Spring

Luz Casal - No me importa nada

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Ser asignado guardián del más preciado tesoro de la comarca es un total honor, porque debes nacer guardián, es un regalo divino... y aburrido.

Cha Hak Yeon tuvo la suerte de nacer de piel morena, cuando todas las hadas tienen piel clara parecida a la porcelana fina, él no. Su tono de piel era un poco más bronceado al resto, indicador que sería un gran guerrero. La vida de un hada no siempre se trata de felicidad y armonía. Hay ocasiones, muy raras, donde en algún punto de su longeva existencia experimentan algo no planificado, incontrolable, muy humano.

Hak Yeon lleva casi cuatrocientos años protegiendo el árbol que le da vida a él y a su pueblo. Dentro de la gran fortaleza de corteza y ramas, se encuentra la Fuente de la Vida: posesión valiosa que conlleva a múltiples intentos de asalto, todos fallando en el proceso, y con eso, una nueva capa de ramas es añadida creando una gran muralla, excluyendo a la fuente del mundo, así como a su guardián.

Yeon ha tenido el tiempo suficiente para contar todas las hojas del gran árbol, documentar el principio a fin de la vida de diferentes especies de animales que tiene alrededor, e incluso de contar las estrellas, pero no es suficiente. Alguna vez se quejó a los cuatro vientos por ser condenado a esa tortura silenciosa, pero terminó aceptando su destino después de los primeros cien años de no recibir respuesta.

El sol apenas se colaba por las blancas montañas cuando escuchó ruidos en la copa del árbol. Eran demasiado fuertes para pertenecer a una ardilla, aquellos ruidos los ocasionaba algo grande, mucho más grande. Optando por una postura de combate, Hak Yeon ocupó un escondite estratégico entre las hojas, utilizando su magia para camuflarse.

No pasó mucho tiempo cuando el crujido de las ramas se hizo más fuerte, creando un gran acceso a la base del árbol que dejo entrar al aire invernal. Una silueta oscura se colocaba delante de los rayos solares que entraban por el hueco, cayendo agotada por tanto esfuerzo de escalar y destrozar ramas y quedando tendida en la corteza sin moverse. Hak Yeon descubrió que se trataba de un hombre joven, tal vez 25 años humanos, pero no podía estar seguro, las hadas no envejecían, manteniendo su vitalidad y belleza juvenil por centenares de años.

El hada deja la lanza que utilizaba para defenderse a un costado al notar que el hombre se encontraba dormido. Aun inseguro, Yeon crea una cama con hojas secas y una manta, para depositar el cuerpo del extraño en ella y mantenerlo caliente.

El hombre tiene arañazos y otras heridas en sus brazos, cuello y rostro, los cuales eran secuelas de las batallas que enfrentó hasta llegar donde se encontraba ahora. El árbol tenía su propia esencia, lo cual conllevaba a que actuara por si mismo defendiéndose, pero al parecer aquel hombre era más obstinado. Yeon utiliza sus habilidades para curar al extraño atacante, detallando su presencia en el proceso: es bien parecido, claro que lo era. La mandíbula era fuerte y firme, su cuerpo formado y robusto, músculos marcados; un total pecado.

El hombre comenzó a abrir los ojos después de recuperar energías, apreciando el delicado rostro del hada al instante. El alado no se movió, sería indignante para él mostrarle algún tipo de miedo al hombre. El extraño hombre estaba sorprendido y encantado: había escuchado de la existencia de aquellas criaturas míticas, pero ver una por sus propios ojos estaba a un nivel que no podía explicar. El chico era hermoso, con ojos rasgados, piel morena y labios carnosos, además de estar acompañados por dos pares de alas como de mariposa, pero traslucidas y que cambiaban de tonalidad con los rayos del sol.

El extraño se presentó como Kim Won Sik, un aventurero en búsqueda de emociones y experiencias. Un alma libre que se guía por el instinto y lo no conocido, extraño, mítico y mágico, siendo la razón por la cual se encontraba ahí. En sus viajes escuchó sobre cierta criatura que vivía en un árbol protegiendo algo, pero que nadie sabía exactamente que era.

La voz de aquel hombre se encargo de endulzar el oído del hada, la cual comenzó a creer cosas sin sentido y anhelar otras tantas.

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Tú juegas a quererme, yo juego a que te creas que te quiero.

Buscando una coartada, me das una pasión que yo no espero,

y no me importa nada.

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El extraño visitaba seguido al guardián de aquel árbol. En cada una de las visitas, el viajero se encargaba de relatar con detalle sus aventuras: lo que había vivido, lo que había conocido, el mundo que se había encargado de explorar y conocer, Yeon solo le escuchaba imaginando todo aquello que le describía en elegantes palabras, suspirando por todo lo que se encontraba más allá del árbol y la fuente, sabiendo que nunca lograría verlo por sí mismo.

