Capítulo 2

Feliz viernes a todos!

Por favor, no duden en pasarse por mis demás historias o recomendarlas si tanto les gustan. ¡Y comentar! No hay nada que ame tanto, como leer sus comentarios, y siempre pueden acosarme en mis redes que respondo (sobre todo twitter e instagram).

Por otra parte, este sábado estaré en la feria de libro de Buenos Aires por si alguien quiere acercarse a saludar. ¡Amo conocerlos! Y soy curiosa... ¿Qué les gusta de esta historia?

Como siempre, si el cap les gustó, no se olviden de votar y/o comentar al final.

Xoxo,

Sofi

***

—¿Es esta tu sangre?

Silencio. No era una buena pregunta. Key suspiró con frustración mientras seguía avanzando en medio de la oscuridad. Era la quinta noche consecutiva que lo veía, y todavía seguía sin comprender del todo cómo funcionaba la aparición de Iwa. A veces la conversación sería fluida como si él fuera real, otras fingiría no haberla escuchado. Se sentía como leer una página de preguntas frecuentes, había respuestas programadas, pero ningún modo de obtener información fuera de estas.

Deslizó la esfera de regreso en su abrigo. Iwa no respondía nada relacionada con esta. Siempre a la misma hora, mientras Key tuviera el objeto en su posición, él aparecería y repetiría las mismas palabras con la que la primera noche había comenzado. Como un libreto a actuar en cada aparición. Ella podía desviar la conversación, pero solo si encontraba las palabras correctas.

Sabía que él había sido un consejero del rey, como cualquier otro besado por la luz, y había huido apenas la guerra civil había estallado. Sabía que había cruzado solo, su hijo y esposa muriendo en Ashdown. Sabía que repetía el haber sido más dotado para leer el futuro, que influenciar a otros con sus palabras. Key tenía exactamente ocho minutos, antes de presenciar el mortal final de su conversación como cada noche.

—Solo la magia negra implica sangre. ¿Conoces a algún umbrus? —continuó ella.

—¿Por qué me preguntarías algo así, Keira Fezaa?

—Porque sé que ambos tipos deben existir para mantener el equilibro. Y sé, que cuando algo no está bien en tu mundo, tarde o temprano termina afectando a este también. Nix me advirtió cuando lo conocí que el equilibrio se había roto, no le presté atención entonces, pero creo que las consecuencias están comenzando a afectarnos. Sea lo que sea que esté sucediendo fuera de este bosque, no es bueno.

—Eres una chica atenta.

—No puedo salir de aquí hasta terminar la prueba, y no tengo modo de saber lo que está sucediendo fuera, pero si es tan malo como tengo entendido... ¿Por eso decidiste ponerle fin a tu vida?

—Extraño a mi familia —respondió Iwa como si fuera suficiente.

—¿Qué está sucediendo?

—Eres una chica inteligente, estoy seguro que podrás descubrirlo.

Lo dudaba. No tenia modo de saber qué estaba sucediendo fuera, y cuando su primo se había acercado días antes para traerles comida y le había preguntado al respecto, él ni siquiera le había dirigido la palabra. Key sospechaba que la odiaba, por cual fuera el motivo. Miya hablaba de una seria crisis a nivel mundial, ella no podía verla. Nix hubiera sabido.

—¿Conoces a un umbrus llamado Kohl Showk?

—No. ¿Está relacionado con Aely Showk? —Iwa ya había llegado al momento en que comenzaba a atar cintas, tenía poco tiempo.

—¿Qué sabes de Aely Showk?

—Todo un bribón. Tal vez el brujo más astuto que alguna vez conocí. Solía meterse a escondidas al palacio y disfrutar de sus lujos como si no fuera la rata callejera que en realidad resultaba. Aika se pasaba horas persiguiéndolo para echarlo. Una alimaña difícil de erradicar —Iwa se detuvo para atar la segunda cinta—. Ahora que lo pienso, tal vez sí tenía sus motivos para meterse.

