*** La actriz ***
El resto de la velada transcurrió lenta y más silenciosa aún de lo que lo había sido a su comienzo. Tras enterarse del fallecimiento de Olivier Lambert, ni Penélope ni Ibtissam habían vuelto a intentar tomar las riendas de la conversación, por lo que esta se había limitado a un par de frases anodinas, alguna broma puntual por parte de Aidan y una serie de interminables miradas cargadas de significado entre los distintos comensales. Elliot apenas prestaba atención a su supuesta novia; solo tenía ojos para su compañero de reparto, quien a su vez destilaba un aura de alegría cada vez que la estrella le sonreía. Ibtissam y Penny, por su parte, se interrogaban en silencio respecto al juego de Jota y los desastrosos e irreversibles estragos que estaba causando.
Un brownie compartido entre los cuatro y varios cafés después, abandonaron el local. Ninguno de ellos pagó. Sus representantes se habían encargado de gestionar esa colaboración con el restaurante de antemano. Unas fotos poco disimuladas de distintos rincones del lugar en los perfiles de Ibtissam y Elliot para insinuar que estaban cenando juntos pero sin hacerlo del todo público, una charlita con el chef tras abrazarse a él como amigos de toda la vida que había sido grabada por el móvil de un cliente un par de mesas más allá... ¡Qué sencillo resultaba montar una vida ficticia en la era de las redes sociales y los smartphones! Solo hacía falta saber qué ansiaba ver el público para poder dárselo envuelto en papel de seda.
De nuevo entre las columnas iluminadas que dirigían al portón principal, Ibtissam se aproximó a Penny.
–Esto va de mal en peor. Tenemos que encontrar la manera de frenar esta historia.
Penny entendió a la perfección que su amiga no hablaba de su supuesta historia de amor con Elliot, que había demostrado ser un fracaso ya en su segundo encuentro, sino más bien del gran PROBLEMA, así en mayúsculas, que se cernía sobre ellas como nubes de tormenta que amenazaban con el diluvio universal: besar, casar o matar.
Su ansiedad era evidente, por lo que la escritora intentó tranquilizarla:
–Es cierto que son demasiadas coincidencias, no voy a negarlo, pero es imposible que tengamos algo que ver con la muerte de Olivier. Todo el mundo conoce su amor por el motociclismo y le han pillado varias veces excediendo de forma inimaginable los límites de velocidad. Mónaco, curvas, despeñaderos e imprudencia dan un único resultado al juntarse: desgracias. Antes o después, algo así podía pasar...
–¿Pero por qué ahora? ¿Apenas horas después de decirlo yo entre risas?
–Supongoque tienes muy buen ojo para detectar patrones y nunca te habías dado cuenta,por eso al pensar en quién podía morir, detectaste que Olivier podría ser unode los primeros famosos en fallecer. Sea como sea, tranquilízate, Ib, en serio. En el hotel lo hablamos y seguro que lo ves de otra manera. Vamos aintentar terminar esta velada de una forma digna, aunque el resto de la mismahaya sido un desastre.
Ibtissam se mordisqueó el labio inferior, dubitativa. Resultaba poco probable que algo pudiese hacerla cambiar de parecer, pero en ese momento debía centrarse en otras cosas más banales, como la despedida de Aidan y Elliot. Bernardo no le había dado instrucciones al respecto y, por raro que pareciese viniendo de alguien tan metódico y controlador como él, únicamente la había invitado a dejarse llevar. No le gustaba esa obsequiosa propuesta; como buena actriz que era, se le daba mucho mejor acatar órdenes sin cuestionarlas que tomar sus propias decisiones durante una puesta en escena. Además, tenía la completa convicción de que habría alguien esperándoles fuera para grabar a la parejita de moda y después de enterarse del fallecimiento de Olivier, tenía ganas de cualquier cosa menos de plantarse una sonrisa en la cara y fingir un enamoramiento hasta los huesos que claramente estaba muy lejos de sentir.
