Capítulo 15
Key se estremeció al coger otra manta para envolverse. Jamás lo hubiera imaginado, pero la hipotermia era por mucho más horrible que tener fiebre. Y la frustración laboral estaba sacando lo peor de su humor. Había faltado los dos últimos días de reuniones, no porque no pudiera levantarse de la cama, aunque ese estaba resultando ser el peor resfrío del mundo, sino porque si en serio estaba enferma, entonces no podía arriesgarse a contagiar a Nix. Algo tan sencillo como estornudar cerca de un brujo podía dejar al otro al borde de la muerte.
Así que permaneció en el hotel, para su absoluto aburrimiento y odio. Estaba segura que estar encerrada en una celda sería más entretenido. Takeo no había estado nada contento del estado en que ella había regresado tras su excursión al cementerio, y llamaba religiosamente a cada hora para asegurarse que ella no hubiera abandonado su dormitorio, ni salteado sus comidas, y recordarle los beneficios del ibuprofeno para las migrañas.
Key solo podía pasar horas sentada en el suelo, observando su improvisado mural de investigación. No había quedado tan bien como ella hubiera deseado, pero sus articulaciones dolían como para llegar muy arriba. Había colgado las fotografías de las víctimas, anotado toda la información que el clan Feza había sido capaz de proporcionarle, incluso copiado las palabras de Iwa.
Nada tenía sentido. El clan consideraba que la enfermedad era contagiosa, y a la vez no, los casos contradiciéndose entre sí. No había ningún síntoma hasta que era demasiado tarde, al menos ningún síntoma que los humanos reconocieran. ¿Entonces qué era lo que tenían en común todas las víctimas? Ningún patrón evidente a simple vista. De todo tipo y edades, ambos sexos, niños y ancianos por igual, jóvenes prometedores y adultos ejemplares.
Y luego estaba el asunto de Iwa. Key había intentado sin descanso darle sentido a sus palabras. De algún modo ahora Kira gobernaba Ashdown, lo entendía. Y quería invadir su mundo supuestamente, necesitando un mejor lugar para su tipo y sin aceptar tal cosa como compartir. Eso también lo entendía. Pero el resto. Los guerreros ausentes para defender, su sentido fallando, las pesadillas... Debería haber presionado por respuestas más claras.
Suspiró ante el recuerdo de esa tarde. No debería haber involucrado a Nix. Dudaba que al brujo le hubieran caído bien las palabras que Iwa le había dedicado. Y ella casi había dado por terminado el asunto tan pronto como el otro brujo lo había insultado por su naturaleza. También estaba el asunto del casi beso, un recuerdo que ella intentaba en vano olvidarse. Había tenido sangre en sus labios. Nix siempre había sido del tipo de coger lo que deseaba, cuando lo deseaba, y ella era consciente del valor de su sangre.
Takeo regresó pasadas las cinco como cada tarde. Llamó a la puerta y entró en su dormitorio para chequearla como si fuera su hermano mayor. A veces Key no podía evitar preguntarse si ella se comportaba del mismo modo con Anton y Pip. Él se paró a su lado para observar el mural también, guardando silencio por unos eternos segundos.
—El brujo ha preguntado por ti —dijo finalmente.
—Su nombre es Nix —respondió Key.
—Me sorprendió que lo hiciera. Le dije que preferiste quedarte en la habitación, tenías cosas que hacer.
—¿Y?
—No lo ha comprado —dijo Takeo y Key suspiró.
—Es un buen detector de mentiras.
—Eso parece. ¿Cómo te sientes?
—Pasé un mes meditando al pie de un acantilado en medio del mar, y otro acampando en un bosque con temperaturas bajo cero. ¿Cómo crees que me siento? —preguntó ella.
—Invierno no es la mejor época para hacer las pruebas —reconoció Takeo—. Llamaré a un médico si mañana no te sientes mejor.
—Ya lo hice a las diez. Reposo y cama hasta que las migrañas pasen, al menos. No se mostró nada contento al saber de nuestras prácticas exteriores.
—Yo no estoy nada contento de sus prácticas medicinales si esa fue su respuesta —Takeo frunció el ceño—. Hay algo más.
—¿Qué? —preguntó Key, Takeo le extendió una tarjeta de mala gana.