—Se enamoró de una noble.

—Esa pobre criatura, lucía tan miserable como un ave enjaulada. Era hermosa, eso sí, incluso para ser solo una aristócrata. Un conde la obligó a desposarlo apenas sangró por primera vez. Era un arreglo conveniente para su familia.

—¡Era una niña entonces!

—Los humanos no deberían opinar de asuntos de brujos. Aika cuidó a Elara de su esposo cuanto pudo, para hacerle entender a él que ella necesitaba su tiempo para crecer. Supongo que era inevitable que se enamorara del joven que vivía de libertad y alegría. Las personas, incluso los humanos, se suelen enamorar de sus opuestos —el brujo se detuvo para atar la soga a su destino final—. Eso es lo que enciende la pasión, el ser tan diferentes que se completen por resultado. Aely era demasiado vivaz, Elara muy melancólica. Él atrevido, ella recatada. Un ladrón en busca de aventuras, y una noble sufriendo aburrimiento. Fue una hermosa historia de amor.

No pudo preguntar mucho más. Iwa se colgó en aquel momento, y aunque el vistazo del cuerpo fue solo un segundo, bastó para que Key se diera por vencida esa noche. El cadáver había sido removido hacía días, la ilusión se rompió al instante. Guardó la esfera en su bolsillo y se dio vuelta para regresar a su tienda. Tendría que planear mejor sus preguntas para la noche siguiente.

Intentó no pensar mucho en lo que había oído. Sabía que no estaba bien meterse en las vidas de los demás, y a la vez deseaba saber más de Nix para poder entenderlo, y entender por qué se había alejado. Podía aprender más sobre su tipo de magia si eso era lo que necesitaba. Se educaría y prepararía para ser el tipo de agente que él necesitaba, porque Key dudaba que él fuera a confiar en alguien más y eso no lo ayudaría a adaptarse.

Se detuvo al notar la luz encendida en la tienda de Miya, era demasiado tarde para que ella siguiera despierta. Se acercó con cuidado de no hacer ningún ruido para asustarla. La joven era demasiado miedosa. No quería culpar a la edad, pero Miya ya había gritado en varias ocasiones asegurando haber visto un fantasma cuando allí no había nada. El único modo que Key había encontrado de ayudarla a superar la prueba era con su compañía.

—¿Sigues despierta? —preguntó en un susurro al detenerse junto a la entrada—. No es conveniente. Mañana nos toca madrugar, y no podemos permitirnos empezar tarde si queremos llegar a una buena cuota.

La prueba del clan Feza se sentía más bien como estar haciendo el trabajo de los guardabosques. Cada día debía rastrillar los alrededores en busca de cuerpos que comunicar su posición para que fueran recogidos o posibles suicidas que disuadir y guiar fuera. A veces era sencillo, las personas dejaban cintas guiando su camino para que otros pudiera encontrarlos luego de su muerte. Otras, era solo mala suerte de cruzar lo inesperado. Key sabía que para aprobar, además de tolerar vivir un mes allí, debía cumplir con una cuota de cuerpos encontrados.

—Miya...

Dudó un instante antes de entrar, la chica siempre respondía enseguida cegada por su absoluto respeto y adoración. Se deslizó dentro solo para encontrarla completamente petrificada. Sus ojos abiertos, el cuerpo tenso, las manos crispadas. Key estuvo enseguida sobre ella para chequear su pulso y respiración, las venas debajo de sus ojos lucían negras como la tinta. Sus latidos eran demasiado débiles.

Nunca había visto algo así, y a la vez, no lucía como si otro se lo hubiera provocado. Buscó en el suelo hasta dar con el rastreador de Miya. El botón rojo era para marcar la posición de un cuerpo, el verde para una extracción y el fallo inmediato de la prueba. Le pidió perdón antes de presionarlo.

