Capítulo 14
Sufría de sueño ligero.
En realidad, sufría de pánico, paranoia, terror, y básicamente cualquier secuela que una noche de matanzas pudiera dejarle a un niño. Anton no recordaba ni una sola vez, desde que se había despertado entre gritos y sangre, en que hubiera podido dormir del todo. Los pasos de Key en la habitación conjunta eran como truenos, los suspiros de Pip al dormir en la otra eran ensordecedores, incluso el aletear de una polilla podía ponerlo de los nervios.
Así que cuando la puerta de su dormitorio se abrió en medio de la noche, cogió la navaja que descansaba en su mesa para poder defenderse. Pip asomó su pequeña cabeza llena de revoltosos rizos, y Anton suspiró antes de dejar el arma junto a sus lentillas de nuevo. Ambas cosas habían sido un regalo de Nana. Una para protegerse él, y la otra para proteger a los demás, esas habían sido sus palabras. El pequeño secreto que habían jurado mantener entre ellos dos.
—Tuve una pesadilla —susurró la niña.
Él le hizo un gesto con la mano para que cerrara la puerta y se trepara a su cama. Su hermanita no comentó nada sobre el brillo distinto en sus ojos, demasiado acostumbrada a verlo así de noche. Anton había cometido una sola vez el error de intentar dormir con lentillas, la experiencia había sido horrible.
Ella se acomodó a su lado, cubriéndose también con la manta y abrazando con fuerza el muñeco de príncipe que siempre cargaba a todas partes. Él tuvo el cuidado de tirar de sus mangas hasta sus manos para cubrir los nuevos vendajes en sus brazos. Pip era demasiado joven y feliz, como para saber de dónde provenía su magia. Ella era todo lo que estaba bien en el mundo con sus risitas y su cariño, su toque divino capaz de darle vida a cualquier cosa inanimada por unos segundos y su insaciable curiosidad.
—Las pesadillas son normales —Anton se corrió para hacerle un hueco a su lado.
—No me gustan.
—A nadie le gustan.
—El hombre malo venía por nosotros.
—Fue solo un sueño.
—¿Y si se cumple?
—Tenemos a Key para defendernos. Y yo jamás dejaría que algo malo te sucediera.
—El hombre malo es un monstruo. Es muy poderoso.
—Del único hombre malo del que debes preocuparte, es del que está al otro lado del pasillo.
—Key dice que Nix no nos hará daño.
—Key es muy crédula, y no sabe mucho de magia.
—Tú no eres malo.
—Porque elijo sacar la magia de mí, pero él es del tipo que elige sacar la magia de otros.
—El hombre malo es peor —Anton suspiró ante su insistencia.
—Preocúpate por los peligros más cercanos a ti, yo te cuidaré de los lejanos.
—Luce como Key. Dijiste que es la magia más poderosa.
—Key es totalmente humana, y no hay una sola pizca de magia en ella. Pero si hay algo que puedo asegurarte, es que ella detendrá a cualquiera que quiera lastimarte. Aquellos besados por la luz solían ser los mejores guerreros del rey, y si aquí no hay magia, entonces lo serán de otro modo.
—¿En serio?
—Eran increíbles. Su pequeño grupo era capaz de destruir cualquier ejército.
—¿Entonces por qué dejaron que los reyes murieran?
—Seguían siendo brujos, con todos sus errores y debilidades. El rey y la reina se volvieron locos, el príncipe heredero también, y ellos lo permitieron. Eran sus consejeros, debieron haberlos detenido. El príncipe quería arrestarlos, seguro para evitar su intervención. Cuando el pueblo se levantó, el mismo equipo ya estaba quebrado y los atraparon por separado.
—¿Murieron?
—Algunos. Otros huyeron. Si se quedaron en Ashdown, no creo que hayan sobrevivido. El nuevo régimen debe haberlos buscado y ejecutado.
—Pero si eran tan buenos...
—Incluso tu hombre malo puede ser vencido.
