Capítulo 33
Key permaneció de rodillas, observando sin terminar de creerlo el arma delante. Nana incluso había enviado a Pip al jardín para darle privacidad. La cría había estado tan hiperactiva como siempre, chillando de felicidad cuando Key se había presentado a desayunar con ellos, e insistiendo en mostrarle todos los movimientos que había estado practicando y preguntando por sus múltiples vendajes. Key casi había olvidado lo agotador que era lidiar con ella tras semanas con la calma de Takeo como compañía. Anton no, seguía tan inmóvil y silencioso como un muerto sentado frente al jardín.
Cuando Nana le había dicho que tenía algo para ella, Key había imaginado todo tipo de cosas. Incluso sosteniendo el particular regalo entre sus manos, completamente envuelto en seda negra, no había previsto de lo que se trataría. Lo había dejado con cuidado en el suelo, y desenvuelto con la mayor delicadeza, sus manos de algún modo comprendiendo el valor debajo. Y entonces, simplemente se había olvidado de respirar.
—No he hecho nada para merecerla.
Levantó la cabeza para mirar a Nana de pie delante de ella. Se sentía como una niña pequeña de nuevo. Apenas unos días después de haberse mudado a Washington, incluso todavía llena de vendas y teniendo que tomar analgésicos, Nana la había llevado al pliegue del Mall a una armería. Había insistido en que escogiera algo, asegurando que lo mejor era conseguir armas hechas por brujos para que fueran resistentes a la magia. Key no había entendido por qué no podía ser un arma fabricada por la Agencia cuando se suponía que esas también eran resistentes a la magia, ahora sabía que no siempre era el caso. No había escogido nada entonces, aferrándose a su estilete como la única opción, y Nana había estado muy decepcionada.
—Entonces úsala con honor hasta merecerla —respondió Nana en japonés.
Bajó la mirada para fijarse de nuevo en la naginata. Había utilizado muchas antes para practicar. Nana se había asegurado de instruirla en todo tipo de armas japonesas, incluso cuando ella había preferido el legado de su madre. Pero de niña, cuando había tomado por primera vez una naginata, todavía demasiado pequeña como para ser capaz de sostenerla correctamente o guardar el equilibrio, simplemente había sabido que allí era donde sus manos pertenecían. No era su madre con su estilete, ni su padre con su katana, pero si había un arma que había sido creada para ella, había sabido en ese instante que era una naginata.
Lamentablemente, no le había mentido a Nix al decir que no era algo que pudiera esconder en la vía pública. Una naginata podía llegar a medir tres metros, incluso las más pequeñas de estas serían imposibles de disimular en la calle, y la cuchilla en su extremo llamaría la atención. Amaba entrenar con estas, pero había renunciado a su posibilidad de utilizarlas. No en Washington al menos, nunca en una ciudad. Pero el arma que tenía delante ahora mismo...
El asta estaba grabada con delicadas hojas de sakura, el roble había sido pintado del color de los cerezos. La hoja era preciosa, ligeramente curva, con el ciclo lunar grabado de un lado y otro, tan filosa a la vista como para que Key no se atreviera a tocarla. Un pedazo de tela negra protegía la unión entre la cuchilla y el asta, un cordón con pequeñas plumas de plata lo aseguraba en su lugar. Y al final, en el ishizuki, ella reconoció los kanji de su familia, pero también los que Nana le había enseñado para escribir su propio nombre.
—Pruébala —dijo Nana y ella la levantó sin dudarlo—. La he mandado a hacer de acuerdo a tu peso y estatura. Fue hecha por la misma bruja que hizo mi wakizashi.
Hasta ese momento, ella ni siquiera había sabido que el arma de Nana había sido un sable, mucho menos un wakizashi. El peso se sentía perfecto entre sus manos, tan ligero como para poder manejarla con facilidad, pero lo suficientemente pesada para sostenerla. Quería probarla. Su cuerpo entero ansiaba probarla.
—¿Por qué ahora? —preguntó Key, Nana simplemente negó con la cabeza.
—No es un buen momento.
Key se puso de pie de un salto al escuchar el grito de Pip. Corrió fuera enseguida, naginata y seda en mano, su cuerpo tensándose ante la posible amenaza. La escena que encontró no fue para nada lo que esperaba.
