Capítulo 29
Los puntos picaban.
Odiaba la medicina tradicional, Seito la había malacostumbrado a sus lociones milagrosas, pero Seito ya no estaba y Key sabía que su herida había sido lo suficientemente grave para necesitar una intervención quirúrgica. Los médicos le habían dicho que debería estar agradecida por no sufrir más que una buena pérdida de sangre, ningún órgano había resultado dañado ni ninguna secuela quedaría. Ella solo podía pensar en sacarse sus vendas para ver qué le habían hecho.
Suspiró al mirar la ventana desde su cama en la enfermería. La Agencia había escogido darle su propia habitación en vez de ponerla en la sala común con otros agentes que hubieran necesitado atención médica para que pudiera recuperarse en paz sin tener que enfrentar los hostigamientos que ese caso implicaba. Ella había atrapado a Derek Bower. No estaba de humor para enfrentar las acusaciones cruzadas que aquello tendría, para escuchar los gritos entre quienes la defendían como agente y quienes reclamaban que su lugar debería ser de otro.
La luz no era tan intensa fuera. Imaginó que sería un día nublado, noviembre ya estaba lo suficientemente avanzado y helado como para esperar alguna nevada. Era extraño, pensar que todo había comenzado con los últimos días de verano. Se sentía casi poético entonces que terminara a la primera nevada. Y deseaba tanto estar fuera, poder disfrutar de un día sin preocuparse por nada.
Estaba estancada en la enfermería, atada a una intravenosa con suero. ¿Cuántos días llevaba allí? ¿Dos? ¿Tres? Administrativos se habían acercado a tomar su declaración. Ella había preparado meticulosamente una coartada del momento en que se había despertado, pero ninguna pregunta problemática había sido hecha. Ni dónde había encontrado a Derek, ni por qué su casa incluía dos habitaciones de niños, ni siquiera qué había estado haciendo todo ese tiempo mientras había estado de licencia.
Key no había comprendido para nada qué había estado sucediendo, pero se había sentido aliviada al no tener que responder. Cuando un directivo había aparecido para felicitarla por un trabajo bien cumplido y dejado su insignia en la mesita junto a la cama, ella apenas había sido capaz de parpadear.
Ahora la piedra estaba en sus manos, y ella no podía dejar de darle vueltas. No era tan eficiente como todos creían, no con magia fuera de los cuatro elementos. No con magia antigua. Sus propias heridas eran muestra de que nada resultaba infalible. Tocó su aro, sintiendo el escozor de la piel.
Los médicos habían dicho que el fuego habría calentado el metal lo suficiente para quemarla, habían intentado quitárselo. Key había respondido que prefería ir por el riesgo de infección a perderlo. Su padre le había dicho que jamás lo removiera, y ella nunca lo había hecho desde que él había perforado su propia oreja al ponérselo. Había visto pelear a Wess, esa herida debería haber sido mortal y aun así el hielo apenas había rasgado su piel.
Superstición o suerte, no se arriesgaría a dudar de ella.
Se sentía frustrada, la impotencia sacando lo peor de ella. Quería saber lo que estaba sucediendo fuera de su habitación, y a la vez no podía salir ni sentía deseos de enfrentarse a otro juicio por su desempeño. Quizás solo estaban siendo amables con ella hasta que se recuperara, y luego vendría lo peor. Conocía el tipo de interrogatorio que le esperaba, y también lo que tendría que hacer para evitar mayores problemas.
—Adelante —respondió cuando alguien llamó a la puerta.
Había esperado más interrogadores, directivos, incluso a Nana, cualquiera menos a la persona que entró. Se quedó completamente sin palabras cuando Nix se acercó y le ofreció una taza de té. Eso no era posible. Miró la puerta cerrada, y luego al brujo sentado junto a su cama bebiendo de su propia taza. Aspiró el dulce aroma del té de rosas, sintiendo como incluso su cuerpo se calentaba antes del primer sorbo.
—Pip dijo que es tu favorito —comentó Nix tranquilamente bebiendo un poco—. Pero que solo lo tomabas, cuando habías hecho algo para merecerlo.
