Capítulo 29


Sorprendentemente, Takeo había tenido razón al decirle que los umbrus adoraban el sashimi. Key no le había preguntado mucho respecto a cuál había sido su relación con el umbrus que antes había estado con los Feza, pero considerando los vastos conocimientos de su primo y que él se hubiera arriesgado a un castigo de la Agencia por advertirle al brujo de huir, no le costaba imaginar que habrían sido cercanos. Ella prefería no pensar en los sangrientos detalles, pero al parecer cualquier cosa que involucrara carne cruda era deliciosa para un umbrus.

Eso no cambiaba que ella estuviera preocupada respecto al destino de Dune. Conociendo a Nix, era mejor no creer en nada que dijera. Él le había dicho meses atrás que había devuelto a Wess con todo el peligro que ella implicaba a Ashdown, y allí estaba la bruja todavía entre humanos. Debería advertirle a la Agencia sobre la presencia de otro usuario de magia negra, alguien que claramente no le importaban las reglas o respetar la vida humana.

Se seguía cuestionando al respecto cuando fue llamada a primera hora del lunes a la sede para ser interrogada. Había sabido que no podría escapar de ello, pero de todos modos le hubiera gustado poder evitarlo. No le atraía en lo más mínimo la idea de mentirle a la Agencia, y últimamente parecía que solo podía hacer eso. Culpó a Nana, ella había comenzado al callar sobre Anton y Pip.

Pensamientos positivos, pensamientos positivos, pensamientos positivos...

Suspiró al detenerse frente a la sala de reuniones y en silencio le pidió una disculpa a sus padres antes de entrar. Era mucho más pequeña que la sala utilizada por el cónclave, mucho más acogedora también, y dentro tan solo encontró a una mujer esperándola en un sillón sentada frente a una mesita con un juego de té encima. No la sorprendió, después de todo el directivo anterior estaba encerrado por su culpa.

Key mantuvo su expresión solemne, inclinando la cabeza al entrar y esperando a que la mujer le indicara sentarse. Permaneció alerta. En toda su vida, nunca antes había tenido una reunión de ese estilo con un directivo, y no podía evitar comenzar a enumerar todo lo que estaba mal en ello. Su padre siempre le había advertido que tuviera cuidado al aceptar té de parte de superiores. Su mirada fue enseguida a la bandeja con medicamentos a un lado junto al juego de té.

—Temo que estoy mal de la garganta, el médico me ha recetado un spray contra la irritación. Tú, por otro lado, luces ciertamente mejor de lo que uno esperaría —dijo la mujer sirviendo ambas tazas—. Es bueno. Una agente como tú sería un desperdicio fuera de servicio. Comprenderás que dadas las recientes circunstancias, Charles ha sido desplazado y me han pedido que me encargue del asunto mientras tanto. Puedes llamarme Anne.

—Mi padre siempre insistió en que debía tratar a mis superiores con el respeto y la formalidad que se merecen, directiva —respondió Key.

—Estoy segura que fue un hombre muy honrado, pero también creo que los tratos deben evolucionar con el tiempo —ella le sonrió al ofrecerle una taza—. Nos he conseguido un poco de té negro directo de Japón. Entiendo honras tus tradiciones.

—Honro mis recuerdos —corrigió Key.

Era algo que los demás nunca parecían comprender. No se trataba de sus raíces, sino de que eran enseñanzas que había heredado de su padre. Lo honraba a él sobre todas las cosas.

—Comprendo —dijo la directiva—. Tenemos varias cosas de las cuales hablar esta mañana. Me gustaría repasar la noche del ataque.

—Ya hice una declaración al respecto —dijo Key.

—Entonces no tendrás problema en repetirla para aclarar ciertos detalles. ¿No?

—No quiero hacerle perder el tiempo con un caso menor.

—No eres un caso menor, Keira —dijo la directiva y se inclinó hacia delante—. Porque verás, creo que podrías tener razón con tus acusaciones. No veo motivo para que otro miembro de la Agencia te haya tendido una trampa como esta. Pero también creo que hay varios huecos en tu historia.