Sus músculos se relajaron ante la falta de peligro. Pip estaba chillando abrazada a las piernas de Nix. Él lucía resignado al cariño de la niña. No se movió. Su mirada se cruzó con la de Key, y ella tuvo que luchar contra el tonto impulso de ir a abrazarlo también. Qué cosa peligrosa resultaba la intimidad, unos pocos días disfrutando de su cercanía y ahora debía recordarse de mantener las apariencias. Se había permitido probar su piel, y los recuerdos estaban poniendo a prueba su voluntad.
Bajó su naginata y cogió la seda para envolver la cuchilla. El único peligro allí era que su rostro delatara sus sentimientos, porque ya podía sentir sus mejillas comenzar a arder y quería culpar al frío en vez de a sus pensamientos. No necesitaba involucrar a Pip, y todas sus posibles reacciones, en algo así de saber. Aun si en Tokyo nadie le daría siquiera una mirada, seguía el asunto de Derek. Gia le hubiera dicho que estaba loca de saber sobre Nix, pero no más que eso, solo unos simples insultos y luego habrían continuado como si nada. ¿Pero Derek? Ella no sabía qué reacción esperarse, y eso la aterraba.
—Pip —llamó Key y la bruja echó su cabeza hacia atrás para mirarla—. No es correcto sujetar así a otros.
—¡Pero es Nix! —respondió ella como si fuera motivo suficiente, Key suspiró al negar con la cabeza.
—No puede moverse —dijo y Pip lo soltó a regañadientes.
—Tengo tanto que contarte —continuó Pip, ojos solo en Nix—. Oh, y mostrarte. Espera un momento. Romeo también te extrañó. ¡Y Gia!
Ella partió antes que Key pudiera decirle algo. No pudo contener su mueca, Pip siempre había sido inquieta, pero con Nix parecía romper su propio récord a cada instante. Y no sabía qué hacer ahora que la cría los había dejado solos, porque él le había dicho que tenía su corazón y Key no sabía qué hacer con tal.
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella.
—Dijiste que necesitabas ayuda con Anton —respondió Nix.
—No tienes que ocuparte si no quieres —dijo Key.
—No tenías por qué sacarme de la Agencia. Ve a ocuparte de tus tareas, yo puedo encargarme de los críos mientras —dijo él y ella apenas logró contener su sonrisa ante sus palabras.
—Son mi responsabilidad, y no todo tiene por qué ser un intercambio.
—Tienes muchas responsabilidades —Nix se acercó hasta detenerse frente a ella—. Suelta alguna.
Key se aferró con fuerza a su naginata, sabiendo que de lo contrario sus manos ansiarían cogerlo a él. Tenía demasiadas cosas que hacer. Chequear a Derek, participar de una reunión, entrenar con Takeo, darle un informe a Arata, intentar comprender todo lo que estaba sucediendo, lidiar con las consecuencias de sus actos... Y aun así, una tonta parte de ella quería dejar todo eso de lado, al menos por una noche, y preguntarle a Nix si quería conocer Tokyo.
No tendrían que ocultarse allí. Demasiadas personas como para que alguien los reconociera, demasiadas costumbres distintas en Japón como para que los juzgaran. Los clanes eran menos estrictos en ese sentido, sabiendo que la regla de sin contacto era una sugerencia para evitar contagios y no condenando cualquier relación informal entre ambos tipos. Había un bar de sushi que ella deseaba probar, y un templo que visitar, y al menos por una vez deseaba olvidarse de la Agencia.
—No puedo —dijo Key, tal vez más para convencerse a ella—. No ahora. Tan solo... ¿Puedes hacer reaccionar a Anton?
—Puedo intentarlo.
—Eso es suficiente para mí. ¿Y tal vez podamos hablar luego? —preguntó ella, él no la miró—. Ayer no tuvimos la oportunidad, y lo que te hizo la Agencia...
—No es lo peor que me han hecho —dijo Nix.
—Eso no cambia que no fue correcto, y no dejaré que se vuelva a repetir. No todos los humanos somos así.
—Pero sí los suficientes para que en este mundo mi tipo también deba vivir oculto.
—No en Japón —insistió ella y él terminó por ceder.
