Cumpleaños

Lunes, 2 de noviembre de 2020

El último día de Ethan y sus amigos en la hermosa Isla Nero no había resultado tan placentero como debía haber sido. Todos se lamentaron por la pelea que Ethan había tenido con Mario; Isabela incluso se sentía un tanto culpable, pues había sido ella quien le había dado a Mario la llave de acceso a la suite de Ethan, porque el beta deseaba disculparse por su comportamiento en la boda. Y todo había terminado aún peor: Mario había sido obligado a volver solo y el resto de los amigos, aunque habían intentado divertirse, no lo habían conseguido por el mal humor y el desánimo de Ethan.

Estuvieron todos de vuelta en la capital a eso de las nueve de la noche. Ethan deseaba que el día no terminara, no porque lo hubiera disfrutado, sino porque el día siguiente sería aún más difícil de sobrellevar. Debía aclarar las cosas con Selim y solucionar la pelea con Mario.

«Esta vez sí exageré con él», comentó en su mente.

«Se lo merecía, mira que venir a celarnos como si fuéramos algo de él», alegó su omega, recordando el repudio que había sentido al ser atacado por el beta y la satisfacción que le había producido estamparle la cara contra la pared.

«Ya sé, no debió hacerlo, pero él solo se preocupa por nuestro bienestar».

«Dirás por el tuyo, porque ya sabes que mi mayor bienestar es...».

«Sí, sí... Selim. Lo siento, pero sabes que eso no va a pasar», afirmó dejando así la conversación. El omega gruñó molesto, pero ya no dijo nada más.

En toda la noche casi no pudo dormir nada, imaginando las conversaciones del día siguiente y sus miles de posibles consecuencias. No quería dejar de ser amigo de Mario, por muy pesado que fuera, a sus ojos era alguien confiable; debería disculparse con él.

Y también estaba Selim. Dijera lo que dijera, mañana se abriría de nuevo una gran brecha entre ambos. Porque era la única forma de mantener su secreto a salvo, por mucho que quisiera al alfa, apreciaba más su libertad, un lazo se la arrebataría para siempre.

Así llegó el lunes por la mañana.

En la Universidad, Ethan se encontró con su amiga Isabela, quien parecía tan cansada que su largo cabello rojizo no brillaba tanto, se encontraba agotada por el viaje e ir a clase tan temprano lo empeoraba. Lo mismo para Marco y Adrián, con ojeras y despeinados, como si tuvieran resaca de una noche de bebidas.

Minutos después, Mario apareció en el aula, serio y algo nervioso, se acercó al grupo; solo por ver a Ethan su brazo le dio una punzada de dolor, recordando la fuerza con la que el chico lo había doblado.

—Mario, buen día —saludó Adrián, un tanto incómodo por el tenso ambiente.

—Buen día, chicos —respondió este, con inseguridad mirando a Ethan, quien, a pesar de haberse decidido a disculparse, verlo de nuevo le devolvía el enojo que había tenido con el ataque—. Ethan, podríamos...

—Ethan. —Mario fue interrumpido por, nada más y nada menos, que Selim. Se había sentado junto a Ethan y lo abrazó por los hombros, muy animado y de buen humor—. ¿Cómo amaneciste hoy?

—¡Selim! —exclamó Ethan con una gran sonrisa, sin poder disimular la alegría de ver a su mate, para el desconcierto de todos—. ¿Qué haces aquí?, ¿se te quitó la resaca de ayer?

—No del todo, pero estoy mejor. —Los amigos de Ethan se sintieron extrañamente excluidos, ver al alfa y al omega llevarse con esa familiaridad y confianza les resultaba muy desagradable, más aún para Mario—. Oye, tenemos la misma clase a esta hora, pero no le entiendo a mi profesor, así que me quedaré aquí, a ver si me va mejor con el tuyo. ¿Te molesta que me siente junto a ti?

—¿Selim, no vas a quedarte con tu mejor amigo?, ¿o ya te abandonó tu perro alfa? —lo atacó Mario.

—Mario, deberías referirte con más respeto a tu primo y futuro jefe —dijo Selim con falso tono amable—. Para tu información, yo puedo sentarme donde a mí me dé la gana de hacerlo, o más bien, donde Ethan quiera tenerme —declaró acercándose más a Ethan, consciente de que eso molestaría más al beta—. ¿Qué dices, little white wolf?

—Mientras solo seas tú y no traigas a tu perro alfa, está bien para mí —afirmó Ethan, mirando y esperando la aprobación de sus amigos—. No creo que los moleste...

—A mí sí me molesta —rebatió Mario con los puños apretados—. No quiero estar cerca de un alfa tan repugnante como él.

—Bueno, siendo así, no tienes por qué soportarlo —concedió Ethan, alegrando por un momento a Mario—. Él y yo nos iremos a sentar en otro lugar. —Ante la mirada de asombro de sus amigos, tomó sus cosas y se puso de pie. Selim lo imitó con una sonrisa de burla y suficiencia hacia Mario.

Se sentaron dos filas delante de ellos. A Mario le hervía la sangre, deseaba ir tras ellos, golpear a Selim, incluso matarlo. Lo tranquilizaron los otros betas y le dieron ánimos, ellos sabían muy bien lo que el chico sentía por Ethan, más que eso, lo apoyaban. Les encantaría verlos juntos y no a su querido amigo omega con un alfa de tan dudosa reputación. Incluso a Isabela le parecía mala idea relacionarse con Selim Aslan, aun sabiendo la razón de tal conexión entre ellos. Mario les parecía mejor partido que el joven heredero de los Aslan.