Antes de alcanzar el umbral de la puerta, Elliot se dirigió a ella con el brazo extendido.
–¿Salimos?
Hola, actor. Adiós, personalidad real. Frente a ella, tan apuesto como siempre, se alzaba el personaje rompecorazones de Elliot Drake, ídolo de masas e icono de masculinidad, dispuesto a complacer a su público.
Penélope apretó el paso para reunirse con Aidan, ya que ninguno de los dos pintaba nada en la imagen romántica que Elliot Drake pretendía representar. El joven que estaba en la puerta comprobó que todos estaban preparados antes de dejarles libre el paso y despedirse de ellos con un movimiento de cabeza. Esa preocupación por confirmar que ninguno de los cuatro quedaba atrás debería de haberles parecido extraña a nuestras dos protagonistas, pero ninguna de ellas se percató; una de ellas estaba recomponiéndose para intentar continuar con el show mientras que la otra no había estado en un local como ese en su vida y desconocía si ese era el protocolo habitual de salida.
Cuandolas puertas se abrieron, Penny y Aidan salieron delante de la parejita. La escritora se sobresaltó al sentir algo rozándole el cuello. Pronto comprendió que era el brazo de su falso acompañante, que pretendía acercarla a su torso mientras alargaba el otro brazo al frente intentando cubrirse el rostro. Porque sí, Penélope no tenía ni idea de cómo había pasado, pero la calle del restaurante, un rato antes solitaria y calmada, estaba atestada de prensa y curiosos que querían observar de primera mano a qué se debía ese despliegue de medios. Justo loque Ibtissam había esperado y temido.
Los flashes comenzaron a golpearles en los ojos. Le agobiaron los fogonazos de luz y la presión que ejercía Aidan sobre ella. Quería desaparecer, volatilizarse como la persona anónima y desconocida que siempre había sido. Echó un vistazo hacia atrás en busca de la mirada de su amiga, más acostumbrada a esos contextos. Sus ojos estaban apagados, desconectados de la realidad, mientras el rostro se le encogía en un gesto compungido. Sin necesidad de mediar palabra, supo que Ibtissam necesitaba salir de allí cuanto antes.
Por desgracia, ese no parecía ser el plan de Elliot Drake, que después de desplegar todos sus encantos ante la prensa con una sonrisa en la cara y su mano entrelazada con la de Ibtissam, se paró en medio del gentío y se arrodilló.
Hincó rodilla sin ningún preaviso ante laatónita mirada de periodistas, curiosos y, en especial, de Penélope e Ibtissam. Multitud de flashes titilaron como luces de navidad y pintaron luces y sombras en la cara de Ibtissam segundos después de que Elliot Drake colocara su rodilla derecha en el suelo empedrado de esa calle de la capital y, en un más que ensayado castellano, soltara un discurso que terminó de desmoronar el ya destrozado ánimo de la actriz.
–Ibtissam Nahar, estoy cansado de escondernos, cansadode ocultar que desde que te conocí, soy otra persona. A tu lado, he aprendidoel verdadero significado de lo que es vivir. Me despierto y ya estoy pensandoen ti. A media mañana, cuando estamos separados, no paro de preguntarme quéestarás haciendo y si estarás recordándome tanto como yo me acuerdo de ti. Midía es un terrible hastío hasta que nos vemos, hasta que me llamas, hasta quesé de ti, porque oír tu voz, acariciar tu piel, ver mi reflejo en tus ojos... esoes lo que me hace feliz. Mi felicidad es estar a tu lado, hoy y siempre, porquetú curas mi tristeza y das sentido a mi vida, al paso del tiempo, a las letrasde todas esas canciones de amor que no entendía hasta que te conocí. Después detanto tiempo solo, al fin he encontrado a la única a quien mi alma ama y noestoy dispuesto a perderte por nada ni por nadie. Adoro nuestra profesión, peronunca me ha hecho ni nunca me hará la mitad de feliz que me hace estar contigo.Pese a lo que piensen los demás, soy un hombre normal, nada especial. Mispelículas quedarán atrás. Mi nombre será olvidado. Pero lo que podemosconstruir juntos... eso... eso durará para siempre. Por eso, cariño mío, hedecidido dar un paso más y me he atrevido al fin a mostrarle al mundo entero lohermosa que es la vida contigo, la persona a la que amo y con la que desearíacompartir el resto de mi vida. ¿Quieres casarte conmigo?