Pip se quedó en silencio al comprender su lógica. Eso debería bastar para hacerla dormir, al menos hasta su próxima pesadilla y ronda de preguntas. De todos modos, no era como si Anton fuera a dormirse, o ellos tuvieran algún otro lugar al que ir. Confiaba en la buena voluntad de Key, no es su habilidad para lidiar con problemas, pero Nana le había dicho de jamás dudar de la resiliencia de un Feza, menos de una marcada por el mismo Tsukuyomi, cual fuera el dios que la anciana adoraba. Y Anton, confiaba en Nana sobre cualquier otra cosa.
***
Por primera vez en dos lunas, las escrituras antiguas lo llamaron.
Nix se despertó enseguida, la comezón todavía en las puntas de sus dedos. No pensó en nada más al momento de ponerse de pie. Cogió una tiza del paquete que había comprado tan solo días antes junto con la pintura, y comenzó a escribir en el muro más cercano. Era una compulsión difícil de explicar. Simplemente sentía la necesidad, como si sus manos no le pertenecieran en ese momento.
No necesitaba conocer los símbolos, y muchas veces ni siquiera sabía qué significaban hasta que no los plasmaba, pero el conocimiento estaba allí, tan natural en sus manos como si llevara una eternidad dibujándolos. Y cuando lo hacía, no podía pensar en nada más, porque era como si la misma diosa lo estuviera guiando.
La luz entraba débilmente a través de su ventana empapelada, la casa ya estaba llena de los ruidos de actividad matutina, de intentarlo podría olfatear el desayuno, pero por ese momento nada más existía. Y cuando el impulso terminó, solo pudo alejarse para ver el muro lleno de símbolos que desconocía, ni siquiera había terminado el último.
Cerró los ojos y apoyó la yema de sus dedos sobre lo escrito. Nada. Silencio. Las escrituras antiguas solían hablarle a través del tacto, pero por primera vez permanecieron en absoluto silencio. Se alejó con decepción. Sus marcas no estaban. Allí no tenía nada que le ayudara a interpretar lo escrito.
¿Y de qué se trataba esa vez? ¿Un hechizo poderoso? ¿Una completa tontería? Una vez se había despertado en medio de la noche con el mismo impulso, solo para escribir símbolos para calentar débilmente una taza de infusión. Y aquella vez, se había sentido más urgente que cuando la diosa le había mostrado los símbolos para romper las realidades y pasar de un mundo a otro. La magia no seguía ninguna lógica, solo sus propios caprichos.
Necesitaba un facilitador.
No perdió tiempo en vestirse. Tal vez, si lograba encontrar uno, podría comenzar a descifrar para qué servía. Luego de tanto silencio, la diosa no lo despertaría por trivialidades. O al menos eso quería creer. No era como si tuviera alguien a quien consultarle, o algún sitio donde encontrar información. No existía tal cosa.
Bajó rápidamente las escaleras. Desde la sala, Key le dirigió una mirada de advertencia mientras atendía a una Gia recostada en el sillón y quejándose. Nix ni siquiera se molestó en despedirse al momento de partir. No había lugar para nada más en ese momento, aun si una parte de él seguía teniendo curiosidad por cómo Key reaccionaba bajo su toque.
Lamentablemente, a pesar de todo lo que había recorrido y conocido hasta el momento, tan solo había un lugar que proveía elementos mágicos. Con resignación se dirigió a la botica. A pesar de todo su desagrado, había cosas más importantes que sus preferencias personales.
Las campanillas en la entrada fueron tortuosas. El lugar era un desorden y, aunque Nix no era ni de cerca tan obsesivo como Key, había aprendido a disfrutar del orden para no tropezarse con nada en el camino. Algo así era difícil de dejar de lado. Encontrar algún objeto en ese lugar desorganizado sería todo un desafío.
Cerró los ojos y deslizó sus dedos por los estantes. Nada. Los muebles estaban abarrotados a más no poder, y no sentía absolutamente nada. A diferencia de Ashdown, ese mundo no le hablaba. Y el vacío comenzaba a notarse. ¿Era porque ya no tenía sus marcas? ¿Era ese mundo que no le hablaba? ¿O quizás había cometido un error al abrir el cruce, y había dejado algo atrás? No había sido su hechizo más prolijo, lo reconocía.