—Creo que esta ocasión lo vale —reconoció ella—. ¿Quiero saber cómo estás aquí?
—Tal vez tenía cosas que hacer —él sacó una tarjeta de visitante del bolsillo de su chaqueta para mostrarle—. Resulta que algunos humanos sí son sensatos para negociar, y comprenden que es en vano intentar prohibirle la estadía a alguien que puede cruzar de un mundo a otro a su antojo.
—O alguien es un buen mentiroso para hacerles creer eso —Key le sonrió sin poder evitarlo—. No conozco a nadie así por suerte. Cumpliste tu parte.
—Honro mis tratos.
—O no quieres que yo te chantajee.
—Siempre encuentro el modo de salirme con la mía, Keira Sakura Feza.
Quiso reír. Sí, por supuesto que Nix lo habría hecho. Lucía mucho más saludable de lo que recordaba alguna vez haberlo visto. El uso de magia, definitivamente. A pesar de todos sus posibles defectos, la Agencia siempre apostaría por el bienestar de todos. Con más o menos papeleo y restricciones según el país, su prioridad serían los refugiados.
—Te asignarán a un agente para que siga tu caso.
—Eso me han comentado. Están buscando.
—Su deber es chequearte de modo recurrente, para comprobar que te estás insertando bien en la comunidad y no andas rompiendo ninguna regla. Temo que yo me he quedado sin mi brujo asignado —ella apenas se contuvo de sonreír—. Estoy libre, cuando la Agencia te pregunte si tienes alguna preferencia. Normalmente te dejan escoger.
—Algo se me ocurrirá entonces. Tu abuela se está ocupando del papeleo por ti. Se señaló responsable de todo. Anton y Pip son menores así que no pueden obligarlos a declarar, y él se niega a que tengan algún contacto con la Agencia.
—¿Puedes culparlo por no confiar en nadie?
—Sigue siendo un idiota. No sé cuál será el plan de tu abuela con esto, pero al menos por unos días no deberías tener problemas con verte involucrada. Escuché que te devolvieron tu puesto.
—Todo esto comenzó porque dejé ir a Derek. La Agencia es dura, pero justa. Solucioné mi error. Demostré mi lealtad.
—Pensé que lo matarías —Key guardó silencio al escucharlo—. Tu estilete apenas rozó su corazón. Dicen que fallaste, pero te conozco.
—Quizás no soy tan buena como crees —ella apoyó su cabeza sobre una mano al mirarlo.
—Sigues siendo una pésima mentirosa, pero eres buena en dejar que los demás crean lo que te conviene.
—¿Has visto a Derek?
—Solo he venido a verte a ti.
Por un momento, ella se había olvidado por completo de donde estaba. La cama ajena y la aguja clavada en su brazo deberían habérselo recordado. Al igual que esa horrible camiseta blanca de hospital que llevaba puesta y solo la hacía lucir más enferma considerando su pálida piel.
—Estoy bien, solo odiando no tener nada que hacer.
—¿Recuperarte no es suficiente? —preguntó Nix.
—Nunca.
Ella tocó los vendajes debajo de su camiseta. Como una niña pequeña, deseaba rascarse, pero si quería salir de allí cuanto antes entonces debía portarse bien. Nix no le prestó atención a nada de eso, su mirada fija en sus pálidas piernas. Las cicatrices que habían dejado la mordida del lobo estaban visibles en su muslo, y los viejos puntos en su otra pierna. Él estaba mirando las más antiguas.
—Mi cuerpo quedó bastante roto tras el accidente, incluso más que ahora —admitió Key.
—¿Puedo?
Tardó unos segundos en comprender a lo que se refería, antes de asentir. Nix cerró los ojos y acercó su mano para poder tocar. Sus dedos fueron suaves al deslizarse desde la mitad de su muslo, hasta pasar la pantorrilla, siguiendo el trazo de suaves líneas que cubría casi media pierna. Había sido un buen tajo. Una pierna malherida, un brazo quebrado, contusión cerebral, sordera temporal, demasiados golpes en el pecho... Key era capaz de recitar todas las secuelas de su accidente, y a su vez nunca se sentía tan fuerte como cuando las recordaba, eran prueba de que había sobrevivido.
