Capítulo 28
No le sorprendió que Nana hubiera organizado que le avisaran apenas algún intruso se metiera al santuario que resultaba el pliegue del Mall. Lo que sí le sorprendió, fue no llegar más allá de la plaza principal. Tampoco esperó encontrar ya un cuerpo allí. Su corazón se encogió con culpa al considerar que, de haber llegado antes... No. No había tiempo para distracciones. Luego podría culparse por lo que no había logrado salvar.
Había intentado todo el camino convencer a Nana de quedarse detrás, pero como era usual, ella no la había escuchado. Siempre estaba presente para evaluar sus enfrentamientos. Y sin Nana en su casa, nadie había detenido a Anton de seguirlos, y en su defecto Pip. Key solo podía pensar en que no los deseaba cerca del peligro, y a la vez, ya los había dejado solos y eso no había terminado para nada bien.
Cogió su estilete y se adelantó, al menos podría estar segura que tendría un ojo sobre ellos y no dejaría que ningún mal les volviera a ocurrir. Reconoció a la bruja a un lado, observando con desagrado cómo Derek saqueaba el cuerpo del brujo seguramente en busca de algo que pudiera servir para sus oscuros fines. Su corazón se mantuvo estable ante la visión.
Sintió el frío en su sangre, su cuerpo preparándose para lo inevitable. Intentó ver el parecido entre Nix y su hermana, aunque lo cierto era que no había alguno, quizás tan solo compartieran madre. Tal vez su delgadez, aunque supuso que si habían convivido, ambos habrían sufrido la misma escasez de comida, excepto que Wess no lucía tan mal como Nix cuando lo había encontrado. ¿Él habría sido del tipo que cedería su comida a ella? ¿O ella del tipo que la acapararía sin pensar en el resto?
Nix pasó a su lado sin decir nada. Key siseó al sentir el ardor en su pierna y tocó su piel solo para encontrar sangre. Un corte superficial, pero lo suficiente para haberle sacado unas buenas gotas. Miró a Nix adelantándose para enfrentar a la bruja, la garra de metal en su mano. Por supuesto. Sin importar la situación, la sangre siempre sería sangre para él. ¿Y no le había pedido que si debía tomarla de alguien, fuera ella?
De niña, Key había llegado a desear un hermano, alguien que fuera su cómplice por toda su vida y que siempre estuviera allí para ella, alguien que de algún modo sabía jamás perdería. Sus padres le habían dicho que deseaban lo mismo, y que tan solo fuera paciente. Ella no se había atrevido a averiguar si su madre había estado embarazada al momento del accidente. Había visto la relación de Pip y Anton demostrar que lo que había imaginado era posible, pero Wess y Nix no podrían parecer más extraños entre ellos.
Ni siquiera se saludaron. Wess lanzó varias de sus dagas de hielo apenas lo vio, y él las hizo estrellarse contra el muro más cercano con un simple movimiento de mano. Aquellas que lo alcanzaron, se desintegraron enseguida al tocar su chaqueta. Sin daño alguno. Nix saltó sobre un edificio, alterando la gravedad para que el muro fuera su nuevo suelo mientras corría para evadir los ataques de Wess. Menos de un minuto, y ambos ya estaban peleando como si ansiaran matarse. Hielo y gravedad, agua y oscuridad. Nunca antes había visto algo así, y hubiera sido una impresionante demostración de poder presenciar, pero tenía sus propios asuntos de los cuales ocuparse.
—¡Derek! —gritó acortando la distancia hasta él—. Lo siento, pero tengo que detenerte por traición a la Agencia, aun si no es tu culpa.
—Tú eres la traidora —él se enderezó lentamente, sus frenéticos ojos mirando su estilete—. Una familia de traidores.
No lo escuchó. Solo pudo fijarse en la solitaria lágrima deslizándose por su mejilla. Él la conocía mejor que nadie, tal vez incluso mejor que Gia. Habían patrullado demasiadas veces juntos, entrenado, peleado, y Derek sabía lo que sus palabras en realidad significaban. Seguía siendo su amigo, y a la vez no.
No quería tener que enfrentarlo, pero no le quedaba opción, y no era tan ingenua de creer que podría salvarlo de otro modo. Ya dos veces había intentado razonar con él sin resultado alguno. Si aquello fuera una historia, ese sería el momento en donde ella encontraría alguna alternativa para romper el encanto y un humano vencería a la magia, pero no lo era, y Key solo pudo pedirle perdón por lo que debía hacer.
