Capítulo 23

(N/A: A no ser que indique lo contrario, está desde el punto de vista de Aria)




―¿Aria? ¡Aria! ¿Me estás escuchando?― preguntó Leah, chasqueando sus dedos por mi cara.

Parpadeé varias veces antes de aterrizar en la Tierra. Miré a mi mejor amiga, la cual sujetaba una revista de moda en una mano y un café en la otra. Tenía los labios fruncidos en una mueca mientras me miraba expectante. Solo entonces me di cuenta de que había estado ignorándola completamente durante un largo período de tiempo.

―No, perdona, ¿qué decías sobre las faldas plisadas?

Leah gruñó en resignación.

―Aria, hace más de diez minutos que dejé atrás las faldas. ¿Qué demonios te pasa? Normalmente sueles estar más despistada. ¿Va todo bien?― puso una mano encima de la mía.

Dirigí mi vista hacia mis tejanos desgastados. ¿Iba bien? Todavía no sabía que pensar. La charla con Blake me dio mucho en que pensar. Estaba segura de que confiaba en mí, y yo en él. ¿Pero tanto como para volver a cómo estábamos antes? Mi confianza no era tan fácil de ganar... Mi interior gritaba que fuera a por él, pero mi cerebro no me dejaba avanzar.

¿Por qué era todo tan complicado? Estaba hecha un lío.

―No lo sé― murmuré deprimida. ―Sigo confundida.

―Pensé que Blake y tú habíais hablado las cosas― dijo suavemente.

Aunque supiera de nuestra charla, no sabía de lo que habíamos hablado exactamente. Prefería guardármelo para mí misma. Lo consideraba mi pequeño gran secreto.

―Y lo hicimos, pero lo único que ha conseguido es crear un lío todavía mayor. No sé que pensar.

―¡Pues no lo pienses!― exclamó como si fuera lo más obvio del mundo. ―Olvídate de chicos por un momento y centrémonos en el baile.

Un bufido escapó de mis labios al oír esa palabra. No quería hablar del baile, ni mucho menos de vestidos para el baile. Lo único que quería era tumbarme en la cama y leer hasta quedarme dormida.

―Preferiría no hablar de eso.

―¿Por qué no? Blake y tú tendréis que poneros de acuerdo en el vestuario tarde o temprano.

―¿Blake y yo?― arqueé una ceja.

―Pues claro, ¿aún no te lo ha pedido? No sé a que está esperando― Siguió hablando sola mientras yo procesaba lo que acababa de decir.

¿De verdad pensaba que iríamos juntos al baile?

―Leah... Escucha― la corté en mitad de su monólogo. ―Blake y yo no vamos a ir juntos al baile. Ni a este ni a cualquier otro.

Sus labios cubiertos de brillo formaron una redonda o, haciéndome creer aquello que ya sospechaba. Había malinterpretado todo.

―¿Qué? ¿Por qué no?

―Porque, aunque hayamos hablado las cosas, todavía hay demasiado territorio por cubrir. Que estemos en buenos términos no significa que mágicamente todo vuelva a ser como antes. Y aunque así fuera, dudo mucho que él quisiera ir conmigo.

Mi mejor amiga sopló resignada un mechón de su pelo.

―Es verdad que el amor te hace ciego... Aria, cielo, puede que el antiguo Blake no quisiera; pero este... Me apuesto un Gucci a que se muere de ganas de hacerlo.

―Y yo creo que simplemente estás delirando― rodé mis ojos, fingiendo indiferencia.

―¿Llegará el día en que me tomes en serio?

―Lo dudo mucho― dije levantándome del banco de madera en el que estábamos sentadas. —Nos vemos mañana.

―¡Espera!― gritó agarrándome de la muñeca.

―¿Qué pasa ahora?― Pregunté molesta.

―Hay un ligero cambio de planes― me lanzó una de sus famosas sonrisas que utilizaba cada vez que conseguía meterme en problemas.

―¿Cómo de ligeros?

―Puede ser que... Quizás... Os haya apuntado a Blake y a ti como voluntarios para el comité del baile― soltó las últimas de un tirón, pero las había escuchado perfectamente.

Respiré profundamente mientras intentaba contar hasta diez.

Uno.

―¿Aria?

Dos.

―¿Estás bien?