—El brujo ha dicho que lo llames si sientes que no puedes respirar. ¿De nuevo, cuál se supone que es tu tipo de relación con él?
—¿Me recuerdas cuál es el pecado que Nana cree que compartimos? —dijo Key en respuesta.
—No el que tú piensas —respondió Takeo, su mirada fija en las fotografías de las víctimas—. Entonces este caso que estás investigando...
—No le encuentro sentido —admitió Key—. No veo nada que relacione a los enfermos entre sí.
—Debe haber algo —dijo Takeo—. Tiene que haber algo. No podemos fallarles. Estamos pasando la respuesta por alto.
—O tal vez simplemente no la haya. La magia ya es demasiado compleja para los propios brujos como para que nosotros intentemos comprenderla. Aunque no lo entiendo —dijo Key mirando todos los rostros delante—. No tienen nada de común entre sí.
—Gādian —dijo Takeo señalando una fotografía y pasó a otra—. Enseñante. Aspirante. Acólito. Enfermero. Vidente.
Él se detuvo al tocar la fotografía de Taiyo Yuki. Era un tema sensible, Rai seguía demasiado molesta porque su hermana hubiera enfermado bajo el cuidado de los Feza. Key no podía culparla al respecto.
—Es contagioso —dijo Key.
—No lo es —respondió Takeo.
—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó ella, él dudó antes de responder.
—Una enfermedad que consume tan rápido a su víctima no tiene tiempo para desarrollarse y ser contagiosa para otro.
—No tenemos ninguna certeza sobre esta enfermedad.
—Pues el brujo ha pedido que le comparta las fotografías que tenemos sobre nuestros enfermos —dijo Takeo.
—Raro. No lo hubiera imaginado de él —confesó Key, Nix no era fanático de imágenes sensibles—. ¿Algo más?
—Ha preguntado si Yuki acertaba con sus adivinaciones —dijo Takeo, su mirada perdida en la joven.
—¿Y lo hacía?
—Mientras pudo hacer sus lecturas...
—¿Por qué no podría?
—No estuvo durmiendo bien los últimos días. Tenía pesadillas, le costaba concentrarse. Supongo que previo lo que iba a sucederle.
Key sintió su corazón detenerse ante esas palabras. Recordó a Iwa preguntarle si sus pesadillas ya eran tan malas como para atraparla y envenenar su sangre. Echó sus mantas hacia atrás, sus piernas respondiendo con dificultad al ponerse de pie para acercarse a su tablero. La joven que la había acompañado durante su prueba en Aokigahara le devolvió la mirada.
Miya había comentado tener pesadillas antes de enfermar, culpando lo macabro del bosque y su miedo por los yurei. Ella había asegurado haber visto espíritus. ¿Y si era posible? No fantasmas, pero ecos. Nix una vez le había mencionado que algunos humanos eran lo suficientemente sensibles como para percibir la magia por encima de la media. Derek lo había sido, y Taiyo Yuki, y Akiho Miya, y...
—La sensibilidad es la mayor debilidad al comienzo de una guerra —susurró ella y se alejó con horror de su primo al comprenderlo—. Es contagioso.
—Keira, ya te he dicho que...
—Es contagioso, si eres tan sensible como para cogerlo —respondió ella retrocediendo—. No te afecta sino. No lo notamos, los brujos lo hubieran hecho enseguida. Tengo que irme.
Corrió fuera de su habitación tan rápido como pudo, sus pasos sintiéndose inestable tras los días sin actividad. Takeo gritó su nombre, pero ella no se detuvo al coger sus zapatos de la puerta principal y huir. Su equilibrio no era perfecto. Su mente tenía problemas intentando aferrarse a las respuestas. No lo había visto antes, no lo había considerado.
Recordó con resignación a su padre decirle que tenía un sentido único para encontrar pliegues. Las últimas veces, Key había necesitado que Takeo la guiara a la sede al no ser capaz de concentrarse por las migrañas, los pliegues escapando a su vista como a la de un humano ordinario. Iwa se había burlando al preguntarle por su agudeza para ver lo invisible a los ojos.
Corrió fuera del hotel, sus pies hundiéndose en los charcos que la nieve de hacía días había dejado. Necesitaba poner tanta distancia entre ella y los demás como fuera posible, porque si no estaba equivocada respecto a lo que sospechaba... Pero no tenía sentido. Miya no había actuado para nada como ella se sentía ahora durante sus últimos días. ¿Entonces qué era lo que había hecho diferente? ¿Cómo podía estar segura de no haberse equivocado?
