Tristan: Aliados Y Conspiradores.
El señor Seth y yo nos encontramos en la sala de reuniones del reino de las sombras solucionando y apaciguando a los consejeros y ministros del rey Robert. Mi llegada al castillo fue de múltiples emociones. Todos esperaban que él regresara victorioso en su caballo al lado del señor Seth, sin embargo, si vino su rey, pero no el que esperaban. Aitana fue la que expresó su profunda tristeza y dolor. El hombre que la ha criado desde que era una bebé ha muerto de una forma horrible. Sus ministros y amigos siguen furiosos.
—¡Tenemos que vengar a nuestro rey! —exclama el ministro Hamilton. Se escuchan varias voces apoyando su moción—. Esto no se puede quedar así.
—Esas escorias de la luz destruyeron gran parte de los ejércitos principales, también hay que vengarlos —proclama el ministro Rowan.
—Una guerra de esa escala solo ocasionaran más muertes, muertes de hombres inocentes de nuestra parte —contraataca el señor Seth. La sala está dividida en dos bandos, los que quieren guerra con el reino de la luz y los que no quieren más sangre derramada. Yo me siento en el medio, en la antigua silla del rey Robert. Recibí miradas hostiles y llenas de odio por ocupar esta silla—. Robert era mi amigo, pero también hay que ser racional. Enviar a nuestras fuerzas es inútil, no llegarían ni siquiera a la frontera con los centrales por la luz. Lo que hay que hacer es reforzar las fronteras y controlar que no haya más ataques de la luz, incluso de nuestra parte.
—¿Y quieres que lo aceptemos como rey? —me señala Hamilton lleno de rabia—. Preferiría que el bastardo de Robert y Olena tome el poder antes que él.
El secreto de los padres de Atlas tarde o temprano se destaparía.
—¿Y que tu hijo haya muerto en vano por la selección de herederos? —replica el señor Seth. Mi señora Laila me había dicho que el dios de la muerte podría ser más cruel hablando que peleando.
—Eso no importa ya —replica Hamilton menos rabioso—. Lo que importa es la supervivencia del universo y ponerlo en manos de un niño, lo único que hará es destruirlo.
—No necesito destruir nada porque las bases de inestabilidad se han sentado mucho antes de que yo naciera —digo tranquilo, me inclino un poco hacia adelante—. Hay movimientos planetarios de independencia desarrollándose justo ahora, los espectros solo esperan el momento para tomar la capital. Y todos con un sentimiento en común, todos sintiendo un profundo odio por el fallecido Robert. Tal vez era un amigo o padre, pero no era un buen rey y ustedes solo ven por su propio interés. Piensan que el reino del Oeste es solo este pequeño terreno que llaman capital. En vez de preocuparse en librar una guerra que no van a ganar por muchas ganas que tengan, preocúpense más por sus asuntos internos que son bastantes.
Todos me miran abruptos, llenos de odio y desprecio.
—No quieren a los Godness gobernando tierras sombrías, lo respeto. Pero no tienen opción —digo mirándolos a todos. He puesto en práctica algo que aprendí desde pequeño, no hay nada que irrite más que la tranquilidad de un hombre. Cuando muestras emociones como la rabia o ira, solo demuestras debilidad—. Solo piensen si cumpliéramos los deseos del señor Hamilton, enviar a todo nuestro ejército a combatir a los seres de la luz. Se cumplirían las palabras del señor Seth. Nos quedamos sin ejército que nos protejan, los espectros aprovecharían y Olena atacaría y detrás de ella, los gobernadores planetarios. Sin ejército, sin reino, sin ninguno de ustedes en sus cargos. Y volviendo a los tiempos de conquista del señor Seth. No sé ustedes, pero yo no quiero eso.
La sala se apacigua y mis palabras hacen efecto.
—¿Y qué sugiere? No quiero guerra, pero también comprendo que la muerte del rey no debe de quedar impune —habla el ministro Gerald.
—Primero debemos asegurar la paz con los espectros —se escuchan objeciones e insultos—. ¿Puedo hablar? Porque creo que estoy con personas civilizadas —los presentes se van calmando—. Les voy a hacer franco, traficar con los espectros es lo más fácil que hay —algunas caras me miran aturdidos. Lo menos que esperaban que yo fuera un traficante. Pero para ser honesto, así hice mi fortuna—. Hace más de trescientos años no pasan las flotas imperiales para inspeccionar los planetas. Muchos hacen los que se les da la gana, incluido yo. Nadie le teme al rey porque ni siquiera saben quién es su rey. Los espectros no son estúpidos y han sabido hacerse ricos pese al bloqueo. Yo prefiero tenerlos como aliados y que me paguen sus impuestos, a que sigan haciendo de las suyas sin que yo reciba una tajada de sus ganancias.
Algunas caras se miran asintiendo. No hay nada que no atraiga más a un político que el dinero.
