Capítulo 25
Su tablero no era ni de cerca tan bueno como el que había dejado atrás en su casa. A esa altura, la Agencia ya debería haberse presentado allí y descubierto el horror. Alguien habría encontrado a Seito y avisado, la habrían contactado para pedirle detalles, al no responder la hubieran ido a buscar y... Tal vez debió haber advertido, pero necesitaba pensar en una estrategia para cubrir el desastre de papeleo que sería. Tenía que proteger a Anton y Pip.
Había pegado los arrugados papeles que siempre cargaba consigo en el muro de la habitación que Nana guardaba para ella. Los documentos estaban arruinados por la pelea y empapados por la lluvia. Key se había dormido estudiándolos, y se había despertado del mismo modo. Y todo se resumía a un único brujo.
—¡Key-chan!
—Chotto matte kudasai.
Resopló con frustración tras gritarle a Nana. Estaba tan acostumbrada a vivir sin ella y la independencia que implicaba, que se había olvidado de cuánto su abuela abusaba de su compañía. Y el japonés terminaría por hacerle perder la paciencia, tenía mejores cosas que hacer que preocuparse por sus estudios. Si existía una sola persona capaz de hacer que perdiera su calma, era Nana.
—¿Puedes hacer que esa mujer deje de gritar? —Nix se apoyó con molestia en el marco de su puerta.
—Ve a hacer sus compras.
—La voy a matar si sigue gritando.
—Te deseo suerte, ni yo me atrevería a intentar enfrentarla.
—¡Key-chan! —repitió Nana
—Se acabó —dijo Nix.
Tardó tres segundos en reaccionar que Nix hablaba en serio y corrió detrás de él para detenerlo. Nana sería capaz de matarlo si se atrevía a decirle algo. Llegó justo a tiempo para ver cómo ella le entregaba una lista de cosas sin darle posibilidad de hablar antes de partir murmurando más incomprensible japonés. Sintió la derrota inminente. Fue aun peor cuando notó que la lista estaba en hiragana.
—¿Quieres salir? —Key se resignó al tomar la nota de Nix—. Es eso, o quedarte a que te pida cosas durante mi ausencia.
—Esa mujer es malvada.
Lo sabía. El día tampoco era de lo mejor con su cielo nublado, pero Key confió en que la lluvia esperaría hasta que regresaran con las compras. Miró las nubes una última vez antes de echar la capucha de su capa sobre su cabeza. Fue difícil salir, pero necesario. Imaginó todo tipo de peligros que podían ir a buscar a Anton y Pip de nuevo, y a la vez sabía que no podía encerrarse con ellos para siempre con tal de protegerlos.
Nix caminó a su lado, ella no dijo nada al ver las manchas oscuras en su chaqueta. El cuero estaba gastado, los símbolos en sus puños lucían como si él se hubiera pasado toda la noche remarcándolos con sus propias uñas. Lucía tan seguro, comparado a la primera vez que lo había visto.
—¿Entonces? —preguntó Nix y Key suspiró al revisar la lista.
—Nos tomará un rato conseguir todo esto. Debe quererlos para hacer alguna protección.
—¿Sirven?
—Los Feza son muy supersticiosos, no es un rasgo que heredé.
—¿Y en qué crees?
—En mi entrenamiento, mi estilete, y en lo que vea.
—Chica lista.
El pliegue del Mall era tan grande como para ser considerado un pequeño pueblo. Podría conseguir todo lo de la lista en la calle principal. También implicaba que ningún brujo hablaba inglés, mucho menos japonés. Consecuencias de que la Agencia no controlara el territorio. Intentó no pensar en Nana reprochándole por no practicar, los idiomas no eran lo suyo.
Nix fue lo suficientemente amable para traducir, lo cual no dejaba de ser sospechoso. Para el mediodía incluso habían comprado algo para comer en el camino. Nana tenía que estar planeando algo, quizás convenciendo a Anton de ocultarle más cosas, pero Key estaba tan cansada de ser la única que se preocupaba. De estar allí, Gia no dejaría de repetir que la anciana estaba loca.
—Espera aquí —Key sonrió ante la expresión de Nix y le guiñó un ojo—. Perfumería, no quieres meter tu sensible nariz ahí adentro.
