Capítulo 31. La boca de el Lobo
Mis manos recorren el cuerpo de Iracema y mis sensaciones no pueden determinar el origen de tanto placer. De repente suelta algún que otro sonido que me indica que lo estoy haciendo bien.
Aprieto mi cuerpo contra el suyo, mientras paso mis besos a su cuello, de nuevo suelta un leve suspiro cargado de fuego y eso provoca que me endurezca recordando todo lo que hicimos anoche.
Llevo mis manos bajo su blusa, y la suavidad de su piel me genera ganas de seguir avanzando, ella procede a llevar sus manos también bajo mi ropa, nos miramos por un segundo consintiendo uno al otro de que no hay nada que nos obligue a parar. Volvemos a comernos la boca mientras mi mano derecha viaja por debajo de su brasier.
—¡Me enloquece! —susurro a su oído.
—Y tú a mi —responde entregando su cuerpo al goce.
Toma mi mano izquierda y la coloca sobre su cuello, y por ende deduzco que quiere que juegue un poco rudo. Aprieto con delicadeza sus músculos, y beso de forma agresiva su cuello. Decido bajar mi mano de su pecho a su entrepierna.
Con extrema delicadeza y sin soltar su cuello ni la presión de mi cuerpo sobre el suyo inmiscuyo mi dedo haciendo un suave movimiento de ida y vuelta. Separo un poco sus piernas con mi rodilla y eso me permite llegar a donde quiero y sentir su humedad.
—¡Luriel! Me estás haciendo fuego...
—¿Te gusta? —pregunto fascinado por el poder que tengo de hacerla sentir placer.
Ver y percibir que su cuerpo se muere por el mío me es tan exitante que ella no debe hacer nada más que disfrutar.
Muevo mi dedo sobre si clitoris y ella abre sus labios carnosos para denotar placer.
—Me encanta... —responde al fin.
Con su respuesta me separo un poco de su cuerpo, levanto su blusa con la mano libre, la rodeó con mi brazo y ataco la punta de sus senos. ¡Qué belleza escucharla! Me encantaría que fuera sin regular su tono, pero me basta con esto por ahora.
—Luriel... me estas haciendo... voy a explotar.
—Eso quiero... quiero que llegues para mi.
—¡Carajo! Por qué eres tan bueno en esto.
—Porque tu cuerpo me habla y yo lo escucho.
Vuelco a lamer sus pezones los cuales están duros y ella suelta una gemido.
—Ahhh... mierda. Continúa por favor.
—¿Estás rogando que no pare?
—Por favor... Luri, mi amor, no pares.
—Me encanta escucharte rogar por ello.
Me separo un poco de su pecho y la observo, su mirada es suplicante.
—Luriel...
—Pídeme de nuevo que continúe y prometo hacerte llegar al cielo.
—Quiero...
—¿Qué cosa?
—Qué me hagas volar... que me beses, que me toques que me aprisiones.
Me separe por completo de ella, tomé su cuello de nuevo y la besé con rudeza, muevo mi dedo sobre su clitoris y me dejo llevar por ella. Decido que quiero escucharla decir mi nombre, que quiero que me agarre de mis cabellos, así que desabrocho su pantalón y me pongo de rodillas.
—Luri... enseguida debemos volver... esto no me va a ayudar a vestirme rápido.
—¿Quieres que me detenga?
—No, de ninguna manera, solo quiero que quede en tu conciencia que vamos a tardar.
—Qué sean 1000 años tarde también, no me importa si esto será siempre así.
Llevo mi lengua a dónde antes estaba mi dedo, ella se tapa la boca cuando comienzo a saborear el pequeño músculo erecto.
—Luriel... ¡Por los 7! Sigue... sigue mi amor, no pares que me vas a hacer venir.
Mi lengua no para, yo succiono y doy pequeñas lamidas de tanto en tanto. Ella mete sus dedos en mis cabellos y me presiona contra su sexo, volviéndome loco.
—¡Ah! ¡ah! ¡ah! —suelta sin control alguno—. Mi amor... no pares, ni se re ocurra parar. Ah! Luri... ahhh.
Y llegó, me deleito en sus mejillas rojas, mientras acomodo su ropa, ella sigue apoyada a la pared. Paso mi mano sobre su rostro, y quisiera decirle que la amo. Pero este no es el momento, no quiero que crea que mi amor está supedido al sexo, yo la amo por más cosas. Pero que ganas de arrodillarme y venerarla la vida entera.