Los minutos hasta que la pequeña radio de emergencia sonó le resultaron eternos. La señal en Aokigahara era inexistente, y de todos modos Key había dejado su teléfono junto con todas sus pertenencias en manos de Nana el primer día.

—¿Akiho-san? —la voz de Takeo sonó al otro lado del aparato.

—Soy Key, algo le sucede a Miya. Bajas pulsaciones, respiración superficial, parálisis...

Mantuvo la distancia al describir los síntomas. ¿Y si era contagioso? ¿Qué se suponía que estaba sucediendo? Ella le había mencionado algo sobre una enfermedad extraña en Asia, pero Key nunca había escuchado sobre algo similar. No parecía justo que alguien tan joven la sufriera, no tenía lógica considerando lo aisladas que ambas estaban.

—Tienes una hora para levantar tu campamento, las pasaremos a buscar entonces.

Ni siquiera tuvo oportunidad de protestar, su primo cortó la señal antes que pudiera decir algo. No podía abandonar también la prueba, y estaba segura que él la odiaba.

*

Fue menos de una hora. Si algo había aprendido en su corta estadía, era que allí no había lugar para desacato. Key caminó en silencio detrás de las dos personas cargando el cuerpo de Miya en una camilla, todas sus pertenencias guardadas en la mochila en su espalda. Era extraño pensar de ese modo, todo lo que había cargado esas semanas entraba dentro de algo tan pequeño. Quince kilos en su espalda como si nada, su cuerpo definitivamente se había vuelto más fuerte tras su estadía con los Sheru.

Miró un instante a la otra chica todavía paralizada en aquel extraño estado, desvió la vista enseguida Una vida, resumida en unos cuantos kilos. Eso era peor. Los enfermeros portaban guantes y mascarillas, y ni siquiera se habían acercado a saludarla como si ella también estuviera infectada. Key no sentía su cuerpo para nada distinto.

Le costaba seguirles el ritmo, y más de una vez escuchó a Takeo resoplar a sus espaldas. Al igual que los lobos, los Feza tenían la costumbre de que el joven líder fuera último para supervisar todo y asegurarse que nadie quedara atrás. Key guardó silencio, sin desear saber si eso significaba que había fallado la prueba o no. ¿Podría volver a intentarlo de ser el caso? ¿Cómo seguiría hablando con Iwa?

Cualquier incertidumbre quedó de lado tan pronto como salieron a la carretera y vio los dos Jeep aparcados a un lado. La caminata había sido lo suficientemente larga como para que pudiera pensar en todo, excepto en cómo ellos habían hecho para llegar tan rápido. El miedo la detuvo enseguida. Los dos enfermeros ya estaban cargando Miya en la parte trasera de uno de los vehículos para partir.

—¿Qué haces? —Key se sobresaltó cuando la pesada mano de Takeo cayó sobre su hombro.

—Puedo ir caminando.

—¿A dónde? —su inglés era brusco, o quizás él lo era—. No lo sabes.

—Podrías decirme.

—Jamás encontrarías el pliegue.

—Soy buena encontrando pliegues, si me marcas la posición en un mapa...

—No seas tonta.

Se había bajado su mascarilla para hablar. Él la tomó con fuerza por el brazo para obligarla a avanzar. El acento de Takeo no era duro, ella simplemente no le caía bien, aunque Key desconocía qué podía haber hecho en tan poco tiempo conociéndolo para terminar así. Desde el momento en que se habían presentado, su primo la había mirado con odio, había evitado hablarle durante todas las visitas al bosque, y esta debía ser la conversación más larga entre ambos.

Intentó resistirse, pero él resultaba más fuerte y ella no deseaba herirlo. Su estilete estaba a salvo en su cintura, sería cuestión de un rápido tajo para liberarse, pero dudaba que ese fuera un buen modo de tratar a la familia. Intentó no entrar en pánico ante la evidente falta de aire cuando Takeo la empujó dentro de la cabina.

Pensamientos positivos, pensamientos positivos, pensamientos positivos...

