Capítulo 19

Fueron los ruidos en el ático lo que lo despertó. Podía sentir a Nana y Anton hablando en la sala, y Pip cantando en su habitación, pero ninguno parecía oír los pasos arriba. De mala gana se levantó, nadie más se haría cargo y solo podía pensar en una persona allí tan temprano.

Debería haber sido una buena señal, que ella estuviera despierta tras lo que se había sentido como una eternidad, aunque apenas había sido más de un día. Nana se había hecho cargo a su modo, pero la mujer era demasiado despreocupada como para haber impuesto algún orden, y era como si algo simplemente faltara en el ambiente. Nix se había sorprendido al notar que, por más inútiles que fueran, había algo en las constantes sonrisas con que Key lo recibía. Ella parecía feliz con su presencia, no era algo que pudiera decir a lo que estaba acostumbrado o le importase.

Pero estaba despierta, y nada contenta. Había arrancado fotografías de sus tableros, tachado cosas, roto los hilos uniendo eventos. Su móvil yacía tirado en un rincón, junto a un montón de papeles y demás basura que debía ser semanas de cuidadoso trabajo.

Key se movió tan rápido, que Nix llegó a preguntarse si en realidad no la estaba subestimando como guerrera cuando lo tumbó en el suelo sin que pudiera evitarlo. Sintió la punta de su estilete clavarse en su garganta, apenas la suficiente presión para saber que en realidad no tenía salida. Ella se contenía con el antiguo agente, eso era evidente. Estaba temblando, su cuerpo entero convulsionaba mientras mordía sus labios para controlarse, pero de algún modo sus manos estaban demasiado firmes.

—Era mi amigo. Era mi amigo, y tu sucia magia lo envenenó, Kohl.

Echó la cabeza hacia atrás, se sentía como si ese nombre en realidad le perteneciera a otro brujo. Le había gustado la idea de intentar desestabilizar a Key, solo para divertirse un rato y como un desafío personal. No era tan satisfactorio como había imaginado. Tampoco pensó que estaría tan rendido en esa situación. Excepto que ella era predecible, y no se sorprendió cuando bajó su arma, enterrando en su lugar su rostro en su cuello y rompiendo en llanto.

Las lágrimas se sintieron cálidas contra su piel. Era una llorona, su corazón demasiado sensible, y Nix... No sintió desprecio, ni siquiera deseos de burlarse. Permaneció quieto, al menos hasta que lo peor pasó y Key dejó de temblar tanto. Era extraño, por primera vez que alguien buscara consuelo en él en vez de evitarlo. Era el único allí, ese era el problema.

—En Ashdown, fui quien tenía que ser para sobrevivir. Aquí, seré quien quiera ser. ¿Puedes juzgarme por desear empezar otra vida con otro nombre? Si tu amigo fue tan idiota como para...

El cuchillo se clavó con fuerza junto a su oreja. Demasiado preciso. Podía sentir el frío filo contra su piel, y aun así sabía que no lo había cortado. Y ella lo había hecho sin necesidad de mirar. Pensó en su piadoso corazón, y en otros brujos diciéndole que Key Feza mataba con amabilidad.

—Si él fue tan ingenuo como para creer que la magia antigua es un juego que podía manejar, entonces no me sorprende que esté pagando por ello. Este tipo de magia siempre requiere un sacrificio a cambio.

—¿Morirá? —preguntó ella en un susurro.

Probablemente. Si estaba en lo correcto con lo que sospechaba, esa magia debía también estar chupando vida del humano. Miró lo que quedaba de uno de sus tableros. La diosa era bondadosa, pero también cruel con quienes no le rendían culto de buen modo. Con cuidado levantó una mano y la hundió en su cabello, era algo fascinante de tocar. Ella no se movió cuando enredó sus dedos en las hebras.

—Deberías estar descansando, no te encuentras bien —comentó Nix.

—Tengo que trabajar.

—No lograrás nada en este estado —lentamente se sentó, ella no lo soltó—. Key...

—No quiero ser un héroe.