—No eres bienvenido.
Abrió los ojos para fijarse con desinterés en el otro brujo. Sintió la sonrisa tirar de sus labios al notar que su cabello no era tan blanco como el de Key. Aun entre aquellos besados por la luz, había una escala de poder. Parecía algo decente para molestarlo. Si había una sola cosa que quizás echaba de menos del otro mundo, era el modo en que había instaurado ser respetado, temido incluso si era necesario para que los demás actuaran como era debido.
—No suelo serlo, eso no significa que sea un impedimento —Nix se dio vuelta para continuar observando la mercancía—. Estoy buscando algo que distorsione percepciones. Tal vez unos inciensos de khan, o aceites de with. ¿Tienes algo similar por aquí?
—No colaboraré, de ningún modo, en el uso de magia prohibida por la Agencia. Menos magia negra.
—Es extraño. Busqué todos los registros reales que quedaron, puedo recitar los hechos históricos en perfecto orden cronológico, lo sé todo sobre lo sucedido incluso cuando no tenía la edad para recordar algo entonces, porque para dominar tienes que saber cómo el otro cayó. Y estoy seguro que en ningún lugar figuraba que alguno de tu tipo tuviera descendencia. Menos una hija. Es eso, o tienes un serio problema de alimañas en el piso de arriba. Aunque, si te pones a pensarlo, es casi lo mismo.
—No te quiero aquí.
—Tampoco quieres que comparta mis sospechas —Nix cogió un vial, solo para volver a dejarlo en su lugar tras oler el contenido—. El rey tenía seis joyas que dicen fueron destruidas esa noche. Estoy seguro que no fue el caso de todas, algunas deben haber sido robadas. ¿Y quién mejor para hacerlas desaparecer, que uno de sus niñeros?
—Solo compra lo que buscas y vete.
—Me lo llevaré sin pagar. No podría tenerme más sin cuidado cualquier tema relacionado al otro mundo, y no planeo regresar, pero el equilibrio se ha roto. Deberías saberlo.
—Porque tú lo has roto. ¿O crees que no estoy al tanto de lo que sucede actualmente del otro lado? ¿Le has mencionado a Keira Fezaa que para ser capaz de abrir un cruce ilegal, debes asesinar a sangre fría a alguien que te ame? Si eres capaz de continuar con tu vida tan indiferente ante ese crimen...
—¿Le has mencionado el verdadero motivo por el que la ayudas? Conozco a tu tipo. Creen ser superiores a todos los demás, prefiero no imaginar entonces cómo deben ver a los humanos. Los desprecias. Pero aquí estás, asistiendo de buena voluntad a una en particular siempre que lo pide.
—Jamás comprenderías los deseos de la magia pura.
—La magia es igual en todas sus formas, algunos tan solo sabemos escucharla, y otros creen que pueden entenderla.
—No te entrometas en los planes que la magia tiene para Keira Fezaa.
—¿Qué? ¿Crees que es especial? ¿Alguna especie de elegida, profecía, reencarnación, algo por...? —Nix se interrumpió al notar el cambio en la respiración del brujo, esos pequeños detalles que solo él notaba y delataban tanto del otro—. En serio crees que es una reencarnación. Supongo que tanto tiempo encerrado aquí debe haberte vuelto loco.
—No son tus asuntos.
Había aprendido, con el tiempo, que el miedo empujaba incluso al más racional de los seres a caer en una tonta trampa como era la esperanza. Conocía todas las historias y leyendas, los rumores y las profecías, los imposibles milagros y las supuestas reencarnaciones, y sabía que todos eran falsos. Ninguna historia era real. Su magia así se lo había confiado. Y casi rió al constatar a lo que un antiguo consejero del rey había caído, pero el recuerdo de sus últimos momentos en Ashdown lo detuvo, junto con la moribunda voz diciéndole que si no creía en los héroes de esas historias, entonces que al menos creara uno real.
