Alma Oscura

Sábado, 31 de octubre de 2020

Tres meses antes de la noche maldita.

La gran boda continuó hasta las tres de la mañana, pero Ethan y Mario se retiraron mucho antes de ello, molestos por lo que había sucedido con Selim y Luck. La incomodidad no les permitía hablarse entre sí, a Ethan le ofendió que su amigo no hubiese hecho ni un solo intento de defenderlo frente a los alfas y Mario se sintió herido por la evidente preferencia que Ethan había mostrado por Selim.

Llegaron al hotel sin pronunciar palabra, en la limusina que Elisa les había concedido para su transporte. Cuando estaban por subir al ascensor, Ethan se dio cuenta de que no tenía su llave, sin ella no podía acceder ni siquiera al piso de su suite.

Volvió a la recepción a pedir un repuesto, Mario lo siguió en silencio, estaban disgustados, pero el beta aún se sentía responsable por su seguridad.

—Buenas noches —saludó Ethan al recepcionista—. Perdí mi llave, sería bueno si me otorgaran un repuesto, por favor.

—Claro, joven, su nombre por favor —solicitó el empleado.

—Ethan Himura, la habitación fue reservada por...

—¡Oh, claro, señor! —El empleado lo interrumpió nervioso—. Disculpe por no haberlo reconocido. Aquí está su llave. —Le entregó una tarjeta negra—. Pero si perdió la otra, puede ser peligroso, ¿desea que cambiemos el código de su cerradura?

—Sí, por favor, pero hoy no, me gustaría descansar. Háganlo mañana. Y muchas gracias.

—A sus órdenes, señor y gracias por hospedarse en nuestro humilde hotel. —El recepcionista hizo una reverencia, como si la presencia del chico fuera el mayor honor de la vida.

—Te tratan como si fueras el rey del mundo —puntualizó Mario.

—Debe ser porque me quedo en la suite presidencial —alegó Ethan y volvieron a dejar de hablar.

Cada quien se dirigió a sus habitaciones, después de una despedida vaga, se separaron. En la suite, Ethan se tiró, agotado, en la cama, ese día había sido uno de los más cansados de toda su vida. La boda le pareció hermosa, pero, con Selim y Luck ahí, todo se tornó molesto. Se arrepintió de no haber tomado, aunque sea, una copa de vino.

A pesar de ser más de media noche, decidió tomar una ducha y vistió un pijama cómodo de tela de algodón azul, cuya camisa se abotonaba por el frente. Después de todo ese día, solo deseaba acostarse y dormir hasta tarde. Sin embargo, había hecho planes con sus amigos de despertar temprano para divertirse ese último día en la isla.

Cuando estaba a punto de meterse entre las sábanas, alguien llamó a la puerta. Como nadie podía entrar sin la tarjeta, supuso que se trataba de algún empleado. Le habían dado dos llaves al registrarse, pero una se la había entregado a Isabela que, por lo avanzada de la hora, ya debería de estar dormida y la suya la había perdido quién sabe dónde.

Salió a la sala y abrió, se llevó una gran sorpresa cuando vio a la persona parada ahí, con apariencia desaliñada.

—¡¿Selim?! —exclamó. El alfa apenas se podía mantener de pie, apoyándose en el filo de la puerta, tan ebrio que el olor a vino inundó todo el ambiente—. ¿Cómo diablos llegaste aquí? —exigió saber Ethan porque era obvio que el personal del hotel no le hubiera permitido subir, no solo y menos en ese estado. Selim le entregó la tarjeta llave perdida.

—Se te cayó y vengo a devolverla —habló lento y alargando las palabras, parecía de buen humor, sonriendo tontamente como si acabara de contar un chiste.

—Gracias... no debiste venir y menos así. Mejor ya vete a dormir, puedo llamar a un empleado para que te ayude, ¿te quedas en este hotel? —Selim negó—. Pueden pedirte un taxi para que te lleven, ¿en qué lugar te estás quedando?

—Ni idea... —declaró dejándose caer en los brazos de Ethan, quien casi perdió el equilibrio por el peso inesperado.

—¡No te hagas el ebrio conmigo!, si estuvieras tan mal no hubieras llegado aquí solo. Levántate, llamaré a alguien para que te lleve a tu hotel o a donde sea que te estés quedando.