—Es posible —Key le sonrió de un modo amable—. Fui muy golpeada, no recuerdo todo con precisión.

—Entonces intentemos trabajar sobre lo que sí recuerdas.

Sangre. Dolor. Miedo. Key guardó silencio mientras la directiva cogía una carpeta de su saco y la abría para que ella pudiera verla. No se atrevió a tocar su taza de té. Toda su vida había lidiado con vistas horribles, cargado fotografías de cuerpos destrozados y enfermos moribundos sin ningún tipo de emoción, pero había algo absolutamente distinto entre lidiar con desconocidos, y estarse viendo ella misma retratada. Incluso tras recuperarse, su cuerpo no había lucido tan mal como en esas imágenes. Y por primera vez en su vida, desvió la vista, sin querer fijarse en detalle.

Había sabido que había sido malo. No era ingenua. Si su memoria no le fallaba al recordar el dolor, entonces su aspecto había estado a la altura o peor de lo que las fotografías demostraban. No, mucho peor. Nix había curado sus huesos. Las imágenes no mostraban el blanco atravesando su piel.

—Comprenderás que tu historial médico tiene algunas incoherencias —la directiva empujó el informe en su dirección—. Tienes marcas de heridas que no concuerdan con el verdadero daño interno.

—Desconozco los detalles de la nigromancia —respondió ella—. No puedo explicar cómo algunas heridas fueron hechas.

—Entonces tal vez puedas explicar cómo lograste escapar del nigromante en semejante estado.

—No recuerdo muy bien.

—¿Y cómo terminaste con el umbrus?

—No lo sé —admitió Key, y era la verdad, lo sucedido luego de quedarse inconsciente siendo un borrón de recuerdos sin sentidos—. Solo podía pensar en sobrevivir. Sabía que Nix podría salvarme.

—Deberías haberte dirigido a la Agencia.

—No tenía teléfono y estaba agonizando, no lo hubiera logrado.

—¿Eres consciente de que realizó magia negra en ti? —la directiva empujó una fotografía en su dirección, Key reconoció el símbolo que Nix había grabado en sus costillas—. Hay testigos. Había bebido sangre también.

—Yo se lo ordené —su voz no falló al responder y le sostuvo la mirada a su superior—. Él se negó. Lo forcé a beber mi sangre y le ordené que me salvara.

—Rompió varias reglas.

—¿Es el crimen de salvarme la vida usando magia en mí, con mi autorización, respetando las reglas al obedecer una orden directa de un agente, peor del que se le habría acusado si hubiera muerto en su presencia? —preguntó Key.

—El procedimiento correcto hubiese sido...

—Yo di la orden. Es mi responsabilidad. Si alguien ha de pagar por las reglas rotas, entonces solo seré yo.

—¿Por qué recurrir a él?

—Sabía que me salvaría si se lo ordenaba. Respeta las reglas de la Agencia.

—Ambas sabemos que eso es una mentira —la directiva le sonrió casi con compasión.

—Sabía que me obedecería.

—No es tu brujo.

—Sé cómo tratarlo para que lo haga.

—Su agente asegura que está enamorado de ti. Tal vez incluso te ame —dijo la mujer.

—Nunca ha profesado ningún tipo de sentimiento por mí —respondió Key.

Fue cuidadosa al escoger sus palabras. No era una mentira, Nix nunca le había dicho abiertamente nada, no importaba con cuanta adoración besara su piel. Y Key se mantuvo tan fría como solo un agente podía serlo. Estaba obrando mal, y lo sabía. Prefería no pensar en lo que sus padres le dirían de saber que estaba engañando a un superior.

—¿Y él te importa a ti? —preguntó ella.

—Como cualquier brujo refugiado en este mundo —respondió Key—. Es mi deber y mi juramento hacerlo.

—¿Y qué piensas de su magia? ¿Crees que podría llegar a influenciar su forma de ser?

—Mis conocimientos sobre magia oscura no son tales como para poder hacer una declaración al respecto —dijo ella,

—Te ocupaste del umbrus antes, debes tener una idea al menos.

—Creí que esto era sobre la noche del ataque —dijo Key.