Suspiró al escucharla, uno nunca tenía la opción de escoger qué papel jugar. Como las cartas de Essex, cada personaje ya estaba definido con sus funciones y personalidades, y no podían salirse de ese marco. Ella no deseaba haber perdido a sus padres, ni ahora tener que matar a su amigo al ser el sujeto malo.

La levantó al aceptar que ella no se movería. De mala gana la cargó, Key rodeó su cuello con sus brazos tras recuperar su arma. Se sintió como un idiota al llevarla de regreso a su cuarto y tirarla sobre la cama. ¿Por qué los humanos eran tan apegados entre ellos? El sujeto la había intentado matar, más de una vez si no estaba equivocado. ¿Y ella sufría por él?

—¿Piensas decirme qué le hiciste a mi ventana? —preguntó cuando la soltó.

—Tuve mis motivos. Descansa.

—No soy una niña, Nix —ella lo miró con seriedad, asegurándose de pronunciar su nombre con el suficiente peso para que notara la diferencia—. Soy una agente, y hay un asesino suelto.

—Con todas las heridas que llevas acumuladas, a este ritmo conseguirás que te mate si no descansas —respondió él inclinándose para estar a su altura—. ¿Es eso lo que quieres? ¿Morir?

—Nunca.

—Puedes esperar al menos un día, y salir a intentar vencerlo, o puedes irte ahora y morir de seguro. Deja de valorar a los demás sobre tu propia vida.

—¿Por qué?

—Porque es estúpido.

—Es mi deber.

—Eres necia. Si lo que quieres es honrar a tu familia, entonces no hagas de tu muerte algo estúpido y evitable. A veces, tienes que dejar de lado tus valores para protegerte a ti y a quienes amas, sin importar cuán doloroso sea o cuánta impotencia te provoque. A veces, no tienes otra opción.

—¿Lo dices tú, que huiste de tu mundo a este?

—Sí.

—No carezco de corazón como tú.

Los humanos eran egoístas, no veían más allá de su propia realidad ni habían sufrido lo suficiente como para entender que no había lugar para justicia o moral cuando la muerte estaba constantemente al acecho. Cogió su mano y la sostuvo contra su corazón. Key se quedó quieta, casi como si se sorprendiera al sentir los latidos.

Había aprendido a medir el tiempo de ese modo. Sabía cuántos latidos tardaba su hermana en arreglarse, porque ella insistiría en ser hija legítima de un noble en vez del amante. Sabía cuántos latidos le tomaba a su hermano rearmarse tras regresar a casa para llorar de impotencia y dolor. El número de su padre para intentar lograr que, al menos una vez, su madre saliera de la cama, y cuándo se rendía también.

Key tardó dos latidos y un intermedio en comenzar a llorar de nuevo. Su mano se sentía inestable, las vendas resultaban rasposas, y él solo podía pensar en las cicatrices que ocultaba debajo también.

—Prefiero guardarlo, a tenerlo siempre expuesto como tú.

Sus dedos se sentían delicados entre los suyos. Seguía sin saber de qué estaba hecha, porque había aprendido que las personas eran algo más que carne y hueso. Algunos estaban hechos de ambición, de dolor, de sueños, y Key... Ella estaba hecha de algo demasiado resistente y suave a la vez, y él todavía no había logrado descifrar qué.

Soltó su mano, solo para limpiar las lágrimas de su rostro. No supo exactamente qué lo impulsó a hacerlo, quizás la diosa le estuviera intentando decir algo. ¿Las lágrimas funcionarían del mismo modo que la sangre? Seguían siendo una muestra de dolor, una pizca innegable de vida. Atrapó una gota entre sus dedos. Era fascinante, no había pensado que serían transparentes, o tan cálidas.

Escuchó y reconoció los pasos de Pip detrás. No tuvo oportunidad de detenerla, la cría era demasiado veloz e incontrolable para su gusto.

—¡Nana! ¡Nix y Key se están haciendo cariñitos!

Casi se estremeció de solo considerarlo. Se alejó enseguida, aun cuando Pip ya había desaparecido. Key ni siquiera se inmutó, tan acostumbrada como debía estar a las malinterpretaciones de la niña. Él no quería cariñitos con nadie, no estaba allí para eso.