Pasó de largo del brujo y se dirigió a una estantería donde estaba seguro de haber notado un libro sobre reconocidas personalidades. Le gustaba planear a corto plazo. En su mente, primero se había tratado de huir del sabueso. Entonces Key lo había matado, y todo se había reducido a evitar problemas por su magia. Y ahora que ella lo había descubierto... Cogió el libro y pasó las páginas, sintiendo una dolorosa extrañeza al saber que esa escritura debería serle familiar junto al estilo de ilustración, cuando casi no tenía recuerdos de cuando los había visto de niño.
—¿Qué? ¿Piensas que es ella? —Nix se detuvo en una ilustración de una chica con el cabello tan blanco como Key y sus ojos rasgados—. Aika Shinai. ¿No dicen las canciones que fue ejecutada por traición?
—La primera víctima de la locura del rey, es solo lógico que sea su espíritu quien restaure la paz.
—Te equivocas. El mundo humano no es lo que le sigue a una vida en Ashdown, existe en paralelo. Solo los idiotas creen en tales supersticiones.
—Keira Fezaa ha matado a brujos casi tan poderosos como tú o como yo, no siendo nada más que una cría, y no midiendo más de un metro. Aika fue la guerrera más eficiente y letal que alguna vez sirvió al rey, capaz de matar con la misma facilidad con la que sonreía, e igual de amable.
—No eres el primero en decirme que Key es amable cuando asesina. Aun así, exageras si dices que una niña pudo asesinar a un brujo.
—Su abuela lo presume. Todos lo sabemos. Ella cree que su dios pagano marcó a su nieta, no entiende que en realidad fue la magia y la gracia del espíritu de Aika. Los humanos nunca entienden.
—Ese es el problema con tu tipo, desprecian a los demás. Los humanos solo son distintos, no inferiores. Y puedo jurar, sobre mi propia magia, que te equivocas.
—El único motivo por el que tu presencia no me inquieta, es porque sé que apenas despierte el espíritu de Aika, acabará contigo sin dudarlo —Seito arrebató el libro de sus manos y señaló el arma de la chica en la página—. Los humanos le llaman naginata. Su origen...
—No existe tal cosa como la reencarnación, la diosa así lo sabe —Nix se alejó para observar el resto de los objetos.
—Esa herejía a la que adoras...
—Al menos me enseñó a respetar las creencias de los demás.
Estaba tan acostumbrado a escuchar cosas así, que ya ni siquiera les daba valor. Solo las escrituras antiguas hablaban de la diosa, y solo él parecía creer en ella. Deslizó sus dedos sobre los distintos artefactos, deteniéndose al creer sentir una vibración sobre unos naipes. Cuando los volvió a tocar, nada. Quizás lo había imaginado, o quizás la diosa estaba poniendo a prueba su fe. Era más que lo que había sentido hasta el momento.
—Me llevo estas —dijo Nix cogiéndolos.
—Son cartas de sussex defectuosas, no sirven de nada. Justo como tú.
—Con más razón me las llevo.
***
No era para nada lo que había ido a buscar o esperado encontrar, pero tal vez lo que necesitaba, no era como si tuviera modo de saberlo en aquel momento. La magia actuaba por motivos que el brujo desconocía. De todos modos, Nix estaba conforme con su extraña adquisición mientras regresaba.
Había escuchado historias, sobre una reina, demasiado tiempo atrás como para que alguno de sus ancestros hubiera existido, que jugaba con sus enemigos como piezas de un juego. Y sabía, que en cada historia, había al menos un poco de verdad por más irreal que fuera, sobre todo al momento de desentrañar algún hechizo antiguo perdido en el tiempo. Había aprendido a encontrarlos escondidos allí, durante mucho tiempo lo único que había sabido hacer había sido escuchar, y así había aprendido las artes oscuras. La magia antigua se había colado, aquí y allí, haciéndole notar cosas que otros pasaban por alto o no comprendían. Y, aunque él no creyera en ninguna fantasía, podía diferenciar lo real de lo falso en una.
