Capítulo 63. Insignificante.

Sentado en el ventanal del pasillo miro al patio intentando entender las últimas horas vividas.

Hay días, como hoy, que el estómago se me revuelve por culpa de la desesperación y la sensación de peligro constante.

Años de terapia se van a la basura cuando los miedos se apoderan de mi. ¿Cómo olvidar los gritos de mamá y de mi hermanita cuando nos sacaron del auto intentando secuestrarnos?

En ese entonces lo considere un milagro, la manera en que escapamos, pero ahora sé que fue el favor del señor de la noche quien cuidaba a mi madre la razón por la que nos salvamos. Sin embargo, el miedo no se va del cuerpo, los gritos que llegan al medio del pecho no desaparecen así porque así.

—¿Estás bien Gus? —la voz de Josefina me trae a la realidad.

—¡Ah! Sí, sí —miento, no estoy bien, la ansiedad está haciendo que me muerda la mejilla —¿Ya... ya viste a Juanjo y a tu primo? —pregunto y me desordeno el cabello.

—Sí, Luri sigue inconsciente, Juanjo ya despertó —ella saca un par de paletas del bolsillo de su traje y me pasa uno, y el otro se lo queda—. Bien, están bien los dos...

—Qué alivio —digo apenas y recuerdo la escena en la que Juanjo estaba en el regazo de Josefina, y ella lo miraba con alivio, alegría y dulzura.

Debo admitir que me dieron celos, pero me centré en ayudar a Luriel porque Irama requirió de mi sangre y la de Iracema para hacer una especie de nudo protector a mi amigo.

—¿Por qué me mientes Gustavo? —pregunta la Ninfa y yo quedo congelado—. Veo tu mandíbula tensarse, tus pies están inquietos y tu respiración agitada ¿Qué te pasa?

—Malos recuerdos, nada más... perdón, estos días cargados de... adrenalina me traen cosas a la cabeza.

—Puedes contar conmigo... —dice mientras se lleva la paleta a su boca de cereza. ¡Mierda! Me quedo observándola.

—Yo... perdón, perdón, prefiero no escarbar en los malos momentos —confieso y comienzo a quitarle la envoltura a la paleta.

—Asumo entonces que son recuerdos horribles.

—No te haces idea...

Jose aparta mis piernas de dónde están para hacer lugar y sentarse a mi lado. ¿Me vuelvo de mantequilla? Soy, estoy a sus pies, el aroma de su perfume pica en mis fosas nasales y lo disfruto.

Observo su cuello y me pregunto ¿Qué se debe sentir pasar mis dedos sobre su piel? Respiro profundo e intento no pensar en ello.

—Jose, tengo que decirte algo...—hablo sin pensar,  mis neuronas decidieron hacer huelga, y me doy cuenta cuando ella ya está mirándome con intriga—, lo siento... no. ¡Mierda! ¿Ya la cargué verdad?

—Aún no, pero abriste mi curiosidad... y te voy a insistir hasta que salgan tus pensamientos.

Reímos, pero sé que no está mintiendo lo dice en serio. Así que respiro profundo.

—Bien... —digo y trago fuerte, estoy seguro que debo estar colorado de la vergüenza porque me arden las mejillas, las orejas y el cuello—. Esto me va a costar, pero ya estoy en el ruedo, así que...

Josefina me ofrece una sonrisa, se saca la paleta de la boca y se acerca más a mi, y mi corazón late a mil.

—Ya lo sé Gus... —dejo de respirar.

Solo escucho mi corazón latir, mis oídos retumban por Bum bum bum de cada bombeo, nunca en mi vida me sentí en medio de la felicidad y el pánico.

—¿Qué es lo que sabes? —digo jugando con mis dedos.

—Gus... —Jose solo sonríe de lado y ataja mis dedos—. Gus, no quiero que re pongas nervioso, ¿Sí? Yo te entiendo, pero antes de que digas nada, debo ser honesta contigo...

—Yo también lo sé —digo y de nuevo mi corazón se dispara, y es una lucha entre los bum, bum, bum y el sonido de mis palabras.

—¿Qué es lo que crees que sabes? —me pregunta bajito y me derrito, me tiene a sus pies.

—Qué te gusta Juanjo... —digo y ella palidece—. La gente suele creer que soy muy despistado... y lo soy.

Trago fuerte, y ahora estoy temblando, aun bajo las suaves manos de la chica que amo perdidamente.

