Desde un sitio lejano
No pensaba publicar esta historia, porque tengo muchas dudas de que vaya a terminarla algún día.
Es la continuación oficial de mi fic: "Un amor inconcebible", y en ella, Lincoln y Linka pasan a ser personajes secundarios para cederle el protagonismo a otros. Sin embargo, no dejan de estar presentes en toda la historia.
Si me decidí a publicarla, es gracias a un comentario del usuario Eddy-X, a quien le "robé" la maravillosa viñeta que aparece al final de la historia anterior. Me hizo recordar muchas cosas buenas, y la deuda que de algún modo tengo con algunos usuarios que estuvieron muy pendientes de la primera parte.
Solo tengo escritos los siete primeros capítulos, de los cuales hoy publicaré dos. En caso de que no pueda seguir escribiendo, por lo menos publicaré la escaleta con el guion que ya tengo preparado y planificado para el resto del relato.
Muchas gracias también a Ezeroblack32, quien realizó muchos dibujos para esta secuela que nunca llegó a materializarse del todo. Casi todas las imágenes que aparecerán aquí son de su autoría.
Y nuevamente, gracias a quienes se animen a leer. Sea que la historia se concluya o no.
Octware (Eidanyoson_)
-----------------
El niño peliblanco temblaba de emoción. La niña que le encantaba se acercaba cada vez más. Su respiración se agitaba. Sus mejillas estaban de color rojo encendido. Si no fuera porque lo deseaba tanto, hubiera salido corriendo de allí.
- Dios mío... -pensó, sin saber si estaba soñando o viviendo una la realidad- ¡De verdad está pasando! ¡Katy me va a besar!
Apenas podía creer que la hermosa niña del cabello de fénix; la extranjera que traía locos a la mitad de los chicos de la escuela, estuviera a punto de besarlo.
Pero así era. Ya podía sentir su cálido aliento sobre sus labios. Ella se veía preciosa. Sus mejillas estaban encendidas, sus ojos cerrados; y no dejaba de acercarse.
Para Ethan Loud, todo aquello era tan raro como maravilloso. Aunque ya había entrado a la pubertad, ni siquiera pensaba en las chicas. ¡Vamos, si antes de conocer a Katyusha todo su mundo era la escuela, el estudio, la familia y el deporte! Pero todo eso había cambiado desde hacía un mes, cuando Katyusha llegó con su familia desde Novosibirsk, Rusia; para vivir en los Estados Unidos.
Ethan nunca olvidaría el momento en que la vio. La maestra la presentó a la clase, y su aspecto fascinó de inmediato a casi todos los niños. Se veía tan hermosa y llamativa con su lindo rostro, su cabello largo y suelto con las puntas color rojo llamarada...
Fue la primera vez que Ethan se sintió atraído por una chica. ¡Y cómo no estarlo, si la mitad de la escuela estaba fascinada! Pero Katyusha se mostró bastante desdeñosa con todos, excepto con el guapo muchachito de cabello blanco que combinaba simpatía, timidez e inteligencia.
¿Amor a primera vista? Quizá sí. Nunca había creído que existiera eso en la realidad. Pero allí estaba, a punto de ser besado por la única chica con la que había intimado, sin contar a sus tres hermanas.
Un instante antes del beso, Ethan cerró los ojos. Luego, sintió el contacto de los labios de seda sobre los suyos. Fue como si todo su cuerpo se volviera gelatina. Como si todos sus músculos hubieran perdido de repente el tono y la fuerza. Casi enseguida sintió también el contacto de las manos de la muchachita sobre su pecho, e instintivamente extendió los brazos para sujetarla.
El contacto fue tan exquisito y emocionante que no se separaron de inmediato. Ninguno de los dos había besado a nadie. No tenían idea de lo mágica que era la sensación de besar los labios de la persona que te gusta. De alguien que tras solo tres semanas de convivencia se convirtió en tu confidente y tu mejor amigo.
El beso les robó el aliento; los dejó jadeantes y desconcertados. Abrieron los ojos, y se dieron cuanta de que sus mejillas parecían brasas encendidas. Ambos se veía hermosos; tan emocionados y cariacontecidos.
- Katy... -musitó el muchacho, sin lograr asimilar todo lo que estaba viviendo.
Ella sonrió. El diminutivo de su nombre solo le gustaba cuando lo pronunciaba él. ¡Dios, se veía tan hermoso! Llevada por un impulso, acarició suavemente la mejilla de Ethan...
Las palabras sobraban. Se acercaban nuevamente, ansiosos por disfrutar de nuevo del dulce contacto de sus labios; cuando una voz potente los interrumpió.
- ¡Kathyusha! ¡Katyusha Zaitzeva! ¿Puedo saber qué estás haciendo?
Los niños se quedaron de piedra. Una mujer morena y de rasgos achinados se acercaba a ellos con cara de muy pocos amigos.