—No quiero irme... no tengo ganas de volver con mis padres. Deja que me quede contigo —le suplicó Selim abrazándolo, con su rostro entristecido, algo a lo que el lobo omega de Ethan no se podía resistir. Deseaba proteger y consolar a su alfa, cuidarlo en un estado tan vulnerable.

—De acuerdo... —aceptó Ethan resignado. Se sentiría muy culpable si dejara que se marchase así y después le sucediera algo malo.

Lo ayudó a ingresar por completo en la suite, hizo que se apoyara contra una pared mientras él cerraba la puerta. Cuando volteó a verlo, se encontraba sentado en el suelo con los ojos cerrados. Se acercó para despertarlo, debía llevarlo a la cama y no quería cargarlo.

—Selim despierta —ordenó y como no respondía lo zarandeó un poco—, Selim... —insistió, pero se sobresaltó porque, de la nada, el alfa lo tomó del cuello y lo besó, como si estuviera desesperado, ferviente. No duró mucho ya que Ethan lo apartó rápido—. ¡Oye acaso quieres morir! —exclamó aparentando estar enojado, sin embargo, no lo estaba en realidad, ¿cómo estarlo si su lobo saltaba de felicidad?

—¿Puedo quedarme aquí?

—Sí, sí, ya dije que puedes. Pero si vuelves a hacer algo como eso te encerraré en el baño hasta la mañana —amenazó, ayudándolo a ponerse de pie para llevarlo a dormir.

—Qué malo... ¿dormiré contigo? —preguntó Selim, feliz solo de pensar en dormir toda la noche junto a su querido lobo blanco.

—Claro que no, este lugar tiene dos habitaciones, te quedarás en una y yo en la otra y le pondré seguro a mi puerta.

—Qué malo...

—Si fuera malo te hubiera dejado dormir en el pasillo. —Ingresaron en la habitación desocupada, Ethan dejó sentado a Selim sobre la cama para buscarle algo de ropa para dormir, el hotel proporcionaba algunos conjuntos cómodos—. Ponte esto, no creo que quieras dormir con ese traje. —Le entregó la ropa, pero él no hizo ni el intento de cambiarse—. Si quieres dormirte así a mí no me importa. Antes de irme, te quería preguntar algo, ¿no le dijiste al idiota de tu amiguito mi ubicación, verdad? —preguntó refiriéndose a Luck.

Sería un problema que ese alfa supiera dónde Ethan se estaba quedando, ya que él no quería tener que encontrarlo para nada al siguiente día.

Inesperadamente, Selim tiró de la muñeca de Ethan, obligándolo a caer en la cama; como no lo esperaba, este no pudo reaccionar a tiempo y, para cuando se dio cuenta, Selim lo tenía acorralado, debajo de él, con las manos sujetas sobre la cabeza.

—¿Crees que revelaría la guarida de mi pequeño lobito a otro alfa? —Selim le susurró al oído causándole escalofríos en toda la espalda.

—Suéltame, ¿qué pretendes hacer?

Sin responderle, Selim con su mano libre recorrió con suavidad el torso de Ethan, por debajo de la ropa de dormir. El contacto provocó en ambos un cosquilleo de deseo. Sus lobos anhelaban perderse el uno en el otro, unirse y disfrutar del calor. El amor puro de las dos partes de una sola alma.

Ethan tenía la fuerza necesaria para zafarse de esa situación, con el alfa ebrio, le sería fácil empujarlo. No lo hizo, hipnotizado con el aroma a limón y menta, con los ojos dorados brillando aún en la oscuridad de la noche. Su omega quería, más que nada, dejarse llevar por las caricias de su otra mitad.

Guiados por el instinto, se besaron, lento, disfrutando cada movimiento de los labios, ignorando su necesidad de seguir respirando.

Tal vez hubieran seguido, tal vez su deseo se hubiera consumado, de no ser porque Selim se levantó a toda prisa, dejando a Ethan y corriendo al baño a devolver todo el contenido de su estómago en el inodoro.

—¡Ay, Dios! —exclamó Ethan al verlo vomitando. Un gran alivio y a la vez una enorme culpa lo invadió, al caer en cuenta de lo que estuvo a punto de hacer—. ¿Cómo cuánto bebiste? Estás fatal. —El alfa respondió sin sacar su cabeza de la taza del baño, levantando tres dedos. —¿Tres?, ¿solo tres copas?

—Botellas... —confesó y volvió a tener arcadas, pero su estómago ya estaba vacío.

