Louisa: Mis Padres
—¿Puedo sentarme? —pregunta el hijo de la señora Laila. El banquete por la boda de mi hermana, ya ha iniciado hace unas cuatro horas.
—Como sea —respondo sin ganas. Él se sienta a mi lado y observa toda la celebración.
—Para ser un ambiente festivo, no te veo con la misma emoción —dice sin apartar la vista de la fiesta. Mi hermana baila animada con su esposo al igual que mis padres bailan juntos—. ¿Sabes? Es lindo ese sentimiento, bailar con alguien que amas.
—¿Y por qué no bailas con tu esposa? —replico sin ganas de hablar.
—Está ocupada —Él se voltea a verme—. Estás enojada, eso lo puedo notar.
—¿Qué quieres? —lanzo harta.
—Solo busco hacer conversación —Él sonríe y un mozo le entrega una copa—. Escuché que tu padre se irá —Frunzo los labios y no digo nada, él continua—. Entiendo lo que sientes, mi padre también tiene una profesión que lo mantiene lejos de casa.
—Al parecer, todos cuando se convierten en dioses, se alejan de todo —digo sin contener mi enojo.
—Ganas el poder para manipular el universo, pero no suficiente para que tus seres queridos estén a tu lado —responde y le da un trago a su bebida—. Supongo que no te puedo ofrecer esto —mira su copa de licor—. Aunque si te soy honesto, el licor no quita el dolor, por mucho que la cultura popular se empeñe en lo contrario.
—¿Y todo esto para qué?
—Solo quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que quieras. De un hijo con padre ausente a otro —él le da un último trago—. Al principio te dolerá, pero con el tiempo te volverás indiferente. Hasta que de una forma retorcida copies los mismos patrones de conducta que tanto te quejaste de joven.
—¿Por qué no puedo tener padres normales?
—Porque el destino es una perra y es mejor que lo sepas de joven que, cuando tengas mi edad o la de tus padres o abuelos —responde mirando a un punto fijo en el salón. Su esposa está hablando con unas mujeres—. Aunque a veces no tanto. Te dejo en tu rabia, joven princesa.
Paso el resto de la fiesta sentada, ignoro a cualquiera que busque tener una conversación conmigo. Me levanto de mi asiento y me voy a mi habitación a llorar. No tengo ánimos de celebrar nada. Solamente quiero odiar todo lo que me rodea en paz. Odiar que no volveré a ver a mi papá por unos veinte años. Odiar que mis hermanos me ignoren. Odiar a toda una naturaleza. Si esos malditos seres de luz no hubieran provocado esa maldita guerra, yo no estaría en esta situación. Estaría en mi planeta con mi papá conmigo, que él fuera solo para mí y de nadie más.
Me acuesto en la cama a llorar y a quedarme dormida hasta que noten que me haya ido. Aunque para ser sincera, eso no sucederá. Mi padre estará tan ocupado en hacer aliados que no notará mi ausencia. Mi madre estará con él como esposa orgullosa, primera vez que eso sucede. Ella raras veces iba a los eventos del planeta de mi padre, muy pocos bailes, era extraño verla. Seraphine estará disfrutando con su esposo y Lucian estará conquistando a una chica para luego acostarse con ella o estará haciendo la labor política de mi madre. Es lindo tener a alguien con quien pasar el rato.
Me levanto de la cama y veo por la ventana, la fiesta aún sigue. Pero la diferencia es que hay más espectros que personas, supongo que eso se debe a Atlas. Me siento en el alfeizar a observarlos, ellos son criaturas diversas, con formas diversas. Se podrían decir que son monstruos, pero ¿la apariencia define la maldad de una persona o lo hacen sus acciones?
No llego a la respuesta porque tocan a la puerta. Me volteo y entran las hijas de mi tía Luna con su madre detrás.
—Sabía que estarías aquí —habla Flora caminando hasta mí—. ¿Qué tienes?
Mi tía Luna les da unas órdenes a sus guardias y cierra la puerta, ella se gira viéndome con una mueca.
—Oh, mi niña ¿qué tienes? —Ella se acerca hacia a mí y me acuna en sus brazos—. Tus padres me dijeron del viaje de Tristan ¿quieres hablar de eso conmigo?
—¿Por qué se tiene que ir? —chillo en sus fríos brazos, desde que se convirtió en una diosa, su tacto se ha vuelto más frío, pero sin perder su cariñoso toque. Me pongo a llorar con más fuerza.
—A mí tampoco me gusta que se vaya, pero hay ciertas responsabilidades que no se pueden eludir —ella me acaricia el cabello.
—¿Y qué sucede con su responsabilidad de padre, esa si la puede hacer a un lado? —le recrimino mirándola. Ella pone una mueca.
—A veces no podemos hacer todo al mismo tiempo, pero eso no significa que no te quiera —Ella parcialmente sonríe—. No estarás sola, tienes a tu madre, a tus hermanos...