Como si de un truco de magia se tratara y sin que ninguno de los presentes se percatara del juego de manos que hizo Elliot Drake, de repente apareció entre sus dedos un hermoso a la par que peculiar anillo de pedida. La banda de oro, curvada de un modo elegante y estiloso, servía de base para deslumbrante y mucho más tradicional diamante en forma de lágrima. Esa lágrima de una claridad impecable permitía que la luz lo atravesara desde todos los ángulos, realzando su brillo, mientras pequeñas joyas adicionales engarzadas en los laterales añadían un toque de lujo y sofisticación a la joya. Una mezcla perfecta de modernidad y clasicismo digno de aparecer en la escena final de cualquier película de amor.
Ibtissam se quedó pasmada frente a él, abrumada por lo inesperado del momento a la vez que impresionada por la belleza de la joya. Casarsenunca había sido uno de sus sueños, por lo que no se había planteado jamás cuálsería su petición de matrimonio ideal, pero si algo tenía claro es que hubiesesido cualquiera menos eso. En ese instante, de hecho, lo más alto de unarecóndita cima en el punto más alejado del mundo le parecía un destinoinmejorable en el que estar. Un grupo de personas del público comenzó a aplaudir y a corear su nombre a modo de invitación para que respondiera de forma afirmativa a la pedida de mano de Elliot. Más que nunca, fue consciente de la presión de las cámaras, tanto las de los medios como aquellas de los viandantes que los rodeaban. Se había quedado sin habla y casi paralizada.
–¿Qué me dices, cariño? Por favor, di que sí –formuló en voz alta el actor, a quien los nervios comenzaban a delatar por medio de un pequeño temblor en la mano que mantenía el anillo.
Cualquiera habría creído que el hombre estaba nervioso ante la perspectiva de una respuesta negativa a la par que emocionado por la nueva vida que se habría paso ante ellos tras ese momento que, sin duda, acapararía portadas al día siguiente. Cualquiera habría creído estar frente a un hombre enamorado hasta las trancas... siempre que no hubiese estado sentado a la mesa con las dos parejas minutos antes, siendo testigo de la frialdad con la que trataba, hablaba e incluso miraba a Ibtissam.
Ibtissam volvió un poco la cara en dirección a Penny, que había lograrse zafarse de Aidan y la miraba a unos pasos de distancia con el semblante pálido y muy serio.
No podía aceptar esa petición de matrimonio ni por todo el oro del mundo. La joya era preciosa, sí, pero no era para ella, que siempre había imaginado en su anular algo menos ostentoso, sencillo y liso, como esperaba que fuese su gran historia de amor. Debía decirle que no se casaría con él, porque no era lo que deseaba. De acuerdo, en el juego de Jota lo pidió, ¡pero en teoría se trataba solamente de un juego! Ni siquiera se conocían. Es más, cada minuto que habían pasado juntos durante esa cena había estado más segura de que ella solo era la coartada para ocultar la pasión que Elliot sentía por Aidan. No pensaba convertirse en la tercera rueda de una relación ni aunquesu vida dependiera de ello. De hecho, hacía algún tiempo que venía notando que estaba harta de actuar y de soportar todo lo que conllevaba ser una de las actrices más populares del país. Había aguantado semanas y semanas de grabación, un proyecto tras otro sin apenas días de descanso entre ellos, pero se negaba en rotundo a seguir actuando el resto de su vida.
La respuesta era un tajante no.
Y aun así, no logró pronunciarlo.
