Capítulo 64. De eso y más
Siento los pies fríos, los gritos de mamá se hacen fuertes, intento ponerme de pie, pero no puedo.
Mi cuerpo pesa más de lo normal, grito a mamá cada vez que la oigo, mis labios están secos, mi garganta desgarrada.
—Luriel ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué no te quedaste conmigo.
—Mami, mamá, ¿Dónde estás?
—Por tu culpa no estoy con tus hermanos.
—Mamá, no quise dejarte, tienes razón debí quedarme contigo.
—Tus hermanos jamás sabrán de su mamá, por tu culpa.
La declaración me rompe en mil pedazos, ella solo dice la verdad, ¿Cómo es que la abandoné? Si el objetivo era yo, es obvio que iban a redirigir el ataque a alguien a quién amo. La respiración me sale apenas, siento que mi pecho se quiere abrir de tantos brincos que da mi corazon, me siento sumergido a metros bajo el agua, mis manos están sudorosos y el temor se apropia de mi mente.
Vuelvo a escuchar a mamá gritar, y el estómago se me revuelve, los pies me hormiguean y todo el escenario a mi alrededor se comienza a distorsionar.
—¿Dónde está mamá? —pregunto en un ahogo— ¿Dónde estás? Vuelvo a preguntar entre chillidos.
El llanto se me escapa casi como una necesidad, tantos meses evitando llorar, dedicándome a vengarme, trazando paso por paso mi plan que ahora sé me escabulle el sentimiento de entre los pensamientos.
—Mamá... —me sale apenas la voz.
Esta vez veo que del suelo en el que estoy parado salen lazos como cinta brillante negra que se enredan en mis piernas, suben por ella y me aprietan con fuerza.
Llegan a mi pecho y me estrujan como si yo fuera de goma, el aire ya no ingresa a mis pulmones.
—Ma... má.
La figura de la mujer que solía llamar mamá aparece delante de mi, no tiene ojos, en su lugar hay un par de manchas negras de las que se escurren un líquido acuoso como si fueran lágrimas, de su boca caen gusanos, llenos de tierra, llegan hasta mis pies y se revuelven, el asco y el miedo invade mi ser cuando las cintas entran a mi boca.
De apoco los gusanos se deslizan sobre la tela como buscando entrar a mi cuerpo.
El cabello de mamá comienza a caerse dejándola calva y su belleza tan segura se convierte en un ser horrible.
—Luriel —habla una voz familiar, pero está tan oculta en el sonido de los gusanos revolviendo sus cuerpos viscosos uno contra el otro —. Luriel... —vuelve a llamar y veo a la cazadora.
Ella trae una capucha puesta, un arco en su espalda y en su rostro una especie de dibujo en rombo de un color lila intenso.
—Puedes pararlo —me dice y comienzo a revolver mi cuerpo porque los gusanos ya están en mi torzo—. Tú puedes pararlo, esa cosa no es tu madre... y no te dejará en paz.
No puedo, no puedo parar, ¿cómo desterrarla? Si mi madre me odia por haberla dejado morir y no estar con sus hijos.
—Luriel... no puedo ayudarte, no puedo hacer más—. Ella mira arriba, como si alguien estuviera vijilandola—. Lo puedes hacer... recuerda, porque volverá... tienes suerte de que está vez estás bajo la mira de todos.
—¡De nuevo! —escucho la voz de Irama y una sacudida.
—No olvides mi promesa, Cario, estoy para servirte cuando tu te hayas entregado a la oscuridad.
Ella hace una reverencia y desaparece.
Mi cuerpo vuelve a sacudirse y al fin abro mis ojos. Irama está con las manos de color azul, y a ella le rodea pequeños rayos.
Veo a mi padre caminado en círculos, derramando sal en el suelo. Al fin meto aire en mis pulmones y me vuelvo a arrojar en la camilla.
—Es la segunda vez que tienen que despertarme —digo cansado.
—Estás en la mira —dice Irama sentándose en el sofá de la enfermería—. La maldición te ha tocado a pesar de nuestros esfuerzos. Deberíamos hacerle un baño de sal.
Cuando ella sugiere eso mira a mi papá quién aprueba lo que la mujer dice, pero Orikias parece no estar tan de acuerdo.
—¿Qué? —pregunta Irama a Orkias.
—Un baño de sal, en plena regencia del 6to... —responde preocupado—. No va a servir de nada... o sea, sí, pero lo vamos a debilitar debe haber otra forma.
—Apartalo y envíalo al bosque...
—Ni se les ocurra —digo apenas e intento sentarme.
—Ni se te ocurra a ti sentarte —me ordena Orkias—. Debes descansar.
—¡Claro! —respondo de forma irónica—. Olvidé que soy un frágil.
—No se trata de ser frágil —me alza la voz y lo veo alterado, mi padre mira a Orkias y queda también descolocado por su reacción—. Estamos muy bien protegidos, como para permitir que de debilites, Luriel, no estoy dispuesto a tomar riesgos, no contigo.
—No podemos evitar que la muerte llegue Orkias —les respondo con enojo, pero con lágrimas en los ojos—. Yo soy un guerrero, no me vas a destinar al bosque, este es mi lugar, en la línea de frente —y esta vez alzo la voz —. No estoy dispuesto a perderme de la guerra porque me quieres tener de souvenier de tu vida junto a mi madre.
Puedo escuchar el sonido de asombro de los presentes pero nadie dice nada, Orkias solo cierra los ojos y respira profundo.
—Ambos están muy cansados —habla papá con un tono conciliador—. Deberían aclarar sus mentes, ¿Puedo llevar a Luriel a su cuarto? —pregunta papá a Irama.
