Capítulo 4




No sabía por qué estaba tan nerviosa.

Tan solo iban a ser un par de clases, cinco, como mucho, hasta que él mismo no pudiera soportarlo más y me mandara de nuevo a casa. Tampoco era como si fuera a pasar algo, lo más probable es que acabara mandándolo a paseo antes de una hora, así que no entendía porque mi cuerpo seguía en alerta.

Pensé en dar media vuelta y volver andando hasta casa. ¿Qué daño podía hacer eso?

Pero ya era demasiado tarde, el sonido de pisadas acercándose hacia mí hizo que me quedara pegada en los escalones.

Una mujer de mediana edad abrió la puerta, llevaba su pelo recogido en un moño en lo alto de su cabeza e iba vestida con un vestido gris de franela. Me miró durante unos segundos antes de esbozar una sonrisa.

―Hola, tú debes de ser Aria― dijo mientras me hacía señales con la mano para que pasara. ―Yo soy Elizabeth, la madre de Blake, pero puedes llamarme Liz. Adelante.

―Encantada, Eliza... Liz― corregí. ―Y gracias.

El recibidor de por sí era grande, era amplio y estaba muy bien iluminado. Las paredes estaban pintadas con una mezcla de colores crema, dándole un aire acogedor, y los muebles hacían juego con ellas. Me quedé boquiabierta al ver como unas escaleras de mármol llevaban hasta el piso de arriba y a mis lados se extendían dos alas todavía más grandes repletas de cuadros y fotografías. Quizá pueda investigar un poco antes de irme...

Espera, ¿eso de ahí era un candelabro?

Liz me llevó hasta una sala con vistas al jardín trasero en la que había diferentes estanterías de madera y una gran mesa cuadrada con unas cinco o seis sillas.

―Puedes sentarte aquí, Aria. Blake no tardará en venir― aseguró. ―Mientras esperas... ¿Te apetece algo para picar? Tenemos de todo.

―No se preocupe, señora Sanders. Estoy bien.

―Muy bien. Iré a buscar a mi hijo, espero que no se haya perdido por los pasillos― musitó para ella misma.

―¿Perderse?

―Oh, hace tan solo un mes que nos mudamos aquí, cielo. Blake todavía necesita adaptarse a esta casa. Ya sabes como son los hombres― bromeó con una sonrisa. 

Asentí y empecé a sacar los libros de la mochila mientras observaba como las luces del jardín resplandecían en la noche. Era verdaderamente precioso.

Escuché varios pies bajando las escaleras y en menos de dos minutos apareció Blake cruzando el umbral de la puerta. Llevaba el pelo mojado y apuntando a todas las direcciones, con una camiseta de manga corta que se ajustaba perfectamente a su cuerpo y unos pantalones holgados.

―Agradecería que dejaras de acosar a todo el mundo que viene a esta casa, mamá. Al final nos quedaremos sin amigos― le pasó un brazo por los hombros y le susurró algo al oído.

Sonreí un poco al ver la actitud de Blake hacia su madre, por lo menos no era un cretino con ella

Elizabeth asintió alegremente antes de sonreírme una vez más.

―Os dejo estudiar, niños. Si me necesitáis, estaré arriba― se fue por el pasillo, pero volvió y sacó su cabeza por el marco de la puerta. ―No quiero escuchar sonidos extraños, ¿entendido?

El calor en mis mejillas ya estaba tardando en llegar, pero con esas palabras se mostró más vívido que nunca. Blake también parecía un poco avergonzado. Ambos asentimos mecánicamente y soltamos un suspiro cuando oímos el sonido de sus tacones repiquetear contra las escaleras.

Blake, entonces, perfiló una de sus arrogantes sonrisas y caminó hacia mí.

―¿Cómo tú por aquí? ―preguntó sentándose a mi lado.

―Pues resulta que estaba paseando por la zona y se me ocurrió visitar a la persona más encantadora del planeta para ver como estaba y ver si necesitaba algo― contesté poniendo los ojos en blanco.

