Capítulo 7. Cordura y conciencia
Edara seguía besándome, sus labios cálidos se movían sobre los míos con hambre. Yo, me dejaba comer porque en verdad disfrutaba su fortaleza.
Sus dedos me exploraban mientras mis manos recorrían su cuerpo, los suspiros se escapaban y no sé hasta que punto aguante esta locura. Tengo ganas de ir a más, pero un pinchazo en el fondo de mi cabeza me recordaba que estoy casada, y que le estoy siendo infiel a Franco.
La culpa comienza a carcomer mi mente y la conciencia comienza a hablar más fuerte. De verdad, estoy siendo una mala madre, una mala esposa...
—Espera... —Logro decir apenas alejándome de ella.
La belleza y ferocidad de la mujer me invaden los ojos y las entrañas, su dominancia me tiene loca, y no sé si soy capaz de parar esto.
—Lo siento —dice ella y yo respiro —. No debí besarte así, pero te juro que ya no lo soportaba, tantos años fingiendo que te olvidé y esta noche pasa todo esto, lo siento Maitena, estoy arruinando nuestra amistad.
—Es lo que menos me importa —respondo pasando mu mano sobre su cuello y dándole un beso suave, ella corresponde—. La única razón porque la que te freno, es porque esto está mal, yo estoy casada, pero no me arrepiento de haber revivido el fuego que hay entre las dos.
—¿Qué quieres decir?
—Qué quiero continuar esto, en un lugar más cómodo... si hay una cama de poe medio mejor —digo sonriendo—. Solo déjame blanquear mi situación con Franco.
—Bien —dice alejándose de mi un poco—. Aunque te doy una opinión que no me pediste... creo que Franco no merece tu respeto.
—¿Por? —pregunto riendo.
—No tratas de manera fría a una mujer como tú...
—¡Ah! Olvidé que eras romántica.
—No lo soy, es solo que hay algo en su personalidad que no me gusta, siento que si te trata así... quien sabe que trapos sucios esconde.
—Quizás, para ser honesta, no me puse a investigar sobre su cambio, porque simplemente no me interesa saber si hay otra. Pero más allá de que se merezca o no mi respeto, Edara... es un buen padre, Ira lo adora, y no puedo hacerle esto a mi hija. Mejor hacer bien las cosas.
—Aguafiestas... —dice volviendo a besarme.
Ambas escuchamos un pequeños zumbido en cuanto nos separamos, nuestras abejas regresaron e intactas, lo que implica que ya tienen la información necesaria. Ella guarda a la suya en una caja pequeña y yo hago lo mismo, a continuación en el bolsillo.
Ahora, debemos irnos con rapidez de este lugar. Salimos del depósito, de la forma más discreta posible. Ya cuando estando en el pasillo, creyéndonos triunfantes, somos ínterceptadas por un par de guardias que tienen toda la pinta de ser mata abejas.
La multitud aún está lejos de nosotras, y sus voces encimadas unas sobre las otras no permiten escuchar otra cosa que no sea el jolgorio de la fiesta.
—Señoras... —dice uno de los guardias. Debe tener la estatura de Cariem, por lo que es mucho más alto que nosotras —. ¿Las podemos ayudar?
—Ah... sí, solo buscábamos un baño —digo tranquila. Pero nos dimos cuenta que entramos en área de servicio, disculpen la torpeza.
El hombre me sonríe, por supuesto que ya no se trata el cuento, es más que obvio que el sacerdote y la maldita Astraga ya se encargaron de que todos los mata abejas nos tengan entre ceja y ceja.
—Maitena... —me susurra Edara, yo volteo y entiendo su reacción de inmediato.
—¡Puta, madre! —respondo al ver que nos tienen rodeadas.
—No va a ser fácil... hay muchos civiles afuera —me informa mientras nos colocamos de espaldas una contra la otra.
—Que se jodan los civiles Edara...
—Ya le dirás eso mismo a Orkias cuando lleguemos junto a él...
—Nos lo va a agradecer.
Los guardias desenfundaron armas cortantes, estos mata abejas ya no vienen con juegos, o nos matan o quieren nuestra sangre para infiltrarse en nuestros lugares seguros.
No debemos permitir que obtengan absolutamente nada de nosotras, ni siquiera una hebra de cabello.
