Luz
—Es inútil... —Decía Pacifica, al ser aprisionada nuevamente por el pequeño ejército de criaturas—. No hay salida.
Pacifica terminó con su espalda puesta contra la pared, pensando únicamente en Dipper y en su hermano, los cuales eran probablemente las dos personas más significativas que había conocido en toda su vida. Deseando fervientemente que ambos vinieran a rescatarla.
—¡No...! —Exclamó, abriendo bien sus ojos—. Ya es suficiente... No puedo dejar que el miedo se apodere de mí otra vez. Dipper me encomendó encontrar a su hermana y eso es lo que voy a hacer. No puedo fallarle a mi chico ideal. No puedo seguir siendo la clásica y estúpida damisela en peligro. Es hora de que Pacifica Northwest tome cartas en el asunto.
La joven de cabellos rubios enfocó todos sus esfuerzos y pensamientos en encontrar una forma de localizar a Mabel y al resto de las chicas. Sin embargo, como si su mente se encontrara bloqueada; aquellas memorias horribles volvieron a asolar los corredores de su cabeza; impidiendo que lograra concentrarse debidamente.
—Tú puedes, Pacifica. ¡Tú puedes! Nada de esto es real. Nada es real... —Repetía, mientras los deformes seres iban acercándose cada vez más y más—. Esta es mi mente y yo soy la única que pone las reglas aquí. No dejaré que ningún maniático juegue conmigo como si fuera su maldito juguete.
En ese momento, un nuevo halo de luz se hizo presente al aparecer de repente frente a la niña, el cual fue perdiendo su brillo hasta que poco a poco fue adoptando la forma de una ventana circular cuyas dimensiones eran similares a las de Pacifica. Una especie de portal desde dónde se podían observar claramente a las tres chicas aprisionadas y sujetas a la misma frágil plataforma dónde Anderson las había colocado con anterioridad.
—¿Qué es esto? —Pacifica se preguntó exaltada, extendiendo tímidamente su mano hasta poder atravesar dicha apertura puesta sobre la nada, descubriendo así que se trataba de una especie de atajo que la podría conducir hacia las jóvenes cautivas—. ¿Yo hice esto? —Se preguntó, justo antes de darse cuenta que tendría una mejor alternativa. Acto seguido, Pacifica se animó a cruzar, logrando llegar hasta su objetivo en un segundo—. Las encontré... —Murmuró, cuando la ventana se desvaneció en el aire.
Pacifica se acercó hacia la plataforma, donde pudo mirar como tanto Mabel, Candy y Grenda yacían inconscientes e indefensas, con pesadas cadenas industriales colocadas en las muñecas y en los tobillos, las cuales se encontraban sujetas a su vez a una serie de tubos de corte también industrial colocados de manera recta sobre el suelo de reja. Además, a un costado de ellas se hallaba un cronómetro digital cuyos números rojos como sangre indicaba que faltaban dos minutos y medio para que el conteo finalizara.
—¡Mabel! ¡Mabel! ¿Estás bien? —La alcanzó, arrodillándose frente al cuerpo inerte de la hermana de Dipper, ladeándola un poco para poder despertarla—. Contesta, por favor. —Continuó haciéndolo hasta que por fin la joven Pines comenzó a abrir los ojos.
—¿Qué...? ¿Qué pasa...? —Dijo entre murmullos y quejidos—. ¿Ya es hora de ir a la escuela?
—Mabel, me da tanto gusto saber que estás bien. —Le dio un fuerte abrazo.
—¿Pacifica? ¿Eres tú? —Mabel se dio cuenta parcialmente de lo que sucedía; ¿Recibiendo un abrazo por parte de Pacifica Northwest? —. *¡Qué locura!* —Pensó, confirmando así que esta podría ser la experiencia más extraña que ha vivido hasta ahora.
—¡Claro que soy yo! —Confirmó.
—¿Qué está pasando...? —Dio un vistazo a su alrededor—. ¿Y qué es este lugar? ¿Dónde estamos? ¿Y por qué estás en ropa interior?
Debido a los constantes giros en los acontecimientos, Pacifica había olvidad por completo que lo único que traía puesto eran sus bragas y una camiseta blanca por encima. A causa de esto, la joven Northwest se puso completamente roja.
—Eso no es de tú incumbencia... Pasé por muchas dificultades para encontrarlas... ¿Y lo primero que me preguntas es por qué estoy en ropa interior? ¿Enserio? Ya habrá más tiempo de explicarles todo lo que ha sucedido en el camino. Primero tenemos que despertar a Candy y a Grenda. Dipper se encuentra en un grave peligro. —Se puso de pie, acercándose hacia las otras dos niñas—. ¡Ayúdame, Mabel! ¡Deprisa! Debo liberarlas de esas cadenas antes de que la cuenta regresiva se termine.
—¿Cuenta regresiva? ¿Qué cuenta regresiva? —Preguntó la chica de frenos, mirando casi de manera inmediata el respectivo contador—. ¡Oh! Hablas de esa cuenta regresiva... ¿Y qué sucederá cuando llegue a cero?
—No querrás saberlo... Tenemos poco tiempo, debemos apresurarnos. —Pacifica llegó rápidamente hasta dónde Grenda se encontraba, mientras que Mabel, aún con las voluminosas cadenas se las arregló hasta alcanzar a Candy.
