Háblame
-Háblame.
Mary pedía. David guardaba silencio, aquel joven divertido y locuaz se convirtió después en un hombre callado.
Vayamos hacia atrás.
New York, verano de 2010. La crisis provocó la quiebra de algunas agencias inmobiliarias, una de ellas pateó el culo de David. La mitad de su vida trabajó vendiendo casas. Él era el número uno, nadie vendió más que él. Siempre buscaba nuevos retos, la rutina no estaba hecha para él, era capaz de vender hielo a un esquimal.
David vagaba por Manhattan, buscando un nuevo trabajo, pero no sabía cómo. Encontró un periódico en una papelera, sólo le sirvió para matar el tiempo.
Su prioridad era su esposa Mary y su hijo Rick. Vivían en Manhattan. Como última oportunidad, podían vender la casa y comprar otra más barata, Mary tuvo la idea. David no era capaz de decidir.
David se sentía como un perdedor más. ¿Adónde fueron los tiempos de felicidad y risas? No les importaba que la herencia se fuera perdiendo, con la paga de él les sobraba para permitirse ciertos lujos. Aún mantenían algo de dinero. ¿Hasta cuándo? No lo sabía, tan sólo sabía que necesitaba un nuevo trabajo.
Mary y David estaban en la cama, sin poder dormir, por su mala situación y por su hijo. Rick tenía fiebre. Ella seguía amándole y recordando las palabras del cura: ...en la riqueza y en la pobreza...
Ella insistió:
-Háblame, cariño. No cargues todo sobre tus hombros.
-No tengo nada que decir. Tan sólo que no puedo vivir sin ti.
-Prometiste que siempre estaríamos juntos, en la felicidad y la desgracia. Háblame.
Imagen del concierto en Pompeya. De izquierda a derecha, David, Nick, Roger y Rick.
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