Prólogo
Pip todavía no se acostumbraba del todo a su nueva casa. Era demasiado grande y extraña, perdida en medio del bosque y alejada de la ciudad, tan diferente a Washington. También estaba llena de desconocidos que hablaban un idioma que ella no comprendía y tenían horarios que no terminaba de entender.
Deslizó la puerta a un lado en silencio y saltó fuera, sus pies desnudos hundiéndose en la fría hierba. La luna resultaba apenas una delgada línea en el cielo. Era lo suficientemente tarde para que los agentes estuvieran lejos, trabajando, o durmiendo si les correspondía. Se mantuvo agachada de todos modos, corriendo en silencio para no ser descubierta.
Había planeado ese operativo durante noches, y con la carta de Gia en su bolsillo, sabía que nada podía salir mal. Se había sentido como Key, espiando y juntando información con los días, y le hubiera gustado que ella estuviera allí para mostrarle su trabajo y que le diera el visto bueno. En sus sueños, Key la felicitaba y le decía que algún día sería una excelente agente, tan buena como ella. Pero desde que habían aterrizado en aquella extraña isla que no tenía noticias de ella.
Le había presentado su plan con entusiasmo a Anton, pero él no le había prestado atención. Desde el enfrentamiento con Derek, su hermano no había vuelto a decir palabra alguna, ni siquiera parecía vivo por dentro. Pip había dejado a Romeo a su lado para que lo protegiera durante su ausencia. Necesitaba encontrar a Key, porque ella podría hacer que Anton reaccionara.
Algunas secciones del complejo estaban encendidas, figuras viéndose como sombras sobre las extrañas puertas corredizas. La mayoría estaban a oscuras. Ella se detuvo al alcanzar el pequeño santuario en el centro, nada más que una amplia sala cerrada de meditación construida en el medio del jardín. El jefe de la familia Feza había sido duro al decirle que tenía el ingreso prohibido, pero Key nunca había escuchado las prohibiciones de sus superiores y Pip deseaba ser tan buena como ella.
Además, llevaba noches enteras espiando como para notar que alguien solía romper esa prohibición que debería ser para todos por igual. Se agachó contra el muro una vez que alcanzó su destino, su corazón corriendo con fuerza ante el miedo de ser descubierta. Todas las secciones del complejo estaban construidas elevadas sobre el suelo para evitar riesgos de inundación, respetando la arquitectura tradicional, o eso Nana le había contado.
Podría meterse debajo, e intentar observar a través del suelo. Las ventanas no estaban hechas de un material por el que pudiera ver qué sucedía dentro. No se animaba a trepar al techo, todavía no había practicado tanto escalando árboles como para intentarlo. Se arrastró sobre sus rodillas hasta encontrar al menos un rendijo entre los paneles mal cerrados y poder mirar dentro.
La primera vez, había creído que tal vez estaba soñando al ver a la chica vestida de un modo extraño y con cabello blanco paseando por los alrededores. ¡Key la iría a ver enseguida de haber regresado! Pero la había vuelto a ver, ella vivía ahí dentro, y Pip había temido que, quizás del mismo modo que los mayores no le dejaban acercarse, a ella tampoco la dejaran salir.
Cubrió su boca con ambas manos para no hacer ruido al notar que ella no estaba sola y escuchar el suave jadeo y ver el hombro desnudo de un hombre. Se giró enseguida y se apoyó contra la pared para no mirar. Su rostro ardía por la vergüenza. No era tonta, sabía cómo se hacían los bebés y las películas de terror que le encantaban estaban llenas de escenas así que ella se saltaba al ser aburridas.
Sacudió su cabeza en negación, cubriéndose sus oídos con ambas manos. Por un instante, consideró el regresar a su habitación, pero no había llegado tan lejos para abandonar por algo tan absurdo. Key no lo haría en su lugar. Incluso había tenido que aprender por su cuenta que shiro significaba blanco, para llegar tan lejos.
Bajó sus manos cuando estuvo segura que todo era silencio. Eso no estaba bien, no podía ser Key, porque quería que Key y Nix estuvieran juntos, y él no estaba allí con ellos. Sin importar cuánto había suplicado por su compañía, Nana le había dicho que había sido su decisión. Key había preferido no hablar del tema en todo el viaje, como si Pip no hubiera notado que ella también había deseado que aceptara su oferta. Nana le había dicho que los corazones eran cosas de grandes y no debía meterse, pero ella quería que estuviera juntos.