—¡Hey! ¡Grenda! Es hora de despertar, grandulona. —Pacifica la ladeó con suavidad, utilizando el mismo método que uso con Mabel.
—¡Candy! ¡Candy! ¡Oh, por dios! ¿Qué te han hecho? —Dijo, tapando los orificios de la nariz de su amiga con sus dedos, la cual comenzó a ahogarse.
—Mabel. —La rubia se dirigió hacia ella—. Te dije que las despertaras, no que intentaras matarla.
Sorpresivamente, Candy despertó de un salto apenas pocos instantes antes de que Grenda lo hiciera. Cuando ambas chicas se encontraban arriba, Mabel y Pacifica expresaron su alegría inmediata.
—¡Amigas! —Exclamó Mabel—. Están a salvo.
—¿Qué sucedió? —Preguntó Candy, confundida mientras se acomodaba las gafas—. ¡Wow! ¿Dónde estamos? —Hizo otra pregunta luego de inspeccionar el lúgubre sitio.
—Me siento como si hubiera luchado contra un oso de ocho cabezas. —Dijo Grenda, llevándose la mano derecha hacia su cabeza—. Todo me da vueltas... ¿Pacifica? ¿Eres tú?
—Sí... ¿Esperabas a Santa Claus o a alguien parecido?
—¿Por qué estás en ropa interior?
—¡Qué te importa! —La rubia estalló en ira, respirando agitada; consiguiendo que su tic nervioso en el ojo saliera a relucir frente a todas—. Ahora escúchenme con atención. La leyenda era cierta, ese lunático que existía en los relatos resultó ser tan real como ustedes y yo. Luego, acabó por encerrarnos a todos como ratas. Dipper y yo hemos hecho hasta lo imposible para rescatarlas, pero en estos momentos Dipper se encuentra luchando mano a mano contra ese lunático. Debemos ir con él de inmediato y ayudarlo.
—¿Pero cómo vamos a liberarnos de estas cadenas? —Preguntó Mabel.
—No se preocupen, yo las ayudaré a escapar. —Advirtió la joven Northwest, retrocediendo un par de pasos y cerrando los ojos, concentrándose para que con la ayuda de sus pensamientos las cerraduras pudieran liberarse aún sin la ayuda de las llaves que Anderson mantenía bajo su custodia dentro de su estómago. Sin embargo, por más que intentaba; Pacifica no fue capaz de conseguir nada.
—¡Ehh, Pacifica...! —Mabel se sintió incómoda—. Esto es extraño... ¿Estás segura de qué estás bien?
—No lo entiendo... —Abrió sus ojos—. ¿Por qué no está funcionando? ¿Por qué no soy capaz de liberar la cerradura?
—Pacifica... Creo que necesitarás una llave para eso. —Candy sugirió.
—¡No necesito de ninguna llave! —Gritó—. Se supone que con la ayuda de mi mente debería ser capaz de forzar el cerrojo.
—¿Con tu mente? —Mabel inmiscuyo.
—Verán... No sé cómo explicarles esto... Pero Dipper descubrió que nos encontramos dentro de mi mente. No sé cómo pudo hacerlo, pero ese sin vergüenza consiguió aprisionarnos a todos adentro... Sé que suena estúpido y las comprenderé si no llegan a creerme...
—Te creo. —Dijo Mabel.
—¿De verdad? —Pacifica se sorprendió.
—Yo también. —Agregó Grenda, levantando la mano.
—Y yo. —Finalizó Candy—. No sería lo más extraño que hayamos vivido junto a Mabel. Después de haber combatido contra un monstruo hecho de dulces baratos no hay nada en lo que no crea ahora.
—Esta no es la primera vez que mi hermano y yo nos encontramos dentro de una mente. Es más, cualquiera de nosotras podemos hacer cualquier cosa que queramos realidad, incluyendo a Dipper.
—Pero... Dipper no mencionó nada acerca de que el también podía utilizar esta habilidad.
—Conociendo al testarudo de mi hermano estoy segura de que lo hizo para enfrentar el solo a ese sujeto.
—Cómo sea... —Pacifica se mordió el labio—. No entiendo porqué no está funcionando. ¿Acaso el doctor Anderson ha bloqueado el control sobre mi mente definitivamente?
—Vamos a intentarlo, chicas. —Anunció Mabel—. Piensen en romper estas cadenas. —Acto seguido, las tres cerraron los ojos e imaginaron exactamente en lo que se había acordado. No obstante, al poco tiempo las tres comenzaron a tener visiones horribles y espantosas acerca del futuro tal y cómo Pacifica las había tenido con anterioridad. Un futuro dónde las tres aparecían muertas y desmembradas de una manera descrita simplemente como atroz.
—¿Qué fue eso? —Preguntó Mabel, cayendo de rodillas en conjunto con el resto de sus amigas—. Fue horrible. Pude ver mi propia muerte repitiéndose de manera infinita.
—También yo... —Dijo el resto de las chicas, con trabajos para poder respirar.
—Es lo que he tratado de decirles. Parece que ese canalla ha suprimido nuestra habilidad para pensar... Y el tiempo se está acabando. —Pacifica advirtió al observar que al reloj le quedaban únicamente treinta segundos para que el tiempo se cumpliera.
Parecía que ya nada podría empeorar para el desafortunado cuarteto de niñas. En contraparte, el entorno no pensaba lo mismo, ya que varios portales como bocas hambrientas y escarlatas comenzaron a aparecer a su alrededor, dejando pasar a una docena de aquellas abominaciones que Pacifica ya conocía perfectamente.