Escuchó el chirrido de las ruedas, sintió la fuerza del impacto y el cinturón de seguridad ahorcarla. Voces, ruidos, el ardor en su oreja, las lágrimas en su rostro, el silencio, las burlas, la muerte, el miedo, y luego todo había sido un borrón de sombras y sangre, antes de solo ser el frío de la carretera y el pequeño espacio entre los cuerpos de sus padres. Se había recostado allí a esperar que despertaran tras rearmarlos, porque eso solo era una pesadilla y ella estaba durmiendo en la cama de ellos.

El sonido de la puerta la trajo de regreso a la realidad. Takeo estaba delante del volante y no tardó en encender el motor. Por un momento, Key consideró huir. Los latidos de su corazón eran tan fuertes que eran lo único que podía escuchar. El aire no llegaba para nada a sus pulmones. Acarició su estilete, buscando una confianza que por primera vez le falló. Eso no estaba bien.

Se aferró con fuerza a su abrigo, necesitando sentir algo cuando el viaje comenzó. Cerró los ojos mientras intentaba no pensar en donde se encontraba. De haber estado allí, Gia le hubiera dicho que no fuera una cobarde y se lo aguantara, antes de intentar distraerla de algún modo. Derek hubiera tomado su mano, pero no hubiera dicho nada. Y Nix... No podía imaginar qué hubiera hecho él, pero su simple recuerdo bastó para encontrar al menos una pizca de paz a la cual intentar aferrarse.

—Cobarde —murmuró Takeo al bajarse.

Lo dijo en japonés, Key se abstuvo de comentarle que entendía bastante bien el idioma. Semanas de solo escucharlo le habían ayudado a mejorar, aun así no deseaba soltar el inglés. Quizás fuera lo mejor, tal vez solo un capricho sin valor alguno.

Sus piernas se sentían temblorosas al momento de bajar del Jeep. Takeo le ordenó que lo siguiera, ella solo podía pensar en descansar. El complejo Feza lucía como un santuario perdido en medio de un bosque, el pliegue debía protegerlo de eventuales turistas. Los bajos edificios estaban distribuidos allí y allá, había personas practicando peleas en el centro, las luces estaban encendidas como si fuera de día. Considerando que el clan aseguraba servirle al dios de la luna, no le sorprendía que tuvieran el horario invertido.

Lo siguió dentro de una de las construcciones, ignorando el modo en que los demás se giraban para mirarla o murmuraban a sus espaldas. Luego de tanto tiempo viviendo a la intemperie, la luz del interior logró cegarla por completo. Tuvo que proteger sus ojos y guiarse por el sonido de los pasos de Takeo al avanzar. Era ridículo como los pies perdían estabilidad ante la falta de visión.

Terminó dentro de un pequeño consultorio médico. Para el momento en que alguien bajó la iluminación, estaba sentada en una camilla y con dos desconocidos delante mientras su primo vigilaba la puerta. De mala gana se quitó la ropa y aceptó pasar por la examinación física y la extracción de sangre. Un médico le hizo preguntas estándar mientras la mujer detrás tomaba notas.

Una bruja. Key notó la marca en su cuello. El clan Feza convivía pacíficamente con unos pocos brujos dentro de su complejo lo cual les ayudaba a saber más de la otra especie. Quizás aquello era lo único que le entusiasmaba a Key sobre estar allí, el acceso a información que no podría encontrar en otra parte. La bruja estaba experimentando con su sangre.

—Eso no es normal —comentó el médico al ver el tubo de ensayo donde su sangre había pasado de ser roja, a negra—. ¿Has tenido algún tipo de relación íntima con un brujo?

—¡Qué! —Key sintió sus mejillas arder enseguida, el hombre hizo una mueca.

—Disculpa, tal vez me expresé mal. Mi inglés no es muy bueno. ¿Has tenido algún tipo de contacto, que pueda haber implicado un contagio, con un brujo?

—No.