—Lo es. Y ya cuentas con un historial de mentir sobre lo sucedido para intentar proteger a seres cercanos —respondió la directiva enderezándose—. Temo que tu relato podría estar sesgado, Keira. Creo que estás mintiendo. Las heridas que sufriste fueron hechas por al menos dos atacantes distintos. Y es bien sabido lo que los umbrus les hacen a las personas que guardan sentimientos por ellos.

—Entonces yo estaría muerta, y él no hubiera salvado mi vida. Espero disculpe mi atrevimiento, pero esa lógica es absurda —dijo Key seriamente.

—¿Y por qué mentir, Keira Feza? —preguntó su superior—. Antes mentiste en una declaración para proteger a tu amigo creyendo que no estaba actuando por propia voluntad. ¿Es posible que creas que el umbrus no actúa por propia voluntad bajo los efectos de la sangre?

—Jamás protegería a alguien que pudiera ser un peligro para el resto.

—Protegiste a Derek Bower.

—No lo hice. Fui tras él.

—Quiero la verdadera declaración —exigió su superior.

—Nix jamás me haría daño. Fui atacada por un nigromante y, como especifiqué antes de mi declaración, no me encontraba en un estado como para recordar con precisión todos los hechos —dijo ella con frialdad—. No tengo nada más que agregar al respecto.

—Entonces no te molestará que sigamos investigando este hecho hasta tener una perspectiva más clara —respondió la directiva.

—Creo que hay asuntos más importantes ahora mismo.

—Fuiste declarada muerta.

—Y aquí estoy, viva, algo que agradezco cada día. Si me permite una recomendación, debería hacer lo mismo en vez de intentar inventar un culpable.

—No tendría que investigar si tuviera al nigromante para interrogarlo. Pero lo mataste.

—Era una amenaza para la sociedad —respondió Key—. Espero nunca tenga que lidiar con uno, pero el único modo de vencer es matar. Fui herida la primera vez por cometer el error de no ir directo por su vida. Con nigromantes, no existe la posibilidad de arresto.

Alguien llamó a la puerta en ese momento. Un agente entró para informarle a la directiva que su siguiente cita ya estaba presente. Key se contuvo de comentar que si el asunto fuera tan importante como ella insistía, entonces le hubiera dedicado más que media hora de su tiempo. Se puso de pie sin querer permanecer un solo segundo allí, odiando el hecho que la directiva hubiera querido hacerle declarar lo que no era cierto, y entones se detuvo al ver entrar a Nix.

Mantuvo su expresión de agente. Tenía lógica que también lo hubieran llamado para ser interrogado. Aun así, ella no confiaba en esta nueva directiva. Había algo en toda la puesta en escena que simplemente no terminaba de convencerla. La directiva se levantó, extendiendo una mano para despedirla, pero Key no se movió.

—No es adecuado interrogar a un brujo sin que su agente esté presente —dijo Key.

—Ya notificamos a su agente, pero me temo que estoy corta de tiempo también —dijo la directiva,

—No es de acuerdo al reglamento.

—Entonces puedo negarme —comentó Nix a su lado, Key asintió.

—O esperar —sugirió la directiva cogiendo su medicina—. Puedes partir, Keira.

—Tiene derecho a estar acompañado por un agente si esto se trata de un procedimiento oficial —dijo Key.

La directiva levantó el spray a la altura de su rostro, y por un instante Key creyó entender qué le perturbaba, antes que ella esparciera el analgésico en el aire entre ambos. Tosió, odiando el escozor en su propia garganta y el sabor frutal. Durante ese viaje había tomado los suficientes medicamentos como para no desear ver más por un buen tiempo. Estaba dispuesta a preguntarle qué tipo de irrespetuosa burla era esa, y entonces oyó la tos a su lado.

Nix cayó al suelo, apenas siendo capaz de sostenerse sobre sus manos. Key sintió su sangre congelarse al comprender lo que había estado mal. En ningún momento la directiva había sonado como si estuviera mal de la garganta. Los brujos eran demasiado sensibles a cualquier elemento relacionado con la medicina humana, los efectos siéndoles dañinos. Él se desplomó finalmente sobre el suelo, ahogándose, y Key no perdió el tiempo.

