Miranda: Vientos Violentos.
Stephan me conduce por los pasillos del palacio de la reina. Cada guardia asiente o se paraliza al ver a Stephan, es él el que comanda las fuerzas de la reina. Y solo su sola presencia causa tantas emociones, pero todas conducen a una, el miedo. Stephan se detiene en dos amplias puertas custodiadas por dos estatuas de hielo. Me quedo afuera mientras que me anuncia ante la reina Luna. No tarda mucho y me avisa que puedo entrar. Las estatuas enderezan las lanzas dejándome entrar, la puerta se cierra ya cuando estoy adentro y la reina leyendo el sobre que le había entregado a Stephan.
—Exactamente qué pretende el bastardo de Bon Káiser —exige la reina autoritaria. Le cuento a la reina todo lo que le había dicho a Stephan, pero más calmada y con un mejor desarrollo de ideas. Ella me escucha atenta y Stephan igual—. Amo a mi esposo, pero su reino es un nido de ratas. Matas a una y salen doscientas.
—¿Cómo desea proceder con esto su majestad? —pregunta Stephan firme.
—Solo tenemos pocos datos confiables —ella rodea su escritorio y se apoya en él dándome la cara—. Necesito más para poder mostrárselo a mi familia —asiento—. Pero le agradezco su compromiso, señorita Calore.
—¿Puedo sugerir que nos envíe a la señorita Calore y a mí en búsqueda de esa información? —Stephan propone firme y listo a complacer a su reina.
—Tú eres mi capitán y te quiero aquí y la señorita Calore maneja gran parte de las finanzas de El Páramo —ella me mira crítica—. No me arriesgaría de esa forma. Voy a hablarlo con mi esposo y mi cuñado y luego veremos.
Ella le hace una seña a Stephan y este se acerca hacia a mí y me sostiene firme, pero sin hacerme daño. La reina se aproxima y me sostiene el rostro. Mi última visión es el rostro de Stephan mientras que caigo un remolino de recuerdos. Todos se concentran en Solaria, pero más en la figura de mi tío. Sigo a mi tío por todos lados, aunque no se trate de él mi recuerdo. Todo sigue así hasta que caigo en un sueño profundo y lejano, lejos de conspiraciones, de dioses y reyes.
Siento como unas manos me acarician el rostro, abro lento mis ojos y no veo a nadie. Todo está en una oscuridad total.
—Acerca la linterna, no ve en la oscuridad —dice una voz angelical. Una luz se aproxima hacia a mí y la voz angelical—. Soy yo madrina, Aurora.
Ella toma la linterna y se la acerca a su rostro.
—Mi tío me pidió que estuviera contigo para cuidarte —dice dejando la lámpara al lado de la mesa de noche.
—Todo me da vueltas —me volteo y me doy cuenta que estoy en una cómoda cama—. Me siento mareada y con un dolor de cabeza —me llevo las manos a la frente.
—¿No deberíamos hacer algo, llamar a alguien? —pregunta una voz masculina, parece la voz de un joven.
—Madrina —ella me voltea—. Aquí tengo un té de manzanilla y orégano —ella me ayuda a sentarme y me entrega el té tibio—. Lo mantuve lo más caliente que pude.
—Gracias hija —digo tomándome la infusión de un tirón. Miro en dirección a un chico que me mira preocupado.
—Ah, por cierto, te presento a Alex Mactowers —el chico levanta la mano saludándome—. Él es un compañero de mis clases de música. Estamos trabajando en nuestro proyecto final.
—Es un placer conocerlo señor Mactowers —estiro mi mano y él la estrecha educado—. ¿Hace cuánto estuve inconsciente?
—Llevamos tres horas cuidándote y no sé cuánto más estuviste con mi tío —ella me mira apenada—. Él me dijo que te cuidara hasta que te recompongas y puedas volver a la tribu de mis padres. Aunque me gustaría volar contigo, sería más rápido.
—Gracias hija —digo dejando la taza en la mesa de noche—. ¿Y dónde está tu tío?
—Se fue con la reina, pero no me preguntes a dónde, porque no lo sé —ella se sienta conmigo—. ¿La reina te lavó el cerebro, cierto?
—Lo lavó, lo estiro y lo exprimió —apoyo mi cabeza en su hombro.
—¿Por qué le haría algo así? —cuestiona Alex sentándose al filo de la cama.
—Información. Así la reina consigue lo que quiere a través de las mentes de las personas —Aurora le explica con bastante naturalidad—. Es algo que siempre hace.
—Que opresivo —suspira el chico—. Bueno como sea —se levanta—. Me regreso al estudio a seguir trabajando. Si te vas a ir, me avisas ¿sí?
Aurora asiente y el chico se retira.
—¿Él es tu novio? —pregunto recordando poco a poco.
—¡No! Es mi amigo. Mi novio es Xavier —ella me comenta que su novio ha estado muy ocupado trabajando para los grandes señores de los einars pintando retratos de cada miembro con su respectiva familia—. Casi no lo veo y no sé si se quede para el invierno conmigo. Me gustaría que lo pasara conmigo y mi familia.
—¿Y le dijiste lo que sientes? —pregunto tomándole de la mano, la luz de la lámpara me ayuda a distinguir su silueta.
—No, tengo miedo de parecer alguien controladora —confiesa mirándose los pies—. Él es tan bueno, madrina.
—Si es alguien tan bueno, deberías decirle —la animo—. Además, estamos a una estación de que empiece el invierno.
—Lo sé —ella asiente—. Él vendrá a la capital este fin de semana, me gustaría que lo conocieras. Te agradará y me ayudarías mucho para que ablandar el corazón de mi padre y mi tío.
—Primero, tu padre es un hombre abierto, pero no excedas la confianza que les dé. Y segundo, tu tío no confía en las personas, tienes que trabajarlo bastante para que medianamente pueda aceptarlo —comento y ella asiente pensativa
—Lo conoces muy bien —comenta alzando una ceja.
—He sobrevivido a la mayoría de sus ataques y él a los míos. Sueles aprender después de mucho tiempo a tu enemigo —comento abrazándola.
—Te dejaré descasar, te llevaré a la tribu de mis padres cuando te sientas mejor —ella se despide. Ella me deja descansar y se va a encargarse de las cosas de nuestro viaje. Salimos dos días después porque había una tormenta como siempre en este congelador reino. Nos abrigamos bien y tenemos nuestras provisiones para el viaje. Por lo general sería mi dragona la que guiaría por temas de edad y tamaño, pero cómo estamos en El Páramo, toca que lo haga Darius y Aurora.
Partimos desde la montaña de la reina, bien lejos de su majestuoso palacio de hielo. Darius emprende el vuelo y Sira lo sigue. El viento arrollador provoca que me ajuste con una pesada cadena a mi dragona para evitar caerme. Sira sigue fiel a su hijo, Aurora se ha vuelto una increíble jinete de dragón y Darius un dragón más dócil a los mandatos de su protegida. El vuelo es difícil, Sira y yo volamos poco por estas tierras por los vientos tan espantosos.
El viaje dura unos tres días, en serio amo volar con mi guardiana, pero en este clima es imposible. Aurora me señala la colina donde aterrizaré junto con ella. Aurora se va a visitar a sus padres solo por un día porque tiene que volver a terminar con su música. Mientras yo me encargo de trabajar y no pensar en la posible conspiración a los dioses.
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