Se alejó de las calles principales. ¿Y si también era contagioso para una persona normal y corriente? ¿A cuántos se había acercado y tocado desde que había llegado? ¿Cuánto tiempo sería el tiempo de contagio? ¿Cuál el número de contagios posibles por individuo enfermo? ¿Cómo siquiera era el contagio? Había tocado a Miya, había estado cerca de ella, y las pesadillas habían sido instantáneas desde que la otra chica había sido víctima. Había tocado a Takeo también, y él lucía tan óptimo como siempre, dejando de lado el hombro roto...
Nix. Él tenía que saber. Lo había tocado también y estado cerca de él. ¿Sería peligroso para brujos? La enfermedad venía de ellos, tal vez pudieran contagiarse también a pesar de las mutaciones humanas. Quizás fuera peor. Pero entonces todos los brujos en Tokyo deberían haberse contagiado y enfermado también.
Subir la colina por fuera de la Royal Mile era una tortura laberíntica de pasadizos, escaleras, y plazas diminutas encontradas por casualidad. De no ser por el constante esfuerzo y el sentimiento de ascender, Key hubiera temido estar corriendo en círculos. Sus piernas dolían, le faltaba el aire como había sucedido los últimos días ante el mínimo esfuerzo, y su cabeza estaba tan nublada como para dificultar su visión.
Culpó al crepúsculo y el empedrado cada vez que trastabilló. Tenía que llegar a lo de Nix. Él sabría qué hacer, y si no, al menos debía tener algo que ella pudiera usar para resistir un poco más. Key lo conocía demasiado bien como para saber que las sustancias prohibidas por la Agencia eran casi su material de trabajo.
Su cuerpo finalmente le falló. Cayó con fuerza contra el suelo en uno de los pequeños espacios abiertos entre pasadizos, su cabeza golpeando la piedra. Por unos segundos, todo fue oscuridad. Sonrió al pensar en el médico pidiéndole reposo y no salir de su habitación, quizás su cuerpo había llegado tan lejos por no exigirle mucho.
Intentó ponerse de pie, pero sus piernas simplemente no respondieron y sus brazos no lograron sostenerla por mucho tiempo antes de ceder de nuevo. No, no así. No lejos de sus padres. Su corazón estaba latiendo más lento a cada segundo. Miró el interior de sus muñecas sin saber si las venas eran de su azul habitual o se estaban oscureciendo a cada instante. No las pesadillas.
Con esfuerzo cogió su móvil y la nota que Takeo le había entregado. Esa letra debía ser de Ada. Por algún motivo, le resultaba imposible imaginar a Nix escribiendo, pero podía imaginarlo perfectamente dándole esa orden a Ada. Definitivamente no era ese el modo en que había esperado que él le diera su número, o eso lo primero que ella haría con este. Marcó y esperó a que él contestara.
—Dijiste que llamara cuando no pudiera respirar —dijo Key y sonrió ligeramente—. Bueno, creo que eso será pronto. Sabes lo que tengo.
—Suenas bastante segura —respondió Nix con calma.
—Me preguntaste si estuve cerca de un brujo enfermo. No. Pero sí lo he estado de un agente enfermo —Key cerró los ojos un instante, concentrándose en su respiración para seguir consciente—. No así, Nix. No sola. No de nuevo.
—¿Dónde estás? —preguntó él.
—Te enviaré mi localización.
—Key, no...
Cortó la llamada porque cada segundo era un esfuerzo enorme por sonar estable, cuando cada respiro era agónico por mantenerse consciente. Le envió su ubicación por mensaje y dudó un instante respecto a Takeo antes de dejarlo de lado. No podía fingir, no con él. Nunca se engañaba a la familia. Y si ese era el final, entonces tampoco quería cargárselo a su primo.
Miró sus venas segura que segundos atrás no habían estado tan oscuras. Increíblemente, no sintió miedo, solo su voluntad por seguir consciente. No moriría, no sola al menos. No así y no de nuevo, porque la noche que sus padres habían fallecido ella había sentido como si lo hubiera hecho también. Pero ninguno se había rendido. Su madre había peleado hasta su último aliento, y su padre hasta que nada más lo había sostenido de pie.