Se echó a su lado, repitiéndose en silencio todo su entrenamiento. Spray medicinal. Lo más probable era que tuviera su propia vía respiratoria inflamada. Cogió el estilete de su cinturón y de un rápido movimiento cortó el cuello de su sweater y camiseta debajo. No pudo hacer mucho más. Tan pronto como lo tocó, la orden que siguió fue incuestionable.

—Es contra las reglas tocar a un brujo, agente —dijo la directiva.

Key apretó los dientes al levantar ambas manos. No era justo, mucho menos noble. Mantuvo su mirada fija en Nix, odiándose por ser tan respetuosa y a la vez sabiendo que no desobedecería. Él se empujó lejos de ella en cuanto dos agentes entraron, apenas siendo capaz de moverse, y Key solo pudo pensar en que aun sufriendo Nix era cuidadoso de no meterla en problemas.

—Necesita un médico urgente —dijo Key.

—Nix Showk, quedas bajo arresto por práctica de magia prohibida, lesiones contra un agente y reiteradas calumnias —declaró la directiva mientras dos agentes lo sujetaban.

—¡No puede arrestarlo sin su agente presente! —gritó Key y calló cuando otro agente cogió su mano, la mirada de la directiva fue dura sobre ella.

—Keira Feza, esta mañana recibimos una denuncia anónima diciendo que la situación se había malinterpretado y en realidad eres tú quien guarda sentimientos por el brujo —dijo la directiva—. Quedas bajo arresto por falso testimonio e interferir en los deberes de la Agencia.

Parpadeó sin terminar de creerlo. La directiva mantuvo su dura mirada en ella, esperando que actuara como se esperaba. Bajó lentamente sus manos cuando el agente la soltó. Por un efímero instante solo pudo mirar su estilete y considerar la traición. Una gota de sangre. Eso era todo lo que necesitaba. Suya o de cualquier otro. Nix negó con la cabeza de un modo que solo ella notó, todavía incapaz de respirar bien, y se movió para que la carta que siempre cargaba consigo se deslizara fuera de su chaqueta.

Key se puso de pie, guardando su estilete y pisando de un modo disimulado la carta en el suelo para ocultarla. Cuadró sus hombros, juntando tanto odio como fue posible en su mirada al momento de enfrentarse a la directiva. Aferrándose a su voluntad cuando los agentes arrastraron a Nix fuera.

—Me pongo a disposición de la Agencia para aclarar mi situación —declaró ella estirando sus brazos—. Pero reclamo mi derecho a una llamada antes.

***

Key frotó sus muñecas sin terminar de creer que en serio la hubieran esposado. ¿Acaso no había cumplido bien con el procedimiento? Pero ahora su piel estaba irritada, y no podía olvidar el vergonzoso peso de las esposas en sus manos. Casi agradecía que sus padres no hubieran estado vivos para presenciar el hecho. No sabía cómo haría para revertir semejante error.

—No pueden detenerte sin pruebas —se quejó Rai a su lado—. ¿Cómo siquiera dejaste que pasara?

—Por alguna razón te llamé a ti y no a mi primo —respondió Key.

—No puedes no conocer tus derechos.

—Sé que tenía derecho a una llamada.

No había dudado en llamar a Rai, y ella había hecho que la liberaran en menos de un minuto, mencionando demasiadas leyes y derechos que Key no tenía idea. Ella conocía perfectamente toda ley ligada a brujos, pero fuera de eso, nunca había sido una estudiante destacada en ningún aspecto.

—Intentarán encontrar pruebas —le advirtió Rai—. Tenemos que prepararte para el interrogatorio en dos horas. Necesito saber la verdad, detalles incluidos, Keira, si quieres que te ayude a evitar estar encerrada.

—¿Pudiste liberar a Nix? —preguntó ella y supo la respuesta enseguida en la sombría expresión de Rai.

—No es tan simple como tu caso —dijo.

—Es inocente.

—No de tocar a una agente y practicar magia negra en ella. Hay múltiples testigos que lo vieron, y hay evidencia —dijo Rai—. Rompió una de las reglas inquebrantables.