Derek hizo el primer movimiento. Key saltó a un lado para evitar que el líquido brillante la alcanzara. No correría ningún tipo de riesgo, no con él. Podía escuchar los sonidos de Nix y Wess peleando, era consciente de la presencia de Nana al otro lado de la plaza con Pip y Anton detrás, los habitantes del pliegue debían haberse resguardado en sus hogares. Ignoró todo aquello. Aisló cualquier distracción, más allá de Derek y los dos metros que los separaban.
Él tenía un cuchillo en su mano izquierda y una cantimplora abierta en el manojo de vendas sucias que era la otra. Key se agachó para evitar un ataque, el arma cortando sobre su cabeza, y respondió con su propio estilete. Fue rápida al aprovechar la cercanía para ir por su codo, un simple corte que debería haber bastado para desarmarlo, pero el filo no cortó más que la tela de su camiseta antes de encontrarse con las gruesas vendas protegiéndole.
El codo de Derek golpeó con fuerza su nariz. Ella gimió de dolor, tropezando con sus pies al retroceder y cayendo al suelo. Rodó justo a tiempo para evitar una patada y se puso de pie de un salto. Podía sentir ya la sangre manchando su rostro. Él la conocía. Sus movimientos, sus tácticas, sus ataques. Key evadió su próximo intento con la misma facilidad con la que Derek evadió su respuesta.
Por supuesto que él se habría preparado para enfrentarla y previsto todos los lugares dónde podría intentar dañarlo. Inspiró profundamente para mantener su mente centrada, no sería sencillo. ¿Alguna vez lo había sido con él? Incluso en sus entrenamientos, Derek había probado superarla en astucia. Ella tampoco amaba la perspectiva de hacerlo sangrar, pero debía salvarlo.
Levantó su estilete para bloquear un ataque y dio una vuelta solo para encontrarse con el cuchillo de Derek cuando intentó por otro flanco. Siseó al retroceder para evitar el líquido brillante. Su nariz ardía por el inusual aroma. Lo había sentido en otra parte, sabía que era uno que debería reconocer. Algo no estaba bien.
Bloqueó otro ataque y retrocedió de un salto al comprenderlo. Derek la conocía mejor que eso, como para atacarla con tan solo un cuchillo en su mano menos hábil. Era una trampa, tenía que serlo. Algo estaba faltando, y ella solo podía pensar en que la noche no le dejaba ver del todo con claridad. Habría sido su idea.
Él agitó su cantimplora en alto, ella tuvo que saltar hacia atrás, aterrizando sobre sus manos e impulsándose para dar otra vuelta, con tal de retroceder lo suficiente para no mancharse. Sus pies golpearon suelo. Se enderezó y gritó al sentir el intenso dolor en sus costillas.
Se dobló sobre sí misma, apenas controlándose para no caer. Sintió su pulso acelerarse por el pánico. Sabía lo que había pasado, podía sentir el frío colándose dentro de su cuerpo. Tanteó la herida solo para encontrar sangre y hielo, los tres cortes lo suficientemente profundos para comenzar a contar.
Su madre siempre le había dicho que era importante conocer su cuerpo, pero era más importante conocer la resistencia de este estando herido. También le había dicho, si resultaba apuñalada, de jamás retirar el arma o se desangraría. Si retiraba los pedazos de hielo ahora, tan solo estaría acortando su tiempo. Nix había mencionado que era mejor dejar al hielo derretirse. ¿Cuánto podría tardar eso? Necesitaba calmarse o sería peor. Levantó su estilete lista para defenderse del próximo ataque de Derek. Necesitaba algo para encontrar de nuevo su paz mental, y tan solo conocía una cosa.
—¡Nix!
***
Era peor de lo que había imaginado. Nix no recordaba que su hermana hubiera peleado alguna vez, pero había escuchado las historias de parte de Ronan, y sabía que ella se había entrenado duro para sobrevivir en medio de la guerra civil. Su hermano le había dicho que Wess había perdido su corazón en ese momento también, al creer que cualquier pelea era en vano y nada cambiaría. Nix estaba seguro que ella había preferido quedarse en casa a arriesgarse a arruinar alguno de sus vestidos.