Se puso alerta cuando una figura apareció en su campo de visión. Se acercó, rodeándola para observarla desde todos los ángulos. Key no pudo distinguir con exactitud si se trataba de un brujo o una bruja. No podía ver su marca, pero los ojos rojos eran toda la prueba que necesitaba. ¿Estaría alucinando también? Apretó los dientes al sostenerse sobre una mano, la otra yendo enseguida por su estilete.
—Bueno, bueno. ¿No es la diosa generosa por semejante encuentro?
—¿Qué eres? —preguntó Key empuñando su arma.
—Los humanos son tan limitados, siempre queriendo encasillar cosas incasillables —respondió—. El nombre es Dune. ¿Y acaso no luces perfecta? ¿Es todo natural?
Se empujó con todas sus fuerzas hasta que fue capaz de sentarse. Mantuvo su estilete en alto delante para defenderse. ¿Cómo? Incluso Takeo lo había dicho, enfrentarse a un umbrus era imposible. Sangrara quien sangrara, ella no tendría la ventaja. Y solo podía imaginar a Nana golpeándola por intentar determinar si Dune era un él o ella, ya bastante había tenido con Pip años atrás.
—Años de entrenamiento —respondió Key—. Soy una agente, y la ley...
—La ley de los humanos no está hecha para sujetar a los brujos —respondió Dune con sencillez y la miró con más atención—. Pobre criatura, estás enferma. Tu sangre no me servirá mucho así.
—Mi sangre no es tuya para utilizar.
—Pero serías un perfecto sacrificio para la diosa.
Sostuvo con firmeza su estilete, incluso cuando sentía como el resto de su cuerpo comenzaba a temblar. Su respiración ya salía en jadeos. No podía tener tanta mala suerte. Dune mantenía su distancia como si ella tuviera la peste, observándola con demasiada curiosidad e interés para su gusto. No como Nix. Él nunca se había fijado en ella de ese modo, como si fuera un pedazo de carne que tirar al asador y luego devorar.
—Bueno, otra vez será —dijo Dune alejándose—. Mejórate, humana. La diosa no me responderá si mi sacrificio no está a la altura.
Desapareció del mismo modo que había aparecido, de ningún lugar aparente. Key parpadeó. Tenía que haber algo que no estuviera viendo, ningún brujo podía desvanecerse con tanta facilidad. Respirar le costaba. Y mantuvo su arma en alto, incluso cuando no quedó rastro alguno de Dune. No dejó de mirar por donde había partido. Había algo, como una palabra en la punta de su lengua, solo que en sus ojos.
Escuchó los pasos a sus espaldas, no bajó la guardia. Sus pies ya estaban hormigueando por la falta de movimiento. A su corazón le tomaba un doloroso esfuerzo cada latido. Era una agente. No cedió. Ni siquiera cuando Nix se agachó a su lado para comprobar su estado, o Ada revoloteó a su alrededor preguntando qué estaba sucediendo. No podía respirar. No podía moverse. La oscuridad en sus venas se había extendido hasta por encima de sus muñecas.
—¿Lo ves? —preguntó Nix.
—¿Qué cosa? —dijo Key.
—El pliegue.
—No hay nada allí —soltó Ada.
—Cállate —dijo Nix y volvió a concentrarse en Key, su voz extremadamente calma mientras sostenía a Key por sus muñecas para bajar sus manos—. Hay un pliegue. Justo delante de ti. Siempre has sido capaz de encontrar cualquier pliegue. ¿No, Key? Incluso los que los demás agentes no ven. Necesito que te concentres y lo veas. Es un pasadizo más. Los muros están empapelados con viejos anuncios. Hay un brujo vendiendo fruta.
No podía mover ningún músculo por voluntad propia. Parpadeó, luchando por ver lo que Nix estaba describiendo. Estaba casi allí, como una línea irregular quebrando la unión entre dos edificios. Si se aferraba lo suficiente, si se concentraba... Tenía que haber algo allí, porque Dune había salido y entrado de nuevo. Tomó de toda su fuerza inclinarse apenas a un lado, y como si cambiara el ángulo de una cámara, entonces fue capaz de verlo. Distorsionado, no tan claro como siempre, pero estaba allí. Una entrada de apenas un metro, un largo pasadizo que se perdía en la niebla de la ciudad, anuncios arruinados por el húmedo clima y personas yendo y viniendo, un brujo con una canasta repartiendo frutas...