—¿Qué son esas cosas? —Grenda preguntó terriblemente asustada.
—No puede ser... No puede ser... —Pacifica repitió—. Por favor... Funciona... —Decía mientras volvía a cerrar los ojos para concentrarse y pensar en romper con las ataduras.
—¿Qué vamos a hacer? —Candy se alarmó, abrazando a Mabel.
—No hay salida. —Concluyó la joven Pines.
Pacifica trataba de no centrarse en lo que sucedía en el exterior. En vez de eso centró todos sus esfuerzos en buscar alguna manera de liberar a las chicas. Sin embargo, aquella serie de alucinaciones escabrosas y macabras dignas de una película Snuff; regresaron a su mente como si un rollo de película de ocho milímetros hubiera sido colocado en su sistema neuronal. Aún contra todo pronóstico, Pacifica se resistía ante el bloqueo impuesto por Anderson; llevando a su cerebro a realizar una labor tan titánica al grado de que su cabeza no tardó en comenzar a dolerle profundamente. Después de todo, ella deseaba fervientemente evitar que todas terminaran muertas en manos de aquellas criaturas o a causa del desplome de la plataforma sobre la que se encontraban.
—Vamos... Vamos... Vamos... —Pacifica repetía una y otra vez.
En ese momento, el espacio entero comenzó a temblar de una manera tan violenta, que podía ser fácilmente comparable al poder de un terremoto de nueve o diez grados en la escala de Richter. Mabel, Candy y Grenda cayeron al suelo, pero mientras las tres permanecían estupefactas con una mirada de terror sin precedentes; Pacifica se mantenía íntegra sin percatarse de lo que ocurría fuera de su mente. Entonces, de un momento a otro; aquella dimensión comenzó a contraerse una vez más. Tal y como había sucedido cuando fue mordida por una de aquellas serpientes. Luego, de una manera inexplicable; Pacifica fue rodeada por un destello de luz semejante al que había podido invocar antes para escapar de las criaturas por primera vez. Después, los oídos de la niña captaron un silencio absoluto, como si se hubiera colocado un par de tapones hechos de algodón. Después de unos cuantos segundos, Pacifica abrió los ojos, descubriendo que se hallaba en un espacio completamente en blanco e infinito.
—¡Qué...! ¿Qué pasó? —Se preguntó al no poder localizar con la mirada a ninguna de las tres chicas, ni tampoco a las criaturas, mucho menos al intimidante laberinto o a Dipper—. ¿Dónde se fueron todos? ¿Dipper...? ¿Mabel...?
—Descuida, Pacifica. Todos se encuentran con bien. Probablemente tu capacidad cerebral fue capaz de absorber el flujo del tiempo en este espacio, así como la comprensión de la materia que existe entre los cuerpos atados a él. —Dijo una voz ignominiosa que se alcanzó a escuchar en todas partes—. En otras palabras, has accedido al lugar más profundo de tu mente. Podría decirse que es dónde se encuentra almacenada tu conciencia genética. En este lugar puedes encontrar todo tipo de recuerdos, ya sean buenos o malos. Mientras tú te encuentres en este lugar no podrás ser capaz de percibir el continuo flujo del tiempo. Es como si todo lo que existe en el exterior hubiera quedado temporalmente paralizado.
—¿Quién dijo eso...? —Se giró hacia todas las direcciones, sin encontrar al propietario. Sin embargo, aquella voz conservaba un tono de hablar familiar para Pacifica. Uno que al recordarlo le hizo soltar un par de lágrimas—. Espera... Todas esas palabras de nerd sin sentido... Ese tono pausado y cuidadoso... ¿Acaso tú eres...?
De pronto, un grupo de esferas luminosas descendieron desde el cielo, las cuales tras combinarse unas con otras; adoptaron la forma de un joven apuesto de doce años y de cabellos rubios y necios.
—Soy feliz de poder volver a verte, Pacifica. —Dijo el muchacho, erigiendo una cálida sonrisa—. Te he estado esperando.
—Joey... —Murmuró, jadeando entre pequeñas lágrimas que comenzaron a asomarse desde sus preciosos ojos azules.
Antes de que Joey pudiera decir algo, Pacifica corrió hacia él; abrazándolo con tremenda fuerza.
—Pacifica... Hermana... Me estás asfixiando... —Dijo el joven Northwest, devolviéndole el abrazo a su pequeña hermana mientras permitía que desahogara su pecho tras comenzar a llorar desesperadamente sobre su hombro—. Todo está bien. Ya todo está bien... —Susurró, acariciando el sedoso cabello de Pacifica.
—Eres un tonto... —Continuó, envuelta en un profundo llanto, apretando los dientes y los puños—. No sabes lo mucho que me haces falta, idiota... Lo siento... Lo siento mucho... Joey...
—¿Por qué te disculpas? No tienes por qué hacerlo.
—Claro que sí... Si no hubiera sido tan estúpida para haberme acercado a esas serpientes, entonces tú...
—No digas eso, Pacifica... Por favor. —La interrumpió—. No debes sentirte culpable por lo que pasó hace seis años. Yo morí protegiéndote y lo volvería a hacer todas las veces que sean necesarias; si es que así con eso puedo garantizar tu seguridad.
