El gran recital en el cielo
Primavera de 1996. El sueño de David se cumplió. Trabajar en la sede principal o cielo, como lo solían llamar sus compañeros en Corbin. Ellos pidieron el traslado y ninguno lo consiguió. David no lo pidió y el propio gerente en persona fue para trasladarle.
Roger le esperaba en la estación de autobuses. Le guió a su apartamento, propiedad de la agencia y cerca de ella. David pagaba menos alquiler que cualquier cliente por ser empleado. Tenía una habitación, cocina, sala de estar y un cuarto de baño.
Roger fue antes de las 8 de la mañana siguiente. Caminaron a la agencia y entraron con puntualidad. El local era grande, con una sola planta y entrada directa desde la calle. Con una sala de espera, donde una recepcionista ejercía su labor. A continuación varias mesas que los demás agentes comenzaban a ocupar. Roger le presentó a todos, quienes le recibieron cordialmente. Después le llevó a su mesa, situada al fondo, cerca de su oficina y una de las pocas con ordenador.
—David, continúa como si estuvieras en Corbin y disfruta.
—¿Puedo empezar por internet y editar?
—Puedes. Si necesitas algo, esta tecla te pondrá en contacto conmigo. Nunca entres en la oficina sin avisar, a no ser que te llame.
—Cuenta conmigo. Gracias, Roger.
Internet estaba emergiendo. Varias empresas entraban en la red para captar nuevos clientes. David entró en la web de la agencia, nada había cambiado desde que trabajaba en Corbin. La misma seriedad, casi aburrida; sólo con imágenes, descripciones y precios de las casas. Escribió este slogan:
“Tu hogar está aquí”
Después cambió la descripción de varias casas, haciéndola más personal. Una mujer llegó horas después, fue directa al despacho de Roger. Minutos después salieron y Roger la presentó:
—Emily, nuestra asesora informática. David.
—Encantada. Sólo quiero expresar que me han gustado tus cambios.
—Encantado y gracias.
Los cambios hechos por David fueron suficientes para captar la atención de nuevos clientes. Las visitas se doblaron, entonces David mostraba su atractivo personal.
—¿Puedo llamarte John? Me gustaría ser tu amigo. —Siempre repetía esto, sólo cambiaba el nombre.
—Desde luego, David.
David se sentía raro, porque John vino acompañado y no presentó a una linda joven; decidió ser prudente y no forzarle. Sí decidió hablar en plural.
—Gracias. Tengo un hogar especial para vosotros. —Él nunca decía casa. —¿Queréis verla por fotos o real?
—Por fotos, no tenemos tiempo para ir.
—Como deseéis, iremos otro día.
David buscó la casa más cara, la que permanecía más tiempo sin vender. Volvió la pantalla, la novia de John se maravilló y habló por primera vez:
—¡Oh, John! Es preciosa, la quiero.
—Pero no podemos pagarla.
David intervino para limar asperezas:
—Todo tiene solución. Sois jóvenes, podéis pagar lo que queráis, durante más años.
Dos días después, la pareja y David visitaron la casa. Si ella antes estaba impresionada, amó la casa estando en ella. David iba con todo lo necesario, ellos firmaron el contrato y él les dio las llaves.
Fue la primera venta importante que David hizo. Todos en la agencia le admiraban porque nadie antes había sido capaz. Desde entonces, rompió récords de casas vendidas y de importes en dólares.
Una cosa es contar una historia y otra muy diferente mostrarla. Conté que David era el número uno. Ahora quiero demostrarlo.
Las sucursales sólo actuaban en las zonas contiguas, la agencia principal en todo el país. David vio una gran oportunidad con el ordenador; cuando no tenía ningún cliente que atender, los buscaba por internet, tomaba nota de su teléfono o email y se ponía en contacto. Encontró a alguien interesado:
—Buenos días. Mi nombre es David, le llamo desde New Home.
—Buenos días. Justo ahora pensaba ir a su agencia en Austin.
—No es necesario. Puedo enviarte el formulario por email, debes imprimirlo, rellenar, firmar y enviar por correo ordinario a la dirección incluida.