—¿Más tarde entonces? —Key no contuvo su sonrisa.
—Pasaré a verte en cuanto me libere —Nix la miró, y Key apenas contuvo una mueca al recordar lo que había pasado la última vez—. Lo prometo. Estaré allí.
—Vete antes que cambie de opinión —dijo él.
—Solo no dejes que Pip intente trepar árboles de nuevo.
Era lo más cercano a una respuesta amable que podía esperar de su parte. Se apresuró en regresar a lo de Nana para dejar su naginata, entonces se detuvo. ¿Qué estaba haciendo, dejando a Anton y Pip al cuidado de Nix? ¿Cuándo había pasado a confiar tanto en él? ¿Cuándo él había decidido formar parte de eso también? Se suponía que ellos eran su responsabilidad. Nunca antes había tenido opción, no alguien que se ocupara de ambos hermanos también. Sí, Gia había hecho de niñera, pero aquello se había resumido a quedarse en casa mirando Netflix. ¿Pero en serio compartir esa responsabilidad con otro?
Dejó el arma y se apresuró en regresar a los dormitorios. Nix podía ocuparse, mientras ella lidiaba con Takeo las consecuencias de sus actos. A esa altura, de seguro la Agencia ya debía haber presentado alguna denuncia, Y estaba el asunto de su status, aunque considerando la situación actual dudaba que alguien le fuera a prestar atención si siquiera mencionaba el hecho de terminar sus pruebas.
Se detuvo al ver a Derek esperando fuera de su habitación. Su corazón se encogió al fijarse en los oscuros arcos bajo sus ojos. Él le sonrió como si no fuera evidente el hecho que no hubiera dormido nada. Culparía al cambio horario, o la costumbre del clan de dormir de día, Key lo sabía. Tampoco deseaba volver a hacerlo pasar por el trauma de revivir sus recuerdos, pero un interrogatorio era necesario.
—¿Esperándome? —preguntó Key.
—Creí que podría encontrarte despierta, dijiste que la jornada aquí empieza al anochecer, pero parece que tú te despiertas incluso antes —Derek le ofreció una cansada sonrisa—. No debería sorprenderme. Siempre fuiste de madrugar.
—Desayuno con Nana —respondió ella y él lució decepcionado.
—Ah... Ya veo...
—Vamos, seguro podemos encontrarte algo de desayunar —Key le sonrió.
—¿Y me contarás sobre tu fascinante vida en Tokyo? —preguntó Derek saltando fuera del recinto al suelo.
—¿Sobre bosques malditos y acantilados del suicidio? —preguntó ella.
—O tu vida de celebridad como Feza y tu chico —dijo él y Key se ahogó.
—¿Qué? —Key sintió la incredulidad invadirla ante la mirada que Derek le dirigió—. ¿Revisaste mis cosas?
—No tengo insignia, y tú no usas la tuya —respondió él—. Creí que podía tomarla prestada.
—La perdí en Edinburgh.
—¿De nuevo? ¿No es algo así como un récord perder tu insignia de nuevo tan pronto? No te imaginaba del tipo irresponsable respecto a eso... —él intentó bromear, ella solo pudo sacudir su cabeza—. ¿Entonces es japonés?
—No tengo un chico. Solo soy una chica precavida.
—¿Ahora intentas con lo casual? No eres así, te conozco, y en tu bolso...
—Ya sé lo que encontraste en mi bolso y tras meses encerrado estoy segura que tienes mejores cosas que desear saber que mi vida sexual —respondió Key.
—¿Hay fantasmas en el bosque? —preguntó él y ella lo miró sin creerlo.
—Oh, vamos, nunca fuiste supersticioso.
***
Había sido un largo día, o noche, no era como si para Nix hubiera diferencia. Pero había...calma. Sin necesidad de tratos con Dune y Grim, ni tener que estar encerrado, ni ningún esfuerzo en absoluto. Los pocos humanos que se había cruzado ni siquiera le habían dado una mirada.
La pequeña cabaña que Takeo le había dicho que utilizara estaba lo suficientemente alejada del recinto principal como para que pudiera disfrutar de su privacidad. El umbrus que anteriormente la había ocupado parecía que no se había detenido a tomar ninguna de sus pertenencias personales al momento de partir.