—Pero... Nuestros padres siempre lo han dicho... —Se separó momentáneamente de él, mostrando grandes ríos de lágrimas sobre sus chapeadas mejillas—. Ellos siempre me han culpado por lo sucedido.
—Escucha... Hermanita... Sé que nuestros padres nunca han sido las personas más comprensibles sobre la tierra. Pero al menos entre tú y yo sabemos lo que sucedió en realidad. Fue un accidente. Eras una niña pequeña e indefensa. No estabas consciente de lo que hacías. Así que no podía permitir que la vida de mi hermana favorita terminara de ese modo. Además, veo que mi sacrificio valió la pena. ¡Mira cuánto has crecido! Ahora estamos a la misma altura. Creo que ya no podré llevarte en mi espalda como antes.
—Gracias Joey... Deseaba tanto que alguien me dijera esas palabras... Pero creía que lo único que hacía era buscar autosatisfacción.
—Bueno... —Se llevó las manos a la cintura—. Ya no tienes que preocuparte por nada. Ahora estoy yo aquí para aclarar las cosas. A propósito, hermana... ¿Por qué aún estás en ropa interior?
Pacifica se dio cuenta de los hechos cuando ya era muy tarde. En consecuencia, le soltó un tremendo golpe en la cabeza a su hermano.
—¿Cómo te atreves a verme así? —Gritó, extremadamente furiosa y con la cara roja. Parecía que fuera a estallarle.
—¿Por qué hiciste eso? —Se sobó el área afectada—. De acuerdo, no hay remedio. —Llevó sus dedos pulgar e índice de su mano izquierda hacia los bordes de su pequeña y partida barbilla—. Veamos... Creo que tu atuendo es más o menos así.
Joey realizó un ademán con la mano. A continuación, la joven Northwest pudo ser testigo de cómo su conjunto favorito compuesto por un vestido largo y violeta, chaqueta purpura, medias negras y botas de piel regresaba a ella como por arte de magia.
—¿Cómo lo hiciste? —Pacifica preguntó, mirando sus nuevas ropas.
—Estamos dentro de tu mente. ¿Lo olvidas? Recuerda que aquí puedes hacer todo lo que tú quieras sin limitaciones.
—No lo he olvidado, pero... Aunque sea mi memoria... El canalla que nos secuestró consiguió bloquear mis pensamientos de alguna que no puedo explicar. —Bajó la mirada.
—Lo sé, Pacifica. No tienes porque decirme nada. Lo he visto todo desde este lugar. —Llevó sus manos por detrás de su espalda—. Pero no debes entrar en pánico. El doctor Anderson nunca tendrá acceso a este lugar por más que lo intente. —Dijo, con una mirada tan fría como un iceberg en medio del antártico.
—Espera... ¿Cómo sabes acerca de ese lunático?
—Pacifica... No sabes cómo me gustaría que este breve momento entre nosotros durara más tiempo. Me gustaría recordar acerca de todo lo que tú y yo vivimos mientras me encontraba con vida, pero tú aún tienes cosas pendientes por hacer en el mundo real dónde yo jamás podré regresar. Así que mientras puedas permanecer aquí es mi deber contarte un pequeño secreto acerca del doctor Anderson. —Exhaló una fuerte cantidad de aire, como tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Yo lo conocí hace aproximadamente seis años.
—¿Hace seis años? Pero... Tu moriste exactamente hace seis años... ¿Cómo pudo...? —Pacifica no supo cómo continuar.
—Escucha, hermana... Esto que estoy a punto de contarte es de vital importancia. Sé que les estoy pidiendo demasiado, pero deben detener al doctor Anderson aquí y ahora. Ese sujeto es un peligro para cualquier ser viviente de este planeta. No puede seguir estando suelto. Creo que ya ha hecho el suficiente daño.
—¿A qué te refieres?
—No sé cómo comenzar... Lo que sucede es que.... —Suspiró—. Pacifica... Esto podrá sonar absurdo y parecido a algo que saqué de una película de ciencia ficción, pero el doctor Anderson fue capaz de traerme de regreso a la vida.
—¿Qué...? —Su expresión dibujada en su rostro lo decía todo, parecía como si un médico capacitado le hubiera dicho que tenía un tumor inoperable y que solamente le quedaban pocos meses de vida. A pesar de esto, Pacifica quiso seguir escuchando todo lo que su hermano tenía que decirle.
—Podrá parecer un demente psicótico, pero el doctor Anderson es alguien a quién no podemos subestimar ni tomar por un tonto. Él es increíblemente inteligente y habilidoso. No sé cómo lo consiguió, pero lo primero que recuerdo después de haber sido mordido por la serpiente; fue haber despertado en el interior de lo que parecían ser las ruinas de un laboratorio casi inservible. Había restos de quemaduras en todas partes y un olor a azufre y acero fundido muy intenso en el aire. Luego, me di cuenta de que no podía mover ni un musculo. Me encontraba amagado sobre una camilla, siendo alumbrado por la luz de una bombilla. Además, había alguien más ahí conmigo, alguien que no dejaba de reírse como un loco y que poco después se presentaría como el doctor Anderson Thomas Clayton. Al principio creí que me encontraba en el infierno, pero poco tiempo después, él me dijo que me encontraba vivo. Más vivo que nunca. Me confesó que gracias a su más grande descubrimiento fue capaz de devolverme la vida. Un compuesto extraño y maligno conocido como el virus madre.