―Deberías esforzarte más si quieres que la gente se ría de tus chistes, nerd― su expresión se endureció. ―Ahora en serio, ¿por qué has venido?

Levanté mis cejas a modo de pregunta. ¿Se suponía que no debía haberlo hecho?

―¿Por qué no? El profesor Hawkins me lo pidió.

―Que te lo haya pedido no significa que tengas que cumplirlo.

―Venga ya, Blake. ¿Tan mala es mi compañía que no vas a poder soportarme durante una hora? ― bromeé.

Blake abrió la boca para responder, pero levanté mi mano derecha antes de que las palabras salieran de sus labios.

―Mejor no contestes. No quiero oírlo.

―Ni siquiera sabías lo que estaba a punto de decir― contestó él con una de sus engreídas sonrisas. ―A lo mejor te hubieras sorprendido.

Sacudí mi cabeza, dando por zanjado el tema. Abrí el libro por la primera unidad y en seguida los ojos de Blake rodaron hacia arriba.

―Si crees que vamos a hablar de historia lo llevas claro, listilla― apreté la mandíbula ante su terquedad.

―Le prometí al señor Hawkins que te ayudaría a aprobar, y aunque seas un grano en el culo, es exactamente lo que voy a hacer. Yo siempre cumplo mis promesas.

―Soy un caso perdido, Calahan. No hay nada que puedas hacer por mí― se reclinó en la silla y empezó a girar un bolígrafo entre sus dedos.

―Te equivocas. Siempre hay otra opción viable.

―¿Y cuál sería esa opción en este caso?

―¿Qué tal si empiezas por dejar de comportarte como un niño pequeño y centrarte en algo más que no sea tú mismo? ― me crucé de brazos, retándole a que me contradijera.

―¿Qué hay de malo en tener amor propio? No es culpa mía si todo el mundo piensa que soy genial.

Pasé mis dedos por mi pelo para reprimir las ganas que tenía en este momento de gritar.

―Veo que también tendremos que trabajar con tu ego.

―¿Por qué lo dices?

¿Realmente me lo estaba preguntando?

―Está por las nubes. Me da miedo que algún día salgas disparado hacia arriba.

―Así que te preocupas por mí... Me siento halagado― dijo llevándose una mano al pecho.

Por el amor de Dios... ¿Iba a tener que pasar la mayoría de tardes aquí? ¿Con alguien que ni siquiera entendía lo que era la ironía?

Continuamos discutiendo acerca de quién de los dos tenía el ego más grande durante un rato más, hasta que Liz entró por la puerta y nos ordenara ponernos manos a la obra si no queríamos sufrir las consecuencias de haberla molestado con nuestra discusión.

Maravilloso.

♥️

―¿No podemos dejarlo ya? Llevamos más de media hora con esto― se quejó Blake, que se encontraba mirando al libro con desprecio.

―Sí, y todavía no nos hemos movido de página.

―¿Y? ― bostezó.

―¿Cómo narices has conseguido pasar de curso todos estos años?

―Tengo muchos trucos escondidos bajo la manga― me guiñó el ojo y cerró su libro estrepitosamente.

―Lo suponía― dado que apenas conocía la historia de su país, no me sorprendería en absoluto si me dijera que ha estado todos estos años tirando de artimañas para pasar la materia.

―¿Impresionada?

―Ni un pelo.

Blake soltó una carcajada sonora antes de levantarse de la silla y caminar hasta el mullido sofá en medio de la habitación para desplomarse en el como un muñeco.

―¿Conseguiré algún día que digas algo bueno de mí?

―No lo creo― me senté a su lado y jugueteé con varios mechones de mi pelo.

―Eres un amor de persona― dijo alargando las palabras.

Si esperaba que me lo tomara como algo malo, estaba muy mal encaminado.

―¿De veras?

―No.

