Ratonera
—Ahora que la miro más de cerca no parece tan escabrosa. —Proclamó Mabel, contemplando las instalaciones abandonadas de la fábrica en todo su esplendor.
—Tal vez porque es de día. —Dipper destrozó los comentarios hechos por su hermana—. De todos modos no debemos bajar la guardia. Siento un aura maligna que proviene desde el interior.
El día posterior finalmente había llegado y tanto los dos hermanos Pines como Candy y Grenda ya habían hecho acto de presencia en el lugar y hora señalados. Tal y como lo había dicho Mabel, el lugar no representaba sentimientos agresivos dado a que era de día. Sin embargo, eso no quería decir que no hubiera algo peligroso, maltrecho y lúgubre en el interior asechando a la vuelta de cada esquina para atraparlos entre sus garras. Dipper lo sabía y por lo tanto confiarse significaría un grave error.
—Por cierto... ¿Alguien ha visto a Pacifica? —Preguntó Dipper, mirando hacia las chicas que lo acompañaban.
—Aun no ha llegado. —Dijo Grenda, mirando hacia todas direcciones—. Aunque no creo que nos dificulte reconocerla. Supongo que la veremos hacer acto de presencia en esa lujosa limusina otra vez.
—Me pregunto si se habrá acobardado. —Murmuró Candy.
—No lo creo... Ella no es de la clase de personas que se acobardan tan fácilmente. —Se cruzó de brazos—. La esperaremos unos minutos más antes de poder entrar. Mientras tanto, pueden aprovechar el tiempo y verificar si sus linternas tienen las baterías cargadas, o si tienen ganas de ir al baño este es el mejor momento.
—De acuerdo... —Grenda hablo con pausas—. Enseguida regreso...
El cuarteto permaneció a las afueras de la fábrica mientras esperaban por su quinto miembro. Dipper se dedico a revisar el contenido de su mochila y a hojear un poco el diario para ver si por de casualidad encontraba algo relacionado con los incidentes que tuvieron lugar tiempo atrás. Sin embargo, para su mala fortuna, por más páginas que sus dedos y su vista dejaban pasar; no era capaz de localizar algo que pudiera ayudarles a resolver las misteriosas desapariciones.
—No es posible que no haya nada... —Dipper comenzó a frustrarse hasta que su hermana lo llamó.
—¡Oye Dipper! ¿Puedo hablar contigo?
—¡Claro! ¿Qué deseas, Mabel? —Le respondió sin apartar la vista del libro.
—Ya no tienes porque ocultarlo más Dipper.
—¿A qué te refieres? —Preguntó de forma curiosa.
—Admite que te gusta Pacifica.
Dipper por poco y se ahoga con su propia saliva en cuanto escucho las palabras de la joven de frenos.
—¿Estás loca, Mabel? Creí que ye te lo había dejado muy en claro el día de ayer. No me gusta Pacifica. Deja de asumir cosas donde no las hay. ¿Qué es lo que te hace pensar eso?
—¿Entonces por qué estuviste mensajeándote toda la noche con ella?
Dipper sintió una puñalada imaginaria en la boca del estomago
—No sé de qué hablas...
—Crees que por el hecho de haber tenido nuestra pijamada no estuvimos al pendiente de lo que hacías.
—Un segundo... ¿Estás tratando de decir que me espiaron? Es decir... ¿Cómo fuiste capaz de hacerlo si yo estaba en la habitación de descanso de Soos?
—Andas muy desactualizado hermano. Tal vez porque casi siempre te la pasas en las nubes. ¿Qué no has escuchado de hablar de algo que se llama "cámaras de vigilancia"?
—Esa es una violación a mi privacidad... Como sea... Deja de inventar cosas. —Guardó el diario dentro de su chaleco luego de mostrarse indignado—. Y no estaba mensajeándome con ella... Bueno... Tal vez sí, pero fue únicamente para explicarle los planes para hoy.
—¿Y se puede saber dónde obtuviste este celular? —Mabel realizó un movimiento rápido con su mano derecha para extraer el aparato del bolsillo izquierdo de los shorts de su hermano—. Que yo recuerde tu nunca has tenido uno.
—Ella me lo dio ayer antes de bajarnos de la limusina. —Confesó al sentirse atrapado.
