Capítulo 4

El aroma del tamagoyaki por las mañanas la relajaba. La repetitiva acción de armarlo también. Había paz y orden en la rutina, algo que Key necesitaba para mantener su mente ocupada antes que sus eternas vacaciones la enloquecieran. Se había levantado temprano para cumplir con sus kilómetros diarios a pesar de lo tarde que se había acostado, había regresado solo para encontrar una invasión de burbujas por culpa de Pip y, considerando la situación actual, necesitaba aferrarse a la calma lo más que pudiera aunque eso implicase hacer un tamagoyaki gigante.

Podía escuchar los inquietos pasos de Pip en la sala, internamente le pidió a sus padres que no estuviera causando problemas. Le había pedido de preparar la mesa. ¿Qué tantas travesuras podía hacer una niña con esa simple tarea? Deseó que su té helado fuera otra cosa al momento de vaciar el vaso de un trago antes de servirse de nuevo.

Y estaba el asunto del brujo. Había encontrado su número de permiso en el sistema, pero era evidente que el chico no tenía la menor idea de dónde se encontraba y cuáles eran las reglas, así que ella había solicitado que le enviaran su expediente completo. Eso podía llegar a tomar días, considerando su suerte, incluso sería la última prioridad de la administración al ver quién lo solicitaba.

Entregarlo a la Agencia no era una opción. Key había visto la desesperación en su rostro cuando la había encontrado, escuchado su súplica por ayuda. Él tenía que haberse saltado algún procedimiento de inmigración para estar tan desorientado, y si ella lo entregaba, la Agencia se concentraría más en eso y terminaría por deportarlo en vez de ayudarlo.

Eso y que, siendo sincera, si el chico estaba tan perdido como para hablar de asuntos mágicos delante de ella, Key no desaprovecharía la oportunidad. Después de todo, no tenía permitido ejercer como agente de momento, así que tampoco era su obligación entregarlo. Nana estaría indignada de conocer ese pensamiento.

—¡Anton!

Sirvió el desayuno en una bandeja y cogió su vaso antes de dirigirse a la sala. Pip ya estaba sentada en la mesa, Key sintió su corazón encogerse al ver que había cogido el periódico y lo estaba recortando en forma de gatitos. ¿Qué tenía esa niña con arruinar sus oportunidades de trabajo? Le arrebató la parte de misterios a pesar de sus protestas, y suspiró con resignación al ver que ya tenía algunos cortes.

—¡Anton!

Él apareció al segundo grito, murmurando maldiciones y pateando todo lo que encontró a su paso. Key se abstuvo de comentar que llevaba la misma ropa de dormir desde que ella había comenzado a pasar las mañanas despiertas. Eso era mucho tiempo. Él tomó su lugar habitual, y miró con recelo el cuarto plato.

—No me gusta —murmuró el joven mientras ella le servía un pedazo.

—Pero ni siquiera lo has probado.

—¡No estoy hablando del estúpido huevo!

—Lástima. Es saludable, y rico, y no encontrarás a otra persona en todo Washington que haga un tamagoyaki como yo —ella le sirvió un pedazo a Pip antes de poner uno en su plato también—. Cuando trabajaba, te quejabas de la falta de desayuno. Ahora que estoy aquí y cocino, te quejas de este...

—¡Deja de rodear el tema! Sabes que no es sobre eso.

—¿A ti te gusta el tamagoyaki, Pip?

—¡El huevo es bueno! —coincidió la niña.

—¿Lo ves? Por eso ella es mi favorita.

—Te escuché hablando ayer con otro —murmuró Anton mientras apuñalaba con resentimiento su desayuno—. Estás herida.

Key notó que su cazadora se había deslizado apenas lo suficiente para dejar a la vista las vendas en su hombro y volvió a acomodarla en su lugar. Era el eterno dilema, entre usar algo talles más grandes para que no la agobiara al correr con tan altas temperaturas mientras se cubría, y usar algo del tamaño adecuado para que se quedara en su lugar.

Dos días de aplicarse las cremas medicinales de Seito, y debería estar como nueva. Además, no había sido más que un rasguño, y su cuerpo había estado más que agradecido por el pequeño enfrentamiento de la noche anterior. Incluso el escozor al tratar sus heridas mientras esperaba que el brujo despertara se había sentido bienvenido.

—Fue una noche entretenida —admitió ella.

—Pues no debería haberlo sido.

—Hice un juramento.

