Capítulo 51. Quiero

Traigo el cuerpo de Irama más a mi, sus labios saben justo a lo que recordaba, esa fruta dulce y adictiva.

Estiro el cinturón que rodea su cuello y ella suelta un gemido intenso que provoca que mi cuerpo entero sucumba a ella. La sangre está caliente en mi interior  y solo quiero que esto continúe así.

Estiro mi mano para llavear la puerta, si  soltar los labios de la mujer, muerdo con delicadeza su carne, y ella echa para atrás su cabeza. Bajo a su cuello mientras aprieto más el cinturón, porque sé cuanto le gusta.

Sin más, libero mis manos y voy a sus glúteos, la alzo, de inmediato me rodea con sus piernas. Beso su escote, y me embebo es su aroma a bosque. Doy pequeños chupetones en su piel hasta que la apoyo en mi escritorio.

Arrojo todos los papeles al suelo, para despejar el sitio. Podría llevarla al sofá, es verdad. Pero no puedo borrar de mi cabeza la idea de hacerlo aquí desde que me lo gritó.

Me separo un segundo de su piel, paso ambas manos sobre sus gruesos muslos  y la vuelvo a besar.

Finalmente la acerco a mi cadera para que me sienta, sus ojos se abren más y puedo palpar la lujuria que corre en el aire.

Estiro de nuevo el cinturón y la beso con hambre y deseo.

—Sabes que si hacemos esto —dice contra mis labios—. No significa que te haya perdonado... ni mucho menos que me voy a rendir solo a ti ¿Verdad?

—Estoy dispuesto Irama, a atarte a mi cama de ser necesario... —digo besando su cuello—. Pero si te escapas de mi lo voy a entender...

Ella vuelve a gemir cuando ajusto el cinturón y llevo mi mano libre sobre su ropa interior.

¡Por los dioses! Me vuelve loco no estar ya ahí.

—¿Vas a perder el interés en mi, Orko? Si me veo envuelta en la sábana de otro.

—La pregunta me ofende —digo besando la carne de su pecho—. Voy a esforzarme el triple, para que no quieras volver a irte, si debo venerarte todos los días lo voy a hacer... te dejaré libre, pero ni bien te acerques te voy a comer, pieza por pieza.

Muerdo sobre la tela de su negro vestido la punta de su seno, ella suelta un suspiro de placer y eso hace que quiera más de ella.

—Anda... intenta hacer que no tenga ganas de buscar fuera de la habitación.

—Es lo que esperaba que dijeras.

Me agacho al sitio que estaba tocando, aparto la tela del tajo y el encaje negro de su braga.

Sin dudar llevo mi lengua al punto más alto, mientras con mi otra mano sigo estirando el cinturón. Loa dedos de Irama se enredan en mis cabellos mientras suspira con delicadeza, pero esto no es lo que quiero escuchar salir de sus labios. En verdad estoy dispuesto a no dejarla ir.

Succiono con delicadeza y ella sube el tono de sus gemidos. La traigo más a mi con mi otra mano y saboreo su ser entero. Ella grita y eso me excita más. Me separo por un segundo, le quito el cinturón del cuello y con agilidad lo convierto en un unas esposas. Introduco sus muñecas allí, ajusto el cuero, para luego estirarle del cabello y traerla a mis labios, ella se derrite con el hecho, y yo me vuelvo loco al verla tan sensual.

Me vuelvo a arrodillar, separo más sus piernas,  beso sus muslos y ella suelta sonidos suaves. Regreso a pasar mi lengua en el sitio del que no debería salir, disfruto de su calor.

—¡Por los dioses! —dice apenas cuando la agarro con ambas manos de sus glúteos y la aprieto contra mi boca—. ¡Ufff! ¡Maldita sea!

Sé que está evitando decirlo  pero en su cabeza se repite una y otra vez lo que desea decir, y yo no voy a parar de hacer esto hasta que salga de sus labios todo lo que piensa.

La tiro en el escritorio, ella estima sus brazos y se ve tan bien acostada sobre la madera, no debería salir de allí nunca.

—¡Vamos! —dice—. Hazlo...

—Aún no —digo con mi deseo en alto.

Rodeo el escritorio, mientras masajeo suavemente su clitoris con mis dedos, ella se retuerce de placer.

Abro mi cajón y saco una pluma, abro su escote, para acariciar la punta de sus pechos con la suavidad de la misma, ella no deja de gemir, y yo siento que voy a explotar, pero lo estoy disfrutando tanto que no necesito más.

Paso la pluma en su cuello, y sin más llevo mi boca a su aureola, para dar pequeños chupetones. Irama dice alguno improperios, pero aún no lo que quiero escuchar. Suelto la pluma y rodeo su cuello con mi otra mano, no suelto por nada del mundo sus pechos y cuando está por llegar paro.

Ella me observa con odio, y está por levantarse, pero la vuelvo a empujar contra el escritorio.

—Te dije que lo vas a disfrutar —suelto—, y voy a cumplir Irama.

Ella vuelve a encenderse, llevo mi dedo en sus labios y sin más ella los mete en su roja boca...

—Cómo quisiera hacer más con ella —suelto mis pensamientos impuros, y parece que eso hace que Irama esté más extasiada.

La vuelvo a besar, meto mi lengua para sentir la suya y ella vuelve a soltar sus gemidos.

—¿Qué más me quieres hacer, Arikú? —pregunta en un susurro cálido que me nubla la mente.

—No te lo puedes ni imaginar, Irama. Pero hoy, yo puedo esperar.

Vuelvo a rodear el escritorio, la estiro hacia mi, aparto por completo su vestido y con rudeza le quito el interior, esta vez, no pienso parar.

Mi lengua saborea su clitoris de nuevo, la sostengo con todas mis fuerzas, para evitar que se retuerza.

—Ahhh, ahhhh, ¡Por Eirú! —gime

Yo no dejo de succionar y acariciar  con mi lengua  mis manos cada segundo que pasa la traen más y más a mi.

—No... —dice—. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Puta madre! ¡Sí, Orkias! ¡Sí! ¡Cómo extrañaba tu osadía!

Eso, si mi nombre al fin sale de sus labios, así que me esmero más.

—Sigue, Orkias... Ah, Arikú, lo estás haciendo genial, ¡Por el 7mo, esa lengua! ¡Ya, ya, ya!

Dejo que se retuerza, admiro mi obra y me siento feliz, porque logré que mi nombre se convierta en gemidos.

Ahora, la quiero comer minuto a minuto.

La dejo extendida en el escritorio para que se reincorpore mientras  voy a servirme un vaso de whisky como el ganador que soy.

—¡Eres un hijo de puta! —dice en un hilo de voz.

—Uno que te hace gritar su nombre mientras tocas al cielo.

—Sabes que quiero más ¿verdad?

—Por qué crees que me esforcé tanto...

—Ven de una puta vez.

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