—Fue para salvarme —insistió Key—. Estoy segura que en algún lado la ley debe contemplar que un brujo puede tocar a un agente si hay riesgo de vida.

—Sí, pero el uso de magia negra sobre un agente está terminantemente prohibido. Sin excepciones. Nunca antes la Agencia tuvo trato directo con un umbrus así que no hay antecedentes como para interpretar la ley —respondió Rai—. Irá a juicio, y un juzgado decidirá.

—Podría tomar meses, incluso más —Key se adelantó para detenerse frente a Rai e interrumpir su paso—. Tú sabes, tan bien como yo, lo que la Agencia ha estado haciendo con cada brujo que sospechó fuera un umbrus estos últimos meses. Tan solo están buscando una excusa para encerrarlo. Y sabes lo que la Agencia le hace a sus prisioneros. No merece estar encerrado. No puedo dejar que lo torturen, no luego...

Calló enseguida. No luego de todo lo que ya le habían hecho en su mundo. Ya bastante le costaba intentar convencer a Nix de que había bondad como para que un puñado de humanos asustados y rencorosos le mostraran a él que tenía razón al esperar lo peor. No era justo. ¿Acaso no había sufrido lo suficiente entre los suyos? Pero no era ningún secreto cómo la Agencia trataba a sus prisioneros, y Key solo podía pensar en Nix asfixiándose en el suelo y cómo no le habían permitido ayudarlo. No era un modo de hacer un arresto.

—En serio estás jodida —comentó Rai mirándola—. Tus emociones son demasiado fáciles de leer en tu rostro.

—Tienes que ayudarme a sacarlo.

—Ustedes los Feza tienen los gustos más extraños.

—Pero los corazones más honestos —respondió Key—. Te diré lo que quieras, pero por favor, necesito tu ayuda.

Tuvo que levantar la cabeza para sostenerle la mirada, Rai ya era bastante alta por su cuenta sin considerar sus increíbles botas. Tenía que hacerla entender. No se movería de allí sin una respuesta. Porque si alguien podía lograr que la Agencia liberara a Nix, era la heredera del clan Taiyo.

Rai suspiró.

—No aquí —dijo.

Key la siguió el resto del camino a su habitación de hotel en silencio. Luchó contra la culpa a cada paso que daba. No le gustaba la idea de estar dejando a Nix a su suerte, pero ya bastante afortunada era ella de haber podido partir sin nada más que una citación para más tarde.

Su deshonroso retorno no fue lo que hubiera esperado. Benji había ordenado toda la comida japonesa posible a la habitación como si planeara dar un banquete y estaba tragando cuanto pudiera. Takeo estaba recostado en un sillón con una de sus múltiples camisetas de idols para cuando no estaba en servicio. Rai desapareció y regresó a los pocos segundos para entregarle un pequeño cepillo.

—Te friegas debajo de las uñas y cualquier otro lugar donde puedas tener rastros del brujo porque tomaran muestras —dijo ella—. Y ruega porque no pidan un examen médico en el momento. Tenemos que limpiar el departamento de él.

—Ya me ocupé —dijo Takeo—. Al menos ese asunto debería estar cubierto. ¿Conseguiste que tu madre firmara la solicitud?

—Me debes una grande —respondió Rai.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Key.

—Fiesta de traición —Benji levantó un vaso de sake en su dirección y bebió—. La Agencia ya no es confiable, mejor desligarse.

—De todos modos el plan anterior no sirve, detuvieron al umbrus —comentó Rai cogiendo su propio vaso para beber, Takeo rezongó con frustración echando su cabeza hacia atrás.

—Te dije que la nueva directiva no me gustaba —se quejó él.

—No quiero traicionar a la Agencia —murmuró Key.

—Nadie quiere. Tedioso papeleo. Y si resulta una mala decisión, nos culparán a nosotros —Benji cogió un pedazo de pescado frito—. Consecuencias de dar tanta responsabilidad a los jóvenes y dejarnos actuar según nos parezca. Pero es peor exponernos nosotros, nuestros clanes, y todos los brujos de nuestros territorios a quienes juramos proteger, a una Agencia cuyas decisiones podrían estar influenciadas por el enemigo. Mi padre diría que la deshonra de una equivocación no equivale en nada al peso de poner a cientos de inocentes en peligro.