—Deberías estar bien para cuidarnos a nosotros.

—Cuido a todos por igual, no seas egoísta y te equivoques al considerar que solo te sirvo a ti. Nana fue quien te acogió, no yo.

—Ella no está, tienes que ocuparte en su lugar.

—Soy una agente, no una niñera.

—¡De licencia!

—Juro, que si vuelves a decir esas palabra, voy a...

Calló enseguida al escuchar las pisadas en las escaleras. No tenía paciencia para lidiar con Anton y sus caprichos, él ya era demasiado mayor para estar reclamando algo similar. Nadie dijo palabra alguna cuando Nix apareció. Al menos se había puesto la camiseta que Key había dejado esa mañana delante de su puerta, aunque seguía luciendo tan roto como ella lo había encontrado.

El brujo miró indeciso el cuarto lugar en la mesa por un largo rato antes de atreverse a sentarse. Key le sirvió el último pedazo que quedaba. Cogió sus palillos con maestría. Pip estaba en la edad de querer imitarla en todo lo que hacía, Key sabía que ella con palillos era igual a desastre.

—¡Itadakimasu!

Pip soltó un chillido de alegría antes de clavar sus palillos en el pedazo como si fueran un tenedor de un solo diente. Anton farfulló algo molesto antes de levantar su tenedor. Nix simplemente se quedó mirando el plato y los cubiertos a un lado.

—Son huevos —murmuró Key cogiendo un pedazo con sus palillos—. Tienen huevos en su mundo. ¿No? Aparecen dentro de la dieta de adaptación para los nuevos.

—Nunca había visto huevos similares —admitió él observando el cubo sobre su plato—. ¿Lo que dijiste es otro idioma que desconozco?

—No uno que aprenderás como sucedió ayer.

—Su abuela es japonesa —dijo Pip con entusiasmo.

—¿Qué significa eso? —preguntó Nix.

—Que hace cosas más raras de lo normal —la niña asintió con sabiduría, Key suspiró.

—Es un modo de vida distinto por su cultura, no cosas más raras de lo normal.

—Él no debería estar aquí —Anton dejó caer su tenedor con estruendo.

—Estaba herido y necesitaba un lugar para pasar la noche, y como agente...

—Deberías entregarlo a la Agencia.

—No lo haré —respondió Key simplemente y se llevó un bocado a los labios—. ¿Tú puedes hacerlo? —Anton apretó los dientes con furia.

—¿Debo recordarte lo que pasó la última vez que dejaste a un chico dormir aquí? —Key sacó el estilete de su cintura y lo dejó con una sonrisa sobre la mesa.

—Es bueno saber que pensamos lo mismo.

Ambos se sostuvieron la mirada por lo que pareció un momento eterno antes que Anton finalmente cediera y mirara con acusación su plato como si la culpa fuera del tamagoyaki. Key volvió a guardar su cuchillo al asunto haber quedado claro. Considerando lo que era lidiar con la Agencia, un brujo caprichoso no era nada.

—¿Son tuyos? —preguntó Nix.

—Son inquilinos, y como tales no pueden cuestionar lo que hago o dejo de hacer en mi casa —respondió Key.

—Es de tu abuela —masculló Anton—. ¿Cómo siquiera sabes que es seguro tenerlo aquí? Interrógalo como lo haría la Agencia.

—No creo en esas prácticas.

—¡Entonces al menos que muestre su marca! Podría ser peligroso, podría ser un asesino —Anton miró con odio al otro brujo—. ¿Hacia quién es tu lealtad?

Nix no respondió. En silencio se puso de pie, levantó su camiseta y bajó apenas su pantalón lo suficiente para que Key viera un lado de la perfecta V que se marcaba en su abdomen y la marca sobre el hueso de su cadera. Una delgada estrella de siete puntas. Ella había visto esa marca antes, en el tobillo de Anton, solo que a diferencia de la marca del chico, la de Nix estaba distorsionada y con una gruesa cicatriz atravesándola como si alguien hubiera intentado arrancarla de su piel.

Por un momento nadie habló. Key se mantuvo impasible mientras observaba la escena. Había visto marcas de brujo toda su vida, de todos tipos y tamaños, y en cualquier parte del cuerpo, la mayoría estaban registradas dentro de los documentos de la Agencia, pero existían unas pocas lo suficientemente extrañas para que nadie las conociera y los brujos tampoco compartieran su significado. Solo había visto una estrella de siete puntas una vez, y no había creído que cruzaría otra.

