El látigo hace al fiscal. Capítulo único

Notas de la autora

▶ Este oneshot tiene relación con el primero que hice: Todo el mundo miente, así que se puede decir que es una continuación; por ello es recomendable haberlo leído para comprender la situación.

▶ El hecho de que no lo haya incluido como una especie de epílogo se debe a una idea aparte, mi headcanon sobre cómo es que Franziska obtuvo su látigo.

▶ Sobra decir la edad de ambos personajes, pero si es necesario he de aclarar que tanto Franziska como Miles tienen 13 y 20 años respectivamente.

▶ Este es el primer oneshot que hago sobre la pareja Miles x Franziska (por muy leve que sea), aunque antes no me consideraba fan de este ship, ciertas circunstancias me hicieron darme cuenta que ambos son tal para cuál, ambos se complementan y entienden.

▶ Los personajes de Phoenix Wright: Ace Attorney no me pertenecen sino a Capcom Co., Ltd.

▶ Créditos al autor de la imagen que usé en la portada, solo agregué el título nada más. Si alguien sabe el nombre del autor, estaría agradecida de que me lo dijesen.

▶ Una vez mas, no haré demasiado ahínco en los detalles.

Sin más dilaciones, disfruten.




El fiscal veterano, Manfred von Karma, ya estaba acostumbrado a los jaleos que provoca su hija en contra de su alumno Miles Edgeworth; por ello, no era ninguna sorpresa que hiciera caso omiso de la riña al momento en que se adentró al inmueble para dirigirse a su oficina personal, en tanto dejaba que ambos jóvenes arreglaran cualquier problema que tuviesen entre ellos.

Sin embargo, hubo alguien que sí se dio cuenta de su presencia momentánea, causando que todo el alboroto se detuviese casi al instante. Ese alguien se trataba de Franziska von Karma, la pequeña fiscal prodigio que tuvo su debut hace unas horas y que se empeñó en buscar a su progenitor entre el público... sin resultado alguno, lo que hizo que la niña se sintiera decepcionada al creer que no era merecedora del apellido von Karma.

Sintiendo una vez más esa molesta opresión en el pecho al ver que su padre no se interesó en lo más mínimo por saber sobre el juicio de hoy, la joven fiscal decidió que lo mejor era dejar en paz a Miles (por el momento), pues lo que menos necesitaba ahora era que él la viese tan vulnerable y se mofara de ella. Así que, tomando su fusta con fuerza (lo que hacía más notoria su rabieta), se alejó de su rival para poder calmar sus emociones una vez que volvió a sentarse en el sofá donde previamente disfrutaba de una inusual serie.

Por otra parte, Miles Edgeworth se sentía a desfallecer entre cada golpe que recibía por parte de la pequeña von Karma; se podría decir que apenas tenía tiempo para quejarse entre gemidos de dolor que imploraban un poco de piedad (algo de lo que carecía Franziska a esa edad). Y como si un genio le hubiese cumplido su deseo, el joven fiscal se vio libre de dichos azotes. ¡Por fin! ¡La tortura ya había terminado!, pero antes de siquiera emitir un suspiro, Miles notó una extraña tensión en el ambiente que le hizo reconsiderar el mostrar su alivio con el fin de evitarse una nueva ola de porrazos.

Al levantar su mirada grisácea, Miles se encontró con una Franziska que desconocía en su totalidad: la menor estaba abrazándose las rodillas con firmeza y a pesar de que parte de su rostro estaba oculto, pudo vislumbrar esos hermosos ojos de color zafiro nublados por lágrimas que se negaban a brotar por mero orgullo. Leves temblores indicaban que estaba a punto de llorar, por lo que el joven fiscal se apresuró a darle consuelo al sospechar la única razón por la que se sentía de ese modo: él.

Desde el incidente DL-6, la vida de Miles Edgeworth cambió para siempre. La pérdida de su padre le generó una herida que hasta el momento no ha sanado y sin contar con más familiares que se hiciesen cargo de él, fue Manfred von Karma quién le tendió una mano cuando más lo necesitaba a cambio de ser un aprendiz más. No obstante, eso significó un duro golpe para Franziska, pues ella no quería quedarse atrás; pasando de ser el centro de atención de su propio padre, ahora debía competir con el propio Miles para ver quién era merecedor del apellido von Karma. Todo para no permanecer siempre bajo su sombra, para ser tan genial como el fiscal invicto.

-          Franziska...- contrariado, Miles no estaba del todo seguro sobre qué podía decirle a la hija de Manfred al no comprender del todo las emociones humanas, pero eso no quería decir que fuese un desconsiderado. De cualquier modo, el sentirse culpable por algo que estaba fuera de sus límites podría empeorar las cosas, lo mejor era ir con cuidado tratándose de una yegua desbocada.

-          ¿Qué es lo que quieres, Miles Edgeworth?- respondió la aludida luego de un largo silencio, dejando escapar toda la acidez posible en esas palabras -¿Acaso burlarte de mí debilidad?-

-          En absoluto- la voz del aprendiz de von Karma sonaba serena al instante en que se sentó a su lado, esperaba que ella le reprendiera de algún modo, pero todo lo que obtuvo de su parte fue un bufido -¿Sabes? Tu actuación en los tribunales el día de hoy no estuvo nada mal- le observó de reojo, observando la extrañeza que se formaba en su infantil rostro al escuchar aquello –Obtuviste un veredicto de culpabilidad en menos de diez minutos- se encogió de hombros –Aunque yo lo hubiese logrado en la mitad del tiempo- una de las cosas que había aprendido a lo largo de estos años es que era posible distraer a Franziska al recordarle la rivalidad existente entre ambos. 