Lo cierto era, Wess no le estaba dando respiro alguno. No podía dejar de moverse para evitar sus estalactitas. No podía concentrarse en un punto fijo para responder, porque ella tampoco estaba quieta en un intento por lograr un mejor ángulo para atacarlo. No conseguiría nada, si no podía acercarse lo suficiente a ella para coger su sangre.
Escuchó y reconoció el grito enseguida. Se detuvo solo para constatar lo que ya sabía. Key estaba encorvada en medio de la plaza, sosteniendo una mano sobre sus costillas mientras la sangre se filtraba entre sus dedos. El antiguo agente la había hecho retroceder lo suficiente para que terminara cerca del alcance de Wess, y ella no había tenido ningún problema en apuntar contra dos objetivos a la vez.
Levantó un brazo para protegerse del siguiente ataque de su hermana. Esa chaqueta había aguantado peores cosas sin que el encanto se rompiera, nada podía dañarla. Key lo llamó, y él solo pudo responder, saltando de regreso al suelo de la plaza y deslizándose para evitar más proyectiles. Chica tonta, la necesitaba viva. Todavía no le había dicho por qué lo había besado. ¿Cómo había sido tan estúpida para dejarse herir?
Se enderezó y giró para enfrentar a Wess. Podía sentir a Key a sus espaldas, respirando agitadamente y luchando por permanecer de pie. El perfume de la muerte todavía no estaba presente. ¿Cuánto más podría tardar en aparecer? ¿Qué tan grave era su herida? Quería poder tocarla para saber, y a la vez no podía bajar la guardia con Wess. Si Key lo había llamado por ayuda, no había modo que él...
—Tu nariz es mejor que la mía —murmuró Key con dificultad—. ¿Qué hueles?
—Akathen. Aceite para lámpara —ella suspiró como si hubiera confirmado su sospecha.
—Ilegal por su alto riesgo inflamable. Unas gotas, y tienes un intenso incendio imposible de apagar... —pudo sentirla sonreír a sus espaldas—. Suerte que no me alcanzó.
La empujó al suelo para evitar una ráfaga de cristales de hielo. Key gimió al caer debajo de él, Nix solo pudo quedarse quieto al tocar su herida y sentir qué tan profundo habían rasgado su piel. Ella lo miró, sus ojos brillaron con el contenido peligro que él había supuesto. Justo como la electricidad en el aire antes del impacto de un rayo, o el aroma de la pólvora antes de un disparo.
Key lo empujó a un lado, levantando su estilete a tiempo para interceptar el cuchillo que el antiguo agente había lanzado hacia ellos. El arma regresó a la mano de Derek. Entonces el humano había recargado su amuleto... Sin importarle su herida, Key se puso de pie de un hábil salto y corrió en su dirección para enfrentarlo. Fue cuestión de una certera patada para quitarle su recipiente de Akathen.
Nix se levantó. Tenía una hermana de la cual ocuparse, y debía mantenerla alejada de los otros dos cuanto fuera posible. Miró la sangre en su mano y cerró los ojos al lamerla, el dolor tan fresco como para poder saborearlo. Su magia vibró con mayor inquietud en sus venas, ansiando ser utilizada. Un solo barrido de su mano, y Wess voló al otro lado de la plaza.
—¿Tan poco interés tienes en vengar a Ronan, hermana, que te atreves a no darme tu absoluta atención? —preguntó acercándose.
—La vas a matar de todos modos —Wess se puso de pie con dificultad tras el fuerte golpe—. Apuñalaste a Ronan en el corazón, harás lo mismo con tu nuevo juguete. ¿Qué mentira le has contado para tener a la reguladora de tu lado?
—Que fue un accidente.
—Yo cargué el cuerpo de regreso a casa y lo enterré con mis propias manos. Sola. Nadie más que yo estuvo para despedirse. Eso no fue un accidente.
—Puñal, pistola. ¿Cuál es la diferencia para un ciego? —él no pudo evitar sonreír.
—¿Para un mentiroso? Ninguna. Ni siquiera te arrepientes.
Era consciente de Key peleando metros detrás, evitando cuchillo tras cuchillo solo para que este volviera a la mano de su dueño y fuera lanzado de nuevo. Era rápida, pero no duraría mucho más al ritmo que estaba perdiendo sangre. Era algo que tenía que aprovechar.