Cinco.

―¿No estás enfadada?

Veinte.

―Yo...

―¿QUÉ HAS HECHO QUÉ?― logré gritar a pleno pulmón a pesar de mi pesada respiración.

Leah cerró fuertemente los ojos a la vez que apretaba entre sus manos la revista que había estado ojeando antes. Mientras tanto, mi cerebro intentaba procesar lo que acababa de oír. Blake y yo. Juntos. Organizando el comité del baile de fin de curso. Solos.

¿En qué demonios estaba pensando?

De ninguna manera conseguiríamos ponernos de acuerdo, y mucho menos aclararnos con todo. Él y yo somos completamente diferentes. No terminaremos nunca, lo cual significa quedarme con él para siempre, cosa que no sería tan mala si pudiéramos estar al menos cinco minutos sin gruñirnos el uno al otro.

Volví a mirar a Leah, que parecía estar a punto de echarse a llorar. Respiré hondamente antes de volver a hablar. Aunque la hubiera pifiado, lo había hecho con intención de ayudarme, y no podía enfadarme por eso.

―Lo siento― murmuró cabizbaja.

Volví a sentarme a su lado y pasé un brazo alrededor de sus hombros.

―Está bien, Leah. No pasa nada. Me las arreglaré de alguna forma. Quizás no sea demasiado tarde para echarse atrás y decir que no estoy interesada.

¿Verdad?

Leah emitió un sonido desde su garganta que no me gustó nada.

―Leah...― inquirí.

―Pues la verdad es que ayer entregaron la lista a la directora.

―¿Qué quieres decir con eso?

―Que no hay forma de retirarse ahora.

―¡Leah!

♥️

El último timbre indicó el final de las clases para la mayoría de alumnos, pero no para mí. Yo debía quedarme hasta a saber que hora por culpa de Leah, decorando el gimnasio para el baile de fin de curso que tendría lugar a finales de semana y al que, por cierto, no asistiría.

La forma ideal de acabar un lunes.

Recogí mis cosas y las guardé en mi taquilla antes de pasar por secretaría a por las cajas de decoración. Por lo visto, éstas se reutilizaban cada año, ya que las luces y las guirnaldas seguirán siendo luces y guirnaldas aunque se cambiara la temática del acontecimiento.

―Aquí tienes, cielo― la mujer me entregó una gran caja que estaba segura de que acabaría rodando por el suelo. 

―Gracias— contesté antes de dar media vuelta hacia la puerta.

Antes de cruzarla y desaparecer pasillo abajo escuché dos voces familiares que venían del despacho del director, situado a la derecha de la gran mesa de la secretaria. Me giré con cuidado para que no se notara que estaba escuchándolos a hurtadillas y contuve el grito de sorpresa al ver a Blake hablando con el director. Ambos tenían las facciones serias e inexpresivas y como no era ninguna experta leyendo labios, no sabía de lo que podían estar hablando.

Incluso al no tener ni idea del tema, me quedé allí parada en medio de la sala con la caja entre las manos, intentando descifrar sus expresiones y ver si por arte de magia conseguía entender algo de lo que decían. La señora Marthin me miró de forma extraña varias veces, siempre murmurando algo parecido a "estos niños de hoy en día" por lo bajo. Mi respuesta fue decir que estaba esperando una llamada.

Pasaron varios minutos hasta que me acostumbré a simplemente observar la cara de Blake cuando vi que apretaba la mano del director en un saludo y se dirigía a la puerta. Iba a verme. Iba a verme de pleno si pasaba esa puerta. Presa de un pánico que hasta hace cinco minutos desconocía, mi primer impulso fue salir escandalosamente de allí.

Aún no estaba preparada para enfrentarme a él. No todavía. No cuando iba a verlo en menos de quince minutos en espacio reducido.

Antes de que la puerta se cerrase pude escuchar como me llamaba, pero simplemente seguí trotando pasillo abajo como formulaba en mi plan inicial.

Dios, que patética podía llegar a ser.

♥️

Blake

Para cuando entré en el gimnasio todo el mundo estaba ya manos a la obra. Con todo el mundo me refería a varios alumnos del comité de cursos inferiores, Jeff -con quien compartía cálculo los martes y los jueves, una tal Jennifer y su novio Marcus y yo.

