Capítulo 21


No debería haberla dejado partir. Key siempre había sido inquebrantable respecto a su deber, aunque a Nix le hubiera gustado ver hasta dónde podría haber llegado en un intento por convencerla de quedarse con algo más que palabras. El problema era que no debería haberla besado, porque ahora no podía quitarse de la cabeza el recuerdo de sus suaves labios contra los suyos, o lo cálida que se había sentido su piel debajo de sus manos, o los pequeños sonidos que ella hacía cada vez que la tomaba por sorpresa.

No debería haberla besado, porque estaba hambriento, y llevaba quién sabía cuánto tiempo esperando a que ella regresara con la cena. No debería confiar en humanos. No era seguro. Pero Key jamás fallaría a su palabra, aunque ciertamente se estaba tardando. ¿Entonces por qué la estaba esperando?

—Deberías regalarle flores, o joyas —comentó su hermana.

—Nadie pidió tu opinión, Wess —respondió Nix.

—Los humanos son muy materialistas, es fácil conseguir sus corazones con regalos. ¿No es por eso que le regalaste esa caja de té? —continuó Wess.

—Yo no... —Nix suspiró al saber que su hermana era un caso perdido—. Key me dio una bufanda, yo devolví su ofrenda.

—Los humanos dan regalos sin motivo a quienes guardan en su corazón, no como parte de un intercambio. Deberías estar feliz, significa que esa chica te guarda en su corazón —dijo ella.

—No es un pensamiento que me complazca.

—¿Por qué no?

Porque Key llevaba su corazón demasiado expuesto y frágil en una mano, y él había visto cómo ella era con las personas que le importaban, y no deseaba eso. No porque no ansiara sus caricias como una droga inevitable, o el cristalino sonido de su risa, o el fervor con el que ella defendía sus creencias. Pero ese era el problema, Key siempre era la primera en defender a quienes le importaban y él tenía problemas en los que no deseaba involucrarla para nada.

—Wess, si estás aburrida, tienes mil cosas para hacer antes que opinar sobre mi vida —dijo Nix.

—Tu vida es bastante interesante —respondió Wess con sorna—. Desearía que Ronan estuviera aquí para oír su opinión. Digo, no es lo que hubiéramos esperado de ti.

Debería estar feliz por la buena racha que Wess llevaba hablando de los dos como si fueran hermanos, de no ser porque todo giraba entorno a su vida personal. Su hermana seguía parloteando para el momento en que él la metió en su caja de la sala esperando que se fuera a dormir, o se aburriera lo suficiente para darse por vencida y callarse.

A veces no podía evitar preguntarse si no era en parte responsable de lo que le había sucedido, si Wess había sido víctima de Kira simplemente por su belleza, o Kira la había buscado como un modo de llegar a él. A veces maldecía el día en que se habían conocido, y otras extrañaba el poder que había tenido en Ashdown como su socio. No era como si lo extrañara a él, lo apuñalaría con placer de ser posible, y Nix estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para nunca más cruzarse en su camino, pero la libertad de hacer lo que quisiera y que el mundo se doblara a su antojo era algo que ya no tenía entre humanos.

Su móvil comenzó a sonar en alguna parte. Por un instante, tuvo la ingenua esperanza de que fuera Key llamándolo para preguntarle qué deseaba de comer. Era algo que ella haría. Pero la pantalla no tenía su fotografía cuando lo encontró, ni la de Ada, tampoco era como si él fuera a responderle a la agente a esa hora. Era demasiado tarde para lidiar con la Agencia. Lo suficiente como para que la diosa le jugara una mala pasada y le hiciera tocar por error el botón de contestar en vez de cortar.

—Contra cualquier pronóstico, parece que eres un brujo de suerte —dijo Zee y Nix la escuchó exhalar humo de su cigarrillo—. Tengo una propuesta para ti.

—Creo ya haber dejado bastante en claro mi posición respecto a tu propuesta —respondió él de mal humor, ella rió.