Era una constante lucha, entre repetirse lo que había de distinto en él para no olvidarlo y cometer de nuevo los mismos errores, y tratarlo como a cualquier otro. ¿Era así como los demás la veían? ¿Era así como ella se veía? No quería tratarlo de un modo distinto, tampoco quería que el episodio post-discoteca se repitiera.
Le sonrió al encontrarlo fuera esperando antes de retomar su camino. Tiró de su capucha con fuerza hacia abajo al sentir las miradas. Los brujos la reconocían, incluso sin insignia. No tenía tiempo para ponerle orden a sus pequeños conflictos cotidianos, incluso cuando meses atrás hubiera dado cualquier cosa por esos rápidos trabajos.
No tuvo tanta suerte. La pelea comenzó casi al mismo tiempo que la lluvia, dos brujos por algún insustancial malentendido. Sabía que era una pérdida de tiempo y lo que Nana le diría si se metía en problemas, también conocía cada palabra exacta de su juramento y lo que Nana le haría por no respetarlo. Inspiró para mantener la calma antes de dejarle las bolsas de compras a Nix.
Sus gritos fueron en vano. Ningún brujo entendía inglés o parecía importarle, menos japonés. Y cuando se acercó lo suficiente para intervenir físicamente, un codo encontró por accidente su rostro con la suficiente fuerza para que pudiera saborear la sangre en su boca. El impactó echó su cabeza hacia atrás lo suficiente para que su capucha cayera. Key se cansó y cogió a un brujo para hacerle una llave en la espalda mientras apuntaba con su estilete al otro.
Eso pareció ser suficiente. Su madre siempre le había dicho de ir por la violencia si quería algo rápido y preciso. Key no siempre compartía ese pensamiento, pero al menos por aquel instante estuvo de acuerdo. Con o sin insignia, los demás la reconocieron y la calle se vació enseguida, fuera por el crescendo de la lluvia o para evitar problemas con la única ley que existía.
—Estás sangrando —Key se dio vuelta enseguida al escuchar a Nix.
—¿Disculpa?
—Tu nariz —respondió evitando mirarla, ella se limpió con su mano para comprobar que tenía razón.
—Al menos sigue entera —Key apenas contuvo una sonrisa al ver su sangre—. ¿Sabes? Siempre tuve esta pesadilla sobre que si estoy usando lentes, y termino en una pelea, el vidrio se romperá y debe ser bastante doloroso clavarte eso en los ojos. Me da miedo.
—Deberías —Nix pasó a su lado con rapidez—. Si el agua comienza a acumularse, ella nos verá.
Ese era un punto más que importante. Key lo siguió sin protestar, todo el camino de regreso a la casa de Nana, intentando no lucir muy evidente al buscar cualquier señal de peligro. ¿Cómo había él parecido tan normal tantos días, evitando cualquier superficie que reflejara su imagen? De pronto comprendía qué era lo que le había sucedido a su ventana, o las eternas horas que Nix había preferido encerrarse en su habitación.
Nana no dijo nada sobre su aspecto cuando dejó las compras en la sala tras saludar a sus padres, Key huyó antes que ella pudiera comprobar que no habían conseguido todo. Dudó un instante antes de ir directo al ático. Extrañaba su improvisada oficina. Extrañaba todo de su casa en realidad, tal vez porque había perdido lo invaluable allí y dejarlo atrás solo causaba un vacío en su pecho.
El sitio estaba completamente a oscuras, pero estaba bien, vacío y fresco como a ella le gustaba. En algún momento, Nana había puesto un tatami allí para que Nix durmiera luego que él se negara a coger una habitación de invitados. Se sentó debajo de la claraboya y levantó la vista para ver la lluvia golpear contra el cristal. Era un sonido relajarte. Estaba ridículamente limpio, porque no había modo alguno en que su abuela fuera a permitir que el polvo existiera en su casa, y que fuera tan amplio y desierto se sentía perfecto para alguien que no veía bien de noche.
Key cerró los ojos, podía entender por qué Nix lo había escogido. Por un instante imaginó que las gotas alcanzaban su rostro. Le hubiera gustado estar fuera, lo necesitaba incluso. La lluvia era uno de esos extraños regalos de la naturaleza que implicaba no preocuparse por su piel. Pero no podía. Parecía que incluso eso los brujos le habían arrebatado en menos de un día.
—Tienes tu habitación —Key no le prestó atención a Nix cuando se sentó a su lado.