Cerró los ojos también, permitiéndose disfrutar por un efímero instante de su toque. No debería dejarle, menos dentro de la Agencia, pero tal vez le gustaba sentir su tacto. Era cálido y delicado, y de algún modo siempre le traía calma. Cuando abrió los ojos, él la estaba mirando de nuevo. Dejó con cuidado la taza sobre su mesa de noche, y se apoyó sobre sus rodillas para observarlo de regreso.
—¿Qué crees que sucederá ahora? —preguntó ella—. ¿Qué hará Ki...?
—Es mejor no nombrarlo —interrumpió Nix—. No le des más poder del que ya tiene.
—La Agencia debe saber.
—Sí, pero no es tu asunto.
—Mató a mi amiga. También a un brujo que era mi responsabilidad, y se llevó a Anisha. ¿Por qué?
—No te metas en política de brujos, los humanos solo encuentran muerte allí —él se puso de pie, inclinándose más cerca para poder ver mejor su expresión—. Pero eso ya lo sabes, tan solo te niegas a creerlo y prefieres tus bonitos recuerdos en su lugar.
—Entonces no me los quites.
—Sigues teniendo un corazón demasiado expuesto.
—Nada me hará cambiarlo.
—Lo sé. Es lo mejor.
Nix enterró una mano en su cabello y la acercó lo suficiente para poder besarla. Al menos por ese momento, Key sintió que su cuerpo estaba en perfecto estado de nuevo. Se olvidó de las vendas, los aburridos días, el silencio y la soledad. Ya no estaba encerrada, o en espera de un complicado papeleo para testificar su caso. Todo estaba mal, y a la vez todo se sentía bien.
Él se alejó igual de rápido, y ella tuvo que recordarse que continuaban dentro de la Agencia. Había creído que tal vez sería la gravedad de la situación, o el estrés por todo lo que había estado sucediendo, pero seguía disfrutando su compañía del mismo modo ahora que ya no había peligro. Ansiaba disfrutar más de su compañía, incluso cuando Nix se levantó para partir.
—¿Por qué me sigues devolviendo el beso? —preguntó él molesto.
—Ya te dije, tal vez porque me gustas.
—Las personas siempre quieren algo a cambio. Sabes de lo que soy capaz. Sea lo que sea que quieres, pídemelo de una vez y deja de jugar.
—Quizás solo te quiero a ti.
Desapareció enseguida al escucharla. Key suspiró y recuperó su té. Sonrió al ver el líquido rosa, él se había tomado la molestia de averiguar cuál sería su favorito. Quizás el sentimiento fuera mutuo.
***
Todo era demasiado brillante. Demasiado blanco. Abrió los ojos, preguntándose si así sería la muerte, solo para sentir un fuerte dolor en su pecho que lo convenció de lo contrario. La vida dolía, la muerte no. Los recuerdos de a poco comenzaban a acumularse en su cabeza. La fría noche, su cuerpo queriendo rendirse, el modo en que ambos se habían desplomado al llegar a la Agencia. Las fuertes voces, las acusaciones, la operación, la traumática experiencia de una médica quitándole el respirador artificial sin cuidado. Lo entendía, no estaba rodeado de amigos.
Su deplorable reflejo le devolvió la mirada desde el espejo frente a él. Sabía que era una mentira, del otro lado estaría el corredor y la gente podría verlo desde afuera. Era un traidor, después de todo. Su garganta ardía y su cuerpo dolía, su cabeza le rogaba por unas horas más de sueño, pero sentía que ya habían sido demasiados días de inconsciencia. Al menos unos minutos, deseaba estar despierto de nuevo.
Derek tosió sin poder contenerse. Todo su cuerpo gritó de dolor ante la convulsión. Quiso coger un vaso de agua, pero su mano estaba esposada a la camilla. Tenía lógica. Quemaduras de primer y segundo grado, cortes, puñaladas, mejor ni mencionar lo que debía quedar de su mano. No le era difícil imaginar su diagnóstico.