—Si las miradas fueran cuchillos, tus amigos ya me hubieran atravesado el corazón —aseguró Selim sintiendo las intensas miradas detrás.

—Lo sé, si pudieran me habrían retenido con ellos y te hubieran sacado de la clase.

—Me pregunto por qué te protegen tanto —cuestionó Selim, pero Ethan respondió con una evasiva:

—No necesito que lo hagan, me sé cuidar muy bien solo.

—¿Seguro? —cuestionó el alfa con mirada coqueta.

—Muy seguro. ¿Te lo demuestro? —amenazó Ethan, en broma, apuntándole con un lápiz.

—No, yo te creo. —Ambos rieron lo suficientemente fuerte para que Mario los escuchara y diera un golpe a la mesa de su butaca, haciendo que sus libros cayeran al suelo y ocasionando un gran ruido.

—Las cosas no están muy bien entre tú y el tonto de Mario, ¿verdad? —preguntó Selim, complacido de ver que el beta hacía el ridículo y perdía los estribos.

—¿Y de quién es la culpa? —reclamó Ethan.

—¿Qué pasó cuando me fui ayer? Ese idiota echaba humo por las orejas.

—Se puso como loco, me atacó y acusó de cosas que yo no haría —se quejó y a Selim se le quitó la expresión de diversión, cambiando a una de enojo.

—¡¿Se atrevió a tocarte?! ¡¿Qué te hizo?! Lo mataré —exclamó casi perdiendo el control. Su instinto le dictaba que debía proteger al chico que tenía a su lado, aunque no sabía la verdadera razón de ello. Su orgullo estaba herido, pues había permitido que atacaran a quien quería para su pareja eterna.

—Cálmate, no me hizo nada, al contrario, yo lo ataqué. Te dije que me puedo cuidar solo.

—Sí, lo sé, pero aun así no soporto que ese idiota haya intentado hacerte algo. —Al imaginarlo su mente se dividía, una parte deseaba golpear a Mario hasta que ya no se pudiera parar y la otra deseaba abrazar a Ethan para cuidarlo.

—Selim, te recuerdo que yo no soy tu omega ni tu pareja como para que sientas algo así.

—No tienes que recordármelo —dijo con disimulada tristeza—. Pero somos amigos, ¿verdad?

—Sí, eso sí. Tú me agradas, pero quiero que quede claro que esta amistad no pasará a más, nunca —sentenció Ethan, muy seguro.

—Lo que creo es que me estás mintiendo. ¿Olvidaste lo que pasó en el hotel? Sé que me correspondes, aunque sea un poco.

—No. No me gustan los alfas.

—Mentiroso. Te lo puedo demostrar. Vámonos —mandó Selim intentando guardar las cosas que Ethan tenía sobre la mesa.

—¿A dónde? Tenemos clase.

—¿No ves la hora? Tu profesor no va a llegar. Vámonos.

Había pasado media hora desde el inicio de clases, tiempo máximo que los estudiantes debían esperar a que un profesor se presentara, si no lo hacía, los alumnos eran libres de irse. Todos en el aula estaban ya recogiendo sus cosas.

—Pero ¿a dónde quieres ir? —insistió Ethan.

—A un lugar donde estemos solos. Ven. —Sin más remedio, lo siguió.

Estaban saliendo, pero alguien se interpuso en su camino.

—Luck, déjanos pasar —ordenó Selim con tono frío a su amigo que lo miraba con picardía.

—Hermano, ¿qué harán tú y el principito? —pidió saber Luck, acercándose a Ethan, más de lo que a Selim le pareció adecuado por lo que se puso en medio.

—Te he dicho muchas veces que no me llames así —reclamó Ethan con fastidio.

—Le pedí que me ayudara a estudiar un tema que no entiendo —mintió Selim.

—Yo también quiero que me explique unas cosas. Voy con ustedes. —Luck se autoinvitó.

—Luck, no nos molestes. —Selim gruñó sin poder evitarlo, deseoso de usar su voz de mando, aunque que sabía bien que no funcionaría en Luck.

—Selim, ¿quieres al principito para ti solo? —Luck intentó tocar a Ethan, pero Selim lo detuvo tomando su muñeca con más fuerza de la planeada, rabioso e iracundo.

—Te dije que no te metas, Luck —amenazó apretando con un poco de fuerza la muñeca de su amigo.

—Selim... más vale que me sueltes —advirtió Luck. Los alfas se miraban con desafío, ambos estaban a punto de perder el control.

—Ethan, no te metas en peleas de alfas idiotas. —Isabela apareció tomando del brazo al mencionado, para intentar sacarlo de en medio.

—Amigo, es mejor irnos —recomendó Marco al ver el enojo de los dos alfas. Los involucrados no tenían ni idea, pero estaban a punto de pelear por un omega, siguiendo a su parte animal. Por ello, los betas sabían que era mejor alejar al causante del enfrentamiento y calmar las cosas.

Los cinco amigos, incluido Mario, salieron del aula y solo cuando estuvieron unos metros lejos, la ira de los alfas se apaciguó, quedando solo confundidos por lo sucedido; eran amigos de toda la vida, pocas veces peleaban y nunca de esa manera.

Ethan y los demás salieron de la facultad lo más pronto que pudieron, dirigiéndose a la cafetería de costumbre. Para cuando Selim reaccionó, ya no encontró a Ethan por ningún lado.

—¿Ethan en qué pensabas? —reprochó Isabela—. Casi provocas una pelea de alfas en la universidad, sería muy grave y peligroso para ti. Sin mencionar que tal vez hubieran expulsado a Selim.