—¿El virus madre? —Pacifica repitió, murmurando—. ¿Quién demonios se cree que es ese tipo? ¿Acaso ese demente piensa que estamos dentro de algún juego de Resident Evil o algo parecido?
—Tu sentido del humor siempre sale a relucir hasta en los peores momentos, hermana. —Sonrió—. El virus madre es un suero creado por el propio doctor. Una sustancia capaz de someter las funciones psicomotrices de un ser humano para obligarlo a seguir una serie de órdenes específicas. El problema es que el virus solamente funciona exitosamente con individuos cuyo coeficiente intelectual se encuentre mucho más arriba del de la media. De tal modo que a partir de ese momento, ese desquiciado utilizó mi cuerpo libremente como si fuera una probeta. Experimentó conmigo día tras día, y noche tras noche para tratar de perfeccionar su aborrecible descubrimiento y buscar la manera de encontrar los componentes químicos que reaccionan positivamente ante el nivel de inteligencia de la gente, y así removerlos para que el virus pueda ser capaz de hacer efecto en personas comunes y corrientes. Este fue su modus operandi hasta que finalmente mi cuerpo no pudo resistir más. Sin embargo, al final; él logró perfeccionar el virus. Lo peor de todo fue que el consideró que yo era alguien muy especial para permitir que yo muriera. Así que él se encargó de depositar mi cerebro en una cámara criogénica para mantenerme con vida. Durante todo este tiempo, fui utilizado para conseguir y doblegar a todos los sujetos de prueba que caían en sus garras. Utilizaba mis propios enlaces neuronales para establecer una conexión estable entre sus víctimas y él, utilizando un receptor de ondas para poder tener un control absoluto sobre sus pensamientos, recuerdos e inclusive; su voluntad. Nada se le escapaba. Hasta ahora. Parece ser que él jamás imaginó que al ser tú la víctima; yo podría comunicarme contigo por medio de nuestros enlaces genéticos.
—Entiendo, pero... ¿Por qué él querría hacer algo así? ¿Por qué se divierte torturando y asesinando a las personas si ya había perfeccionado su estúpido virus?
—Lo que Anderson busca en estos momentos es encontrar a alguien, a una víctima con una capacidad cerebral lo suficientemente poderosa para poder trasplantar su propia mente y todos sus conocimientos hacia este nuevo cuerpo con la única intención de vivir eternamente y proseguir con sus experimentos enfermos; creando virus cada vez más letales. Su cuerpo original resultó muy perjudicado gracias a las quemaduras que sufrió cuándo nuestro abuelo; Martin Northwest, incendió a propósito la fábrica que servía como fachada para ocultar un laboratorio subterráneo dónde el doctor era el director designado hace quince años. Lo hizo con el deseo de asesinar al doctor Anderson; debido a que nuestro abuelo ya había tenido suficiente de él y de sus inhumanos experimentos. La mala noticia fue que sobrevivió y después de profanar mí tumba para revivirme y así consumir su venganza; él intentó hacer este experimento siniestro conmigo. La buena noticia fue que nuestros cuerpos no eran compatibles para realizar una operación de tal magnitud. No obstante, después de mucho tiempo en búsqueda de un cuerpo; al fin encontró al candidato perfecto.
—Esto... Esto es... Una locura... —Se estremeció ante las palabras de Joey, llevándose su mano derecha a la altura de su corazón—. Ahora todo parece cobrar sentido... Pero... ¿De quién se trata? ¿Quién crees que pueda ser su próximo candidato?
—Creo que ya deberías de saberlo. —Adoptó una actitud seria—. Me temo que ese amigo tuyo llamado Dipper es el nuevo blanco del doctor, y está utilizando tu mente para llegar hasta él. Si Anderson consigue provocarle un shock lo suficientemente grande para desestabilizar sus enlaces neuronales; nada le impedirá al doctor apropiarse de su cuerpo. Si tiene éxito, ese chico nunca volverá a ser como antes.
—¡Oh no! Dipper... —Se mostró aterrada—. Debemos hacer algo.
—¿Estás preocupada por él, cierto?
—¿Es enserio? Hasta tu pregunta suena tonta... —Se molestó ante la cuestión—. ¡Claro que estoy preocupada por él! Dipper es... Alguien muy importante para mí.
—Comprendo perfectamente... —Sonrió suspicaz—. Jamás imaginé que mi hermanita logrará estrechar un lazo de ese tipo. Creo que ese chico ha provocado un cambio radical el ti. Luces diferente a como yo te recuerdo... Más radiante. Además, por si no lo has notado, sonríes cada vez que escuchas o pronuncias su nombre.
—¿Qué dices...? —Se ruborizó una vez más, tratando de negar los hechos—. Claro que no... —Se giró y se cruzó de brazos.
—¡Vamos! —Comenzó a ponerla nerviosa—. ¿Me vas a decir que no sientes algo por ese chico después de que ambos se besaran de ese modo?
—¿Qué...? —La cara de Pacifica parecía un semáforo descompuesto, cambiando el color de sus mejillas de amarillo a rojo y viceversa—. ¿Cómo supiste qué...?
—He estado observando toda la acción desde que ambos despertaron en medio de ese monstruoso laberinto. ¿Recuerdas? Después de todo son mis neuronas las que están siendo utilizadas para crear un puente entre tu mente y la del doctor. Lamentablemente no pude intervenir hasta que la conexión entre el doctor y tú se fraccionó; permitiéndote hacer uso de tus pensamientos por una fracción de segundo y llamándome a mí involuntariamente para salvarte de esas criaturas. Como sea... Pienso que ustedes dos hacen una bonita pareja. Me hubiera gustado conocer en persona a este chico. El tiene mi aprobación para salir con mi pequeña hermana.