—Volvemos a la fiesta? Hace un buen tiempo que nos perdimos —digo viendola a los ojos.
—No, aún no... me falta retribuir lo favores recibidos.
—No podemos ahora, no traje preservativos conmigo, soy un desastre aún con eso.
—No... no así.
—¿Entonces?
Mi mente ya se lo imagina, pero no pensé que fuera mil veces más caliente al ver como toma mi pulgar y lo lleva a su boca.
—¡Por los 7! Ira... no creo aguantar medio segundo si lo haces... y...
—No quiero que lo aguantes...
—Y si llego dentro...
—Qué pase lo que tenga que pasar...
Ella se pone de rodillas y yo me estoy mordiendo los labios para no decir ni una tontería más.
Baja mi buzo y la tela que separa mi miembro de su mano, lo toma con delicadeza y yo observo la escena fascinado.
—¿Estás segura?
Ella no contesta, solo pasa su lengua sobre la punta y yo cierro los ojos, pero los abro de inmediato porque no quiero perderme la belleza de mi novia.
A continuación mete todo lo que puede en su boca, toma mis manos y las lleva a su cabeza, ella quiere que marque el ritmo y no sé si estoy preparado para esto, sin embargo lo hago.
Muevo mi cadera en un vaivén, mientras la sostengo, ¡Dioses! No sé si estoy listo para tanto placer.
—¡Ira! ¡Carajo! No quiero detenerme...
Sus ojos se encienden, como si esa oración era la que esperaba de mi. Intento no perder el control, porque no quiero forzarla, o pasarme de fuerza, pero cuando ella clava sus uñas en mis muslos entiendo la orden de seguir con fuerza.
Obedezco y me Muevo mientras su boca no para de darme placer.
—¡Mi amor! No sé si pueda controlarlo.
Esta vez es ella quien mueve su cabeza y yo suelto un gemido de placer.
—Ira, mi amor... Ahhh Ira, Ira, Ira, Ira ¡Sal!
Ordeno, pero ella me aprieta contra sus labios, escucho una pequeña arcada, mientras el placer recorre mi cuerpo.
Me visto con rapidez y me pongo de rodillas junto a ella, paso mi dedo sobre su boca, y la admiro de nuevo.
—Me vuelves loco, mi amor... —digo y sin más la beso.
—Tú me vuelves loca a mi... Luriel.
—Vamos un rato a las duchas, de todas maneras ya estamos tardando ¿no?
—¿Vamos a cruzar toda la casa para ir a tu cuarto?
—¿Por qué no?
Ella ríe y yo con ella. Podré ser un asesino por las noches, pero por el resto de tiempo quiero ser su esclavo.
La puerta de la habitación en donde estábamos se abre, y veo a Sabrina entrar, cuando ella nos encuentra arrodillados en el suelo queda atónita.
—¡Mierda! Lo siento... carajo, hoy no es un buen día... no quise interrumpir, lo siento.
—Tranquila, ya nos íbamos... —digo.
—Sí, solo vinimos por el champán —dice Ira mientras va a buscar una botella rápidamente.
Sabrina me observa avergonzada y las palabras de Juanjo regresan a mí ¿de verdad está enamorada?
—Sabrina, esta noche vamos a ir a una discoteca ¿te apetece?
—¿Van a salir? —pregunta preocupada, yo entrecierro los ojos porque me parece extraña la pregunta.
—Sí... —respondo.
—¿Sí? —pregunta Ira —. Ya te dieron el OK?
—No, pero lo tendré... en fin ¿vienes?
—No, no creo señor Gianti... de todas maneras gracias.
La chica se adentra a la habitación, mientras Ira y yo salimos. Mi novia tiene en la mano una botella y en el rostro la expresión de duda.
—Está extraña —me dice Ira.
—Demasiado... pero no le demos importancia...
Caminamos en dirección a la sala, pero yo no dejo de pensar ¿Por qué s Sabrina le preocupa que salgamos? ¿Ella sabe algo que yo no?
—¿A qué disco se supone que iremos? —pregunta Ira
—A la boca de el Lobo.
—Vaya nombre...
—Sí, pero me gusta saber que allí mi presa puedes ser tú.
—¿No estas satisfecho? ¿Quieres más?
—¿Tú no?
—Golpe bajo...
—Para que quede claro mi Lady, si, de usteded siempre quiero más.
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