—¿A quién le importa ese alfa? —exclamó Mario—. Mejor si lo expulsan y junto a él a Luck.

—Cállate, Mario —ordenó Ethan con voz autoritaria—. Selim no te ha hecho nada para que te comportes así con él. Déjalo tranquilo de una buena vez. Estoy cansado de escucharte hablar mal de él.

—¿Qué no me ha hecho nada? ¡¿Olvidas lo que te conté de él?! Él intentó violar a mi hermana, por ese idiota la envié lejos y renuncié a mi herencia.

—¡No tienes pruebas de eso! Selim, no haría tal cosa. Selim jamás sería como Luck.

—Chicos cálmense, somos amigos, no dejemos que un alfa lo arruine todo —intervino Adrián—. Ustedes dos deben hablar y arreglar las cosas.

—Sí, dejémoslos solos —propuso Isabela.

—Claro... —concordó Marco y los tres se levantaron de la mesa—. Ethan, Mario, no olviden que ante todo somos amigos. —Con ese último consejo se marcharon.

Después de unos segundos de incómodo silencio, Mario se decidió a hablar:

—Ethan yo de verdad lo siento, por todo: lo que pasó en el hotel, lo de hoy... Ya no quiero seguir esta pelea.

—También lo siento, Mario, mi reacción en el hotel fue exagerada, no debí atacarte de esa forma.

—No, es lo menos que merecía, después de lo que hice. Es solo que no me pude controlar, ver a ese idiota salir de tu habitación... me hizo perder la razón.

—¿Por qué? —preguntó Ethan, aunque ya tenía una idea de la respuesta.

—Yo... tú... —Mario intentaba encontrar las palabras adecuadas en medio de los nervios, al final solo tomó aire y soltó—: Fue por celos, porque tú en verdad me gustas, no solo me gustas, te quiero. —Lo tomó de la mano con suavidad, mirándolo a los ojos con total devoción.

—Mario, yo... —El omega de Ethan estaba rabioso y agitado, deseaba tomar el control e irse de ese lugar o atacar a Mario.

—No es necesario que me digas nada, sé que el que te gusta es ese idiota y sé por qué. No puedo competir con eso —aceptó el beta, resignado.

—Te equivocas. No me gusta Selim —confesó Ethan haciendo que Mario se sorprendiera—. Le gusta a mi lobo, no a mí. Puede ser mi mate y agradarme, pero jamás lo aceptaré como mi pareja, ni a él ni a ningún alfa.

—¿De verdad? —Ethan asintió para ratificar su declaración—. Entonces... ¿me darías una oportunidad? —pidió Mario, posando una mano en su suave rostro y mirándolo a los grandes y azules ojos.

—¿Oportunidad? ¿A qué te refieres?

—Déjame demostrarte que yo te quiero, de verdad. ¿Aceptarías ser mi pareja?

Por un momento el mundo de Ethan se detuvo, nunca esperó una declaración de Mario, menos en ese momento. Y ahora no sabía cómo responder a ello, contrario a su omega que gritaba negándose.

«Ni se te ocurra», advirtió el lobo, «si lo haces, les haré la vida imposible».

«Cállate, solo yo puedo decidir esto», debatió Ethan.

«No serás feliz con este beta porque yo te haré muy infeliz si lo aceptas. ¡Mi alfa es Selim!», el omega estaba desesperado porque sentía las intenciones de su humano y no le gustaban nada.

«No me amenaces».

Las quejas de su lobo no tuvieron el efecto que este pretendía, al contrario, solo animaban a Ethan a hacer lo contrario, para probarse a sí mismo y a su omega, que no necesitaba a Selim.

—Está bien, Mario. Acepto —accedió hiriendo a su lobo omega, que ya no pudo hablar más por la tristeza y la rabia.

Mario recibió sus palabras con la mayor alegría del mundo. Por la emoción lo besó, ahí en la cafetería, frente a todos, tomando por sorpresa a Ethan y aún más al espectador que se encontraba atravesando las puertas del local, quien lo único que pudo hacer fue volver por donde había venido. No lo vio nadie.

—¡Gracias Ethan! Te juro que no te arrepentirás de esto. —Mario lo abrazó, pero su ahora pareja no le correspondió pues intentaba controlar su cuerpo y evitar que su lobo enrabiado tomara el dominio.

—Espera, hay algo que debo decirte y también algo que quiero pedir —dijo Ethan.

—Lo que quieras —concedió Mario, dispuesto a hacer lo que se le pidiera.

—Mario, primero escúchame —reclamó Ethan mirando al cielo—. Como sabes, mi lobo eligió a un alfa para compañero de vida y yo no puedo hacer nada para cambiarlo.

—Comprendo, tú lobo omega no me quiere —dedujo Mario con calma.

—No solo es eso. No te soporta —confesó Ethan con aprensión, porque de todas formas, en el futuro, eso sería muy obvio.

—No me importa si tu parte animal me rechaza o sí me odia. Yo te quiero a ti, no a tu lobo.

Esas palabras causaron una punzada de dolor en el corazón de Ethan. Durante mucho tiempo, él mismo había separado a su omega de su vida, sin embargo, que alguien más no los considerara como uno solo le resultaba doloroso.

—Me alegra que entiendas. También quisiera pedirte que, por el momento, mantengamos esto en secreto en la universidad.

—¡Qué más da que se enteren! O... ¿es por Selim? —cuestionó Mario con enojo.

—No quiero herirlo, entiende. Él es muy importante para una mitad de mí.

—¿Y yo tendré que aguantar que ese idiota intente cortejarte en mi cara? —preguntó enrabiado por imaginarlo.