—¿Por qué ya debo irme?
Levantó la cabeza, atenta al escuchar la voz de un joven hablando inglés con un extraño acento. Ese no era Nix, eso no estaba bien. Y lo extrañaba. Pero Anton tampoco la había escuchado cuando le había pedido de rastrearlo para comunicarse con él. Nana le había respondido que si Nix deseara comunicarse con ellos, entonces ya lo hubiera hecho. Ella no estaba de acuerdo.
—Porque ni siquiera deberías estar aquí, Takeo —respondió una joven riendo—. Ya es tarde. Debería hacer unas lecturas.
Se alivió al notar que no era la voz de Key, y entonces la tristeza le siguió. Ella no estaba allí. ¿Entonces dónde estaba? ¿Cuándo regresaría? Ella jamás los abandonaría, y Nana no dejaba de repetir que volvería. Pip no deseaba esperar más.
—El futuro puede esperar —respondió Takeo—. Lo único importante es el presente, y nosotros juntos.
—El futuro no puede esperar —dijo la joven con diversión—. Déjame concentrarme en mis tareas, y tú céntrate en las tuyas. Deberías descansar para mañana. Tienes trabajo.
—Pasaría mil noches en vela, si eso significara mil noches a tu lado.
—Tu cuerpo no resistiría tanto.
—Lo haría. Lo juro sobre mi corazón.
—¿Tienes alguna novedad de Keira Sakura?
Ese nombre pareció bastar para enfriar todo el ambiente. Pip pegó su oído contra el panel para poder escuchar mejor. Key tenía que estar bien, por más que no hubiera oído nada de ella y Nana tampoco le dijera mucho. Quizás lo peor, era el modo en que Nana también parecía preocupada.
—Terminó con el clan Sheru hace unos días, ahora está cumpliendo con las treinta noches nuestras —dijo Takeo de mala gana.
—¿Y ella está bien?
—No se quebró con los Sheru.
—No todos lo hacen.
—Pues debería haberlo hecho. Si el mar no pudo romperla, entonces los muertos lo harán.
—No todos están destinados a quebrarse en el entrenamiento —dijo la joven con calma—. Algunos ya lo han hecho antes, y ahora son más resistentes por eso.
—Algo no está bien en ella —respondió Takeo—. Dicen que nunca pierde la calma. Nadie debería ser así. No es natural.
—Tsukuyomi la escogió por algo, tal vez sea su fortaleza. Se debe tener un alma sin igual, para permanecer impasible cuando todos los demás se han quebrado.
—O no se debe tener alma alguna, lo cual es preocupante.
—Es una chica que todavía tiene mucho por aprender, tenle paciencia —pidió la joven.
—Ella no cree en nada. No siente. A un gādian no debe faltarle su parte espiritual.
—No es tu deber determinar si ella tiene material para ser uno, sino el de la luna. Tu deber es asistirla. Todavía le queda camino por recorrer. ¿Le llevarás comida pronto?
—En tres días.
—¿Y han hablado con el clan del norte? ¿Sobre la tercera prueba?
—No deberían hacerse diferencias. Si Tsukuyomi en serio la eligió, entonces la protegerá. Si Tōjinbō no la rompió, y Aokigahara no lo logra, Amaterasu lo hará.
—Tan solo me parece una lástima que estemos haciendo a esa chica pasar por todo esto luego de lo que vivió —comentó ella.
—Si quiere ser un gādian, lo aceptará como todos nosotros.
—Takeo... Sabes que te amo más que a la luna misma. ¿Verdad? Si pudiera, renunciaría con placer al destino que me ha sido encomendado, por una vida a tu lado. Eres la única razón por la que prefiero mirar a la tierra más que al cielo. Eres el hombre que amo. Cuida de Keira Sakura, necesita un guía para tomar el lugar que le corresponde en la familia.
—Ya encontraremos una alternativa.
Pip no le prestó atención a la melosa despedida. Key estaba bien, eso era lo único que le importaba, y el joven la vería en tres días. Escuchó el sonido de pasos y el susurro de prendas, ella solo podía pensar en que tenía tiempo para escribirle una carta. Se deslizó debajo del santuario, manteniéndose en la oscuridad al ver al joven salir mientras terminaba de ajustarse su hakama. Los japoneses vestían de un modo gracioso.