—Muchas gracias. Nunca imaginé que internet facilitara tanto.
Mas no todos los casos eran tan fáciles. Algunas personas no estaban seguras y David debía persuadirles. Por ejemplo:
—He encontrado otra más barata.
—Chicago es una gran ciudad. ¿Dónde?
—En Evanston.
—Lo que ahorras en la casa, lo gastas en el trayecto.
—Está más cerca de mi trabajo que vuestra casa.
—Bien. Nuestra casa tiene tres habitaciones, ¿también la otra?
—Tiene dos, suficiente para nosotros. Somos mayores y queremos una casa pequeña.
—¿Tienes hijos?
—Sí, dos.
—¿Qué casa está más cerca de ellos?
—Pensé en eso, la vuestra, pero la diferencia de precio es grande.
—Un hogar es una inversión de futuro. Cuando te jubiles, ¿te gustaría vivir cerca de ellos?
—Mi esposa dice lo mismo, pero tres habitaciones son demasiadas.
—Es muy posible que tendrás nietos. ¿Te gustaría que duerman en tu casa?
—Sí, me gustaría. Me has convencido.
Una nueva pareja vino a su mesa, el nombre de él no importa porque no volverá a aparecer, el de ella era Mary.
Pasó una semana desde su visita. David les echaba de menos, sobre todo a ella. Nunca antes sintió algo parecido. Ella era simpática, elegante y bella, con pelo castaño y ojos marrones. La llamó al final de su jornada laboral.
—¡Hola! Dígame.
—¿Mary?
—Sí, soy yo, ¿y tú?
—David, de la agencia.
—Te recuerdo. Lo siento, no queremos la casa porque no habrá boda.
—Lo siento mucho. Debe haber sido muy duro.
—Mucho, él me engañaba.
—Ahora estoy acabando mi trabajo. Si quieres puedo invitarte.
—Gracias. Acepto.
Esto sucedió en 1998. El chico hecho a sí mismo conquistó a la rica que jamás trabajó, aunque David lo ignoraba. Ella también era hija única y vivía de la herencia de sus padres. La idea del matrimonio crecía, empezaron a hacer planes.
—Podemos vivir en mi casa, David.
—Está lejos de mi trabajo.
—No trabajes, no te hará falta.
—¿Qué estás diciendo?
—Que tengo mucho dinero.
David se quedó sin palabras, no lo esperaba, pensaba que Mary pertenecía a la clase media. Ella no dijo nada para que lo asimilara. Pasó un minuto eterno.
—Mary, te amo por ser como eres. Quiero decirte algo muy importante para mí, disfruto con mi trabajo, no quisiera dejarlo.
—Pues no lo dejes. Buscaremos otra casa.
Dicen que la oportunidad es un tren que sólo pasa una vez. Llegó a la mesa de David:
—¡Hola, David! ¿Me recuerdas?
—Claro, John. ¿Sois felices en vuestro hogar?
—Nos hemos divorciado.
Un pensamiento abordó a David: no me extraña, no la trataba como era debido. Calló y John continuó:
—Quiero una casa más pequeña a cambio, si se puede.
David vio la oportunidad de tener la casa de sus sueños.
—Entiendo. Has pagado dos años, pueden servir para la mitad de un hogar pequeño con una habitación. La cuota mensual es menor que lo que estás pagando. ¿Tienes tiempo?
—Sí, lo tengo.
—Entonces podemos ir.
A John le gustó la casa, volvieron a la agencia, firmó el nuevo contrato y cambiaron las llaves.
Después David llamó a Roger:
—Quiero hablarte de la casa grande.
—Puedes venir.
David entregó los documentos del canje y agregó:
—Quiero esta casa.
—Parece que lo vuestro va en serio. ¿Cuándo me presentas a Mary?
—Supongo que vendrá para firmar, sólo sabe que buscaría casa.
—Es muy afortunada por haberte conocido.
—No, el afortunado soy yo. Anoche me dijo que es millonaria.
—Te lo mereces. En cuanto a la casa, la agencia está en deuda contigo, tendrás todas las facilidades.
Aquella noche, Mary y David hicieron su primer gran recital en el cielo.
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