—No, yo hablaré con él, solo te pido tiempo. Recuerda que él no tiene la culpa de que yo le guste, no sabe que soy omega, pero seguimos siendo soulmates y lo seremos toda la vida.

—Quisiera romper esa conexión entre ustedes —declaró resignándose a lo que pedía Ethan.

—Yo también, créeme —admitió Ethan como un deseo o un ruego al cielo.

Así decidieron ser pareja, pero solo contarlo a sus amigos, ocultarlo al resto de la universidad. Ethan no estaba seguro de haber tomado la decisión correcta, pero ya era muy tarde para arrepentirse. Retrasar el que Selim se enterara era lo único que podía hacer para evitar alejarse del alfa por completo y que su lobo entrara de nuevo en depresión.

«Esto no te lo voy a perdonar», sentenció su omega, con voz lastimera y resentida. «No te importa nada mi opinión, te dije que yo no quiero a ese beta».

«Acostúmbrate, ya es tarde para retractarme».

«Lo peor es que ni siquiera te gusta. ¿Por qué lo hiciste?, ¿solo para ir en mi contra?».

«Lo hice porque Mario es bueno para mí, además de que tal vez así pueda liberarme de Selim».

«Puedo soportar que me alejes de él, entiendo que no quieras unirte a Selim. ¿Pero esto?... Grábate mis palabras: te vas a arrepentir», predijo el omega, con toda seguridad, más que una sentencia fue un deseo, pues creía que nunca sería feliz con otra persona que no fuera Selim Aslan.

Quizás era cierto y su soulmate era el único capaz de hacer a Ethan feliz, o quizás existía otra persona, alguien de corazón más sincero, en algún lugar del mundo, esperándolo. Un alma purificadora.

Al día siguiente, Ethan clamaba al cielo para no encontrarse con Mario, por muy imposible que esto fuera, ya que tenían las mismas clases. No quería toparse con él porque no sabía cómo actuar, ahora que supuestamente eran una pareja.

«Al principio del romance ¿los enamorados no deberían anhelar verse todo el tiempo?», comentó su omega con sarcasmo.

Caminó por el patio de la facultad, como quien caminaba a un funeral. Si ayer no estaba seguro de haber hecho lo correcto, ahora sí sentía que había cometido un gran error, pero no lo admitiría por orgullo.

Antes de entrar al edificio, divisó a Selim a unos metros, sentado en uno de los bancos del patio con rostro ausente, como si mirara al infinito. Ethan se acercó a él, era lo que necesitaba para recuperar un poco de buen humor.

—Hola, Selim —saludó con ánimo, parándose frente a él—. ¿Cómo fue tu pelea de ayer con tu perro alfa? —Selim apenas lo miró un momento con apatía.

—Déjame solo —ordenó con voz apagada.

—¿Te pasa algo? —preguntó Ethan sin obtener respuesta—. Selim...

—¿Tú no puedes hacer lo que se te pide? —exclamó este, molesto—. No quiero verte ahora. ¿Por qué mejor no te vas a buscar a tu noviecito? —dijo en tono sardónico, se encontraba por completo a la defensiva.

—¿De qué hablas? —Ethan no entendía cómo pudo haberse enterado de un día al otro.

—¿Lo negarás? —Selim se puso de pie enfrentando a Ethan cara a cara—. Hablo de Mario.

—¿Cómo te enteraste de eso? —exigió saber Ethan, pensando en que mataría a Mario por habérselo dicho, en caso de que eso fuera lo que hubiese sucedido.

—Yo los vi ayer —dijo Selim y se marchó rumbo al edificio dejando parado a Ethan, sintiéndose culpable y avergonzado.

—¡Selim! Espera. —Corrió tras él y lo detuvo del brazo, acción derivada más del impulso, que basada en la razón.

—No, Ethan. —Selim se sacudió del agarre—. Ahora entiendo por qué no querías nada conmigo. Siempre supe que le gustabas a ese idiota, pero no creí que le correspondieras. Creí que... aunque sea un poco, pensé que sentías algo por mí. —Reía con amargura—. Lo siento. Fue mi error —concluyó volviendo la espalda para marcharse de nuevo.

—¡Selim! Al menos déjame explicar. —Ethan volvió a detenerlo. Su omega estaba desesperado, intentando aferrarse a lo que sea para no perder contacto con su mate.

—¡No, Ethan! —Selim se apartó con brusquedad—. Mira, te deseo lo mejor y haz lo que tú quieras. Solo te pido una cosa: no te me vuelvas a acercar. No quiero verte más, ni a ti ni a tu novio. Solo déjame en paz.

—Estás exagerando, Selim. Actúas como si tú y yo hubiéramos tenido algo —reclamó Ethan y sus palabras afectaron aún más al alfa, pues para él si había habido algo entre ellos: un cariño, quizás, que crecía más y más con el paso del tiempo.

—Cierto, nunca tuvimos nada —admitió con dolor en la voz—. Soy el único que creía lo contrario. No entiendo cómo me pude fijar en un niño beta tan odioso y prepotente como tú.

—¿Eso es lo que crees de mí? ¿Soy odioso y prepotente? —Ethan dejó salir una risita sin gracia, con ganas de golpear la cara de Selim.

—Sí, además de ser un niño mimado. Debí estar loco para no darme cuenta antes...

—Selim, es mejor que pienses lo que estás diciendo —advirtió con los puños apretados.

—Un alfa no tiene por qué contener sus palabras ante un beta —decretó Selim con altivez—. ¿Te molesta lo que digo? Niño...

—Una palabra más y perderás los dientes —amenazó Ethan mordiendo su labio para contenerse.