Pero ni rastro de Aria.

Maldición, Ethan me aseguró que estaría esta tarde ayudando con los preparativos. Sabía que acabaría siendo una pérdida de tiempo. Probablemente se haya enterado de que yo estaría aquí y ha decidido no venir.

—Idiota...—murmuré.

Sería mejor que volviera a casa, aquí no tenía nada que hacer.

―¿A quién llamas idiota?― preguntó una voz detrás de mí.

Me giré rápidamente para encontrarme de cara con Aria. En sus brazos llevaba una caja de cartón que tenía escrita en rotulador negro la palabra "decoración". La misma caja con la que la había visto hace no más de diez minutos.

Decidí no sacar el tema y en cambio intentar acercarme a ella.

―A la persona que ha dejado que cargues con todo eso tú sola. Las señoritas no deberían cargar peso― hice ademán de sujetar yo la caja, haciendo que nuestras manos se rozaran "por accidente".

Esperé a algún tipo de reacción, pero nada. Absolutamente nada. ¿Será que mi confesión no la había convencido? Si ese era el caso, no sabía que más hacer.

―Gracias― murmuró con un pequeño rubor en sus mejillas.

Se ajustó las gafas de montura negra que llevaba y me indicó donde podía empezar a colocar cosas. Después se fue en dirección contraria hacia lo que sería la puerta de entrada.

Los minutos comenzaron a volar a medida que el gimnasio iba tomando forma de pista de baile. Ahora que hacía memoria, este fue el mismo gimnasio en el cual decidí cortar nuestra "relación" hace meses.

Seré imbécil. Normal que se alejara de mí. Probablemente esto le trajera malos recuerdos.

Como mi parte estaba casi terminada, decidí estirar las piernas un rato y me apeé. Mis rodillas agradecieron el descanso. Paseé mi vista por el lugar solo para descubrir que los demás se habían tomado una pausa. Solo estábamos ella y yo.

Interesante.

Lentamente, caminé hacia ella y me posicioné varios pasos detrás suyo. Dudo que notara mi presencia, ya que estaba convencido de que si ese hubiera sido el caso no habría tardado mucho en decirme que me apartara. Pero por lo visto, estaba demasiado enfrascada con su tarea como para darse cuenta de sus alrededores.

La observé subirse a una silla para colocar la pancarta de bienvenida al baile y la escuché maldecir entre dientes cuando se dio cuenta de que su diminuta estatura no le permitía llegar más arriba para enganchar el otro extremo del cartel.

Era casi cómico.

Casi.

Si no tenía cuidado podría acabar haciéndose daño, algo que me desagradaba totalmente.

Intentando no hacer mucho ruido para no sobresaltarla, caminé hacia ella y me posicioné justo detrás. Incluso con Aria subida en una silla, conseguía sacarle unos centímetros más de diferencia.

―¿Necesitas ayuda?― murmuré lentamente en su oído.

Como era de esperar, Aria dio un salto a causa del sobresalto que mi voz le causó, haciendo que no mirara donde ponía el pie y cayendo, literalmente, en mis brazos. Los suyos se aferraron alrededor de mi cuello mientras los míos la rodearon por la cintura, atrayéndola más hacia mí. Tenía la cabeza agachada, utilizando su pelo como una cortina que la separaba del exterior. Probablemente se estuviera ruborizando.

―¿Estás bien, Aria?― pregunté.

Ella asintió, todavía incapaz de articular palabra.

―¿Quieres que te eche una mano con el cartel?

―Puedo sola― dijo mirándome a los ojos.

―¿Estás segura?― arqueé una ceja y la señalé. —Yo diría que no.

Aria me regaló una de sus sonrisas ladeadas y resopló resignada.

―No es culpa mía que hagan sillas tan bajitas― levantó las dos manos a modo de excusa.

―Ven, vamos a colgar ese cartel― dicho eso, la cogí bien por las piernas y la subí a mis hombros como se sube a una niña de cinco años cuando quiere ver sus alrededores.

Aria, sin esperárselo, se agarró a lo primero que encontró. Mi pelo. La notaba tensa allí arriba, así que dije que se relajase o si no acabaría de nuevo en el suelo.

―De acuerdo, señor Sanders,― rodó sus preciosos ojos verdes ante mi afirmación. ―Veamos si puede hacer más de una cosa a la vez.