Won Sik también se encargó de crearle un mundo aún más maravilloso que el de sus aventuras. Un mundo en donde se ofrecía de llevar al hada por lugares hermosos y experiencias únicas, siendo él su guía. Yeon estaba consciente de la falsedad en esas promesas, el engaño de sus palabras y la traición en su mirada; ese humano guardaba segundas intensiones en todas las cortesías que le brindaba y Hak Yeon lo sabía perfectamente. Decidió creerle de todas formas.


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Tú juegas a engañarme, yo juego a que te creas que te creo.

Escucho tus bobadas acerca del amor y del deseo,

y no me importa nada, nada.

Que rías o sueñes, que digas o que hagas,

y no me importa nada, por mucho que me empeñe,

estoy jugando y no me importa nada.

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La primavera llegó acariciando su piel con delicadeza.

Hak Yeon revoloteaba ante tanta vida por la estación del año, la época en donde los capullos florecen y nueva vida es traída al mundo. El árbol también florece, mostrando más verde y flores con esencia dulce, atrayendo nuevos visitantes a su copa. Es la época favorita del hada guardián: puede reencontrarse con antiguos inquilinos y conocer a nuevos, las aves otorgan una gran orquesta alegre al bosque y el aire se vuelve más limpio. Y resplandece. Hak Yeon resplandece con una sonrisa adornando sus labios, se encuentra realmente feliz de no estar solo, ahora esta rodeado de tanta vida que, aunque sea por algunos meses, le otorgarán compañía.

Won Sik observa el cambio del guardián junto con la estación, notando como sus alas están más brillantes y sus cabellos juguetean con el viento. Algo se instala en el pecho del viajero, disipando por un momento el principal objetivo de sus visitas. En los viajes no solo se había enterado del ser mágico, también del preciado tesoro que se encargaba de custodiar. En todas las visitas aprovechaba cualquier momento para recorrer el gran árbol, pero aún no encontraba la Fuente de la Vida, aquella que marcaba su deseo para llegar a ser inmortal.

Pero eso ha cambiado. Won Sik lo sabe cuándo mira a Hak Yeon y su corazón late por su sonrisa; cuando tiene la necesidad de acercarse para tocar su piel bronceada; e inclusive lo sabe cuando admira el perfil del hada en el alba.

Won Sik llega a pensar que tal vez sea momento de echar raíces junto a ese árbol.

La temporada cambia y la calidez se encarga de otorgar valentía al viajero desesperado. Siempre ha sido alguien seguro de sus acciones y decisiones, pero por primera vez tiene miedo del futuro. Está en pánico, sus piernas tiemblan y su cuerpo pierde agua salada ante la idea de confesarse próximamente. Won Sik respira profundo hinchando el pecho a su máxima capacidad; en una exhalación sujeta las suaves manos del guardián y mira directamente en sus pupilas tornasol, al igual que sus alas, los cuales le muestran en ese momento un tono ámbar, como si un rayo de sol viviera en ellos.

No está seguro de lo que dijo, o si habló correctamente, ni siquiera sabe si esta respirando, pero de lo que sí esta seguro es de los labios como pétalos sobre los suyos. Delicados y tímidos, entregándole su maravillosa primera vez.

Won Sik es más ambicioso, su trabajo como ladrón lo avala, así que exige más del beso y del cuerpo del guardián, tomándolo por la cintura para juntar el delicado cuerpo con el suyo. Hak Yeon también tiene miedo, pero desea experimentar algo más que su jaula de ramas. El deseo es una de las mejores emociones que puede experimentar, entregando todo de sí mismo a las garras del placer.

El contacto de la piel humana con la suya le llena de corrientes eléctricas la columna vertebral, retorciéndose por la avalancha de sensaciones no antes conocidas por el hada. Se siente demasiado bien como para detenerse, él también quiere más. Se lo merece. Ambos lo merecen.

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Tú juegas a tenerme, yo juego a que te creas que me tienes.

Sereno y confiado, invento las palabras que te hieren,

y no me importa nada.

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Como va cayendo el otoño, también lo hace la vitalidad.

Yeon ya no es aquella preciosa criatura de rebosante vida, ahora oscuras marcas se forman debajo de sus ojos y su piel se esta volviendo pálida. No se alegra, como siempre se encuentra consiente de lo que está sucediendo, pero ya es demasiado tarde para dar marcha atrás. Como siempre, acepta su destino.

Mientras más se marchita Hak Yeon, Won Sik intenta consolarlo con besos y caricias, haciéndose con delicadeza un solo ser en el lecho del guardián. El viajero ya no quiere tocar al hada de manera carnal, marcas violáceas aparecen en su cuerpo cada que utiliza más fuerza de la debida, recriminándose por dañar al precioso ser, pero Hak Yeon le suplica. Suplica sentir las caricias del hombre sobre su cuerpo enfermo sin importarle las consecuencias. Suplica el contacto de la piel humana sobre la suya. Suplica sentirse amado por el hombre que después de tanto tiempo, le dio sentido a su existencia.

