Louisa: Problemas Con Mis Padres

El viaje en el carruaje se volvió complicado. Supongo que me pasé al decirle a mi madre como me sentía.

—Se supone que te casas dentro de un mes y medio —empezó a decir mi madre para cambiar del atolondrado tema del reino de mi padre—. Los preparativos están casi listos gracias a Atlas. Me hubiera gustado que te casaras en el reino de tu padre.

—Yo también, es más fácil controlar todo desde allí —comentó mi hermana viendo por la ventanilla. Ellas dos se sentaron juntas en todo el viaje, mi hermano Lucian de vez en cuando las mira de reojo. Se debe sentir algo desplazado al ser nuestra hermana la que habla temas políticos y no él.

Ellas dos repasaron la lista de invitados, la comida, los músicos (que al parecer tocará la banda de los amigos de mi hermana). Pero la manzana de la discordia es el mentado vestido.

—Tiene que ser grande, con una cola amplia y muchos apliques —protestó mi madre.

—No voy a cargar más de veinte kilos de tela porque tú quieras. Además, el vestido está listo —protestó mi hermana—. Es un hermoso vestido rojo, si es amplio, pero no como para evitar mi movilidad. Tiene mangas largas y abiertas al final. También tiene un corpiño dorado y con apliques de joyas rojas en el corsé.

Ellas discuten por otra media hora.

—Ya cállense, me tienen harto con lo mismo —exclamó exasperado mi hermano.

—Gracias —hablé aliviada.

—Estamos hablando cosas importantes —replicó nuestra hermana.

—Estamos en este maldito carruaje por cuatro días, ya me tienen harto con sus asuntos y sus discusiones —replicó mi hermano dejando el libro a un lado.

—Modera tu tono, te recuerdo que...

—Que son diosas y no podemos faltarles el respeto y toda la pomposidad de sus títulos —repliqué en defensa de mi hermano.

—Señorita, más te vale comportarte o... —me reprendió mi madre.

—¿O qué? Ya tengo suficiente con tener que estar en este carruaje. Ya mi castigo lo he cumplido —suspiré resignada.

—No se tienen que poner así. ¿O es que cuando te encierras con nuestra madre por días ahí sí tenemos que aguantarlo? —le recriminó Seraphine a Lucian.

—Tú no tienes que escucharnos y mucho menos aguantar nuestras discusiones —contraatacó Lucian—. Además, estamos en un espacio de menos de diez metros cuadrados. No es justo para nuestros oídos —me señaló y yo asentí.

—Ya basta, los tres. No es la hora ni el momento —dijo mi madre estirando los brazos como señal de paz entre mis hermanos.

—Es que contigo nunca es la hora ni el momento —dije cruzada de brazos.

—¿Disculpa? —exclamó mi madre mirándome con los ojos abiertos—. Mira Louisa, ya no sé cuántas veces hemos hablado de esto. Pero yo tengo grandes responsabilidades, que solo se van haciendo más pesadas. No puedo estar en todas partes haciendo malabares con ustedes y mis labores.

—¿Entonces para qué tuviste hijos si no te ibas a hacer cargos de ellos? —exclamé enojada. Ella me mira iracunda.

—¡¿Qué no me hice cargo de ustedes?! —explotó mirándome rabiosa—. ¡O es que lo que usas, la casa, el colegio y todo lo que tienes es qué! ¿apareció de la nada o tu papá lo sacó de la bola mágica? ¡Estoy harta que lo único que tengan que decirme es lo mal que lo hecho todo!

Se creó un silencio incómodo, donde ninguno de los cuatro nos vimos directamente.

Llegamos al palacio de mi primo segundo para su boda. Los cuatros entramos a la residencia y nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones. Por una desafortunada y cero oportuna ocasión, me toca compartir recamara con mis primas Flora y Fauna.

—¡Qué haces aquí, piojosa! —chilla Flora en medio de una sesión de peinado.

—No ando de humor —respondo molesta y me acuesto en una cama de las tres que hay.

—Esa es la cama de Fauna —protesta Flora interrumpiendo a su doncella.

—No me voy a levantar, si quieres, buscas a un guardia para que me levante si quieres —digo con la cara pegada a la almohada.

—Que falta de decoro de tu parte, digna de tu posición —exclama molesta y vuelve a que la sigan peinando.

—Lo dice la chica que corría por los jardines de su padre creyéndose árbol —digo en tono burlón.

—Me amargas, prima —exclama exasperada.

—¿Para qué te peinas si la boda es mañana? —cuestiono dándome la vuelta.

—Prueba de peinados, tengo que ver cual me queda mejor. Bueno, todos me quedan fabulosos —exclama fanfarrona.

—¿Te puedo proponer un trato? —le propongo sentándome en la cama de su hermana.

—Depende, piojosa —se voltea y su doncella le pone una última flor. Se aleja para admirar su creación. Flora se voltea y analiza su peinado—. Me gusta este, este es el definitivo.

La doncella suspira aliviada y procede a quitarle todo a su señora.

—¿Dónde está tu madre? —pregunto curiosa.

—Recorriendo la mansión del primo Demian —responde con la espalda recta, con un porte digno de una princesa—. ¿Y la tuya?

—Molesta conmigo —respondo cabizbaja.