—No es ninguna clase de enfermedad mortal ofrecer tu corazón a otros —ella terminó de limpiar las lágrimas por su cuenta, su voz sin emoción alguna—. Mamá solía decirme que la piedad es lo que nos diferencia de los sujetos malos.

—Tal vez no soy uno bueno.

—No sabría decirte, mi juicio ya se ha equivocado al juzgar a un chico antes que a ti. ¿Tú qué quieres ser?

—¿Importa?

—No, supongo que no. Ya nacemos con etiquetas, es difícil deshacerse de ellas.

Calló cuando Nana apareció con una bandeja con comida. Key no estaba allí. Incluso cuando Nix podía verla y tocarla de estirar una mano, sentía que su mente estaba muy lejos de su habitación. La anciana no dejaba de murmurar cosas en esa lengua desconocida mientras su nieta la ignoraba.

Quiso acercarse a coger su mano otra vez, solo para ver si la vida brillaba de nuevo en sus claros ojos de ese modo, pero las palabras de Pip lo mantuvieron en su lugar. Algo no estaba bien en la ausencia de su sonrisa, o su silencio. No debería dejar que otro le afectara de ese modo.

—No vi bien —masculló ella de mala gana, solo para recibir un golpe y más gritos de su abuela—. Yada. ¡Es inútil! ¡Y no eres nadie para opinar! Me obligaste a tomar masajes mientras un lobo asesinaba a un niño. Estoy cansada de ser la chica débil, con o sin lentes no hubiera visto.

Nix suspiró al escucharla, no le era difícil adivinar las palabras de la anciana para esa respuesta. Nana seguía gritando en japonés mientras señalaba los lentes, Key estaba enfurruñada como una cría con el plato de ramen entre manos. Era algo extraño de presenciar. Supuso que las familias discutían, en ese mundo o cualquier otro, los mayores preocupándose en lugar de los menores.

Se acercó hasta ella y cubrió sus ojos con una mano. Necesitaba una guerrera, no una niña. Key se quedó completamente quieta ante el gesto. Sus mejillas se tiñeron de rosa enseguida, tan sensible como era su piel. Sabía que si deslizaba sus dedos, podría sentir la piel cálida allí. Y tal vez ese era el único capricho visual que le gustaría conservar, le gustaba poder ver las reacciones en la piel de ella.

—Intenta no ver nada y tener que sobrevivir en un mundo donde todos te desean muerto —susurró solo para ella, casi como si lo estuviera reconociendo por primera vez—. Nuestros límites son solo debilidades si nosotros lo permitimos. Ahora deja de lloriquear sobre tu vista, y haz algo para compensarla.

—Es mi puesto el que está en juego.

—Tu puesto ya está comprometido con o sin tu condición física, es tu vida lo que está en juego si no lo aceptas.

—Como si te importara —respondió ella deshaciéndose de sus manos.

—Tenemos un trato. Avísame cuando se te pase esta actitud, prefiero a la otra Key.

Era una realidad, además parecía como si ella y Nana necesitaran un tiempo a solas. De no haber estado la anciana, quizás se hubiera quedado a su lado, en silencio, esperando. Podía ser cuan paciente fuera necesario, nunca se había sentido incómodo en la quietud, y ella era del tipo que necesitaba tiempo para empezar a hablar.

Anton estaba sentado en el comedor. Nix lo ignoró al momento de prepararse una taza de té. Se negó a reconocer que faltaba Key a su lado, se había malacostumbrado a compartir ese momento con ella. No debería ser así. La reguladora era tan solo un medio para un fin, y partiría tan pronto como eso fuera posible.

—Siempre está de mal humor tras una derrota —comentó Anton.

—Pensé que sería más madura.

—Odia fallar cuando los demás esperan eso de tu parte. Los humanos son crueles con todo aquello que es diferente.

—¿Me dirás que los brujos no lo son también?

—No es lo mismo. Nuestra magia...

—No tiene nada de malo, y eres un idiota si escuchas a los demás. Deberías saberlo mejor.

—¿Qué haces realmente aquí?

—No es tu asunto.

—Huiste de Ashdown, Key ya mató al sabueso que te perseguía. ¿Entonces por qué sigues aquí?