Recordó las indicaciones de Bernardo antes de la cena: "déjate llevar, fluye". ¡Maldito Bernardo! Su representante debía de estar en el ajo desde el principio y no la había puesto al tanto de esa encerrona para cogerla por sorpresa y obligarla a decir que sí. Más le valía a ese tipejo ir actualizando su currículo; su relación laboral con ella había terminado.
No obstante, en ese momento tenía que hacer algo. ¿Fingía desmayarse? ¿Desvelaba a gritos la más que probable relación entre Elliot y Aidan? ¿Echaba a correr?
Ninguna de esas posibilidades le pareció lo suficientemente adecuada para salir airosa del momento y no podía pensar más, así que optó por ACTUAR. Así, con letras mayúsculas. Se convirtió en un personaje enamorado hasta las trancas y se lanzó al suelo a fundirse en los brazos de Elliot, que cayó de espaldas en la acera. Unas lágrimas más que practicadas manaron de sus ojos mientras besaba apasionadamente al joven antes de aceptar el anillo. La gente alrededor aplaudía y exclamaba palabras incomprensibles, ilusionados. No todos los días presenciaban una pedida de mano, y mucho menos de dos artistas tan populares como Ibtissam y Elliot Drake, a quien conocían en casa desde el abuelo hasta el nieto.
La sonrisa de Elliot Drake fue más radiante y amplia que nunca. Probablemente hasta él se hubiese sorprendido ante la rápida respuesta de aceptación de Ibtissam, pero atrapado en el hechizo del momento, correspondió al beso con el mismo ímpetu y fervor.
–Entiendo que eso es un sí –comentó, con unaexpresión de felicidad y alivio en la cara.
Se volvió hacia el público y exclamó:
–Señores, ¡voy a casarme con Ibtissam Nahar!
La muchedumbre estalló en un arrebatador aplauso que resonó tan estruendoso como el inicio de una tormenta.
Elliot tomó la mano de Ibtissam con delicadeza y le colocó el anillo en el dedo correspondiente. Ella se llevó la otra mano al pecho y se miró la sortija con falsa emoción antes de girarse en redondo y fundirse en un inesperado abrazo con Penny.
–Sácame de aquí, por favor –le susurró al oído.
Penélope no sabía muy bien cómo hacerlo, pero como caído del cielo, alcanzó a ver por detrás de la multitud un vehículo parado con el cartel de "Libre" iluminado. Ni siquiera se despidió de los dos chicos. Rauda como el viento, le hizo un gesto al taxista, apartó a las personas que estaban en el medio del camino y arrastró a Ibtissam al interior del automóvil. Mientras tanto, su amiga continuó ejecutando su papel y se tornó en dirección a Elliot para despedirse como pudo de él antes de mandarle un beso en el aire.
Pese a que el actor no había esperado esa reacción, la agradeció, ya que la atención de los periodistas se concentró en Penny e Ibtissam durante el tiempo suficiente como para poder desaparecer de la escena en compañía de Aidan. Se ahorraba tomar a la actriz de la mano, forzar una mirada cómplice entre los dos y abrirse paso entre la multitud con la cara de tonto enamorado que tan bien le salía después de tantas películas con tramas similares en las que había aparecido como galán. En cambio, podía perderse entre el tumulto y escapar con su compañero, amigo y quién sabe qué más.
Esa fue la última vez que Elliot Drake e Ibtissam fueron vistos juntos. La misma noche en que se comprometieron en un matrimonio que jamás llegó a convertirse en realidad.
Las dos chicas recorrieron las calles de la capital en el interior de un taxi sin destino. Elvehículo avanzaba lentamente, deteniéndose puntualmente en los semáforos enrojo, mientras su conductor aguardaba una indicación clara de hacia dóndeencaminarse.
–No me puedo creer que haya tenido el valor de hacer algo así –murmuró la escritora cuando al fin Ibtissam dejó de llorar.
Esa vez, las lágrimas eran verdaderas y sabían a ira, traición y desconsuelo.