—Ni se te ocurra acercarte a mí o a mi hermana —la voz de Anton no tenía emoción alguna al momento de levantarse, su rostro pálido por el asombro, antes de coger a Pip de un brazo y arrastrarla consigo a pesar de las protestas de la niña. Al menos ella logró llevarse su plato de desayuno consigo.

—No tenías que hacerlo —dijo Key simplemente y le guiñó un ojo—. Lindo lunar.

—Es muy atrevido de tu parte opinar sobre mi marca de brujo.

—Lo dice el joven que me besó sin siquiera presentarse. ¿Saludas a todos de ese modo?

—Era una emergencia.

—Tú y yo tenemos conceptos muy distintos de qué hacer en una emergencia.

—Lo lamento si el beso te incomodó.

—Es ilegal que un brujo toque a un agente, tenlo en cuenta por si te cruzas a otro. Yo podré no darle mucho valor a ello, pero no apareciste precisamente en un momento para poner a prueba a otros.

—¿A qué te refieres con eso?

—Solo termina tu desayuno.

Le sonrió, esperando que eso le restara valor a su respuesta. Llevaba el suficiente tiempo conviviendo con Anton y Pip como para saber que al menos uno se habría quedado atrás para escuchar la conversación. No era como si ella les guardara secretos de lo que hacía, pero prefería no preocuparlos con la situación actual y lo que eso podría implicar para ellos de resultar lo peor.

Bebió el final de su té helado y terminó lo que había en su plato mientras consideraba cómo tratar el asunto. Nix era extraño, incluso para un recién llegado, o quizás ella estaba acostumbrada a lidiar con Seito y sus años de experiencia en el mundo humano. Necesitaba un corte de cabello, por empezar, y un baño, y un par de lentes a juzgar por cómo entrecerraba continuamente los ojos como si la luz lo molestara. ¿Su propio mundo no sería tan luminoso?

Key había escuchado todo tipo de historias: que la noche era eterna allí, que en realidad siempre estaba nublado, que los brujos eran tan reprimidos por su nuevo régimen que no se atrevían a salir de sus casas... Todas especulaciones de parte de otros agentes, no era como si ella alguna vez se hubiera molestado en pedirles a los administrativos o agentes migratorios mayor detalle.

Una vez que él terminó, se puso de pie y le indicó que la siguiera. Entendía la molestia de Anton, el chico debía tener sus motivos, pero Key nunca se sentía tan confiada como cuando cargaba su cuchillo consigo. En su experiencia, el peligro no estaba en los seres vivos, ellos eran dominables y predecibles. El peligro estaba en los sucesos imprevistos.

—Ahora que no te caes a pedazos, deberé hacerte algunas preguntas para certificar tu estado.

—Estoy entero.

—Es una forma de decir. Cierra la puerta por favor.

Odiaba la oficina de Nana a más no poder, el sitio siempre estaba lleno de polvo y sin una pizca de luz natural a diferencia del ático, pero no podía negar que adoraba la sensación de profesionalismo que le daba y necesitaba eso para lidiar con un brujo. Se sentía aprisionada, en un lugar demasiado chico lleno de estantes con libros que llegaban hasta el techo. Igual se mostró segura al momento de dejarse caer detrás del escritorio de Nana y mirar al brujo cerca de la puerta.

—Lo primero que debes saber es que Anton y Pip son invitados de honor en esta casa, quedas advertido que si les haces algo entonces no tendré piedad al momento de matarte —dijo ella con calma y cogió unos papeles del cajón donde los había dejado preparados esa mañana para armar su escenario—. Soy una agente muy bien entrenada y con una de las mejores notas en las pruebas de capacitación. Y necesito un poco de contexto aquí para considerarte un sujeto no peligroso, así que hay algunas preguntas estándares que debo hacerte. ¿Eres un patriota o un liberador?

—¿Disculpa?

—¿Estás del lado de tu actual gobierno o con la resistencia?

—Mi lealtad es hacia nadie.

—Entonces neutral —Key tomó nota de sus palabras—. ¿Valoras más la libertad, el ayudar a otro, o el mal ajeno?

—Libertad.

—Entonces estabas siendo perseguido, y valoraste más escapar que cumplir con la ley migratoria —Key suspiró antes de mirarlo—. Escucha, no voy a pretender que no lo sé, es evidente que algún procedimiento te saltaste. ¿Quién te atacó?

—No debería...