—Tal vez disfruto del té gratis.

—Quizás te estás escondiendo de alguien, y por eso no usas tu magia.

—¿Importa?

—Eres un criminal.

—Tú tampoco cruzaste del modo convencional. ¿Quieres hablar de asesinatos ahora?

Ambos callaron al escuchar los pasos, a Nix poco le importó si Nana había oído. Esa mujer parecía saberlo todo, y ser absolutamente indiferente a la vez. Anton era blando. Suspiró al apoyarse contra un muro para observar al crío. Las vendas en sus muñecas eran apenas visibles bajo sus mangas. Eso no era sano de ningún modo. Tampoco su claro cargo de consciencia. Supuso que él habría podido darse el lujo de una moral delicada, habiendo crecido a salvo en el mundo humano.

—Es terca como su madre. Hitoshi la crió blanda —Nana se quejó al recuperar su lugar en la mesa.

—Ya se le pasará —Anton suspiró al mirar sus propias manos—. Siempre se le pasa.

—Esta no es como las demás veces.

—¿Por qué no?

—Porque es su amigo quien la atacó, idiota —respondió Nix evitando fijarse en ellos—. Nadie quiere creer que aquellos a quienes ama quieren asesinarlo. Deberías saberlo mejor. O quizás eres solo un crío con suerte.

—¿Crees que no he mirado a los ojos s alguien a quien amé y suplicado que no intentara asesinarme, shiffer?

Por supuesto que no, cualquiera que compartiera su magia habría pasado al menos en una ocasión por eso. No todos eran como su padre al aceptarlo sin más. Anton no habría podido ocultar lo que era como él. Quizás allí estaba la sangre que había tenido que derramar para huir, no era como si le interesara en absoluto.

—Hay solo dos modos de matar a un niño. O lo alabas tanto diciéndole que es capaz de lograr todo de modo que no sabe qué hacer ante el primer fracaso y la presión acaba con este, o lo cuidas tanto y lo rodeas de tanto amor que no sabe lidiar con la primera traición —Nana fue dura con sus palabras—. El mundo es cruel con quienes no están preparados. Por eso necesito que la endurezcas.

—No es mi... —Nix calló tan pronto como vio el anillo en forma de garra que Nana le mostraba.

—Conozco a mi nieta mejor que cualquier otro, sé dónde oculta sus cosas. Haz que sea capaz de enfrentarse a este chico, y te devolveré lo que te pertenece.

***

No era justo.

Miró los lentes en su mesa de noche con resentimiento, descansando descaradamente sobre una pila de mangas nuevos que Nana le había traído para que practicara su lectura. Usarlos sería darle la razón a los demás sobre cómo su vista era deficiente. Además, en sus pesadillas, ella siempre los perdía durante una persecución o los lentes de contacto se rompían en sus ojos en una pelea y, aunque no sabía si era posible, de solo pensar en cristal clavándose en sus pupilas... Era suficiente para convencerla de no intentarlo.

Tampoco era justo porque Derek estaba jugando con su mente, atacándola y luego perdonándole la vida, cortándole un dedo para luego pedirle ayuda, golpeándola y enterrándola viva solo para mentir después sobre haberla matado. ¿Qué tanto era él y no las voces en su cabeza influenciándolo?

Nix no dejaba de callar secretos. Nana tan solo había aparecido para exigirle que estudiara más. Anton de seguro se estaría quejando de ella. Pip debía estar causando algún caos sin supervisión. Y no quería ver más ramen. Nana lo cocinaba de un modo delicioso, pero también era lo único que cocinaba, y tras años de solo consumir ramen, Key había desarrollado una garganta inmune a las quemaduras y un deseo de no ver nunca más tal plato.

Dejó el tazón a un lado tras obligarse a tragar apenas lo suficiente para que su estómago dejara de quejarse. Debería haber atacado a Derek. Había tenido su oportunidad. De haber cortado el nervio en sus tobillos antes que él la golpeara, podría haberlo vencido. ¿Entonces por qué él había tenido que mirarla de ese modo? Por un minúsculo instante, había sido su amigo de regreso.