Era algo extraño de pensar. Otro umbrus había estado allí antes, uno que claramente había practicado su magia y venerado a la diosa a juzgar por lo que había encontrado dentro a diferencia de Anton quien se negaba a reconocer su poder y definitivamente estaba en depresión. Nix no se atrevía a decirle a Key que bien podría ser un caso perdido. Él sabía mejor que nadie que no había modo de saber cuánto duraría.
No terminaba de entender por qué se referían a la zona en que se encontraban como un bosque de muerte. Si cerraba los ojos, podía relajarse por completo con el susurro del viento entre las desnudas ramas, el crepitar de la tierra ante el paso de los pequeños animales, incluso casi oír la suave voz de la diosa. No había tal cosa como un silencio absoluto allí, y el ruido de la naturaleza era glorioso.
No existía algo aí en Ashdown, como si la vida misma se hubiera desesperado por huir también. Era extraño detenerse a pensar en cuánto había cambiado su propia vida en tan poco tiempo. Dejando de lado la maldita deshidratación que persistía, estaba poco más en paz. Casi se arrepentía de no haber aceptado la propuesta de Key la primera vez.
—¿Entonces cómo explicarás los ojos rojos? —preguntó Wess, la carta apoyada a su lado en el pórtico.
—Key no preguntará al respecto —dijo Nix simplemente.
—Ella te dijo específicamente de no dejar a la cría trepar árboles.
—Es una bruja de aire. Si no practica cómo amortiguar sus caídas, nunca aprenderá.
—No sabe. Ese es el problema. La dejaste trepar un árbol y podría haberse matado con la caída si no la hubieras atrapado.
—Y ahora tengo unos buenos raspones para no volver a dejarla trepar tan alto —respondió Nix—. Pip es imposible, un instante no la vigilas y ya se ha pasado del límite.
—¿Y qué harás respecto al otro? ¿En serio crees poder hacerlo reaccionar? —preguntó ella.
—Puedo provocarlo hasta que intente matarme, su furia nunca fue muy difícil de causar —dijo él y Wess suspiró.
—Entonces nuestra única esperanza es un adolescente deprimido criado por una humana —dijo ella—. Increíble. Deberías decirle.
—Es más seguro cuantos menos sepan.
—Lo deducirá eventualmente —dijo Wess—. Me sorprende que todavía no lo haya hecho, ni nadie más.
—Tú no dirás nada —advirtió Nix y su hermana solo pareció molesta.
—¿Por qué no? Es nuestra única oportunidad.
—¿De qué?
—De deshacernos de Kira —dijo Wess—. Es primero en línea de sucesión.
—También es un crío. Kira no tendría ni que esforzarse en deshacerse de él, menos en su estado actual —respondió Nix—. ¿Y debo mencionar la naturaleza de su magia? Mataron a su hermano solo por decir unas pocas cosas contra los besados por la luz. Ahora imagina lo que hará el pueblo si pones la corona en la cabeza de un umbrus.
—El pueblo apoyará a quien lo quite de su miseria y mate a sus monstruos —dijo Wess y Nix guardó silencio—. Sí, tampoco te quiero muerto, pero te has hecho una buena reputación en Ashdown. Solo quieren orden y paz, y alguien que los cuide.
—Lo hubieran pensado antes de destruir el equilibrio natural de las cosas.
—Si no cometiéramos errores la vida sería bastante aburrida —respondió Wess y suspiró—. ¿Es más poderoso que tú? Me quitó completamente mi magia esa vez.
—No llegará a nada mientras siga negando su naturaleza —dijo Nix.
—Pues tal vez deberías instruirlo.
—O tal vez la gente debería dejar de pedirme que haga cosas que simplemente no quiero hacer.
—¿Qué tan difícil te puede resultar chequear la supuesta predicción del humano? —preguntó Wess con aburrimiento—. Dices que escuchas a alguien susurrarte hechizos imposibles, seguro el futuro no debe ser muy difícil de conocer.
—Todo hechizo, tuyo o mío, reposa en algún sentido. ¿Adivina en qué reposa la predicción? —preguntó Nix—. Por alguna razón se le dice ver el futuro, Wess. Y sigue siendo magia muy inexacta, cada uno lo interpreta como desea y ve señales inexistentes que confirmen su propia teoría.