A petición suya, volvimos a recolocar el cartel, así que mientras ella ponía bien uno de los extremos, yo tenía que asegurarme de no dejarla caer y a la vez volver a ajustar la posición del otro extremo.

Digamos que un trayecto con Ethan en el coche hubiera sido mucho más tranquilo que esto.

"Ahora más a la derecha"

"No, a esa derecha, Blake"

"Espera, mejor a la izquierda"

Sí, definitivamente, nada era fácil con Aria. No es que me estuviera quejando, cualquier excusa era buena si eso significaba poder pasar un rato con ella.

Al final, conseguimos terminar de montar todo lo necesario por nuestra parte. Cuando los otros pringados regresaron de su pequeño descanso, decidí que era momento de tomarnos uno.

―¿A dónde me llevas, Blake? Hay muchas cosas por acabar― replicó Aria mientras se dejaba arrastrar por mí hacia una de las mejores cafeterías que conocía.

―Deja de quejarte y sigue andando, Calahan. Me lo agradecerás cuando hayamos llegado. Además, esos dos pardillos y compañía se han quedado dentro para terminar nuestra parte si hace falta.

―No hables así de Dake y Thomas. Al menos se han ofrecido a ayudar.

―¿De verdad llamas ayudar a jugar con su consola portátil y comer chocolatinas mientras dan órdenes a los demás?

―Ugh... Tú solo... Cállate, ¿vale?― sopló, rodando sus ojos.

―Está bien, de todos modos, ya hemos llegado.

♥️

Blake

La cafetería era uno de los mejores lugares para tomar cualquier cosa, y uno de los mejores sitios para charlar sin ser vistos u oídos por nadie. Necesitaba aclararme las ideas respecto a Aria y tener alguna idea sobre el punto en el que nos encontrábamos.

Al menos aquí podría pensar un poco mejor.

Mientras esperábamos nuestras bebidas me percaté de que Aria no paraba de juguetear con sus manos, signo que, por lo poco que he podido ver, hacía cuando estaba nerviosa o incómoda. Me pregunté cuál de las dos opciones estaría sintiendo ahora mismo.

―¿Estás bien?― cuestioné al cabo de unos minutos en silencio.

―Claro que sí, ¿por qué no iba a estarlo?― forzó una sonrisa en su rostro, pero a mí no me engañaba.

Para entonces, ya sabía que se cruzaba por su mente. Esto estaba siendo muy incómodo.

―Mira, Aria. No sé en que base nos encontramos, pero me gustaría que por lo menos pudiéramos hablar como lo hacíamos antes― confesé mirándole fijamente a los ojos. ―¿Crees que podríamos retomarlo a partir de ahí?

Aria pareció sorprendida al escuchar tales palabras, pero asintió levemente y añadió una pequeña sonrisa a la mezcla. Una pequeña pizca de orgullo se levantó en mí al vislumbrar un posible progreso.

Pasos de bebé, supongo.

Cuando el camarero llegó con nuestras bebidas ambos caímos en una conversación fluida y fácil de seguir. Hablamos de todo y de nada, tal y como solíamos hacer anteriormente. Parecía que esos dos meses jamás hubieran sucedido. Eso me hizo dar cuenta de cuan realmente todo había cambiado

Con la esperanza de que las cosas volvieran a estar en su sitio, tomé una decisión.

Solo esperaba que fuera la acertada.

♥️

Al acabar nuestras bebidas Blake dijo que le apetecía dar un paseo por un parque cercano de los alrededores. No queriendo estropear el buen ambiente que se había creado entre nosotros dos, acepté sin pensármelo dos veces. Además, ¿quién era yo para rechazar un paseo con Blake Sanders?

Quizás Leah tuviera razón y simplemente le estaba dando muchas vueltas a todo esto. Quizás todo era mucho más sencillo de lo que parecía y probablemente lo estuviera complicando con mis estúpidas paranoias y pensamientos negativos. Si ha habido prueba de algo hoy, ha sido lo a gusto que he estado con él. Quizás debería dejarme llevar de una vez por todas, dejarme de tonterías y asumir lo que de verdad estaba pasando entre nosotros dos.

¿Pero verdaderamente estaba sucediendo algo?

Vaya cacao mental, el que tenía yo.