—¡¡¡LO SABÍA!!! ¡¡¡LO SABÍA!!! ¡¡¡LO SABÍA!!! ¡¡¡LO SABÍA!!! —Gritó a los cuatro vientos, llamando inevitablemente la atención de Candy y de Grenda.
—¿Podrías guardar silencio? —Dipper le tapó la boca con su mano—. Escucha, ella me lo prestó únicamente para que en caso de que no pudiera venir con nosotros el día de hoy pudiera avisarnos con tiempo y así evitar que la esperáramos en vano.
En ese momento, Mabel sacó la lengua, ocasionando que la palma de la mano de Dipper quedara empapada con su saliva.
—¡Qué asco! ¿Por qué siempre tienes que hacer eso?
—Siempre caes en la misma treta, hermanito. Eso demuestra que yo continuó siendo la gemela alfa.
—¡Sueñas!
—Tú eres el que sueña con Pacifica.
—¡Deja ya de decir locuras! —Dipper perdió los estribos y dio un fuerte pisotón.
—¿Ya te he dicho que te ves gracioso cuando te enojas?
Dipper lanzó un grito al aire que se pudo escuchar a cinco kilómetros a la redonda.
—Descuida hermano. No tienes nada de qué preocuparte. Tu secreto está a salvo conmigo.
—¡¡¡QUE NO ME GUSTA PACIFICA!!! ¿Qué no lo entiendes?
—Ehh... ¡Hola Dipper! —Murmuró una voz femenina localizada justo detrás del chico Pines.
Dipper se giró con cautela, solo para descubrir a Pacifica mostrando una expresión de incomodidad.
—Bueno, creo que hago un mal tercio aquí... —Dijo Mabel, yendo hacia donde se encontraban sus amigas.
—Pacifica... Yo... Lo que quise decir era que...
—Callado te defiendes mejor. —Lo fulminó con la mirada.
—Te podría dar un billete y fingir que nada de esto ocurrió. —Dipper rio con nerviosismo. Acto seguido, buscó desesperadamente alguno dentro de sus ropas que pudiera ofrecerle—. Sé que debo tener algo por aquí solo dame un segundo.
—Muy gracioso, Dipper... Muy gracioso... —Pacifica sonrió y echó a reír al mismo tiempo que el joven de la gorra blanca y azul con un pino como figura decorativa.
—En fin... Me da gusto que hayas llegado.
—¿Creíste que me acobardaría?
—No... Por supuesto que no... Jamás dudaría de ti. Luego de lo ocurrido en tu casa sería estúpido de mi parte tacharte de ese ridículo modo. Eres una chica muy valiente.
—Gracias... —Pacifica se sonrojó levemente.
—Entonces... ¿Nos vamos? Tenemos mucho que hacer hoy.
—¡Claro! ¡Estoy lista para lo que sea! —Dictaminó con una increíble determinación y entusiasmo jamás antes visto en ella. Estaba claro que se encontraba emocionada.
—Por cierto, Pacifica. ¿En dónde está tu limusina? —Dipper miró hacia la calle—. No la veo por ninguna parte.
—Llegué hasta aquí caminando.
—¿Caminando? —Dipper se quedó perplejo.
—Sí, como te dije el día de ayer; la relación con mis padres no marcha muy bien. Luego de lo sucedido en mi casa, mis padres me impusieron una serie de castigos. No tengo permitido salir de mi casa si no tiene que ver con mis clases privadas de arquería. Así que simplemente me escapé sin decirle a nadie.
—Lamento mucho que estés pasando por esta situación... —Dipper agachó la mirada.
—No te lamentes, tontito. —Colocó su mano derecha en el hombro del niño—. Fue muy dulce lo que hiciste por mí ese día. Me ayudaste a abrir los ojos y a darme cuenta de que no debo permitir que mis padres me humillen de esa forma.
—Gracias... Pacifica... —Dipper le lanzó una tierna sonrisa.
—¡Vamos! Este no es el momento para andar con sentimentalismos. Tenemos un misterio que resolver.