—Y con el tema de los seres de la luz, el gobierno no fue el que dio el golpe en las tierras de mi hermana. Fue un golpe solitario de un señor de una casa solitaria —miro al señor Seth—, por lo que tengo entendido, su ejército cayó y su líder está bajo custodia de la reina Laila.
Todos miran al señor Seth.
—Mi esposa se encargó de revisarle su mente, solo queda impartir la ejecución —él habla sin emoción. Todos empiezan a decir cómo quieren ejecutar al joven traidor, desde desmembrar cada parte de su cuerpo hasta enviarlo a que las sombras consuman su cuerpo hasta que no queda rastro del idiota que quiso derrocar al imperio de mi familia. Lo que no entiendo es ¿por qué en tierras oscuras, por qué no en tierras de la luz que no tienen tanta preparación bélica como nosotros? Hay algo que me están ocultando, lo bueno es que, ahora tengo el suficiente poder para exigir la verdad.
El consejo se logra apaciguar y hacemos lo que propuse, algunos a regañadientes por haber matado sus ganas de conquista. Se le envía una citación a Olena y a su consejo para coordinar el fin de sus sanciones, siempre y cuando cumpla con nuestras exigencias: fin de las guerras o conflictos entre casas dentro de su reino, el que tenga ya un territorio, se quedará con él para siempre y solo se podrá transferir a los herederos declarados de sus señores. Fin de la piratería e incursiones fraudulentas en el océano. Una serie de impuestos aduaneros razonables tanto para ella, como para los que importen sus mercancías. Impulsión de las fuerzas imperiales para el descubrimiento y control de los planetas.
Y para mis amigos gobernadores tengo planeado otras exigencias. Como tal los planetas comercian y se defienden entre ellos mismos, algunos recurren a comerciar de forma ilegal con los espectros por muy increíble que parezca, son excelentes comerciantes (siempre y cuando sepas tratar con ellos). Al facilitar el comercio, unos impuestos razonables y protección de sus mercancías en el viaje interestelar, lograré apaciguarlos. Los movimientos independentistas surgen desde la necesidad de tomar sus propias decisiones sin tanta burocracia que limita el crecimiento económico. Les envío cartas a todos los gobernadores de los planetas encontrados y colonizados.
Llegando el caso, tengo que regresar a mi propio planeta para avisar y a dejar a un nuevo gobernador. Tengo a Bernadette y al señor Barnes en mente, pero la verdad lo voy a dejar a decisión del consejo. El mejor candidato surgirá o me tocará escoger a alguien que no arruine mi progreso en mi planeta. Le informo a Aitana de mis planes y ella me mira confundida.
—¿Sabes que puedes enviar un emisario? Ahora eres... —ella le cuesta pronunciar esas palabras como a todos en este lugar—, el rey.
—Tengo a mi hija y mi dinero allá, estoy resolviendo todo para mudarme —digo levantándome del enorme escritorio de Robert Stonewell—. Sé que no quieres esto, pero tenemos que trabajar en equipo.
—Nadie te quiere como rey y lo sabes —ella se sienta en el mueble con confianza, tiene el rostro demacrado e hinchado por llorar por la muerte de su padre adoptivo—. Y a mí tampoco me querían como su hija, me despreciaban. Ahora acuden a mí para ayudarlos a derrocarte.
—¿Me dirás sus nombres por lo menos? —pregunto rodeando el escritorio y sentándome delante de ella.
—Ya lo sabes, todos los consejeros de mi padre. Con el tiempo tienes que ir depurando el consejo y poner a los que sean leales a ti —ella me mira sin emoción, su mirada sínica y despectiva se fueron, ahora la desolación y el odio abunda en sus gestos—. Mi padre los mantenía felices porque no se involucraba en los asuntos gubernamentales, los dejaba hacer lo que quisieran cuando quisieran. Fueron ellos los que iniciaron la disputa con los espectros, Olena y mi padre eran amantes. El consejo no quiso a Olena como reina, porque eso significaba que ya no podrían controlarlo y es por eso que confabularon en contra de ella. Pusieron a mi padre en su contra y ella se lo tomó muy mal. Engendraron a Atlas, pero ninguno de los dos lo quiso; mi padre pensaba que era de otro. Usaron el pasado lujurioso de Olena para desacreditarla. Ella no quiso al niño por lo que representaba y te lo dio como último recurso para llamar la atención de mi padre.
—Atlas creció sin sus dos padres, ambos odiándolo —digo con una profunda rabia—. Ellos dijeron que preferían a Atlas como rey antes que a mí.
—Ellos quieren a alguien para manipular, no importa si es un Godness o un bastardo de un viejo amigo —ella habla con una discordia disfrazada—. En lo personal no me agradas, pero no quiero que el reino de mi padre se vaya a la mierda por gente como esa.
—¿Me ayudarás? —pregunto inclinándome hacia adelante.
—Lo haré, pero me darás más relevancia en tu consejo. No solo una secretaria —dice cruzándose de brazos.