Con esta revelación, el humor de la infante cambió de inmediato. Su sorpresa fue total al recordar un rostro familiar entre el público, sin embargo, con el furor del juicio que se llevaba a cabo, poca importancia le prestó sin siquiera llegar a reflexionar al respecto. Ahora se dio cuenta que Miles estuvo ahí presente. Él la estaba apoyando, justo como lo hizo ella hace poco tiempo.

-          ¡Será mejor que te retractes de tus palabras!- la pequeña fiscal se puso en pie de un salto para encararle, mostrando esa personalidad explosiva tan característica – ¡No voy a estar siempre tras tus pasos!, además... ¡ten en cuenta que soy mayor que tú y merezco respeto!-

"Pero no eres más que una cría..." pensaba el joven fiscal ante tales palabras dichas de la menor.

-           En todo caso, será mejor que te apresures si es que quieres estar a mi altura- esbozo una media sonrisa para picar aún más a la fiscal prodigio –No estoy dispuesto a detenerme, ni siquiera por ti- lo estaba logrando, pues Franziska no tardó ni un instante en tomar nuevamente su fusta.

-          ¡No recuerdo haber pedido tu compasión! ¡La verdadera batalla aún no ha comenzado!-

-          ¿Crees que no lo sé?- esa pregunta fue capaz de tomar por sorpresa a la hija de Manfred, causando cierto grado de cautela en ella al no saber por dónde quería ir –Franziska, aun te queda mucho por aprender- sin agregar más a esa extraña frase, Miles se levantó de su asiento, dispuesto a desaparecer en el interior de la casa para buscar algo que se dejó en su habitación días atrás.

La fiscal se quedó de pie a la espera de que su rival volviera y así lo hizo al poco rato, solo que esta vez con una bolsa de regalo que dejó encima de la mesita. Confusa ante el extraño comportamiento de Miles, su vista se paseaba entre él y la bolsa sin comprender del todo qué es lo que debía hacer a continuación. Esto no era típico de Miles.

-          ¿Qué esperas? Ábrelo- ordenó el chico.

Con los labios fruncidos, Franziska estuvo a punto de hacer lo que le pedía, no obstante, se detuvo de golpe para observar con escrutinio a su rival que lo delatara.

-          Espero que no se trate de alguna broma- arrugó su pequeña nariz -O sino, ya sabes lo que te espera- una pequeña sonrisa diabólica se formó en los labios de la infante, causando que un escalofrío recorriese la espina dorsal del discípulo preferido de Manfred, debía continuar con la conversación antes de que su fusta se divirtiera con él.

-          Créeme, no lo es...- puso los ojos en blanco ante la inseguridad de Franziska en un intento de no dejar en claro el miedo que le acababa de embargar.

Sin poner más excusas, la pequeña de cabello platinado se apresuró en abrir el obsequio que le fue entregado. "Sigue siendo una niña", pensó Miles al ver el entusiasmo con el que sacaba las hojas de papel de china que decoraban el interior de la bolsa.

-          Miles...- el susurro de la voz de Franziska dejaba en claro la impresión que se llevó al darse cuenta del contenido de la bolsa, por lo que no tardó en buscar la mirada gris acero del chico -¿Por qué?- a pesar de tener mil preguntas en mente una vez que tenía el látigo entre sus manos, eso fue todo lo que salió de su boca.

-          Creí que te caería bien un cambio- apuntó con su dedo índice a la fusta que aún aferraba con fuerza.

-          No puede ser solo eso- volvió a fruncir el ceño al mismo tiempo que movía la cabeza de un lado a otro sin poder creer en las palabras de su rival –Dime el por qué... ¡y quiero la verdad!-

-          Franziska...- suspiró con cansancio –No siempre hay una razón, solo quise dártelo para...- se detuvo a media frase, ¿para qué exactamente? No estaba del todo seguro, solo sabía que su corazón dio un vuelco al formarse una idea extraña –Nada, olvídalo- Miles no quería reconocerlo, pero el sentir su rostro con una calidez atípica le hizo creer que comenzaba a sentirse enfermo... aunque no fuese así.

-          ¡Exijo que me lo digas!- estalló la niña junto con un azote, solo que esta vez fue el primero de muchos por parte de su látigo.

-          ¡¿Cómo es que puedes usar eso sin haber practicado?!- el pobre de Miles Edgeworth volvía a gemir de dolor, sorprendido de que la joven fiscal no haya tenido problemas en manipular su nuevo juguete.

Franziska no respondió, solo se limitó a sonreír al mismo tiempo que volvía a propinar otro golpe con su látigo. El mango se acoplaba a la perfección en su mano era como si hubiesen nacido el uno para el otro, aunque en sentido figurado, claro está. De cualquier forma, estaba agradecida por un regalo tan particular, Miles siempre sabía cómo hacerla feliz.

"Lo cuidaré como si de mi propia vida se tratara, Miles Edgeworth. Gracias".

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NOTA MENTAL: Nunca volver a regalarle algo parecido a alguien tan violenta como lo es Franziska.

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