Alzó mis manos al aire, casi, casi al mismo tiempo que Edara, y al unísono invocamos nuestras armas. Yo tengo una soga de Ysypó y Edara unas cuchillas hechas de piedra, hierro y oro.
—¿Sin piedad? —pregunta
—¿Crees que ellos la tendrán?
—Sí, sin piedad.
Los guardias nos atacaron con toda la brutalidad posible, Edara y yo nos cubrimos las espaldas, mientras usamos las paredes de los pasillos como nuestro soporte para dar algún que otro ataque.
Uno de los orangutanes tira todo su peso sobre mi, e intenta cortarme el cuello con su arma, mientras me empuja contra la pared, yo me dejo llevar, haciéndole creer que tiene mucha más fuerza que yo. En cuanto me tiene acorralada, le golpéo la boca del estomago, al agacharse por el acto reflejo aprovecho de golpear su nariz contra mi rodilla, y enredo mi cuerda de Ysypó al rededor de su cuello.
Otro guardia intenta aprovechar que estoy contra la pared, pero uso el cuerpo de mi víctima para empujarlo contra la otra pared, allí, doy un giro, estiro con fuerza el hilo, y la cabeza de mi víctima sale rodando, aprovecho la conmoción del guardia que está contra la pared y le doy una patada con mis tacones. Causándole una herida en la boca del estómago... no va a sobrevivir a eso, pero no me gusta agregar agonía a mis víctimas, así que coloco mi mano sobre su rostroy realizo una invocación de muerte.
Sí, soy una de las pocas abejas que sabe hacer eso, y no por ser aplicada, simplemente, porque Solei, era una gran maestra.
—Eme'ē cheve nde anga... —digo en su oído y de mi mano sale humo negro, esta ingresa en su nariz, y al segundo el cuerpo cae en el suelo.
Haciendo esto, y viendo como Edara mata a los demás, aún me cuesta comprender la muerte de Solei, ella era mil veces mejor que nosotras, por lo que me lleva a una sola conclusión... quien la mató la conocía, y peor, la atacó en su momento más vulnerable.
—Maitena... vamonos de aquí —ordena Edara en cuanto derrumba al último guardia. Me toma de la mano y vamos corriendo en dirección a la salida de emergencia.
Nos topamos con algún que otro mata abeja, y sin dudar atacamos a matar. Una vez fuera del edificio, Edara no pierde tiempo y llama a su sello del señor de la noche.
—Igualdad y respeto —dice el hombrecito.
—Quiero un favor... llevanos junto a Orkias... —dice Edara apenas.
—Tres días...
—Bien, bien... llevanos.
Lo último que vemos es a Astraga acercarse a la puerta de emergencia con un arco, pero no cualquier arco, es uno de La Colmena.
¡¿Qué mierda?!
Ella apunta a nosotras y nos dispara, en el momento justo, desparecemos pero la flecha me alcanza, comienzo a entrar en pánico al ver cómo la flecha está por desaparecer y quedarse en su plano, cuando Edara consigue atacarla de la pluma.
El grito de frustración de Astraga llega a nosotras y el alivio se posa en mi pecho.
Ambas somos arrojadas al suelo del patio de la casa de Mortel, yo grito se dolor por la herida que evidentemente no solo es una cortadura, si no que también está envenenada, y por otro lado los gritos de Edara quien se toma la mano derecha por que recibió una quemadura grave.
La flecha comienza a hundirse en la tierra, y el dolor a acrecentarse en nosotras, y como ninguna de las dos soporta el dolor y lo expresamos en gritos desgarradores, es lógico que los dueños de casa salgan corriendo.
Mortel, Orkias, Thalia, Cariem y Anastasia vienen a socorrernos. Pero ya no alcanzo a saber que van a hacer, el veneno ya se lleva mi cordura y conciencia.
¿QUÉ LES PARECIÓ ESTE EQUIPO DE GUERRERAS?
¿Queremos a Franco con cuernos o sin?
¿EDARA Y MAITENA MERECEN SER FELICES?
¿LOGRAMOS SALVAR A LAS DOS?
¿ES EVIDENTE PORQUÉ UNA MATA ABEJA TIENE UN ARMA DE LA COLMENA?
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