—Le diré a los clanes que preparen la declaración —Takeo se incorporó de su lugar—. Tenemos que irnos hoy, más si Key tiene una denuncia.

—No puedo abandonar a Nix luego que la Agencia lo detuviera —dijo ella.

—Podemos arreglar los asuntos legales desde casa —respondió él.

—Lo interrogarán, Takeo —Rai lo miró de un modo asesino—. Si alguien en serio tiene algo contra Keira, entonces la Agencia no solo lo interrogará sino que lo forzarán a hablar. No conozco al brujo personalmente, pero no creo que colabore. Lo torturarán para quebrarlo. ¿Cómo quieres que te lo diga?

—¡Mentiste!

Key apenas contuvo una mueca al oír la acusatoria voz. Todos se habían callado para observarla. Ahora sabía cómo se había sentido Nix aquella vez. Metió una mano dentro de su capa y cogió la carta que había tomado de él. De todas las cosas que el brujo podría haber hecho... ¿Y le había confiado a su hermana? Wess la miraba de un modo helado, y Key llegó a temer que esa furia asesina fuera peor que cuando había estado bajo la influencia de Kira.

—No es lo que parece —dijo Key sin estar segura a quien.

—Dijiste que nada malo le sucedería a mi hermano —dijo Wess—. Así que será mejor que lo saques de donde sea que esté ahora mismo, y más te vale que no tenga ni un solo rasguño, o juro sobre la tumba de Ronan que arrancaré tu corazón de tu congelado cuerpo y lo usaré como joyería.

—Fezas —murmuró Rai como si fueran la causa de todos sus problemas y cogió directamente la botella de sake para beber.

—¿Se supone que una carta es amenazadora? —pregunto Benji—. No sé mucho de magia oscura.

—No —respondió Key.

Casi al instante se arrepintió. Siseó de dolor al sentir el ardor en sus dedos y soltó a Wess. Miró sus yemas solo para encontrarlas congeladas. Ella no podía hablar en serio... Sacudió la mano, esperando que la sangre fluyera de nuevo mientras recogía la carta, asegurándose de poner la tela de su capa entre ella y Wess.

—No me desafíes, sefferina —dijo la bruja.

—No permitiré que le hagan daño —dijo Key—. Solo necesito tiempo para pensar.

—Pues piensa una solución de inmediato, porque si algo le pasa a mi hermano, este hechizo dejará de tener efecto, y matarte es lo primero que haré cuando salga—respondió Wess.

—Entonces lo sacamos de prisión —comentó Benji y se encogió de hombros cuando todos lo miraron—. Traicionar a la Agencia. Hacer que Keira huya antes que su denuncia avance. Sacar a un umbrus de prisión. ¿Cuál es la diferencia? De todos modos estamos hablando de romper las reglas.

—No podemos simplemente sacar a un brujo de prisión —dijo Takeo.

—¿Por qué no? No veo el problema —dijo Benji.

—Por empezar, es un umbrus. Si crees que un brujo normal estará bajo vigilancia, entonces él más.

—Solo necesitamos que sea capaz de hacer magia. ¿No? Con eso de sangre y distorsionar realidades.

—Se asegurarán que no haya sangre —respondió Takeo—. Lo tendrán completamente inmovilizado. Incluso si logras acercarte, se asegurarán que no puedas darle sangre de ningún modo. Nada de armas.

—No necesito armas cuando Susanoo me ha provisto con todo lo que necesito por naturaleza —Benji echó la cabeza a un lado para observarlo—. Puedo sacar al umbrus. Pero no creo que a la Agencia le vaya a gustar, así que deberíamos irnos apenas lo saque.

—¿Qué planeas hacer? —preguntó Key.

—Los otros clanes siempre se burlan sobre cómo los Sheru somos brutos y primitivos, solo porque Susanoo es el menor de los tres dioses y algo temperamental...

—Bastante —corrigió Rai.