Un vaso apareció delante de su visión y lo cogió sin dudarlo. Bebió cortos tragos por el sorbete, el frío aliviando las lesiones en su interior. Miró a un lado solo para encontrar a Key sentada sobre un compartimiento en una esquina. Ella siempre se había comportado como un gato para él, buscando los lugares más inusuales para descansar y disfrutando de saltar de estos y hacer sus acrobacias de ser necesario.
La blanca camiseta del hospital no la favorecía, haciéndola lucir más como un fantasma que una persona real. La ropa clara no le favorecía. Pero ella estaba allí, y estaba viva. Podía ver las vendas en su pecho a través de la delgada tela, notar todas las demás heridas superficiales. Quiso alcanzarla, pero era incapaz de moverse. Estaba tan hermosa como siempre, luciendo tan en paz sin despegar los ojos del manga en sus manos.
—She's so cold —murmuró Key.
—¿Qué? —preguntó Derek con dificultad.
—Dijiste que nunca hubiera funcionado lo nuestro, porque no me gustan The Rolling Stones. Esa es la canción que mis padres estaban escuchando al momento del accidente, she's so cold —ella dejó su manga a un lado y le sonrió—. No me trae lindos recuerdos escucharlos.
—No lo sabía. Lo siento.
—Hay algo más.
—¿Qué?
—Derek, no creo que sea buena idea que intentemos salir después de todo.
Increíblemente, rió ante la pretendida seriedad en su voz, y Key no tardó en sumarse también. Esos tiempos en que ambos habían intentado ser más que amigos se sentían demasiado lejanos como para parecer reales. Luego de todo lo sucedido, había esperado cualquier reacción de su parte. Pero Key era Key, y le sonreía como si nada hubiera pasado.
—Tampoco lo creo. Gracias —susurró él, y los labios de ella se curvaron en esa amable sonrisa que siempre tenía para ofrecer.
—De nada. ¿Cómo te sientes?
—No con deseos de matarte.
—Eso está bien. El shock debió ser suficiente para sacarte de su efecto, o todos los medicamentos que te inyectaron mientras tanto. Ya no deberías escuchar voces.
—Lo siento.
—Sé que no fue tu culpa. No eras tú —respondió Key—. Lo siento, si casi tuve que matarte para salvarte.
—¿Estás bien? —preguntó Derek.
—Ciertamente mejor que tú. Te has metido en unos buenos problemas. Le he dicho a la Agencia la verdad sobre lo que te sucedió, pero no sé cuánto confían en mí.
—Y sigo siendo un peligro, si soy capaz de escuchar su voz. La gente no te creerá.
—Ya encontraremos alguna solución. Lo importante es que estás despierto. Llevo cuatro días viniendo esperando este momento.
—¿Por qué?
—¡Porque eres mi amigo!
Ella lució casi ofendida ante esa pregunta, salvo que Key no se molestaba por nada. Derek no pudo evitar reír de nuevo a pesar del dolor. Había temido lo peor al despertar, pero se sentía demasiado bien encontrar un rostro amigo. Tal vez el único que le quedaba. Ella era lo único que tenía.
—Eres una tonta, no tendrías que haberte involucrado en esto —dijo él.
—Soy la única que hubiera intentado salvarte.
—Te hice mucho daño.
—Me darán el alta esta semana, tú eres el que tiene para al menos un mes aquí. Luego un juicio, y luego...
—Prisión.
—Deberías ser un poco más optimista —respondió Key—. Testificaré a tu favor, pero temo que quizás no esté en ese momento.
—¿Por qué?
—Me he metido en unos buenos problemas por esto. Ahora puede estar todo bien, pero aprecio mi vida y la privacidad de mi familia, y la Agencia no la respetará del todo. No quiero más inconvenientes. Haría cualquier cosa por protegerlos. Nana habla de kaeru, aunque prefiero el término iku.
El japonés era un idioma extremadamente interesante. Para quien no lo conocía, podía parecer demasiado complicado, pero Key había sonreído los primeros años al decirle que eso era solo una fachada. No existían el singular o plural, tampoco el femenino y masculino, el verbo se conjugaba del mismo modo para todas las personas, y demás cosas que en realidad convertían el idioma en algo sencillo a primera vista. Lo complicado estaba en el valor que le daban a sus palabras, y comprender que mientras podían parecer lo mismo, había mucho más detrás.