Won Sik no puede negarle nada a la bella hada y le ama como se merece: profundo, intenso y verdadero.

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Tú juegas a olvidarme, yo juego a que te creas que me importa.

Conozco la jugada, sé manejarme en las distancias cortas,

y no me importa nada, nada.

Que rías o sueñes, que digas o que hagas,

y no me importa nada.

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Cada vez a Hak Yeon le cuesta más trabajo abrir sus parpados, el hambre a desaparecido hace cuatro días y su cuerpo rechaza todo tipo de alimentos. Won Sik sufre de no poder hacer nada para que el hada mejore, es un simple humano que se encarga de arrebatarle sus posesiones a los demás para su beneficio; no sabe nada de cómo cuidar a un hada, no sabe ni cómo cuidarse a sí mismo y en ese momento derrama lágrimas de impotencia, aferrándose al débil cuerpo de su amado alado.

Con pocas fuerzas, Hak Yeon le confiesa al hombre que siempre supo las intenciones del contrario, sabía que su propósito era la Fuente de la Vida y debido a eso se mantenía a su lado. De igual manera, le declara que siempre estuvo en contacto con ella, cada día y cada segundo que le acompañaba.

Le explica que se resguardaba para proteger su propia existencia: si un humano llegaba a tener contacto con él, poco a poco su esencia era arrebatada. Mientras mayor contacto, mayor perdida de ella. Cada beso robado o caricia accidental, la vida de Hak Yeon disminuía, entregándoselo al humano. Ese era el precio que pagar por la mezcla de ambas razas.

Al comprender, Won Sik solo pudo apretar la mandíbula, dando paso a lágrimas saladas por sus mejillas. Se maldecía por existir, por ser el más vil de los ladrones al dirigirse a un tesoro que jamás debió ser buscado, por encontrarlo y aun así, no contenerse de tomar. Yeon le pide que no llore, llevando una escuálida mano a la mejilla de Won Sik para limpiarla en una caricia rasposa. Won Sik sujeta la mano en su mejilla, restregándose en ella como un gatito buscando más contacto de su dueño, finalizando en un beso en los nudillos. El tiempo ya no se muestra suficiente, quedando solo segundos disponibles para que la pareja pueda despedirse.

Hak Yeon era la Fuente de Vida misma, y se encargó de entregársela por completo a su amado en forma de un último suspiro invernal sobre los labios de aquel ladrón.

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Es el comienzo de la primavera y Won Sik visita el árbol más hermoso que puede existir.

Aquel majestuoso árbol nunca cambia, todo el año se encuentra cubierto de bellas flores de todos los colores, formas y dulces aromas. Pareciese que por sí mismo, el árbol se estancó en una eterna primavera para homenajear a su antiguo habitante, se deshizo de la muralla de ramas y se volvió un santuario para cualquier ser vivo sin importar su raza o especie. Todo aquel que lo visita, pude sentir la magia del lugar recorriendo su ser, así como una gran melancolía se respira, que, de alguna manera, lo hace especial.

Won Sik deja como ofrenda una flor en el lecho, flor que acompaña a las demás de años anteriores porque nunca se marchitan. Ya son tantas que ahora crean un manto en el centro del árbol, y como cada año, riega con sus lágrimas a todas las flores. Ser inmortal ahora ya no tiene sentido cuando sabe lo que es amar y perder, renegándose por no poder terminar su existencia.

Una cálida caricia cruza sus mejillas empapadas y con el viento, escucha un susurro que le agradece por enseñarle lo que significaba ser mortal, y sobre todo, a amar.

¿Qué es más difícil: vivir una eternidad sin conocer el amor o vivir una eternidad después de conocerlo? Es el debate que siempre se presenta cada año en aquel árbol de primavera eterna, donde un astuto ladrón y una orgullosa hada se reencuentran hasta que el crepúsculo caiga y la cita se programe hasta la siguiente primavera.

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Primer fic de VIXX, primer NAVI que hago y primer concurso de ff en el que participo, el cual fue una gran experiencia.
Lo modifique un poco al del concurso porque no estaba muy satisfecha como quedó, además de que cometí tantos errores que ahh, no es excusa, pero tenía tantas cosas encima que realmente ni cuenta me di de ellas.
Peroooo, ahora ya siento que está a como lo tenía en mi cabeza, ahora si me siento satisfecha con el fic.

Agradezco al equipo de CaveCrew por realizar, así como a @JaviHernandezG por la realimentación otorgada. Espero nuevas actividades para participar^^

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