—¿Qué le hiciste a la tía Lina? Ella es un amor —pregunta consternada. Buena parte de la habitación se encuentra iluminada, lo cual resulta molesto.

—Discutimos —digo triste—. Pero no fue mi culpa de hecho, fue culpa de Lucian que empezó.

—¿Cómo es posible que mi Luci haya increpado a tu madre? —pregunta afligida—. Eso es imposible, él es un amor.

—Para ti todos son tus amores —exclamo burlona.

—Excepto tú, por supuesto.

La doncella termina y nos deja a solas.

—Aunque tú no eres la única que ha peleado con su madre —ella deja un poco su actitud de superioridad.

—¿Por qué peleaste con tu madre? —pregunto interesada.

—Por culpa de Fauna, mi madre malinterpretó lo que dijo y ahora piensa que no la queremos —ella se levanta y se acerca hacia la cama, pero no se sienta—. Lo que sucedió fue que ella nos propuso que la visitáramos en el último mes del verano, pero no aceptamos porque no queríamos pasar el verano con ella, sino con nuestro padre, ya que en Solaria hay más cosas que hacer. Porque con mamá estaremos encerradas en su palacio por todo un mes —ella titubea para sentarse en la cama, pero al fin lo hace.

—Yo quisiera pasar todo un mes con mi mamá, que me dedique todo ese tiempo —digo triste.

—Yo también, pero no en su reino. En Solaria estábamos bien, pero con todo lo que está sucediendo en el universo, mi madre le dijo que no a Solaria —ella suspira nostálgica—. No me gusta que mis padres estén separados.

—A mí tampoco. Pero es más el tiempo que están separados, que a veces me resulta extraño cuando pasan más de cinco días juntos —confieso honesta—. No me gusta que mi padre sea rey. Me gustaba como era antes, en su planeta, enfocado solo en problemas específicos. Ahora no lo veo nunca.

—Mis padres tienen un reino más pequeño que el de tus padres. Entre mayor sea la responsabilidad, mayor será el tiempo que le pongan en sus deberes —ella mira hacia la cama vacía y llena de plantas por la cabecera—. Nuestro bisabuelo, me prepara para que sea reina de Natura ¿lo has escuchado? —asiento—. Es tan grande, tan amplio. Que me da miedo siquiera imaginarme sentada en el trono del gran árbol. Pero bueno, supongo que eso no lo entenderías considerando...

—Te recuerdo que mis padres tienen más tierras y poder que los tuyos, así que mejor cállate —resoplo agotada—. Yo no sé qué voy a hacer con mi vida, si te soy honesta —digo con una mueca—. Tal vez mi padre me dé unas tierras de este reino o yo que sé. Pero, no quiero gobernar nada. No quiero ocuparme tanto que ni siquiera pueda ver a mi familia o tener tiempo para mí.

—Creo que nacimos en la familia equivocada —lamenta Flora. Voy a decir algo, pero la puerta se abre y entra mi padre.

—Hola chichas, Flora. Mi hermana te está buscando, por favor ve con ella —le dice mi padre educado. A ella no se lo tienen que repetir dos veces y se va casi corriendo.

—¡Suerte piojosa! —grita cerrando la puerta.

—Supongo que mamá ya te contó su versión —digo cruzándome las piernas.

—Está llorando en su habitación —masculla molesto.

—¿Y se supone que es mi culpa? —pregunto a la defensiva—. Tiene otros dos hijos más.

—Sí, pero esto no es la primera vez que ustedes dos tienen un altercado —habla serio—. Hemos hablado contigo, explicado como son las cosas y aún no entiendes.

—Si con explicar es darme un breve engaño diciéndome que estarás por fuera por casi un año. Y que nunca volveré a mi hogar, entonces creo que no eres muy bueno dándolas —comento sarcástica.

—Los cambios que hemos vivido han sido abruptos, eso lo reconozco. Pero eso no te da el derecho de tratar a tu madre como lo hiciste —replica suavizando su tono de voz—. Entiendo por completo que extrañes nuestra vieja casa, yo también lo hago —él suspira—. Pero tengo nuevas obligaciones que me sobrepasan y donde vaya, tú vienes conmigo, te guste o no.

—Pero tú haces viajes por todo el reino y no voy contigo —replico molesta.

—Te intentaron secuestrar en la capital ¿piensas que es seguro que vayas conmigo? Me enfrento a batallas, a enemigos que me quieren muerto —él se corta por un momento—. Estamos viviendo tiempos difíciles, tu madre, la familia, yo. Lo menos que necesito ahora son estos berrinches. Te necesito a salvo y comportándote correctamente ¿es mucho pedir?

—¿Es mucho pedir tener a padres normales? —cuestiono a la defensiva.

—Nunca hemos sido normales, pensaba que ya sabías eso —cuestiona con el ceño fruncido.

—Solo quiero que pasen tiempo conmigo y no me dejen sola en un castillo completamente desconocido y pretendan que voy a tener una sonrisa de oreja a oreja —digo dolida.

—¿Y qué pretendes que haga? Dime porque al parecer tu madre yo no sabemos qué otra forma tratarte —habla enojado.

—Solo quiero que estén conmigo y me hagan sentir que me quieren. ¡Porque al parecer todo es más importante que tus hijos! —exclamo exasperada. Él medita mis palabras y se acerca hacia a mí y ahora es él que me consuela en sus brazos.

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