—Eres un total idiota. ¿Por qué bebiste así? —cuestionó Ethan obteniendo un bufido como respuesta—. Aséate un poco y cambia tu ropa. —Le entregó, otra vez, el pijama del hotel—. Ya sacaste todo el alcohol que no pudiste asimilar, no tardarás en sentirte mejor. Duérmete, yo me voy.

Se retiró a su habitación para tratar de calmar su corazón agitado, que palpitaba tan fuerte que le dolía el pecho. Para asegurarse de que el acercamiento con su mate no desencadenara un celo repentino, decidió tomar otra dosis de los supresores. En el lavabo del baño privado mojó su cara con el agua más fría que pudo obtener, notó que su pálido rostro estaba sonrojado como nunca. Las partes de su cuerpo, donde Selim había puesto sus manos, comenzaron a quemar; era obvio que su cuerpo reaccionaba a esos estímulos y necesitaba aún más para sentirse complacido.

Para su fortuna, pudo calmarse y el deseo no llegó a convertirse en un celo, de lo contrario se metería en grandes problemas, teniendo a su alfa en el cuarto de al lado.

«Vamos a ver si está bien», sugirió su lobo.

«No volveré ahí. Eso fue muy peligroso».

«Pero no ha hecho ni un solo ruido en un gran rato. ¿Si se ahoga con su propio vómito?».

«Mierda».

Dándole la razón a su omega, volvió a la habitación de Selim, no sería nada agradable que le pasase algo bajo su cuidado. Al entrar, logró divisarlo en la cama, aparentaba estar dormido. Se acercó para estar seguro de que siguiera respirando con normalidad.

—Volviste... —Selim se alegró de verlo parado frente a él.

—Vine a asegurarme de que no estuvieras muerto por ebrio. Ya veo que estás mejor, así que me voy.

—No, espera —Lo tomó de la muñeca con suavidad, aunque esta vez Ethan estaba más alerta, no se dejaría acorralar de nuevo—. Quédate.

—Estás loco —se negó e intentó soltarse.

—Por favor —rogó Selim—. No intentaré nada, lo juro. Solo quisiera hablar un poco.

—Pero yo tengo sueño, estoy cansado y quiero acostarme.

—Entonces entra a las cobijas, solo quédate, por favor. No quiero estar solo esta noche —pidió casi en un ruego desesperado, con tal melancolía y dolor que nadie podría negarle algo, menos su propio soulmate.

—Bien, me quedaré un momento —aceptó Ethan por fin, alegrándolo un poco.

Se metió entre las cobijas y sentados comenzaron a hablar de todo, de la boda, de la universidad y de sus familias. Selim se abrió ante él, contándole lo mal que la pasaba con su padre, las constantes críticas y desprecios que sufría en su casa:

—A mi padre solo le interesa la perfección para su empresa. Nada de lo que hago está bien para él, soy un Aslan y debo actuar como el intachable heredero que se supone que soy.

—No creí que tú estuvieras pasando por eso.

—A pesar de lo que aparento, mi vida no es perfecta. Es una mierda, mi vida es un desastre, siento que soy un actor y mi más grande obra es toda mi vida; una actuación sin fin. Y para colmo mi lobo se comporta como un cachorro lastimero.

—¿Por qué? —preguntó Ethan rogando no tener culpa en la aparente depresión de Selim. El doctor le había advertido que el rechazo del lazo no solo lo afectaría a él, sino que también a su alfa, aun cuando no sabía que había sido rechazado por su omega, pero sí lo sentía en el fondo de su subconsciente donde habitaban sus instintos más primitivos.

—Eso quisiera saber —alegó Selim con voz cansada, se recostó cubriéndose con las mantas hasta el cuello. Ethan lo imitó sin siquiera meditar que se estaba metiendo en la cama con quien más debía evitar hacerlo—. Supongo que por tu culpa.

—¿Mi culpa? ¿Y yo qué hice? —Se encontraban uno frente al otro, tan cerca que podían sentir sus respiraciones.

—Ethan, ¿por qué no puedes quererme? —cuestionó Selim con dolor y reproche en la voz, acariciando su cara con el pulgar.

Sin quererlo, a Ethan le vino a la mente las palabras de la bruja que había visitado con sus amigos hace unas horas: «Tú eres el alma oscura, la mitad corrompida».

