Capítulo 36. Caldo de hombre

El plan sigue en Marcha, acabamos de llegar a la gran casona elegida por Araresá, apago el motor de mi biciclo, me retiro el casco y lo arrojo en el suelo, mientras una brisa de energía se inmiscuye en mi interior.

Tanto he esperado este día y aún me falta tanto para conquistar cada maldito escenario que me acercará a la destrucción total de estas lagartijas, pero este paso gigante, es uno muy importante.

Cenit, Juanjo y Zunú llegan ahora, los cuatro quedamos observando la estructura de la casa abandonada.

—Es una casa colonial... ¿hay espíritus en pena allí? —pregunta Juanjo.

—Un montón —responde Cenit. Pero la razón principal de que Araresá haya elegido este lugar para nosotros es eso.

Ella apunta al cielo, mi amigo levanta la vista y estoy más que seguro que ve a Pleyades más luminoso, más grande y totalmente visible.

—El primero... —susurra.

—Volvimos a entrar bajo su regencia... —dice Zunú —. Y con él la fiesta de la luna, la caza, y los 7 purificados.

—Perdón, pero les recuerdo que voy en 3ro —Juanjo se pasa la mano sobre el rostro y es claro que lo está pasando mal—, no sé todo lo que ustedes saben, en mi cerebro y lo que estoy viviendo hay un gran vacío.

—Ya sabrás lo que nosotros —digo —. Ahora vayamos juanto a Araresá, que el tiempo corre.

Vuelvo a mirar al cielo, y veo a unas mariposas amarillas volar, esa es mi señal, Karahy y Jasy está de nuevo uno frente a otro.

Entiendo a Juanjo y su sed de entender, yo también estaba perdido cuando comencé a diseñar este plan y cuando Araresá me llenó de deberes para entender la cosmogonía, pero lo pude hacer.

Ingresamos a la casa, y de inmediato sentí como mi cuerpo tiembla por la energía del cosmos,  definitivamente es el lugar y el momento adecuado.

Adentro de la casona todo se transforma, aparecemos en un gran patio, hay unos cuantos originarios, y frente a nosotros la princesa, vestida de plumas con el torso cubierto solo de pintura negra y roja.

Tras ella hay una gran olla sobre el fuego de la leña recién cortada. Escucho al agua romper en hervor y el vapor se ve claro subir hacia el cielo.

—Mba'eichapá —saluda Araresá, ella se acerca y se distingue mejor los tatuajes que cubren su piel.

Los originarios que nos acompañan golpean sus palos de Lluvia contra el suelo y un sonido rítmico armoniza el ambiente.

—Igualdad y respeto, princesa Originaria —saludamos todos.

—Honor y privilegio —responde ella.

Los palos de lluvia dejan de hacer ruido, y ahora solo escuchamos un leve ciseo de las personas quienes comenzaron a susurrar una canción.

Miro a los sacos de arpillera, y estas se mueven, así también dejan salir un pequeño gemido de desesperación, miro a Juanjo y este abre los ojos, en ellos puedo ver la desesperación, el miedo, la sorpresa y la indecisión.

—¿Qué es eso Luriel? —pregunta mientras Cenit y Zunú se acerca a Araresá quien le entrega sus caperuzas negras y unas máscaras de cráneo humano, adornados con oro y plata con diseño de filigrana.

—Un pequeño ritual... amigo, estas a tiempo, si no es lo que quieres, te puedes ir, siempre y cuando no me interrumpas afuera. De verdad perro, yo te voy a entender si esto es demasiado para ti.

Juanjo parpadea, no puede emitir voz alguna, por lo que me acerco, lo tomo de los hombros y lo miro a los ojos.

—Hoy, bajo la regencia de Pleyades, voy a dar un nuevo comienzo amigo, voy a obtener el poder de nuestros enemigos, voy a beber de su sangre y los voy a hacer trizas, cobrando venganza por aquellos que ellos nos arrebataron.

>>Ya no hablamos de piedad, ellos no se lo merecen  y nosotros, nosotros somos los guerreros más poderosos, yo soy el Cario, pero ¿por qué tú no puedes ser uno?

>>No ocultaron el secreto más grande, perro, ustedes también pueden ser Carios, puede  ser guerreros sanguinarios, pueden ser los que hacer correr la sangre de quienes tiene  la culpa de nuestras pérdidas.

—Luriel...

Mi amigo respira profundo, sé que lo estoy presionando, pero necesito que tome una decisión, huir o seguir conmigo. Observa a Araresá que derrama una mezcla de aceite de petitgrain, azucenas y sabía a mis compañeros, luego se acerca a mi y hace lo mismo.

El olor a las flores se mete hasta mi interior, y me revuelve el estómago, cómo odio el aroma floral.

—Bien, —dice al fin—. Yo te debo la vida, Luriel, y mi vida te voy a dar, por las abejas, por ti y por la tía Solei.

Sus palabras me reconfortan, y sí, a pesar de todo era lo que esperaba que ocurriera, si no resultaba así es muy probable que me iba a decepcionar un montón.

—Te mentiría si te dijera que me da igual, la verdad que me alivia y me alegra Juanjo.

Araresá se acerca a mi amigo, y realiza el mismo procedimiento que con Zunú y Cenit.

De nuevo el sonido de los palos de lluvia invaden el lugar junto con el canto de los originarios.

Yo me acerco a las bolsas de arpillera y doy una patada a la primera que está frente a mi, y allí escucho el quejido. Como no reconocer el sonido del catarro de el sacerdote moviéndose en sus pulmones.

—No te apures, señor —digo mientras me pongo unos guantes, y me saco la camisa para que mis tatuajes se vean —. Hoy tendrás el protagonico.