Su cuerpo entero se aflojó y Nix la atrapó cuando cayó hacia delante. La oscuridad se había detenido en sus brazos, el bloque de cemento sobre su pecho desaparecido. Ada estaba histérica intentando comprender qué sucedía y Nix demasiado tranquilo, y Key se sentía demasiado débil para moverse por su cuenta. Él pasó un brazo por debajo de sus piernas y la levantó.
—No deberías tocarla —dijo Ada.
—Claro. ¿Quieres que la deje aquí tirada hasta que sufra la próxima parálisis y sea irreversible? ¿O hasta que un brujo intente aprovecharse con lo presa fácil que resulta? —respondió Nix—. Ella no está bien. Tenemos que sacarla de aquí. Solo nos gané un poco de tiempo.
—¿Entonces qué hacemos? —preguntó ella.
—Llama a su primo.
Ella no estaba bien. Una cosa era temerlo, otra muy distinta oír a Nix confirmarlo. Key apoyó la cabeza contra su hombro, concentrándose en seguir respirando. Un respiro a la vez. Eso se había dicho a sí misma cuando sus padres habían muerto. Aguantaría ese mundo un respiro a la vez, hasta que el dolor fuera tolerable y pudiera superarlo, hasta que su cuerpo no estuviera tan roto como su corazón.
Él la cargó de regreso a su departamento. Sus pies estaban hormigueando de nuevo, todos sus huesos dolían. Escuchó en algún momento a Ada hablar con Takeo, intentando explicarle lo que estaba sucediendo por teléfono. Quiso decirle que no se tropezara tanto con sus palabras y fuera más clara y directa, o eso cabrearía a Takeo, pero no tuvo fuerzas.
Nix la dejó con cuidado en el suelo de la sala. Key sostuvo su cabeza entre sus manos. Nada se sentía bien, pero el suelo era estable. No podía pensar con claridad. Su cabeza daba vueltas y su vista estaba nublada. Su corazón dolía de nuevo. Ada estaba haciendo demasiado ruido, su voz muy aguda por la preocupación. Takeo llegó demasiado pronto, el portazo siendo insoportable para Key.
—¿Qué está sucediendo? —exigió él.
—Tiene síndrome de Posh —respondió Nix—. Como todos tus enfermos.
—Creí que no sabías cuál era la enfermedad —acusó Takeo.
—No pensé que podría afectar a humanos, no tiene sentido. Abstinencia de magia. Cuando un brujo está demasiado débil como para realizar magia, desarrolla síndrome de Posh, y se cura con algo tan sencillo como realizar magia por un buen rato. No existe el síndrome de Posh aquí.
—Un enfermo cruzó —murmuró Key.
El dolor de cabeza la estaba matando. Quería gritar. Las voces a su alrededor eran demasiado fuertes. Ada no dejaba de caminar en círculos y quería detenerla. Nada de lo que estaba sucediendo tenía sentido.
—Ninguno de nuestros otros enfermos sufrió lo que ella —dijo Takeo.
—Porque no es virgen —respondió Nix—. Estoy seguro eso es culpa del antiguo agente.
—No difames a mi prima —Takeo avanzó un paso en su dirección.
—Solo para que conste —murmuró Key—. Derek y yo nunca...
—Ustedes, humanos, necesitan dejar de relacionar todo con sexo —dijo Nix—. Tu sangre no es virgen. Ha sido utilizada para hechizos antes. Estoy seguro que no todos los humanos pueden decir lo mismo. Eso debió retrasar el efecto. De un modo u otro, es magia.
De haber estado bien, Key estaba segura que hubiera sentido sus mejillas arder. Nix tenía un punto, Derek había sido el primero en robar algo de ella para un hechizo y él el segundo.
—Entonces necesitamos usar su sangre para un hechizo —dijo Takeo.
—No servirá —sentenció Nix.
—¿Cómo estás tan seguro?
Porque él había tomado su sangre hacía unos días, y Key tan solo había empeorado. No era como si pudieran decirlo. Incluso si confiaba en Takeo, ella no diría algo que pudiera meter en tantos problemas a Nix de saberse. Él no tenía permitido robar sangre de humanos, prefería no imaginar lo que sucedería si encima se trataba de una agente.
