Capítulo 86. Escorias

La casa está completamente en llama, y aún no entiendo como rompieron el Nole me tangere, o cómo burlaron las protecciones de los Gianti, de Irama y de Orkias.

Voy corriendo a la puerta trasera que conecta a la cocina, abro a duras penas y Gladys, la ama de llaves cae en el suelo, a penas respira.

—¡Mierda! —digo y me pongo de rodillas.

—Estoy bien... los bebés, vaya por los bebés.

Mentira, no está bien, y soy conciente por lo que veo, pero los bebés son importantes ahora.

No recuerdo la distribución de la cada de Mortel, pero intento guiarme. Las llamas recorren las poderes, y los muebles ya rechinan por el fuego.

—Eju, Yvyrá— llamo a mi espíritu de combate y este aparece a mi lado en forma de humano, su cuerpo gris está pintado de grafias y su rostro cargado de seriedad —, Guíame, tu puedes ver mejor que yo, necesito a los bebés.

—Sí, señora Golix.

Mi espíritu se convierte en ave, y lo sigo, pasamos unos cuantos pasillos y esto parece un laberinto. Finalmente llegamos a una zona donde escucho el llanto de los bebés.

Los diviso y voy corriendo hasta ellos, pero antes de llegar una figura hecha de fuego se interpone entre los niños y yo.

Miro con asombro para sin sorprenderme, a estas alturas ya nada me sorprende, la verdad.

La chica me ofrece una sonrisa cargada de maldad y el llanto de los niños no me deja pensar en nada más de que debo Destruirla.

—Señora Maitena... ¿No trajo a su hija con usted?

—Sabrina, dime que quieres y te lo doy, pero deja libre a esos niños.

—Eso está muy difícil señora... porque justamente lo que yo deseo es que esos niños se mueran...

Las palabras me chocan y me generan una rabia inmensa, pero trato de controlarme por el bien de los bebés.

—Vamos a hablar de esto Sabrina... por favor.

—No, no hay nada de que hablar.

La chica se voltea y piensa dirigirse directo a los niños, intento detenerla enviando a Yvyrá hacia ella  pero una onda expansiva los arroja a los tres al suelo, el fuego se Sabrina se extingue y mira al igual que yo a los bebés.

Saité está llorando con ambos brazos levantados hacia arriba  y de él sale como una especie de vibraciones que recorren el aire y apagan el fuego.

Mainara también llora, pero está recostada en los pies de su hermano, como si allí se protegiera del peligro.

—No lo puedo creer —suelta Sabrina con enojo. Intenta ponerse de pie, pero yo la estiro hacia el suelo.

Comenzamos a atacarnos, ella intenta golpearme, pero yo la detengo, estamos en el suelo  con los cuerpos arrastrados, le doy una patada con mis tacones y ella se queja de dolor.

—¡No tengo nada contra usted! Simplemente no se meta, vieja cornuda. —Grita enfurecida y logra volver a prenderse en fuego.

—Puedo ser todo lo que quieras niña, pero vieja tu abuela —le digo haciéndole una llave. Me siento sobre su espalda. Invoco una esposa de oro y piso a Yvyrá que la sostenga.

Voy por los Arikú y los tomo en brazos, de inmediato cada uno se cuelga de ni, rodeado el lado de mi cadera en el que los coloco con sus piernas.

—¡No los salves! Sólo alargará una guerra innecesaria —me grita Sabrina—. Si esos niños mueren, él dejará de perseguirlo...

—De perseguir a quién? —pregunto con intriga.

—A Luriel... quiere matar a Luriel, pero si le entrego la sangre Arikú lo va a dejar con vida.

—Estás loca niña.

La miro mejor y me doy cuenta que lleva en el cuello un collar, el cuál tiene un dije que me llama mucho la atención, tiene la forma de una grafía que se dibujan las mujeres en época de guerra para invocar protección.

—¿Quién eres realmente? —pregunto.

—Soy una Mbyja rehogue... una guerrera traída por los tiempos para evitar una guerra innecesaria.

—¿Y ese camino te lleva a dejar a tu madre moribunda?

—No importan los peones que caen en medio de la guerra... yo solo cumplo con mi misión.

La observo el silencio, analizo sus expresiones y finalmente lo logró entender.

—Estás tomando un camino equivocado... porque estás enamorada de Luriel.

—Enamora o no... esos niños si están muertos...

—¡Te callas! —ordeno y ella obedece—. Yvyrá que no salga de aquí hasta que nos hayamos ido.

—Sí señora Golix. —me contesta mi espíritu.

Salgo corriendo, los niños dejaron de llorar, ellos solo se abrazan a mi.

Salimos de la casa, pasamos al lado del cuerpo de la madre de Sabrina, ya me había hecho a la idea, sabía que no sobreviviría.