—Concedido —asiento—. Tengo que ir a mi planeta. Dame la tarde, solo eso y nos pondremos a trabajar
—No tardes, las sanguijuelas solo esperan a que falles para tomar tu corona —ella se levanta y me corre de mi asiento—. Vete de una vez, no pierdas tiempo.
Me levanto veloz y tomo el papel de trasferencia de poder, no lo firmo aún porque no sé si me lo pueden robar y alguien más lo haga oficial. Me teletransporto a mi planeta, me presento en el jardín de mi casa. Observo la fachada con una sonrisa nostálgica, recuerdo cuando llegué por primera vez. La casa toda sucia y acabada, pero con el tiempo, Lina y yo la convertimos en un hogar. Aquí nacieron dos de mis hijos, aquí me sentí en un hogar. Conocí amigos y me descubrí a mí mismo y lo que pude llegar a ser. Solo espero llegar a sentir la misma seguridad que sentí en esta casa, en el castillo sombrío.
Me voy a las caballerizas a tomar un caballo e irme hacia el capitolio. Solo Bernadette y Cedric saben que el rey murió, me imagino que Bernadette ya habrá movido sus fichas para manipular y llegar a ser la nueva gobernadora. Solo espero que ella no se convierta en un segundo señor March. Por la posición del sol, deduzco que apenas está amaneciendo. Llego al capitolio y bajo de mi caballo, un soldado aparece sorprendido por verme y hace una reverencia bastante pronunciada. Ya lo saben. Subo las escaleras un poco nervioso, no quiero que la gente sepa que ahora soy rey. Bueno, cuando anuncie mi renuncia al cargo, lo sabrán igual. Las puertas se abren por los guardias postrados, ellos también se arrodillan como su compañero de afuera.
Las chicas de la recepción también se arrodillan y yo me limito a asentir. Me acerco hacia a ellas y se ponen más nerviosas que yo.
—Por favor mande a todos los ministros un mensaje para que se reúnan conmigo en la sala de juntas lo más antes —le ordeno y la chica de al lado empieza a levantarse corriendo a transmitir mi mensaje a las sombras.
—Sí, su majestad —dice una de las chicas
Subo la escalera veloz y llego al segundo piso, las secretarias de los ministros y otros servidores públicos se alistan en sus puestos de trabajo. Pero solo basta que una se percate de mi presencia para que el resto se arrodillen. Camino entre las mujeres y algunos hombres.
—En cuanto los ministros lleguen, me llaman urgente —les digo a todas antes de instalarme en mi oficina.
La oficina está igual a como la había dejado, recorro el lugar nostálgico. Recorro la biblioteca, el escritorio, las ventanas. Incluso me acuesto en el piso y cierro los ojos solo por un instante, un pequeño instante antes que mi vida de un vuelco abrupto. Las puertas se abren y mi paz se esfuma, los ojos de Cedric me observan confundido.
—¿Qué carajo haces aquí? —exclama con las manos en la cintura.
—A dejar todo en orden antes de tomar posesión de mi nuevo reino —digo sentándome en el suelo.
—Bernadette y yo nos hemos encargado —dice rodeándome y se agacha al frente de mí—. Tu ropa y esas cosas, las guardaron las sirvientes y Louisa se la llevó Lina a los pocos días que te fuiste.
—Bien, entonces solo hace falta que firme esto con el nuevo gobernador —digo alzando el rollo de papel imperial—. Hay demasiada tensión, quieren atacar al reino de la luz. Los he frenado poniendo la lupa en los problemas con los planetas y los espectros.
—Problemas más importantes que los seres de la luz si me preguntas —dice levantándose y me extiende una mano para ayudarme a levantarme.
—Exacto, necesito que les escriban a nuestros amigos gobernadores que preparen una lista de negociación. No voy a darles la independencia, pero si podemos negociar un mejor trato hacia a ellos. Necesito aliados y ellos lo van a hacer.
—Entonces ya empezó el juego de poder ¿cierto? —dice analizando mis palabras—. Bien, me encargaré de escribirles a nuestros aliados para que vayan a la capital dentro de tres meses.
—Bien, ahora ¿a quién pongo como gobernador? A ti no, porque te vienes como mi capitán de mi guardia. Dile de una vez a Alicent y a tus hijos —le digo firme. Él se sorprende, pero se recompone.
—¿En serio quieres que sea capitán de tu guardia? —cuestiona asombrado.
—¿Y a quien más se supone que pondría sino a mi leal amigo? Además, sería extraño decirle a alguien más cómo aplacar mis discusiones con Lina —exclamo con una sonrisa.
—Vamos a hacer las cosas bien —él saca una su espada de su estuche y se arrodilla delante de mí extendiendo su espada—. Juro por esta espada, por mi familia y los dioses, que te protegeré al igual que a tu familia hasta mi último aliento. Juro ser leal a ti y al reino oscuro.
Tomo la espada por el mango y la empleo para que la punta toque los hombros de Cedric. Y así proclamo a mi mejor amigo como caballero y capitán de mi guardia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top