—Cúlpame por ser nostálgica, pero extraño mi ático. De tener mi investigación para ver...
—Igual no llegarías a nada.
—Porque tú sabes mucho más, y te niegas a contarme.
—No es asunto de humanos.
—Seito me dijo lo mismo, y ya viste cómo terminó.
—No es tu asunto —se corrigió él—. Ya tienes suficiente por tu cuenta, deja de sumar tareas y cumple con las actuales.
—A veces creo que toda esa actitud de chico desinteresado es solo una actuación —Key suspiró—. Tal vez lo sea. Anton está con Pip ahora.
—¿Y?
—Si ella me ve herida, querrá ayudar, pero él me evita como la peste cuando sangro.
—No es un chico con mucho autocontrol —Key lo miró ante esa respuesta.
—¿Crees que no lo deduje ya? ¿Por qué otra razón me evitaría cuando sangro, si no fuera porque su magia le atrajera? Quiero hacer todo más fácil para él. No puedo imaginar cuánto habrá sufrido en silencio todos estos años.
—No es tu asunto.
—¿Cómo se supone que funciona? ¿La magia te hace desear sangre?
—La magia quiere ser libre, sientes cómo tira de ti para eso, y solo hay un modo de lograrla. Es un deseo, demasiado crudo y primitivo dentro de ti.
—Un antojo.
—A veces es peor que eso —Nix se inclinó más cerca, limpiando la sangre de su labio partido—. A veces, te lleva al borde de la locura. La diosa es caprichosa, no sabes cómo te afectará cada vez. A veces puedes estar en medio de una matanza y no sentir nada, y otras una simple gota se siente como un banquete tras eternidades de hambruna.
—Lo haces sonar como una tortura.
—Al contrario, es el sentimiento más glorioso que existe.
—¿Entonces por qué no lo coges a cada oportunidad?
Fue una pregunta sincera, una que había estado haciéndose desde que había descubierto cómo el mundo se torcía al antojo de Nix con solo una gota de sangre. La respuesta no fue lo que esperaba. Él se acercó más y la besó. Por un instante, Key no supo cómo reaccionar al sentir sus labios contra los suyos. Por un segundo, se dijo que era un gesto totalmente carente de valor, antes de aceptar que no le importaba tal cosa y devolverle el beso también.
Nix se alejó, esa peligrosa sonrisa tirando de sus labios y el rojo brillando en su mirada. Previsible. Comenzaba a temer que tal vez los demás tuvieran razón con su opinión sobre él y ella se estuviera equivocando al esperar que le demostrara lo contrario. También estaba tercamente convencida que era todo una actuación de su parte, el brujo en el fondo sí tenía corazón.
—Suelo hacer lo que quiero cuando y como quiero.
—Sigo sin comprarlo —Key apoyó su cabeza sobre sus rodillas para mirarlo de lado—. Quizás es más fácil fingir ser un villano cuando todos esperan eso de ti, que esforzarte por convencerlos de lo contrario. No creo que seas malo, creo que tan solo te has rendido.
—Nunca me rindo, solo escojo bien mis batallas.
—Escoges las que sabes que ganarás. Debe ser aburrido eso.
—Lo dice la chica golpeada por entrometerse en asuntos que no le incumbían.
—Mi familia me crió para siempre intervenir a favor de la paz. Gia está muerta porque nadie detuvo a Kira antes. Un simple extraño podría haber evitado este presente.
—Y no quieres ser un héroe.
—Solo quiero hacer mi trabajo.
—A veces me resultas incomprensible, Keira Sakura Feza —admitió él echándose hacia atrás para poder ver el cielo—. Hay una vena oscura en ti. Nadie es tan amable porque sí, y las personas hablan de ti como si fueras la asesina más letal que existe. Kira también es demasiado cortés.
—No soy él.
—Creo que este mundo, es un reflejo del mío. Una versión retorcida que todavía no logro entender del todo. No me sorprendería si ese reflejo te incluye a ti, siendo su versión humana. La diosa controla el equilibrio de la vida, sea por opuestos o similares. Quizás por eso me guió a ti, del mismo modo que antes me guió a él.
—No soy una asesina.
—No, te preocupes demasiado por los demás. Eso es peor.
—¿Por qué?