Había pasado el suficiente tiempo a su lado, acompañado a Key las suficientes tardes de estudio, como para comprender lo básico. Kaeru podía significar para Nana regresar a casa, pero Key no lo veía así cuando su hogar era Washington. Cerró los ojos un instante al entender que el dolor que sentía no era físico. Ella no tuvo que decirle la verdad, él la comprendió con esas simples palabras.
—¿Cuándo? —preguntó.
—No lo sé —admitió Key—. Ya presenté mi solicitud, y no deberían tardar en aprobarla. Quizás cuando me den el alta. No quiero más problemas.
—Te voy a extrañar. Eres lo único que me queda. Y lo que me obligó a pensar de ti y hacerte...
—Los monstruos son reales, tan solo nos equivocamos al creer poder reconocerlos —respondió ella evitando mirarlo—. Todos lo hacemos. Tiene sentido, creemos que el mal está en la oscuridad, porque confiamos ciegamente en la luz. Nunca debí haber dudado de ti.
—Lo siento.
—Vine aquí porque estoy aburrida y deseaba pasar el rato con mi amigo. Si sigues repitiendo eso, me iré. Tuviste varias oportunidades para matarme, si en realidad lo hubieras querido. Y sé que también te hirió. ¿Recuerdas algo?
—Se siente con si hubiera sido un sueño, como cuando crees saber lo que sucedió y a la vez no. No quería que él supiera de ti. Las cosas que me hizo hacer... no tú también. No estuvo nada contento cuando lo descubrió.
Por un momento que pareció eterno, ninguno dijo palabra alguna. Derek no necesitaba pensar mucho, para saber que a esta altura Key ya habría revisado su diagnóstico y memorizado todas sus heridas. Ella debió conectar los puntos por su cuenta y prefirió guardar silencio. Era mejor así. Él tampoco deseaba recordar el castigo que había sufrido por ello.
—Pagará por su ofensa —murmuró Key sin mirarlo.
—¿Cuándo la Agencia castigó a un brujo que regresó a su mundo?
—No deberías cuestionar aquello.
—No hicieron nada por tus padres —ella guardó silencio al oírlo—. Key, no fue un accidente. Fueron asesinados, y tú mataste a los brujos responsables esa misma noche. Cinco brujos. ¿Cuántos años tenías?
—Fue un accidente de tránsito. Algo se atravesó en la carretera, y luego la Agencia me encontró —Key cerró sus ojos, sonriendo a pesar de sus palabras—. Es mejor recordarlos de ese modo. Ellos felices en el asiento de adelante, mamá cantando de un modo desafinado en el volante, papá riendo y sin preocuparse por el trabajo. Él solía decirme que no debía temer a la muerte, porque un alma jamás moría en realidad, que si debía temerle a algo, fuera a que mi corazón se envenenara con cosas como el rencor y la venganza, porque eso sí mataría mi espíritu. Es mejor tener recuerdos felices.
Entonces ella lo sabía. Tenía sentido. La miró sin terminar de creerlo, pero los ojos de Key brillaron con su habitual felicidad al devolverle la mirada y la sonrisa volvió a destellar en su rostro. Los años podrían pasar, y esa joven jamás dejaría de sorprenderlo. Tenía razón, él ni siquiera quería imaginar lo que sucedería si comenzaba a pensar en vengarse.
—Eres increíble —susurró.
—No dirías lo mismo de saber lo que han sido estos meses para mí. Extrañé nuestros patrullajes —dijo Key.
—Extraño nuestras noches de bares. Reír y bailar hasta que había sido suficiente alcohol.
—Puedo solucionar eso rápido —ella cogió su móvil para poner música.
—Deberías cambiarlo.
—Cuando vuelva a cobrar.
—Si dices que lo rompiste en labor, te darán uno nuevo en cuestión de horas. Puedo pasarte los datos.
—Lo tendré en cuenta —Key escogió una canción al azar para que sonara—. Falta la risa. ¿Te he contado la broma del agente atrasado?