—¿Qué? ¿Le dirás al escuálido de tu novio que te defienda?, porque no pensarás atacarme tú... —Selim hablaba con desprecio, menospreciando a Ethan.

Cumpliendo con su amenaza, Ethan intentó golpearlo con los puños, pero fue detenido por Mario, que había llegado desde atrás, sin que ninguno de los dos lo viera.

—Ethan, no te metas en problemas por este —aconsejó el recién llegado, intentando calmar a su, ahora, novio.

—Llegó el príncipe a salvar a su princesa —se burló Selim.

—Cállate Selim o seré yo quien te parta la cara —sentenció Marco, él y el resto de los amigos de Ethan también habían llegado para respaldarlos.

—Uy... ¡Qué miedo! Llegó la manada de betas. —Selim se echó a reír—. ¿Creen que pueden intimidarme?

—Aunque te hagas el fuerte, ni en tus sueños nos ganarías a los cinco, alfa —afirmó Isabela diciendo de forma despectiva la última palabra.

—Linda... ¿y quién dijo que yo estoy solo? —De pronto Luck y su manada se acercaron para cubrir la espalda de Selim.

—Hermano, qué bueno que por fin te diste cuenta de que este grupo de betas no son más que basura —comentó Luck, poniendo una mano en el hombro de Selim—. ¿Quieres que te dejen de molestar? —propuso preparado para entrar en una pelea con el grupo de Ethan.

—No, hermano, no vale la pena, solo vamos a clase. —Selim se retiró, mirando a los ojos a Ethan, con todo el desprecio con el que fue capaz de mirar; lo siguieron el resto de alfas, excepto Luck.

Verlo marcharse fue muy duro para Ethan, deseaba correr tras él, rogar su perdón y decirle la verdad: que no soportaba la idea de alejarse de esa manera. Sintió que perdía algo muy valioso y ese sentimiento lo estaba ahogando.

—Ay, principito... ahora sí perdiste el cariño de mi querido amigo —acotó Luck, burlándose—. Espero que el bastardo de mi primo lo valga. —Mario intentó golpearlo, pero Ethan lo detuvo, dejando que el alfa se marchara riendo a carcajadas.

«Por primera vez, estoy de acuerdo con el tarado de Luck», declaró el omega de Ethan, obteniendo un gruñido por respuesta.

Viernes, 11 de diciembre de 2020

Después de la pelea con Selim, Ethan solo quería encerrarse en su cuarto, como lo había hecho después de la noche de la tormenta, pues su lobo, si bien no le había dejado de hablar como aquella vez, sí estaba muy triste. Todas las noches soñaba con Selim, alejándose de él, lo perdía y nunca lo podía alcanzar. Por ello no podía refugiarse en el sueño porque resultaba peor.

A parte de eso, todos los días se sentía muy incómodo, no se acostumbraba a ser novio de Mario, aún después de ya haber pasado más de un mes desde el inicio de esa relación.

Además, ver a Selim tan unido a Luck, como había estado últimamente, le preocupaba demasiado. Ethan sabía que Selim no era como Luck y que no era capaz de hacer nada tan vil como lo que aseguraba Mario, sin embargo, tenía miedo de que se dejara influenciar. Se sentía culpable de haberlos acercado.

—Ethan, este domingo es tu cumpleaños, ¡Por fin serás mayor de edad! —exclamó Isabela emocionada—. ¿Cómo lo celebraremos?

—No es gran cosa —dijo Ethan para calmar la euforia de su amiga, ya que, en pleno patio de la facultad, estaba llamando mucho la atención.

—Nada de eso, es un día muy especial y debemos celebrarlo —decretó Mario, abrazándolo con ternura.

—Hagamos algo mañana —propuso Adrián—. Supongo que el domingo pasarás el día con tu familia.

—Sí, es tradición pasar el día de mi cumpleaños con mi tío y esta vez también mi hermana y su esposo vendrán.

—De acuerdo, entonces celebremos mañana —concordó Marco.

—Sí, pero ¿cómo? —preguntó Ethan.

—Hasta ahora solo habíamos ido a bares pequeños donde te dejaran entrar siendo menor de edad —empezó Isabela—. Ahora ya podemos ir a alguna discoteca, vamos a una grande, conozco una con un ambiente de lujo.

—Te recuerdo que mañana aún no seré mayor de edad.

—Y por eso entraremos a media noche —concluyó la chica como si hubiera tenido la mejor idea de todas.

—Me encanta tu idea, Isa —aceptó Marco—. Nos divertiremos en grande. ¿Estás de acuerdo, Ethan?

—Me agrada la idea —aceptó este.

—¿Te dejará ir tu tío? —preguntó Mario.

Ethan, para evitar salir a solas con Mario por la noche, había inventado que Elías no lo dejaba salir de casa muy tarde. Ahora tenía que rectificar su mentira, pero mentir no era algo difícil para él.

—Por ser mi cumpleaños, yo creo que sí.

Los cinco acordaron encontrarse fuera de la discoteca a la que pensaban asistir, para entrar todos juntos.

Sin embargo, Mario tenía más planes para Ethan, a los que él no pudo negarse por no tener ninguna buena excusa. El chico pasó por él a su casa, lo llevó a un lindo lugar a orillas de la playa, donde él mismo había preparado una cena especial. Todo en un ambiente de velas y romance que Ethan, por más que se esforzó, no pudo disfrutar. Era un omega, pero, contrario al estereotipo que la sociedad establecía, a él no le gustaban ese tipo de cosas que tachaba de cursis. El romance no era lo suyo.

«Este tonto no nos conoce en lo más mínimo», quejó su omega.