—Te seré letalmente honesta. Puedes responderme a mí, aquí, y podemos idear un modo de ayudarte. O puedes irte ahora mismo, ser atrapado por la Agencia, y me temo que ellos te sacarán la verdad de un modo menos bonito. Mi recomendación, es coge la primera opción, pero no tendré en esta casa alguien que no es honesto y no me demuestra que no es una amenaza. ¿Qué significa tu marca?

—Los brujos estamos divididos en castas.

—Lo sé, y la magia no reconoce la sangre y la herencia. La tuya es especialmente rara.

—Preferiría guardarme esa respuesta para mí.

—Entonces dime quién te perseguía.

—Un soldado.

—Suena coherente —Key bajó su mirada para anotar su respuesta—. Justificable incluso. Eso no cambia que te hayas saltado pasos, y desconoces las principales reglas. No durarás un día por tu cuenta así.

—Sé que no debo tocar a una reguladora.

—Ni siquiera durarás un día entre los tuyos. Tienes que llamarme ramy, si no quieres que te maltraten por complaciente a la Agencia.

—Sería mejor un nombre.

—Keira Sakura Feza. Key está bien. Y tú eres... Nix Showk por lo que dice aquí. Te pedirán que cambies tu nombre para presentarte entre humanos, te sugiero sea Nicholas para evitar inconvenientes. Te faltan documentos humanos. Idioma... cubierto, aunque te conseguiré algún diccionario de bolsillo abreviado para brujos así no quedas como un idiota al no saber qué es algo que en tu mundo no existe como un teléfono. Y necesitas una clase rápida de introducción a la tecnología. ¡Tanto que hacer! Esto es lo que pasa cuando no sigues los procedimientos. Insensato.

—No planeo interactuar con humanos.

—¿Y qué planeas? ¿Quedarte encerrado aquí? —él sacó un arrugado papel de un bolsillo y Key reconoció enseguida el anuncio que había comenzado a redactar hacía solo unos días.

—Tengo dinero. Puedo ayudar en las tareas de la casa. Sé cocinar y limpiar, y solo necesito un techo unos días hasta que pueda organizarme.

—Ese anuncio no estaba destinado para ti.

—Pero tienes una habitación para rentar, y yo soy un interesado.

—¿Cuáles son tus verdaderas intenciones en el mundo humano, Nix? Dijiste algo sobre joyas robadas y equilibrio roto.

—No creo que esos sean asuntos que conciernan a una reguladora.

—Bien, entonces iremos con las preguntas estándares de la Agencia. Tú lo pediste —Key suspiró al coger sus hojas—. ¿Vienes a Estados Unidos con la intención de cometer asesinato?

—No.

—¿Intención de ejercer prostitución en el territorio?

—No.

—¿Tráfico de drogas o personas?

—No.

—Tenemos para rato. La verdad no entiendo el fin de estas preguntas si nadie respondería que sí en caso de ser cierto, pero no te sientas mal que se le pregunta lo mismo a cualquiera que quiera una visa. Supongo que sirve para usarlo como prueba de falso testimonio ante la ley en caso que cometas alguno de estos crímenes.

—No tengo intención de cometer ningún crimen.

—Ni siquiera sabes qué se determina aquí por crimen para tu tipo.

—Entonces dime.

—Cuando la Agencia se formalizó siglos atrás para controlar la migración mágica y evitar que la Inquisición se repitiera, se acordó que habría seis leyes inquebrantables. Son simples, y mientras las respetes no deberías tener problema alguno. Primero, un brujo siempre debe hablar la verdad ante la Agencia. Un brujo tiene prohibido utilizar sus poderes para dañar o perjudicar de cualquier modo a un humano. Un brujo no puede realizar transacciones mágicas con un humano. Un brujo no debe revelar su verdadera naturaleza ante los humanos. Un brujo debe respetar la autoridad de la Agencia mientras se encuentre en este mundo. Un brujo no puede tocar a un agente. Rompe cualquiera de esos puntos, y le estarás dando a un agente derecho a atacarte.

—¿Y tú tienes reglas?

—No revelar la existencia de tu tipo. No hacer abuso de poder. No atacarte sin motivo... Lo típico de siempre.

—¿Y todos las respetan? —pregunto Nix y por un instante Key fue incapaz de mentir— Dijiste que era un momento sensible para tu tipo.