—No —respondió Derek sonriendo.
***
Había sido una idea estúpida. Se había sentido como un idiota al ir a un mercado humano y olfatear cada caja de té hasta encontrar el de rosas. Jamás debió haberle preguntado a Pip al respecto, porque ahora la niña nunca más se lo dejaría olvidar.
Tampoco era como si la hubiera visto mucho esa semana, no lo suficiente para devolverle sus cartas. Anton no permitía que se acercara a su hermana, demasiado protector ahora que él había confirmado su sospecha sobre su identidad. Kira había creído ganar al romper su trato, Nix tan solo le había dado la mitad de su información para que su plan resultara.
De pie frente a la habitación de Derek Bower, solo pudo pensar en que al fin tenía algo de valor con lo cual negociar. Y luego, no fue capaz de pensar en absoluto. Había ido a buscar a Key para decirle. ¿Qué? No sabía. De Anton y su hermana, del verdadero plan de Kira, de su trato con la Agencia. Cualquier excusa hubiera sido válida. Pero ella no había estado en su habitación, y una enfermera le había respondido que de seguro estaría con Derek.
Debió haberlo sospechado. Cada vez que se había pasado por su habitación para intentar aclarar qué sucedía entre ambos, ella no había estado. Debió haber sabido que habría regresado con el otro agente a la primera oportunidad. Fuera, podía ver todo desde el corredor, porque se suponía que él no podía estar sin vigilancia. Si se concentraba, podía escuchar incluso la risa de Key al otro lado, sentir el ritmo de la música al cual ella estaba dando pequeños saltitos al bailar mientras charlaba con Derek.
Nunca antes la había visto tan feliz. Cerraba los ojos cuando reía, lágrimas brillando en sus blancas pestañas. Sacudía su cabello al bailar, sus delicadas manos en alto cerradas en puños. Recordaba lo que era bailar con ella, y que su risa fuera una parte más de la música.
Algo dentro de su pecho dolió. Sostuvo una mano sobre su corazón solo para comprobar que su latido era normal. ¿Entonces por qué la punzada? Eso no estaba bien, y no pudo evitar temer lo peor al comprender el motivo. La diosa era cruel si aquella era su jugada, si lo había sido desde el principio.
—¿Nix Showk? —preguntó un funcionario deteniéndose cerca de él.
Su interrupción fue un alivio. Nix asintió. Considerando que era el único sin lucir como un paciente o llevar una bata blanca, debió ser sencillo de reconocer. El hombre lo miró, y luego al archivo en sus manos, antes de indicarle que lo siguiera. Los humanos no habían sido tan terribles.
Una vez en su oficina, se sentó frente al escritorio mientras el hombre acomodaba sus papeles. A diferencia de Key, parecía no tener problema en llevar puestos sus lentes. Los humanos eran demasiado burocráticos. Dudaba que fueran conscientes de cuan imposibles resultaban en Ashdown los requisitos que pedían para autorizar un cruce. La mayoría de los brujos no tenían los medios para aprender una lengua humana, menos tenían una mísera moneda que intentar ahorrar para pagar el trámite. Estaba seguro que casi toda la comunidad actual en Washington debía estar formada por brujos que habían logrado pasar años atrás, cuando la guerra había estallado y el proceso no había estado regulado.
Había gastado casi todos sus ahorros y vendido un hechizo solo para conseguir un permiso falso, la diosa lo había empujado a hacerlo lunas atrás cuando ni siquiera había imaginado que algo de todo eso sucedería. Sabía que jamás hubiera logrado pasar de un modo legal, y nunca había considerado el cruzar de un modo ilegal al conocer el costo.
—Los exámenes clínicos dieron bien, los psicológicos podrían haber sido peor. La agente Feza dio su visto bueno para tu inserción en la sociedad. Tu historial... —el funcionario suspiró pesadamente al mencionarlo—. Bueno, no se puede hacer nada al respecto.
—Tenía entendido que la Agencia no puede juzgar crímenes no cometidos en suelo humano.