—Porque eres capaz de cualquier atrocidad por las personas que amas. Quizás seas peor que él.
—Te equivocas. Yo jamás hubiera hecho lo que él.
—Lo que más ama Kira es su pueblo, sería capaz de hacer cualquier cosa por este. ¿No haces lo mismo por tu familia?
—Es diferente.
—¿En qué?
—No eres mi familia, e igual me preocupo por ti.
—No sabes nada demí.
—Sé que te molestan los ruidos fuertes, por eso siempre estás solo y en silencio, y los olores fuertes también. Sé que como el deber dicta mi vida, tu religión dicta la tuya. Sé que eres tal vez el brujo más poderoso que queda en Washington tras la muerte de Seito, pero no usas ni una pizca de tu poder para evitar que tu hermana te encuentre. Sé que sufriste —Key no pudo evitar mirar su cadera, allí donde su camiseta se había levantando lo suficiente para ver su marca de brujo—. Has sufrido demasiado, mucho más de lo que cualquiera debería, como para creer que cuatro personas pueden alimentarse de un solo huevo o ni siquiera pestañear cuando te apuñalan. No puedo imaginar lo que debieron ser algunas heridas, para que incluso al pasar a este mundo y recuperar tu vista, esas cicatrices no hayan desaparecido.
—Has pensado mucho en mí.
—Sé cuántos años requiere dejar algo como esto —él se tensó cuando ella tocó las cicatrices alrededor de su marca de brujo—. Soy humana, no idiota. ¿Cuántas veces la cortaste?
—Las necesarias para sobrevivir.
—No tiene sentido.
—A veces, los soldados harían controles sorpresa —Nix tomó su mano para detenerla, pero no la alejó—. No querían que existiera nadie demasiado poderoso o que fuera difícil de controlar. Al principio se ocupaba mi padre, decía que prefería verme sufrir por cortarme un pedazo de piel que verme muerto.
—Lo siento.
—Tal vez por eso la diosa me compensaba y esos días me confiaba algún secreto —él cerró los ojos, sosteniendo la mano de ella sobre las cicatrices—. Entonces no era tan malo.
—¿Eres más feliz aquí?
—Es distinto.
—¿Cómo?
—Al menos aquí, alguien no me juzga.
No supo qué responder a esas palabras, simplemente permaneció a su lado. Había aprendido, con el tiempo, que existían dos grandes tipos de cicatrices. De las rugosas y oscuras, como las que su madre solía tener, donde la piel parecía haberse vuelto incluso más dura y resistente. Y luego de las rosadas y suaves, sedosas incluso, como la de Nix, donde la piel hasta parecía vulnerable y nunca haber superado la delicada etapa de una nueva capa.
Una marca de brujo jamás se borraría. Ni por cirugía, ni láser, ni siquiera cortando el pedazo de piel una y otra vez. Lo sabía. Lo había estudiado como cualquier otro agente. Y no pudo imaginar la cantidad de veces que él tendría que haber pasado por eso. ¿No había sido suficiente con sus ojos? ¿Cuánto había tenido que hacer y soportar solo para poder vivir?
Quiso ponerse de pie cuando consideró que ya había estado demasiado tiempo, él no soltó su mano y le pidió que se quedara. Key aceptó.
***
Luego de días de silencio, las antiguas escrituras lo despertaron de nuevo esa noche. O tal vez ya era demasiado tarde como para ser considerado temprano. Nix no lo supo con exactitud al abrir los ojos y ver el cielo nublado. Comenzaba a creer que aquello podía ser culpa de su hermana por estar iracunda. Las tormentas solían ser terribles cuando Wess tenía un mal ánimo, aunque nunca había podido comprobar la conexión.
Fue un único símbolo, que escribió con tiza en el suelo en un impulso tan repentino que no supo que lo había hecho hasta haberlo terminado. Nunca había visto algo similar. De hecho, ni siquiera se parecía a la escritura que conocía. Cerró los ojos y deslizó sus dedos por encima, intentando comprender los trazos rectos y precisos en vez de los circulares y desordenados a los que estaba acostumbrado.
Detrás de él, Key ahogó un bostezo. Se había olvidado por completo de ella, y no la notó hasta que sintió su fría mano sobre su brazo. No recordaba la última vez que había compartido lecho con alguien, no recordaba nunca haberlo hecho, pero en algún momento uno de los dos se había quedado dormido y el otro también.