—No es una llamada de placer, aunque tal vez podamos discutir eso luego —Zee chasqueó su lengua—. Respeto mi negocio. Escucha, me acaba de llegar un cuerpo por el que podrías estar interesado. Todavía está cálido. Tienes media hora de exclusiva para aparecerte y decirme si quieres algo, o se lo venderé al segundo mejor postor.

Zee cortó antes que él pudiera responder. Tardó menos de un segundo en soltar un insulto y coger su chaqueta de donde la dejaba junto a la puerta. No podía ser lo que Zee estaba insinuando, Key no... Key no era tan suicida como para meterse en una pelea que no podía ganar si no había vidas en juego de por medio, pero Dune sí como para ignorar su amenaza.

Corrió todo el camino hasta la universidad. No debería haber sido tan ingenuo de subestimar al destino, la diosa nunca se equivocaba. Y aun así sabía que existía una posibilidad, por más mínima que fuera. No estaba corriendo lo suficientemente rápido, y a la vez no quería arriesgarse a tomar ninguna sangre que no fuera suficiente, no cuando luego podría necesitar más poder del que debería utilizar entre humanos.

Se repitió que Key era fuerte. Donde todos los demás humanos fallaban, su cuerpo luchaba por ser tan resistente como su voluntad. Ella no podía haberle fallado, no cuando se suponía que se ocuparía de la cena esa noche. No de ese modo al menos. Key le había suplicado por teléfono que no deseaba morir sola, y él no lograba correr lo suficientemente rápido.

Odiaba correr. Sus pasos nunca se habían sentido del todo estables al hacerlo, su entorno pasando muy rápido para reconocerlos, y hacerlo a oscuras era igual de tortuoso que pudiendo ver. Solo los cobardes y los impotentes corrían, y ciertamente no quería estar en ninguno de esos grupos, pero por Key... Por ella corrió, aunque su estómago le recordara que no era una actividad placentera, o su mente le jugara una mala pasada al recordarle a los guardias persiguiéndolo de niño y el horrible tormento que le había seguido a ser atrapado, aunque todo su cuerpo se negara a semejante decadencia.

La puerta trasera de la universidad estaba abierta. El perfume de la muerte era evidente dentro, y él intentó mantener la calma mientras recorría el largo pasillo. En silencio le pidió a la diosa que no fuera cruel. Haría cualquier cosa que deseara, pero que dejara de quitarle toda chispa de luz que encontrara en su vida. ¿No había ya pagado suficiente?

Había muchas cosas bien y muchas cosas mal con el hecho que Zee no lo esperara fuera. Nix tenía la suficiente sangrienta experiencia para saber que solo los muertos no necesitaban vigilancia en los dominios de uno. Por otro lado, solo los muertos estaban a salvo de los horrores que podía llegar a presentar la vida. Y él sabía mejor que nadie que pasadas ciertas horas de la noche, en compañía de ciertas personas, la muerte podía ser mejor a lo que podían hacerle a uno en vida.

Casi contuvo la respiración al entrar al despacho de Zee. La bruja se encontraba a un lado, limpiando y preparando sus instrumentos quirúrgicos. Prefirió no fijarse en detalle en eso. La otra vista del cuerpo sobre su mesa de trabajo tampoco fue mejor, no al reconocerlo enseguida. Sus prendas estaban completamente rasgadas y empapadas en sangre, su piel cortada en todo lugar visible, el perfume de la muerte...

—Llegaste —Zee sonrió complacida al verlo—. Tienes suerte que me acordara de ti apenas comencé la autopsia y la mantuviera con vida por si querías hacer algo antes.

No, estaba mintiendo. Las personas tendían a soltar las mentiras rápido, creyendo que al no tropezar con sus palabras o pausar, serían más creíble. Eso solo lograba que su voz se agudizara al menos una octava, y tampoco respiraran, lo cual terminaba por alterar el ritmo cardíaco ante la falta de oxígeno. Detalles imperceptibles que Nix había aprendido a notar con los años.