Él lo anotó en su libreta. La bruja la miró seriamente. Ella había notado la mentira, pero no dijo nada. Sabía que no estaba nada bien engañar a un médico, sabía también que sería peor si admitía haber roto una de las leyes inquebrantables. No le temía a una posible sanción tanto como al hecho de que la situación de Nix era lo suficientemente delicada por su tipo de magia como para que se supiera lo que habían hecho. Y él no había parecido enfermo de ningún modo.

—No presenta ningún síntoma o posible muestra de haber contraído la enfermedad también —el médico miró a Takeo al hablar en japonés—. Esto refuerza la hipótesis de que es poco probable el contagio entre humanos.

—¿Puede tener contacto con los demás?

—No veo riesgo alguno. Aunque, nunca he visto la sangre de alguien reaccionar así...

—Mi error. Debo haber mezclado mal los químicos —la bruja sonrió a modo de disculpa, pero cualquier fingida calidez desapareció de su rostro cuando volvió a mirar a Key.

—Entonces creo que está todo en orden —sentenció el médico.

Tenía lógica, que la examinaran para comprobar que no era una amenaza. Key se bajó de la camilla y se vistió en silencio mientras Takeo se retiraba a un lado para hablar por lo bajo con el médico. Su cuerpo no toleraría el agotamiento mucho más, y a la vez deseaba saber sobre lo que estaba sucediendo. Por primera vez desde que se había transferido, estaba en su casa, tan extraño como aquello sonase, y podía tener acceso a todo lo que deseara.

La bruja se acercó hasta terminar frente a ella, Key pretendió no notar su presencia mientras terminaba de anudar sus botas. Se había malacostumbrado al trato de Nix. Antes no había sido difícil siempre imponer un metro entre ella y los demás, como un reflejo inconsciente. Ahora no podía dejar de pensar en cuan sin sentido resultaba la regla de sin contacto.

—Sea lo que sea que te hizo el umbrus. ¿Fue consentido? —susurró ella.

—No presenté ninguna denuncia. ¿Verdad? —Key le sostuvo la mirada, desafiándola a creer lo contrario.

—No es un buen momento para que brujos y humanos tengan contacto, menos de ese modo. Mantenlo en secreto.

¿Cuál modo? Lo había besado un par de veces, también le había dejado herirla para robar su sangre. No tuvo oportunidad de preguntarle, ella ya se había alejado y Takeo estaba de regreso a su lado quejándose de cuánto estaba tardando. Key mantuvo la calma. Había recibido peores tratos. Él debía tener sus motivos, ella tenía los suyos para ignorarlo.

Lo siguió por el interior del complejo, yendo más allá de salas de lectura y comedores. Debía ser el edificio principal, y había personas haciendo sus deberes por todas partes. Era una extraña mezcla de ver, algunos en komon y otros con ropas normales, adultos escribiendo pergaminos y niños con teléfonos, ancianos usando ordenadores y jóvenes puliendo armas. De algún modo, la actualidad y la tradición convivían en paz allí, creando un contraste que no hacía más que llamar la atención.

Se detuvo junto a una puerta corrediza, la tabla colgando a un lado indicaba que se trataba de la sala de reuniones número cinco. Key miró un instante a los dos niños arrodillados a cada lado portando un tradicional uniforme gris. Takeo deslizó la puerta a un lado y le indicó que entrara. Él inclinó la cabeza en despedida antes de retirarse en silencio.

El hombre que estaba dentro se puso de pie ante su presencia. Key lo reconoció enseguida. Había tenido tiempo en el avión para estudiar el árbol genealógico y las fotografías que lo acompañaban. Arata Feza, tercero en sucesión, hermano de Hitoshi Feza, fallecido. Key intentó ignorar el dolor en su corazón al ver el parecido con su padre. Misma mirada oscura y calmada, mismo cabello negro, si se esforzaba en sus recuerdos, inclusos las mismas jóvenes arrugas sobre la frente. El padre de Takeo, el hermano menor de su padre.