Se agachó y dibujó un rápido símbolo en el suelo. Wess lo atacó de nuevo, fue sencillo evitar su hielo antes de moverse para seguir dibujando. La diosa le había mostrado el hechizo la noche anterior, y tenía suficiente sangre de Key encima como para comenzar a hacerlo.
***
Resultaba algo extraño de presenciar. Anton estaba acostumbrado a ver las vendas y cicatrices que el trabajo de Key implicaba, no lo que las había causado. Pero era rápida. La magia sabía que esa chica era rápida, y tan aferrada a la vida como nunca había visto. Nana le había contado que siendo solo una niña, ella había matado a sangre fría a cinco brujos en medio de un ataque de ira. Salvo que la ira de Key no era intensa como el fuego, sino que tan helada como la misma muerte.
Él no le había creído, Nana era propensa a inventar historias y Key en ningún momento había parecido capaz de semejante atrocidad, él había visto brujos pelear y sabía que ningún humano podría hacerles frente. Pero la Key que estaba viendo ahora, no era una que él alguna vez hubiera conocido, y parecía capaz de resultar una amenaza.
El shiffer tampoco se quedaba atrás. No dejaba de evadir ataques, escribiendo símbolo tras símbolo en el suelo mientras rodeaba a la bruja sin que ella lo notara. Su magia picaba con la necesidad de acercarse a ver, magia llamando a magia, pero Anton se mantuvo detrás de Nana junto con Pip.
En algunas ocasiones, Nix se acercaría lo suficiente a donde estaba Key, solo para recoger más de su sangre del suelo y continuar con su trabajo. Era casi como estar viendo algún extraño tipo de baile, ambos demasiado acostumbrados a la batalla. Él había crecido peleando para poder vivir, y ella había peleado toda su vida al no tener nada más. No podrían resultar más opuestos, como el día y la noche, él prefiriendo el engaño y las evasivas mientras que Key enfrentaba con honestidad, y aun así de algún modo se movían en sincronía.
Key lo notó también. Cuando estuvieron cerca de nuevo, ella pasó corriendo al lado de Nix. Por un instante, pareció como si estuviera huyendo de un ataque de Derek, pero entonces se deslizó por el suelo a una increíble velocidad hasta alcanzar a la bruja. Su estilete cortó sus tacones sin dificultad. Si no podía dañar su piel a causa de su magia, entonces podría desestabilizarla de otro modo.
Al mismo tiempo, Nix se dio vuelta para enfrentar a Derek. Cerró los ojos, ignorando cualquier distracción y confiando en que Key se ocuparía de Wess por un momento. Fue capaz de sentir la verdadera presencia frente a él, tan fría y lejana como para reconocerla. Y en la absoluta oscuridad, se sintió como estar enfrentándose a otra persona en realidad. Una que conocía demasiado bien.
—Teníamos un trato, Kira —murmuró solo para él—. Y has roto tu parte.
El humano no era el trabajo más prolijo de su oponente, pero Kira nunca había sido así y Nix siempre había resultado el aplicado de ambos. Supuso que el antiguo agente solo habría sido alguien demasiado sensible, como para escuchar la voz equivocada desde otro mundo. Un pobre humano con el don equivocado, y vulnerable como para que Kira lo encontrara y se aprovechara. No sería una gran pérdida en realidad.
Su mano. Nix sintió la magia antigua llamarlo desde su mano derecha. El antiguo agente gritó y cayó de rodillas cuando sus huesos se volvieron a quebrar, pero Nix no se detuvo allí. No eran sus huesos lo que necesitaba quebrar. Escuchó el chasquido, y vio el extraño brazalete caer de su muñeca al suelo. Huesos, dientes, ojos disecados, pedazos de carne conservado, todo lo que podría haber encontrado para atrapar magia, todo unido por un grueso mechón de cabello blanco.
—¡Mío! —gritó Key.
Ella saltó sobre él para volver a estar frente a Derek, y Nix se giró para enfrentar a una furiosa Wess por haberse tenido que quitar sus zapatos. Su hermana había esperado a que todo el hielo dispersado por la plaza se hubiera derretido, y Nix no tuvo tiempo de responder cuando el agua se levantó y fue por él.