Y es que, en ese momento, él parecía ser el malo, un egoísta que se negaba a revelarse como lo que era: el compañero de vida de Selim. Negándole a un alfa su instinto más poderoso, causándole dolor y sin dejarle saber el motivo de su sufrir.

—Te ofrezco mi amistad, Selim, ¿no te basta?

—Claro que no —afirmó Selim con una cálida y triste sonrisa—. Pequeño beta... eres cruel... y yo soy un tonto...

Posó una mano en su cuello, donde una vez casi había dejado su marca, buscando alguna señal de sus colmillos, sin éxito, pues ni siquiera cicatriz quedaba de ese momento. Se acercó más y más a él, hasta que sus labios se rozaban; la parte racional de Ethan le gritaba que se alejara, pero su omega ya había tomado el control, impidiendo cualquier intento de huir. Lentamente Selim inició el beso, con la delicadeza con la que se tocaba a las rosas, Ethan le correspondió, un beso diferente de todos los anteriores, este era calmado, sin la desesperación que caracterizaba a los otros y también mísero, desgraciado y doloroso.

Al separarse de sus labios, el alfa abrazó a su omega, a quien creía beta, como si fuera a desvanecerse en el aire. Y por fin se quedaron dormidos.

Por la mañana, el arrullador sonido de las olas del mar y la cálida luz del sol, acompañaban el sueño de la pareja que nunca llegaría a serlo de verdad, abrazados y hechizados por la calidez del otro. Hasta que el sonido de un teléfono los despertó de un sobresalto, era la alarma que Ethan había puesto para despertarse a tiempo e ir con sus amigos a desayunar.

—¿Qué hora es? —se quejó Selim, intentando cubrir sus oídos con la almohada mientras Ethan apagaba el estridente ruido. Cuando el celular dejó de sonar, el alfa tomó conciencia de su situación y se incorporó asustado—. ¡¿Ethan?!, ¿qué haces aquí?, ¿dónde estoy? —exclamó, examinando todo a su alrededor e intentando recordar algo de la noche anterior. El omega suspiró frustrado y miró al cielo con exasperación.

—No me digas que no recuerdas nada.

—No sé ni cómo llegue aquí... ¡Ah... mi cabeza, siento que explotará!

—Con lo alcoholizado que estabas ayer, eso es lo mínimo que puedes esperar. Ayer llegaste a mi habitación en medio de la noche, borracho y solo, no tuve más opción que dejar que te quedes —contó Ethan y poco a poco los recuerdos llegaron en fragmentos a la memoria de Selim. Ethan se levantó de la cama, revisando los mensajes de texto que Isabela le había dejado, donde le informaba de la hora en la que debían encontrarse—. Quedé con mis amigos en un rato, así que me tengo que ir. Si quieres puedes quedarte aquí, informaré en la recepción y pediré que te traigan algo para comer y una pastilla.

—Gracias, pero no te molestes, también tengo que irme, mi vuelo sale a medio día y tengo que volver al hotel.

—Como quieras, entonces te pediré un taxi.

—Te lo agradezco, ¿sabes dónde está mi ropa? —preguntó Selim al notar que no traía puesto el esmoquin.

—En el baño, supongo. —Se levantó para buscar su traje—. Es una suerte que no hayas vomitado encima de él.

—¿Vomité? —Estaba tan avergonzado de su comportamiento ante Ethan que no se atrevía a mirarlo a los ojos—. Oye... ¿dije o hice algo inapropiado?, cuando bebo me vuelvo algo sensible y termino diciendo lo que no debo.

—Ah... no... —negó Ethan nervioso al pensar en varias escenas de la noche anterior—, solo te quejaste de tu padre.

—Sí... recuerdo algo de eso. —Selim rememoraba pocas cosas, había olvidado mucho por el alcohol, pero no los acercamientos con Ethan, no podría olvidarse de ello. Simuló no acordarse de nada para evitar la incomodidad que seguro se presentaría entre ellos.

—Y... ¿no recuerdas nada más? —interrogó Ethan, esperando que la respuesta fuese: no.

—¿Debería?

—No. Me voy a cambiar, tú haz lo mismo, para salir pronto. —Lo dejó y se marchó a su habitación. Cuando cerró la puerta, tomó una almohada y ahogó un grito en ella.

«¡No puedo creer lo que hice!», pensaba muy avergonzado.

«¡Dormimos con nuestro alfa!», gritaba su omega, dichoso y a punto de caer en éxtasis.