—No servirá —repitió Key—. Pliegues. Necesito ver pliegues.
—Solo lo retrasará —dijo Nix.
—¿Entonces cómo lo curamos? —preguntó Takeo.
—Magia. Necesita magia en su sistema.
Key se quedó quieta al escuchar la voz sofocada. Temió estar alucinando de nuevo, pero el silencio de los demás la hizo dudar. No había nadie más en la sala. Sus manos no dejaban de temblar mientras sostenía su cabeza.
—Por favor díganme que no soy la única que escuchó eso —murmuró ella.
—¿Qué fue eso? —preguntó Ada.
—Ella necesita magia. ¡Sácame de aquí, Kohl! —exigió la voz y Nix resopló al sacar una carta del interior de su chaqueta.
—Debería haberte amordazado también —dijo él.
—No hubiera sido muy amable de tu parte.
Key reconoció enseguida la voz de Wess. Levantó por instinto su estilete, aun cuando ella no estaba allí y no podía hacerle daño. ¿O sí era posible? ¿Era un eco? El eco de Gia no podía hablar, ni sonaba tan viva. ¿Con brujos sería distinto?
—¿Es esa tu hermana? —preguntó Key.
—¿Tienes una hermana? —preguntó Ada al mismo tiempo que Takeo preguntaba—. ¿La tienes encerrada?
—Ella está bien —dijo Nix restándole importancia.
—Es peligrosa, es lo mejor —Key luchó por sostener su estilete cuando todo de sí quería rendirse.
—Necesita magia —insistió Wess—. El síndrome de Posh se cura haciendo magia.
—Es una humana —dijo Nix.
—Si no puede hacer magia por su cuenta, entonces tienes que meterla en su cuerpo.
—¿Y matarla por eso? No es mi intención.
—Yo soy la que lidió con enfermos en Ashdown, no tú. Si la parálisis llega a ser total, entonces será irreversible y no habrá nada que hacer.
—Es un conducto, no un portador. Los humano no pueden hacer magia, no sin objetos y ya sabes cómo eso los deja.
Key casi rió al escucharlos discutir, ahora sí sonaban como hermanos. Le era imposible imaginar a Nix en tal situación de no estar presenciándola, incluso si era sobre la vida de ella. Casi sonaba como si Wess lo estuviera regañando. Él era el menor de los tres. ¿No?
—No necesita hacer magia, solo tenerla en su sistema —insistió Wess—. Necesita magia que su cuerpo pueda procesar. Hay un modo.
—Ni lo menciones —advirtió Nix.
—Todavía hay tiempo para curarla.
—Su cuerpo lo rechazará —dijo él.
—Pero eliminará el síndrome de Posh. Mejor intoxicada que muerta. ¿No crees? —preguntó Wess.
—Mi prima no es un sujeto de experimentación —dijo Takeo.
—Una vez que la parálisis empieza no queda mucho tiempo. No habrá nada que hacer si llega a ser total —dijo Wess.
Demasiadas voces. Demasiado ruido. Takeo seguía discutiendo con Wess y Ada lucía como si estuviera absolutamente perdida. Key no podía mover sus manos. Cada respiro era más costoso. Miró a Nix suplicándole que hiciera algo en medio de tanto pandemónium. Quiso pedírselo, pero apenas fue capaz de separar sus labios sin emitir sonido alguna.
Él masculló algo ininteligible y se acercó hasta ella. Lució molesto al coger su estilete por el filo, rojo deslizándose por la hoja. Estampó su mano contra sus labios y entonces Key saboreó su sangre, cálida y más densa que humana. Abrió los ojos con horror al sentirla. ¿No estaba en alguna parte del manual de agente el nunca permitir que un brujo te obligara a beber su sangre, algo importante como al principio?
Takeo lo rodeó por atrás para alejarlo, pero los ojos de Nix estaban rojos y le bastó una simple mirada para que el joven terminara al otro lado de la sala. Él volvió a sostener su mano herida contra la boca de ella. Magia, necesitaba magia, algo que su cuerpo pudiera absorber y procesar. Y la sangre de los brujos podía ser muy diferente a la humana, pero los umbrus utilizaban sangre para su magia, y su propia sangre era la fuente más pura de magia que podía existir.