Tenía que dejar de pensarlo todo mil veces antes de llegar a una posible conclusión. Eso sería lo mejor.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que Blake se había parado en seco delante de mí. Sus ojos estaban pegados a los míos, pero éstos no estaban aquí. Estaban mucho más lejos que yo, que este parque o de cualquier lugar que pudieras imaginar. Aun así, tenía la sensación de que me estaba mirando. Estaba mirando a través de mí, como si pudiera leerme con tan solo observarme. En verdad estaba segura de que podía hacer eso sin siquiera estar a mi lado.

Me acerqué a él con cautela, no quería sacarlo de ese trance en el que parecía encontrarse.

―Blake...― susurré colocando una mano en su mejilla. ―¿Sucede algo?

Sin previo aviso, una de las suyas cubrió la mía, dejándola pegada en su mejilla. Suspiró profundamente ante de mirarme.

―No pasa nada en absoluto— se acercó a mí con cuidado, como si fuera a romperme en cualquier instante.

―¿Entonces por qué estás tan callado?― susurré jadeante.

Si no fuera porque estaba totalmente concentrada en Blake, juraría que mi corazón estaba a punto de estallar. Mis latidos se podrían escuchar desde quilómetros a la redonda.

La mano que seguía junto a la mía trazaba círculos con el pulgar sobre mi dorso, mientras que con la otra puso su dedo índice sobre mis labios, indicándome que callara.

―A veces no decir nada es mejor que decir cualquier cosa― murmuró muy cerca de mí, nuestras narices apenas estaban a milímetros de distancia.

Y acto seguido, unió sus labios con los míos. Sin avisar, sin decir nada. Simplemente hizo aquello que ambos llevábamos tiempo esperando, pero éramos demasiado cobardes como para hacerlo. No sentí chispas, no sentí ninguna corriente eléctrica ni ninguna otra cosa parecida a todas esas historias que he leído innumerables veces. Pero sí sentí que por fin las cosas estaban bien. Sentí mil y una sensaciones y ninguna en absoluto. Juraría que me encontraba más allá de este planeta mientras le besaba, pero no iba a abrir los ojos para comprobarlo.

Espera, ¿cuándo los había cerrado?

Por lo visto, mis brazos cobraron mente propia y se enroscaron alrededor de su cuello, atrayéndolo hacia mí. Ahora que por fin teníamos lo que deseábamos no iba a dejarlo marchar tan fácilmente. Leah tenía razón, no debí tardar tanto en darme cuenta.

Los labios de Blake eran suaves y ágiles contra los míos. Quien lo llegaría a decir. Yo no, desde luego. Besarle podría convertirse sin esfuerzo en mi pasatiempo favorito, no tardaría en acostumbrarme si la cosa seguía así durante mucho más tiempo.

Sentí como sus brazos me apretaban contra su cuerpo antes de profundizar el beso un poco más y finalmente romperlo. Me dio un casto beso en la frente antes de abrazarme y dejarme hundir mi cara en el hueco que había entre su cuello y su hombro. Ambos teníamos las respiraciones pesadas y llevábamos una estúpida sonrisa en nuestra cara.

Si no fuera por mi corazón acelerado, juraría que estaba soñando. Pero esto era real, más real de lo que podría haber imaginado.

Nos miramos durante unos segundos antes de retomar el beso donde lo habíamos dejado, pero esta vez terminándolo antes. Definitivamente, había muerto e ido al cielo.

―¿Y bien?― preguntó Blake amplificando su sonrisa.

―¿Y bien qué?― cuestioné yo medio alelada todavía por el beso.

―No esperarás que después de este magnífico beso vaya a dejarte marchar así como así, ¿verdad?― arqueó una de sus cejas antes de volver a depositar en mí otro beso, esta vez en la sien.

―No iba a ir a ningún sitio— dije convencida.

―Bien, porque tenemos muchas cosas de las que hablar― me acarició la mejilla antes de reseguir mi labio inferior con el pulgar.

―¿De verdad crees que necesitamos hablar?

Le sonreí antes de ponerme de puntillas, lista para retomar la acción.

―No― y volvió a juntar nuestros labios una y otra vez.





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N/A: Tres capítulos para el epílogo :)

Gracias por todo vuestro amor <3

-A

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