Una risa se escapó de mis labios sin poder evitarlo. La mitad del tiempo Blake me recordaba a un niño pequeño en busca de atención, y cuando no obtenía lo que quería todo se reducía a su magullado ego y las disculpas que estaría esperando.

―¿Ahora dónde vas? ― cuestioné.

―Ya hemos estudiado bastante― hizo una seña con la mano para que fuera con él.

―Eso debería decidirlo yo. ¿No crees? ― me levanté del sofá y le seguí hasta el jardín trasero.

―Entonces déjame rectificar. Creo que ya te has reído bastante de mí― tiró de mi muñeca hasta que quedé pegada a su lado. Pude oler su jabón desde mi posición; olía a cítricos y a bosque, no sabía si existía algún olor que gritara "bosque", pero estaba segurísima de que era algo relacionado con él.

Al estar a principios de febrero, hacía horas que el sol había dado paso a la luna y a una oscuridad imponente salvo por las luces de la calle. El aire que se respiraba era frío y cortante, lo que me hizo retroceder un poco y abrazarme a mí misma a cause de mi sudadera como única prenda de ropa.

El jardín estaba iluminado por farolillos y luces colgando, parecía sacado de un cuento. Había varias hamacas colgando de dos árboles y una pequeña mesa para dejar bebidas y comida. Desde luego, la  madre de Blake había puesto todo su empeño en hacer de esto un lugar acogedor.

―Guau― murmuré maravillada. ―Es precioso.

―Lo es― coincidió. ―Desde que nos mudamos, mi madre ha estado como loca plantando todo tipo de flores y asegurándose de que todo quedara perfecto. También me hizo colaborar a mí, ¿sabes? Llevo más de dos semanas oliendo a pinos.

Sabía que era bosque.

―Un poco de trabajo duro de vez en cuando no te vendría mal― dije como si nada, acercándome a las flores para poder verlas mejor.

Blake suspiró y me llevó hasta la otra punta, hacia las hamacas. Nos hizo sentar en una y dirigió su vista a la nada.

―Que mi madre no te oiga decir eso. Piensa igual que tú. Juraría que sois iguales las dos, no os conviene pasar tanto tiempo juntas.

―¿Decías, querido? ― la madre de Blake entró al jardín con una bandeja y dos tazas de chocolate caliente. Cuanto la adoraba en estos momentos.

―Nada, mamá.

―Eso pensaba. He visto que no estabais en el salón y la puerta estaba abierta, así que os he traído algo de beber― nos dio las tazas antes de desaparecer de nuevo al interior.

―Es muy agradable.

Blake hizo un sonido de aprobación mientras sorbía de su taza.

―¿Por qué os mudasteis aquí? ― pregunté bordeando el borde de la mía con mi dedo.

Pasaron varios segundos en los que nadie dijo nada.

―Cambio de aires, nuestra antigua casa era demasiado pequeña. Algún día iba a terminar por asfixiarnos.

―Eso lo dices porque no has probado a vivir con Tyler.

Soltó una carcajada y me miró con incredulidad.

―He compartido vestuario con él, ¿recuerdas?

―No tiene nada que ver― reí al recordar todas esas veces en las que Tyler había hecho alguna burrada en casa. ―Tendrías que verlo por las mañanas.

―No me apetece tener esa imagen en la cabeza, gracias.

―¿Puedo hacerte una pregunta?

―Claro.

―¿Por qué dejaste el equipo de lacrosse?

Sentí como todo su cuerpo se tensaba y relajaba en un tiempo de cinco segundos.

¿Qué he dicho?

―No era algo que me disgustara hacer, pero no era mi pasión. Hubo un día en el que me desperté y no sentí la necesidad de seguir haciendo algo que no me llenaba. Me cansé, y punto.

―Entiendo.

―¿De verdad?

―Sí.

―Genial, creo que ahora me toca preguntar a mí.

―Mi vida no es tan interesante como la tuya― le recordé mirando a sus ojos avellana.