—Pues a mí me gustaría poder ayudarlos más —admitió Wess—. Al principio desconfiaba de estos humanos también, pero han demostrado ser distintos a los otros. Han sido amables.
—Son Feza —dijo Nix como si eso explicara todo, Wess sacudió su cabeza.
—No creas que no he visto cómo los humanos te trataban en la otra ciudad. A ti puede no importarte, pero a mí sí. Además, este mundo parece lindo —dijo ella—. Si... Si quieres quedarte, incluso si no es casa... Entonces tal vez deberíamos ayudarlos a cuidarlo. Tengo una idea para sus enfermos. Estoy casi segura que podemos encontrar plantas curativas que sean un buen conductor para magia. Si podemos de algún modo alterar sus propiedades... Creo que puedo lograrlo.
—¿Es esa tu nueva excusa para intentar que te libere? —preguntó Nix con aburrimiento, Wess suspiró.
—No. No sé lo que haría si alguna vez salgo de aquí —confesó ella—. Quiero creer que mi mente vuelve a ser mía, pero nada es seguro.
—Cuando salgas —corrigió él—, tu mente será solo tuya. Como sucedió la vez anterior.
—Es mejor no arriesgarse.
Wess era tan inteligente como para fingir estar a favor de su encierro con tal de que él cediera, o tal vez estuviera siendo sincera. De un modo u otro, Nix todavía no planeaba dejarla ir. Sin importar si eso implicaba que los humanos siguieran lidiando con el síndrome de Posh por su cuenta. Ella era más importante que esos desconocidos.
Cogió la carta y la guardó en el interior de su chaqueta al ver a Key. Ella avanzaba con paso inseguro por el bosque, sus pies siendo cuidadosos y de todos modos enredándose con algunas raíces. Chica terca, debería usar sus lentes cuando no había buena luz. Pero ella de todos modos le sonrió al alcanzarlo como si no siempre hiciera lo mismo. Él no le dio una segunda mirada antes de entrar a la cabaña.
No debería renegar de ese modo de su vista, pero al menos ya no tenía puesta la chaqueta del antiguo agente. No estaba seguro de qué podía desear hablar Key, y no había modo que él fuera a decirle que había dejado a Pip escalar árboles y eso había resultado tan peligroso como ella debía creer. La bruja guardaría el secreto, Nix la había amenazado para eso.
—Quería venir antes, pero Nana no dejaba de tomarme medidas para el kimono —murmuró Key—. Creí que no terminaría más.
—¿Qué es un kimono? —preguntó él.
—Es como un vestido, un poco más complicado —Key hizo una mueca—. Bastante más complicado. Es una prenda tradicional japonesa. Tendremos un festival en unas noches, un matsuri, en honor a Akihiko Feza. Nana insiste en que como Feza debo respetar las tradiciones y vestir para la ocasión. Lo cual no tiene sentido, porque en teoría se viste una yukata para un matsuri. Pero según ella fui marcada por Tsukuyomi y debo honrarlo correctamente.
—Suenas frustrada —dijo Nix.
—El clan puede creer en su dios, pero no hay nada en mi aspecto más que genética y azar —respondió ella.
—Azar es la palabra que aquellos quienes no comprenden el destino utilizan para hacerlo.
—Tu mundo y el mío no se rigen por las mismas reglas.
No, y aun así ella había terminado cuidando a dos herederos reales como cualquier besado por la luz. No era como si pudiera decirle aquello, o no sospechara que Nana era culpable de tal cosa. De un modo u otro, la diosa lo había guiado hasta esa humana por alguna razón. Seguía siendo un misterio. Incluso a esa altura, el plan completo de la diosa seguía siendo desconocido.
Ni siquiera le preguntó si deseaba té, se había convertido en un reflejo. Se dirigió al rincón donde estaba la cocina y puso a calentar el agua. La cabaña no era muy grande, su antiguo ocupante definitivamente no había pasado mucho tiempo allí a juzgar por sus pocas pertenencias. Apenas sí había un tatami debajo de la escalera que llevaba al pequeño piso superior, un lugar estrecho lleno de libros y diarios que a Nix le resultaban absolutamente inútiles.