–No puedo más, Penny. Te lo juro.
–¿Lo dices por Jota y...?
La actriz interrumpió con voz nasal a su compañera.
–En parte sí, pero no solo por eso. El desgraciado de Jota ni siquiera es el mayor de mis problemas, solo ha sido la gota que colma el vaso.
Penélope le ofreció un pañuelo para que se sonase.
–¿Entonces?
–No puedo fingir más tiempo ser quien no soy y quien nunca he sido. El colmo ha sido que Bernardo creyese que me casaría con alguien solo por fama.
–Con el tiempo que llevas trabajando con él, me asombra lo poco que Bernardo te conoce. Desde que comenzamos a hablar me di cuenta de que la fama es una de las cosas que menos te importan –señaló Penny.
La otra chica se llevó a la frente la mano en la que portaba la recién obtenida joya y apoyó sobre ella la cabeza, hundida.
–Tienesrazón. La fama nunca ha sido mi objetivo. Solo quería vivir de lo que amo, peroa Bernardo solo le interesa lo superficial. Los números. Los titulares. No séde qué me sorprendo. Ha jugado conmigo como si fuese su marioneta desde que me vio actuar en aquella obra de teatro del colegio.
Penny suspiró y se reclinó en su dirección para abrazarla. La otra chica se derrumbó en sus brazos y dejó que lágrimas rodaran libremente.
–¿Fue así como os conocisteis?
Ibtissam asintió con la cabeza.
–Mi tutor me recomendó unirme al grupo de teatro de la escuela para aprender a gestionar la ansiedad, mejorar mis relaciones sociales y, sobre todo, dejar atrás mi timidez. Desde pequeñita había tenido problemas a la hora de pronunciar las erres y eso había provocado muchas burlas por parte de mis compañeros, por lo que me había vuelto muy retraída y solitaria. Hasta que entré en el club de teatro y todo cambió. Descubrí que por medio de la actuación podía convertirme en uno y mil personajes distintos, ser quien yo quisiera, y así me enamoré del teatro.
–Me cuesta imaginarte como te describes, tímida y sola. Tedesenvuelves tan bien en un mundo en el que siempre eres el foco de atención...
Penélope no mentía. La actriz había sido famosa desde que era una niña y siempre se la había visto muy bien rodeada de actores, cantantes y artistas de todo tipo con quienes parecía llevarse a las mil maravillas. Rara era la imagen que tomaran de ella en la que no irradiase felicidad y confianza en sí misma, o en la que saliera sola. Era tan extraño que la escritora apenas pudo creerse que la gran Ibtissam Nahar le prestase atención durante el rodaje de la serie e incluso decidiese pasar tiempo a solas con ella.
Consciente de la incredulidad de Penny, Ibtissam esbozó una sonrisa melancólica y bajó la mirada.
–Eso es porque tú no has conocido a Paola Marín, sino a Ibtissam Nahar.
La boca de Penélope se abrió de par en par.
–¡¿Qué?!
De nuevo, la actriz asintió tácitamente.
–¿Paola...?
–Paola Marín –repitió Ibtissam–. Esa soy yo. Mi verdadero nombre es Paola.
Penélope no daba crédito a lo que estaba escuchando.
–Bernardo no me descubrió en un colegio de barrio con alto porcentaje de alumnado migrante, como siempre hemos contando en las entrevistas. Estudié en un colegio concertado católico en el que me lo hicieron pasar fatal, tanto los alumnos como las monjas. No mentía cuando conté que mis padres no tenían una buena situación económica, solo modifiqué un poco la realidad. Nuestro origen era distinto al del resto de estudiantes, ya que mi padre tenía que dejarse la piel mes a mes en su fontanería para poder costear mis estudios mientras que muchos de mis compañeros habían nacido con la cuchara de oro en la boca. Ahí estaban María de la Concepción y su madre, tenista de élite, Roque y Mariana de una larga estirpe de banqueros, Carlitos y Juan, hijos de Bernardo el cazatalentos...