—Sí, estará más seguro allí, la verdad —contesta la mujer.
—Espera —vuelve a hablar Orkias y está vez veo en sus ojos severidad y en su tono puedo palpar el enojo—. Luriel, te aprecio no solo porque eres el hijo de Solei, te protejo no solo porque me recuerdas a ella, o porque seas el hermano de mis hijos, yo te sirvo, como tu fiel súbdito porque eres el Cario, te doy fe y lealtad, te defendí ante el jucio, hago la vista gorda cuando te escapas con Iracema, por que genuinamente te quiero y porque soy capaz de dar mi vida a cambio de la tuya.
—¡Yo no quiero que nadie más de si vida a cambio de la mía! —grito tan fuerte que mi garganta se destroza—. Ella debería estar viva... mi madre no debió morir, Orkias, no debió morir...
Mi voz sale apenas y comienzo a llorar, no lo quería hacer, juro por los dioses que quería ser fuerte y frío, que no quería mostrar mi dolor ni mis heridas, mi alma partida en pedazos, pero el sentimiento me desbordó.
De inmediato, los brazos de Orkias me envuelven, y todo lo que no he llorado por mamá estos meses se salen como una explosión, escucho que hablan, pero no entiendo lo que dicen, yo estoy en medio del pecho del rector, escuchando su corazón adolorido como el mío. Mi amargura se hace más grande y me hace frágil es imposible parar de sollozar.
—Estás enojado, triste, agobiado y desconsolado ¿Verdad? —me dice y no puedo responder tan siquiera—. Te entiendo muchacho, no sabes cuanto te entiendo.
—No me mandes lejos Orkias, no me mandes lejos de la posibilidad de tener una pista de mi madre...
—No lo haré —dice conteniendome—. Pero necesito que no contengas tanto dolor, esto es lo que te hace frágil.
—La maldición tocó su dolor —dice Irama.
Me separo de Orkias y veo a Iracema salir de la habitación con rapidez, como si algo le molestara, pude fijarme que secaba su rostro. No quería hacerla llorar.
—Es muy probable que le sigan Gotas de sueño...
—¿Gotas de sueño? —pregunto cuando papá se acerca a mi y me da un abrazo.
—Son una especie de Gotas, es evidente —dice Irama sentándose a mi lado—. Pero estas se hacen con almas robadas...
—¿Crees que hayan hecho una con el alma de mi madre? —pregunto consternado.
Irama me agarra de la mano y niega.
—Por muy mal que me haya caído tu madre en el pasado...—hace un gesto en su frente cuando dice esto—. Ella es demasiado valiosa para los enemigos, luego de escuchar a Coral, estoy segura que la usan para entrar aquí, es muy probable que mantengan su alma activa para hechizos e intentar sacar información para infiltrarse... así que concuerdo con que si nos sacan de la línea de guerra perdemos.
>>No estamos seguros ya en ningún lado, y es muy probable que estén buscando la forma de revertir el Nole me tangere.
>>No desperdiciarian el alma de tu madre para hacer una simple gota...
—Esa cosa tenia la forma de mamá —digo roto—. Y me gritaba... me pedía ayuda.
—No era tu madre niño —me acaricia el rostro cuando dice esto—. Tú le das forma, ellos toman nuestros miedos y se materializan.
—¿Las culpas? —pregunto respirando profundo.
—¿Por qué las culpas, hijo? —pregunta papá.
—Por qué ellos me querían matar a mi, no a mamá.
—¿Estás muy seguro de ello? —Orkias se sienta al borde de la cama y yo afirmo.
—Luego del ataque de Carina, lo confirmè, el blanco más allá de tu sangre o la de los Ario, es mi cabeza.
—Muerto el perro, muerto la rabia —dice Irama y vuelve a tomar mis manos—. Si el Cario muere, desarticulas un ejército entero.
—Y mataron a mamá para debilitame —digo—. Es mi culpa...
—No es tu culpa —Orkias habla ahora de nuevo con firmeza—. Ellos son los asesinos, y los culpables, no tú, vamos a destruirlos, tenlo por seguro.
—Sí, Rector —respondo.
—Si el justiciero no se adelanta —tira el anzuelo Irama.
—Ojalá lo haga —respondo mostrándome a favor.
—El odio no nos conducirá a ninguna parte Luriel —dice papá —. Solo nos va a atrasar.
—Los quiero muertos papá... —digo entre dientes—. No me importa nada más.
Irama se aprieta los labios y mira a papá, pata finalmente hablar.
—Yo entiendo al chico... —dice ella—, y sé que ustedes también... pero, de la misma manera soy consciente de que hay reglas, y nuestra sociedad, sobrevive por ellas. Mientras te ates a ellas Luriel... estaremos bien.
—¿Crees que podría romper esas reglas? —pregunto con ironía.
—Sí, pero te sugiero que mantengas navegando en tu zona gris, eres experto en ello.
—Irama... —llama la atención Orkias.
—Yo solo digo lo que ustedes 2 piensan, pero lo puede verbalizar por sus cargos, yo solo soy una bruja...
Irama me desordena el cabello y se levanta de la cama para salir de la habitación, no sé en qué momento quedamos solo los tres, pero agradezco a los 7 que Irama haya hablado sin pelos en la lengua.
Esta experiencia es horrible, y lo peor es que la cazadora e Irama me advirtieron que volverá a pasar, así que eso me pone en el ojo de la tormenta.
Ahora ¿Cómo hago? ¿Está situación me ayuda con el plan que trazamos con Zunú? ¿Voy a poder avanzar con tanta locura? ¿Voy a poder traicionar la confianza de Orkias a pesar de el cariño que le tengo?
Creo que por la sed de venganza, soy capaz de eso y más.
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