—Namaeo kakimashitaka? —murmuró ella, su voz por completo cargada de sueño.
—¿Qué? —Key se acercó lo suficiente para poder ver el dibujo y trazar las líneas con su dedo.
—Yoru —leyó, y él supo que era eso lo que el símbolo significaba—. Es japonés, creí que a esta altura ya me habrías robado ese idioma también. ¿Cómo sabes kanjis?
—¿Que es eso?
—Sinogramas, un tipo de escritura japonesa que representa algo en un solo símbolo —ella ahogó otro bostezo antes de quitarle la tiza y escribir dos símbolos distintos al lado—. Así se escribe en hiragana, más fácil. No puedes saber kanjis, sin saber esto primero.
—Muchas veces ni yo comprendo lo que la diosa quiere decirme.
Ella tenía una cansada sonrisa tirando de sus labios, y el escepticismo brillando en su mirada. Key no creía en sus propios dioses, menos creería en los suyos. ¿Por qué la diosa le había hablado en otra legua entonces? ¿Y qué relación guardaba con Key? Había pensado en robarle el japonés también, pero se sentía como algo solo de ella, uno de los pocos pedazos que le quedaban de su familia, como para también arrebatarle eso.
—Noche. Eso significa. Como tu nombre —ella volvió a recostarse y darle la espalda.
Su nombre no significaba eso. ¿O lo hacía para los humanos? Esperó hasta que la respiración de Key disminuyera lo suficiente para saber que se había vuelto a dormir antes de ponerse de pie. No tenía ningún deseo en absoluto por continuar a su lado. Tal vez ese era su problema, se apegaba demasiado a quienes la rodeaban. Y tal vez lo peor era que no se daría por vencida con nadie, el antiguo agente era prueba.
Aprovechó el hecho que Key estuviera dormida para ir a su habitación. Ella había llenado uno de los muros con lo que quedaba de su investigación, Nix solo pudo mirar el dibujo de Kira que el antiguo agente había hecho. ¿Así se vería realmente? ¿Sería tan pálido como Key, sus ojos y cabello del mismo color? Tenían un trato, y el maldito lo había roto al involucrar a su hermana.
Tal vez debería haberlo matado en alguna oportunidad, pero conocía lo suficiente a Kira para saber que habría tenido un plan de respaldo de modo que aquello le hubiera jugado en contra. Quizás debería matarlo ahora, aunque él ya debía haber regresado a Ashdown sin soportar un innecesario instante más entre humanos y no había modo que Nix fuera a volver.
—No puedes estar acá —Anton se detuvo en la puerta al verlo.
—¿No tienes algo mejor que hacer que controlarme, cuzac?
—Esta habitación es de Key, no tuya.
—Y ella está durmiendo en mi cama, por lo que creo que puedo estar en su habitación —por la mirada asesina que recibió cuando le sonrió, Nix casi creyó que el pendejo de Anton sería capaz de hacer algo más que hablar.
—Aléjate de ella. Hazlo o...
—¿O qué? —Nix lo palmeó con fuerza en la cabeza al pasar a su lado—. Alguien tan débil para no ser capaz de coger la magia de otro, definitivamente no es una amenaza.
—No me subestimes, shiffer.
—No me amenaces, cuzac.
—Estás jugando con ella y su corazón.
—Entonces quizás no debería tenerlo tan expuesto para que cualquiera lo coja.
—No podrás engañarla mucho más.
—Es una de esos tontos amables, que les basta con que inventes alguna triste historia y les lloriquees un poco, para que sientan compasión y crean cualquier cosa que les digas. Justo como tú.
—Te mataré —Anton fue rápido en sacar la navaja que cargaba consigo—. No me importa qué trato tengan tú y Nana, si le haces daño te mataré.
—¿Y la anciana lo permitirá? ¿Te atreverás cuando no te atreves a nada más? —Nix lo evaluó en silencio—. No lo creo. La magia no reconoce la sangre, pero sí el nombre. No te atreves a reclamarla como tuya, no te favorecerá en nada.
—Hazle algo, y te demostraré de lo que soy capaz.
—Te estaré esperando.