—Estás loco... Y deja de llamarme pequeña. Ya no tengo seis años.
—Solo pensaba en voz alta...
—Gracias, Joey... —Sonrió levemente, cuando diversas lágrimas brotaron desde sus ojos rojizos, siendo en esta especial ocasión; la felicidad tomando el rol de la emoción dominante.
—No tienes por qué darme las gracias. Al contrario, soy yo quién debería disculparse por no haber estado ahí en los momentos más importantes de tu vida. Por no haber crecido junto a ti como un hermano mayor.
—Gracias por haberme dado la oportunidad de volver a verte. —Pacifica se adelantó, rodeando a su hermano con sus dos brazos—. Hace seis años no pude despedirme de ti. Me encontraba aterrada... No sabía lo que sucedía hasta que nuestra madre me dio la noticia.
—¡Oye, oye! —La abrazó por igual—. No tomes esto como una simple despedida. Trata de imaginar que es solo un hasta luego. Sé que algún día nos volveremos a ver, pero espero que cuando eso ocurra; tú tengas más de cien años.
—Eres un tonto... —Lo abrazó aún más fuerte, dándose cuenta de cómo un aura de luz comenzó a rodear el contorno del cuerpo de Joey.
—¡Vaya! Parece que mi tiempo aquí ha terminado. Ahora debes regresar y detener a ese infeliz. Cuando salgas de aquí habrás recuperado el control total de tu mente. Mientras charlábamos me encargué de destruir todos los enlaces y conexiones que te tenían atada a la voluntad del doctor Anderson. Así que ve y dale una paliza.
—Lo haré... —Dijo, sin querer apartarse—. Por ti...
En ese momento, el aura alrededor del joven Northwest lo cubrió de pies a cabeza hasta comprimirse en una esfera luminosa; hecho que obligó a Pacifica a dar un salto hacia atrás.
—Recuérdalo, aunque no me encuentre físicamente a tu lado; siempre que necesites a alguien para escucharte... Ahí estaré. —Finalizó, estallando en miles de fragmentos brillantes hasta desaparecer por completo ante los húmedos ojos de su hermana menor.
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Dipper jadeaba de dolor, ocultándose detrás de uno de los muros del laberinto, tratando de soportar el dolor provocado por la aparatosa quemadura que cubría el ochenta por ciento de su brazo derecho.
—No sirve de nada tratar de esconderse, joven Dipper. ¿Por qué no mejor lo piensa mejor y acepta mi irresistible oferta? —Dipper comenzó a moverse, procurando alejarse de la voz de su perseguidor—. Alguien con una prodigiosa inteligencia como la suya no puede esperar sentado a estudiar una serie de patéticas anomalías. Ambos sabemos que su lugar se encuentra del lado de la ciencia. Imagínese lo que ambos podríamos lograr si unimos nuestras fuerzas.
—¡Jamás me uniría a alguien como tú? —Dijo el muchacho, avanzando por los corredores del laberinto hasta encontrar un nuevo escondite: un hueco entre dos muros lo suficientemente estrecho para que un niño de su edad cupiera a la perfección.
—Continúa fiel a sus ideales... Eso habla muy bien de usted, joven Dipper. —Dijo, mientras caminaba a paso lento por los corredores; incinerando todo a su paso con la ayuda de sus poderes piroquineticos hasta posicionarse a escasos centímetros del escondite de Dipper—. Sin embargo, me temo decirle que su tiempo se ha casi terminado. Solo restan treinta segundos al reloj antes de reclamar las vidas de su hermana y de sus dos amigas. Así que una vez que el trabajo este hecho, me encargaré de que los últimos minutos de vida de su amiga rubia se conviertan en los más repulsivos que haya tenido en toda su vida. Me divertiré diseccionando cada parte y cada célula de su cuerpo hasta que no quede nada y sus gritos de dolor sean sosegados por la inevitable muerte.
Dipper sintió como un sentimiento de ira incontrolable comenzaba a arder en su interior.
—Después de todo, ella aún es fácilmente manipulable. Tal vez ella si hubiera aceptado unirse a mí después de todo.
Dipper no resistió más, saliendo de su escondite y lanzando un grito repleto de furia, utilizando el tubo metálico para atacar con todas sus fuerzas al doctor Anderson, el cual consiguió bloquearlo con la ayuda de su propia arma improvisada. No obstante, el encapuchado consiguió empujarlo hacia atrás hasta tumbarlo.
—Es una lástima que sus últimos momentos conscientes los haya desperdiciado de esta manera. En solo diez segundos más, mi victoria estará asegurada y usted, tendrá la oportunidad de pensar en todo lo que pudo haber ganado al haber aceptado mi propuesta. Lo veré en el infierno, joven Dipper... Tres... Dos... Uno...