Nada de eso importaba ahora. Nix se acercó a la mesa, viendo como el pecho de Key se elevaba y bajaba con rapidez. Estaba agonizando. Dune la habría tirado al borde de la muerte, diciéndole a Zee que la mantuviera viva lo suficiente para que Nix llegara a verla morir. Había sido una de las primeras historias de terror que se había contado a sí mismo al comprender de dónde venía realmente su magia. Solo que, en su cabeza, siempre había sido algunos de sus hermanos quienes eran dejados agonizando en sus brazos, o sus padres, todo para forzarlo a hacer magia que no deseaba.

Estaba agonizando y Zee lucía bastante a gusto con su trabajo y él solo podía pensar en que le haría pagar a Dune como fuera. Tenía que haber algo que hacer, incluso cuando sabía que el perfume de la muerte era demasiado intenso como para tener vuelta atrás. Tenía que sacar a Key de allí. Tal vez los humanos supieran qué hacer. Tenía que llevarla a la Agencia y que ellos hicieran lo que tuvieran que hacer, porque esa chica siempre había encontrado el modo de volver al trabajo sin importar su estado.

Puso una mano en su tobillo. Key se sobresaltó al instante, luchando por levantarse a pesar de estar encadenada de pies y manos a la mesa. Su respiración era demasiado agitada, su pulso demasiado errático para soportar mucho más. Era un milagro que siguiera viva, o quizás no, tal vez Zee fuera tan buena como presumía y había extendido su agonía hasta lo innecesario. Nix podía saborear su terror en el aire, Key demasiado histérica como para reconocer su entorno o reconocerlo, y aun así sus manos estaban tan alto como las cadenas le permitían, sus dedos todos torcidos intentando coger un estilete que no tenía.

—Estoy hambriento —se quejó Nix.

Ella pareció relajarse al oírlo, su errática mente luchando por enfocarse en él. Necesitaba sacarla de allí. Su rostro estaba completamente cubierto de sangre, sus ojos agrandados con pánico. Sabía lo que tenía que hacer, y a la vez sabía que no le gustaría para nada a Key.

—Hay vino por aquí —comentó Zee, Nix la ignoró—. Tengo entendido que la magia puede dejar hambrientos a los umbrus, y abrir otro tipo de apetitos también...

—Va a doler —murmuró él solo para que Key lo oyera.

Ella asintió, dudó que en serio hubiera comprendido a lo que se refería. Luchó por sostenerle la mirada al momento de subir su mano por su pierna, incluso cuando todo de él quería cerrar los ojos. Key siempre había encontrado calma en ello. Sintió su piel fría y pegajosa por tanta sangre y tanta pérdida, el lugar exacto en donde la carne se había rasgado también, y finalmente, el duro pedazo de hueso sobresaliendo.

No habría podido correr. Supo que Key estaba luchando por no mostrar dolor, incluso cuando él apenas estaba rozando la herida con sus dedos. Oh, solo la diosa sabía lo que sería capaz de hacerle a Dune para hacerle pagar. Específicamente le había advertido sobre ir tras Key. En Ashdown, nadie se hubiera atrevido a ir contra sus palabras. Tendría que mostrar en Edinburgh que tampoco deberían.

—¿Llegaste a comenzar la autopsia dijiste? —preguntó Nix.

—Solo unos pequeños cortes —respondió Zee sin importancia—. Para chequear qué estaba bien por dentro, o qué salvar. Tiene los dedos cosidos con magia. ¿Puedes creerlo? Quise cortarlos, pero necesitaré algo más potente que lo usual.

Volvió a fijarse en los dedos torcidos y llenos de moretones de Key. Tenía un corte en su cuello también, cerca de donde comenzaba su cuero cabelludo para sacarlo más adelante, el cabello siendo fácil y rápido de vender. Algunas de sus uñas faltaban... Sí, definitivamente podía prescindir de Zee también.