–¿Por qué te cambiaste el nombre? –quiso saber la autora.
–Bernardo me vio en el escenario y les dijo a mis padres que había reconocido algo en mí que solo las más grandes estrellas tienen: un talento innato. Les doró la píldora de tal manera que pocos días después ya habían firmado un contrato con él para que fuera mi agente y representante. Prometió que antes de un año me habría conseguido un papel relevante en televisión, pero para ello necesitaba que perfiláramos mi personaje. Nos explicó que si exagerábamos mis orígenes humildes, mi popularidad subiría como la espuma. Sería el ejemplo a seguir para tantas y tantas personas que deseaban encumbrarse en el mundo de la actuación y les inspiraría a luchar por sus sueños. Se le ocurrió que podía representar mi primer papel para crear un personaje fuera de cámaras: la aspirante a actriz Ibtissam Nahar, huérfana después de que su madre se ahogase al cruzar el estrecho en patera huyendo de la guerra que poco antes le arrebató la vida a su padre.
–Y funcionó...
–Funcionó –continuó diciendo Ibtissam–. Antes de que pudiera darme cuenta estaba grabando mi primera serie, mis primeros anuncios e incluso mi primera película. Al principio, mi madre me acompañaba en función de falsa niñera, puesto que nadie podía saber su verdadera identidad, pero se ponía tan nerviosa haciendo su papel que un par de años después, cuando apenas había alcanzado mi primer cumpleaños con dos dígitos, puso mi destino y mi vida en manos de Bernardo y otros cuidadores y se quedó en casa, lejos de mí. Viéndome junto a mi padre en la pequeña o gran pantalla y en las fiestas de rigor. Ya han pasado más años de los que he vivido con ellos, en mi casa, en mi ciudad, antes de conocer a Bernardo. Para que ahora ese mamarracho me la juegue de esta manera...
Penélope sintió un pellizco de dolor en el pecho.
–Me resulta increíble que hayas aguantado todo este tiempo manteniendo una historia tan descabellada. Lo siento de corazón, Ib... Paola.
La actriz forzó una pequeña sonrisa.
–Puedes seguir llamándome Ibtissam. Sé que a estas alturas resulta prácticamente imposible cambiar la percepción que el mundo tiene de mí. Por siempre y para siempre, seré Ibtissam Nahar.
–No si tú no quieres –la interrumpió la escritora–. Dices que estás harta de hacer este papel, cansada de todo y de todos. ¿Por qué no lo dejas?
Ibtissam suspiró profundamente. La inspiración sobresaltó al conductor, que había ido siguiendo la conversación con suma atención todo el camino.
–Ojalá pudiera hacerlo. Llevo varios años pensándolo, pero no me atrevo. Desafortunadamente, soy tan famosa en este país que no podría pasar desapercibida en ningún sitio y no me gustaría tener que marcharme fuera. Y lo peorde todo es que cuanto más famosa me hago... más sola me siento –confesó.
–La fama puede ser una máscara pesada de llevar –respondió, muy seria, su compañera–, pero me alegra que hayas encontrado el momento para ser tú misma, al menos conmigo.
Las dos chicas estrecharon sus manos con fuerza, en un gesto que decía claramente "te tengo y no te voy a soltar; estamos juntas en esto".
–Además, conozco un sitio donde podrías comenzar una nueva vida sin grandes complicaciones. Una amiga profesora estuvo trabajando en el instituto de ese pueblecito y volvió encantada, enamorada de sus campos de manzanos, sus gentes y su río. Estoy segura de que, si te marcharas allí un tiempo, el público acabaría por relegarte al olvido, por feo que suene. Nada es para siempre.
–Puede que algún día te haga caso y pruebe suerte en ese lugar, pero ahora... Ahora mismo solo puedo pensar en cómo deshacerme de mi compromiso con Elliot Drake sin asesinar a nadie por el camino.