Key sintió el calor regresar a su cuerpo tras días de absoluto frío. Sus músculos se aflojaron, su mente se despejó. Cogió la mano de Nix y lamió hasta que él la alejó. No era lo peor que había saboreado, una vez Pip había intentado hacer le desayuno. Pero la migraña había desaparecido, la habitación lucía mucho más clara, y por primera vez en mucho tiempo volvió a sentir que tenía control sobre su cuerpo.
Y entonces gritó. Se dobló sobre sí misma, las arcadas no tardando en aparecer. Ada fue rápida en ir a la cocina por una cubeta y regresar para arrodillarse a su lado. Key no resistió mucho. Cierto, el cuerpo humano no era compatible de ningún modo con el de un brujo. Ada sostuvo su cabello mientras ella vaciaba su estómago, la visión de un líquido viscoso y negro tan solo provocándole más náuseas.
—¿Qué has hecho? —dijo Takeo incorporándose.
—Ahora, eso sí se siente como síndrome de Posh —dijo Nix alejándose.
—Te lo dije. Tiene que expulsar toda la sangre contaminada. Mejor empujarla fuera y reemplazarla por algo más controlable —dijo Wess como una sabionda—. Aunque no es muy bonito.
—Cállate —masculló Key antes de volver a inclinarse sobre la cubeta.
—¡Ey! Acabo de salvarte. Fui una curandera calificada hace tiempo —respondió Wess—. Tienes para una noche larga, chica.
Lo sabía. No necesitaba ser ningún tipo de curandera bruja para conocer todo lo que un brujo podía hacerle a su cuerpo y los males que acarreaba. Key se aferró con ambas manos a la cubeta, apenas siendo capaz de recuperar el aire antes de seguir expulsando sangre negra. ¿Así había estado en sus venas? Ada acarició su espalda, murmurándole palabras tranquilizadoras a tiempo que trenzaba su cabello para alejarlo de su rostro.
—Necesita un médico —dijo Takeo.
—¿Le dirás tú o yo todas las leyes que acabamos de romper para curarla? —preguntó Nix mientras vendaba su mano—. Dudo que alguno de tus médicos alguna vez haya lidiado con intoxicación por sangre de un umbrus. Mañana estará bien. Puedo vigilarla y mantenerla estable.
—No hay modo.
—Takeo —Key luchó por sonar tan firme como fue capaz y levantó la cabeza para sostenerle la mirada a su primo—. Confío en él. Tú tienes que volver y hablar con los clanes. Ahora sabemos qué está sucediendo. Tienes que advertirles. Los síntomas son demasiado comunes para distinguirlos, y no serán tan evidentes como en mi caso. Están yendo por los miembros más sensibles, aquellos que podrían tener una ventaja por comprender mejor la magia. Frío, pesadillas, problemas con sus sentidos... Fueron semanas para mí, para ellos son días o menos.
—No estás bien —dijo Takeo.
—Soy una agente. Puedo cuidarme sola —respondió ella y se esforzó por sonreírle—. Me quedaré aquí. ¿Qué es un lobo solitario, cuando hay toda una manada que salvar? Avisa a los clanes. Busquen a personas con esos síntomas, y cual sea su sensibilidad, que no dejen de usarla. Sabemos qué es, ahora necesitamos evitarlo y encontrar una cura.
—Otsukaresama deshita —dijo Takeo tras largos segundos.
Él cerró los ojos, inclinándose más profundo de lo que Key alguna vez lo había visto, más tiempo también. Sonrió. Era la primera vez que su primo le reconocía algo. Era una expresión que jamás hubiera esperado de él, no para ella. Significaba gracias por el esfuerzo. Significaba que él consideraba un honor el tiempo y trabajo que ella le había dedicado.
—Te mantendré al tanto —dijo Key y alejó las manos de Ada—. Ve también. Necesitará un testigo. Viste más que él como para describir lo que sucedió. Nadie hablará de la sangre.
Fue una orden sencilla, espero que Ada no la cuestionara. Takeo sabía de honor. Y si Nix acababa de salvarla, y ella había decidido protegerlo por ello, lo respetaría también. Su primo asintió antes de darse vuelta para partir y ordenarle a Ada que lo siguiera.
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