—¡Sí! Tienes razón, será mejor que nos demos prisa o la tarde se nos vendrá encima. ¡Mabel, Candy, Grenda! —Dipper las llamó—. Es hora de marcharnos. Procuren no olvidar su equipo ni sus raciones para sobrevivir. No sabemos cuánto tiempo nos pueda tomar recorrer toda la fábrica. Es mejor estar preparados.
—¡Ups! ¡Lo siento! —Exclamó Grenda engullendo la última barra de chocolate que le quedaba.
—Dios... ¿Por qué no previne esto...? —Dipper se preguntó a sí mismo, dándose una palmada en la cara—. De acuerdo chicas... —Se aclaró la garganta y colocó por delante de todas ellas como si fuera a dar un largo discurso—. Nosotros cinco estamos a punto de embarcarnos en una misión que probablemente no tenga retorno. Las estadísticas están en nuestra contra, ya que si nos basamos en los números; las probabilidades que tenemos de salir de aquí con vida son menores al cero por ciento. Lo sé, es una misión suicida. Pero hay algo de lo que puedo estar completamente seguro. Nosotros somos mucho más listos que esos pobres adolescentes que se atrevieron a entrar y que no contaron con la fortuna de sobrevivir. Con la fuerza de Grenda, la astucia de Candy, la determinación de Pacifica y el poder combinado de los gemelos misterio estoy seguro que nada puede salir mal.
Las chicas idolatraron las palabras de Dipper y todas alzaron sus puños al aire. A continuación, el joven tomó la iniciativa y fue el rimero en dirigirse hacia la entrada del complejo. Para su mala fortuna, las puertas principales se encontraban sujetas con una gruesa cadena y un enorme candado. Sin embargo, Dipper ya había previsto esta clase de situación, así que antes de llegar tomó prestadas unas enormes pinzas industriales de la caja de herramientas de Soos por si algo semejante pudiera suscitarse. Dipper tomó las pinzas entre sus manos y con un cierto esfuerzo; al final consiguió romper la cadena en dos. Luego de retirarla, procedió a abrir las puertas para que las chicas pudieran entrar. Como era de esperarse, el interior desprendía un fuerte hedor a abandono y putrefacción. En el interior, la oscuridad era total y perpetua a pesar de ser de día. En consecuencia, todos sin excepción tuvieron que encender sus linternas para guiarse y no perderse. Al mismo tiempo, todos pudieron contemplar una gran cantidad de materiales carbonizados y amontonados sobre el patio central junto con varios contenedores vacios. Más en el fondo, se podían percibir varias paredes destruidas hechas con ladrillos, herramientas, remolques, mobiliario abandonado y largas bandas de hule donde eran transportados los materiales para laminar el acero y así utilizarlo para la construcción de estructuras metálicas.
—Miren esta pocilga. —Comentó Pacifica, dando un vistazo por el lugar; alumbrando todo lo que se atravesaba en su camino.
—Teno miedo, Candy. —Grenda abrazó a su mejor amiga.
—¡Sí...! Ya lo noté. —Dijo la chica de gafas, tratando de zafarse de Grenda debido a que estaba sufriendo de asfixia.
—Me siento vieja solo con pisar este lugar. —Dijo Mabel.
—Traten de no separarse, chicas. Aun con las linternas es difícil ver lo que hay adelante. Será mejor que nos sujetemos de las manos.
Dipper encabezó la fila y estiró la mano para tomar a la primera que estuviera más cerca de su posición. Mabel escuchó la petición de Dipper, así que le dio un pequeño empujón a Pacifica para que se adelantara. Acto seguido, Dipper entrelazó con suavidad sus dedos con los de ella, provocando un corto circuito en la mente de la chica de oxigenados y largos cabellos amarillos. Cuando Dipper trató de avanzar, este se dio cuenta de que Pacifica no se movía. Luego, Dipper dio media vuelta para mirarla y así descubrir que sucedía.
—Ehh... ¿Pacifica? ¿Ocurre algo?
La cara de la chica se encontraba tan roja como la de un tomate, pero debido a la oscuridad ni Dipper ni mucho menos el resto de las niñas pudieron notarlo.
—No... No es nada... —Comentó con nerviosismo—. Debemos darnos prisa...
—Solo está un poco asustada. —Mabel le dio un pequeño codazo en el brazo—. ¿No es así?
—Sí... Es... Es eso... —Pacifica comenzó a tartamudear.