Cerró la mano con fuerza entorno a la herida. Key gritó, su voz demasiado quebrada luego de tantas horas haciéndolo. Nix se inclinó para lamer la sangre directo de la fuente, demasiado cálida y llena de la última pizca de vida, tal vez la más fuerte. Cerró los ojos, casi permitiéndose disfrutar del placer de sangre tan pura. Nunca antes había sentido un poder similar. Entendió por qué la diosa se había enfurecido tanto con él, un regalo así no debería ser rechazado.

Key intentó patearlo en el rostro. Nix se alejó para mirarla con desinterés. Qué humana tan ingenua, creyendo que tenía alguna oportunidad, luciendo feroz incluso cuando su cuerpo ya casi se había rendido, haciendo respetar sus leyes hasta el último suspiro. Un solo crujido, y el hueso en su pierna regresó a su lugar, fundiéndose de nuevo con el resto. Apenas bastó un pensamiento para que ya nada la atara.

Oh, había extrañado lo que era poder torcer la realidad a su antojo. El mundo tenía un brillo distinto entonces, la sonrisa fácil en su rostro al saber que ya no había más limitaciones. Subsistir a base de rasguños para robar sangre no era nada en comparación a eso. Las cadenas se habían deshecho en polvo, sus manos picaban con la necesidad de escribir hechizos, y Zee...

Nix torció su mano y la bruja salió disparada contra el muro más cercano. Su cuerpo crujió al golpearse con fuerza antes que la piedra cediera y la tragara en parte como si no fuera sólida. Se ocupó de cubrirle la boca, eso sí. Ya no deseaba escuchar palabra alguna de ella. Sus extremidades también, mejor que no escapara. Y fue solo cuestión de mirar el fuego que ella mantenía todas las noches ardiendo a un lado para que este se saliera de control. Mejor quemar todo junto con cualquier rastro de los negocios que él alguna vez había hecho allí.

—¿En serio creíste inteligente torturar a la única humana en este mundo que me cae bien? —Nix levantó con cuidado a Key. Zee no podía responder, por supuesto—. Tu lectura de tripas no estaba mal, tu interpretación sí es lamentable.

Tenía que sacarla de allí. Tenía que llevarla con los suyos, porque tal vez ellos supieran qué hacer. Ya podía sentir a Key desvaneciéndose entre sus brazos y eso era algo que se negaba a permitir que sucediera.

Miró a su alrededor, sus ojos deteniéndose en una sombra que parecía lo suficientemente grande. En silencio le pidió un buen cruce a la diosa antes de correr y saltar dentro. Sus rodillas golpearon el suelo alfombrado de la recepción de la sede. Si había algo positivo sobre la Agencia era que sus miembros siempre estaban trabajando, sin importar la hora.

Levantó la cabeza, sintiendo todas las miradas sobre él. Tal vez porque acababa de aparecer de la nada, o porque cargaba una agente casi muerta y estaba cubierto de su sangre. Por un segundo que se sintió eterno la escena pareció completamente congelada, entonces dijo la única palabra que nunca había usado en su vida. No por él, nunca lo haría, sino por ella.

—Ayuda.

Tenían que hacer algo, tenían que salvarla. Key apenas estaba respirando. Alguien gritó por un médico. Había pasos apresurados y teléfonos sonando y demasiado ruido como para que sus oídos pudieran tolerarlo, las luces muy brillantes. Deseaba irse de allí cuanto antes, sabía que su imagen no era lo mejor considerando la situación y que la Agencia siempre esperaba lo peor de su parte...

Se quedó quieto al sentir el agarre de Key en el cuello de su camiseta. De algún modo, sus dedos todos torcidos lograron engancharse, aun sin fuerza alguna. Ella apenas estaba respirando. Se desesperó al ponerse su garra, su dedo dibujando con rapidez el símbolo que su mente le susurraba sobre su piel expuesta. Un rasguño más no le haría nada, todavía no era tan tarde.

—Mi estilete —murmuró ella con desesperación—. Mi estilete. Era de mi madre. Dune lo tiene.

—Quédate quieta —masculló él mientras se esforzaba por dibujar.