—Lo siento por la intromisión, yo...

No tuvo tiempo de justificarse, ni siquiera presentarse. Arata se puso de rodillas frente a ella, sus manos delante, su frente tocando el suelo. Definitivamente no era aquello lo que había esperado. Tardó unos segundos en recordar que esa era la más profunda súplica de perdón, y solo pudo pensar en hacer que se levantara.

—Déjame disculparme a mí, por no haber estado para ti —murmuró él—. Debí haber estado. No me dejaron renunciar a mi puesto aquí para ir a cuidarte.

—Yo no quería mudarme, no es su culpa. Por favor, levántese.

—Le he fallado a Hitoshi, tanto como te fallé a ti.

—Eso no es cierto.

—Por favor, discúlpame por no haber estado.

—Fui yo quien escogió quedarse. Lo siento.

Se arrodilló también, imitando su pose en un intento por solucionar eso. No podía tocarlo. ¿O sí? No era su culpa. Los Feza le habían ofrecido un lugar tras el accidente, ella se había negado. Para las vacaciones, siempre le habían ofrecido pasar unas semanas allí, Key se había negado. Incluso le habían escrito con intención de visitarla, ella nunca había respondido. No había querido su lástima, ahora sabía que solo era sincero amor.

—Fue mi culpa —susurró ella, los ojos cerrados para controlar su voz—. No quería ser un estorbo. Toda mi vida pensé que mi condición era una molestia para los demás, y que solo me verían con lástima. No quería eso. Cometí el error de aferrarme al pasado y creer que los demás no veían más allá de mi apariencia. La familia Feza nunca me abandonó, yo sola rechacé mi lugar. Y lo siento. No fue mi intención ofenderlos. Solo...

Calló al sentir la amable mano sobre su hombro. Levantó la cabeza solo para ver que Arata le estaba sonriendo, y eso casi le partió el corazón ante la similitud con las escasas sonrisas de su padre. Había dicho que no por miedo. A que fuera muy doloroso, a que no hubiera nada de su madre allí.

—Está bien. Estamos en paz ahora —él puso una mano debajo de su rostro y Key dejó que la guiara para levantarse—. Tienes tanto de Hitoshi en ti, su mirada, tal vez todo. Excepto las manos, esas definitivamente son las de tu madre. Estás aquí ahora, y no creas, ni por un segundo, que serás tratada de un modo diferente. Eres una Feza, nosotros no olvidamos a nuestra familia.

—Nunca me olvidé de ustedes —admitió Key en un susurro—. Si estoy aquí... ¿Significa eso que fallé mi prueba?

—Hubo un caso de enfermedad en Aokigahara —Arata se alejó para volver a arrodillarse frente a la baja mesa y retomar su lugar—. El sitio se vio comprometido, no nos arriesgaremos a un posible contagio. Solicité una extracción inmediata de todo quien estuviera haciendo su prueba. Queda suspendida, hasta nuevo aviso. ¿Deseas té?

—Quiero un puesto, y saber qué puedo hacer para ayudar —Key se arrodilló con cuidado al otro lado de la mesa—. Necesito saber qué está sucediendo. Escuché cosas, pero...

—Tendremos una reunión de emergencia mañana a primera hora para tratar nuestra situación actual. Eres una Feza, y eres mayor de edad, tienes un lugar en la mesa. Dado tu historia, confío en que puedas traer buenos aportes a la discusión.

—¿Es cierto que las fronteras están cerradas?

Key sintió su propio corazón detenerse al ver que Arata se llevaba una taza a sus labios para beber. Las personas solo evitaban responder rápido cuando la respuesta no le gustaría al oyente. Era extraño. Un año atrás no le hubiera importado el estado de las fronteras, un año atrás ni siquiera se hubiera interesado por los brujos, pero ahora solo podía pensar en que eso no estaba bien.