—No lo hace, pero eso no implica negarle el cruce a posibles criminales que podrían ser un peligro para la sociedad. Para tu suerte, no se probó ningún asesinato cometido por tu parte y los humanos preferimos el beneficio de la duda. Una agente respaldó tu buena fe, una en cuyo juicio confiamos a pesar de sus posibles defectos. Normalmente con esos items tienes el cruce garantizado, no abuses de nuestra bienvenida —él deslizó un sobre en su dirección—. Pasaporte, cédula de identidad, visa de inmigrante, una lista de posibles empleos que sugerimos, y una carta de referencia para facilitar tu contratación por parte de otros brujos. Entendemos que dado tu tipo de magia eso podría resultar difícil.
—La comunidad mágica no tiene por qué saber mi naturaleza, o que la Agencia me ha autorizado —respondió Nix cogiendo sus cosas.
—Confiamos en tu discreción, para el provecho de ambas partes. Cumple con las leyes de la Agencia, y no deberíamos vernos más que para trámites formales de seguimiento de tu estadía. Estamos aquí para facilitar tu vida. No dañes humanos.
—De todos modos no son una buena fuente de magia.
—Certificado de cambio de identidad —el hombre deslizó otro documento junto con un bolígrafo—. Firmas, y para el mundo humano será oficial el nombre que has elegido, distinto al que te han dado. Formarás parte también del programa de protección de testigos. Nadie sabrá quien fuiste antes, ni habrá documentación que te vincule a ese nombre. Si te sientes amenazado, la Agencia está obligada a darte asilo en sus instalaciones y asegurar tu bienestar por fuera del proceso ordinario.
Nix cogió el bolígrafo con dificultad. Los humanos hacían todo tan complicado con su papeleo. El hombre señaló con impaciencia la línea al final del papel, y él dudó un instante antes de dibujar el símbolo que la diosa le había mostrado noches atrás. El trazo fue inestable por la falta de experiencia, el funcionario no dijo nada ante el kanji.
—Y aquí, donde te comprometes a no utilizar tu magia para abrir cruces ilegales —él empujó otro papel en su dirección para que lo firmara—. En caso que incumplas esta, o alguna de las otras restricciones que implica tu caso, la Agencia se guarda el derecho a retenerte en confinamiento el tiempo que considere necesario.
—Podría ser peor —él devolvió ambos documentos firmados—. ¿Y mis requerimientos?
—Dos permisos para un cruce legal autorizado y certificado por la Agencia —el funcionario mostró dos sobres verdes—. Serán enviados mañana a primera hora, si cumples con tu parte.
—Ya he dicho todo lo que tenía para decir.
—Seguimos sin comprender el interés de Dies, en secuestrar a una niña que dices es una heredera al trono de tu mundo.
Kira se estaría retorciendo en desprecio de saber que los humanos se habían atrevido a darle otro nombre para poder referirse a él sin riesgo, tal vez por eso Nix había sonreído y no había intentado averiguar el significado detrás. Todos los nombres tenían un significado, nada parecía dejado al azar por la Agencia.
Y él había hablado, sobre la información de un heredero vivo vendida a cambio de la voluntad de su hermana, del plan original de Kira de obtener a la niña mediante el agente corrompido, de cómo él había desestabilizado su plan al cruzar, y cómo Kira había perdido la paciencia al no poder atraparlo y había decidido actuar por su cuenta. Precipitado, tal como había esperado de su parte. Lo suficiente, para dejar a un agente migratorio con un intento de suicidio frustrado por sus camaradas que delatara cómo había logrado cruzar. El hombre seguía medicado para que el efecto no persistiera, a pesar que seguía internado por su inestabilidad.
En su mente, nunca había sido su plan interferir. Ronan le había pedido que creara un héroe, y él tan solo le había hecho llegar su mensaje a Key. Kira siempre había preferido mantenerlo cerca al considerarlo una amenaza, Nix el único inmune a su poder porque así la diosa lo había dictado para mantener el equilibrio. Y cuando él se había alejado sin intenciones de regresar, Kira había preferido eliminar esa amenaza a arriesgarse a una respuesta. Si lo hubiera dejado en paz, Nix ni siquiera hubiera considerado recurrir a la Agencia, pero el maldito se merecía que los humanos lo molestaran luego de todos los inconvenientes que le había causado.