«Está vez debo darte la razón», concordó Ethan, fingiendo una sonrisa mientras Mario le decía lo mucho que disfrutaba celebrar a su lado un día tan especial.

Después de cenar y aún sentados en la mesa, Mario le entregó su regalo. Esperando que la noche mejorara, Ethan lo abrió con cierta emoción, solo para encontrar más decepción.

—¿Un osito? —Sacó de la funda de regalo un oso de peluche marrón con un lazo rojo en el cuello, al presionar una de sus patas, la frase: «¡Feliz Cumpleaños!», resonó en la playa—. Y tiene sonido... —comentó intentando mantener la sonrisa falsa.

—¿Te gusta? —indagó Mario con ilusión en sus ojos, por lo que Ethan tuvo que mentir:

—Está muy lindo. Gracias. —Fue lo único que pudo decir.

«Dios... ¿un juguete? ¿A mí de qué me va a servir esta cosa?», renegó en su mente, mientras su lobo luchaba para no reírse a carcajadas.

Después de esa incómoda y aburrida cena, los dos se dirigieron a encontrarse con el resto de sus amigos fuera de la discoteca. Después de abrazos y felicitaciones de todos y cuando dieron las doce de la noche en punto, entraron al club nocturno. Ocuparon una mesa cerca a la barra de bebidas.

—¿Qué tal, tortolitos?, ¿cómo les fue en su cena romántica? —interrogó Isabela a la pareja, deseosa de saber todos los detalles.

—Genial, genial —respondió Ethan—. Isa ¿me acompañas un momento al baño?

—Claro, vamos. Hasta volver, chicos, pidan algunas bebidas.

Ethan e Isabela fueron al baño de omegas y mujeres betas, varias chicas vieron a Ethan de forma extraña, pues creían que era un hombre beta, pero ninguna dijo nada.

—Ahora sí, habla. Por tu cara no parece que hayas disfrutado mucho estar a solas con Mario —notó Isabela.

—¿Sabes lo que me regaló? ¡Un oso de peluche! —exclamó e Isabela se echó a reír.

—¿En serio? Pero si no es ningún secreto que los peluches no te gustan. —La chica no podía dejar de reírse.

—Exacto, creo haberlo dicho varias veces. Y la cena... Solo le faltó el violín para completar el ambiente, fue la velada más cursi de mi vida.

—Ethan, tenle paciencia. Mario es un gran chico y te quiere mucho, seguro no supo qué darte y fue lo único que se le ocurrió. Además ¿qué le darías a una persona que ya lo tiene todo como tú?

—No sé... lo que sea, me hubiera conformado con una chaqueta de una tienda barata o una joya falsa, ya sabes... algo útil. ¿Qué espera que haga con esa cosa? No juego con juguetes desde los seis. Y han visto mi habitación, esa cosa no entona con el resto de mis cosas.

—No seas mal agradecido. Mario se esforzó —reprendió Isabela, intentando ponerse seria, sin mucho éxito—. Sé que un juguete es algo...

—Ridículo —completó Ethan—. Y lo peor es que grita: «feliz cumpleaños», con una voz super chillona.

—Quiero ver eso, ¿dónde está? Espero que no hayas sido grosero para despreciarlo.

—Claro que no. Está en el auto de Mario, no lo iba a meter en este lugar. Aunque, pensándolo bien, debí traerlo y dejarlo "olvidado" aquí. —Hizo las comillas con los dedos.

—Bueno, al menos lo intentó —intercedió Isabela, tratando de defender a Mario.

—Lo sé, pero cada vez me convenzo más de que no me conoce para nada. Estoy seguro de que hasta Selim... —Ethan detuvo su hablar antes de decir algo que no debía. Pero estaba tan molesto que no podía evitar quejarse con la única persona que lo entendía: su amiga.

—¿Selim?, no dejas de pensar en él —dedujo Isabela con tristeza, consciente de que cualquier regalo o gesto que Mario hiciera no le parecería bien a Ethan porque, simplemente, no dejaba de tener a Selim en sus pensamientos, tanto así que hasta lo nombraba sin darse cuenta, tenía el nombre del alfa en la punta de la lengua siempre.

—No puedo, Isa, Selim está unido a mí —alegó Ethan con pesar.

—Lo sé, pero creo que no solo es eso. Lo que pienso es que tú lo quieres, no solo como un omega quiere a su alfa, sino como una persona quiere a otra.

—No acepto eso —negó efusivamente—. Mejor volvamos con los demás, quiero un trago fuerte para desempalagarme de todo el dulce de hoy.

—Vamos, además, tu atento novio debe estar preocupado por tu ausencia. —Ella lo tomó del brazo, mientras reían y bromeaban caminando a su mesa.

—Confieso que fue un alivio salir de ahí. Con ese ambiente... creí que iba a aparecer un anillo de compromiso en mi comida. —Ethan se burló en susurros y ambos se carcajearon—. Ya estaba pensando en la manera de decirle que no.

—¿Todo bien, amor? —preguntó Mario cuando Ethan se volvió a sentar a su lado.

La cara de desconcierto que Ethan puso fue disimulada y solo la captó Isabela, para quien fue tan graciosa que tuvo que tomar de su vaso a fondo para no reírse.

«¿Amor?», exclamaron a la vez, humano y omega, «¿dijo amor?».

—Todo bien —atinó a decir y también tuvo que beber a fondo de su copa—, ¿qué es esto? —preguntó asqueado.

—Vino, el mejor que tienen aquí —explicó Mario.