Dipper cerró sus ojos, evitando que sus lágrimas se desparramaran nuevamente, tratando de contener los sentimientos de humillación y de derrota que le carcomían el pecho. Sin embargo, lo que ocurriría a continuación sobrepasaría los niveles de entendimiento del doctor Anderson y también de Dipper, ya que ambos lograron percibir un fuerte estallido a la lejanía, una explosión cuya onda expansiva fue lo suficientemente poderosa para desintegrar en millones de partículas de polvo las paredes del laberinto hasta que lo único que quedó en su lugar fueron los infernales corredores desnudos. El doctor Anderson perdió el equilibrio y cayó al suelo. Por su lado, Dipper se llevó las manos a la cabeza para tratar de ponerse a salvo. Cuando el ruido cesó, tanto Dipper, como el doctor Anderson pudieron contemplar a unos cuantos metros de distancia un destello luminoso flotando sobre el aire, el cual se fue aproximando poco a poco hacia ellos hasta que perdió completamente su brillo; aterrizando y revelando así a las cuatro niñas tomadas de las manos siendo Pacifica la única que servía como guía.
—Esto... No puede ser... —Murmuró el doctor, contemplando atónito la escena.
—¡Justo a tiempo! —Dijo la rubia.
—¡Pacifica! ¡Mabel! ¡Chicas! —Dipper exclamó emocionado, pegando un brinco—. ¡Todas están a salvo!
—¡Dipper! —Gritó Mabel, corriendo hacia su hermano para abrazarlo—. ¡Me alegra tanto verte de nuevo, hermano! ¿Y por qué estás en ropa interior?
—Yo creí que nunca te volvería a ver. —Abrazó a su hermana, dándole una vuelta en el aire—. Te lo contaré todo más tarde.
Pacifica y las demás chicas miraron hacia los hermanos con ternura, la cual desapareció cuando Pacifica cambió de dirección y la dirigió hacia el doctor Anderson.
—Se acabó, Anderson. —Anunció con firmeza—. Has perdido...
—No entiendo... ¿Cómo conseguiste destruir mis enlaces neuronales...? Una chica tan ordinaria cómo tú... —Decía aún sin podérselo creer.
—Lo único que te diré es que alguien me ayudó... Alguien que siempre estuvo ahí para apoyarme; aún en las situaciones de crisis más difíciles y que tú trataste de manipular para que yo perdiera las esperanzas.
De repente, el panorama cambió y el techo del escenario de la fábrica metalúrgica y endemoniada comenzó a colapsar. Todos miraron hacia el cielo, encontrándose con una enorme grieta que se extendió como una telaraña hasta que se perdía de vista en el rojizo horizonte. Luego, como si de un cristal roto se tratara, el cielo comenzó a desmoronarse hasta comprimirse y comenzar a tomar el aspecto de los interiores de la estadía de la mansión de la familia Northwest con todo y el esqueleto de ballena pendiendo sobre el techo. Cuando el espectáculo concluyó, nadie percibía ninguna clase de heridas en sus cuerpos; sobre todo Dipper, el cual miró como la herida de la quemadura sobre su brazo se había desvanecido. A su vez, los chicos fueron testigos de cómo sus atuendos habían cambiado para ser reemplazados por los que utilizaron aquella vez durante la fiesta.
—¡Sí! —Exclamó Dipper—. He recuperado mi ropa, aunque este moño aún continúa estrangulándome.
—Ríndete Anderson. —Dijo Pacifica—. Finalmente me he librado de tu control mental... Tus pensamientos enfermos ya no tienen influencia en mí.
—Ahora entiendo... —Dijo Anderson—. Fue "La luz", quién te hizo ganar esa tremenda confianza... Pero entiende algo, niña... Él es la luz, y yo la oscuridad.
Anderson atacó a Pacifica con sus habilidades capaces de generar fuego desde sus manos, originando con sus manos juntas una marejada de llamas que se extendió por toda la mansión hasta que estuvieron por alcanzar al grupo de chicos. Todos alcanzaron a cubrirse, menos Pacifica, la cual permaneció en su lugar sin hacer ningún movimiento. Cuando el fuego estuvo a pocos milímetros de alcanzar su rostro, este se encontró con una barrera invisible. Luego, Pacifica desvió la dirección del fuego simplemente con la ayuda de sus ojos de regreso hacia Anderson, el cual recibió el impacto, provocando que su vestimenta comenzara a arder en llamas. Anderson gritó de dolor al momento de querer escapar de las sofocantes llamaradas, pero Pacifica no se lo permitió; alzando su mano para hacerlo levitar en el aire y estamparlo de lleno contra el muro sobre la chimenea con tal fuerza; que incluso consiguió abollarla. A continuación, Pacifica repetiría la misma acción decenas de veces, hasta que varios de los huesos de su enemigo se quebraron como mondadientes. Sin embargo, al notar como a Pacifica se le había pasado la mano, Dipper la detuvo en el acto.
—Pacifica... Es suficiente...
—No puedo Dipper... Este desgraciado debe pagar por todo lo que nos ha hecho.
—Por favor... Pacifica... Si no te detienes ahora, no serás muy diferente a él... No vale la pena... —La niña lo miró de reojo—. ¡Hemos ganado! Hay métodos más efectivos de hacer que pague por sus crímenes que matarlo a sangre fría... Por favor... Detente...
Pacifica comenzó a llorar de nuevo, haciéndole caso a Dipper para girar hacia él y darle un fuerte abrazo.
Por su parte, Anderson cayó al suelo completamente maltrecho y en un estado agonizante. No obstante, Pacifica se apartó de Dipper y volvió a enfocar su mirada infundada en rabia hacia él. Haciéndolo levitar nuevamente, pero utilizando su otra mano para estrujar su estómago, perforando su abdomen en tres ocasiones y así extraer de su interior las tres llaves que servirían para liberar a las chicas.