***
Key aterrizó perfectamente sobre sus pies, acuclillada para no perder el equilibrio. Apretó los dientes al sentir el tirón en su herida. El hielo seguía dentro, y el frío había bastado para entumecer el dolor, pero no era suficiente. Mientras la perdida de sangre no aumentara, podía resistir un poco más.
Se quedó quieta al notar la mirada frenética de Derek. Sus ojos se desviaban para todas partes, como si estuviera buscando las voces que lo atormentaban. Sus manos temblaban. Key lo había visto reír al agitar su frasco de pastillas, y escuchado bromear al tragar píldoras de todos colores como si fueran dulces. Pero por ese instante, lució como el niño que había conocido sus primeros meses en Washington, aquel que una vez había descubierto rasguñando su cabeza hasta hacerla sangrar en un intento por alcanzar las voces dentro y sacarlas antes de comenzar con los medicamentos.
Derek la miró, y por ese momento ella esperó que no lo hiciera. Entonces él sacó de su chaqueta un encendedor. Key olfateó el akathen que los rodeaba por completo. Derek encendió la llama, ella sacudió su cabeza rogándole que entrada en razón. Se lanzó hacia él sabiendo que no llegaría. Su sonrisa fue completamente enfermiza cuando dejó caer el encender, y entonces todo estuvo en llamas.
***
Por un fugaz instante, se había permitido tener esperanza. Anton llevaba tanto tiempo sin sentir aquello, que le había tomado unos segundos ser capaz de reconocer el sentimiento. Entonces Nix se había visto rodeado y encerrado en una masa de agua, y Key había terminado en medio de un infierno. Y él había recordado, que la vida no era tan simple como para que otros lo salvaran.
Quería ayudar, pero su cuerpo seguía demasiado débil por la pérdida de sangre. El miedo lo había paralizado al pensar en otra noche, y otra masacre que había presenciado, Pip también a su lado. Se repitió que no estaban allí por ellos, pero eso ya no importaba si podía escuchar a Key toser mientras se ahogaba entre las flamas y ver a Nix retorcerse dentro del agua sin llegar a nada. ¿Acaso él no sabía nadar?
Era una batalla perdida. Quería hacer algo, y a la vez sabía que ni siquiera tenía fuerza para ayudar a uno. Quizás Nix tuviera razón, tal vez sí era un inútil por negarse a coger la magia de otros. Tenía a dos fuentes perfectamente sanas a su lado, y aun así no era capaz de moverse, ni siquiera ante el aterrador pensamiento de nunca más ver a Key.
Ella lo había odiado los primeros días, Anton no lo había pasado por alto. Se había presentado cuando se habían conocido, solo porque Nana la había obligado, pero Key no le había dado más que miradas hostiles entonces y él solo se había preocupado por tener techo y comida, y cuidar de Pip. Lo había entendido luego. Ella lo había perdido todo, y su abuela la había dejado de lado para ocuparse de dos brujos desconocidos. Él también se hubiera odiado en su lugar.
Pero Key era de naturaleza amable, y no había durado más de unas semanas antes de ceder. Había sido una noche en que él especialmente no había logrado calmar el llanto de Pip. Entonces ella había aparecido, y con la misma calma con la que siempre le hablaría luego, había cogido al bebé entre sus brazos y lo había llevado a la cocina, tarareando alguna canción de cuna japonesa mientras calentaba un poco de leche. Y Pip increíblemente se había calmado al escuchar su dulce voz.
Las noches donde el miedo había sido más crudo por los recientes eventos, Anton se había acercado al borde de la escalera a espiar, solo para escuchar a Key tararear esa canción una y otra vez mientras calmaba a Pip, y lo había calmado a él también. Al pobre niño que se había visto obligado a ser un asesino para salvar a su hermana, y que había perdido todo aquello que amaba en medio de gritos y sangre.
Y Key se había hecho cargo de ellos sin protestar.
No podía fallarle. Deseaba ayudarla, pero sus pies no se movían, y la simple perspectiva de herir a otro para obtener magia solo le traía horribles recuerdos de una vida que prefería olvidar. Incluso si tuviera magia, solo sería suficiente para ayudar a uno, y no sabía si quedaría tiempo para salvar al otro. Ni siquiera sabía si Nix intentaría salvar a Key, en caso de ayudarlo.
¿Por qué eso tenía que estar sucediendo? ¿Por qué de nuevo? ¿La magia ya no le había quitado suficiente en su vida? ¿Cómo Nana podía mantenerse tan impasible, ante la creciente tos de su nieta? Los humanos eran extraños.