Se detuvo al encontrar a Key esperándolo en las escalinatas de entrada. Aun debajo de una sombrilla para protegerse del sol, podía notar que su piel estaba enrojecida de un modo enfermizo y oír su respiración dificultosa. ¿Cuánto tiempo llevaba ella allí? Nunca le había preguntado al respecto, tampoco necesitaba hacerlo para notar la inconveniencia. Ella era una tonta.
—No te sientes bien —constató él, ella le ofreció una brillante sonrisa.
—Nada que un techo y varias cremas no puedan reparar —Key entornó los ojos por la luz al mirarlo—. No me gusta llevarme el trabajo a casa, no sé si me explico.
—Tu ático dice lo contrario.
—Eso es personal. Los asuntos de la Agencia, prefiero dejarlos fuera de mi hogar. Por eso nunca discutimos de ello dentro.
—Y no lo haremos ahora —dijo Nix al comprender.
—Lo he estado pensando, y no es una decisión que me complazca del todo, pero eres poderoso y yo una chica que desea su puesto de regreso. Quiero que me ayudes a atrapar a Derek Bower.
—¿Y qué conseguiré yo a cambio?
—Inmunidad. Sé cómo funciona la Agencia, el padre de mi amiga incluso es el director del departamento de migraciones. ¿Crees que no soy capaz de robarle unos papeles para hacer pasar por legal tu cruce?
—Te aprovecharías de tu propia amiga.
—Por el bien de otros, haría lo que fuera.
—¿Has matado algún brujo alguna vez?
—Sí —respondió Key sin sonrisa alguna.
—¿Cuántos años tenías?
—No son recuerdos bonitos —ella sacó su estilete y lo hizo girar entre sus manos antes de enseñárselo—. Fue con esto. Era de mi madre. A un brujo debes matarlo de cerca. Ese es el modo más seguro y a prueba de fallas —Key mantuvo su mirada fija en el arma—. No recuerdo el cuándo de mi primera vez. Nana dice que fue hace años, que no le dé importancia. Quizás cuando ella comenzó con sus encargos especiales. ¿Trece años? ¿Por qué preguntas?
Trece años no era la edad de una niña. Key lo observó con sus ojos entrecerrados a causa de la luz. Era delicada de cuerpo, no podía negar eso, y que ella estuviera tan obsesionada con negar sus debilidades en vez de trabajar en ellas no ayudaba, pero no podía ignorar que había algo extraordinario en sus gestos, en el modo en que sus manos manipulaban su estilete o la determinación en su voz al hablar de su deber.
Los recuerdos eran una cosa curiosa, fácilmente perdidos o alterados bajo la influencia interna o externa. Lo sabía mejor que nadie. Sabía, con un dolor desgarrador, que lo primero que alguien olvidaba tras una muerte era la voz del difunto. Las palabras dichas se confundían con otras. Los sentimientos cambiaban percepciones... Supuso que con las imágenes debía ser lo mismo.
Estaba acostumbrado a jugar el rol del villano en la historia, incluso había aprendido a disfrutarlo por el poder que implicaba. Después de todo, nunca había tenido opción, su magia lo marcaba como tal, fuera en su mundo o cualquier otro. Conocía también los pensamientos de Key respecto a los héroes, y él no creía en tales cosas.
Nunca había creído en historias de herederos perdidos regresando triunfales para reclamar lo que les pertenecía, o profecías sobre héroes legendarios reencarnando para traer de nuevo la paz. Fantasías con las que los estúpidos se distraían de la cruel realidad, y por ello también perecían. Pero en aquel momento solo podía recordar una débil voz pidiéndole que si no tenía esperanza al no creer en ninguna de esas historias, entonces creara una real, aunque eso implicara crear a un héroe también.
Era algo que podía hacer, incluso contra los deseos de esa chica. Oh, ella sufriría, tenía un corazón demasiado blando para eso, quizás incluso la estaba condenando, pero Nix no pudo hacer nada más que sonreír al aceptar su pedido mientras la voz de su hermano resonaba dentro de su cabeza preguntándole una y otra vez por qué hasta que su corazón se había detenido.
—Para saber que eres capaz de enfrentarte a alguien con magia —respondió simplemente.
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