—El clan Taiyo decidió cerrarlas hace veintiocho días, con el apoyo absoluto de los demás clanes. No es algo que hubiéramos deseado, pero no tuvimos opción. Entiendo que en setenta y ocho por ciento del mundo la decisión es la misma, y aumenta el porcentaje por cada día que pasa.

—¿Qué pasará con los brujos que quieran cruzar?

—Necesitamos protegernos a nosotros mismos, antes de poder proteger a otros. Lo siento.

—Lo entiendo. Pero si algo malo está sucediendo aquí, entonces también del otro lado —insistió Key.

—Ya tendremos tiempo mañana para discutir todas las inquietudes y decidir un modo de actuar. Luces cansada, deberías aprovechar el tiempo para dormir. Lo único que debes saber ahora es que no nos encontramos en un buen momento. El equilibrio entre brujos y humanos se ha roto, y la paz que lo acompañaba también.

—Entonces es nuestro deber remendarlo, y restablecer la paz.

—Suenas como Hitoshi —Arata sonrió al mirarla—. Pero temo que la situación es mucho más grande y compleja de lo que puedas llegar a imaginar. Estás bien. Agradece a Tsukuyomi no haber contraído el virus también. Y ten paciencia, mañana todas tus inquietudes serán escuchadas y respondidas.

—¿Y si quiero hacer algo ahora?

—Necesitamos cuerpos sanos, para poder sanar el mundo. Descansa. Pídele a uno de nuestros acólitos que te muestren el camino a tu dormitorio. Mañana será un nuevo día. Ansío trabajar contigo y compartir conocimientos. Confío en que tu experiencia será enriquecedora aquí.

—Muchas gracias.

Key se inclinó una última vez a modo de despedida antes de ponerse de pie. Aun cuando deseaba poder hacer algo, su cuerpo tenía un límite. Semanas a la intemperie de pronto se sentían como años tras finalmente encontrar un lugar cerrado y cálido donde descansar. Su piel tenía demasiados rasguños, raspaduras, y quemaduras como para luchar contra la oferta de una cama. O un tatami.

Los dos niños estaban de pie, esperándola fuera de la sala cuando salió. Se inclinaron al verla y en silencio la guiaron a otro complejo lleno de pequeñas puertas a ambos lados. Cuando deslizó una solo para encontrar sus cosas dentro de la pequeña habitación, los dos niños se inclinaron y partieron antes que tuviera oportunidad de agradecerles.

Acólitos. Los había visto durante su estadía con el clan Sheru también. A los niños se les enseñaba disciplina y respeto hacia los mayores mediante la servidumbre antes de tener la edad para comenzar a entrenar. Suspiró al cerrar la puerta, todo resultaba demasiado extraño para terminar de familiarizarse.

Ni siquiera lo pensó al momento de empujar su bolso a un lado junto con cualquier otra pertenencia que hubieran dejado allí, simplemente se dejó caer al suelo y se arrastró bajo la manta. Su mente no dejaba de darle vueltas a la situación, su corazón ansiaba encontrar a Anton y Pip, pero su cuerpo estaba demasiado agotado. Ellos estarían bien.

Alguien había dibujado gatitos en el borde del muro, Pip definitivamente estaba bien y cerca. Sonrió a pesar de tener que limpiar su desastre. ¿Había finalmente encontrado un nuevo hogar? Sus cosas estaban allí, y Key estiró un brazo solo para sacar el cuadro de sus padres junto con la fotografía de Gia de su bolso. Ellos le sonrieron dándole la bienvenida.

Sí, podía hacer de ese sitio su hogar. Dejó con cuidado las imágenes a un lado. Se quedó quieta al descubrir algo que ella no había traído. La caja de té estaba cuidadosamente a un lado, un pequeño sobre encima. Cogió la carta y tardó unos segundos en distinguir bien los hiragana en medio de la oscuridad antes de sonreír y dejarla a un lado.

Era lindo ser bienvenida con un regalo.

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