Katyusha reaccionó enseguida. Volvió la mirada hacia Ethan; le sonrió, y le dijo con suavidad:
- Debo irme. Nos vemos mañana en el salón, ¿sí?
Ethan parecía a punto de seguirla, pero ella lo detuvo con una seña.
- No. Deja que yo me arregle con mi madre. No pasa nada, te lo aseguro.
- Pero...
- No. Tú no te preocupes, por favor. De verdad, todo está bajo control. Nos vemos mañana, Chiquito.
Ethan sintió que volvía a enrojecer. Era la primera vez que Katyusha lo llamaba con una palabra cariñosa.
La niña dio unos cuantos pasos, pero de pronto se lo pensó mejor. Regresó a su lado y sin decirle nada, lo tomó de las mejillas y le dio un beso muy breve pero bien plantado en los labios.
El chico sintió que estallaba por dentro. Ella le dedicó una sonrisa encantadora, y salió corriendo para encontrarse con su madre.
La siguió con la mirada. Katyusha no se detuvo al lado de su madre, sino que siguió corriendo hasta el automóvil, y la mujer se fue para seguirla. Era evidente que estaba molesta, pero el vehículo arrancó enseguida. Al menos, no le reñiría a su hija hasta que llegaran a casa.
Ethan se quedó preocupado. Katy siempre le dijo que su madre era una persona muy abierta, y que tenía una muy buena relación con ella. Pero en esos momentos, no se le miraba nada contenta.
Ojalá que Katy no tuviera problemas.
***
- ¿La besaste? ¡¿La besaste?! ¡Dime! ¡Dime! -casi gritaba Laura, a la vez que sujetaba las manos del muchachito.
Ethan sintió de pronto mucha pena, y no tenía idea de por qué. Se llevaba increíble con su hermana mayor. Prácticamente no tenían secretos el uno para el otro,y en esa ocasión había una pequeña apuesta de por medio.
La chica miraba a su hermano emocionada y expectante. Su rostro colorado y la manera de desviar los ojos eran más que elocuentes, pero quería que se lo dijera. ¡Necesitaba escucharlo de su boca!
- Sí -dijo el muchachito -. Sí nos besamos. Fue...
No pudo continuar. Laura lo abrazó con tanta fuerza, que casi le hizo perder el equilibrio. Se sintió casi tan apenado como cuando Katy se acercaba para besarlo.
- ¡Lau... Por favor! -dijo incómodo.
La chica lo soltó, pero le pellizcó las mejillas como lo había hecho desde que era un bebé.
- ¡Yay, hermanito! ¡Lo lograste! -exclamó, saltando de la emoción-. ¡Dios! ¡Me alegra que por lo menos tú sí lo hayas logrado!
Al escuchar eso, Ethan hizo un profundo gesto de extrañeza.
- ¿Qué? ¿Quieres decir que tú no lo hiciste?
Laura desvió la mirada, y su rostro se ensombreció. Ethan apenas podía creer lo que veía. ¡Se suponía que el tímido era él!
- ¡Laura! -exclamó, sorprendido-. ¡Por dios, si Sunyl está que se muere por ti! ¿Cómo es posible que no lo hayas besado?
Laura se sintió todavía más apenada. Haciendo un gran esfuerzo, volvió la mirada para enfrentar a su hermano. Se sentía muy mal por ocultarle sus preocupaciones, pero algo dentro de ella le decía que era mejor no involucrarlo con sus dudas.
- Es que... Nos encargaron un proyecto grande. No pudimos platicar mucho. Estuvimos planificando juntos, y luego Jennifer andaba por allí. Tú sabes.
- Oh... ¡Qué mala pata! ¿Hasta cuando entenderá esa perdedora que Sunyl no siente nada por ella? -dijo Ethan, molesto.
- Bueno -suspiró Laura mucho más tranquila, al darse cuenta de que su hermano se había tragado su treta-. Ya habrá oportunidad, hermanito. Ahora, lo importante es que ganaste la apuesta -dijo, mientras rebuscaba en los bolsillos de sus pantalones-. Cincuenta dólares, ¡Bien hecho, campeón!
- ¡Espera, espera! -dijo Ethan, negando con las manos-. No fue una apuesta justa. Jennifer te interrumpió. ¡Tú no tuviste la culpa!
- Vamos, hermanito... ¡Acepta! Ganaste justamente. No es tu problema que yo no tuviera oportunidad de besar a Sunyl.
Estuvieron un rato argumentando. Laura trataba de convencer a su hermano de aceptar el dinero, y él lo rechazaba enérgicamente. En realidad, La chica había hecho esa apuesta para ayudar a su hermano. Era la primer vez que lo veía enamorado, y Laura se sintió muy contenta cuando lo vio junto a Katyusha. Era evidente que la chica se moría por besarlo.