Lo extrañaba. No al loco que había intentado apuñalarla mientras dormía, sino al chico que solía reír con ella al visitar la feria de sueños o enseñarle a lanzar aun cuando su puntería era un asco. Extrañaba su cercanía, porque Derek siempre se había mantenido a su lado asegurando que nada acallaba tanto las voces como su compañía. Y más que todo, extrañaba al joven que comprendía su modo de pensar, porque él también había crecido señalado como el chico raro.

Recogió sus cosas y se arrastró a la habitación al otro lado del corredor. Había algo importante que estaba pasando por alto, como una palabra en la punta de su lengua que todavía no podía descifrar. Quizás estaba exagerando de nuevo, intentando forzar algo donde no había nada. O tal vez su instinto no estaba tan equivocado, porque si había algo que se repetía en todas las pistas, era la magia oscura. Así que se sentó en la cama, y esperó.

—Linda decoración —Nix ni siquiera pareció sorprendido de encontrarla en su habitación cuando regresó—. ¿Puedo saber qué significa?

Dudaba mucho que alguien fuera capaz de conocer todos los secretos que él debía callar, empezando por su verdadera identidad. ¿Un criminal? ¿Un revolucionario? ¿Un chico haciendo lo necesario para sobrevivir? Había imaginado mil historias para su pasado, y ninguna parecía coincidir del todo.

Había pintado por completo su habitación de negro, Key intentaba no pensar en cuánto le costaría sacar ese color de los muros luego. Había conseguido tiza también, escrito símbolos extraños del suelo al techo junto a la puerta.

—Me gustaría saberlo también —él tocó con cuidado la escritura—. Es difícil interpretar a la diosa en este mundo.

—¿Escribes algo sin saber lo que es?

—Las marcas que antes llevaba en mi piel servían para muchas cosas, unas eran para poder leer la escritura antigua —Nix tocó la punta de sus dedos, la piel lisa y clara—. Un mundo distinto implica un cuerpo distinto, aquí este no perdió sus ojos ni se marcó para sobrevivir.

—He visto tus cicatrices.

—¿No todos las tenemos?

—Me gusta mi cuerpo con todas sus marcas —Key se encogió de hombros desde donde estaba sentada en la cama—. Muestra que sea lo que sea, lo superé. ¿No es fascinante cómo nuestro organismo nos ama? Sin importar cuántas veces nos lastimemos, siempre nos curará.

—No todas las heridas sanan.

—Lo siento.

Apenas se contuvo de hacer una mueca. ¿Cómo no había sido más cuidadosa con sus palabras? Suspiró al ponerse de pie. Culpó al golpe en su cabeza, de seguro eso le habría causado una contusión y seguía sin pensar del todo claro. Ya había tomado una píldora contra el dolor, y todavía podía sentir la zona inflamada.

Nix la cogió por la muñeca para detenerla cuando intentó pasar a su lado. No estaba siendo justa, lo sabía. Toda su vida había odiado la lástima con la que algunos habían llegado a tratarla, fuera por su condición o el haber perdido a sus padres. Y aquí estaba, haciendo exactamente aquello con él cada vez que intentaba imaginar su vida anterior.

—No lo dije por mis ojos —su agarre se suavizó mas no la soltó—. No te atrevas a pensar que eso merece algún trato especial de tu parte.

—Es difícil olvidarse de ello.

—Deberías.

—¿Tu puedes?

—Tienes que aceptar tus diferencias, al punto que ya no recuerdes qué tienes distinto de los demás. Solo así estas no te afectarán.

—Dificulta mi trabajo.

—¿Crees que a mí no me dificultó la vida quedarme ciego siendo un niño? ¿Piensas que no me costó nada?

No quiso imaginarlo, porque de seguro estaría equivocada, y tampoco deseaba sentir lástima. Por supuesto que le habría costado. No quería compararse con él, porque solo cada uno conocía su situación y cuánto era capaz de tolerar. Quizás ella no lo hubiera logrado en su lugar, quizás lo hubiera hecho mejor. No era como si hubiera modo de saberlo.