—Nix, tiene el estilete de mi madre —su cabeza cayó a un lado—. Tienes... Tienes que recuperarlo... Por favor... Tienes que...

Su voz fue apenas más que un susurro, y luego silencio. Su cuerpo perdió cualquier peso. Su mano cayó al suelo al no poder sujetarse más. Nix la miró enseguida, sus ojos no tenían brillo alguno. No, no, no... Sintió su propia garganta cerrarse al notar que su pecho no se movía y coger su muñeca para no encontrar pulso alguno. Se apresuró en terminar su diseño y coger su rostro con una mano.

—Key, Key —llamó él, pero ella no reaccionó—. Keira

Su piel estaba helada. Eso no podía estar sucediendo. No así, no ella. Ignoró el ardor en sus ojos, sus manos necesitando seguir con el hechizo cuando ya no había nada que hacer allí. No Key. No era justo. No quería el poder, no si ese era el precio. Nunca lo había deseado.

Dos humanos vestidos de blanco se acercaron y la arrebataron de sus brazos. Un mechón de su cabello quedó enredado entre sus dedos. Nix se quedó quieto al sentirlo. Eso era lo que llegaba días buscando. Lo que la diosa le había pedido que consiguiera para un hechizo que solo ahora comenzaba a terminar de tener forma en su mente.

—No tiene pulso —dijo una mujer examinando a Key—. Necesito un desfibrilador y un tanque de oxígeno. ¡Ahora!

¿Qué? No, necesitaba una vida. Nix sintió a los dos agentes acercándose a él, sus intenciones claras al creerlo responsable. Se puso de pie enseguida y corrió hacia la sombra más cercana. Le había rogado a la diosa por ese hechizo al tener a Ronan desangrándose entre sus brazos, y ella no había respondido entonces. Se había tomado su tiempo, como siempre. Poniendo a prueba su fe y confianza para ver si era digno.

Sus pies golpearon el suelo entablado del W-Spot. Era lo suficientemente entrada la noche como para que todos estuvieran demasiado pasados de copas para darle una segunda mirada. Guardó la calma al ver a los brujos y agentes del piso inferior bebiendo, ellos no merecían su furia. El piso superior...

Podía sentir la magia vibrando en sus venas mientras subía las escaleras, su poder ansiando una masacre que llevaba meses sin provocar. Había derramado tanta sangre en Ashdown, hecho tantas atrocidades para asegurarse que nadie se atreviera a siquiera molestarlo, y llevaba tanto tiempo sin volver a probar una pizca de eso... Lo ansiaba. La parte de él que había adorado reinar las calles y se había embriagado de esa libertad lo ansiaba.

Dune se encontraba en el piso superior como era habitual, tranquilamente en una mesa comiendo un pedazo de carne y bebiendo de una copa de sangre. Sus seguidores eran cada vez más, le rodeaban, seguramente sintiendo que su poder también era mayor de lo habitual esa noche. El estilete de Key estaba junto a los cubiertos sobre la mesa, la hoja completamente limpia.

—¿La diosa finalmente te ha iluminado? —preguntó Dune sonriendo al verlo—. ¿Qué te ha dicho? ¿Piensas abrir el cruce? Nuestra tierra nos espera.

Nix no escondió sus intenciones al acercarse. La muerte sería piedad comparado con lo que le haría. Una bruja se interpuso en un tonto intento por defender a quien consideraba su mesías. El pánico fue evidente en su rostro al su cuerpo paralizarse al igual que el de todos los presentes, su respiración alterándose. Había sido el error de Dune darle semejante poder. ¿Qué era una treintena de brujos contra él?

—Eres joven —constató Nix al pasar su garra por el rostro de ella y sonrió—. ¿Cuánto crees que hubieras vivido? ¿Unos buenos años?

Había dejado un corte a su paso. Lamió la gota de sangre, definitivamente buena. Hubiera muerto de vejez si el destino le hubiera sonreído y el peligro mantenido lejos. Levantó su mano de nuevo, continuando trazando su diseño en la mejilla de ella, el mechón de cabello de Key enredado en su otra mano. La bruja contuvo un sollozo, las lágrimas ya formándose en sus ojos al comprenderlo.