—¡Nix!
Pip se zafó de su agarre y corrió para ayudarlo. Por un instante, Anton se quedó paralizado al ver su pequeño cuerpo ir directo al peligro. Tantos años de protegerla, solo para que ella se entregara de ese modo. Tantas veces asegurándole que Key era fuerte, para que al final ella se preocupara por la persona equivocada. No supo cuál de las dos cosas dolió más.
Corrió detrás de ella y se lanzó sobre su cuerpo para empujarla al suelo cuando la bruja le lanzó una daga de hielo. Pip ahogó un pequeño grito ante el impacto, luego calló al tener algo cálido sobre ella. Anton sintió sus ojos arder por el dolor, y el hielo fundirse dentro de la herida en su hombro.
—Hermano... —susurró Pip con miedo al ver su sangre.
—Te quedas abajo. No escuchas, ni ves. No me desobedezcas, Philip.
No era su culpa. Él la había criado para que fuera feliz y compasiva, ocultándole los horrores del mundo para protegerla del dolor. Pip cerró fuertemente sus ojos y tapó sus oídos con ambas manos. Anton se levantó con dificultad. La sangre se deslizaba fuera de su herida, su cuerpo rogaba por ceder ante la debilidad. No estaba en condiciones de actuar.
Y aun así, podía sentir la ira arder en su sangre por lo ocurrido. ¿Cómo se había atrevido, una simple bruja, a atacar a su hermana? Su magia rogaba con la necesidad de responder. No tenía el poder de Nix, no sabía nada de lo que él sabía ni había entrenado alguna vez para pelear.
Arrancó la daga de su hombro. La sangre brotó sin control. No sintió el dolor, no le preocupó en absoluto la muerte. Avanzó un paso, y luego otro, sin dejar de mirar a la bruja. Ella no le estaba prestando atención al no considerarlo una amenaza por su estado. En otra vida, Anton la hubiera hecho castigar por semejante falta de respeto. Nix le había dicho que la magia no reconocía a la sangre, pero sí al nombre si él se atrevía a reclamarla como suya.
—Mi nombre... Mi nombre, es Nolai Antheron Zonalev, príncipe heredero de Ashdown, y el único sucesor legítimo al trono —declaró él avanzando hasta que estuvo tan cerca como para ver el horror en los ojos de la bruja ante lo que siguió—. Le debes tu respeto a tu soberano, y tu magia también.
Un momento, y fue capaz de sentir cualquier pizca de poder dentro de ella. Su magia respondió de inmediato, disolviéndose por completo. El agua cayó al suelo junto con un Nix escupiendo sus restos. La bruja se paralizó por completo delante de él, su cuerpo incapaz de obedecerle. Un movimiento, y Anton sabía que sería capaz de quebrar todos sus huesos. Un simple pensamiento, y no sería muy distinto a los monstruos de sus historias.
Nix fue rápido en pararse detrás de ella y enterrar por completo su garra en su yugular. No hubo arrepentimiento alguno en su expresión. La sostuvo con un brazo mientras la sangre se deslizaba por su cuello. Ella perdió cualquier fuerza.
—¿Crees que me arrepiento de esto, hermana? —preguntó.
Anton sintió el horror de lo que había hecho golpearlo con toda su fuerza cuando ella se desplomó en el suelo. Había sido cómplice de un asesino. Y lo peor era, había escogido mal. Nix no le dio ninguna mirada a Key al beber la sangre de su hermana, y luego agacharse para ocuparse del cuerpo.
Anton solo pudo concentrarse en regresar con Pip cuanto antes.
***
No podía ver con claridad. No podía respirar. Y lo que era peor, el hielo comenzaba a derretirse, y rápido. Key podía sentir el agua junto con mucha más sangre deslizarse fuera de su herida, su mano no era lo suficientemente grande para cubrirla por completo. Sus ojos ardían, su piel no estaba tolerando bien tanto calor, sus pulmones ya comenzaban a sentir la falta de oxígeno.
Estaba rodeada de flamas por donde mirase. Mantuvo su estilete en alto para defenderse, la tela de su chaqueta cubriendo su nariz. Se había quejado de las mangas anchas con Nana, ahora no podía evitar preguntarse si la anciana no estaría del todo loca con algunos de sus caprichos más inusuales.