De esta forma, los chicos comenzaron a adentrarse más y más en los pasillos de la factoría abandonada, tratando de buscar indicios que probaran la desaparición y muerte de varios adolescentes en los años recientes. Luego de un poco más de treinta minutos de recorrido; el quinteto llegó a una habitación apartada que tenía la forma de una caja cuadrada. Dipper decidió que ese era un buen lugar para descansar, así que se quitó su mochila y la puso en el piso, no sin antes soltar la mano bastante sudada de Pacifica.
—¿Saben qué? —El muchacho estiró las piernas—. Pienso que todos esos mitos que involucran este sitio son solo eso. Tal vez estemos frente al primer fraude desde que Mabel y yo arribamos a Gravity Falls. Durante estas últimas semanas nos hemos topado con gnomos, hombres tauro, fantasmas, un demonio iluminati, un pterodáctilo... Creo que ya era hora de desmentir una leyenda que ha asustado a muchos de los residentes sin ninguna razón.
—Apoyo tu teoría. —Dijo Candy.
—Sí, también yo... —Pacifica estuvo de acuerdo—. Aunque eso no explica el motivo por el cual mi familia ha soltado dinero para que la policía no haga las pertinentes investigaciones. Hay algo en todo esto que me parece muy sospechoso. No tiene sentido si lo analizan desde un punto de vista objetivo.
—Como sea, continuemos explorando el lugar. Tal vez podamos encontrar la respuesta a esa pregunta. —Dijo Dipper.
—¿Entonces quieren respuestas? —Dijo una voz tenebrosa y cavernosa a espaldas del muchacho.
—¿Quién dijo eso? —Dipper pegó un brinco—. ¿Fuiste tú, Mabel?
—Yo no he dicho nada. —Contestó su hermana.
—¿Candy? ¿Grenda?
—Tampoco fuimos nosotras. —Contestaron al unísono.
—Dipper... —Pacifica se horrorizó y en consecuencia abrazó al único muchacho del grupo.
—¡Saludos jóvenes aventureros! —La misma voz continuó hablándoles—. ¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! Nunca imaginé contar con la presencia de cinco chiquillos. Generalmente los que vienen a meter sus narices donde nadie los llama son adolescentes rebeldes que creen que pueden venir sin una previa invitación y hacer lo que se les da la gana.
—¿Quién eres tú? ¿En dónde estás? Muéstrate de inmediato.
A pesar de que todos mantenían sus linternas encendidas nadie fue capaz de localizar al propietario de la voz
—Eso es lo de menos debería preocuparte, pequeño. Yo en tu lugar comenzaría a preguntarme si realmente estoy preparado para enfrentar a mis demonios internos.
—¿Mis demonios internos? ¿De qué rayos estás hablando?
—Todos en este mundo tenemos demonios internos, ya sea de forma positiva o negativa. Algunos los usan para alardear frente a otras personas acerca de sus logros obtenidos y otros más para demostrar que su vida no es más que un simple agujero cavado en la tierra sin propósito alguno. Y este día dos de ustedes van a encararlos muy de cerca mientras que el resto tendrá que suplicar para que sus amigos sean lo suficientemente afortunados para salir victoriosos.
—Tengan cuidado, chicas. Este tipo está loco.
De repente, el sonido de un mecanismo invisible altero la armonía en la zona, lo cual dio paso a la salida de un gas de tono verdoso que comenzó a llenar el lugar con los niños adentro. Por si eso fuera poco, las puestas que conectaban la habitación donde los jóvenes se hallaban; se cerraron súbitamente para dejarlos encerrados. Dipper se puso en modo de alerta y corrió hacia una de ellas para evitar que los dejara adentro como si fuera una ratonera tamaño familiar. No obstante, sus intentos fueron inútiles, ya que parecía que dicha puerta se había cerrado herméticamente con la ayuda de otro mecanismo. Todos gritaron, pero poco a poco, el ruido ensordecedor provocado por sus chillidos fue disminuyendo relativamente cuando terminaron por desvanecerse en un mundo de sueños debido al efecto del gas. Enseguida, aquella voz soltó una risa demencial, ya que sabía que un grupo de nuevas y frescas presas había caído entre sus garras.
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