La escritora reflexionó unos segundos antes de tomar la palabra.
–Realmente nunca has aceptado. No has dicho que sí. Puedes hacer como si nada de esto hubiera pasado.
La insensata propuesta le robó una carcajada a la actriz. La merasugerencia de actuar como si nada le parecía una locura. ¡Seguro que en esemismo momento todas las redes sociales estaban invadidas por actualizacionescon su foto y la noticia de su "inminente" boda! No obstante, imaginar quepodía eludir el drama y las discusiones que le venían por delante le produjouna extraña calma.
–¡Claro! Ninguno de esos periodistas, medios de comunicación o amagos de paparazzi que nos grababan con sus cámaras van a esperar nada de Elliot y de mí en los próximos días.
–Puedes decir que esos vídeos son un deep fake que alguien ha falseado para desprestigiarte.
–No cuela, Penny, pero gracias por la sugerencia. ¡Dios! ¡Ahora mismo solo quiero estrangular a Bernardo y al maldito Jota!
La escritora volvió a darle la mano a la actriz para intentar calmarla.
–No creo que Jota tuviera nada que ver, Ib, aunque llegados a este punto debo reconocer que ya no sé qué creer...
–¡Al finparece que entras en razón! –exclamó Ibtissam a la vez que daba un pequeñoaplauso–. ¿Crees que deberíamos denunciar por brujería a Jota? ¡O mejor, tomar la justicia por nuestra mano y quemarlo como la bruja que es!
Penélope e Ibtissam rieron brevemente juntas.
–Para poder hacer cualquiera de las dos cosas necesitamos saber algo más de él. Su nombre completo, dónde está... Ni siquiera nos dio su número de teléfono.
–¿Y si lo buscamos en redes? –propuso Ibtissam–. ¡Espera, ya lo tengo! Volvamos al bar donde lo conocimos. Puede que lo encontremos allí.
Penélope no estaba muy convencida de que fueran a localizarlo con tanta facilidad y, aunque así fuera, nada les garantizaba que el chico de tez morena y cabello ensortijado tuviese algo que ver realmente con la serie de descabellados incidentes que habían tenido lugar en sus vidas esos últimos días.
–De acuerdo –terminó por aceptar–. Vayamos al garito del otro día. No perdemos nada por intentarlo.
La actriz sonrió, algo más calmada. Se resistía a seguir llevando un papel pasivo en su propia vida; quería tomar las riendas de su destino y la mejor forma que se le ocurría era enfrentarse a Jota.
Tras buscarla en internet, le dieron la dirección exacta del bar al taxista, que giró en el siguiente cruce y se encaminó hacia allí.
Mientras el vehículo transitaba por las adormecidas calles de la capital, Penélope se preguntaba si no encontrarían el chiringuito cerrado a esas horas.
Un zumbido se escuchó en el interior del taxi. Las dos chicas miraron sus teléfonos móviles, que habían silenciado al llegar al restaurante. Penny no esperaba que fuese el suyo y acertó. Nadie parecía recordar su existencia a esas horas de la noche. Ibtissam, sin embargo, esbozó una bonita y sincera sonrisa al contemplar la pantalla de su dispositivo.
–¿Quién es, Elliot? –la interrogó la escritora.
La actriz lo negó.
–No, nadie. Solo un amigo.
Tecleó un escueto mensaje sin que la sonrisa se borrase de sus labios. Penélope no se percató. Ya había desviado la mirada hacia la ventanilla, tras la que pudo contemplar peatones solitarios y semáforos en diferentes colores llenando de vida la oscuridad de la noche.
Una noche cualquiera en cualquier gran ciudad en la que dos mujeres tomaban la decisión de escribir su propio destino.
¿Os esperabais el pasado de Ibtissam así?
¿Qué habríais hecho en su lugar tras la inesperada pedida?
¿Y qué pensáis que va a pasar ahora? Contadme vuestras teorías, me encantaría saber cuántos podríais llegar a acercar el inminente final 🤩
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