Capítulo 75. Rosas y abejas
Papá
Tu abuela te va a visitar esta tarde para tratar lo de la gota de sueño.
Luri
Entendido ¿Tú sigues en casa?
Papá
No, salí a la ciudad a gestionar los papeles o Orkias antes de que nos ataquen, lo haremos nosotros.
Luri
¿Y vienes esta noche?
Papá
No hijo, estaré ocupado.
Bajo el celular y niego con la cabeza.
<<Ocupado>> claro que si, ese hombre seguro que va en busca de alguna aventura. Quien no te conociera Papá.
—¿Viste? —Gustavo se arroja en el sofá de la sala común—. Gerardo te está machacando en Beehive, lleva 10 zumbidos hablando de ti.
—Debe estar enamorado de mi —respondo y él se ríe, pero luego hace un gesto como que quizás hay algo de verdad en mi discurso.
Al final yo también me arrojo en el sofá, Juanjo llega junto a nosotros y en su mano veo agitando su celular, ya me preparo para escucharlo.
—¡Los del informante están muy mal de la cabeza! Planean una revuelta esta noche. —Dice muy nervioso.
—Lo que implica que está noche tendremos lío ¿no? —pregunto levantando una ceja.
—¿Ustedes son parte del informante? —pregunta Gustavo.
Juanjo y yo nos intercambiamos miradas, y sabemos que es el momento de decir la verdad.
—No, Gustavo... —digo—. Sé que debería habértelo dicho hace mucho tiempo, pero... las circunstancias no me lo permitían, y se que no es momento...
—Habla de una vez, perro —dice sentándose recto y mirándome con seriedad.
—Somos...
—¡Hola chicos! —saluda Hisa y me quedo callado.
—Puta madre —susurra Juanjo.
Miro a Gustavo y el está aún con la boca abierta, no sé si porque nos interrumpieron o porque ya lo descubrió. ¡Por los 7, Hisa! Justo ahora debías venir?
—Hisa —saluda Juanjo.
—Pato, ¿qué sucede? —pregunto algo irritado pero tratando de que no se note.
—¡Uy! Calmadito, hermano. En fin, vengo porque me han asignado como encargada de la salida que tendremos en diciembre como cierre de año. Y necesito que uno de ustedes me ayude con la organización.
—¿De eso no se encargan los adultos? —pregunta Juanjo, y juro que veo suspirar a mi hermana del encanto porque mi amigo le habló.
—Sí, ellos se encargan de la seguridad y todo eso, a mi asignaron reconocimiento de campo para estudiantes de 1ro y 2do. A Yara seguridad en zonas abiertas.
—Están haciendo una especie de cordón de seguridad —me dice Juanjo—. Es seguro para evitar ataques desde dentro. ¿Crees que será suficiente?
—Nada es suficiente, —respondo—, pero no creo que se atrevan a atacarnos tan deliberadamente... a no ser que lo tengan muy bien planeado.
—Yo te ayudo Pato —dice Juanjo y le da una palmada en el hombro, ella se sonroja y no lo puedo creer, se lo voy a contar a su novia.
—Bien... vamos a la biblioteca —dice emocionada y ni se despide, solo se va, dejándonos a Gustavo y a mi solos.
Gustavo me mira en silencio, suspira y veo en él una expresión de enojo, tristeza y quizás un poco de decepción.
—Eres el Justiciero, tal y cómo todo el mundo lo grita —dice en un hilo—. Y tiraste al frente a Zunú para que los reflectores apunten a otro lado.
—No lo tiré, Gus, el se ofreció y lo planeo de esta manera. Sé que estás enojado por haberte mentido todo este tiempo...
—¿Enojado? Estoy triste. Sabes que te debo la vida, que mi cabeza la podría debajo de la guillotina por ti, pero no me molestan las mentiras, me molesta que decidas tirarme la responsabilidad de tu identidad ahora... crees que no me doy cuenta que estamos en una etapa crucial, que en cualquier momento nos explota en la cara una guerra.
>>Es de verdad terrible que me hayas ocultado, o que Juanjo supiera antes que yo... pero con una mierda, me estás arrastrando ahora por que te conviene.
—No es tan así Gustavo. La verdad es que en tu ignorancia me ayudabas más, pero si hay algo de cierto. En cualquier momento explota todo esto en nuestra cara, y cuando eso pase, prefiero que tú sepas la verdad a ser uno más que se enoje por las cosas que voy a hacer.
—Iracema lo sabe?
—No...
—Claro que... por su puesto que no.
Gustavo se tira en el sofá y se toma el puente de la nariz. Sé que está pensando, lo oigo meter aire a sus pulmones, vuelve a sentarse bien y me mira.
—Esto es una mierda —dice—. Le vas a romper el...
—Soy conciente de lo que va a pasar Gustavo, y lo hago por convicción.
—¿Y el amor?
—¿Propones que debería olvidar mis heridas por amor? —levanto una ceja y él ya lo comprendió—. No hay nada que me detenga Gustavo, nada.
—Te vas a arruinar. Vas a arruinar un noviazgo de 2 años...
—Pero habré hecho justicia, e Iracema tendrá la vida entera para odiarme y sanar.
Gustavo apoya sus codos en sus piernas, para luego alzar la vista de nuevo hacia mi.
—Nos va a arruinar... —dice y me duele, pero tiene razón.
—No es necesario que te unas a mi causa Gustavo.
—¿Crees que estoy rechazando estar en tu bando? ¡Qué poco me conoces! No soy el chico tonto, ni inocente... si el despistado. Pero si quiero vengarme, Luriel. Esa gente no merece perdón de nada.
Sonrío y me siento feliz, porque un aliado más, es una ventaja gigante para cuando la ruptura en el panal ocurra.
—¿Qué vas a hacer cuando se descubra? —pregunta
—Huir...
—Voy a ir contigo, amigo.
—Será un honor que me acompañes, Gus. Gracias por estar conmigo.
—Cómo tu estuviste siempre, Luriel. No sólo eres el Cario, ni mi superior, eres mi hermano, mi mejor amigo.
Le doy un abrazo fuerte a Gus, el corresponde, y terminamos separandonos a causa del comentario de Gerardo.
—¿Engañando a Iracema? —pregunta con tono de burla.
—¿Celoso porque no eres tú? —pregunta Gustavo y sonrío.
Gerardo saca el dedo del medio y termina alejándose del escenario, con él va Ndusú, quien se termina burlando del chico.
La verdad es que se merece, por metiche. Gustavo y yo nos ponemos de pie. Y cuando estoy por decirle para ir por una Coca y hamburguesa, me llega un mensaje.
Iracema
Te necesito... ¿Vienes?
Luriel
Voy ❤️
Gustavo mira la pantalla de mi celular y niega con la cabeza.
—Cambiaste su nombre de contacto... —dice y no pensé que me iba a impactar tanto que se haya dado cuenta.
—Hay cosas que debemos hacerlo de apoco, yo solo disfruto lo que queda... pero no me hago del tonto. Soy realista, esto no es un maldito cuento de hadas.
—Ni que lo digas, señor poeta, ya no estamos entre rosas y abejas, estamos en medio de las brasas y el tridente del mismo Añá.
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