—En verdad, te observo siempre Jose, y sé que te gusta, lo veo a kilómetros, me atrevo a decir incluso que estás enamorada...

—Y supongo que también eres consciente de que él me aleja por ti... —dice con un tono tan dulce como la miel, ¿Por qué estoy tan ido por ella?

—No, la verdad es que no presto atención a eso —confieso—. Yo... hay cosas que intento no pensar ¿Sabes?

—¿Te gusta negar tu realidad?

—Gustar no es el término correcto, pero sí, es mi recurso de supervivencia. Pero debo admitir que... me pone celoso, y que me enoja un poco que mi amigo no me haya dicho que gusta de ti.

Ella volvió a palidecer, se separa de mi queda en silencio observándome.

—¿Crees que Juanjo gusta de mi?

—Estoy seguro que lo hace —digo y muerdo la paleta con rabia. No sé cómo canalizar tanto enojo.

—Gus...

—No, Jose, no digas nada, que yo solo quería que supieras que estoy enamorado de ti, me hubiera gustado hacer una confesión romántica... pero las últimas horas me hacen re plantear muchas cosas.

>>Ya no hay tiempo pata guardar lo que sentimos, hoy estamos aquí y mañana quizás llorando.

—No quiero que por mi causa tu amistad con Juanjo...

—De eso no te preocupes —digo dolido—. Ya veré como resolver eso.

—¿Escuchaste lo que me dijo cuando se rompió las costillas?

—No, no... la verdad no quiero saber —digo mirando mis dedos ahora. Pero vi como tú estabas ahí con él, el amor no se oculta, no se disfraza.

—No, no se disfraza, tienes razón.

Ella acaricia mi rostro, y en mi cuerpo recorren mil voltios, siento que mi estómago da un vuelco y me pierdo en ella, ¿Cómo es posible que me traiga tan loco?

—Gus —ella se acerca y me abraza, no sé si esto me hace bien o mal—. Gracias por ser sincero conmigo.

—No tienes que darme las gracias —digo cuando se separa de mi—. De verdad te quiero Jose, y quiero que sepas que no voy a insistir ni molestar, pero si alguna vez existe una pizca de posibilidad...

—Gus, mereces más que una pizca.

—Sí, eso dicen cuando rechazan a alguien —digo riendo—. Las frases de consuelo apestan.

—No es una frase de consuelo... es en serio, mereces más y no sé que pase en un futuro, pero déjame decirte que sí me pareces atractivo... y tierno, ¡mira nada más lo rojo que estas!

Vuelve a acariciar mi mejilla y eso me saca una sonrisa. Levanto la cabeza y veo a Mónica pasar con Ndusú y Arandú. La rubia va con una sonrisa en el rostro y puedo ver cómo esto afecta a Jose.

—¿Te da celos? —pregunto intrigado.

—Sí... —confiesa. Y me sorprendo.

—Es un sentimiento horrible —digo mirando mi mano.

—Es lo mismo que sientes ¿verdad? —pregunta y voltea a verme—. O es peor...

Solo aprieto mis labios y suspiro. Ella salta de la ventana y me da un beso en la mejilla.

—¿Sí te pido que seamos amigos es un trato justo, o no?

—Es una propuesta horrible —confieso—. Yo no creo poder verte como amiga, nunca Jose, lo siento.

Ella se encoje los hombros y la puedo entender por un lado. Sin embargo de verdad no quiero ser su amigo, no sería una relación honesta cuando yo no la veo así.

—Bien, supongo que quedamos... —dice recogiendo su cabello en una coleta.

—Quedamos bien, Ninfa. Gracias por escucharme...

Ella está por retirarse cuando del otro lado del pasillo la llamar gritando su nombre a todo pulmón, es Irama.

—Josefina, ve por Iracema, Mortel y Orkias, ya.

La chica solo asiente, me ofrece una mirada, Irama está en la habitación de Luriel, así que supongo que alguna secuela del ataque debe tener por eso requiere de gente ahora.

—Voy por Orkias —me ofrezco.

—Gracias Gus... eres el mejor.

Ella me guiña un ojo y de nuevo estoy a sus pies, esta no va a ser una relación sana, creo que ya estoy obsesionado... arrancaría el corazón de quien me lo pidiera de ser necesario y ese es un problema.

Salgo corriendo, ahora no hay tiempo de estar de rodillas ante la Ninfa, al fin u al cabo, soy insignificante... solo soy un relleno en medio de tanta gente importante.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top