«Las cosas que me haces hacer... Lo bueno es que no recuerda mucho».

«Eso dice...».

Se apresuró a cambiarse de ropa, escogió unos pantalones cortos y una camisa abierta, después de comer en el hotel volverán a ir a la playa, porque Marco quería practicar surf y a los demás les interesaba aprender, al menos, a mantener el equilibrio en la tabla. Con el teléfono del hotel llamó a recepción para pedir el taxi.

Los dos, ya cambiados, se encontraron en la sala.

—Te ves muy bien, little white wolf —afirmó Selim con una sonrisa coqueta, admirando el abdomen desnudo y bien definido del chico rubio.

—Y tú aún te ves como un borracho. —El alfa tenía a medio poner el traje con la chaqueta al hombro, la camisa mal puesta y la corbata deshecha y colgada en su cuello—. Vámonos, ya te pedí el taxi.

—No, espera. —Lo frenó y se acercó a Ethan—. Déjame verte un poco más así. —Puso sus manos en la delgada cintura del chico, subiendo lentamente a su espalda.

—¿Aún tienes alcohol en la cabeza?, ya déjame. —Ethan hizo ademán de alejarse.

Quieto. —Selim usó su voz de mando paralizándolo por completo—. No sé si mi voz en serio afecta a un beta tan orgulloso como tú o solo finges porque esto también te gusta. —Lo besó en el cuello, quitándole poco a poco la camisa. Ethan no podía dejar de temblar, sin poder reaccionar, incluso su mente se había puesto en blanco.

Si fuera beta tal vez podría liberarse del control del alfa, pero era un omega siendo sometido por el alfa que nació para someterlo. Sin embargo, sabía que, si continuaban, sus feromonas se desatarían revelando su olor y por ende su secreto. Pensaba en lo furioso que estaría su tío si repetía los pasos de su madre y se dejaba marcar por un alfa, en cómo sería su vida si tuviera que estar atado para siempre a alguien.

Una vez ya había podido liberarse y esta no sería la excepción.

—¿Quieres que siga? —susurró Selim en su oído.

—Claro que no. Aléjate de mí. —Ethan lo empujó con levedad—. Escucha, Selim, tú y yo debemos aclarar esto. Pero ahora no tengo mucho tiempo, hablaremos en la universidad, mañana.

—Sí, de acuerdo. Lo siento, me pasé un poco. Concuerdo en que debemos hablar, aunque algo me dice que eso no tendrá un buen resultado.

—Bien, iré por algo a la habitación, mientras, revisa que no se te olvide nada, tu celular estaba en la mesita de noche. —Le informó y se encerró en su habitación atormentado por las voces en su cabeza.

«Egoísmo».

«Egoísmo».

«Egoísmo».

«Estás corrompido, y lo corromperás a él».

«En esta vida, en la siguiente y la siguiente, hasta que no quede nada de ustedes».

La voz de la bruja adivina, resonaba sin cesar en su cabeza, haciendo que quisiera gritar para que se callara. Cayó al suelo, cubriendo sus oídos.

«Ethan, mi amado humano, cálmate», intentó consolarlo su omega. «Tú no eres malo, ¿recuerdas?: Yo soy tú y tú eres yo», recitó como una promesa, consiguiendo que, paulatinamente, Ethan recuperara el control de sí mismo. «Somos uno solo y aunque fuéramos los más despreciables de los seres, estamos juntos y nunca estaremos solos».

«¿Eso quiere decir que me prefieres sobre Selim?».

«Por supuesto, te prefiero sobre todo. Al final solo tú y yo importamos».

«Gracias, mi querido lobo», se abrazó a sí mismo en un intento de abrazar a la otra parte de su alma, la verdadera mitad de su alma, no a un alfa, a él mismo.

Una vez en calma, en completo control, tomó otro supresor para cesar el ardor de su cuerpo y prevenir un accidente. Lo que más deseaba ahora era alejarse de Selim, porque solo él podía perturbar de esa manera toda su vida. Simplemente lo volvía loco de atar.

—Selim —lo llamó abriendo la puerta de salida. El alfa salió de la otra habitación bostezando y sin nada de ganas de darse prisa—. ¿Puedes moverte?, por tu culpa llegaré tarde con mis amigos —lo apresuró.

