidiste el destino de tu hijo cuando mataste a mi hermana, no me vengas con reclamos ahora. Deberías estar agradecido de que aún estás vivo, si no fuera por Elisa, tú y tu familia ya estarían en una tumba.

—No finjas, ambos sabemos que lo único que te importa es que tu único heredero se mantenga a salvo. Solo para asegurar el futuro de tu abominable familia. A ti el chico no te importa.

—¿Y a ti sí?, no recuerdo que hayas intentado ponerte en contacto con él, en más de diez años el único que ha estado a su lado, he sido yo.

—Sé muy bien que lo tienes vigilado día y noche, casi como a un criminal. Es un niño, no debería estar contigo.

—Yo no era mucho mayor que él cuando, por tu culpa, tuve que asumir toda esta carga. Ethan por lo menos tendrá una vida relativamente normal, hasta que esté listo.

—Lo convertirás en un maleante y vivirá el resto de su vida escondiéndose de la ley y rodeado de guardias para evitar que sus enemigos lo maten.

—Sí, será justo así —concordó con desinterés—. Pero no olvides que tú, una vez, te enamoraste de una maleante.

—Nunca me enamoré de Bela y ella tampoco me amó. Era mi soulmate, su loba amó a mí lobo, y mi lobo estaba a dispuesto a matar para tenerla.

—No hablo de mi hermana. Tu horrenda esposa Irina, es más ruin de lo que Bela pudo haber sido en toda su vida.

—De nuevo, le pido que diga de una buena vez qué quiere al venir aquí. —Itachi ya estaba bastante harto de intentar razonar con Elías, quien jamás aceptaría un error ante nadie.

—Acepto que mi hijo vaya a esa boda —dijo este, resaltando la palabra hijo para marcar su dominio sobre Ethan—. Él quiere ir y no me perdonaría si se lo impido.

—Lo agradezco.

—Tengo condiciones.

—Las rechazo —afirmó el alfa con severidad y los guardias de Elías, que se habían ubicado detrás de su jefe, uno a cada lado, amenazaron a Itachi, mostrándole que llevaban armas en su cinturón.

—Escúchame antes, no es mucho lo que pido. Necesito que esté seguro. Nunca se sabe si alguien intentará hacerle daño aprovechando que no se encuentra bajo mi protección.

—Pero si nadie sabe que él es tu sobrino y menos que están en este país. ¿Quién quisiera hacerle algo a un chico común y corriente?

—Error. Nadie, del que nosotros tengamos conocimiento, sabe que él es mi heredero —corrigió Elías—. Sin embargo, nunca se está cien por ciento seguro de que la información no se haya filtrado. No puedo arriesgarme a perderlo. Si te interesa tanto como quieres hacerme creer, ayúdame, por las buenas.

—Bien, qué quieres que haga, ¿la seguridad del hotel?, ¿o algo así?

—Eso ya está cubierto. Lo que quiero es que varios de mis hombres lo protejan en la boda, desde la ceremonia hasta la fiesta, sin que se dé cuenta.

—Los quieres infiltrar como guardias y meseros —dedujo el alfa.

—Hasta que aciertas en algo. Sí, eso es justo lo que quiero y al final de la fiesta o cuando Ethan quiera irse, le darás un auto con chofer para que lo lleve al hotel, claro el chofer será uno de mis guardias.

—Hecho —aceptó y así cerraron el trato para cuidar a Ethan durante la gran boda del año.

Información:

-A pesar de que Itachi Himura detesta tener conexiones con alguna clase de ilegalidad, en el asado aceptó la ayuda de una de las mafias para poder sacar adelante su empresa en tiempos de gran crisis, estaba al borde de la quiebra. Ahora Raito es la única empresa en Altharwa sin tener asociaciones con ninguna mafia.

-Altharwa está rodeada de varias islas, una de ellas es la Isla Nero, lugar preferido para realizar las mayores y más lujosas celebraciones de los millonarios.

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