Ella se deslizó fuera, y se atrevió a observar el interior del santuario a través de la rendija. La joven estaba sentada en el suelo, en un montón de telas que debían ser los restos de su kimono mientras sujetaba una para cubrirse. Tenía su mirada levantada al cielo estrellado, y su blanco cabello caía hasta su cintura.
—¿Piensas entrar en algún momento?
Se paralizó al ser descubierta, pero terminó por juntar valor y ponerse de pie para entrar. Era lo que un agente hubiera hecho. Deslizó un panel a un lado y de regreso en su lugar, antes de dirigirse al centro para sentarse frente a ella. La joven le sonrió con amabilidad, sujetando un paño a su alrededor, sus hombros al descubierto.
—No es correcto espiar a los mayores —comentó ella.
—No eres Key —Pip frunció los labios con molestia al constatar los ojos rasgados y las raíces del cabello negras.
—¿Y eso te molesta?
—Sí, porque me equivoqué y no seré una buena agente —la joven rió ante su respuesta.
—Soy Yuki. Lo siento si no soy la persona que creíste que era.
—Sabía que no eras Key, porque a ella le gusta Nix —respondió Pip con toda seguridad.
—¿Y quién es Nix?
—Un brujo. Es mi amigo.
—Entiendo —Yuki le sonrió con cariño—. No deberías ir diciendo estas cosas por allí. Los brujos no tienen permitido tocarnos. Nuestras leyes no prohiben una relación, mientras no sea física, pero de todos modos muchas personas no ven bien que haya algo entre una humana y un brujo. No metas en problemas a Keira Sakura, cuida bien su secreto.
—Pero ellos no son parejas. Solo que yo quiero que lo sean.
—No he tenido el honor de conocer a Keira Sakura todavía, pero suena como una chica de sentimientos sinceros. Y tú luces como una chica perspicaz —Yuki tocó la punta de su nariz.
—¿Qué es eso?
—Que notas algo, y sueles estar en lo correcto.
—A veces sueño cosas, y suceden.
—Magia de aire. ¿Verdad? Suelen ser muy espirituales. Yo también a veces veo cosas que luego suceden —ella levantó la mirada de nuevo, el santuario no tenía techo—. Sé lo que se siente. Se supone que debo leer el futuro en la luna, pero Tsukuyomi es misterioso incluso para sus más fieles servidores.
—¿Por eso luces como Key?
—Modifico mi apariencia en un intento por agradarle, quizás así me confíe sus secretos. La primera vez que vi el futuro en la luna, mi mamá me envió con los Feza sin perder tiempo.
—¿La extrañas?
—Todos los días. Extraño mi casa. Soy del clan Taiyo. Extraño el sol más que nada, pero ahora debo vivir de noche y dormir de día, y servirle a la luna únicamente. No tengo permitido salir de este santuario, ni interactuar con hombres, así que guarda mi secreto junto al de tu amiga. Se supone que debo ser lo más pura posible, para que Tsukuyomi me hable.
—Nix no es así, y dice que su diosa le habla —dijo Pip.
—Los brujos se comunican de un modo más sencillo con el mundo espiritual. Tal vez por eso Tsukuyomi no me habla tanto como antes, lo he ofendido al estar con un hombre. ¿Pero está mal amar sobre tu deber?
Yuki lucía triste, como un ave enjaulada que ansiaba libertad. Pip notó las cientos de hojas a su alrededor, todos rápidos dibujos de distintas faces de la luna y anotaciones en el margen, incluso la cantidad de telescopios de todo tipo tirados en el suelo. La imaginó aquí encerrada, sin siquiera un techo que la protegiera un día de lluvia, y enamorada de un hombre que debía visitarla a escondidas.
—Si ya has llegado tan lejos como para romper las reglas, entonces es amor verdadero y eso es más importante que cualquier otra cosa —ella asintió con seriedad, Yuki sonrió al verla de nuevo.
—Keira Sakura ha hecho un maravilloso trabajo criándote.
—Key es la mejor. ¿Dónde está?
—Cumpliendo las pruebas para poder ser una gādian. Creo que en Estados Unidos le llaman agente.
—¡Pero ella ya es una! Pasó todas sus pruebas hace años y con buenas notas.
—No es lo mismo en Japón, las pruebas son distintas. No es cuestión de mostrar conocimientos y saber pelear. Se trata más de actuar.
—¿Cómo? —preguntó Pip.