—Odio el vino, creí haberlo dejado muy en claro, todos lo saben, ¿cierto? —Ethan consultó a sus amigos quienes asintieron incómodos por la evidente tensión en la pareja—. ¿Lo olvidaste? —acusó a Mario, quien, nervioso, titubeó al decir:

—Lo siento, creí que este te gustaría —se disculpó muy avergonzado.

—Es asqueroso —declaró Ethan con tono frío.

—Ethan... —intervino Isabela, intentando calmarlo con la mirada—. Solo pide otro trago, ahí viene el mesero.

Ethan pidió un mojito, el cual no había probado nunca, pero lo disfrutó mucho, en especial por el olor agradable a menta que desprendía, le recordó a Selim; y ese era un secreto que se guardaba para sí: desde que había hallado a su soulmate, disfrutaba demasiado de ese olor en específico.

Los amigos bailaron, probaron un montón de cócteles diferentes y se divirtieron como nunca. Este sí era un ambiente en el que Ethan se sentía cómodo, no en una tranquila cena romántica a la orilla del mar. Prefería bailar y disfrutar de la estruendosa música y el acalorado lugar.

Se animó tanto, en parte por el alcohol en su sangre, que hasta disfrutó de besarse apasionadamente con su novio, cosa que antes evitaba y más en público.

—¡Brindemos por Ethan! —gritó Marco en medio de la pista alzando su copa en lo alto—. ¡Feliz cumpleaños! —deseó y bebió a fondo.

Todos los presentes, incluidos los desconocidos, todos los que oyeron gritar a Marco, también felicitaron a Ethan con un alarido de felicidades y bebieron en su honor. Ethan estaba en el cielo, mareado y muy animoso, riendo sin motivo, abrazado de Mario para no caer.

—Ya estás muy ebrio —dijo Mario—. ¿Quieres que te lleve a casa?

—Quiero quedarme aquí —declaró Ethan casi en un berrinche—. Solo un momento más... ¿sí? —suplicó haciendo un puchero, a lo que Mario no se resistió y lo besó. Todos aplaudieron a la apasionada pareja.

La alegría colectiva se disipó cuando alguien empujó con fuerza a los novios mientras pasaba a su lado. Mario luchó para mantener el equilibrio por los dos, ya que Ethan no estaba en capacidad de hacerlo.

La persona que los empujó había sido Selim, estaba acompañado de una linda chica omega, vestida con una falda más corta de la que se consideraría "correcto", aun para un lugar como ese.

—No estorben, betas, esta es una pista de baile, no un hotel, mejor váyanse a uno —reclamó Selim con fastidio.

—Aslan... —dijo Mario con tono amenazante, abrazando contra sí a Ethan—. Tenías que aparecerte para arruinarnos la noche.

—Selim... —dijo Ethan en un tono casi de súplica, su mirada decía claramente que deseaba lanzarse a los brazos de su alfa. Tal vez lo hubiera hecho si no lo sostuviera Mario, pues su omega había tomado el control fácilmente porque el alcohol estaba suprimiendo la razón.

Por fortuna, Isabela se dio cuenta antes que Mario o Selim y lo llevó a la mesa para alejarlo, encargándole a Mario que le trajera algo de comer para que se le bajara un poco la borrachera.

—Ethan... ¿qué pretendías hacer? —reclamó Isabela nerviosa.

—Quiero ir con mi alfa —declaró Ethan.

—¡Ay, Dios! —exclamó la joven mirando a todas partes, aterrada de que alguien los escuchara—. No digas eso, tu novio está aquí.

—Quiero a mi alfa —insistió el chico intentando ponerse de pie, su amiga lo detuvo.

—No eres tú mismo ¿verdad? Tu omega está en control ahora —dedujo ella al mirarle a los ojos, tenía las pupilas más dilatadas de lo normal.

—Exacto, ahora llama a Selim, por favor —pidió Ethan.

—Estás loco, al que llamaré es a tu chofer para que te lleve a casa, así no puedes irte con Mario.

—No me voy hasta hablar con Selim —sentenció obstinado. Isabela no le hizo caso y llamó por teléfono a la casa de Ethan, contestó Elías, a quien le pidió que enviara pronto al chofer.

—Llegará en veinte minutos, en ese tiempo, por favor, cállate —pidió Isabela suplicando que el conductor condujera a velocidad de rayo—. Si Mario te escucha...

—No me importa ese beta... —Ethan se puso a llorar—. Quiero estar con Selim.

—No llores, Ethan. No puedes hablar con Selim, te expondrías como omega.

—Isa ¿qué pasa? —pidió saber Adrián, que había llegado a la mesa junto a Marco.

—Ethan quiere ver a Selim y se puso a llorar porque le dije que no —explicó Isa, asustada, no sabía qué hacer para calmar a su amigo que seguía llorando—. Dice que no se va a ir hasta que hable con él.

—Su omega está en control —afirmó Marco al verle la cara—. Dejemos que lo haga.

—¿¡Estás loco!? ¿Y Mario? —Isabela no deseaba participar de algo así.

—Si lo sacamos sin que vea a Selim, tal vez haga un escándalo y eso sería mucho peor —intuyó Marco. Todos concordaron con esa afirmación—. Yo llevaré a Ethan al baño de alfas, Adrián encárgate de que Selim vaya ahí. Isa, tú quédate aquí para que, cuando vuelva Mario, lo distraigas, no dejen que él se acerque al baño. ¿De acuerdo?

—Esto es una gran traición... —se quejó Isabela sintiéndose culpable por Mario—. Ethan promete que no te revelarás como omega ante Selim —exigió preocupada.

—Lo juro —afirmó Ethan, ya había parado de llorar.