Sonaba justo. No era como si ella pudiera mentirle y decirle que todo estaba en orden, o él terminaría en problemas con la Agencia más temprano que tarde, y Key no pensaba hacerse cargo de otro error. En teoría, los asuntos de la Agencia concernían únicamente a la Agencia, pero su padre siempre le había dicho que los hombres guardaban en secreto sus debilidades y por eso luego resultaban fáciles de descubrir.

Lo había considerado como una opción, de todos modos deseaba interrogarlo al respecto, así que sacó del cajón las fotografías que cargaba siempre consigo. Se sentía estancada, el tiempo pasaba y tan solo estaba demostrándole a la Agencia que era tan inútil con ese caso como todos creían.

—Este es Derek Bower —dijo ella pasando una fotografía sobre el escritorio para que Nix la viera—. Se cree que hace unos meses tuvo un brote psicótico. Asesinó a varios agentes, incluyendo sus propios padres. Eso hizo que la Agencia se cuestionara sobre sus propios miembros, sobre todo aquellos que los fanáticos no clasifican como genéticamente estándares. Él era un gran defensor de los derechos de los brujos, también. Entonces ahora, personas como yo, estamos siendo cuestionadas como si nuestras diferencias fueran síntomas de una futura traición también, solo porque mi apariencia no es la promedio y prefiero métodos blandos para tratar contigo. No todos los agentes son como yo.

—¿Te atacó también? —Nix cogió la fotografía para observarla más de cerca y finalmente se sentó frente a ella—. Hablas de él como si lo hubiera hecho.

—No lo hago.

—Sí, tu tono de voz —él no levantó la mirada en ningún instante—. Si estaba interesado en la magia, entonces no me sorprendería si intentó hacerse con algo de tu cabello o alguna extremidad.

Inconscientemente, Key tocó el mechón de su cabello que resultaba más corto que el resto. No había querido deshacerse del largo, pero había sido necesario para ocultar lo evidente. Derek se había llevado mucho más que solo eso.

—¿Por qué lo crees?

—Te lo dije, aquellos besados por la luz como tú cargan la magia más poderosa. Se cree que sus restos son excelentes conductores. La magia no es algo con lo que naces, no se crea junto con el ser, sino que es algo que siempre existe y busca distintas vajillas donde alojarse porque no puede ejercerse por sí misma. Pueden ser seres vivos u objetos.

—O un mechón de cabello.

—No exactamente, usas eso para asegurarte de anclar bien la magia a un objeto.

—¿Has visto alguna vez a Derek Bower?

Nix sacudió su cabeza en respuesta, las anudadas puntas de su cabello golpeando la bronceada piel de su rostro. Key apenas podía retener su impulso de peinarlo con los dedos para emprolijarlo. Las palabras de su padre sobre cómo una imagen en orden y paz era necesaria para una mente en orden y paz no dejaban de repetirse en su cabeza. Él tenía un cabello tan oscuro como la tinta, demasiado despeinado, las largas puntas curvándose en desprolijos bucles, casi llegándole a los hombros.

—Tengo la teoría de que de algún modo logró cruzar a tu mundo —admitió Key—. ¿Es eso posible?

—Ya bastante he compartido contigo para lo que debería, y creo que ambos lo sabemos.

—Puedes confiar en mí. El único interés que tengo en la información que puedas proporcionarme, es para resolver este caso.

—No estás siendo del todo sincera conmigo. Ayer dijeron que no tenías autoridad.

—Se me escapó un sospechoso, así que la Agencia me castigó obligándome a tomar vacaciones.

—Y aquí estás, trabajando de todos modos.

—¿Preferías que te dejara a tu suerte para que los demás brujos te atacaran por hablar de más frente a mí?

—Aún me estoy acostumbrando a este nuevo mundo, y tengo algunos vacíos en mi memoria producto de lo vivido ayer. Espero entiendas mi desconfianza, y por qué no puedo responderte mucho más. Tan solo quiero un lugar seguro donde dormir.

—Puedo darte unos días de prueba. Si demuestras no ser una amenaza, entonces puedes quedarte. De todos modos, necesitaré el pago por adelantado. Tan solo, hay una última cosa —ella les pasó las infames fotografías restantes—. ¿Alguna posibilidad de que esto esté relacionado con magia?

Él tomó las instantáneas y le bastó una sola mirada antes de palidecer y soltarlas al instante. Se puso de pie abruptamente, cubriendo su boca con una mano, y salió corriendo de la oficina. Key las recuperó con desgana. Genial, un brujo sensible del estómago, jamás hubiera imaginado algo así.

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