A lo largo de la conversación nuestras posiciones fueron cambiando. Ahora estábamos cara a cara, nuestras rodillas tocándose a causa del estrecho espacio que había en la hamaca, y todavía sujetando las tazas de chocolate vacías.

―No pongas excusas, Calahan. No te vas a librar de mis preguntas.

Extendí mis brazos a cada lado.

―Soy un libro abierto.

―Sí, sí que eres diferente.

―¿Gracias? ― fruncí el ceño ante su contestación.

―No me refería a eso, boba. Eres diferente porque eres la primera chica que ha tenido las narices de plantarme cara cuando me he comportado como un capullo y todavía no ha salido corriendo, porque has venido hasta aquí para hacer algo que ni siquiera te apetece y no me has tratado como si no tuviera cerebro, ni siquiera has intentado nada conmigo, a diferencia de las demás, e incluso te ha sobrado tiempo para meterte conmigo. Así que sí, Aria. Permíteme decirte que eres diferente.

♥️

―¡Venga ya! Pensaba que no eras un mujeriego― exclamé con una risa.

Blake me estaba contando varias relaciones pasadas y las próximas conquistas que tenía en mente, todo eso intentado hacerme pensar que era un pequeño ángel en busca de diversión.

―¡Y no lo soy! ¡Lo juro! Es más, llevo más de dos meses sin... ―levantó una mano mientras me explicaba.

―¡Vale es suficiente! ¡No necesito saber más! ― exclamé tapándome las orejas con las manos.

―Perdona, había olvidado lo inocente que eras― me guiñó un ojo.

Sentí un rubor subir por mi cuello hasta mis mejillas.

―No soy tan inocente como piensas― sonreí malévolamente.

―Ah, ¿no?

―No.

―Pues perdona que discrepe― contestó utilizando las mismas palabras que yo le dije antes, lo que me hizo pensar que sí me escuchaba de vez en cuando.

―Algún día te lo demostraré.

Tardé dos segundos en darme cuenta de lo que había dicho. Cuando lo hice, me quedé mortificada.

―¡No quería decir eso! Ha sonado muy mal.

―Ya me lo imaginaba.

―No puedo creer que haya dicho eso ― murmuré.

―Aria...

―¿Qué?

Cuando alcé la mirada, su cuerpo estaba pegado al mío. Nuestros hombros se rozaban y su frente estaba a milímetros de la mía. Mi respiración se entrecortó un poco, era complicado respirar cuando tenías a alguien tan cerca, y todavía más difícil si ese alguien se trataba de Blake.

La manera en la que me miraba era intensa y escondía algo primitivo en ella. No sabía muy bien que intenciones tenía ahora mismo, pero no tenía pensado quedarme a averiguarlo.

―Tengo que irme― murmuré en un susurro apenas audible.

Con cuidado, me bajé de la hamaca y entré disparada al salón, dispuesta a recoger todas mis cosas antes de llamar a Tyler. Blake me llamaba por detrás, pero fui más rápida y me dirigí a la puerta de entrada.

―Hasta luego, señora Sanders. ¡Gracias por todo! ― le dije cuando me la crucé en las escaleras.

―Adiós, cielo. Vuelve cuando quieras.

Sin más vacilación salí a la calle dando un inintencionado portazo y comencé a andar lejos de la casa. No sabía lo que había pasado ahí dentro, ni lo que podría haber sucedido si me hubiera quedado más tiempo, pero el corazón me latía a mil por hora y las rodillas me temblaban.

Busqué mi móvil en la oscuridad y marqué el número de Tyler con dedos temblorosos por el frío. Cuando por fin apareció después de quince minutos esperando en la fría y solitaria calle, entré dentro del coche sin decir ni una palabra hasta llegar a casa.

Lo único que quería era tumbarme en la cama y no volver a salir en lo que me quedaba de año.

Ya había tenido demasiadas emociones por hoy.

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