Lo ignoró al continuar con su camino. El mocoso casi se había dejado la vida en un tonto hechizo para salvar a su hermana. Kira lo mataría de poder, con placer mataría a cualquiera que hubiera preferido huir y salvarse en vez de quedarse y pelear. Anton se comportaba como un crío malcriado, no por eso merecía la muerte. Pip ni siquiera tenía edad para tomar en serio una amenaza de muerte.
Ella estaba en el comedor, hablando con su habitual entusiasmo con Nana. Key debía estar muy cansada para no decir nada sobre cómo nadie estaba durmiendo en realidad. No estaba bien que comenzara a saber esas cosas de la reguladora. Arrugó la nariz con molestia ante el suave aroma a inciensos. Nana estaba ocupada trabajando en un pedazo de tela, pintando sus extraños símbolos en los bordes.
—¡Nix! —Pip gritó con demasiada alegría al verlo y levantó su muñeco—. ¡Mira cómo quedó Romeo!
—Luce entero —ella sonrió ampliamente.
—¿Verdad que sí? Gracias a ti. ¿Y Gia?
Muerta. Bastante muerta. A esa altura el cuerpo ya debía tener insectos comiéndolo, pero dudaba que Pip fuera a disfrutar esos detalles. ¿Acaso nadie le había dicho? Ella estaba sentada sobre la mesa, balanceando sus piernas mientras lo miraba con su absoluta atención. Suspiró al acercarse y coger el muñeco que ella le ofrecía para examinarlo, el pendejo de Anton era más poderoso de lo que mostraba.
—En Sussex, ubicado en ninguna parte y ningún lugar a la vez —él le devolvió su juguete—. Le tomará un tiempo encontrarlo.
—Oh... No pude despedirme —Pip miró sus pies con decepción—. No me gusta no despedirme. ¿Volverá?
—Las personas de Sussex siempre regresan a nosotros como historias.
—¿Y como cartas?
—También.
—¿Crees que formará parte del juego? —ella sonrió con entusiasmo ante la idea—. ¡Podría ser súper poderosa! Tendría como poder especial ser inmune a la magia. Podría derrocar a la reina.
—Entonces Gia podría ser tu carta ganadora.
—¡Ya sé! Voy a dibujarla. ¿Tienes mis cartas todavía?
—Sí.
—Entonces luego jugaremos con Gia —Pip se empujó de la mesa para estar de pie—. Ya vuelvo.
Corrió fuera del comedor en un parpadeo. A veces era tan sencillo engañar a un niño, que ni siquiera encontraba la diversión en ello. Se mantuvo a un lado, observando a Nana continuar con su trabajo mientras intentaba descifrarla también. Olía a incontables batallas y sangre, a acero y magia asesinada, y tenía esa frialdad en sus gestos que haría a cualquiera replantarse el enfrentarla. Ella nunca desvió la mirada de su trabajo.
—Eres un buen mentiroso —comentó.
—Los demás son un puñado de cobardes.
—¿Por no querer lastimarla?
—Le hacen mayor daño al no hacerlo.
—¿Por qué dejar que otro hiera a quienes nos importan, si podemos hacerlo nosotros mismos y asegurarnos que el daño sea menor? Necesito conocer los planes de Kira con Anisha.
—No es asunto humano.
—Eres el único que los conoce.
—Y no hablaré. Cada palabra desperdiciada en su nombre solo le da más poder.
—Lo que sucede en tu mundo, tarde o temprano se ve reflejado en el mío también. Prefiero evitar los daños.
—Seas quien hayas sido en un pasado, no te encuentras en edad de luchar.
—Mi nieta sí.
—¿Y qué? ¿Piensas encargarle una tarea imposible? —Nix se apoyó contra el muro esperando una respuesta que nunca llegó—. Con más razón no hablaré. Solo la mandarás a su muerte.
—Tenemos un trato.
—No incluye esto.
—¿Has endurecido el corazón de Key?
—¿Siquiera ella te importa en algo?
—No hay nadie en este mundo, ni ningún otro, que me importe más que Key. Pero debemos herir a quienes amamos, así les enseñamos a ser fuertes y resistentes ante la adversidad.
—Tal vez la presionas demasiado.
—Tal vez está comenzando a importarte.
—Nada más alejado de la realidad.
—No sería sorprendente si alguien abrazado por la noche, siente debilidad por un elegido por la luna.
—Tampoco que una humana se equivocara al asumir cosas.
—Lo repito, eres un buen mentiroso.
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