—Vaya compañía —resoplo—. Una madre que solo veo cinco veces al año, un hermano que no conozco muy bien y la otra está haciendo los deberes de papá.
—No seas tan dura con tu familia —Me reprende—. Todos hacen lo mejor que pueden.
—Excepto ser una familia para mí —replico cruzada de brazos. Ella se queda pasmada, pero no dice nada—. ¿Puedo irme contigo?
Ella se asombra.
—Tus padres...
—Mi padre se irá por unos veinte o más años a recorrer el universo. Mamá tiene su propio reino, al igual que mis hermanos. Van a estar lo suficientemente ocupados en mantener la estabilidad política como para prestarme atención.
—Y nosotras tendremos a alguien con quien hablar —interviene mi prima Flora desde la cama observando la escena con su hermana a su lado.
—Tendría que hablar con tus padres al respecto —ella acepta. Las cuatro nos vamos a la cama. Mi tía nos cuenta una historia para quedarnos dormidas. No es mucha molestia el espacio de la cama, es bastante grande como para caber todas.
Logro dormir por bastante tiempo. El sonido de unas voces me despierta, la tía Luna no está. Me levanto de la cama con cuidado y me asomo a la puerta. Puedo escuchar la voz de mi tía hablando con mi mamá.
—Louisa no se irá a ningún lado —replica mi madre—. Ella estará conmigo.
—Me lo pidió llorando, todo esto le está afectando —replica mi tía Luna.
—Sé que no paso el tiempo que se supone que debo, pero hago lo mejor que puedo. Estaré más presente en su vida —Mi mamá se escucha desesperada—. Sé que no soy una madre normal, pero amo a mis hijos, hago todo para que ellos estén lo más cómodos posibles...
—Los niños no solo quieren comodidad, quieren a sus padres con ellos —expresa mi tía deprimida—. Sé que haces lo mejor que puedes, y que esta situación con Tristan es complicada. Pero no te olvides de tus hijos Lina. Louisa te necesita, quiere sentir que tiene una madre y no una extraña que dice serlo.
—Lo sé, por eso estaré más tiempo con ella —dice mi madre más optimista.
—Ella puede visitarme cuando quiera, igual tú y mis sobrinos —Mi tía Luna comenta. Escucho que los pasos se acercan a la puerta y yo me voy veloz a la cama. Pero Flora y Fauna se hicieron dueñas del colchón.
La puerta se abre y mi madre con mi tía entran en silencio. Ellas me ven y yo me pongo nerviosa.
—Las gemelas me echaron de la cama —respondo lo más rápido que puedo.
—Estaba buscándote —dice mi madre con una sonrisa—. Quiero pasar tiempo contigo si tú quieres.
—¿Por qué? —replico seria.
—Porque eso es lo que hacen las madres con sus hijas —dice acercándose hacia a mí—. Sé que no hemos pasado mucho tiempo juntas, pero quiero cambiar eso. Me gustaría que me acompañaras en mis viajes, que fuéramos más cercanas.
—¿Por qué ahora? —la miro crítica.
—Porque no me di cuenta que te estaba lastimando, sé que no soy lo que tú quisieras que fuera. Pero quiero intentarlo, quiero que seamos unidas —Ella se acerca más—. Hagamos todo lo que tú quieras ¿te parece?
Ella y yo nos abrazamos, no sé por qué no siento nada. Se supone que debo sentir algo ¿no? El abrazo no dura mucho y nos soltamos, ella me pide que la acompañe abajo y accedo. Mi tía se queda con sus hijas.
La boda de mi hermana todavía se celebra, mi padre se encuentra sentado conversando con mis abuelos. Corro hacia a ellos, mi padre me recibe en sus brazos y mis abuelos sonríen.
—¿Dónde andabas? Me tenías preocupado —dice mi padre llenándome de besos.
—Estaba durmiendo con mis primas —respondo en sus cálidos brazos. Mi madre se acerca a nosotros y se sienta en la mesa al lado de mi padre—. Y mamá me encontró
—Eso es bueno —Él mira a mi mamá con una sonrisa—. ¿Y dormiste bien?
—Más o menos, las gemelas abarcaron casi toda la cama —respondo con una mueca.
—Y supongo que tú que duermes como una estrella de mar, no te gustó —Él me acomoda el cabello y yo lo miro mal—. ¿Acaso piensas que no es verdad? Cuando te escapabas todas las noches a dormir conmigo y me echabas fuera de la cama.
—No te echaba, solo me hacía un lugar —replico ofendida.
—Pero admites que es verdad —él sonríe para sí mismo. Mis padres empiezan a hablar con mis abuelos de asuntos mediamente importantes. No me importa no participar de la conversación, solo quiero estar así con mi papá todo el tiempo que pueda.
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