—Originalmente, había tres grandes dioses en Japón, y cada uno le encargó a una familia que se ocupara de mantener el equilibrio entre su mundo y el mundo mágico. El clan Sheru se instaló en el sur, custodiando la costa por pedido del dios Susanoo. Ellos tenían por deber vigilar el caos y la fuerza del poderoso clima. El clan Feza prefirió el centro, cerca de los bosques, donde pudiera comunicarse con los espíritus bajo la mirada de Tsukuyomi. Y el clan Taiyo escogió el norte, desde donde podría supervisar y guiar a sus hermanos para mantener la armonía que la diosa Amaterasu deseaba. Cada clan escogió los valores que consideró mejores para servir a su dios, y se adjudicó el cuidado del presente, futuro o pasado. Y con los años, su vigilia prosperó hasta ser lo que es hoy en día.
—Pero solo conozco a los Feza.
—Lo cierto es que, al igual que los dioses, los clanes no se llevan muy bien entre sí —admitió Yuki con una sonrisa de diversión—. Si fuera necesario, actuarían en conjunto y confiarían entre ellos, pero lo evitarán a más no poder. El clan Sheru es demasiado temperamental, los Feza muy fríos, y los Taiyo no olvidamos el pasado. Sin embargo, para poder ser un gādian, debes haber convivido al menos un mes con los otros dos clanes fuera de los tuyos, y haber cumplido con sus pruebas.
—Entonces allí está Key.
—Estuvo hasta hace unos días con los Sheru, aprendiendo de ellos y cumpliendo su desafío.
—¿Y qué es?
—Mantener la calma, incluso en el indomable océano —respondió Yuki—. No pude hacer las pruebas, ya me habían designado como vidente, pero creo que son cosas como meditar en una piedra sobre el mar durante horas, nadar en medio de una tormenta...
—Suena peligroso.
—No es anormal que algunos no sobrevivan a todas las pruebas. Muchos se quiebran en la parte espiritual. El clan Sheru cuida Tōjinbō, los acantilados del suicidio. La energía negativa allí es lo suficientemente fuerte, para que la gente salte sin desearlo o se sientan enfermos. A Keira Sakura no le afectó.
—Key es fuerte.
—Eso parece. Todos los gādian se quiebran en alguna prueba. Ahora debe velar por los muertos, en el bosque de Aokigahara. Dicen que los yurei allí juegan con todos quienes se atreven a entrar, aun más pasar la noche dentro. Debe aguantar un ciclo lunar allí. Los Feza le llevan comida y chequean que esté bien mientras vela por los muertos.
—Lo logrará.
—La última prueba que le queda, es meditar bajo la mirada de Amaterasu junto al clan Taiyo. Ellos viven bajo la luz del sol, y no salen de esta hasta que desaparece. Debe ser capaz de aguantar horas enteras bajo su calor.
—A Key no le hace bien el sol —murmuró Pip con preocupación.
—Lo sé, por eso no estoy de acuerdo con que se la obligue a ello, pero los clanes insistirán en que lo haga si desea ser una gādian.
—No es justo. Ella es una excelente agente.
—Confío en que le irá bien. Después de todo, Tsukuyomi la escogió como su favorita por alguna razón —Yuki volvió a levantar su vista al cielo—. La luna se ha adelantado en su ciclo, más oscura de lo que debería. Algo ha perturbado el equilibrio. ¿Tú has visto algo en tus sueños?
—Solo quiero a Key de regreso. La extraño. Ella puede solucionar cualquier cosa.
—Espero que tengas razón, porque mis visiones no son buenas. Lo que sucede en tu mundo, tarde o temprano afecta a este también, y algo no está bien allí. ¿Puedes hacerme un favor?
—¿Qué? —preguntó Pip con curiosidad.
—Los Feza siempre deben tener una vidente. Los clanes son tercos, no miran más allá de ellos mismos, así que no considerarán a una bruja. Del mismo modo que no considerarán a Keira Sakura una gādian hasta que no termine sus pruebas. Cuando el momento llegue, prométeme que serás su vidente.
—No sé cómo serlo.
—Si debe ser, el destino te guiará. Ahora vete a dormir, antes que te metas en problemas por estar aquí.
—Puedo volver mañana si quieres. Podemos ser amigas.
—Cuando despierte, me encantaría.
Pip se levantó al entender que ese era su modo de despedirse, podría regresar la noche siguiente a la misma hora.
Salvo que Yuki nunca más se despertó, la enfermedad la alcanzó esa misma noche, otro miembro de la Agencia infectado.
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