—Pero yo soy quien sacará al umbrus de prisión cuando nadie más puede —declaró Benji—. Ustedes tan solo ocúpense de cubrir sus partes.

Todos callaron al escuchar los ruidos en la puerta. Key se dio vuelta, sosteniendo con una mano la carta detrás de su espalda y empuñando delante su estilete con la otra. Si venían a llevársela de nuevo, o a alguien más... No sabía lo que haría. Ese era el problema. No le gustaba para nada la idea de ir contra la Agencia o romper sus leyes, ni siquiera quería pensar en que Benji estaba hablando de cometer un crimen y alta traición, y a la vez una parte de ella estaba desesperada por sacar a Nix de donde fuera que lo tuvieran, y no quería imaginar lo que haría si lo hubieran dañado.

Ada asomó su cabeza, observándolos a todos con curiosidad, e hizo una mueca antes de entrar cargando una gran bolsa de basura en su espalda. Key tuvo que aferrarse a las palabras de su padre sobre la paciencia siendo una gran virtud para no inmutarse. La otra agente debería haber estado allí esa mañana. Solo pudo sostener su estilete con más fuerza al pensar que ella jamás hubiera permitido que algo así sucediera de estar en su lugar.

—Eh... Hola... Soy Ada —dijo ella y su mirada se detuvo enseguida en Takeo—. Limpié el departamento como dijiste.

—¿Exactamente como te dije? —preguntó Takeo y Ada dejó caer la bolsa para coger un pedazo de papel de su bolsillo.

—Fregué el suelo, limpié las ventanas, lavé las sábanas, y traje cualquier cosa que pudiera ser sospechosa —leyó Ada y suspiró al mirar su bolsa—. No sé qué hacer con las prendas empapadas en sangre, o las sustancias ilícitas. En quien sea que las haya utilizado para hacer daño...

—Si fueras la mitad de atenta de lo que crees, entonces sabrías que los umbrus utilizan kenkas para relajarse y poder crear sus hechizos —dijo Key y Ada casi se estremeció ante su mirada—. ¿Dónde estabas hoy?

—Me quedé dormida —admitió la joven con una mueca.

Fue un segundo, apenas un fugaz pensamiento, pero Key no lo pudo evitar. Había un punto en la anatomía humana, justo debajo de la garganta y entre las dos clavículas, un pequeño agujero de piel demasiado sensible y tierna, y ella sabía que si clavaba su estilete en el ángulo adecuado sería una muerte instantánea, tal vez incluso pudiera alcanzar su corazón.

No se movió. Pensó en todos los días que había madrugado y se había desvelado hasta que su cuerpo no había aguantado, todas las absurdas peticiones de Nana que había cumplido, como se había dedicado absolutamente desde el primer instante a siempre cuidar a sus brujos. Incluso los que oficialmente no estaban bajo su responsabilidad. Como agente la joven debería haber sabido que Nix jamás pediría ayuda, Ada tampoco tenía idea de cómo podía llegar a ser la Agencia. Debería haber sabido que debía protegerlo, porque esa era su principal misión.

Se rindió, porque en realidad no había nada que enfrentar allí, nada por lo que valiera la pena involucrarse.

—Qué deshonor para tu familia el modo en que portas tu título —murmuró Key sin emoción alguna y le dio la espalda—. Iré a bañarme, tengo un interrogatorio que pasar.

—Puedes decir que somos amantes si lo necesitas —ofreció Benji con una sonrisa.

—Supongo que iré a extraditar al americano. Un criminal, dos, a esta altura ya estamos jodidos —comentó Rai de mala gana dirigiéndose a la puerta y Takeo suspiró.

—Pediré que preparen el avión —dijo él—. Deberíamos sincronizar relojes y actuar con precisión si queremos que esto funcione.

—Yo soy el que tiene la bomba. Solo asegúrense de estar todos listos para cuando les diga de huir —respondió Benji.

Escuchó a Ada tartamudear a sus espaldas, pero la ignoró. No tenía tiempo para una cría que no se tomaba en serio su trabajo y se aseguró de dejarle eso en claro al cerrar con fuerza la puerta del baño. Que sus padres la perdonaran, no podía ser amable en ese momento.

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