—¡Vaya! Parece que después de todo nos decía la verdad...
Dipper y las chicas contemplaron con terror y con asco las llaves bañadas en sangre, poco antes de que la joven Northwest soltara finalmente al doctor Anderson y extinguiera las llamas que lo cubrían de pies a cabeza, evitando así que muriera incinerado.
—Se terminó... Murmuró el joven Pines, respirando profundamente...
—¿Qué hacemos ahora? —Preguntó Pacifica.
—Tenemos que salir de aquí... Tal vez si lo imaginamos todos juntos cabe la posibilidad de que despertemos.
—Suena lógico. —Comentó Candy—. Pero debido a que nos encontramos dentro de la mente de Pacifica, será mejor que ella sea la que nos guíe.
—¿No podemos aguardar un poco más? —Preguntó Grenda—. Amo este vestido.
Los cinco niños se tomaron de las manos y cerraron sus ojos, formando un pequeño círculo cerrado; siendo Pacifica la primera que comenzó con el procedimiento. Sin embargo, el sonido producido por una risa siniestra a sus espaldas le hizo perder la concentración. En ese momento, todos se enfocaron hacia el cuerpo del doctor, dándose cuenta de que aún podía ponerse de pie e incluso caminar, a pesar de las heridas provocadas por la furia incontenible de la joven Northwest.
—No es posible... —Dijo Dipper, con voz entrecortada—. ¿Cómo puede moverse con esas heridas?
—¿Qué más quieres, Anderson? —Pacifica preguntó, con el seño fruncido—. Acepta tu derrota.
—La acepto... —Dijo, con una escabrosa voz, avanzando lentamente como si fuera un esqueleto rumbero con hilos de titiritero—. No hace falta decir nada más para darme cuenta de que he perdido. De hecho... Quiero felicitarlos a ambos por sus grandes hazañas... Joven Dipper... Pacifica... Han logrado superar la última prueba con éxito. Han ganado su libertad... —Se echó a reír nuevamente, risa que fue acompañada por un ataque de tos—. Pero a quién debo darle la mayor parte de crédito es ti, Pacifica... Has demostrado coraje y determinación, además de un nivel de sadismo que jamás creí ver en ti. —Volvió a reír, tosiendo nuevamente—. Has cambiado mucho desde la última vez que nos vimos...
—¿De qué estás hablando, monstruo? —La niña se molestó—. ¿Vernos...? Yo jamás en toda mi vida había conocido a alguien tan repulsivo como tú.
—Puedo apostarte a que no es verdad... Verás... —Comenzó a quitarse lentamente la capucha que cubría su rostro y su cabeza, hasta finalmente revelar su verdadero aspecto ante el grupo—. Resulta que tú y yo, tenemos un largo historial que podemos compartir juntos.
—No... —Pacifica se petrificó al mirar la cara descubierta del hombre—. Esto... No puede ser... ¿Cómo...? ¿Por qué...?
—Pacifica... —Dipper imitó la expresión de la rubia—. ¿A qué se refiere este tipo...? ¿Por qué dice conocerte...? ¿Quién es él...? —Preguntó, contemplando a un joven de no más de veinte años de edad, de piel blanca y una cabellera rubia.
—Siempre es un gusto volver a verte nuevamente, hermanita. —Finalizó el hombre, mostrando una sonrisa que reflejaba la locura más pura.
—¿Joey...?
Continuará...
¡Hola!
¿Saben? Me gustaría que me dijeran si alguien de ustedes ya se esperaba algo así. Jaja, trate de hacerlo lo menos obvio posible, pero me gustaría saber si alguno de ustedes ya sospechaba que Joey era el que se encontraba detrás de todo. Me gustaría conocer su opinión.
Bien, solo restan dos capítulos a partir de ahora. Siendo hoy 3 de marzo del 2016, puedo decirles que el próximo capítulo ya está terminado. (Bueno, al menos en su fase alfa, aún tengo que corregir varias cosas. Es lo malo de no tener a un Beta que te asesore. Yo tengo que ser mi propio Beta) El punto es que aún tengo que comenzar a escribir el capítulo final. Lo haré en los próximos días. Por ahora descansaré un poco, ya que tanto este capítulo, cómo el próximo fueron los que más trabajo me han costado escribir. Pero sobretodo el siguiente, fue realmente agotador a pesar de ser ligeramente más corto que este. Ya descubrirán porque.
Por cierto, debido a algunos cambios en mi agenda que contrastan con las publicaciones de los capítulos en mis fics, debo recorrer las publicaciones que hasta ahora se hacían los días jueves a los días martes. Eso significa que el penúltimo capítulo lo estaré subiendo el día 15 de marzo. Espero verlos ese día por aquí.
A propósito, si aún no lo han hecho y gustan leer una pequeña historia de DipperxPacifica, pueden echarle un vistazo al One-Shot (Historia de un solo capítulo) que escribí la semana pasada llamado: "Un Día Bajo la Lluvia". Es corto y bastante tierno en mi opinión. No les tomará mucho tiempo.
Bueno, Por mi parte eso hasido todo por el momento, espero que les haya gustado y ya saben, si gustanpueden dejarme su opinión por medio de un comentario. Espero que tengan un buendía, tarde o noche en cualquier lugar dónde se encuentren leyendo esto. ¡Chao!
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