—Legitimidad —respondió simplemente—. Se ve a sí mismo como un salvador del pueblo, pero los brujos le temen. De este modo, queda como el héroe que encontró a la princesa perdida, y si ella lo apoya, podrá tomar el poder de un modo legitimo. Quiere ser rey, ahora tiene un princesa que desposar. El pueblo lo apoyará también.
—Un pueblo sin libertad, dominado por un psicópata que representa una amenaza para los humanos.
—Son libres de intervenir.
Lo harían, podía notarlo por el pulso acelerado del funcionario y el ritmo de su respiración. Buscarían el modo de protegerse al considerarlo una amenaza, no porque se sintieran bondadosos con Ashdown. Pero parecía un asunto demasiado serio, como para solo tratarse en las altas esferas de poder de la Agencia. Mejor si Key quedaba fuera de ello, y si Nana perdía cualquier poder sobre él al haberse entregado por su cuenta.
—¿Y puedes afirmar, sabiendo que es una de las leyes inquebrantables de la Agencia que no nos mientas, que esta chica es la única heredera legítima que existe en este momento? —preguntó el hombre.
No. La diosa había sido honesto con él hacía años. Seis herederos, solo cinco cuerpos, y dos habían sido en realidad niños sirvientes. Supuso que el pendejo de Anton en serio era capaz de cualquier atrocidad con tal de proteger a su hermana. A Nix nunca le habían interesado las historias de supuestos supervivientes y herederos regresando a reclamar el trono para restablecer la paz, pero al menos una verdad había habido allí, el hecho de que siguieran vivos. Y al momento de venderle la información a Kira, le había dado el nombre menos valioso.
No había pensado que importaría, tampoco que la diosa pondría en su camino al verdadero. Aquellos besados por la luz siempre habían estado de un modo u otro entrelazados con la realeza, incluso si eran humanos. Esa era una verdad innegable. Y ahora, si alguna vez Kira volvía a molestarlo o se sentía con ánimos de arruinar su bonito plan, tenía la información para hacerlo.
—Es la única —respondió.
—La Agencia se reserva el derecho para citarte a interrogatorios sobre este caso y solicitar tu consejo de ser necesario —declaró el funcionario—. Siguiendo con tu caso, se te asignará un agente. Entiendo a esta altura ya deberías estar familiarizado con su función, tu magia en específico requerirá que el agente te chequee diariamente para comprobar que cumples con tu parte del acuerdo. Más allá de eso puedes considerarlo tu consejero y guía en el mundo humano, y a quien acudir en caso de necesidad. Contrariamente a lo que los brujos suelen creen, el juramento de un regulador de asuntos mágicos implica ponerse al servicio de la comunidad mágica para asistirla en lo que necesite. Nuestros agentes son evaluados por edad y capacidades, y dependiendo el rango, pueden asistir de un brujo a dos docenas. Considerando tu caso, recomendamos sea un agente joven, que se ocupe únicamente de ti, y la similitud de edad te resulte cómoda y adecuada para tus necesidades.
El funcionario abrió un cajón de su escritorio y dejó delante de él varias carpetas, cada una indicando el nombre acompañado de una fotografía de un agente, su interior seguro conteniendo toda la información que podría llegar a interesarle. Notó enseguida la imagen de la joven de cabello blanco, su semblante serio ante la cámara. Key había tenido dos brujos a cargo, y ambos ya no estaban.
—Estos son los candidatos que actualmente tenemos disponibles. Como mencioné, recomendamos sea joven, pero eres libre de examinar todas las opciones. Cada uno es un especialista en un campo distinto. Pelea y defensa, conocimientos humanos, conocimientos mágicos, enseñanza. Hay un perfil completo de ellos a tu disposición, tanto resultados de entrenamiento, como sus personalidades detalladas. En caso de que tengas una petición en particular por el tipo de agente que deseas, solo tienes que hacérnosla saber.
—De hecho, la tengo —mencionó él mirando el expediente de Key.
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