Marco llevó a Ethan a los baños, lejos de la vista de la mesa en la que estaban. Adrián convenció a una chica de que le dijera a Selim que alguien lo esperaba en el baño.

Y así los dos se encontraron.

—Selim... —dijo Ethan con voz triste, solo no se lanzó a él porque Marco lo sostenía del brazo.

—¿Ustedes me llamaron? —preguntó el alfa molesto y desconfiado.

—Claro que no —mintió Marco—, solo acompaño a este chico ebrio al baño.

—¿Estás bien, Ethan? —Selim lo miraba detenidamente, notó que tenía los ojos hinchados y rastros de lágrimas. Ethan negó con la cabeza.

—Tomó demás —contestó Marco—. Sin mencionar que hoy es su cumpleaños y vienes y lo arruinas con tu presencia.

—Sabía que hoy era tu cumpleaños, pero juro que no sabía que estarían aquí, o no hubiera venido —se excusó Selim, ver a Ethan tan vulnerable de verdad le dolía, no podía mantener el enojo que había sentido durante tantos días—. Pero ¿por qué estás llorando?

—Solo son los efectos del alcohol —de nuevo respondió Marco.

—¿Podrías dejar que él me conteste? —pidió Selim molesto.

—Si estuviera en condiciones de hacerlo, lo dejaría... —alegó Marco.

Ethan no pudo contener más las lágrimas y se lanzó a abrazar a Selim, quien lo acurrucó contra su pecho con suavidad. Marco no pudo hacer más que mirar a todos lados para asegurarse de que Mario no se apareciera.

El omega parecía un niño pequeño, tierno y cariñoso. El alcohol había borrado todo rastro del orgullo y la altivez que lo caracterizaba. El instinto de Selim era cuidarlo, quedarse con él hasta que se calmara y le contara el motivo de su tristeza, deseoso de acabar con lo que sea, o con quien sea, que lo hubiera puesto así.

—¿Nos dejarías solos? —solicitó a Marco, no como una orden, sino como un favor especial.

—No puedo, Mario me mataría si lo hago —lamentó Marco, al verlos así sintió que de verdad ellos merecían estar juntos y comprendió la naturaleza de su unión. «Son almas mate», pensó convencido de ello.

—Ethan cálmate —rogó Selim acariciando su espalda—. Dime qué te pasa...

No obtuvo respuesta, Ethan solo se abrazó más a él. Ambos querían desaparecer de ese lugar, irse lejos solo los dos, sin nadie que los vigilara o interrumpiera.

—¿Qué le pasa? —le exigió una respuesta a Marco—. Si el maldito de Mario le hizo algo, lo mataré.

—No es eso, Mario nunca le haría nada malo, solo está sensible y ebrio —ratificó Marco.

—No te creo. Míralo. Es obvio que algo sucede —insistió Selim, tomando la cara de Ethan entre sus manos con suavidad, limpiando las lágrimas que no dejaban de caer por sus mejillas.

—Selim... —Es lo único que Ethan podía decir.

—Mi pequeño y hermoso lobo blanco... No llores más. —Selim lo besó en un impulso, logrando detener el llanto de Ethan.

Marco, terriblemente asustado, los apartó, alejando a Ethan.

—¡No hagan eso! —exclamó en un reclamo sin enojo—. Si Mario los ve...

—No me importa ese beta —afirmó Selim.

—Pero sigue siendo la pareja de Ethan, esto no lo cambia. Es mejor irnos, Ethan. —Marco se dispuso a irse llevándose a Ethan.

—Espera, primero promete que lo cuidarás —exigió Selim—. No dejes que se quede solo con Mario, sabes a lo que me refiero.

—Lo sé, lo sé. No te preocupes, su chofer no tarda en venir, irá directo a casa. Lo prometo —aseguró Marco, dejando más tranquilo a Selim.

Se despidieron con un último abrazo cargado de tristeza, Ethan no quería separarse de Selim, pero fue obligado a hacerlo.

Marco lo llevó a la mesa donde Mario estaba esperando impaciente, cuando lo vio lo ayudó a sentarse.

—¡Ethan! ¿Pero qué pasó? —Mario notó que su novio seguía llorando.

—Vomitó —inventó Marco para evitar que sospechara por su demora en el baño. Y si Mario pusiera más atención a los pequeños detalles que conforman a Ethan, las cosas pequeñas que decía o contaba, sabría que, vomitar le parecía tan repugnante que nunca lo hacía aunque se sintiera muy mal.

—¿Por qué lloras, Ethan? —preguntó Mario al omega triste, apartando los cabellos que cubrían sus ojos.

—El chofer de Ethan ya llegó —anunció Isabela, le había llegado un mensaje al celular—. Ayúdenlo.

Llevaron a Ethan a su auto donde Iván, el chofer, lo ayudó a subir y prohibió que Mario los acompañase, pues Elías había dejado en claro que no permitiera que el novio de su sobrino entrara en el auto.

Cuando el vehículo arrancó, los tres chicos, Marco, Adrián e Isabela, pudieron respirar nuevamente, aliviados de haber evitado una desgracia, aunque sintiéndose culpables por Mario. Al fin y al cabo, arreglaron que Ethan se viera en secreto con otra persona.

Información: 

-En Altharwa la educación obligatoria es de 15 años, dos de educación inicial, 10 de educación básica y 3 de bachillerato. Los estudiantes empiezan al rededor de los 5 años y terminan a los 18 o 19.

-La universidad Bilmek solo admite a sus estudiantes de 19 años en adelante, siendo el de Ethan un caso aislado ya que ingresó a los 17 años, inmediatamente después de graduarse, para aclarar, se saltó dos años de educación básica. 

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