—Sí, sí... voy... —contestó Selim, desanimado porque ya no lo vería más, no de esa manera, al menos—. ¿Podrías no gritar?... la cabeza me sigue doliendo —protestó mientras atravesaba la puerta de la suite.

—¡¿Ethan?! —exclamó Mario, atónito por lo que veían sus ojos. El beta se dirigía a la habitación, acababa de bajar del ascensor, cuando vio a su amigo y a Selim salir de los aposentos de Ethan—. Qué demonios... ¿ustedes?

—No es lo que crees. —Ethan intentó explicarse acercándose a su amigo. Por su parte, Selim no podía borrar la sonrisa de su cara—. Él sí se quedó aquí, pero en la otra habitación —mintió—, no pasó nada de lo que estás pensando, ¿verdad, Selim? —Ethan miró al aludido esperando que confirmara sus palabras.

—Si eso quieres que diga... —dijo Selim poniendo una mano en la esbelta cintura de Ethan, por debajo de la camisa—. No, no pasamos toda la noche acurrucándonos en la cama —aseguró con la evidente intención de hacer entender lo contrario y por ello Ethan solo pensaba en las maneras en las que podría asesinarlo—. Bien... los dejo. Gracias por cuidarme tan bien, mi pequeño lobito—. Lo besó en la frente con cariño y se marchó, empujando con el hombro a Mario en su camino.

—No puedo creerlo —lamentó Mario, indignado y furioso—, no te creí capaz de algo así.

—¡¿Qué mierda te estás imaginando?! —gritó Ethan, a punto de perder la paciencia. El beta ya estaba llegando al límite de lo que podía aguantar.

—¿Imaginando? No imagino nada, lo estoy viendo. —Mario lo tomó de los brazos, sacudiéndolo con fuerza—. Vi a ese imbécil salir de tu habitación y por su apariencia es claro que pasó la noche aquí. ¿Se acostaron?, ¿te gustó revolcarte con tu querido soulmate?, ¿dejaste que te marcara? —Descubrió con rudeza el cuello de Ethan, solo para comprobar que seguía inmaculado y virgen.

Eso le bastó a Ethan para desatar su rabia, nunca nadie le había tratado de esa manera, ni siquiera su tío y Elías lo había educado para no soportar ninguna ofensa de nadie. Con movimientos ágiles, tomó uno de los brazos de Mario y lo dobló por detrás de su espalda, poniendo su cara contra la pared.

—En primer lugar: ya te dije que nada de lo que imagina tu sucia cabeza pasó. Segundo: yo puedo hacer lo que a mí me dé la gana, si quisiera pudiera acostarme con media isla Nero y eso a ti no te importa. ¿Entiendes? —Retorció más el brazo, en un ángulo doloroso—. ¡¿Entiendes?! —Mario asintió implorando que lo soltara—. No vuelvas hacer algo tan estúpido como intentar someterme, controlarme o algo parecido, es más... no vuelvas a tocarme.

—¡Señor!, ¿está usted bien? —Un empleado del hotel había bajado del ascensor y al ver la escena se apresuró a ayudar a Ethan.

—Todo bien, no se preocupe —dijo este, soltando a Mario—. No quiero verte más por este día, será mejor que vuelvas a Evimeria, solo —le ordenó, el chico intentaba aliviar el dolor de su brazo—. Por favor, consígale un boleto en el siguiente avión que salga a la capital —indicó al empleado.

—A sus órdenes, señor. —Ethan entró al ascensor furibundo, tanto que irradiaba ira.

—Espera, Ethan —llamó Mario e intentó alcanzarlo, pero el empleado del hotel se interpuso en su camino y el ascensor se marchó.

—¿Quién te crees que eres para bloquear mi camino? ¿Acaso no sabes quién soy? —amenazó Mario al empleado.

—Claro que lo sé: Mario Werner, sobrino del CEO Werner. Pero aun así no dejaré que pase, hasta que el joven Himura se haya marchado. Le reservaré un vuelo en primera clase, si no me equivoco el siguiente sale en una hora, prepárese por favor.

—¡Mierda!

Información: la familia Werner es la dueña del grupo empresarial Werner, tiene una gran influencia política, económica y social. Tiene ciertos negocios ocultos con la mafia italiana, los enemigos de la mafia Orlov, sin embargo no tienen gran influencia en esta rama. Tiene bajo su control a la gran mayoría de la fuerza policial de la ciudad y gran parte del país. También influye en los juzgados.

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