—Listo —me informa Araresá —. Está todo para que puedas iniciar el ritual.

—¿Estás segura de esto Princesa? —pregunto frunciendo el ceño—. No tenemos el libro, y estamos haciendo esto a medias.

—Más que segura Cario, no podemos seguir perdiendo tiempo, si nos fijamos en lo que nos falta, seguiremos muy atrás de nuestros enemigos, y ese es un lujo que ya no podemos darnos.

Araresá tiene razón, desde el primer año, las cosas se retrasan, por esperar momentos, quizás si no hubiéramos sido tan cautelosos hoy ya estaríamos en la cima y mi madre estaría viva.

—Sí, tienes razón, hagamoslo —respondo y voy hasta frente la gran olla —. Antes de iniciar ¿me permites?

—Jamás te diría que no, Cario, pero sabes cómo son ellos.

—Debo intentarlo.

Dichas esas palabras voy hasta la bolsa del sacerdote, lo saco de ella, observo su cara magullado y su sonrisa camuflada por la mordaza. Se la retiro con asco y él imbécil del sacerdote procede a escupirme, pero soy más hábil y me esquivo.

—Abeja asquerosa, impura y soberbia —dice

—Agrega que seré tu verdugo. Pero de ti va a depender si tu muerte es un alivio o solo vas a vagar entre las almas del Añakua.

—Yo no te tengo miedo, ni al fuego de tu infierno.

—Hablas muy rápido sacerdote. Pero ya veremos... ¿Dónde está el alma de mi madre?

El hombre se ríe y me da asco escucharlo.

—¿Crees que te lo voy a decir? Sus almas son pervertidas, la de tu madre no es la excepción, ella está pagando sus pecados. Y disfruto saber que no tienes idea en donde está.

Sus palabras me llenan de cólera, aprieto mis manos en puños y trato de calmarme.

—¿Tú sabes dónde está?

—Claro que lo sé niño, si yo mismo diseñé el contenedor de su alma, día tras día está condenada a escuchar lo último que se dijeron, y el llanto de sus bebés, no te imaginas como la tristeza se apodera de ella.

—Eres un... —me detengo, ya lo tenia agarrado del cuello y mi puño listo —. Juro que vas a sufrir, que tu alma vivirá mil penurias más, yo mismo me voy a encargar que su alma se haga y desahaga cada día.

—Tú no puedes hacerme sufrir... no puedes... —dice riendo—. Yo no tengo hijos, o familia a la cual extrañar y mi muerte siempre estuvo escrita.

—Es verdad, viejo asqueroso, pero apuesto mil años de su tortura a que va a odiar saber que su corazón será el que nos acerque al máximo poder, que gracias a su carne y cuerpo vamos a destruir a todos y cada uno de los mataabejas.

—No es verdad... no, solo lo dices por...

Agarro su rostro y lo obligo a caminar hasta la gran olla, apoyo su rostro al agua hirviendo y al fin veo el pavor.

—Me vas a ver toda la eternidad deborando tu corazón, y como tu sangre "pura" me ofrece el poder de los guerreros ancestrales, como tu carne va a alimentar a mi ejército y como tu último aliento se transformará en mi motivación para destruir su seudo imperio, no son más que cucarachas y yo, Luriel Gianti, hijo de Solei y Mortel seré tu condena.

—No...

Extiendo mi mano, y Araresá me acerca una daga de oro. Me coloco la máscara y la capucha para proceder a lo mío.

Lo alejo de la olla y con el terror en sus ojos, me deleito, haciendo presente mi maldición, paso el cuchillo de un lado a otro de su piel, la sangre salpicó el alfombrado de flores.

No dudo ni por un segundo en ponerme de rodillas ante el cuerpo inerte del sacerdote. Mientras el canto de mis acompañantes invaden el lugar.

—De nihilo nihil —susurro mientras mis seguidores repiten la oración en español.

—De la nada, nada surge...

—In extremis...

—En los últimos momentos.

—Semper fidelis... —al decir estas palabras atravieso la daga en el esternón y extraigo del cuerpo el corazón, lo levanto ante la vista de Cenit, Zunú y Juanjo—. Tempus Fugit.

—Siempre fieles....el tiempo se escapa.

—Ad infinitum...

—Al infinito.

Corto la carne del corazón en 4 y entrego a mis tres acompañantes un pedazo, mientras sin más me lo como entre arcadas y la sensación de asco, porque la sangre se escapa.

—Hoy... — digo cargado de enojo, rabia y desesperación, porque no pude conseguir nada de información sobre mi madre, me retiro la capucha y la máscara —. Somos oficialmente los guerreros más temidos —Miro el cuerpo de mi victima, el cual comienza a ser desmembrado por algunos poras que me ayudan—. Que los enemigos se atajen, porque cada uno de ellos caerán ante nosotros.

Las lágrimas quiere  salir de mi, levanto la vista a Araresá, ella me advirtió que sería difícil obtener información, pero no podía dejarlo así.

Muerdo mi lengua y evito dejarme llevar por el llanto de frustración. Miro a mis nuevos soldados y meto aire a los pulmones.

—¡Igualdad y respeto! —me dicen todos.

—Honor y privilegio —respondo

—Por la sangre de Eirú, y los 7, la venganza del panal los destruirá. En cuerpo y alma.

—En fuego y cenizas. Su vida se hará polvo.

Extiendo mi mano, y sin necesidad de hacer más, los restos que tengo delante de mi levitando y los arrojo en la olla.

Mientras con rabia, asco y enojo, voy por los otros mata abejas que están en las otras bolsas, sin piedad, procedí a arrojarlos a la olla.

—Es hora se hacernos más fuertes, comamos como nuestros ancestros, caldo de hombres.






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