Derek saltó por detrás, Key giró a tiempo para evitar una embestida y bloqueó un ataque con su arma. Aun sin magia, seguía sin ser él. El problema era, ella ya comenzaba a sentir su cuerpo fallando. Demasiados raspones, demasiados golpes, demasiados cortes, y sobre todo, una herida demasiado profunda. Minutos, quizás segundos. Su madre le había advertido sobre nunca sobrepasar su límite, hacerlo sería apostar su vida.
Se dejó caer de rodillas frente a él para evitar otro corte. Su estilete no encontró el interior de su rodilla como hubiera deseado, solo más gruesas vendas. También había fallado con sus tobillos. Lo apuñaló en un muslo sin pensarlo. Derek gritó, Key se echó hacia atrás para evitar su respuesta, sintiendo el escozor en su mejilla al no escapar de su filo del todo.
Su cabeza golpeó el suelo, sus manos lo encontraron también. Cambió su equilibrio por completo, doblando sus rodillas e impulsándose para que sus pies alcanzaran con fuerza la mandíbula de él. Escuchó el crujido, y aprovechó la acción para ponerse de pie a tiempo que le arrebataba su cuchillo. Lo lanzó lejos sin pensarlo.
Derek retrocedió dos pasos antes de lograr enderezarse de nuevo. Key hizo girar el estilete en su mano. Su piel dolía, su oponente no era más que una silueta borrosa. Ya no podía confiar en su vista, necesitaba acercarse. Intentó sentir por otra parte. Aisló el crepitar del fuego, se centró en la agitada respiración de los dos. No era capaz de medir la distancia exacta entre ambos, pero cuando Derek avanzó un paso en su dirección, ella hizo lo mismo. Y también con el siguiente.
Key se agachó para evitar un puñetazo y entonces, cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo abrazó. Su cuerpo entero tembló, pero su mano se mantuvo firme. Él ahogó un grito. Sintió las lágrimas quemar en sus ojos. Recordó al niño que su primer día de entrenamiento en Washington se había acercado para regalarle una sonrisa y ofrecerle ser su amigo, el único que había hablado con la chica rara. Recordó haberse quedado dormida junto a él, prometiéndole que le ayudaría a aclarar todo con la Agencia. Recordó noches en el Blue's Moon bebiendo, cantando juntos y bailando, y atardeceres en lugares altos de la ciudad antes de comenzar con sus patrullajes.
—Lo siento —susurró, retirando su arma.
Su estilete había encontrado fácil el blando punto entre sus costillas, atravesado carne sin problema hasta llegar al corazón. Su mano había sido firme al actuar, incluso cuando su alma había temblado. Él perdió cualquier peso, y ella se dejó caer de rodillas sin soltarlo para sostener su cuerpo también. Podía sentir su sangre manchándolos a ambos, y aun así Key no lo quiso soltar.
Cuando Derek cerró definitivamente sus ojos, el fuego se extinguió también. Ella inspiró el frío aire nocturno. Su cuerpo ardía por el calor de las llamas, sin embargo el único calor que le importaba ahora era el de su amigo. Debió haberlo entregado a la Agencia la primera vez, quizás entonces hubieran podido ahorrarse todos esos problemas. Debió haberlo salvado, del único modo que conocía, cumpliendo con su deber.
Nix se acercó hasta ella, pero no dijo nada. Un rápido vistazo le confirmó que Anton y Pip estaban a salvo con Nana. De estar allí, Gia le hubiera dicho que ya era hora. No había rastro de Wess. Miró al brujo, casi deseando ser capaz de ser tan insensible como él. Se sentía dentro de su papel de agente, y a la vez no podía dejar de ignorar lo que había hecho.
—¿Dónde está tu hermana? —preguntó.
—La envié de vuelta —eso fue suficiente para ella.
—Tengo que llevarlo de regreso a la Agencia —Key cargó el cuerpo de Derek sobre sus hombros y con dificultad se puso de pie—. Ocúpate de los demás.
—Estás...
Estaba herida, lo sabía, lo sentía perfectamente. Nix no terminó su frase, tampoco la detuvo cuando se alejó, cada paso más imposible que el otro. Necesitaba salir del pliegue, y llegar a al Agencia. Capaz lo lograría, capaz ambos morirían en el camino, pero tenía que intentarlo.
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