Key se acercó y se sentó en la mesada junto a él. Por un instante, Nix se quedó quieto. Ella había dicho que tenían que hablar, y él había visto suficiente televisión humana para saber que nada bueno le seguía a esas palabras. Pretendió estar ocupado preparando las tazas, como si ignorarla fuera a ayudarlo a evitar lo que fuera que Key tuviera en mente.
—Lo siento por lo que la Agencia te hizo —dijo ella.
—Deja de disculparte —respondió él—. Ya lo has hecho, y ni siquiera eres responsable.
—Soy una agente, represento a la Agencia tanto como esta me representa a mí —Key hizo una mueca—. O al menos lo era. No sé qué soy ahora.
—Eres Keira Sakura Feza —dijo Nix—. Y eso jamás cambiará, sin importar el título que portes.
—Siempre suenas tan seguro... —murmuró Key—. Me confundiste con tu hermano mientras tenías fiebre.
—Lo dudo. Debes haber entendido mal.
—Lo que dijiste luego... —comenzó ella y él dejó las tazas.
—Tenía fiebre. No lo recuerdo. Yo...
—Solo para, antes que me mientas y yo te crea —dijo Key y Nix obedeció, ella cerró sus ojos e inspiró profundamente—. Esto ya bastante difícil es para mí sin agregar aquello. Sé lo que me dijiste, y sé que seguro no respondí del mejor modo. Créme, sé lo que los demás piensan de mis emociones. Dices que pido mucho, y mi corazón es más lento, pero necesito que me escuches y entiendas.
Ella continuaba con los ojos cerrados. Sus manos habían cogido su estilete, buscando la seguridad que siempre sentía al empuñarlo. Nix no habló. Nunca la había visto así, tal vez por primera vez luchando por encontrar su voz. Key siempre había hablado de sus sentimiento y creencias sin la menor vacilación. Y él solo pudo pararse frente a ella, esperando la eternidad que fuera necesaria para que encontrara sus palabras, porque dudaba que Key hubiera compartido lo que fuera que tuviera en mente con alguien más si tanto le estaba costando.
—Amé a mi madre, y ella fue decapitada delante de mis ojos. Amé a mi padre, y murió en medio de una masacre frente a mí. Amé a Gia, solo para encontrarla con un tiro en la cabeza en mi propia casa. Y amo a Derek, pero Kira lo rompió de un modo que no sé si alguna vez se recupere —su voz era firme, incluso cuando nada de su cuerpo mostraba tal cosa—. Sé lo que es amar a un agente, y el inevitable dolor que aquello conlleva. Entonces perdóname si tengo problemas lidiando con la idea de tal vez herirte del mismo modo que yo he sido herida numerosas veces y necesite tiempo.
Entonces era eso... ¿Y él había creído que ella habría reconsiderado lo que fuera que estuvieran haciendo? Nix cogió su rostro con una mano, y Key abrió los ojos para mirarlo, la sorpresa evidente en su expresión. Chica tonta, siempre preocupándose más por los demás que por ella misma. Tal vez no estuviera entregando su corazón, pero allí lo tenía en su mano como siempre, mostrándolo y más vulnerable que nunca, tan fácil de romper, admitiendo lo que incluso ella misma se negaba a recordar sobre la muerte de sus padres.
—Ya te he cargado muerta una vez —susurró él inclinándose más cerca—. Entonces hazlo. Hiéreme como ninguna otra persona antes, Keira Sakura Feza, porque te aseguro que puedo soportar cualquier cosa.
—No deberías ansiar el dolor de ese modo —murmuró ella.
—Es la prueba irrevocable de que estás vivo.
—Existen mejores pruebas —dijo Key.
—¿Cómo cuál? —preguntó Nix.
Ella eliminó la distancia entre ambos, besándolo sin más. Sí, ese tal vez era un mejor modo de recordarse que estaba vivo. Sus labios eran fríos por el exterior, pero su aliento cálido. Sus manos soltaron el estilete y lo buscaron enseguida, las vendas sintiéndose ásperas contra su piel. Nix la cogió por la cadera y la atrajo más cerca, porque ambos estaban vivos y si Key le prometía dolor luego, entonces mejor disfrutar del placer ahora.
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