—No es tu culpa —murmuró Nix casi con amabilidad—. Es culpa de tu estupidez, por seguir tan ciegamente a Dune. Deberías haber notado cuál de los dos es realmente el peligroso. Deberías saber que no soy de este mundo como Dune, deberías saber que crucé hace apenas unos meses, y deberías saber que cambié mi nombre aquí, porque estoy seguro que todos habrán escuchado las historias de lo que hice en Ashdown con tal de sobrevivir.

Ella estaba llorando ahora, su rostro completamente enrojecido por el llanto contenido al no poder moverse. Nix sonrió sin poder evitarlo al saber que lo había reconocido, que todos lo habían hecho. Podía sentir el pánico ahora en el ambiente, incluso de parte de Dune. Había preferido otro nombre para evitar problemas con la Agencia por su historial, pero la diosa sabía cuánto adoraba lo que su nombre provocaba entre brujos.

—Todo lo que estás a punto de sentir ahora mismo —Nix se inclinó para poder susurrarle al oído y que solo ella oyera—, es exactamente lo mismo que Dune le hizo específicamente a la única persona que le dije que no tocara. Así que vas a morir de un modo muy doloroso, y será incluso peor de lo que imaginas. Piensa en tu admirable líder y lo que tu lealtad te costó, porque alguien tiene que pagar lo que hizo y tienes una buena cantidad de años de vida por delante que robar. Y yo los tomaré porque los necesito. Gracias por ofrecerte para el intercambio.

Se alejó un paso al terminar el símbolo, y ella lo miró con absoluto miedo y dolor al saber lo que sus ingenuas creencias le habían costado al apoyar el bando incorrecto. De un rápido movimiento Nix cortó su garganta con su garra y metió el cabello de Key allí. Su cuerpo cayó enseguida al suelo. Eso era un problema menos.

Miró a Dune y se acercó los dos pasos que lo separaban de su mesa. ¿En serio había pensado que tendría una oportunidad? ¿Su ingenuidad tan absoluta como para creer que podría con él? La parálisis le había afectado también, el pavor evidente en su rostro al comprender que tampoco podía moverse y era tan susceptible como cualquiera de sus seguidores.

Nix se apoyó sobre la mesa y cogió el estilete de Key. Ansiaba matarle, separar su piel de su cuerpo centímetro a centímetro, escucharle gritar hasta que se quedara sin voz. Ansiaba colgar su cuerpo al frente del W-Spot, así todos sabrían que nunca más nadie debería meterse con él. ¿Los brujos creían que Kira era una amenaza? Él podría controlar a cualquiera con sus palabras, robar sus voluntades, pero Nix siempre había sido el más cruel de los dos.

—Vendré por ti cuando menos lo esperes, solo para ver cómo enloqueces esperándome —murmuró Nix—. Pero antes, seré amable. No hay nada por lo que abriría un cruce, pero si tanto quieres oír a la diosa como yo, entonces te mostraré cómo.

Clavó el estilete en su ojo derecho y lo sacó por completo. Dune gritó, la sangre deslizándose fuera de su cavidad vacía. Que recordara ese dolor eternamente, que no pudiera dormir por meses de solo sentir lo que le había sido arrebatado y ahora faltaba, que pasara el resto de su vida arrepintiéndose de las acciones que le habían llevado a ese instante.

Nix aprovechó que tuviera su boca abierta y metió el ojo dentro hasta el fondo, obligando a Dune a cerrar su mandíbula y destruirlo por completo. Limpio el estilete y su garra con la servilleta sobre la mesa. Se tomó su tiempo de hecho. Y cuando estuvo seguro que el mensaje había quedado claro, los testigos todavía bajo su control, cuando supo que nadie nunca más se atrevería a enfrentarlo y los rumores se esparcirían rápido, cuando supieran el verdadero monstruo que había cruzado de Ashdown al mundo humano; solo entonces partió.

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