Así que ella le dijo lo que había visto, y le dio muchos consejos sobre cómo debía acercarse a ella y crear el ambiente propicio para el beso. Y después, como seguía sin decidirse, se le ocurrió el asunto de la apuesta. Había que motivar a Ethan de alguna manera para que venciera su inexperiencia, y su enorme timidez.
Sus padres les daban suficiente para sus gastos, y Ethan ganaba algunos extras auxiliando a sus compañeros con las tareas. Pero, ¿a quién le estorbaban cincuenta dólares? Así, Ethan estaría doblemente motivado para lograrlo.
- No. ¡No te voy a aceptar ese dinero! -dijo al final-. Pero bueno, si tanto insistes, mejor invítame un helado antes de que nos vayamos a casa, ¿sí? Ni tú ni yo.
Laura sonrió y se guardó el billete. Su hermano era una verdadera joya. Ojalá Katyusha cuidara bien de él.
- Bueno, pero tendrás que contármelo todo, ¿sí? Con lujo de detalle. ¿Seguiste mis consejos, o no te hicieron falta?
Laura le pasó un brazo por los hombros y Ethan hizo lo mismo. Para cualquiera que los viera, parecían dos varones amigos del alma.
Pero la chica estaba incómoda. Parloteaba volublemente para ocultar su inquietud. Odiaba ocultarle cosas a su hermano; que también era su mejor amigo y confidente. Pero no quería inquietarlo, ni a ninguno de sus hermanos; con lo que había descubierto días atrás.
***
- A ver, Katy. ¿Qué fue lo que acabo de ver? -dijo muy seria la bella mujer morena, dirigiendo una mirada acusadora a su hija.
La chica se cruzó de brazos. ¡De verdad odiaba que su madre la llamara así!
- ¿Qué fue lo que creíste ver? -respondió.
- Te vi besándote con un chico -dijo la mujer, con un semblante aún más sombrío.
- ¡Es mi novio! ¿Acaso no puedo besarme con mi novio? -rezongo la chica, imitando perfectamente el tono y la expresión de su madre.
- Katyusha... ¿De verdad crees que tienes la edad adecuada para esas cosas?
- ¡Tengo trece años, mamá! -estalló la chica-. ¡Ya no soy una niña! ¡En este país la gente piensa muy diferente que en Rusia!
- No me importa lo que ellos piensen. ¡Sí que eres una niña!
- ¡Pero mamá! ¿A qué edad diste tú tu primer beso?
- ¡A los dieciocho!
- ¡Ah, sí! ¿Y si aquel muchacho te hubiera hecho caso? ¡Ese que me contaste! ¿Cómo se llamaba? Lincoln. Lincoln Loud...
De pronto, la muchacha se quedó muda. Era imposible que no hubiera reparado en eso antes.
- Hey... -continuó, en un tono mucho más calmado-. ¡Que curioso! Creo que Ethan me dijo que su papá se llama igual.
Stella sintió que el corazón le bajaba a los pies. Lo temió desde el momento en que vio a su hija besarse con el jovencito peliblanco. En realidad, su hijita tenía razón. Si Lincoln Loud le hubiera correspondido, hubiera recibido su primer beso a los doce años de edad. Un año antes que Katyusha.
Para ella no había dudas. El cabello blanco era inconfundible. Y los rasgos de el chico se parecían demasiado a los de Lincoln.
- Dios mío... No puede ser. ¡No puede ser! -pensó desesperada.
- Mami... ¿Te sientes bien? -dijo la chica, muy preocupada al darse cuenta de que su madre se había puesto muy pálida.
- No. De hecho, me siento muy mal, hija. Me duele la cabeza -mintió Stella, esperando que su hija creyera su mentira.
Katyusha extendió una mano para tocar el brazo de su madre. No podía evitar sentirse preocupada. Adoraba a su madre, por más que la fuerza de su carácter las hiciera chocar constantemente.
- Estaré bien, cariño -dijo Stella, tratando de forzar una sonrisa-. Perdóname. Tú tienes razón, mi vida. Es solo que... Me cuesta mucho trabajo aceptar que ya estás creciendo. Eso es todo. Y dime, ¿es un buen chico? ¿Lo conociste en la escuela?
Ya mucho más tranquila, Katyusha comenzó a contarle de Ethan, y cómo se había enamorado de él desde el primer día. Entre más detalles le daba, Stella se sentía más inquieta. Ya no dudaba que Lincoln Loud era el padre de ese chico.
Al parecer, su vida siempre iba a estar llena de fantasmas peliblancos. No la iban a dejar en paz. Nunca.
Por lo menos, su hija no había sido tan estúpida como ella. Ahora que sabía que viviría otra vez en la misma ciudad que Lincoln y Linka Loud, solo esperaba que jamás hubiera motivos para interactuar con ellos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top