—Pienso que ahora te es indiferente —murmuró Key—. O al menos eso aparentas. ¿Prefieres tu magia o tu vista?

—Podría tener magia ahora mismo de desear —ella se quedó quieta cuando él cogió un mechón de su cabello, solo para limpiar la sangre seca que aun quedaba—. No es como si tuviera que elegir. No contigo.

—¿No te tienta?

—En lo más mínimo. Ya tuvimos esta conversación —Nix se acercó incluso más.

—Dicen que los brujos no pueden vivir sin hacer magia.

—La magia tira en mi sangre, pero no de modos que tú puedas imaginar o comprender.

Él enredó el mechón entre sus dedos, obligándola a levantar su rostro. Lo recordó en una posición similar, segundos antes de robar su sangre. La misma magia que corría por sus venas también había corrompido a Derek. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo Nix lucía siempre tan estable y bajo control cuando Bower ya ni siquiera parecía consciente de sus acciones?

—A veces, ni siquiera yo lo hago —admitió Nix.

—Derek tiene un mechón de mi cabello.

—Era predecible.

—También creo que robó mi sangre.

—Tiene sentido.

—Es lo que está usando para tener magia. ¿No? Tú conoces ese hechizo.

—No podrás vencerlo mientras sigas siendo tan previsible. Guardabas sentimientos por él.

—¿Y?

—Eres evidente en ese aspecto, por supuesto que el agente lo sabe y lo utiliza a su favor —Nix sonrió con maldad al poner dos dedos sobre su cuello—. Tu pulso se ha acelerado, al igual que tu respiración.

—Puede ser por tu cercanía.

—O porque he dado en el clavo. De ese modo logró acercarse lo suficiente a ti para robarte, y por eso mismo siempre te vence. No eres capaz de acabar con él.

—Lo soy —respondió Key y Nix rió al enterrar su rostro en su cuello.

—Eres una pésima mentirosa, Keira Sakura Feza —susurró—. Te sonrojas cuando mientes.

—No es cierto.

—Es casi tierno.

—No puedes verlo.

—No necesito hacerlo. Pero si alguien como yo pudo ver lo expresiva que eres, ese chico sabe lo que provoca en ti y creo que ya ha dejado en claro que no dudará en aprovecharlo. ¿Dejas que todos se acerquen tanto?

—Papa me enseñó que el mejor modo de matar a alguien, era dejando que se acercara —Key tocó con cuidado un punto entre las costillas de Nix—. Las personas bajan la guardia en cercanía, y entonces puedes alcanzar sus puntos débiles. Podría alcanzar tu corazón de apuñalarte allí.

—No es una muy buena táctica, podrías distraerte.

—Tal vez en otro momento —ella puso una mano sobre su hombro y lo alejó con suavidad—. Necesito ir a la Agencia.

—Necesitas descansar —cualquier diversión se borró de su rostro al oírla.

—Por eso me acompañarás. Será solo una visitas. Esperas que entre y salga, y listo.

No era el momento para permitirse una distracción, aun cuando estaba comenzando a considerar que no habría nada de malo en ello, o tal vez su cuerpo le estaba jugando una mala pasada con la debilidad. De todos modos, tenía trabajo que hacer, y eso no podía esperar. Temía que algo más que la vida de Derek dependiera de ella llegando al fin del asunto.

—¿Piensas soltarme? —preguntó Key y Nix obedeció—. Gracias.

—¿Por qué yo?

—Tengo un montón de cosas que hacer y nosotros tenemos que hablar. Me cansé de jugar por las reglas. La vida de Derek está en riesgo, no hay tiempo que perder. Si la magia lo envenenó para que actúe del modo en que lo está haciendo, entonces algo debe poder curarlo. No abandonaré a mi amigo.

—Vas a terminar muerta.

—No abandonaré mi trabajo tampoco, así que no me puedo permitir morir —ella sonrió sin poder evitarlo—. Además, creo que estoy llegando a algo contigo. Me admitiste que tienes corazón, es solo cuestión de tiempo para conocer el resto de tus secretos.

—Jamás lo lograrías.

—Me gustan los desafíos.

—¿Entonces qué planeas hacer?

—Renunciar a la Agencia.

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