Llegamos al patio al árbol de sauce. Y ahora debo ver cómo hago para llevar a los niños en un lugar seguro.

Bajo a los niños al pasto, y tal como la visión de Irina, quito el broche de abeja que va en mi pañoleta. Y lo coloco en medio de ambos, esto genera una especie de cápsula que protege a ambos.

Saco mi celular y llamo a la única persona que se me va a contestar en estos momentos y me va a ayudar.

—Maitena? —saluda la voz.

—Señora Gianti... —digo—. Necesito de su ayuda, la casa de Mortel se incendió, fue la chica esta, sabrina, debo encargarme de ella para que no escape y quería saber si usted podría venir a llevarse a los niños.

—Claro que si Maitena ¿Los pusiste en un lugar seguro?

—Sí señora Gianti. Están cuidados por el poder de el broche de mi ancestro.

—Bien, estoy allí en 5 minutos.

—Nos vemos —digo.

Al colgar la llamada me volteo y me dispongo a regresar a la casa, pero esta explota, veo ir al aire una especie de ráfaga de Luz, Sabrina Logró escaparse.

¡Maldita sea!

Veo quebrarse el sello de protección en el aire, y eso sí me preocupa.

Volteo hacia los Arikú, quienes se pusieron a dormir en el pasto. Si que sacaron la belleza de Orkias y de Solei, esa mezcla entre ambos, los hace tiernos y hermosos.

Me acerco a ellos y refuerzo la protección, rodeando el pequeño domo que los rodea con un aro de flores de manzanilla y plantitas de ruda que hago crecer con tan solo tocar la tierra.

—Con eso ya solo la abuela Gianti los podra tocar... —susurro.

Vuelvo a escuchar otra explosión, la casa se está haciendo cenizas. Volteo, me asusto por un momento, pero al ver a Santos Gianti con una Lanza ahuecada en mano me tranquilizo.

—¡Carajo, Santos! Me asustaste ¡Qué rápido! ¿Te mandó tu madre?

Él hace un gesto que no logro descifrar, mira a los niños luego a mi.

—¡Están a salvo! Pensé que les había pasado algo —dice viniendo hasta ellos —¿Qué pasó? ¿Están sin protección?

—Los niños aún tienen en Nole me tangere —respondo.

—Eso... quiere decir que ningún daño van a poder recibir.

—De hecho —confirmo—. Estos niños son muy especiales... tienen sus poderes a tope, dan miedo y orgullo al mismo tiempo. Ojalá Solei los viera...

—Sí —dice—. Me ayudas a llevarlos?

—Claro —respondo—. Al fin y al cabo mi prisionera escapó.

Estoy por acercarme a los niños a ayudarlos cuando me llega un mensaje de voz de la abuela de Luriel.

Lo reproduzco en alta voz.

Señora Gianti 16:43

—Estoy preparando mi invocación, le debo un favor a pombero y no puedo ir así, llamé a mis hijos, pero ninguno me atiende, termino el brebaje y estoy allí. Aguanta un rato Maitena.

Mi corazón se acelera, si Santos no fue enviado por su madre...

Él voltea con brusquedad y me atraviesa el estómago con la lanza ahuecada. El dolor se esparce por todo mi cuerpo.

Siento el líquido cálido recorrer mi ropa, un sonido ahogado se escapa de mi garganta en lo que caigo de rodillas.

—Creí que el Nole me tangere se había deshecho —dice—. Y por poco y me ayudas a llevar a los niños ante Franco...

El terror me toma, Franco es el traidor, todo este tiempo y yo no lo sabía.

—Pero luego del audio de mamá no puedo arriesgarme. Una pena Maitena... ya me intentaré una historia para darte una muerte heroica. De todas maneras, gracias por salvar a los Arikú de esa loca Mbyja, sin ti, nuestro plan se iría al mazo...

Me agarra del cabello y estira me cabeza para atrás. Es mentira que piensas en toda tu vida cuando vas a morir. Yo ahora solo pienso que quiero ser to quien mate a este desgraciado, o al menos que tenga una muerte lenta y dolorosa.

—Le diré a Orkias y a mi Hermano que me ayudaste a salvar a sus hijos, una gota emergió del suelo, tomó mi arma y se llevó tu vida...

>>Es justo lo que necesitan... mándame saludos a Elsa e Irina.

Pasa la lanza sobre mi cuello, intento atajar el liquido que sale de mi piel, pero soy demasiado inteligente para saber que no hay nada que yo pueda hacer.

Caigo al suelo y lo último que logro escuchar es como él destruye una gota que acaba de invocar, arroja la lanza al suelo y grita el nombre de su madre cuando la ve llegar.

¡Qué mierda! Ojalá mi alma se quede en este plano y consiga a quien guiar para ejecutar mi venganza contra estas escorias de mierda.

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